✧CAPITULO 39: UN FUTURO VERDOSO✧

      A pesar de lo que había pasado hace unas semanas la Tierra nunca se había sentido más en paz que en esos momentos, aunque no se podría decir lo mismos de Merry y su sequito quienes seguían atentos y ansiosos por las noticias que sus enemigos les habían proporcionado.

Luna se había dedicado a escuchar las versiones de cada uno de los elementales para poder ayudarles con la invasión que se acercaba y a pesar de mostrarse un poco asustada y preocupada por el problema se mantenía firme y consciente de lo que pasaría. Todo iba bien respecto a ellos.

Pero para Merry las cosas estaban mal, su animo había decaído desde que sintió la carga que Lantana le había puesto. No sabia que hacer, no se sentía como líder y por ende no podría dar órdenes como una, sabía que no era líder, pero su intuición le aclamaba que se comportara como una.

Pensar en como sus vidas fueron arrebatadas por el bien de su planeta le hacía cuestionar que tal vez debía hacer lo mismo, que su vida funcionaria como escudo para su planeta y que llegaría el día, donde tendría que dejar todo atrás para proteger a su raza.

Durante aquellas semanas se la había pasado llorando antes de dormir, la preocupación le carcomía la carne y le costaba demasiado ocuparse de sus entrenamientos o de idear algún plan para evitar el colapso total de su planeta. Sus compañeros se dieron cuenta de aquello y tuvieron que cargar con soportar a Merry, sus cambios de humor y sus repentinos choques de emociones, sabían que ella estaba muy preocupada al respecto y que probablemente más de una vez hubiera pasado por su mente el hecho de renunciar a su cargo, sin importar que la muerte fuera la única salida para dejar de ser un elemental.

El único que no toleraba su comportamiento en lo más mínimo era Ahmed y siempre tenia que ser controlado por Liam para que este mismo dejara a Merry en paz, también le dolía verla así, pero ¿cómo hacía por ayudarla?

– Merry, ¿podemos hablar?

La azabache miró por encima de su hombro, percatándose que Liam estaba allí, conocía su voz, pero estaba tan perdida en sus pensamientos que simplemente no lo reconoció esa vez.

El viento que azotaba por encima del coliseo en aquella ocasión, les removía las hebras a ambos y los hacia sentir un poco de tranquilidad, durante aquellas semanas, Merry había estado visitando ese sitio para sentirse un poco más cómoda y para concentrarse más en su vida y lo que debía hacer.

– Si – respondió Merry débilmente – claro, toma asiento.

Un fuerte suspiro salió de la boca de Merry luego de que Liam se sentara a su lado, se puso derecha y estiró la espalda, había pasado mucho tiempo sentada y eso le había llegado a cansar. Liam la miró por un momento sin tratar de captar su mirada, la cual yacía en la puesta del sol delante de ellos.

– Escucha – dijo Liam – ya se que lo he dicho muchas veces pero lamento lo que pasó.

– Si, yo también lo lamento – Merry lo interrumpió – ya sé exactamente que me vas a decir, ahórrate tu misericordia.

Liam suspiró.

– Tu sabes que no soy bueno haciendo esto, pero todos nosotros estamos pasando por algo similar a lo tuyo, entiendo la enorme carga que tienes sobre los hombros y lo difícil que tiene que ser lidiar con la muerte de los tres, pero también tienes que entender que no podíamos hacer nada, no estaba en...

– Nuestras manos – Merry volvió a interrumpir – lo se y eso no es lo que me inquieta. Por más que entrenemos, una y otra vez no creo que sea suficiente para... acabar con Lord Dark y su ejército, debe haber algo, algo que nos haga vencer, debe haber...¡carajo!

Liam entendía a la perfección la preocupación de Merry, lo estresada e inquieta que se sentía debido a la situación que ella y sus compañeros atravesaban. Y tenía razón, el solo luchar no les garantizaba la victoria y sobre todo contra alguien quien apenas habían visto un par de veces, sabían la capacidad que tenia ese hombre en el arte de la guerra; sin embargo, también sabían que probablemente tendría un truco sucio bajo la manga o alguna estrategia que le proporcionaría la victoria.

– Tengo miedo – Merry confesó cuando se pudo tranquilizar – tengo miedo de que todo se vaya a la mierda por mi culpa, quiero ganar Liam, pero aún no sé cómo.

El elemental del fuego la miró por varios minutos más para tratar de descifrar lo que quería decir, se divertía haciendo eso, leyendo a sus compañeros y descubriendo lo que su mente tramaba. Conocía a Merry desde hace mucho tiempo, por ende pudo comprenderla casi de inmediato.

– Ya encontrarás la manera – dijo Liam – o más bien, la encontraremos, recuerda que somos un equipo y que no vas a combatir sola, somos los cinco contra ese tipo y su ejército, si nos esforzamos es probable que podamos conseguirlo.

Los ojos de Merry se cristalizaron y una sonrisa leve apareció en su rostro. Sabía que Liam nunca alentaba a los demás de aquella manera y que en realidad era terrible haciéndolo pero agradecía que lo hiciera, de alguna forma u otra la hacia sentir reconfortada por sus palabras, le daba esa pequeña esperanza que necesitaba.

No dijo nada, en su lugar dirigió la mirada hacia el atardecer que inundaba el coliseo aquella tarde nuevamente, la brisa seguía soplando suavemente, como brindándoles una caricia sutil y cálida.

El silencio se hizo presente durante varios minutos.

– ¿Me creerías si te digo que a veces tengo visiones con Lantana?

Aquellas palabras hicieron extrañar a Liam, quien giró la mirada inmediatamente con su compañera para prestarle un poco más de atención.

– ¿Visiones?, ¿A que te refieres? – preguntó.

– Si, visiones, sueños, siento que me habla – respondió Merry – siento... que me quiere decir algo importante, pero no puedo descubrir que es. La veo muy ligeramente en mis sueños y escucho que me habla pero no puedo entenderla y me frustra demasiado, tal vez esta usando sus ultimas fuerzas para decirnos que debemos hacer.

Liam escuchó por un momento, tenía razón lo que decía; sin embargo, no podrían detenerse a investigar de que se trataba, tenían el tiempo encima y a Lord Dark pendiente de cada movimiento. Callado, dirigió nuevamente la mirada al sol, dejando a Merry consumirse con su propia teoría, pensó que tal vez en la posteridad no muy lejana se le ocurriría algo para aliviar el dolor de su compañera.

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Los pasos apresurados de Liyi podían escucharse con un eco atreves de todo el pasillo oscuro por el que siempre transitaba, estaba apurada y a la vez preocupada por todo lo que había visto. Era una niña, pero era lo suficientemente madura para tratar de asimilar la situación.

La pobrecita estaba buscando un refugio, lastimosamente el único que tenia era Cirinia y ahora que no estaba no le quedaba nada más que refugiarse en el único lugar que la elemental del Boro lo hacía, al lado de su mentor. Borgio.

El antiguo asesino también buscaba de forma desesperada a la pequeña, ya que tenia mucho tiempo que no lograba verla por ningún lado, temía en sus adentros que algo le hubiera pasado, que Lord Dark la hubiera descubierto o peor, que la hubieran asesinado luego de todo lo que ocurrió. Ninguno fue el caso. Puesto que ese hombre conocía a la niña como la palma de su mano y la trataba como si fuese su hija, era claro la obviedad de su preocupación.

Después de tanto buscarse ambos se interceptaron en un pasillo, los ojos de Liyi se llenaron de lagrimas apenas pudo avistar a Borgio, y este último sintió un gran alivio al verla sana y salva. No tardaron mucho en correr a abrazarse.

Liyi saltó a los brazos de Borgio mientras este se aferraba al pequeño cuerpo de la pequeña, acariciando sus cabellos y tratando de tranquilizarla. Sintió una pequeña humedad en su hombro, Liyi había comenzado a llorar en silencio y sus pequeños y frágiles bracitos se aferraban al cuello del mayor.

– Mataron a Cirinia... – dijo de forma casi inaudible mientras se convertía en un mar de lágrimas – mataron a la señorita Cirinia y no pude hacer nada por ella.

El corazón de Borgio se partió en dos, estaba consciente de la noticia, pero que la pequeña Liyi le dijera eso con el corazón hecho pedazos le apuñalaba el alma. Había perdido a una de sus dos hijas y no sabía cómo lidiar con eso. Era tarde, demasiado tarde para intentar hacer algo.

– Tranquila, tranquila – decía Borgio a la pequeña, trataba de seguir de pie y no desmoronarse ante los ojos de la niña – lo sé, pero no debes preocuparte.

– Señor Borgio... Lord Dark la mató, ella rogó por que no lo hiciera y Lord Dark no la escuchó, si tan solo hubiéramos rogado todos por ella... ella...

Liyi no pudo contenerse más, soltó el llanto como un bebé, sus gritos de desesperación se podían escuchar por todo el pasillo vacío y sus lágrimas se escurrían desde las cuencas de sus ojos hasta su cuello, empapando el hombro derecho de Borgio y aferrándose con su alma al cuerpo del varón.

– No, no, no digas eso – dijo Borgio con voz tranquila – esa era una batalla que tenía que ganar Cirinia, era un desafío que solo ella podía debatir.

Borgio separó levemente a Liyi de su hombro, le limpió las mejillas con su pulgar brindándole caricias reconfortantes y transmitiéndole la mayor tranquilidad posible. Así estuvieron un rato hasta que Liyi logró calmarse, Borgio también estaba preocupado y demasiado triste, pero trataba con cada célula de su ser no derrumbarse.

– ¿Y perdió?, ¿la señorita Cirinia perdió? – preguntó Liyi ganándose una leve risita y una sonrisa melancólica de parte de Borgio.

– No Liyi, Cirinia acaba de ganar la más grande de sus batallas. Ella esta orgullosa de ti, por ser tan valiente y fuerte. Por fin esta descansando Liyi, por fin obtuvo la paz que tanto buscaba.

A este punto las lagrimas de Borgio no pudieron contenerse y salieron de forma natural, Liyi se quedó en silencio un momento más, esperando a que el mayor dejara de llorar, entendía su dolor, pero apenas y podía controlarse ella misma, no podría controlar a Borgio.

– Liyi – Borgio volvió a hablarle luego de un rato, con una voz serena – voy a desertar de la tropa, no puedo permanecer más tiempo aquí si Cirinia no está, no tiene caso que yo esté aquí.

A Borgio le dolía irse, la tropa negra era el lugar que le había dado un hogar al asesino, que le diera la espalda ahora era como traicionar su patria. Pensaba que tal vez Liyi podría acompañarlo, aunque no fuera la mejor opción para una promesa como lo era la pequeña.

Liyi solo asintió, no pudo decir absolutamente nada en contra de la objeción de Borgio. Sin embargo, ella no se iría, tendría que seguir con su entrenamiento y su servicio a Lord Dark, no por miedo, sino por su convicción.

Borgio no necesitó escuchar absolutamente nada de la boca de Liyi, la preocupación que transmitía su mirada le daba a entender el miedo y la decisión que al final tomaría. No se abandonarían; pero se dejarían libres, uno del otro buscaría su propio camino, Borgio regresando tal vez a las andadas con sus asesinatos a sueldo y Liyi a ser la asistente de quien sea que tomara el lugar de Cirinia, si es que este mismo no era ocupado por ella antes de que alguien más lo hiciera.

Borgio asintió ligeramente y soltó a la niña para levantarse con calma, suspiró para calmar sus sentires intensos los cuales se convertían en una montaña rusa de emociones. El era todo un caos en el interior, uno que sería demasiado difícil de lidiar, había muchas cosas que pesaban sobre su espalda. La muerte de Cirinia, sus sentires y su futuro como ser solitario le hacían revolver el estómago. Nunca se había sentido así de nervioso y solo.

Acarició por ultima vez los cabellos de la Liyi, acomodó su abrigo propio y volvió a suspirar, le dio la espalda y se encaminó a la salida del callejón, cargando solamente con un pequeño y viejo maletín, quien a decir verdad estaba bastante reducido para llevar demasiada ropa.

Liyi, sin decir nada, solo miró como su mentor se marchaba, sin sonreír, sin llorar o sentirse culpable, simplemente sintiendo paz. Sabia que debía guardar el secreto de lo que estaba pasando por su propia seguridad y la de sus compañeros, sabía que Lord Dark no notaria la ausencia de Borgio por ahora, así que su silencio sería más que suficiente.

Borgio no miró hacia atrás y Liyi no fue detrás de él, sino que más bien se preguntaba en su cabeza, ¿A dónde era que se dirigía?, ¿Qué seria ahora del asesino a sueldo?, tal vez ella nunca lo sabría, o por lo menos no en un futuro cercano.

– Mucha suerte, señor Borgio – dijo en voz baja – cuídese mucho.

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Sinceramente había perdido la cuenta de cuantos Jidyes había estado llorando desconsoladamente en su habitación, abrazando la espada de Radón y convenciéndose a si misma de que lo que estaba viviendo era una pesadilla o un juego que su mente le hacía jugar en contra de su voluntad.

La pobre Kumbier estaba devastada, su tristeza era infinita y al parecer no habría alma o situación que la sacara de su abismo de depresión. No era para menos ya que perdió al amor de su vida, no lo volvería a ver y a decir verdad jamás había lidiado con una situación así. La única persona que amaba se había ido para siempre, la impotencia llenaba su ser cuando se daba cuenta y analizaba que no podría regresarlo. Que por más que esperara este ya no iba a regresar de ninguna manera.

Dhalia se había preocupado por ella, había dejado de comer y a pesar de que se había curado de sus heridas aun parecía bastante adolorida. Había pensado en muchas maneras de poder ayudarla, pero sabia que ella no se dejaría ayudar, no después de lo que paso entre ellas dos en la ejecución.

Ella había pedido que Kumbier no fuera encarcelada, luego de su pequeña intervención entendió los sentimientos de la rubia y lo rota que esta estaba, pidió que se le regresara su estadía y que por lo menos tuviera un poco de paz para volver a la tropa negra donde era su lugar.

– Kriotoro... – sollozaba en su alcoba de forma desconsolada mientras se aferraba a la espada que antes le pertenecía a su amado – lo siento amor mío... si tan solo hubiera hecho algo, si tan solo fuera más fuerte tu no te hubieras ido, seguirías aquí conmigo, seguirías a mi lado. No fui suficiente para ti, perdóname... perdóname.

De haber sido por ella misma ya se hubiera quitado la vida en ese momento, el soportar estar sin la persona que más amó fue por mucho la batalla más difícil que alguna vez se imaginó llegar a pelear.

Mas allá de las batallas físicas y sus pocas laceraciones en sus cortos entrenamientos había un alma vulnerable, un alma que lo que más temía en la vida era perder lo único valioso que en verdad valía la pena. Se odiaba a si misma por no haber hecho algo para poder salvar a su hombre, nunca antes se había sentido tan débil o tan culpable por el simple hecho de nacer siendo inútil. Su alma estaba hecha pedazos y consigo su mente. No sabia si huir, esconderse, luchar o acompañar a su amando en el más allá.

A medida que pasaba el tiempo su corazón se fue vaciando, dejando la tristeza atrás, junto con su sentimiento de inferioridad ante los demás. Había comprendido lo que Kriotoro siempre le había dicho. Debía ser fuerte. Estuviera Kriotoro o no en Markland ella debía ser fuerte, incluso más de lo que era capaz, no sabría cómo lo haría, pero tenia que sacar fortaleza de algún modo o de algún lado.

La dulce Kumbier fue muriendo poco a poco y dejó en su lugar a una mujer un poco más fuerte, una mujer que odiaba con cada parte de su ser a Lord Dark, por ser un idiota con sus guerreros, por su forma de analizar y crear situaciones y por sobre todas las cosas, por arrebatarle la vida a lo único que verdaderamente amaba la rubia. Por lo único que ella vivía y por lo único que ella luchaba.

Dhalia desde las sombras contemplaba la tempestad en la que Kumbier se había convertido, decidió callar y simplemente apoyarla si es que esta llegaba a requerir de su ayuda.

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– Y entonces, ¿simplemente los mataste?

Lord Dark temblaba de miedo, una de sus rodillas seguía tocando el piso frio de aquella habitación oscura y sombría, mostrando clemencia y respeto a su superiora. No había pensado en un plan más allá de mentiras incompletas y cabos sin atar. Rezaba a quien sea que estuviera arriba para que todo en aquel citatorio se pusiera a su favor.

– Así es – titubeó – no me quedaba otra opción Señora, no podía permitir que tales actos de cobardía y blasfemia fueran parte de mi ejercito y mucho menos ahora, que estamos a punto de in...

– ¿Podrías repetir que fue lo que te convenció de matarlos? – Interrumpió la Señora, sin despegar la vista de su vitral, ni inmutándose, simplemente existiendo y preguntando. Estando apacible, flucra y cubriendo su rostro con su velo turquesa de forma completa demostrando la misteriosidad que la caracterizaba – ¿Traición?

– Esa es una parte – dijo Lord Dark, se tomó un tiempo para analizar lo que iba a decir, estaba nervioso y por demás asustado no sabia que hacer al respecto para no delatarse a sí mismo – fueron a la Tierra sin mi autorización directa, estuvieron invalidando y revelándose ante mis ordenes durante los últimos Kipes. Si hubieran brindado su ayuda ya nos hubiéramos desecho de la profecía.

– Ten cuidado con lo que dices – dijo aquella mujer – las profecías no son concretas Lord Dark, entiendo lo que quieres decir, tus guerreros te traicionaron y tal vez te dejaste llevar por tus sentimientos. Es por eso que eres el más débil.

Lord Dark tragó profundo, odiaba que la señora dijera eso de él, sabía que todo lo que había hecho no era suficiente para ponerse en un puesto mejor para la aprobación de su jefa.

Tal vez era eso lo que más quería en el mundo.

Estar en una posición tan baja en la jerarquía pero siendo el líder de su propio ejército era un conflicto interno que siempre trató de resolver, siempre quiso ser fuerte.

– Deberías convivir de vez en cuando con Snake o Perpetua – Continuó – tal vez aprendas algo de ellos. Además, si no mal recuerdo, me habías dicho que partirías a la Tierra hace mucho tiempo. ¿Por qué no te has ido?

– Verá... – Lord Dark titubeó luego de aflojar su mandíbula, esta había estado muy apretada debido a las palabras de la Señora que lo hicieron enfurecer – hemos tenido bastantes contratiempos hablando de mi ejército y la forma en la que llegaremos. De hecho, sigo teniendo contratiempos en esa cuestión, deseo reformar mi ejercito ahora que mis tres guerreros de la oscuridad ya no están, para que no haya ningún problema y para poderle proporcionar los mejores resultados.

– Aun no lo entiendes, no quiero resultados, quiero que mueran – dijo aquella, a pesar de sus palabras su voz se notaba bastante apacible, contrario a la última reunión que había tenido con él, donde por poco perdía los estribos – quiero que los mates, no tiene que ser tan complicado Lord Dark.

– Lo sé, pero ya se lo he dicho antes, no podemos pelear al descubierto – se había armado de valor para poder encarar a la contraria, de cualquier manera, las cosas estaban mal, ya poco le importaba que pasaba con el a esas alturas – sería un suicidio; con todo respeto, pero no puedo. No puedo arriesgar la misión en la que hemos estado trabajando durante todo este tiempo por una prisa, si tan solo me concediera un poco más tiempo le prometo, no, le juro por mi alma que ganaremos.

La dama calló, por un largo periodo de tiempo, sin despegar la mirada de su vitral y mucho menos dirigiéndola a Lord Dark, el sabia que estaba furiosa, no podría controlarla si esta misma se salía de sus estribos. Pocas veces lo había hecho durante toda su existencia y las veces que lo hacia los destrozos eran incontables.

– Supongo que hoy tienes algo de suerte – dijo la dama – me siento misericordiosa y tal vez pueda que tengas razón. Bien, te daré una última oportunidad, si ganas, te ascenderé a un mejor puesto dentro de la jerarquía y tu cumpliré un deseo.

Era extraño lo que ella había dicho. La Señora era un ente poderoso, tanto que esta era capaz de conceder deseos, más allá de la riqueza, el poder y la fama, sabia que sus guerreros tenían corazón y dentro de este se guardaba sus esperanza y anhelos, mismos que usaba para poder mantenerlos a raya y controlarlos de la forma en la que ella quisiera.

La sonrisa de Lord Dark se le extendió por todo el rostro, mostrando su felicidad y agradecimiento a esta misma, había recuperado el brillo en sus ojos y quizá, ahora si pelearía por ella.

– Muchas gracias, no sabe lo agradecido que estoy por esta oportunidad le juro que...

– Pero si fracasas – La Señora lo interrumpió abruptamente mientras se giraba sutilmente sobre ella misma para por fin encarar a su súbdito – me temo que tendré que aceptar tu oferta y me quedaré con tu alma, ¿sabes lo que significa? Tendré que eliminarte de la existencia por desafiar mis ordenes ya que es lo que has estado haciendo, no entiendo como mataste a tus subordinados por la misma razón de lo que estás haciendo ahora conmigo. Te pedí una sola cosa Lord Dark y haz hecho un desastre total, eres decepcionante, aunque... tal vez tengas esperanza aún. Solo mátalos, no los investigues ni mucho menos trates con ellos, simplemente no los dejes con vida.

Lord Dark miró a su superior con intriga y decepción, seguía asustado pero dentro de todo ese huracán de emociones que yacía en su interior resaltaba la esperanza, la única cosa que le indicaba seguir adelante con su misión.

– Espero que haya quedado claro – continuó – ahora lárgate, no tolero tenerte dentro de mis aposentos.

No le quedó alternativa, suspiró en sus adentros, asintió ligeramente y se levantó, no sin antes hacer una leve reverencia para despedirse como correspondía. No dijo nada, no dio las gracias y mucho menos le dirigió la palabra, entendió la gravedad de la situación y lo peligroso que era no cumplir con esta misma, aun así tenía un as bajo la manga, lastimosamente era el ultimo que le quedaba y dentro de todo lo que cabía en su misión, la muerte de sus tres guerreros paso desapercibida.

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La preocupación por la que Merry atravesaba hacía que estuviera distraída la mayor parte del tiempo. Tomó el consejo de Liam, seguiría entrenando junto con sus compañeros para que los cinco encontrara alguna manera de poder confrontar y contrarrestar un poder tan inmenso como el de Lord Dark.

Sin embargo, el hecho de ahora ser elemental también le quitaba la libertad de ser una persona común y corriente. Hacia meses que no sabía nada de Mike ni de Alice, ninguno de los dos la había buscado, sabia por lo que pasaba pero conocían a su amiga y sabían que también era fuerte, que estaría bien a pesar de la situación.

No era temporal de lluvias; sin embargo, empezó a llover, camino a su casa de la escuela. Por qué podría ser una elemental, pero eso no quería decir que fuera irresponsable. Se maldecía así misma entre refunfuños por haber olvidado su sombrilla, estaba empapada pero tampoco se detendría a esperar que la lluvia parara, podría aprovechar ese tiempo para algo más.

Agradecía también que su bolso era impermeable y que así sus libros no sufrirían daño alguno por el agua. No como ella, que las gotas se resbalaban por su cuerpo cubierto por el uniforme e impactaban en el piso conforme ella iba caminando.

Tuvo que detenerse en la parada de autobús cuando se dio cuenta de que la lluvia no pararía y que llegaría aun más empapada si seguía su camino, tenia frio y maldecía su suerte. Odiaba que lloviera sin previo aviso y mucho más en una época que no correspondía.

– Maldita sea, maldita sea, maldita sea – murmuraba – odio esta situación, con toda mi maldita existencia.

Tomó asiento y esperó a que la lluvia dejará de azotar la ciudad, debajo de aquel pequeño techo que cubría del sol a la pequeña banca donde ahora Merry estaba sentada. Bajó la cabeza y empezó a reflexionar, estaba harta de las visiones de Lantana que no decían absolutamente nada, estaba harta de no poder encontrar una solución por ella misma. se sentía como la líder del grupo a pesar de que ninguno de sus compañeros le pusieran ese peso sobre los hombros.

A decir verdad ella quería ser como Lantana. Ella era una leyenda, la dama que pudo acabar con múltiples enemigos y la cual le dio guerra la primera vez que tuvieron que combatir, Merry estaba decepcionada de no haberse percatado por todo el dolor que atravesaba su enemiga, que la forma de atacarlos era la única manera que tenía para salvar y proteger a su tierra.

Pero tampoco ayudaba mucho que se apareciera de repente en sus pensamientos sin decirle absolutamente nada que le pudiera ayudar. Esa situación aberrante y desesperada se volvía un caos en su cabeza y junto con eso una desesperación de la cual se quería deshacer.

– Si tan solo pudieras ayudarme una ultima vez... – susurró una vez más, mientras tenia la cabeza baja mirando las gotas que escurrían de su frente hasta el piso y se impactaban con calma y tranquilidad – dame una señal Lantana... dame algo por lo cual luchar.

Un bufido salió de la boca de Merry al escuchar una voz conocida, una voz que en definitiva no quería escuchar. Si esa era la señal de Lantana seguramente ella estaba perdida.

– Hola, tiempo sin verte Merry.

– Hola Mike – contestó sin mucho animo – digo lo mismo. 

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