veinticinco
-MARATÓN 1 / 6-
"Don't settle for mediocrity, assert yourself"
El único sonido audible en la habitación era la fuerte repercusión que causaba la tiza al ser presionada contra la pizarra. Mientras jugaba con la paleta en mi boca, escribía en mi libreta de apuntes lo mismo que el hombre de gafas garabateaba en frente.
— Una vez que nos entreguen a Rio, comenzará la fase tres del plan: resistir —explica cuando se voltea— No se puede salir con vida del Banco de España, es imposible, pero yo voy a sacaros de allí.
El Profesor se acerca a la maqueta para coger una pequeña moneda que se encontraba en la misma mesa, jugando con ella entre sus dedos.
— Una vez comience esa fase, solo habrá una cuenta tras: el oro. Y un objetivo: fundirlo —continúa— Porque el oro es la única llave; si no conseguimos el oro no podré sacaros de allí.
Una de las clases más silenciosas, porque como todos queremos entrar, también queremos saber cómo salir.
— La policía reaccionará con dureza, da igual —prosigue— Pase lo que pase, hagan lo que hagan, debemos ser capaces de mantener el control. Si no, todas nuestras vidas estarán en peligro.
Dicha clase tampoco duro mucho más, al estar llegando casi a la fecha del atraco las lecciones se resumían en intensificar los detalles importantes.
Por lo que una vez finalizada, me apresuré a ponerme de pie y a huir de allí; no vaya a ser que la parejita del Profesor tenga ganas de volver a tener una conversación conmigo.
— ¿A dónde vais tan rápido? —escucho como la voz de Nairobi se aproxima por detrás.
Al voltearme observo como la morena enganchaba su brazo en el de Tokio, arrastrándola hacia mi dirección para luego enredar su brazo libre con el mío; caminando las tres juntas con ella en medio.
— ¿Y tú por qué tan feliz? —pregunta la pelicorto.
— No me digas que ya has fraternizado con Bogotá —bromeo codeando sus costillas.
—Pues no mi amor, no tuvo tanta suerte —responde con su bromista y compradora postura egocéntrica de siempre.
• • •
— ¿Pero realmente es necesario? —pregunta Daniel por tercera vez en la noche.
Me encontraba recostada en mi cama, de forma individual ya separada de la otra, mientras observaba de brazos cruzados y con una sonrisa en mis labios como mi pareja terminaba te perder la poca paz mental que le quedaba.
— Que es solo una noche, literalmente un par de horas —vuelvo a explicar.
Daniel hace una notable mueca, a propósito, mientras que se dirigía a su bolso para poder coger lo que supongo seria ropa con la cual dormir.
Al oír como alguien golpeaba la puerta antes de entrar, dejando notar como Nairobi arrastraba un colchón por el suelo para poder ingresarlo, a Daniel se le hace imposible contener un gruñido.
— ¿Eres un caballo ahora, mi vida? —pregunta la morena ya en medio de la habitación— Joder, que solo te la robamos un par de horas.
— ¿Pero por qué tengo que ser yo quien se va? —pregunta haciendo movimientos con sus brazos, provocando que las prendas que sostenía se sacudieran.
— Porque nuestra habitación es la más grande —digo a la vez que me levantaba para acercarme hacia él y depositarle un beso en la mejilla— No me extrañes mucho.
— Ya, Romeo —reniega Nairobi mientras extendía frazadas sobre el colchón del suelo— Dale espacio a tu Julieta.
— Mi habitación te espera —comenta Tokio al hacerse presente, dirigiéndose a Daniel.
— Que tendrán ustedes entre manos —murmura mi pareja por lo bajo.
— Que va, no es para tanto —se queja la pelicorto— Aunque, si duermo con alguien, me pongo un poco cachonda. No te importa ¿No?
— ¿Si me importa qué? —le responde.
— Que nos quitemos el estrés —se burla nuevamente en la cara de mi pareja, ocasionando que me cubra la boca para ocultar mi risa— Que nos frotemos la lámpara.
Gracias a ese comentario el rostro de Denver era totalmente un poema, sin hablar de cómo tragó saliva incómodamente por el intento de rugido que imitó Tokio.
— Bueno, algo es seguro... —me sumo a la burla, esta vez frotándome el abdomen— Que otro niño no va a surgir.
Hora y media después las tres ya nos encontrábamos distribuidas en nuestras respectivas ubicaciones, atragantadas en anécdotas de la vida y risas.
El problema de los humanos es que creemos que tenemos tiempo; al entender que no es un día más sino un día menos, comienzas a valorar lo que realmente importa; y sabiendo que es más que posible que al finalizar este atraco no vayamos a tener otra oportunidad de vernos, decidimos aprovechar los suficientes momentos para crear nuevos recuerdos de esta tan improvisada amistad.
— Ya que andamos ¿Me podéis explicar porque está Palermo al frente de este? —pregunta Nairobi con un toque de indignación.
— ¿Por qué es un conocido del Profesor y el no entrará al Banco? —respondo tratando de sacar una conclusión al respecto.
— ¿Por qué se le ocurrió a él? —responde el Tokio encogiéndose de hombros— Y porque es el cerebro
— ¿Es el cerebro? —pregunta indignada Nairobi— ¿Este tío es el cerebro?
— ¿Siquiera usa su cerebro? —acoto, también indignada, llevándome papitas a la boca— Se agarra su paquete a mitad del pasillo como un mandril, un puto asco.
— Venga ¿Me explicas? —se sienta enojada la morena— ¿Sabéis quien tendría que estar al mando? Tú.
— Si, pienso lo mismo —concuerdo, girándome esta vez hacia la pelicorto— Si hay alguien aquí interesado en que todo salga bien eres tú, y va más allá de robar o no el Banco.
— No me calentéis la cabeza ¿Eh? —responde por primera vez Tokio— No me calentéis la cabeza.
— Pero que en parte todo esto es para salvar a tu hombre, reacciona —comenta Nairobi.
— ¿Cómo es que eres tan intrépida para algunas cosas y tan miedosa para otras? —pregunto dirigiéndome hacia Tokio.
— No es como si fuera tan fácil —responde.
— Sí, lo es; tienes que ir con el Profesor y demandar lo que mereces —digo firme— ¡Los hombres lo hacen todo el tiempo! Ellos entran, ajustan sus miembros y obtienes más dinero.
— ¡Es por ahí! —comenta Nairobi apoyando mis argumentos— En esta sociedad, ser hombre e idiota te hace más valioso.
— No te conformes con mediocridad, hazte valer —continúo— Esto si te lo mereces, Tokio.
— Me voy a dormir —me corta, juntando sus frazadas para acostarse y voltearse hacia la pared— Buenas noches.
En medio del nuevo silencio formado, Nairobi y yo nos observamos con los ojos bien abiertos, esperando a que la pelicorto reaccionara y tomara las riendas del asunto.
— Voy a hablar con el Profesor —murmura de golpe Tokio luego de unos breves minutos en silencio— Veras tú.
Muerdo mi labio negando con mi cabeza mientras que observaba como la mujer abandonaba la habitación echando hostias, escuchando los aplausos de mi otra acompañante en la habitación.
— ¿Sabes? —interrumpe el silencio Nairobi— No terminaste la historia del chupador de pies.
— ¡Qué asco, mujer! —alzo la voz con una mueca de rechazo invadiendo mi rostro— ¿Por qué te interesa saber eso?
— Los fetiches logran llamar mi atención.
— Y por eso para ti el Profesor está bueno —me burlo.
— Tú te lo pierdes —se ríe mientras que se acomodaba en su improvisada cama en el suelo— Va, cuenta.
— Cuando eso sucedió fue en una fiesta, pensé que luego podría perderle por ahí pero no fue así.
— ¿A qué te refieres?
— Bueno, vino a tratar de disculparse ofreciéndome una bebida —explico— Pero fingí una llamada cuando fue a la barra.
— No me jodas —dice luego de largar una carcajada que provocó que su cabeza se inclinara hacia atrás— Dime que eso no es cierto.
— Le dije que un amigo estrelló el automóvil —continué, cogiendo a su vez una botella con agua que se encontraba en el mueble junto a mi— Que su madre me llamó y estaba muy preocupada, así que iba a hacerle compañía.
— Eso no puede ser.
— Es verdad —respondo, antes de beber el agua.
— Es patético —se burla.
— Otra vez, es verdad —esta vez soy yo quien se ríe— Y estoy segura que provoqué que alguien de verdad estrellara con el automóvil esa noche.
— Las cosas no funcionan así.
Mi corta risa fue opacada por la abrupta entrada de Tokio a la habitación; la pelicorto no acoto palabra alguno, sino que se dirigió exclusivamente a su respectiva cama a mi izquierda. La mujer se cubrió con las colchas hasta la cabeza y prosiguió, a lo que yo supongo, dormir a la fuerza. Dándonos a entender que su charla con el Profesor no había sido para nada exitosa.
Giré lentamente mi cabeza en dirección a Nairobi, quien al hacer contacto visual con mis ojos, no hizo más que encogerse de hombros y mover sus labios como diciendo "que le den".
-MARATÓN-
La dinámica será esta: establezco un número mínimo de votos y comentarios, cuando el capitulo llegue a dicha cantidad automáticamente publicaré el siguiente.
Para desbloquear el siguiente capítulo se necesita: 20 votos y 5 comentarios.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top