seis
Contenido sensible.
"Without understand the story, you can think anything"
35 Horas de Atraco
— ¿Por qué Denver ha cogido un bisturí de los cirujanos? —siento la voz de Nairobi detrás de mí, doy media vuelta y alzo levemente mis hombros en señal de que no se nada al respecto— Joder, Mérida, dime.
— Pues porque es un gilipollas ¿vale? —lanzo la careta a un sofá y me descuelgo del hombro el fusil— Porque hace y dice lo que se le da la puta gana sin pensar en cómo puede afectarles a los demás —sin poder evitarlos las lágrimas inundan mis ojos, logrando que me cueste visualizar bien a Nairobi. Cubro mi rostro entre mis manos y respiro agitadamente tratando de frenar el llanto.
— ¿Qué es lo que te sucede con Denver? —apoya su mano en mi hombro y lo presiona levemente— Sabes que puedes hablar conmigo si necesitas hacerlo.
— Sucede que es un egoísta —digo limpiando finalmente mis lágrimas— Y que la ha cagado, y yo lo he ayudado.
— ¿Qué dices? —me observa preocupada.
— Sígueme —antes de comenzar a caminar lanzo mi fusil al mismo sofá donde se encontraba mi careta.
Abrí la segunda puerta de la habitación y observe el pasillo que llevaba a la bóveda. No estaba segura si era lo correcto mostrarle a Nairobi lo que estaba sucediendo en el fondo del largo pasillo, como tampoco estaba segura de que es lo que realmente pensaría Denver de ella. ¿Una asesina sin corazón? ¿Una loca por la sangre?
— ¿Vienes o no? —le dije a Nairobi, quien me asintió, antes de comenzar a caminar por el estrecho pasillo.
— ¿Alguien está gritando? —pregunta cuando llegamos a la puerta de la bóveda.
— Es lo que menos te imaginas —le di lugar a que se me adelantara.
La observe cargar el fusil y abrir lentamente la puerta, rodee los ojos y me coloque detrás de ella. Pude ver como Denver estaba dentro, parado detrás de Mónica quien se encontraba adormecida, apuntando también a Nairobi, mientras que Moscú intentaba curarla. Suspira y pase por al lado de Nairobi, esto es demasiado teatro. Entre a la bóveda y me coloque en la pared que se encontraba justo al lado de la puerta. Todos intercambiaban miradas pero nadie hacia nada. Me cruce de brazos esperando a que alguno se digne a siquiera respirar mas fuerte.
— ¿Qué hacéis? —habla por fin la morena.
— Una bala —responde Moscú, con las manos en alto— Tiene una herida de bala
— ¡Ay, Moscú! —grita Nairobi, finalmente entrando— ¡Le estás haciendo una escabechina!
Entonces paso algo inesperado. Nairobi puso todo su empeño y meticulosidad al servicio del bien común; le quito las cosas a Moscú y se concentró en sacar de una vez por todas la jodida bala de ahí. En lugar de delatarlos, como pensaba, ayudo a Moscú a salvar la vida de Mónica; o al menos su pierna. Creo que muy dentro de mí tampoco quería delatarlos, sino ¿Por qué no he ido a contárselo a Berlín desde un principio? Me deslice lentamente por la pared hasta tocar el piso, sentándome y llevando las piernas a mi pecho mientras observaba a Nairobi curar la pierna de Mónica. Ella sí que no había venido a matar a nadie.
— Voy a tomar un poco de aire —dice Moscú desorbitado, saliendo de la bóveda.
— Tú también podrías irte —me habla Denver, sin siquiera mirarme.
— ¿Pero a ti qué coño te pasa? —le pregunta Nairobi mientras envolvía a Mónica en una manta, quien se había quedado dormida— ¿Por que le hablas así?
— Lo que me pasa es que no entiendo como pude liarme con una persona como ella —responde con asco, logrando que sus palabras llegaran a mí como dagas y creando un nudo muy grande y doloroso en mi garganta.
— Tu tampoco eres un santo —Nairobi lo señala— Por algo estas aquí.
— Comparado con Mérida, cualquiera es un ángel —dice mirándome rápidamente y en esos segundos donde hago contacto visual con Denver, me doy cuenta de que no soy lo suficientemente fuerte como para seguir conteniendo las lágrimas, ni para ocultarle parte de mi vida.
— Quede embarazada a los diecisiete, casi llegando a los dieciocho —dije en un susurro mirando mis botas, pero sé que cause que ambos dirijan su mirada a mí.
— ¿Eres madre? —pregunta Nairobi y yo negué, dándole a entender que fue lo que paso con mi embarazo— ¿Se puede saber quién era el...?
— ¿El padre? —levante la mirada interrumpiéndola para ver a ambos, arrodillados prestándome toda su atención.
— No es necesario que lo cuentes —inquiere esta vez Denver, supongo que recordando el pequeño y único detalle que le di respecto a este tema.
— ¿Ahora te dignas a tratarme bien? —suelto una risa amarga— El causante de mi embarazo fue mi padre.
Al decir esa oración, esa simple oración causo que Nairobi caiga sentada hacia atrás y que Denver abra sus ojos y se ponga lentamente de pie.
— Mi padre abusaba de mí desde los catorce años, hasta que simplemente un día le dio al blanco —alce los hombros restándole importancia— Recuerdo mi cumpleaños número quince que, me dijo "que mejor regalo que simplemente hacerte mujer" —suspire ahogando un sollozo
— Por dios —Nairobi se llevó una mano a su rostro del asombro, pero Denver no emitía ningún sonido. Solo se encontraba allí, parado, mirándome— ¿Nunca se lo has dicho a nadie?
— Se lo dije a mi madre. Para que, si ni me creyó. Hasta se lo contó a mi padre en modo de broma. —abrace mis piernas— Gracias a eso una vez llegue a casa después del instituto, y me encontré con ocho hombres en la sala de estar. Ocho amigos de mi padre —cerré los ojos dejando caer las lágrimas— Estuve toda la maldita tarde pasando de mano en mano, como si solo fuese un trapo viejo el cual podían pisotear.
— Que hijo de gran puta —pronuncia la morena, quien tenía los ojos llenos de lágrimas luchando por escapar.
— Eso no fue lo más cruel que hizo —suspire, secando mis lágrimas— Un verano mi madre tuvo que hacer un viaje de negocios, no me quedaba otra que quedarme sola con él. Ese mismo verano se quedó sin trabajo, y en vez de mover el culo para conseguir otro, fue a lo fácil. Convirtió mi habitación en un prostíbulo, y yo era la estrella principal.
Cubrí mi boca para que no se escucharan mis sollozos, tratando de tranquilizarme para poder seguir contando mi historia.
— No es la peor historia —digo mirándolos, pero ambos estaban tan sorprendidos que ninguno podía moverse— A mitad de ese verano fue cuando quede embarazada, y para mi es más fácil pensar que fue producto de mi padre que de un desconocido que pagaba por mi cuerpo.
Lentamente me puse de pie y subí las mangas de mi overol, de hiperventilar tanto comencé a tener calor.
— Una tarde fui a una clínica para realizarme un aborto —trague profundo, preparada para contar la verdadera historia del por qué estoy aquí— Esa misma tarde, cuando volvía de la clínica, me di cuenta de que la cosa no podía seguir así. No podía seguir permitiendo de que me humillaran de esa forma, pero simplemente no sabía que hacer. Era una niña que no conocía el mundo y que no tenía a nadie en quien apoyarse.
— ¿Qué estas queriendo decir?
— Esa tarde, cuando llegue a casa me fui directo a las escaleras, pero con mi padre siguiéndome —cerré los ojos con fuerza— Me gritaba sobre no sé qué y yo estaba enojada, muy enojada. Me di vuelta rápidamente y sin pensarlo lo empuje, sin ser consciente de que estábamos en el primer piso, al principio de la escalera. Así que lo vi rodar, escaleras abajo hasta llegar al suelo. Dude, pero después de unos minutos baje a comprobar lo que pensaba.
— ¿Lo mataste?
— Sin querer, aunque muy en el fondo fue queriendo —conteste— Y cuando vi la sangre saliendo de su cabeza, me di cuenta de que no sentía remordimiento. Si al fin y al cabo yo no había hecho nada malo, fue inconscientemente, un accidente. Y así fue como lo tomó también la policía y la ambulancia cuando llegaron a mi casa. —abrí la puerta de la bóveda— Paso el tiempo, termine el instituto y me independicé. Ya tenía trabajo y me había hecho algunos amigos, pero no estaba del todo feliz. Por qué sabía que todas esas mierdas seguían ahí sueltas —recogí mi cabello en una coleta— Así que a medida que pasaban los años, fui reencontrándome poco a poco con todos esos hijos de puta que se aprovecharon de mí. Con todos esos que me humillaron y se reían en mi cara. Y terminaron igual que mi padre —puse un pie fura de la bóveda, seguido del otro, para poder salir— Demás esta decir que no me encontré a todos, solo a algunos. Y ahí llegue a mis doce víctimas, las victimas tan inocentes y puras de alma que Denver defiende tanto.
Y así sin más comencé a caminar por el pasillo, largándome de allí. No quería que me vieran con lástima porque yo no me la tengo, y no voy a permitir que la sientan. El pasado, pasado es. Que se jodan ellos si les duele o no están de acuerdo con mi forma de actuar, no me siento mal respecto a lo que hice. Gracias a eso puedo dormir tranquila todas las noches.
— Mérida.
Escucho detrás de mí la voz de Denver. Me doy vuelta para observarlo, él no dice nada. ¿Quién podría? Me hago la dura y la fuerte pero soy consciente de que es algo muy fuerte para contar, y aunque no le haya pasado a él, es algo muy fuerte para asimilar.
— Yo.. —se acerca lentamente— De verdad lo siento mucho.
— Sin saber la historia se puede pensar cualquier cosa
— No me tuviste que haber permitido hablarte así, fui un verdadero gilipollas por cómo te trate —se acerca y me coge de los hombros— Esta bien si no quieres perdonarme, pero te juro que lo siento. Y mucho.
Cierro los ojos y lentamente puedo sentir como sus brazos me envuelven en un abrazo. Coloco mis brazos alrededor de su cintura y apoyo mi cabeza en el hueco de su cuello y hombro.
— Te quiero, Mérida.
Sé que lo dice en serio, como también sé que yo a él también lo quiero muchísimo. Me aferré más a su cuerpo, sintiéndolo completamente. Nunca me sentí querida por un hombre, y esta sensación es nueva para mí. Me da miedo, lo que pueda llegar a pasar. Respiro profundamente sintiendo su aroma, mientras seguíamos abrazos. Ninguno tenía la intención de separarse, y me parecía perfecto. No lo culpo por las cosas que me dijo. Sí, me dolieron y mucho. Pero él no lo sabia, seria egoísta de mi parte si no lo perdonaría por aquello.
Me separé de él para poder verle la cara, era bellísimo. Tenía suerte de que una persona como él quisiera estar conmigo, y más sabiendo la historia que acabo de contar.
De repente me coge de las mejillas y me acerca a su rostro, y es ahí, a escasos centímetros de él me doy cuenta de que no quiero perderlo. Que no quiero que después del atraco esto quede en el olvido. Me doy cuenta de que en verdad quiero estar con él, y que en verdad siento la necesidad de que él me quiera. Pero mis pensamientos son interrumpidos por el roce de nuestros labios, que finalmente termina en un beso. No es rápido, no es violento. Es un beso lento y largo, demostrándonos que ambos vamos a estar ahí para el otro, y que de verdad hay un sentimiento mutuo atrapado entre nosotros.
Un beso que, sinceramente, espero que nunca me vaya a faltar.
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