uno

"I'm too smart to let myself be seduced by you."



Ahí me encontraba yo. Debatiendo en si entrar o no a esa vieja y arruinada casa a las afueras de Toledo. ¿Qué cómo llegue aquí? Digamos que mi situación económica no está en su mejor momento y que ya estoy agotada de tener que jugar mi pellejo en pequeños atracos por un poco de dinero.

Luego de unos largos minutos comencé a avanzar y decidida abrí la gran y pesada puerta. Al entrar no vi más de lo que me esperaba; un lugar desaliñado y abandonado, se notaba que nadie habitaba allí hace años.

Pude escuchar unas voces al final de la escalera. Pero me paré en seco antes de subirlas. 

¿En serio voy a hacer esto? ¿Qué pasará si algo sale mal? ¿Y si me traicionan? ¿Y si me atrapan? Todas esas preguntas rondaban por mi cabeza, pero recordé que ya no tengo nada que perder. Triste, lo sé, pero es la realidad. Solo me tengo a mí.  Así que ¿Qué más da? Si de todos modos en algún momento voy a terminar pudriéndome en la cárcel, ya lo tenía bien asegurado, a menos que nunca me descubran, aunque es poco probable.

Me paré frente la puerta que se encontraba en el final de la escalera, al abrirla pude notar como todos desviaron su atención hacia mí. Digamos que nunca fui una persona que llega a la hora pactada.

— Perdón por llegar tarde —digo mirando al chaval de lentes, el "Profesor". Él me había contactado para este atraco. Si, otro atraco, pero este va a ser muy diferente.

— ¿Qué pasó? —me dice.

Lo ignoro para buscar un asiento libre e irme a sentar allí. Cuando lo encuentro camino hacia el sintiendo la mirada de todos ¿Acaso nunca llegaron tarde a algún sitio?

— Nada —dije al fin sentándome— Solamente no quería venir.

— Me alegro que hayas cambiado de opinión —me dice apoyado en el escritorio mientras se cruzaba de brazos— Les estaba diciendo que viviremos aquí durante cinco meses, alejados de todo el ruido. —lo dijo tan emocionado que me dieron ganas de vomitar. Suspira y va hacia la pizarra— De momento no os conocéis y quiero que siga siendo así. —cogió una tiza y empezó a anotar lo que decía— No quiero nada de nombres, ni preguntas personales —nos miró seriamente— Ni por supuesto, relaciones personales.

— ¿Y cómo os vamos a comunicar si no sabemos ni siquiera cómo os llamáis? —pregunto una chaval de piel oscura sentada a mi izquierda, que a decir verdad tenía razón.

— Quiero que cada uno elija un nombre, algo sencillo —se quedó callado unos segundos pensando — Que sean ciudades.

Y así quedamos, en ciudades.

La de primera fila con cabello corto era Tokio; con quince asaltos limpios a tiendas y un asesinato, es prófuga de la policía.

Ese que no paro de verme el culo en todo el camino en sentarme, es el señor Berlín; con veintisiete atracos a joyerías y casas de subasta, se encuentra en busca y captura. Era el jefe al mando del asalto.

El rubiecito de lunares que no paraba de tirarse miraditas con la chaval de cabello corto es Rio; el Mozart de los ordenadores. Programa desde los seis años y lo sabe todo de alarmas y electrónica.

Y ahí están los siameses, Helsinki y Oslo. Hasta en el plan más sofisticado se hacen falta soldados, y que mejor que dos serbios. Puede que piensen, pero francamente, nunca lo sabremos.

La que antes había hablado es Nairobi; una optimista empedernida. Ha falsificado billetes desde los trece años, ahora es nuestra encargada de calidad. Es posible que este loca, pero tiene mucha gracia y es la que mejor me cae.

El que se ve que tiene gran sensibilidad al polvo y no puede parar de toser es el señor Moscú; lo primero que cavo fue una mina en Asturias, después comprendió que cavando hacia arriba llegaría más lejos. Seis peleterías, tres relojerías y la Caja Rural de Avilés. Maneja lanza térmica y cualquier herramienta industrial.

El que está sentado detrás de Moscú es Denver, su hijo, y mi debilidad. Drogas, dientes, costillas rotas. Es el rey de las peleas. Pura sangre caliente. En un plan perfecto, una bomba de relojería.

Así fue como termine llamándome Mérida; con varios atracos y un total de doce asesinatos.  Por suerte he logrado que no me tengan como sospechosa de dichas ejecuciones, lamentablemente no he podido zafar de los atracos y de alguna que otra pelea callejera.

— Pensad que cada día los telediarios estarán hablando de nosotros —decía el profesor mientras caminaba por medio de nuestras mesas — Que cada familia de este país piense "que cabrones, ojala se me hubiera ocurrió a mi" —reposa su peso en el escritorio.

El Profesor; sin antecedentes, sin registro. La última vez que renovó el DNI fue a los diecinueve años. Un fantasma, pero un fantasma muy inteligente

— Por qué no vamos a robar el dinero de nadie –se acomodó los lentes y pude notar un brillo de emoción en sus ojos — Es fundamental que tengamos la opinión publica de nuestra parte —suspiro— Vamos a ser los puñeteros héroes de toda esta gente. Pero mucho cuidado —se reincorporo— Porque en el momento en el que haya una sola gota de sangre, como haya una sola víctima, dejaremos de ser unos Robín Hood para convertirnos en unos hijos de puta.

— Profesor —dice levantando la mano la de cabello corto.

— Señorita Tokio —el profesor le da a entender que siga hablando.

— ¿Qué vamos a robar? —le pregunta esta.

El profesor mira un punto fijo al final de la habitación para luego señalarlo, logrando que todos nosotros nos diéramos la vuelta para apreciar una maqueta de un edificio blanco.

— La Fábrica Nacional De Moneda y Timbre —dice finalmente.


Cinco meses después. 10 horas antes del Atraco.


Estaba acostada en la cama de la habitación que escogí. Sinceramente era un asco, como toda la casa, pero con el tiempo te acostumbras. Pensaba en que sería de mí si no hubiera aceptado esto; que estaría haciendo, donde estaría, y sobre todo, con quien estaría. Me pare al escuchar dos toques en la puerta, ni me moleste en cambiare ya que era de noche y planeaba quedarme dormida en cualquier momento. Al abrir me encuentro a Denver con una botella de vodka en la mano. Levanto una ceja al verlo, se supone que tenemos que estar descansados y claramente sobrios para dentro de unas horas. Lo metí rápidamente y cerré la puerta, sin antes mirar hacia ambos lados.

— Nos pilla el profesor y nos mata —le digo mientras se sienta en mi cama— ¿Lo sabes?

— Lo sé, lo sé, tengo que hablar contigo—golpea el colchón para que me siente al lado de él— ¿Tienes vasos?

— ¿Acaso todavía no sabes con quien estás hablando? —digo al coger dos vasitos y luego sentarme al lado de él. Si lo sé, no deberíamos beber. ¡Pero él fue el que trajo alcohol a mi habitación!— ¿Qué pasa?

— Mañana es el atraco —suspira— Yo nunca he estado en algo tan grande como esto y no tenemos ni puta idea de lo que vaya a pasar —lo notaba nervioso— Por eso quiero que sepas que voy en serio contigo y que quiero darte algo —veo como comienza a sacarse una cadena del cuello y cierro fuertemente los ojos cuando toma mi mano para apoyarla en esta.

— ¿Qué es esto? —digo al verla y al notar que tenía una chapa colgando— Sabes que está prohibido saber nuestros nombres.

— Bueno, pues no lo mires. Pero es tuyo —aprieta mi mano— También está prohibido tener una relación personal

— ¿Estamos en una relación? –pregunto riéndome

— Joder, nos hemos enrollado casi todas las noches —me dijo como si hubiese dicho la cosa más estúpida del mundo.

— Sinceramente no creo que seamos la pareja ideal —le dije mientras jugaba con la cadena— Quiero decir, no os conocemos, ni un poco. —suspire— Es que ni podemos

— Por eso traje esto —dijo abriendo el vodka y comenzando a servir en los pequeños vasos que le di— Uno hace una pregunta, el otro contesta y bebe un vasito. Y así —me entrega el vaso.

— ¿Tu plan es embriagarme para que te cuente acerca de mí? —dije tomando el vaso— ¿Tan loca parezco?

— Tienes ojos de loca —me mira fijamente.

— No estoy tan loca

— Lo suficiente —me sonríe— Oí mucho sobre ti. No todo fue bueno ¿Te arrepientes de lo que has hecho?

— No —admito sinceramente para luego tomar mi vasito y sentir como el líquido quemaba mi garganta. Volví a recargarlo — ¿Tienes miedo de lo que pueda llegar a suceder mañana?

— No —repitió mi acción e iba a preguntarme el a mí pero lo interrumpí

— ¿En serio no tienes miedo? —me miro esperando mi respuesta — Si no tienes miedo, no estás tomando la oportunidad. —pareció no entenderme—Si no estás tomando la oportunidad, entonces ¿Qué cojones estás haciendo aquí?

Lo que le dije le habrá removido algo en su interior ya que soltó el pequeño vaso y cogió la botella para beber directamente de esta. Un gran, gran sorbo. Que sinceramente me sorprendió.

Pasaron unos minutos en los que el ambiente se volvió tenso. Bebí de mi vasito mientras esperaba una pregunta pero él seguía tomando tragos de la botella, parecía debatir en si decirme algo o no. No le tome importancia y volví a recostarme en la cama. Deje la cadena en la mesita que tenía al lado de esta. Note que se dio media vuelta para poder observarme.

— Vaya, me ignoras —dio otro sorbo. Pude notar que ya se había bajado media botella.

— Eso intento —me acomode poniendo almohadas en el respaldo de mi cama de manera en la que quedara casi sentada para poder verlo mejor.

— No deberías hacerlo —dejo la botella en el suelo y se tiro de espaldas a la cama, cruzando sus brazos detrás de su cabeza.

— ¿Por qué no? —le pregunte mirándolo desde arriba, ya que él estaba acostado más abajo que yo.

— Porque soy alguien que debes conocer para amar —no quitaba los ojos del techo como tampoco quitaba la sonrisa de su rostro.

— ¿Si te conozco te amare? —dije entre risas. Joder, ya le había pegado el vodka.

— Por supuesto —apoyó los codos en la cama levantando su cuerpo, y girando su cabeza para poder verme.

— ¿Te quieres mucho verdad? —golpee su hombro

El soltó su peculiar y tan silenciosa risa por lo que inmediatamente le cubrí la boca por si alguien podría llegar a escucharnos, causando que estemos a unos muy pocos centímetros de distancia.

— Joder, estas preciosa —me dijo cuándo me separe de él, levantándome de la cama.

— Y tu borracho —rodee los ojos, siempre me tocaban los borrachos a mí.

— Algo —se terminó de enderezar— Pero mañana dejare de estar borracho y tu seguirás estando preciosa —se paró y se colocó justo en frente de mí.

No le conteste, sinceramente no sabía que contestarle. Es que, joder, ¿Qué se le contesta a eso? Nunca alguien se había expresado hacia mí de esa forma, por lo general los chicos con los que he estado querían follar y ya. No sabía cómo reaccionar, pensé que lo mío con Denver eran unas noches de diversión y listo. Pero se ve que él no pensaba eso, y ahora me doy cuenta de que yo tampoco.

— ¿Te das cuenta que seguimos estando en medio de un atraco? —le dije, no había que olvidarse la razón de la de porque estábamos aquí.

— Siempre lo tengo en cuenta, pero dime —parecía estar esforzándose mucho para tratar de explicarse— ¿Quisieras intentarlo conmigo? —tragó saliva— Podríamos contarnos un pequeño detalle por día, como para conocernos un poco ¿Vale?

— Mira Denver —suspiro — Veremos si funciona, pero mañana yo solo quiero pensar en una cosa —me miro ansioso— Que no me maten.

Pude ver como sus ojos apenas se ponían llorosos, no esperaba esa respuesta de mi parte. Desvió su mirada y sin decirme nada se encamino a la puerta para irse. Me sentí la persona más cruel del mundo al verlo reaccionar así.

— Denver —lo llame antes de que saliera.

Me acerque y lo abrace por la espalda. Nos quedamos unos segundos así hasta que él se dio media vuelta y cerró la puerta.

— Por lo menos dime que lo pensarás —dijo viéndome fijamente a los ojos.

— ¿Un detalle por día? —le dije con una sonrisa y mordiéndome el labio— Solo para ser clara; soy demasiado lista para dejarme seducir por ti.

— Es por eso que me gustas —automáticamente se acercó a mí para cogerme del rostro y devorar mis labios

No tarde en responderlo. Podía sentir perfectamente el gusto a vodka por toda mi boca. La pasión del beso fue aumentando tanto que lo estampe contra el ropero de mi habitación, mientras iba levantando su camiseta para terminar de sacársela. El me cogió del trasero obligándome a subir mis piernas a su cadera, llevándome así hasta la cama para depositarme en ella. Y así, entre besos y caricias, fue como nuestra ropa fue desapareciendo y nos fundimos en una noche dedicada solamente a nosotros dos.


Día del Atraco.


Íbamos en la parte trasera de la camioneta, demasiado apretados y juntos para mi gusto. Llevábamos puesto un overol color rojo con unas caretas de Salvador Dalí; nunca se me cruzo por la cabeza que en algún momento de mi vida iba a vestirme así de ridícula. Lo único que me gustaba eran las armas que traíamos encima.

— ¿Quién eligió la careta? —pregunta Rio al sacársela y analizarla detalladamente

— ¿Qué le pasa a la careta? —pregunta esta vez Berlín, pude notar que en su cabeza se debatía el por qué había aceptado al tener que convivir con estos niñatos, pero ya era tarde para arrepentirse.

— Que no da miedo —explica Rio— Tu ves las pelis de atracadores y las caretas dan miedo. Son zombis, esqueletos, la muerte —siguió ejemplificando mirando la estúpida careta — Yo que sé, sientes...

— Con un arma en la mano te aseguro que da más miedo un loco que un esqueleto —lo interrumpió rápidamente Berlín mientras lo apuntaba con su arma. Reí, este sí que me cae bien.

— Venga ya —Moscú le bajo el arma

Rodee los ojos cuando comenzaron a debatir sobre cuál hubiese sido la mejor opción para elegir una estúpida careta que solo la usaríamos unos diez minutos al día. Me levante la dichosa careta e intercambie miradas con Nairobi y Tokio mientras nos aguantábamos la risa, obviamente pensaban igual que yo.

La camioneta freno de golpe, le tocaba bajar a Moscú. Dando comienzo a nuestro plan de entrada en la fábrica. Avanzamos unos pocos kilómetros más para llegar a nuestro escondite para las armas, municiones y todo lo necesario para llevar a cabo el atraco. Nos acomodamos las caretas y nos colocamos la capucha del overol. Todo lo que habíamos planeado empezaba ahora y en esas décimas de segundo pensé en toda la gente inocente en la que detendríamos en seco su vida.

El profesor sabía que solo había una manera de entrar en la fábrica con tres toneladas de artefactos de arsenal. Iba a hacerlo dentro del camión que entraba cada semana en el edificio con las nuevas bobinas de papel moneda listas para imprimir. Y eso era lo que íbamos a hacer, entrar hasta la cocina y escoltarnos por la mismísima Policía Nacional.

Los autos y el camión frenaron al notar la desviación que habíamos colocado. Rio y Nairobi fueron rápidamente a apuntar a los polis del primer auto mientras que Berlín y Denver a los del segundo. Tokio y yo hacíamos bajar a los que manejaban el camión.

— Abre la puta puerta del camión —empuje al que venía arrastrando a la parte trasera de dicho transporte, mientras Tokio traía al otro— ¿Me oyes? —volví a gritarle.

Si esos hombres hubieran tenido a su hija en la trasera del camión, nunca hubieran abierto, pero ¿a quién le importan unas bobinas de papel moneda con marca de agua?

Oslo y Helsinki comenzaron a cargar todo nuestro arsenal al camión mientras que Berlín y Denver intercambiaban ropa con los polis. Con Rio obligábamos a subir a los tres que quedaban demás al camión y Nairobi y Tokio cambiaban de ropas para entrar como "personas corrientes" a la fabrica

— Ahí sentado —le dije al último que subí mientras lo obligaba a sentarse— Y ahora tranquilitos los tres que si no, culatazo en la cabeza —les puse una cinta en la boca para no levantar sospechas con ningún ruido.

Cerré las puertas y me senté al lado de Rio, sintiendo como el camión comenzaba a avanzar. Y a mitad de ese caos con pistolas recordé la conversación que había tenido la noche anterior con Denver, sintiendo alrededor de mi cuello la pequeña cadena que el mismo me había dado.

Estábamos a minutos de entrar a la fábrica. Miraba atentamente como Rio intentaba hackear el sistema de alarmas e iba cancelando las cámaras de seguridad, me sentía la chaval más inútil del mundo al no entender nada de lo que hacía y al no poder ayudarlo. Una vez dentro de la fábrica, Oslo y Helsinki se colocaron dentro de una de las bobinas cerca de la puerta, que sería una de las primeras en sacar.

El camión se detuvo. Las puertas se abrieron.

Trataba de controlar mi respiración, no por que tuviese miedo, sino porque tenía miedo de lastimar a alguien y cagar todo este jodido plan. Debía controlarme, con un arma en la mano siempre me dejo llevar.

Cinco minutos. Cinco malditos minutos que parecían eternos. Seguía con Rio en el fondo del camión, esperando la señal para poder salir. Y como si hubiera dado un tipo de mensaje telepático los disparos comenzaron a escucharse, dando a entender que era nuestro turno.

Me coloque la careta y dando un salto, salí del camión comenzando a dar mis primeros tiros. Joder, se siente tan bien. Comencé a disparar de cierta forma para que toda la gente que se encontraba allí fuera subiendo las escaleras. Los gritos eran infinitos, y ni siquiera les rosaba una puta bala. Llegue a una especie de oficinas, la gente no tardaba en salir de estas a causa de mis disparos. Trate de guiarlos al salón principal donde nos había indicado el profesor.

Al llegar Rio ya se encontraba cerrando la puerta principal. Ahora venía el trabajo difícil. Comencé a colocarles antifaces a los rehenes, uno por uno, y a ubicarlos en una gran ronda. Claramente los gritos no paraban y hasta se oían llantos.

Veo como Tokio trae a la niñata de Alison Parker con otro chaval. Les pone los antifaces y los obliga a colocarse en la ronda y tomarse las manos con las demás personas.

— Lo primero —habla Berlín y puedo sentir como se intensifican los sollozos— Buenos días, soy la persona que está al mando —comienza a dar vueltas en el interior de la ronda— Y antes que nada, quiero, presentarles mis disculpas ya que no son formas de terminar la semana.

Mientras el daba un discurso para tranquilizar a los llorones Denver pedía los móviles a cada rehén, Rio anotaba sus respectivos PIN y yo los guardaba en un bolso.

— Si obedecen les garantizo que saldrán con vida —les explica Berlín mirándolos uno por uno, sabiendo que ellos no podían verlo a él.

— Móvil —le dice Denver al pararse frente a uno de edad media con pelo jodidamente gracioso— PIN —le entrega el móvil a Rio para que este le indique el nombre y el PIN.

— ¿Para qué necesitan el PIN? —pregunta el chaval prácticamente temblando después de habernos dado su móvil.

— O me das el puñetero PIN o te lo saco a culatazos —le contesta Denver serio y yo inconscientemente sonrió— Tu veras.

— Ese es el trato —resoplo ya agotada de este gilipollas— Tómalo o tómalo

— Uno, dos, tres, cuatro —dice tartamudeando

A los tres nos fue inevitable contener la risa, vaya gilipollas

— Con toda la cara de listo que tienes y pones esa mierda de PIN —se burla Denver— Tu nombre.

— Arturo Román

— Muy bien —sonrio otra vez— Arturito —le doy una palmadita en la mejilla en señal de burla y guardo el móvil en el bolso que llevo colgado en mi hombro.

El teléfono principal comenzó a sonar. Berlín hizo que la secretaria lo atienda dando a entender que no sucedía nada y que estaban con problemas técnicos. Mientras tanto, Moscú estaba intentado abrir la caja fuerte para recoger el dinero que había dentro para nuestro primer plan.

Ya habían pasado 20 minutos desde que entramos y comenzamos a cablear el sistema de comunicación analógica para hablar con el profesor, todo esto a través de un cable que viajaba por el retrete. Sin móviles, sin audiofrecuencia, sin nadie que pudiera oírnos. Habíamos sellado las puertas y las alarmas no habían saltado. Estábamos como en un limbo del tiempo, sin que nadie supiera que habíamos tomado La Fábrica de Moneda y Timbre.

Me encontraba terminando de acomodar los móviles, los había colocado en orden pegados a la pared con sus respectivos nombres y PIN. Escuche como la puerta de la habitación en donde estaba se abría para dejar entrar a Denver con un bolso que se veía bastante pesado. Instantáneamente me di la vuelta para mirar uno de los móviles fijamente.

No estaba preparada para hablar a solas con el luego de lo de ayer. Seguramente si estaba borracho, tal vez ni se acuerda de lo hablado. Tenía miedo de decir cosas que nos ponga en una situación incómoda a ambos. No sabía que sentir, nunca sé que sentir, pero ahora con Denver este problema se intensifico. Parezco una niña de quince al pensar estas estupideces.

Trate de ignorarlo pensando que iba a retirarse, pero no fue así ya que pude escuchar sus pasos acercándose a mí y frenarse justo a mi derecha. Basta, eres una maldita perra sin corazón, recuérdalo.

—Estas guapo tu ¿eh? —dije mirándolo mientras le acariciaba el cabello.

Volví mi vista al mismo móvil de antes, pero podía sentir la intensa mirada de Denver sobre mí buscando una respuesta. Como también podía sentir su sonrisa burlona. Debo suponer que no estaba tan borracho, y que se acordaba perfectamente de la noche anterior. Me removí incomoda en mis botas y suspire para verlo. No estaba segura en si tome o no la decisión correcta. Metí la mano en mi overol para sacar la cadena que rodeaba mi cuello, la cadena que el mismo me dio. Jugué con la chapa de ella con mis dedos mientras lo miraba fijamente con una sonrisa, dándole a entender que aceptaba la oferta de ayer. El amplio más su sonrisa, voy a admitir que sentía un poco de temor a que soltara su ruidosa y estúpida risa porque de ser así alguien se podría dar cuenta de que estamos aquí juntos, y solos. Me tomo del brazo acercándome rápidamente hacia él.

— Denver, no —dije mirando fijamente la puerta— No, no —me separe— Vamos, ya va a comenzar la primer estrategia.

La puerta volvió a abrirse dejando entrar a Rio y Tokio, en ese momento me agradecí mentalmente por haberme separado de Denver.

— Cámara acorazada abierta —dice Rio arrojando otro bolso en la mesa

— Poneos los chalecos y preparaos para salir —dice Berlín apareciendo por otra puerta. Nos miró a todos— En cuanto estéis, activaremos la alarma.

Cogimos lo necesario y nos fuimos a donde se encontraban los rehenes, que estaban siendo vigilados por Helsinki, Oslo y Moscú.

— ¡Rehenes! —grito Berlín sorprendiéndolos— Por su seguridad, todos tres pasos para atrás

Tokio, Nairobi, Rio y Denver venían bajando las escaleras con bolsos llenos de dinero, se encaminaron hasta estar frente a la puerta principal abriéndola causando que la alarma comenzara a sonar. El plan era hacerles creer a la policía que entramos a robar, que nos sorprendieron huyendo con el dinero y que todo se jodió, soltando los bolsos con el dinero para comenzar un pequeño tiroteo y luego entrar de nuevo a la fábrica, pareciendo que nos hemos quedado aquí encerrados sin escapatoria. Que piensen que estamos acorralados como ratas. Que piensen que estamos improvisando.

— Dos minutos —dice Berlín repitiendo la información que nos brindaba el profesor a través de nuestro auricular— Un minuto, cuarenta segundos

— ¡Oye! —le grito al gilipollas que antes no quería darnos el PIN de su móvil, se había levantado el antifaz— ¿Qué crees que haces? —me acerque violentamente

— Tranquila —me freno Berlín— ¿Cómo te llamas?

— Es Arturito —le digo mientras le quito rápidamente el antifaz

— ¡No! —comenzó a gritar cerrando los ojos fuertemente— ¡No he visto nada! —juro que hasta había comenzado a temblar— ¡No he visto nada, lo juro!

— Venga, Arturo, mírame —Berlín decía mientras le quitaba las manos del rostro, ya que este se lo estaba tapando— ¿Te gusta el cine? —dijo una vez que al fin Arturito abrió los ojos

— Si —dice este demasiado nervioso— Soy muy aficionado

— ¿Te has dado cuenta que en las películas de miedo siempre sale uno al principio, como tú, que tú dices "este huele a muerto"? –le pregunta Berlín mientras toma el antifaz de mis manos— ¿Y luego no falla? Siempre cae —le coloca el antifaz a Arturito— Arturo, créeme, hueles a muerto —se aleja y vuelve a la posición en la que estaba antes— Treinta segundos.

También vuelvo yo a mi posición, tomando bien fuerte mi arma y lista para correr por si debía ir por ayuda. Ya se pueden escuchar a lo lejos la alarma de los polis. De repente Tokio salió corriendo antes de lo pactado, sin dar tiempo a los demás a reaccionar. Fue Rio quien la siguió provocando que el tiroteo empezara antes. Los gritos de todos adentro no tardaron en aparecer, por favor ¡No es hacia ustedes! Nairobi y Denver salieron luego de esto dejando escuchar muchos más disparos. Intercambie miradas con Berlín para ver si debería salir y este solo negó.

Pasaron unos segundos cuando los cuatro entran corriendo, solo que uno venía siendo arrastrado por el suelo por otro. Nairobi cierra las puertas y los demás se sacan las caretas dejándonos ver que el que estaba siendo arrastrado era Rio por Tokio, ya que le habían disparado. Estos inmediatamente se abrazan sin prestar atención a lo que en realidad había pasado.

— ¿Es en serio? —me acerco a ellos sacándome la careta

— ¡Me cago en la puta! —grita Denver al sacarse la careta también— ¡La primera tío, en la puta primera! —se había puesto rojo de lo fuerte que les gritaba a Rio y a Tokio, pero estos seguían abrazados y llorando en el suelo— ¡Joder!





Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top