11. Cambio.
El sol ya se estaba asomando y Mikaela ya descansaba en la orilla, listo para su proceso.
Se colocó detrás de una roca, aún más grande de la que estaba acostumbrado a encontrarse con Yuu. Alrededor de él no había nadie lo que indicaba que podía hacer su cambio tranquilo.
Sacó todo su cuerpo del agua y se quedó en la orilla, acostado boca arriba sobre la arena húmeda.
El sol desprendía los rayos con intensidad y quemaban cada parte de la piel. Sentía ardor, sobre todo en su anomalía que parecía a punto de desaparecer. Tragó con dificultad al sentir cómo quemaba su cola, como si la hubieran puesto en llamas.
Pasaron treinta minutos de puro dolor, en donde Mikaela forcejeaba y jadeaba bajo la luz del sol.
Gritó, como si tal acción aliviara el dolor. Apretó sus dientes para no deshacer el nudo en la garganta que se había formado desde que el ardor invadió todo su ser.
A los cuarenta minutos su cola se dividió en dos. El ardor se había disipado y ahora le hacía cosquillas, de manera que las escamas desaparecieron poco a poco, como si lo estuvieran pintando con una tez pálida como la de su rostro.
Se sentó para ver cómo lo que era escama comenzaba a ser piel. Llegó a la punta de la cola y aparecieron un par de pies.
Apenas vio ésto, se lanzó al agua para refrescarse y evitar un desastre.
Tenía piernas. Ni siquiera había pensado lo que podría suceder si algo salía mal, pero al fin y al cabo lo había logrado. Sentía como si hubiera perdido fuerza y habilidades a la vez, frágil ante cualquier amenaza.
Se sentía raro, incómodo y tropezaba con continuidad hasta que llegó a la orilla.
—¿Qué es esto...? —preguntó con terror.
Ahogó un grito al ver su miembro. Era una parte que nunca le había visto a nadie, aunque sabía vagamente de su existencia. No se atrevió a tocarlo, sólo a contemplarlo y preguntarse cómo haría para acostumbrarse a su nueva extremidad.
Suspiró con pesadez. No tenía de qué preocuparse, era normal en los humanos y hasta el mismo Yuu tendría uno. Raramente, se sonrojó con ese último pensamiento.
Agarró las ropas que le había dado Ferid las cuales aún estaban algo húmedas. Un bóxer color gris, una camisa corta blanca, un jean azul , medias blancas y unas zapatillas negras.
Gracias al conocimiento adquirido por los libros, Mikaela supo cómo ponerse cada prenda a la perfección.
Intentó caminar torpemente y después de unos minutos lo logró, aunque le costaba bastante mantener el equilibrio. Era como un bebé con gran contextura, podía caerse en cualquier momento.
Con dificultad, llegó donde ya comenzaba la calle y admiró la ciudad.
Al encontrarse en el centro, miraba a su alrededor como si fuera un turista. Quería guardar cada imagen en su memoria para recordarla cuando volviera al mar.
Los ojos parecían que se iban a salir en cualquier momento, era muy parecido a lo que se había imaginado, pero no se comparaba a la realidad misma.
De repente, la consciencia le cayó como un balde de agua fría. No tenía idea qué hacía allí, tampoco recordaba dónde vivía Yuu para buscarlo.
Estaba completamente perdido.
Vio a un grupo de chicos que almorzaban fuera, los cuales había visto caminar con Yuu días atrás, por lo que decidió preguntarles sobre su paradero.
—Eh, disculpen .—Interrumpió con cordialidad—. ¿Saben dónde vive Amane Yuuichirou?
Mitsuba detuvo el camino de la papa-frita que tenía como destino la boca de Shinoa. Yoichi casi se atragantó con la bebida y Kimizuki solo lo intimidó con la mirada, como hacía con cualquier extraño que se acercara.
—¿De dónde lo conoces? —el pelirrosado fue el primero en hablar.
Mikaela titubeó a causa de la fría mirada que le dedicaba pero logró responderle.
—Es un amigo, debo visitarlo.
—Ah~ Yuu-san vive a dos cuadras de aquí —Shinoa se posicionó a su lado—. Pasando el puesto de comidas con la "M" gigante.
Con tan solo verlo de lejos, sabían que el rubio no pertenecía allí.
—¡Shinoa, tú...!
—Cállate, Yoichi —regañó la pelipúrpura—, solo debes caminar a dos cuadras al norte, doblar a la izquierda y te encontrarás con el único edificio color gris y blanco. Vive en el piso 3-B.
—Shinoa —Mitsuba la fulminó con la mirada, estaba conteniendo sus maldiciones.
—Sí, sí~ ya voy—canturreó—, ¡qué se diviertan! —Palmeó amigablemente la espalda de Mika, el cual murmuró un "gracias" y continuó con su camino.
—¡Shinoa! ¡Tú, idiota! —Mitsuba ya de pie la señaló con el índice—. ¿Cómo puedes dar la dirección de nuestro amigo tan fácilmente? Sabes, puede ser un criminal.
—¡Siempre tan paranoica! —Shinoa abanicó su rostro—. Pero creo que todos nosotros pensamos que...
—Baka-Yuu —agregó Kimizuki.
—Es... —continuó Yoichi.
—Gay —finalizó Mitsuba.
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—Buen día, Ferid-sama —Saludó Yuu una vez que agarró su teléfono—. Sí. Ferid-sama, aquí no hay delfines... ¿¡Qué!? ¿¡CUÁNTOS YENES DIJO!? ¿Un pasaje a Brasil? —De repente, la preocupación lo invadió—. Mm, señor me gustaría que me deje pensarlo por unos momentos. Ajá... ¡Muchas gracias!
Suspiró con pesadez, recordando por completo las palabras que había escrito su madre en una carta antes de morir.
Ella sabía que tenía una enfermedad terminal, por lo que no dudó en escribirle a Yuu para cuando aprendiera a leer.
"Yuuichirou, yo nunca tuve la posibilidad de viajar a algún lugar. Estoy arrepentida y más ahora que sé que es mi final, aunque cueste aceptarlo.
El día que crezcas, me gustaría que vivas esa experiencia, conocer nuevos lugares nos llena de conocimiento y nos hace felices. Yo no pude hacerlo, pero en su lugar tengo ahora una hermosa familia que espero que ambos sepan cuidar. Ustedes son lo mejor que puedo tener y quiero que cumplan todas sus ambiciones.
El amor es lo único que me mantiene feliz en este momento, por favor cuídalo cuando lo encuentres.
[...]"
Se le contrajo el corazón. No lloraría, varios años ya tuvo para superarlo y ahora podía recordar aquellas palabras con una sonrisa.
Si aceptaba ese trabajo, podría renunciar en el supermercado y tendría suficiente dinero. Lo malo era que no quería viajar y más ahora que no veía a Mika, porque quizás se ofendía y no era como si pudiera llevarlo en un avión.
Otra desventaja era que con el trabajo que le daba ese hombre, ganaba mucho dinero pero nunca se sabía cuándo lo dejaría. En cuanto Ferid se cansara de sus fotografías, lo desecharía como si tratara de un objeto.
También se planteaba la vaga idea de estar enamorado, pero él mismo lo creía erróneo. Porque su madre ¿también aceptaría esa clase de amor? ¿O le diría que acepte el viaje ya que era su mayor ambición?
El timbre sonó y como si ya supiera quién estaba tras la puerta, su corazón latió con más rapidez de lo normal.
Con pasos lentos caminó hasta la puerta, ansioso de lo que podría encontrar.
Giró el pomo, temeroso a lo que hallaría y por fin consiguió abrirla.
Se encontró con quién más esperaba, al punto que ni siquiera se pudo concentrar en su estado actual.
Al verlo, su corazón se detuvo por unos segundos como si esos ojos zafiros fueran los causantes de tal ansiedad y a la vez, de tal alivio.
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