veintiséis

-MARATÓN 2 / 6-


"I'm Merida, I'm one of you. We are Dali"


Madrid

Hora Cero

Hoy en día, las guerras comienzan con bombardeos. La nuestra, también; solo que en vez de bombas, lo hacemos con mucho ruido.

¿Cómo olvidar el plan Chernóbil? Era un plan desesperado del anterior atraco, el de hace tres años, del cual solo sabían de su existencia el Profesor y Berlín. Consistía en colapsar Madrid con una lluvia de billetes para escapar entre el tumulto si todo iba mal.

Era un plan para generar caos. Y eso era exactamente lo que necesitábamos ahora: caos.

Los dirigibles volaban sobre la ciudad soltando el dinero, dejando el espectáculo del griterío alegre de la gente desesperada por conseguir la mayor cantidad de pasta posible. 

Se suponía que entre medio de tanto euforia se iba a transmitir un anuncio a través de las pantallas utilizadas para propagandas comerciales, obviamente hackeadas. El Profesor, exponiendo su identidad, era el encargado de dar el discurso.

"Este mensaje es para todos los que sentís esta mascara como un símbolo de resistencia: os necesitamos. El Estado nos ha declarado la guerra. Una guerra sucia, y hemos decidido plantar cara. La policía ha detenido en un país extranjero a uno de los nuestros: Aníbal Cortes. Hace ya más de dos meses de esto. No se ha abierto un sumario judicial, no se ha solicitado su extradición ni se le ha facilitado un abogado. Lo tienen cautivo, en un paradero desconocido y con toda probabilidad, le están torturando. Así que exigimos que concluya inmediatamente esta detención ilegal y que sea sometido a la justicia con garantías de derecho. El Estado ha iniciado esta guerra y no nos vamos a esconder. Vamos a pelear, golpe por golpe. Y esta vez vamos a robar a lo grande."

Repetía una y otra vez en mi mente mientras movía frenéticamente de arriba abajo mis piernas, causando un repiqueteo constante.

— Si sigues así vas a cavar un jodido pozo —escucho la voz de Daniel, por lo que puedo suponer que se ha sentado junto a mí.

— ¿Cómo me has podido ver? —pregunto en broma, tratando de ignorar el hecho de que la ansiedad abunda mi cuerpo, refiriéndome al traje militar con estampado camuflado que todos traíamos puesto.

— El chiste más malo que he oído en toda mi vida —responde serie, colocando una de sus manos en mi rodilla izquierda y apretándola levemente— ¿Te has puesto todo bien?

— Si, joder, estoy muriéndome de calor aquí dentro —me quejé.

Y como no tenerlo; por fuera todos teníamos el traje militar con un chaleco antibalas y por debajo el característico mono rojo, solo que yo, por insistencia de mi pareja y de los demás miembros de la banda, a su vez tenia debajo del mono otro chaleco antibalas un poco más grueso que el primero.

Básicamente parecía una palomita de maíz muy esponjosa.

Volví a mirar el suelo para repasar una vez más el plan.

Cuando tienes dinero para invertir en I+D, puedes hacer cosas maravillosas. Tres semanas antes de este día, ya estábamos dentro de los móviles del CNI y de la policía a través de aplicaciones como Whatsapp.

Desde Islamabad, Pakistán, era donde se encontraba el grupo tecnológico manejando todo:  podíamos activar sus micrófonos, su cámara y su localización. Hacernos con las telecomunicaciones del Estado Mayor de la Defensa nos llevó menos de una hora.

El trabajo que antes hacia Rio, ahora lo hacían sesenta y cinco paquistaníes. No parecían los tipos que van a fiestas, pero eran unos genios; gracias a ellos, teníamos acceso a todo.

— Atención —la voz del Profesor desde el walkie talkie interrumpió el tenso silencio que se había formado en la sala, comunicándole al jefe del atraco lo que deberíamos representar.

— Señoras y señores —grita Palermo, mientras que cogía un cronómetro y se ponía de pie— Somos el Primer Pelotón de la VI Compañía de la BRIPAC ¡Uno, seis, BRIPAC!

De inmediato, todos comenzamos a correr hacia nuestros puestos; caminé rápidamente hacia la estantería donde se encontraban en sobres los distintos logos del ejercito junto a las calcomanías de las compañías. Buscando el que correspondía, comencé a repartirlos para que puedan distribuirlos en los transportes y en los trajes.

— ¡Tenemos diecisiete minutos y cincuenta y cuatro segundos! —vuelve a gritar el argentino— ¡Los quiero con la sangre caliente y la mente fría! ¡Vamos!

Una vez finalicé con las calcomanías, cerré el compartimiento y con la ayuda de Denver lo trasladamos hasta uno de los convoy para guardarlo.

— ¿Hace falta que les diga que no hay tiempo? —continuaba gritando Palermo— ¡Vamos, carajo!

Rodee los ojos ante los griteríos del argentino, el idiota se había tomado muy a pecho el papel de "jefe" al mando y se la pasaba dando órdenes de acá para allá cual sargento sin ayudar.

— ¡Nos quedan siete minutos! —grita una vez más— ¡A la guerra, carajo!

— No te alejes de mí —me susurra una vez más Denver, mientras que me ayudaba a subir e ingresar a uno de los enromes camiones, en la parte trasera.

Me senté junto al falso sargento mientras que mi pareja se acomodaba frente a mí; una vez la puerta cerrada la oscuridad invadió el reducido espacio, pero una luz roja nos permitió divisar nuestros rostros.

Cuando mi cuerpo se sacudió por el repentino movimiento que ocasionó el convoy fue cuando las ganas de vomitar recorrieron desde mi estomago hasta llegar a mi garganta, dándome a entender que no había vuelta atrás.

Apoyé el fusil en el suelo, contra el banco, y me incliné sobre mis rodillas para coger las manos de Denver y entrelazarlas con las mías. Rápidamente mi pareja me dio un leve apretón en cada una, y con sus pulgares acariciaba el dorso de mis manos tratando de brindarme algún tipo de tranquilidad.

Ambos estábamos más que estresados y ansiosos, y como no; ya no era solo la vida del otro la que necesitábamos defender a toda costa, nuestro futuro hijo nos acompaña. No había que tomarse nada a la ligera.

Unos fuertes ruidos y gritos interrumpieron mis pensamientos, por lo que alcé la cabeza buscando que alguno de los dos hombres que me acompañaban me quitara mis dudas. Palermo tomó la iniciativa y, apenas volteándose, desprendió hacia arriba la abertura de la pequeña ventana para poder ver entre líneas lo que ocurría en el exterior; personas amontonadas contra vallas gritando y sacudiéndose, con carteles y referencias a Salvador Dalí, tratando de ser contenidas por las fuerzas de la policía.

Me sobrecogió toda esa gente insultándonos, inconscientemente, ya que todos los presentes crearían que realmente éramos el ejército.

Y allí estaban. El Profesor se había puesto la máscara, había llamado a los Dalís y ellos habían respondido. Me encantaría abrir la puerta, sacar mi cuerpo y gritarles: "Soy Mérida, soy de los vuestros. Somos Dalí"

Seguramente se organizaron por redes sociales y grupos de Whataspp. Gritando en la calle, nos estaban diciendo lo que más necesitábamos oír: "nunca caminaréis solos".

Pero todo esto sólo es poesía, la verdadera acción empezaba ahora.

Cuando el camión finalmente se detuvo, miré fijamente a Daniel; luego de exhalar e inhalar fuertemente, ambos nos asentimos mutuamente. Moví mi cabeza para hacer sonar mi cuello una última vez, y subí el cuello negro de mis ropas cubriendo mi boca y nariz para poder ocultar un poco más mi identidad.

Al abrir la puerta, los tres nos bajamos rápidamente del transporte y corrimos a nuestras respectivas posiciones; ellos a calmar la multitud y yo junto a Tokio haciendo "guardia" detrás de Palermo.

Al ritmo de un leve trote, seguí al argentino hasta detenernos frente a unos guardias de seguridad. Era increíble como hasta esta distancia, el griterío seguía oyéndose como si sucediera justo a mi lado.

— Se presenta el capitán Garrido, primer Pelotón de la VI Compañía de la BRIPAC —miente Palermo, firme y haciendo un saludo militar para entrar en personaje.

— Teniente Alcázar —se presenta el otro policía.

— Tenemos ordenes de asumir la seguridad del edificio, quiero a toda esta gente fuera de aquí —prosigue el argentino— Vamos a ampliar el cordón de seguridad a ciento cincuenta metros de la fachada del Banco, y abran la puerta de atrás que está llegando un convoy.

Chicas, estamos entrando —escucho la voz de Nairobi desde el audífono en mi oído, que se encontraba escondido por el casco militar a juego, lo que provoca que con Tokio intercambiemos una mirada de alerta.

— Tenemos órdenes para coordinarnos, pero no para dar entrada a un convoy al interior —responde Alcázar.

— Señor —interrumpo, dirigiéndome hacia Palermo, tratando de crear un poco de presión ya que era obvio que aquel hombre no nos lo iba a permitir tan facil— Está entrando el convoy.

— No voy a dar esa orden a mis hombres —repite el teniente, observando al falso capitán Garrido fijamente.

Nos están parando —vuelve a hablar Nairobi.

— Señor —repito firme, apretando entre mis manos el fusil— Solicito apertura inmediata.

— Jiménez, dame tu radio —pide el teniente a uno de los hombres detrás de él, presionando el botón correspondiente para poder hablar a través del aparato— Al habla el teniente Alcázar, destacamento de la Guardia Civil. Necesito confirmación de acceso al pelotón de la BRIPAC al interior del Banco de España.

Al habla el teniente coronel Castro —responden del otro lado, dejándome suspirar internamente y relajar mis hombros al percatarme que se trataba del profesor— Se acaba de decretar alerta cinco; repito, alerta cinco. Desde este momento, toda la defensa del Banco y su perímetro quedan a cargo del Ejército. Coordine a sus hombres a las ordenes de capitán Garrido hasta que llegue el coronel Cerceda ¿Estamos?

Inmediatamente, el teniente Alcázar baja la vista y le da la razón al "coronel Castro" para luego permitir abrir las vallas a nuestro ingreso y acercarse a los demás policías para ordenar lo que anteriormente Palermo, o mejor dicho el capitán Garrido, le había demandado.

Deje escapar una sonrisa con soberbia mientras que giraba sobre mi cuerpo el fusil, dejando que cuelgue sobre mi espalda, y comenzaba a caminar a paso firme detrás de Palermo para finalmente ingresar al Banco de España.

Volví a coger el fusil mientras que me ubicaba junto a Tokio en el centro del salón principal, mientras que Palermo gritaba las órdenes para que todas las personas del interior se concentraran en dio lugar.

Los guardias, comenzaron con el protocolo de evacuación sacando a algunos clientes y empleados. Mientras la gente descendía de forma descontrolada por las escaleras, abrí pasillo con Tokio para gritarles la forma de avanzar y ubicación.

Una vez que se formaron dos grandes grupos de personas con un pasillo de por medio, Palermo volvió a tomar el control subiendo varios escalones de las escaleras para ser mejor visto.

— Os voy a pedir que conservéis la calma; vamos a evacuar el edificio en dos movimientos, grupo uno y grupo dos —dice en voz lo bastante fuerte, será gilipollas y todo pero este tío si que sabe como mentir— ¡Grupo uno, fuera!

Inmediatamente el grupo de la izquierda comenzó a correr hacia la salida, donde Denver y Helsinki ya deben estar acomodados para poder guiarlos.

Cinco minutos de ruido y griterío constantes bastaron para que los anteriormente nombrados ingresaran por la puerta principal de Banco. Y bastaron otros cinco segundos para que las puertas se cellaran gracias a dos explosiones.

Ya no hay vuelta atrás, esta es nuestra forma de decir: "hemos vuelto".








-MARATÓN-

La dinámica será la esta: yo establezco un número mínimo de votos y comentarios, cuando el capitulo llegue a dicha cantidad automáticamente publicaré el siguiente.

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