✧EPILOGO✧

En cuanto se supo la noticia de la muerte de Lord Dark todo Markland enmudeció, sin contar que se dividió por los que apoyaban a la señora y la muerte que ella misma había creado y los que se lamentaban por el deceso de uno de sus generales más antiguos.

Dentro de las fauces oscuras de aquella habitación con tonos sombríos yacía la figura de la gran Señora, matriarca de todo Markland y dueña de planetas vecinos de los que se había adueñado. Sus suspiros resollaban en toda la habitación, su figura imponente yacía en el ventanal que siempre le gustaba admirar. Luego de la ejecución de Lord Dark necesitaba un descanso.

- Es una lástima todo el desastre que Lord Dark organizó, ¿no es así?

La dama de cabellos negros y abultados que se atrapaban en una coleta alta, vestida de blanco de manera elegante y soberbia la cual acompañaba a su mayor tan solo se limitó a asentir con aquel rostro tan blanco como la nieve.

- Me he quedado sin un miembro en la jerarquía y aunque no me hace mucha falta me molesta que quede un espacio sin llenar - continuó la Señora caminando de regreso a su trono, delante de donde yacía postrada su visitante - y ahora tengo otro problema, es por eso que te he llamado.

Tomó asiento, cruzó sus piernas de manera algo sensual, la derecha sobre la izquierda y luego se postró sobre la palma de su mano izquierda, recargando su codo sobre el reposo de la silla elegante dejando su figura recubierta por el velo turquesa que siempre permanecía en su lugar.

- Esas alimañas van a salirse de control si las dejamos - habló nuevamente manteniendo su porte imponente, el cual por algún motivo no intimidaba ni un poco a la mujer contraria - claramente no puedo permitirme algo así, no puedo permitir que la profecía sea concretada y mucho menos que pongan en peligro mi prestigio y mi nación. Te he llamado por esta razón, te propongo algo, elimina a por lo menos dos de los elementales de ese planeta, a la elemental de la luz y a quien más odio le tengas de su grupo, solo pido eso, a cambio te proporcionaré la libertad, te sacaré de la prisión de Zirconita y además dejaré que tomes el puesto que tu hermano ha dejado vacío en la jerarquía. Pero... si me traicionas, yo misma terminaré con tu vida al igual que lo hice con tu hermano. ¿Quedó claro? Lady White.

La chica río levemente al escuchar su nombre, de forma graciosa, luego subió su mirada lentamente para encarar a la contraria, sonrió de manera amenazadora mostrando sus colmillos sobresaltar de sus finos labios morados y dando a conocer la supuesta bondad que tenía en su corazón hasta que pudo responder.

- Muy claro, mi Señora

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