treinta
-MARATÓN 6 / 6-
"Save your bland speech for someone who cares"
El estruendoso ruido del bastón que sostenía Palermo siendo golpeado contra el metal de la barandilla de las escaleras, captó la atención de todos los presentes en la habitación; los rehenes sentados en el suelo, y Nairobi teniendo una charla poco agradable con uno de los cinco guardias del gobernador.
— Gandía ¿Verdad? —pregunta comenzando a avanzar cogiendo a Denver por el antebrazo, mientras que yo los seguía desde atrás a un paso más lento— ¿Me parece a mí o percibo cierta negatividad en el ambiente? Vibraciones muy bajas —el hombre con el parche sacude un poco el brazo de mi pareja para captar su atención— Llévame con el que quiero hablarle.
Cuando ambos llegan a la posición frente a Gandía, mi pareja le indica su lugar antes de retroceder unos cuantos pasos a pedido de Palermo. Ante la duda de no saber si estábamos a punto de presenciar un ataque psicótico o no del líder, decidí adelantarme unos metros para estar más atenta a su conversación.
— No veo muy bien pero estoy desarrollando otros sentidos, y mi intuición dice que usted no nos respeta —dice entre suspiros agotadores, comenzando a bordear el cuerpo del guardia con el mango de su bastón.
— Es lo que tienen los mamarrachos con careta —responde sin una pizca de haber sido intimidado el hombre esposado— Que no dan miedo.
— Un pensamiento muy lógico viniendo de alguien de su escalafón, pero te equivocaste, flaco, conmigo —le responde luego de soltar una risa burlona— Vos viste mucha televisión ¿O pensás que somos Robin Hood? ¿Qué somos adorables peluches con caretas de Dalí?
— ¿Es realmente necesario esto? —le murmuro a Nairobi, quien dé respuesta me da una mirada de obviedad.
— Lo que yo creo es que eres un hijo de puta, sudaca, tuerto y maricón —se burla Gandía.
— Sudaca, si es cierto —murmura Palermo— Pero de cola alemana: la de Berlín.
Al finalizar la oración, el hombre alzó el batón lo más alto que sus brazos le permitieron y lo bajó con la mayor fuerza y velocidad que pudo causar; sin embargo, el fuerte golpe seco dio contra la barandilla de metal donde las manos del guardia se encontraban esposadas provocando gritos ahogados en los rehenes.
— Cómo me gustan las piñatas —dijo antes de volver a lanzar un golpe, esta vez sí acertando en su objetivo— Soy el sudaca el oro que ustedes saquearon, hijos de puta.
— ¡Eh! —grito al tercer golpe, le había dado vuelta el rostro y el hombre ya comenzaba a escupir sangre.
Arrojó hacia atrás mi fusil, para que quede colgando en mi espalda, y me abalanzo hacia el argentino. Lo tomo por los hombros y hago fuerza para que retroceda, pero el hombre se sacude tanto entre mis manos que al intentar liberarse gira sus brazos y me empuja con su bastón hacia mi dirección; no fui lo suficiente rápida para esquivar el objeto que voló hacia mi rostro, por lo que el impacto del bastón en mi mejilla derecha fue tan fuerte que logró que mi cuerpo se volteara y se desplomara en el suelo.
Llevé las manos a la altura de mi pecho para intentar impulsar mi cuerpo hacia arriba, pero el movimiento causó que mi cabeza estallara por el golpe anterior por lo que cerré fuertemente los ojos.
Unas manos me sujetaron por los hombros y me ayudaron a sentarme, esas manos subieron a mi cabeza y me sacudieron para que reaccionara. Abrí los ojos y parpadeé un par de veces; distinguía a Nairobi, si, pero veía todo completamente borroso. La morena movía su boca tratando de hablarme, pero mis oídos solo escuchaban un fuerte pitido que poco a poco fue disminuyendo hasta volver a captar el griterío a mí alrededor.
— ¡Mérida! —gritaba la mujer— ¡Responde! ¿Me escuchas? —asentí torpemente mientras cerraba los ojos, sentí como la mujer me ayudaba a pararme y me obligaba a pasar mi brazo derecho por sus hombros— Venga.
Tuve que aguardar un momento antes de comenzar a caminar, pero mis pies se tropezaron una y otra vez; por lo que fuera de mi propia voluntad, mi cuerpo termino siendo casi cargado por Nairobi.
Cuando llegamos al salón que habíamos tomado, la morena me dejó sentada en uno del los sofá individuales. Al mismo tiempo que ella se alejaba, sentí un calor subir y abundar por todo mi cuerpo; con manos sumamente torpes, bajé el cierre del mono rojo para poder quitar la parte superior, seguido de desabrochar el chaleco antibalas y pasarlo por sobre mi cabeza, quedándome solamente con una camiseta negra básica.
Al alzar nuevamente la vista, veo como Denver arrojaba a Palermo al otro sofá para luego darle un golpe en el rostro; estoy segura de que mi pareja hubiera continuado si no fuera porque Nairobi se metió entre medio.
— A curar herida —la voz de Helsinki, quien se inclinaba frente a mí con uno de los botiquines en sus manos, sonó por encima del griterío que Nairobi estaba causando en estos momentos.
Lo observé extrañada antes de llevar inconscientemente una de mis manos a la mejilla que me ardía: cuando alejo la mano puedo ver como los dedos que hicieron contacto con la zona estaban cubiertos por un líquido espeso y rojo oscuro. Con desespero, comencé a refregar mi rostro con ambas manos, tratando de buscar otra herida.
— Estar ensuciando —dice Helsinki deteniendo mis manos.
— ¡Pero mandámelo suelto que lo cago a trompadas con una mano sola al puto ese! —la voz del argentino llama nuevamente mi atención— ¡Mandámelo!
— ¿A este puto loco ha puesto el Profesor al mando? —gritaba mi pareja— ¿A este ciego camorras?
Escuchando el griterío fue en el momento de volver a todos mis sentidos, no sé si el golpe en mi rostro era completamente superficial o si la adrenalina estaba haciendo mucho efecto, posiblemente ambas, pero ya no soportaba a este loco.
Cuando el argentino se puso de pié y comenzó a apuntar a todos los presentes con el bastón, en forma de amenaza. Aproveché no ser el centro de atención y acercarme de costado, ya que de la forma en cómo estaba parado Palermo no podría verme gracias al parche que cubría su ojo, para impulsarme con fuerza y darle una patada en las costillas.
El hombre se inclinó hacia abajo por el dolor que le provoqué y dejó caer el bastón; rápidamente corrí hacia la vara metálica para cogerla y darme vuelta alzando los brazos para pruebe una cucharada de su propia medicina.
— ¡Eh! ¡Eh! —gritaba Nairobi agitando los brazos mientras se ponía frente al cuerpo de Palermo— ¡Así no, Mérida! ¡Así no!
Traté de ignorar y esquivar a la morena, pero los brazos tatuados de Helsinki me detuvieron por detrás; alzándome y retrocediendo conmigo, por lo que solo podía agitar mis piernas y gritar como una desquiciada.
— ¡Este tío ha perdido la puta cabeza! —gritaba a la vez que pataleaba entre los brazos del serbio.
— Eh, tranquila —murmura Denver frente a mí, quitándome delicadamente el bastón y arrojándolo al suelo; y al hacerlo, puedo notar como sus nudillos derechos estaban abiertos y cubiertos de sangre.
— ¡Y una mierda! —continúo gritando.
— Les voy a explicar una cosa sobre las leyes que rigen aquí ahora —dice Palermo cuando pudo recomponerse y coger nuevamente el bastón.
— Guárdate tu insulso discurso para alguien a quien le importe —digo cuando Helsinki me deposita en el suelo, pero sin dejar de rodear sus brazos a mí al rededor— Estoy cansada de ti, ya comprendo porque el Profesor no te incluyó en el anterior atraco.
— No te hagas la santita —me responde Palermo— ¿O te olvidas todos los líos que hiciste en la Fábrica de Moneda y Timbre?
— No, no me olvido; pero a diferencia de ti, yo no lo hacía en un papel de creerme superior a alguien —le confirmo— Te dieron el mando por pena, porque no estás capacitado por ello; eres egoísta, egocéntrico, impulsivo y un completo gilipollas.
— ¡Pero por favor! —se burla— ¿Me vas a venir vos a darme clases de ética?
— Soy consciente de que por mi forma de ser y actuar no le caigo bien a mucha gente, y también soy consciente de que me importa una mierda —digo librándome del agarre del serbio— Te mereces a alguien mejor, Helsinki.
El serbio no me responde, sólo desvía su mirada al suelo, obviamente sintiéndose incomodo. Volteo nuevamente hacia Palermo y lo observo de arriba abajo, he de admitir que con asco, antes de acercarme hacia él.
— Me vuelves a tocar un solo pelo, y no vives para contarlo.
Esquivo al hombre e ignorando a todo el mundo abandono la habitacion para dirigirme hacia el baño más cercano. Una vez en él, me apoyo en el lavamanos para observar mi rostro; la herida sí que era superficial, tenía una pequeña línea abierta en la mejilla derecha. Ya no sangraba, pero obviamente seguía abierta.
Abro la llave del agua para poder limpiar los rastros de sangre en mi rostro, ya que al haberme manoseado tanto extendí el espeso líquido por todas mis mejillas.
— ¡Joder! —me quejo cuando el agua impacta de lleno en la pequeña abertura.
— Debe arder como la mierda —suena la voz de mi pareja, por lo que alzo la vista hacia el espejo para poder verlo detrás de mi— Déjame ver.
Me doy vuelta, sosteniendo mi cuerpo con el lavamanos. Paso mis manos por mi cabello, tratando de que mi rostro quedara lo más despejado posible.
— Te ves horrible —se burla ocasionando que suelte una corta risa seca.
Denver deja el botiquín junto a mi cuerpo antes de refregar una gaza húmeda por mi rostro, dejándome ver la sangre que quitaba cuando la tira en el lavamanos.
— Te perdiste del discurso de Nairobi —me dice, golpeteando mi herida con un pedacito de algodón con algún líquido antiséptico.
— Seguro le cerró la boca —murmuro antes de señalar sus nudillos— Tu mano
— No importa —niega ahora colocando una bandita en mi herida— Te juro que casi lo mato.
— Deberías —ironizo rodando los ojos— ¿Hace cuanto que no golpeabas a alguien?
— Media hora —comenta simple; muerde su labio al ver como alzo una ceja pidiendo una explicación— Ya te dije que Gandía no quería salir.
— Que jodido día de mierda —murmuro antes de colocar mis manos en sus mejillas— Ya no veo la hora de huir de este lugar.
— Comparto el sentimiento —me sonríe antes de besarme
-FIN MARATÓN-
¡Pero no se preocupen! Si se portan bien los siguientes capítulos también serán por medio de maratón...
Y mientras esperamos a que lxs que no leyeron terminen de darle amor a estos caps, pueden pasarse a ver mi otra novela de "Élite" (si, hago propaganda de mis otra novela por que puedo y quiero)
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