dieciocho


Agradecería si leyeran la nota del final


"We will be parents?"


3 años después. 

62 días para la hora cero.


Tal vez muchas cosas en esta vida no salieran como quisiera, pero cocinar no era una de ellas. Si no hubiera dedicado mi vida a atracos y a hacerme la justiciera del año, me hubiera gustado ser una chef profesional y reconocida.

La cocina de mi actual hogar era espaciosa, como el resto de la construcción. El lugar no es para nada lujoso, tiene ese toque rustico como la mayoría de las casas de la zona, pero lo que más me fascinaba era su ubicación.

Supongo que por eso ahora más que nunca me agrada cocinar; el gran ventanal de la cocina me daba una perfecta vista de la flora y fauna a nuestro alrededor. Una imagen completamente hermosa y relajante para ver en las mañanas.

Sirvo la comida en el mesón de la cocina para luego lavar lo ensuciado. Mientras que esperaba a que terminara de hacerse el café me recargué sobre la barra del fregadero para ver el paisaje detrás del ventanal.

Si hace unos cuantos años atrás me habrían preguntado cómo me vería en la actualidad, nunca me hubiera imaginado viviendo en Java.

La gran variedad de culturas que están presentes en el día a día de la sociedad es lo que hace de Indonesia un país tan interesante. Puedes encontrar obras de arte de diferentes partes del mundo, una serie de comidas consideradas tradicionales, diversas costumbres, y varias ceremonias religiosas. Toda esta combinación hace que la experiencia de vivir aquí sea maravillas. 

Casi todo el año es verano y el sol siempre está brillando, el período de lluvia es normalmente corto. Pero el verde permanece los trescientos sesenta y cinco días del año.

Suspiré al volver a la realidad, quitando la mirada de aquella división de vidrio y enfocarla en el sobre marrón que se encontraba frente de mí. "Amelia Gutierrez" decía en el frente.

Aunque con Daniel vivamos en otro continente, al igual que el resto de nuestros compañeros, hemos tomado la precaución de cambiar nuestra identidad falsificando documentación; Amelia y Ricardo Gutierrez. Mejor prevenir que lamentar.

Si, el gilipollas eligió Ricardo.

Pero no todo era color de rosas en mi cabeza, todavía me sentía culpable.

Así me sentía mientras pensaba en cada segundo de felicidad con Daniel desde que habíamos conseguido la libertad.

Culpa de perderme la reacción de Agustín al ver los valores de la hormona beta – hCG en mis análisis de sangre de aquel sobre marrón.

Supongo que en todos los paraísos sucede lo mismo. Al final, algunas personas mordemos la manzana y todo se va a la mierda.

Volviendo a la realidad, cogí dos tazas blancas para comenzar a verter el café dentro de ellas.

No me sorprendo cuando una mano rodea mi cintura y otra hace a un lado mi cabello, que actualmente se encontraba por debajo de mis orejas, para depositar un beso en mi mandíbula.

— Buenas, buenas, guapa —murmura mientras acaricia mi piel por debajo de mi holgada camiseta.

Cuando me doy vuelta le sonrío antes de dejarle un casto beso en los labios, para luego entregarle una de las tazas ya con el líquido vertido.

Le doy un sorbo a mi café, viendo como Daniel se acomodaba en el mesón para poder comer su desayuno.

— Tengo... —comienzo pero mi voz se pierde en mi garganta, por lo que tengo que aclararla unos instantes antes de proseguir— Tengo que enseñarte algo.

— ¿Sucede algo malo? —pregunta, con la boca llena, pero me mira preocupado al no recibir más que un encogimiento de hombros de mi parte— ¿Irene?

— ¿No prefieres terminar de comer primero? —pregunto acercándome y dejando mi café junto al resto de la comida.

— ¿Es algo bueno o malo? —inquiere apoyando sus codos en el mármol gris.

— No lo sé.

No puedo evitar morder mi labio por el nerviosismo acumulado dentro de mí. Ignoro la mirada de preocupación que mi pareja me está dando en estos momentos para darme vuelta y coger entre mis manos el sobre marrón.

Aferrando aquel trozo de papel entre mis manos, es cuando decido sentarme frente a Daniel.

— Me estas asustando —rompe el silencio, con sus ojos muy atentos a todos mis movimientos.

Trago saliva e inhalo muy profundo antes de arrastrar el sobre sobre el mármol, dejándolo frente a él.

Daniel no hace más que coger el sobre y abrirlo, para sacar los papeles dentro de este.

Y en ese momento es cuando dejo de respirar.

La primera hoja pasa, junto con su ceño fruncido.

Con la segunda hoja puedo notar una mueca en sus labios.

Y en la tercera noto como empalidece.

— ¿Cinco semanas? —murmura calmado, y yo no hago más que asentir, y él repite mi acción— ¿Qué quieres hacer?

— No lo sé —respondo simplemente.

— ¿Cómo te sientes? —vuelve a preguntar. Abro la boca pero no salen más que jadeos de mi parte, negando al no saber que responder— ¿Qué necesitas que yo haga?

Lo miro y me es inevitable pensar en el gran cambio y crecimiento personal del hombre frente de mí ante aquella reacción, esperando a que yo tomara las riendas en el asunto.

— ¿Tú... tú quieres...? —pregunto colocando mi corto cabello detrás de mis orejas— ¿Tú quieres ser padre?

Cierra los ojos e inclina la cabeza un poco, analizando la situación, dejando escapar una leve sonrisa para confirmar mi pregunta.

— ¿Tú quieres ser madre?

Nuevamente me quedo en silencio. ¿Ser madre? Ni siquiera tengo un concepto básico como para relacionarlo. Lo más cercano a cariño y compañerismo que tuve en toda mi vida ha sido Daniel.

— ¿Y si no se cómo manejarlo? —inquiero jugando nerviosa con mis manos— ¿Y si lo arruino? Yo...

— Ey, tranquila —susurra cogiéndome por las mejillas, acercando su rostro— Todos los padres primerizos la cagan de vez en cuando, que van aprendiendo en la marcha

— Entonces... —murmuro al aire, dejando escapar una sonrisa y dejando reposar mis manos sobre las suyas— ¿Seremos padres?

— Seremos los mejores padres del puto mundo —dice fuertemente, ambos sonreímos ampliamente por la emoción del momento, mirándonos fijamente y reposando nuestras frentes juntas— Que te amo.

— Que te amo —respondo de la misma forma antes de juntar nuestros labios en un beso para sellar nuestras palabras.

• • •

Daniel conducía como una verdadera bestia; pocas eran las veces que respetaba el límite de velocidad y ni hablar de los gritos que pegaba de camino.

El año pasado Dani ambientó una motocicleta para transportarnos con más facilidad; en la parte delante logró armar una especie de baúl que a veces yo usaba de asiento, como en estos momentos, ya que me resultaba más cómodo.

El cabello corto es un poco más complicado de controlar en el viento que el largo, por lo que mis mechones volaban en todas direcciones sin poder ser sostenidos todos a la vez. Ya harta de los intentos por sostener mi cabellera, pasé mis manos sobre mi cabeza hasta mi nuca para poder sostenerlo y observar el final del muelle; aquella mente maestra de gafas se encontraba parado con una lancha detrás de él.

— ¡Profesor! —gritaba mi pareja, emocionado a cada metro que nos acercábamos, mientras que yo me dedicaba a sonreír de la felicidad por el reencuentro.

Cuando nuestro medio de transporte fue estacionado en un costado, Daniel no dudo ni dos minutos en lanzarse en los brazos de aquel hombre.

Denver. Debo acostumbrarme a llamarlo como la capital de Colorado, de nuevo.

— Me alegro mucho de verte —escuché al Profesor mientras que me acomodaba el vestido al bajar de la motocicleta.

Termino de acercarme para poder darle un pequeño abrazo al hombre.

— Señorita Mérida —murmura en forma de saludo.

— ¡Qué señorita! ¡Señora! —nos interrumpe Daniel cogiendo de las mejillas al profesor, provocándome una risa— ¡Que nos hemos casado! Por el rito balinés, con los elefantes y todo.

Mientras que el ojiazul se dedicaba a centrar su felicidad en recrear el baile de nuestro casamiento, junto a imitar también la música, moví mi cuerpo para acercarme hacia la persona detrás del Profesor.

— Tokio —murmure con una sonrisa que inmediatamente fue correspondida por la nombrada, al abrazarnos pasé mi mano por su ahora mucho más corto cabello— Mola eh.

Que puedo decir, si, estoy emocionada por este reencuentro. Pero Tokio seguía sin caerme al cien por cien, pero eso no quiere decir que no me agradase verla de nuevo, tampoco me molesta la idea.

— ¡Tokio!

La emoción y felicidad que Daniel manejaba en estos momentos podría compararse a cuando le das un dulce a un niño; enseguida se acercó hacia el pelicorto para alzarla entre sus brazos y gritar repetidas veces su "nombre".

Mordí mi labio ante aquella escena, me casé con un dramático.

Uno a uno, nos fuimos subiendo a la lancha. Mientras que Daniel estaba en una nube de hiperactividad yo me despedía internamente de la motocicleta, ya que no me sorprendería que una vez que volvamos no se encontrara en su lugar.

El ruido del motor y la vibración en mis pies indicaba que el Profesor ya estaba dispuesto a continuar con el camino.

No habíamos avanzado más de cinco metros cuando unos nuevos gritos lograron captar nuestra atención y, al darnos todos media vuelta, pudimos ver claramente de quienes se trataban.

El conductor de la nueva pareja que se acercaba a toda velocidad no disminuyó la velocidad en ningún momento, por lo que ambos volaron hasta el agua cuando el vehículo saltó el muelle.

Inmediatamente empujé a Daniel para que se acercara a la escalera y ayudara a nuestros compañeros, quienes estaban que se partían a carcajadas, a subir también a la lancha.

— ¿Qué pasa? —preguntó la morena que se había ausentado en mi vida— ¿Nadie me da un abrazo o qué?

— Joder, tía —salté en mi lugar antes de correr para estrujarla entre mis brazos, sin importanrme en lo más mínimo lo mojada que estuviese— Extrañaba escuchar tu ruidosa voz.

• • •

Ya en la noche, nos encontrábamos todos cenando en Indonesia, para ser más precisos en el hogar del Profesor. Obviamente no estábamos todos; la falta de Berlín, Oslo y Moscú era notoria, pero a lo que no podía evitar prestarle atención era que Rio no se encontraba aquí presente. Agitando mi cabeza para ignorar esos pensamientos, ya que puede que se haya retrasado, volví a concentrarme en el brindis que se estaba por realizar a mí alrededor.

— En argentino —le indica Nairobi entre risas a Helsinki.

— Che, boludo —comenzó entre risas el nombrado, mirándonos tanto a Denver como a mí— Escuchen, ¡Felicitaciones! —dijo señalando nuestros anillos.

Instantáneamente todos estallamos en carcajadas por su pésima actuación. Por más que aquellos hayan estado este tiempo en Argentina, su acento no podía cambiar ni por casualidad.

— El peor acento argentino que he escuchado en mi vida.

— Te apoyo en esta —digo riendo, estando de acuerdo con mi pareja. Mientras sacudo mis dedos llevo mi mirada hacia el Profesor, quien se encontraba muy silencioso— Es muy bonita la casa.

— ¿Y Rio? —escucho preguntar Nairobi a Tokio, volviendo a incrustarme mi duda anterior y sacándome las ganas de hablar del hogar donde me encontraba.

— Rio no va a venir —responde Tokio simplemente, logrando captar la atención y silencio de todos— Lo han detenido.

Intercambiando una mirada con Denver, y con los ojos bien abiertos es cuando escucho a Helsinki preguntar cuándo es que fue detenido.

— Hace diecisiete días —vuelve a responder, sin mirar a nadie en particular— Lo han detenido en una isla del Caribe, pero no han publicado nada —esta vez, Tokio levanta su mirada para enfocarla en Nairobi— Lo tienen en un agujero, torturándolo.

— ¿Cómo dieron con él? —me arriesgo a preguntar.

— Utilizó un teléfono satelital —contesta, esta vez viéndome a mí. No puedo evitar cerrar los ojos para contener el insulto, eso ha sido estúpido.

— ¿Corría peligro? —quiere saber nuevamente la morena.

— No —habla por primera vez el profesor.

— Había unas reglas —comenta molesta Nairobi— Nada de Europa. Nada de teléfonos.

— ¿Qué coño estamos haciendo aquí profesor? —pregunta Denver, quien hasta el momento no había hecho más que respirar de una forma tensa y colocar su mano en mi muslo, sobre la tela del fino vestido.

— Os he convocado por seguridad —habla con la vista fija en la comida.

— ¿Qué seguridad? —pregunta mi pareja, ya enojándose, por lo que quitó su mano de mi pierna y la estrujo entre las mías— Si Rio no sabía en donde estábamos.

— Tenemos que ayudarle —interrumpe Tokio.

— Vamos a ver ¿Qué cojones estamos haciendo aquí? —vuelve a preguntar Denver, soltando mis manos y levantando la voz— ¿Pensáis que vamos a salvar a Rio o algo de eso?

— Si Denver —dice simplemente el Profesor— Eso es lo que pienso.

Nuevamente, silencio.

El ojiazul no hace más que darle un puñetazo a la mesa, exaltándonos a todos, y levantarse violentamente para retroceder unos pasos, exhalando fuertemente.

— Nos ha hecho venir hasta aquí para soltarnos esta basura —murmura alterado— Usted no es mi jefe —dice señalando al Profesor.

— Cariño, tranquilízate —digo corriendo la silla para ponerme de pie— Rio es uno de nosotros, podría haberle pasado a cualquiera.

— No, no, no —ríe negando acercándose a mi— No voy a exponerte a esto.

— Ya nos expusimos todos cuando dijimos que "si" desde un principio —digo manteniendo la calma pero con mucha seriedad, y girándome por un instante para ver como todos concentraban su atención en nosotros.

— No me mires así —exclama con sus ojos inyectados en enojo— Tú no estás en condiciones para hacer algo.

— Estoy embarazada, no enferma —suelto de golpe.

— Joder —escucho la voz de Nairobi murmurar por lo bajo, entre medio del incomodo silencio que se había formado luego de haber tirado aquella bomba.

— Usted me debe la puta vida. ¿Eso lo entiende? —Denver decide ignorarme y acercarse hacia el Profesor para atacarlo verbalmente otra vez— ¿Entiende que me debe todo porque no me puede devolver a mi puto padre? ¿Lo entiende? —tomo uno de sus brazos para alejarlo un poco del hombre, antes de que se termine de desquiciar y decida golpearlo— Voy a tener un hijo, y por mi puta vida que no le hago pasar por lo que pase yo. Así que pregúntele usted, si quiere que cosan a su padre a tiros por un imbécil.

— Denver —exclama Tokio poniéndose de pie, y también golpeando la pobre mesa— Lo están metiendo en una bañera con una puta bolsa en la cabeza.

Sé que no es el momento, pero.. ¿Está chequeado eso? Quiero decir, ¿Cómo sabe qué clase de tortura le hacen?

— Lo siento mucho —dice acercándose, acercándose demasiado, al rostro de Tokio— Pero es su puto problema.

Y el profesor, como buen sermonero que es, se preparó para dar su discurso memorizado; "La banda estuvo ahí", repetía luego de nombrar cada una de las cagadas que nos habíamos mandado dentro de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre.

Yo solo asentía, con los ojos puestos en mis manos entrelazadas nuevamente con las de Denver, pues el Profesor tenía toda la razón del mundo. Ninguno había seguido las reglas al cien por cien, y abandonar a uno no seria lo justo. Joder, que hasta podría ser yo la que este en el lugar del menor.

Recién levanté la mirada al escuchar unos pasos acercándose.

— ¿Perdona? —preguntó Nairobi, dejando escuchar la indignación en su voz.

No me tardé en analizar con el ceño fruncido a aquella mujer que se encontraba parada a un lado del profesor.

¿Esto es una puta broma?

— Es de los nuestros —murmura Tokio cuando el Profesor y la inspectora entrelazan sus manos, dejándonos a todos aún más desorientados.

— Yo también cometí un error —vuelve a hablar el de gafas— Perdí el control. Y la banda estuvo ahí.

Pero que mierda. Cuando escuchaba la frase "honor entre ladrones" no me imaginaba esto.

— Ahora, Rio cometió un error, como todos nosotros —prosigue el Profesor— No os voy a pedir que sientan lo mismo que yo pero, yo me siento responsable de que algún hijo de puta le esté dando descargas eléctricas colgado de los tobillos

Volteé para ver a Daniel y sonreírle levemente, asintiendo.

— Yo voy —interrumpo el silencio, alzando la copa hacia Tokio.

— Que va —suspira la morena— Yo también

— Tu no vas a ir Nairobi —la detiene Helsinki— Porque si tu vas a ir, yo también voy.

— Ya la hemos liado —se burla Denver alzando sus manos y rodando los ojos.

Le sonreí mordiendo mis labios, sin entender por qué en un principio se negaba tanto si era más que obvio que iba a terminar cediendo.

Porque esta vez no importa el dinero.

Esta vez importa nuestro compañero.

Esta vez importa Rio.





-NOTA-

Tengo pensado escribir otro fanfic cuando este finalice, pero estoy entre dos grandes dilemas: ¿Qué prefieren, Twilight (Crepúsculo) o Élite?






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