09: Ojos
Felix había heredado los ojos de su padre, los ojos de un Agreste.
Padre e hijo compartían ojos de un color grisáceo con pequeños tintes de azul, aunque los de Felix adquirían algún tono verdoso bajo cierta luz.
La madre de Felix había estado encantada de que su hijo heredase los ojos de su esposo, esos hermosos ojos que con una silenciosa mirada sabían transmitir toda clase de mensajes.
Porque si bien los Agreste eran de pocas palabras, con una sola mirada sabían expresarse mejor que si hablasen con largos discursos.
Felícita se había enamorado de las miradas de su esposo, esas que podían traspasarle el alma y estremecerle con solo dirigírsele, darle escalofríos, derretirla de ternura, presentar sinceras disculpas salidas de lo profundo del alma o expresarle el más hermoso y puro amor de un enamorado.
Y cuando ella vio los ojos de su pequeño y adorado hijo por primera vez no pudo ser más feliz.
Felix había heredado los ojos de su padre, los ojos de un Agreste. Esos ojos que podían hablar en silencio y expresar toda clase de sentimientos y mensajes con una sola mirada.
Porque las miradas de Felix transmitían la más pura inocencia, la ternura en su arrepentimiento después de una travesura, la adorable picardía de la infancia, la más sincera curiosidad, el más bello sentimiento de gratitud y el más grande amor de un hijo a su madre.
Felícita adoraba ver esos pares de ojos grises que tanto hablaban en silencio.
Pero no todo era hermoso en la mirada de los Agreste.
Porque cuando ya no pudieron ver más a Felícita, esos ojos grises perdieron su color.
Felix había heredado los ojos de su padre, los ojos de un Agreste. Esos ojos que podían hablar en silencio y expresar toda clase de sentimientos y mensajes con una sola mirada.
Esos ojos que por más que quisiesen evitarlo no dejaban de llorar, esos ojos que por más que sus dueños intentaran aparentar fortaleza ellos los delatarían con esas vacías y rotas miradas, esos ojos que por más que buscasen no podían encontrar la imagen de la mujer que tanto amaban y anhelaban ver otra vez, esos ojos heridos que suplicaban en silencio por ayuda.
Esos ojos ciegos que no pudieron ver a su par semejante en el mismo estado que ellos.
Felix había heredado los ojos de su padre, los ojos de un Agreste, unos ojos ciegos y heridos que no podían encontrar la luz por más cerca que estuviese de ellos.
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Historia dedicada a @Moni_armonica, agradezco de todo corazón tus votos y comentarios que me han animado bastante!!! Espero que te guste este pequeño regalo!!!
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