JinYoung es eso y mucho más


Bajo unos agradables rayos del sol, Jae Beom caminaba con una canasta de frutas en las manos, iba en dirección a su casa, que, en realidad, también era la casa de su abuela. Él llegó al tranquilo pueblo durante unas vacaciones y se enamoró de la vista; las extensas praderas verdes y colinas por donde se podía ver vacas, borregos o caballos pastar algunas veces al día. Le encantó el clima; mucho viento con un calor agradable durante la primavera, el verano no resultaba un infierno como en la ciudad debido a la cantidad de árboles en la propiedad de la abuela, así como de los ranchos colindantes, y, por si fuera poco, durante el otoño e invierno resultaba fascinante y acogedor a pesar de que el frío era más intenso que en cualquier suburbio, pero vamos, él se regocijaba cuando se congelaba entero.

Le maravilló la tranquilidad que lo recibió con los brazos abiertos, como si la calidez dentro de la casa de su abuela se extendiera y atravesara los cercos. Estaba muy cómodo ahí, se sintió alegre pasar sus días ayudando a darle de comer a los animales, arar el pasto y acarrear el heno, que a pesar de acabar cansado cuando se trataba de trabajo pesado, una sonrisa atravesaba su rostro cuando recibía una jarra de limonada fría y aperitivos caseros hechos con amor.

Fue difícil convencer a sus papás, pero después de un año entero lo consiguió. No le importó tener que ingresar a una escuela nueva y no conocer absolutamente a nadie, porque los habitantes eran -en su mayoría- buenas personas. Se acopló muy rápido, hizo amigos con más facilidad de la que había imaginado y algo que le gustó mucho acerca del cambio, fue que la escuela estaba cerca, por lo que no tenía que levantarse temprano para tomar un autobús atiborrado de gente. La escuela era pequeña en comparación con la que había dejado atrás, fácilmente se reconocían unos a otros a pesar de no hablarse o convivir mucho, el pueblo de por sí no albergaba muchos habitantes y más de la mitad era gente adulta. Quizás esa era una de las cosas no tan positivas del sitio, hacía falta gente joven. Jae Beom fue el último en ingresar a ese mundo apartado y especial que sólo unos cuántos podían apreciar.

Mientras se acercaba a la casa que se convirtió en su hogar, tarareaba tranquilo una tonada suave que nacía conforme escuchaba sonidos agradables a su alrededor, como las copas de los árboles moviéndose y los ladridos amistosos de los perros ovejeros que lograron familiarizarse con él, quizás, sólo quizás, mucho más rápido de lo normal por los bocadillos que les dejaba cada cierto tiempo, algunas veces a escondidas de los dueños.

Esa mañana se había levantado alegre porque ya tocaba el momento de cosechar uno que otro fruto de la temporada, dentro del huerto tenían más verduras que frutas, pero había pequeñas excepciones como las sandías y las mandarinas. A Jae Beom le gustaban mucho los árboles de mandarina, sobre todo cuando los frutos maduraban y adornaban las ramas como si se trataran de esferas. Para él era más sencillo recoger las mandarinas cuando estas ya estaban en el suelo, pero también era divertido subirse a los árboles para tomar las que ya estaban listas pero que se habían aferrado a las ramas. Como ellos tenían mandarinas de sobra, la abuela las intercambiaba por otras frutas en la misma cantidad, de esa manera podía hacer mermeladas de sabores distintos y venderlos después.

Dentro de la canasta había manzanas, duraznos y naranjas. Ansiaba que llegara la mañana siguiente para preparar las mermeladas y envasarlas, esa era su parte favorita, sobre todo tener que escribir en un papelito el sabor y colocarlo en el tarro.

Por tanto pensar en una nueva forma de hacer las decoraciones olvidó la pequeña hendidura cercana a la cerca de madera, se alivió de no haber caído, sin embargo, las frutas rodaron por el pasto. Cogió cada una de las frutas con delicadeza y las frotó suave en su camisa a cuadros, observando detalladamente si no se habían dañado.

—Toma.

Su atención fue acaparada por un chico pelinegro que le extendía los brazos con las frutas que logró rescatar. Sabía que era nuevo, porque destilaba ser forastero, además que no había otro chico que viviera cerca de los terrenos colindantes.

Fue curioso, demasiado curioso que a pesar de su aura de chico de ciudad, combinara tan bien con el paisaje. Jae Beom jamás había tenido un flechazo, pero creyó que en ese momento surgió uno. El cabello del chico nuevo se movía junto con la brisa, detrás de él las ramas danzantes dejaban pasar el brillo del sol, Jae Beom estaba fascinado con esa vista. El hombre parecía tan etéreo que por un momento se lo imaginó volviéndose uno con la luz del sol y el viento.

—Gracias...

—JinYoung. —se presentó con una sonrisa que hizo sus ojos castaños brillar. —Tú debes ser Jae Beom. Estuve con tu abuela hace unos minutos y ella me estaba hablando de ti. —Le dijo colocando las frutas dentro de la canasta y ayudándolo a ponerse de pie.

—Eres nuevo.

—Lo soy. De ahora en adelante tal vez me veas seguido. —dijo el pelinegro mostrándose con una sonrisa apenada. —Nos vemos por ahí entonces.

El chico, que vestía unos pantalones cortos celestes y una camiseta blanca, tomó la bicicleta con la que había llegado y caminó con calma por el otro lado de la cerca.

En ningún momento apartó su vista, sintió una especie de temblor en el estómago cuando unos pasos más adelante JinYoung volteó a verle. Jae Beom sintió mucha vergüenza por haber sido atrapado de esa forma, no hizo más que levantar una mano temblorosa y moverla de lado a lado para despedir al pelinegro, quien una vez más levantó las comisuras de sus labios de una forma delicada y linda. Durante el resto del día apareció en su mente de manera esporádica y Jae Beom pensó que se debía a su presencia repentina. 

🍊

—Tu primo Jackson vendrá a pasar unas semanas con nosotros.

Después del almuerzo tanto él como la abuela comenzaron a lavar las frutas, dejándolas listas para el día siguiente cuando sea el momento de hacer la mermelada. Jae Beom tenía una cocinera increíble que le enseñaba todos los trucos bajo la manga que ha aprendido todos esos años, es por eso que cuando no se encuentra haciendo los trabajos de la escuela o ayudando a mantener el rancho, pasa su tiempo tratando de recrear las recetas que ha escrito en una libreta. Y no es algo muy difícil una vez agarrado el ritmo, sin embargo, hay cosas que no le salen todavía, la mermelada, por ejemplo.

—Espero que esta vez no se le ocurra alimentar a los toros usando ropa roja.

Los primos llegan de visita unas cuántas veces al año, Jackson es el que se queda más tiempo, un par de semanas, un mes a lo mucho cuando sus vacaciones se prolongan y no tiene otros planes. Es divertido tenerlo ahí, pero también suele ser problemático. El año pasado fue perseguido por los toros al menos tres veces debido a que suele usar prendas rojas con frecuencia, fue todo un espectáculo que disfrutó, pero igual resultó malo cuando olvidó cerrar el portón y los animales se escaparon.

—Los Park tienen un nieto que vive en la ciudad, ¿recuerdas? Al que van a visitar de vez en cuando.

—Sí, lo recuerdo.

—Llegó apenas ayer. Lo conocí hoy, vino a traerme los jarrones que le presté a su abuela. Es un niño bien portado, estoy segura que si lo conoces te va a caer bien.

Jae Beom cerró la llave y como siempre, sacudió las manos y las restregó sobre la tela de sus jeans desgastados cuando bien podría tomar uno de los trapos de cocina perfectamente doblados sobre los estantes. Sin tener claro por qué de repente se puso tímido, se mantuvo callado unos minutos en lo que pensaba cómo preguntar sin parecer chismoso.

—Creo que lo conocí hoy. —mencionó quedito. — ¿Vestía pantalones cortos y camiseta blanca?

—Con calcetines de colores. Tiene una forma peculiar de vestirse, ¿cierto? Se nota que es un chico de ciudad. Tu usabas ropa parecida.

—Aún la uso, solo que no con tanta frecuencia. No quiero que se rasgue mientras acarreo cosas.

—¿De qué te preocupas? De todas formas, tus pantalones ya están rasgados.

— ¡Que así se usan, abuela!

—Ay, los niños de ahora. —La abuela Lim secó sus manos –ella sí usaba los trapos– y luego los dos caminaron hasta el frente de la casa. Ella se sentaba a tejer o bordar nuevos trapos de cocina o lo que se le ocurriera mientras que él se acostaba en la banca mecedora de jardín que tenían a mirar videos, estar en redes sociales o jugar. Le gustaba mucho esa hora del día, cuando la noche estaba cayendo.
—Como te decía, este niño parece buena gente. Sería bueno que le mostraras los lugares importantes, le escuché decir que se va a quedar unas semanas.

—Sí, bueno, yo... veré si me lo encuentro por ahí.

—Le dije que viniera mañana. No sabía que ya lo habías visto. ¿Cómo lo conociste?

—Cuando estaba viniendo se me cayó la canasta y él me ayudó a recoger las frutas.

—Muy amable de su parte. Tenemos que regalarle mermelada.

Cenaron tranquilamente, como todas las noches, y después cada quien se fue a su alcoba. Jae Beom dejaba las ventanas abiertas y mantenía el protector puesto, de esa manera disfrutaba de la frescura del ambiente sin tener que preocuparse por los mosquitos u otros insectos. A veces se quedaba despierto hasta tarde nada más perdiendo el tiempo con su teléfono o leyendo un libro cuando tenía ganas de perderse por un momento, pero en esta ocasión solo estaba acostado en la cama viendo las figurillas brillantes en la oscuridad que pegó en el techo tras su mudanza. Por algún motivo no dejaba de rebobinar cuando él y JinYoung se encontraron, especialmente cuando el chico volteó a verle una vez que estaba lejos.

Tiene bonitos ojos, pensó. Y una sonrisa linda.

Como se la pasó pensando en el nieto de los vecinos junto a más tonterías –porque es típico de él tener ideas sin sentido antes de acostarse– terminó por dormir tarde. Jae Beom se levantó agitado cuando escuchó dos golpes en la puerta y luego a su abuela decir que ya era hora de desayunar. Se sentó desganado frente a la mesa y bebió su café con los ojos cerrados.

—¿Te desvelaste jugando otra vez?

—Sólo no pude dormir.

Una vez que llenó su estómago lavó los trastes y salió a hacer sus deberes cuando la abuela dijo "dale algo de comer a Cristina antes de que se devore mis flores". Y como acostumbraba, cada vez que estaba con ella le hablaba de cosas al azar sin parar. Esta ocasión fue el tema que no lo dejó conciliar el sueño rápidamente.

—Entonces el nieto de los Park se acercó y me ayudó a recoger todo. Estaba avergonzado por eso. —Jae Beom suspiró sin dejar de cepillar el pelaje del animal. —Tienes razón, pudo ser peor, y como la abuela dice, es muy amable. Llama la atención, quizás sea por la ropa colorida que usa, pero no de manera ridícula como Jackson o BamBam en ciertas ocasiones. ¿Recuerdas esa vez que Bam llegó usando botas de tacón? ¡De tacón! Eso es meramente ridículo. ¿Quién los usa sabiendo el lugar en el que se encuentra? No dejaba de tropezarse con las piedras ni de hundirse por el lodo. Demonios, debí decirle a Jack que me pase los videos. Su visita parece oportuna, ¿cierto?

— ¡Hey, Jae Beom!— al voltear pudo ver al pelinegro saludándolo al otro lado de la cerca. Esta vez vestía una camiseta a rayas de color verde y pantalones cortos azul marino. Sus tenis blancos parecían nuevos y le intrigó mucho cómo es que podía mantenerlos así de limpios sin tener una sola motita de polvo.
—¿Con quién estás hablando?

No fue hasta ese momento que se dio cuenta de lo raro que debía verse. —Con Cristina.
—JinYoung ladeó la cabeza sin entender.
—Con ella. —dijo señalando a la yegua de color miel.

—Wow. Es muy bonita.

—¿Por qué no vienes? Es muy tranquila, no te hará nada.

El pelinegro lo pensó unos segundos hasta que finalmente se decidió. Tomó un saquillo mediano hecho de manta, pasó con cuidado las tablas y caminó sigiloso hasta llegar al lado de Jae Beom. Se notaba nervioso.

—Nunca había estado tan cerca de un caballo. Mis abuelos sólo tienen vacas y borregos.

—Toma. —le extendió el cepillo de madera. JinYoung no soltó lo que había traído, tomó con una mano el cepillo y de manera delicada comenzó a peinar el pelo de la yegua. Jae Beom observó con detalle cómo sus expresiones faciales iban cambiando con los segundos, pasó de estar alerta a mirar al bello animal con admiración. De alguna manera su sonrisa lo hacía sentir alegre, motivo por el cual también estaba sonriendo, sólo que, a diferencia del chico, él no estaba atento a Cristina.

—¿Le gustan las manzanas?

—Le gustan mucho.

—Entonces esta es para ti, Cristina. —la yegua no perdió tiempo en devorarla, incluso empezó a tratar de meter el hocico para conseguir más. —Se las traje a tu abuela junto con otros envases. —Jae Beom cogió el saquillo, la yegua se alejó para pastar cerca cuando se dio cuenta de que no iba a obtener otro bocado.

—Gracias.

—No es nada. Tenemos un montón de manzanas.

Hablaron unos minutos más, hasta que JinYoung tuvo que irse para seguir acomodando sus cosas.

—Yo me preguntaba si tú... quisieras salir más tarde. No estás familiarizado con el lugar y ya que te vas a quedar aquí un tiempo, quizás sea conveniente.

—Sí, te lo agradecería mucho. Ayer estuve perdido casi por una hora hasta que el granjero de al lado me indicó dónde estaba la casa de mis abuelos.

Fue así como empezaron a pasar tiempo juntos. Se veían todos los días y a cualquier hora, como las propiedades de sus familias eran las más cercanas sólo tenían que caminar un tantito para saludarse desde la cerca. Fue muy fácil tratar a JinYoung. Jae Beom piensa que es gracias a su actitud algo extrovertida, no obstante, están los momentos en los que el chico deja atrás el porte seguro y se ve envuelto por la timidez. Esos, probablemente, son algunos de sus momentos favoritos, porque de alguna forma las sonrisas apenadas que se le forman a JinYoung en el rostro logran hacerle sentir un revoloteo agradable en el centro del pecho.

Se ajustó rápidamente a la presencia de Park, incluso ansiaba que el final del día llegara, era cuando pasaban más tiempo juntos. Jae Beom se esmeraba en terminar todas las tareas del día para salir a pasear con JinYoung, a veces caminando entre sus propiedades mientras charlaban amenamente o subiendo pequeñas colinas cuando querían jugar a las atrapadas, siempre tomándose fotos con la cámara que el pelinegro había traído. También solían ir en bici al pueblo, JinYoung manejando y él atrás, o haciendo carreras entre los dos cuando Jae Beom usaba la suya.

Se sentía muy agradable el roce del viento contra su rostro y el sonido relajante de las ramas de los árboles moverse, cuando Jae Beom se aferra con cuidado a los hombros o cintura de JinYoung, el momento parece eterno. Son ellos dos en una burbuja llena de risas y juegos, de charlas de todo tipo y roces sin doble intención.

—¿No tienes hambre?

Son cerca de las seis de la tarde, el sol ha descendido casi por completo y las estrellas comienzan a despertar. Algo que deja con los ánimos hasta el cielo a Jae Beom es, cuando en ciertas ocasiones no termina temprano, JinYoung va con él a todos lados para ayudarlo en lo que pueda o simplemente para hacerle compañía.

—Estoy muriendo de hambre.

Recarga su peso sobre las tablas del granero una vez que termina de acomodar los cuadros de heno y suspira aliviado. Ha terminado al fin.

JinYoung balancea los pies, está sentado sobre otra pila de heno que acomodó con anterioridad. —Apuesto que ahora estás arrepentido de haber rechazado mi sándwich de crema de cacahuate. —le dice burlón.

—Esa cosita no me hubiera llenado, pero sí, me arrepiento. Voy a preparar panqueques. ¿Quieres?

—Seguro.

El dulce aroma del azúcar y las frutas se esparce por todos lados dentro la casa. Jae Beom está ansioso por comer un poco de la mermelada recién hecha, después de haberse bañado la cena resulta más tentadora.

—¡Huele increíble! ¿Qué está preparando tu abuela?

—Mermelada de mandarina. Es una completa delicia.

En la cocina ven a la señora Lim moviendo la mezcla dentro de una olla, ha colocado un tarrón en la mesa, la primera porción de mermelada de la temporada.

—JinYoung se va a quedar a cenar.

—Ya lo sé, cariño. Se ha quedado a cenar desde que llegó.— comenta la mujer con una sonrisa. — Hice limonada, sírvanse cuanto quieran.

Ellos dos salen al pórtico y se sientan a comer en los escalones de madera, esperando a que salgan todas las estrellas. JinYoung le está enseñando a reconocer algunas constelaciones, sólo que con la vista de Jae Beom es un poco difícil, aunque ahora ya puede decir con certeza dónde se encuentra el cinturón de Orion y la osa mayor.

Ha disfrutado completamente su tiempo con JinYoung. Para él resulta fascinante querer estar pegado al chico, que no se hubiera aburrido en ningún momento estando con él. No tenía idea de dónde sacaban tantos temas para hablar, pero ahí estaban, en esta ocasión discutiendo sobre las pirámides y faraones del antiguo Egipto.

—En ese documental vi que una gran cantidad de oro y reliquias fueron robadas por los mismos obreros que construyeron la tumba.

—Tutankamon debió estar retorciéndose mientras se llevaban sus cosas.

JinYoung se ríe con sutileza, por el contrario, es el pecho de Jae Beom el que golpea de esa forma, camuflandose muy bien con su ritmo normal y haciéndole confundir. Los platos y cubiertos están a un lado, ya no hay limonada en los vasos. Con el estómago lleno, Jae Beom está contento, más porque el pelinegro permanece a su lado. No importa sobre lo que esté hablando o la hora que sea, siempre habrá chispas en los ojos del chico.

—He visto varios documentales de eso. Si quieres, te puedo recomendar algunos, y cuando regrese durante las próximas vacaciones te recomiendo otros.

Jae Beom se queda en silencio procesando lo que dijo. Tiene una opresión rara en el centro del pecho, puede sentir cómo su corazón cae al suelo.

—¿En las próximas?

—Sí. Creo que será para abril.

—¿Cuándo te vas?

—Mañana en la tarde.

Jae Beom no puede creer que haya terminado tan rápido. Más aún no puede creer que JinYoung vive en otra ciudad y debe irse de ahí. Lo olvidó por completo.

Jae Beom quiere decirle lo mucho que lo va a extrañar. Que no desea verlo irse, pero no hace ni el mínimo intento, de nada servirá. La vida de JinYoung está en la ciudad.

—Me gustó mucho estar aquí. — menciona el pelinegro. —Gracias por todo. Te voy a extrañar, Jae Beom.

No tiene ganas de arruinar las cosas con su ánimo decaído, así que durante las últimas horas que pasan juntos, no dice nada de lo que está en su mente, más que tenga un buen viaje y que cuando vuelva harán más cosas divertidas.

No entiende por qué le duele tanto verlo partir. Él siempre amó su vida en ese sitio, ama a la abuela, ama su vida en el ranchito, ama la tranquilidad del lugar, pero extrañamente, cuando JinYoung parte, las cosas se sienten extrañas y distantes.

🍏

U

na semana después Jackson llega, como siempre, haciendo bulla desde el primer segundo. Su habitación está al final del pasillo e incluso así logra escuchar sus gritos un par de veces cuando habla por teléfono o juega con su consola. Es exasperante, pero es un buen tipo, gracias a él ha logrado dejar esa sensación decaída que lo arropó por una semana entera. La abuela había pensado que estaba enfermo, pero en realidad sólo extrañaba muchísimo a JinYoung. De alguna forma, Jackson lo sabía, así que estaba pegado a él todo el tiempo posible para regresar la chispa en Jae Beom, sin embargo, el mismo Jae Beom se ha dado cuenta que quizás él también seguía a su primo para dejar a un lado su melancolía.

—En lugar de llorar deberías pensar en lo que podrían hacer JinYoung y tú cuando regrese.

Jackson se remueve en la cama, acostándose mientras el partido de basquet ha ido a comerciales. Por su parte, Jae Beom está sentado con la espalda apoyada en el cabezal.

—Eso... no es una mala idea.

—Salió de mi cabeza, claro que no lo es.

La idea de Wang hace que Jae Beom comience a pensar en la llegada de las vacaciones y cuánto le emociona eso.

Ahora que las clases fueron retomadas, tiene que ir a la escuela por las mañanas, al llegar ayuda a Jackson a terminar de hacer lo que queda, si es que ese día es ajetreado. De lo contrario, ambos salen a hacer el tonto por ahí, cerca de la propiedad. Hay un lago que frecuentan en donde nadan un rato y juegan cuando el sol de la tarde ya no es tan sofocante, de lo contrario no irían porque Jackson odia quemarse.

JinYoung no tuvo la oportunidad de ir al lago con él, así que Jae Beom planea llevarlo ahí en las próximas vacaciones.

Hay una tienda local donde pueden hacer sus propios helados o malteadas, una tienda de antojitos ha sido abierta recién y hay otra nueva donde consiguen postres locos, rebozados de dulce, gomitas y más. Ha ido muy seguido a esos lugares con Jackson, pero piensa que le agradaría ir con JinYoung. Esa también es buena opción. Sería genial que pudieran hacer un recorrido por todos los sitios de comida.

Ha pensado en tantas cosas, que probablemente las vacaciones no sean suficientes para poder hacer todo. Contrario a sentirse decepcionado por ello, se alegra, porque eso quiere decir que siempre tendrá algo que hacer y momentos que atesorar con JinYoung.

Se emociona de sólo pensarlo.

—Creo que se está quemando.

Jackson mira con atención la mezcla en la ollita luego de que Jae Beom le señala.

—¿Cómo estás seguro?

—La mermelada de durazno no debe lucir café.

El castaño apaga rápidamente el fuego y se cruza de brazos. —Creo que nos van a regañar por acabar con toda la fruta. ¿Y si se lo damos a Cristina?

—No seas tonto. ¿Cómo le vas a dar eso? Seguro se nos va al cielo luego de probarlo.

—Entonces digamos que fue culpa de BamBam.

—¿Y cuál es tu argumento? ¿Te deseó mala suerte desde Tailandia?

—Eso es seguro.

Jae Beom suspira y toma un poco de la mermelada. No está tan mala, quizás puedan salvarla.

—Sólo un poco más de agua, y dos cucharadas de azúcar.

—A la orden, chef.

Ocurrió un milagro. La mermelada quedó perfecta, con un color raro, pero lo importante es el sabor. Después de todo sólo ellos se la van a comer. Desafortunadamente la abuela descubrió el pequeño desastre de Jackson porque las frutas se acabaron, así que Jae Beom tuvo que ir al centro en busca de más. De regreso, la última parada fue la casa de los vecinos, en donde fue a recoger manzanas y estando ahí, la agradable señora Park le dijo algo que lo dejó viendo arcoíris por todas partes.

JinYoung llegaría al día siguiente.

Estaba totalmente helado cuando llegó corriendo a su casa y no pudo dormir pensando por qué JinYoung no le dijo nada. Las vacaciones aun no llegan. ¿Sería una sorpresa? ¿Tal vez la cercanía que tuvieron no fue tan apreciada como pensó que sería? Su cabeza estaba hecha un lío, tanto que no sabía si debía pasar casualmente por la central de autobuses a su llegada o esperar a que él le hablara.

No. Debía ir. Tenía que hacerlo.

Cuando la alarma sonó a las nueve en punto, Jae Beom se levantó con prisa. ¡Se quedó dormido! Se lavó la cara rápidamente y se colocó uno de los gorros de pescador que el pelinegro le regaló. ¿La ropa? Da igual, a veces no se puede diferenciar su ropa normal de la que usa para dormir. Nunca en su vida había pedaleado la bici de esa manera, desafiando las leyes de la física y poniendo en riesgo su vida al hacerlo. Cuando llegó al cerro con esa desgraciada hendidura, perdió el control del manubrio y se fue directo de cara contra el pasto. Lentamente se dio la vuelta y suspiró aliviado al pasar la lengua por los dientes y corroborar que los tenía en su lugar.

—Esta escena es un tanto familiar, ¿no crees?

Una vez más, JinYoung parecía un sueño salido de un cuento de hadas. Los rayitos de sol sobre su rostro, su cabello moviéndose a la par que las hojas, sus mejillas un tanto sonrojadas por haber caminado desde la central, una vez más vestía pantalones cortos claros y calcetines de colores. Cada aspecto insignificante lo hacía ver como...

—Pareces un elfo.

—¿Qué tienes en contra de mis orejas?

—¡No lo digo por tus orejas! Olvídalo, no debí decirlo.

El pelinegro lo ayudó a levantarse y le acomodó el gorro, sonriendo al ver que su regalo había sido de su agrado. Se adueñó de la bicicleta, siendo él quien pedaleaba ahora porque Jae Beom estaba herido. Por alguna razón las manos de Jae Beom temblaban al aferrarse a su camiseta blanca y fue el mismo JinYoung el que hizo que se sostuviera bien de su cintura. "Agárrate bien o te irás al suelo de nuevo y esta vez no me detendré a levantarte".

Al llegar a su casa le ayudó a desinfectar los raspones en sus manos y piernas, que por fortuna no fueron graves. Jackson se reía de la historia una y otra vez luego de que el pelinegro asegurara que al caer parecía tan rígido como una tabla, toda la tarde y los siguientes días se la pasó llamándole tablón nada más para molestarlo, en donde en ciertos momentos se le unía Park, y contra ellos, Jae Beom no podía ganar. Como JinYoung no estudiaba en una escuela pública el plan de estudios que llevaba era un poco diferente, fue por eso que llegó antes. Por más que tenía que dividir su tiempo entre la escuela y las tareas del hogar, siempre había espacio para el pelinegro; mientras hacía sus deberes, recogía las cosechas o araba la tierra, JinYoung lo acompañaba. A Jae Beom le gustaba cuando de la nada entraba a la casa como si fuese la suya y le decía —Voy a la tienda— que se traducía como —Vamos a la tienda.

Mayormente en las tardes y durante los fines de semana iban a los nuevos comercios por batidos o helados, JinYoung siempre tardaría cerca de diez minutos tratando de escoger un sabor, aunque terminaba por elegir el mismo, y en el camino iría robándole a Jae Beom el suyo por querer probar el helado que hubiera tomado en esa ocasión. No le molestaba, ya que cuando competían para ver quién tenía más aguante con la comida siempre le ganaba, y como castigo el pelinegro era quien manejaba la bicicleta de regreso. Al principio se mostraba quejumbroso, pero nunca descartaba la idea, Jae Beom sabía que le gustaba hacerlo porque en la ciudad no podía ya que uno, le daba algo de pánico estar entre tantos coches, y segundo, no tenía una bicicleta.

Antes, podía encerrarlo entre sus brazos y apoyar la cabeza en su espalda o sus hombros sólo sintiendo un calorcito agradable que lo hacía suspirar, ahora, su corazón galopaba tan desbocado como un corcel y sus manos, así como cada parte de su piel que tocaba a JinYoung, se crispaban por las corrientes que sentía recorriéndole el cuerpo. No puede dejar de pensar qué es todo eso, no obstante, siempre buscará la manera de ir detrás para tener a JinYoung contra su pecho, él es muy cómodo.

Jae Beom no lo admitirá, sin embargo, sospecha que Park sabe.

Los perros los saludan moviendo la cola y uno que otro animal pastando se detiene a mirar con curiosidad a esos dos chicos que van y vienen en círculos o continuado en zig zag. Son dos chicos que están en sintonía, compartiendo más que sólo una bici y risas a la par.

Ver los pastizales familiares, el sonido de las hojas moverse, el viento rozando su cara y desordenado un poquito sus cabellos... Se siente más especial cuando es consciente de todo eso, estando así con JinYoung. Lentamente, se inclina con ligereza y siente que su corazón está a punto de salir de su pecho, pero pronto deja de ser tan abrumador y se convierte en algo que Jae Beom es capaz de sostener en sus manos, y le gusta mucho esa sensación. Suspira contento y sonríe con la mejilla apretada al hombro de JinYoung. Es tan sublime que parece un tanto irreal, pero la calidez del cuerpo del chico y una de sus manos entrelazadas sobre su estómago convierten lo que supone es un sueño, en algo tangible y muy real.

🍃

Un sábado por la mañana fueron con Jackson a nadar al lago. Estuvieron cerca de una hora jugando en el agua y salieron cuando comenzaron a sentir que la piel de los dedos se les arrugaba. Luego de comer un pedazo de pay que JinYoung había llevado en una canasta, Wang se durmió. Se acostó sobre la manta beige que colocaron para el picnic que JinYoung había insistido en hacer y se cubrió la cara con el sombrero vaquero de Jae Beom, porque al ser temprano le lastimaba la claridad. Viéndolo a él y con la voz bajita del pelinegro arrullándolo, también tuvo ganas de permitirse tomar una siesta, pero era eso o perderse a JinYoung comiendo pedacitos del postre y haciendo soniditos graciosos. Sin embargo, difícilmente puede oponerse a las caricias de JinYoung sobre su frente o su cabello, le ha hecho acostarse y colocar la cabeza sobre sus piernas para que pueda jugar con su cabello largo. Está entre el limbo de la realidad y el sueño, todo se siente calmo y cómodo. Puede escuchar las risillas divertidas del pelinegro cuando poco a poco va llenando su cabello con flores que caen del árbol, el que amablemente les brinda sombra.

Le toma fotos con la pequeña cámara que lleva a todos lados, desde todos los ángulos posibles, pero no se queja. Si los lugares estuvieran invertidos quizás haría lo mismo.

El chico tenía en las pestañas diminutas gotas que quedaron atrapadas entre ellas, así como una cuántas caían desde sus cabellos húmedos y se iban deslizando por su piel.

Jae Beom sonrió. Era tan lindo, tenía ganas de besarlo.

—Tú quieres... ¿besarme?

Sí.

Un momento, ¿acaso lo dijo en voz alta? La somnolencia que tenía se esfumó.

—Yo me refería... Quiero decir... Lo que dije es...

—Está bien.

Jae Beom se sienta y observa a JinYoung sin poder creerlo. ¿Quería que lo besara? No le quedó duda cuando se acercó a su rostro y esperó por ello.

—¿Hablas en serio?— susurró.

—Sí, lo hago.

Fue demasiado, un simple roce de labios hizo que viera chispas por todas partes y cuando su boca se amoldó muy bien a la de JinYoung, Jae Beom sintió su cuerpo ligero, podía deslizarse junto con la brisa que los envolvía delicadamente hasta hacerlos uno. No había prisa, su cuerpo estaba alerta y él quería sentir absolutamente todo, desde las cosquillas en su estómago, el calor compartido entre sus labios y las suaves caricias que recibía en la nuca.

Entonces todo cobró sentido, todo lo que estuvo sintiendo desde la primera vez que el pelinegro llegó fueron pequeños fragmentos de lo que ahora reconocía como enamoramiento.

Inesperado pero muy dulce enamoramiento.

Quizás ambos hubieran continuado sin tomar en cuenta el espacio y el tiempo, pero se separaron cuando escucharon a Cristina relinchar tras su repentina llegada.

—Creo que te extrañó.

—Yo también la extrañé.

—¿Y a mí?— se atrevió a preguntarle. —¿Realmente me extrañaste?

—Mucho, creo que jamás había añorado tanto a alguien.

Jae Beom suspiró ante esa respuesta y tomó juguetonamente los dedos del chico. Estaba apenado, incluso sentía su rostro caliente, aunque no sabe si fue por lo que dijo o por el beso. Tal vez por ambos.

—¿Quieres montar a Cristina?

JinYoung ni siquiera dudó, se levantó de inmediato y subió a la montura con ayuda de Jae Beom. Mientras un Jackson adormecido cargaba las cosas, él llevaba la cuerda y caminaba delante de la yegua para guiarla hasta la casa de los abuelos de JinYoung. Por su parte el chico brillaba de alegría, se reía de las cosas que Jackson decía y le daba miradas y hacía gestos cómplices a Jae Beom, estaba muy emocionado y eso le hacía sentir como si pudiera caminar sobre las nubes.

Cuando llegaron a su casa, una vez dejado la de los Park, la cabeza le empezó a dar vueltas. ¡Realmente se habían besado!

—¿Qué te pasa?— le preguntó la abuela al verlo tan distraído en el almuerzo.

—Está aturdido porque al fin besó a JinYoung. Abuela, ¿me llenas mi vaso? Please.

—¡Se supone que estabas dormido!

—Me desperté a tiempo para presenciar el momento.

—Ya era hora. — dijo la abuela. —Qué flojo eres Jackson. — pero terminó haciéndolo cuando el castaño empezó a batir sus pestañas con esa intención. Y así como así, dejaron de lado el tema.

¿Tan obvio había sido? Jae Beom ni siquiera sabía que estaba enamorado.

—Sí, Jae Beom. —Jackson le respondió hastiado, luego de haberle insistido durante horas. —Se notaba a kilómetros, hasta la señora de las verduras lo sabe, y como es chismosa, todos aquí lo saben también.

Eso lo decía todo. Ahora ya sabía por qué el señor de las malteadas les daba un envase con dos pajillas y helado con chispitas en forma de corazón.

🍑

—He terminado.

Como algo característico, JinYoung le esperaba sentado sobre el heno recortado, no podía faltar sus pantalones cortos, los calcetines de colores y los tenis blancos, la nueva camiseta a cuadros –porque si estás en el campo debes de usar algo a cuadros–. Se había adueñado del sombrero de Jae Beom porque quería verse como un chico del oeste, y desde su punto de vista, el atuendo que llevaba encajaba con lo western, algo que solamente Kunpimook podría aprobar.

—Perfecto.— JinYoung extendió los brazos y le abrazó el cuello. Aprovechó eso para bajarlo y llevarlo a sentarse sobre la manta con la canasta a un lado que ahora llevaban a todos lados. —¿Qué fue lo que empacaste esta vez?

—Esto.— dijo extendiendo un tarro de mermelada que él hizo. Se había esforzado en hacerlo, hasta lo decoró con un lacito en la tapa. Por primera vez no se le había quemado y pudo confirmar que cuando lo haces con cariño todo sale bien.

JinYoung se comió un puñado de galletas con la mermelada. —Está rico.

—¿En serio? Es la primera vez que lo hago.

—¡Sí! Te salió magnífico. ¿No la has probado?

—Quería que tú lo hicieras primero.

Dejando a un lado las cosas, se acostó junto a Jae Beom. Ellos permanecieron quietos durante unos minutos sin hacer más que mirarse de manera soñadora o jugar con sus dedos. —Adoro esto, estar contigo. — JinYoung susurró. —Me veo en la obligación de mantenerte conmigo para toda la vida. ¿Tienes alguna objeción?

—Ninguna. Estoy completamente de acuerdo.

Labios esponjosos acariciaron su frente y su nariz, hasta que besó a Jae Beom en la boca y el mundo comenzó a girar.

Cantos de pajaritos, árboles danzantes, rayos de sol, pastizales, gotas de agua, brisa de primavera y dulce sabor de mermelada. JinYoung era todo eso y mucho más.

—¡Ustedes! Dejen de jugar a Secreto en la montaña. ¡Los toros se escaparon de nuevo!

.

Y este ha sido el primer os del fest. ¿Qué tal?

Pasen por el perfil de las escritoras en las fechas que estarán publicando si quieren más jjp soft.

Y recuerden, a reproducir NANANA y hacer stream a tremendo álbum

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