diecinueve



"We aren't Bonnie and Clyde" 2.0



Florencia

Dos meses antes de la Hora Cero


Lo que nunca se imaginó el Profesor, es que algún día, tendría que ser suyo ese plan suicida de hace cinco años atrás.

Al bajar de la camioneta, que compartí solamente con Daniel y Tokio, ajusté la chaqueta que envolvía mi cuerpo; pasar del tropical clima de Java al fresco aire de Florencia en invierno es un cambio muy brusco.

Doy una rápida ojeada antes de tomar la mano de Daniel; había rostros nuevos, incluyendo al de la ex inspectora.

El tacto frió de mi pareja me hace volver a la realidad, y sonrió al ver sus azulados ojos pendientes a mi reacción.

Al comenzar a caminar me resulta inevitable comparar la estructura delante nuestro con aquella vieja casa en Toledo; ambas en pésimo estado y en medio de la mismísima nada.

El lugar por dentro no era mucho mejor de lo que imaginaba, dejaba mucho que desear. Estoy segura que con pintura nueva y mejor iluminación sería completamente distinto.

Aunque la habitación en la que finalmente nos detenemos me deja maravillada; puede que esté abandonada y en mal estado, pero hay una acumulación de objetos que llaman completamente mi atención, desde estatuillas hasta grandes marcos con pinturas.

Mientras rebuscábamos los pupitres para acomodarnos, el Profesor junto a Raquel, o mejor dicho, Lisboa, se posicionaban en frente de todos. Supongo que al ser su pareja será como la segunda al mando o algo por el estilo. Que irónico.

Como hace tres años atrás, nos encontrábamos sentados en dos filas y con un pasillo en medio; solo que esta vez Tokio y Daniel se encontraban en primera fila, Nairobi y yo en segunda, Helsinki con un nuevo miembro en tercera, y los últimos dos desconocidos en la última fila.

El Profesor nos observo seriamente luego de escribir "Bienvenidos" en la improvisada pizarra verde, luego de posar su mirada en cada uno de los presentes volvió a girarse para agregar "otra vez" debajo del título, ocasionando que a todos los veteranos se nos escape una risa sarcástica al leer lo último.

— Bien. Muchos de vosotros ya sabéis las normas, pero bueno —comienza a explicar el de gafas— Hay gente nueva y conviene recordarlas.

Inconscientemente giré mi cabeza para escanear los nuevos rostros; el que se encontraba detrás de mí era un hombre que se tomo muy a pecho lo de ser ladrones y se vino completamente vestido de negro; detrás de él se encontraba un tío mayor, bastante serio y con bigotes; y en la otra punta, detrás de Helsinki, se encontraba otro hombre desparramado en su asiento con bastantes aires de soberbia a la vista.

— Lo primero es que no quiero nada de relaciones personales —continuó el Profesor pero inmediatamente se giró para observar a Lisboa— Bueno, esa norma...

Ante los nervios del Profesor, Daniel soltó su estruendosa risa antes de voltearse sobre su cuerpo y guiñarme un ojo.

— Creo que esa regla ya no es para nada valida —comento, deslizando mi mano sobre mi pupitre para tomar la de mi pareja y dejarlas reposar juntas, mientras que con la otra frotaba levemente mi vientre.

— Lo segundo es que no quiero nada de nombres ni apellidos...

El hombre siguió explicando lo inexplicable, ya que solamente su identidad, la de Nairobi y la de Helsinki eran las que nadie sabía; sin hablar de los nuevos. En su momento la policía revelo la identidad de Tokio, Rio y Berlín, Moscú la dio a conocer cuando se despidió de todos, la inspectora le dijo mi verdadero nombre a Tokio cuando nos expulsaron de la fábrica, y era más que obvio que tanto Denver como yo sabíamos mutuamente nuestras identidades.

— Profesor, al solomillo —lo interrumpe Nairobi— ¿Cómo vamos a entrar al Banco de España?

Y como acto reflejo, todos concentramos nuestra total atención a la mente brillante de la sala. Incliné mi torso sobre el pupitre, soltando una risa emocionada viendo como aquel hombre caminaba hasta posarse detrás de una mesa cubierta por una manta.

Por segunda vez en mi vida, observo como el Profesor quita bruscamente aquella manta vieja y blanca revelando una maqueta imitando una conocida estructura.

— Haciendo mucho ruido.

Hay pocas cosas tan ensordecedoras como el silencio, pero los pasos del Profesor contra aquella vieja madera resonaban tan fuerte que interrumpían la nulidad del sonido.

— Los dirigibles estarán programados para acudir a unas coordenadas GPS, y solamente cuando lleguen a ellas, abrirán sus compuertas —explicaba el hombre mientras caminaba por el improvisado pasillo— Después, estarán volando en círculos en un radio de doscientos cincuenta metros, soltando fajos en intervalos de cuarenta segundos durante cincuenta minutos —cuando llega delante de todos nuevamente, se voltea hacia nuestra dirección— Eso... a trescientos metros de altura, como si cayera maná del cielo.

Joder, una completa locura. Mordía mi lengua para evitar comenzar a parlotear e interrumpir al hombre.

— En total, soltaremos ciento cuarenta millones de euros —suelta al fin.

Me enderezo en mi asiento y rasco mi nuca desentendida ¿Cómo dices, que dijiste?

— Sale carete meternos en la boca del lobo ¿no? —se queja Dani luego de resoplar, le hubiera pateado un pie si no tuviera razón.

— A ti... a todos nosotros nos han llamado Robín Hoods —contesta el Profesor— Tiene sentido que parte de todo ese botín acabe en la gente.

— Todavía no logro distinguir si solamente eres un genio o un psicópata —comento, escuchando hipnotizada el habla del hombre.

— Además... —comenta ignorando mi comentario, como es habitual— Lo que hacemos es una partida de ajedrez.

Sin poder evitarlo clavo mi mirada en la ex inspectora, ahora Lisboa, quien se encontraba tranquilamente apoyada detrás de la maqueta. He de admitir que me molesta el papel principal que se está atribuyendo; que sea la pareja del jefe no justifica su mirada soberbia. Datos, no opiniones. Pero a quien le importa lo que piense si al fin y al cabo nadie aquí es un santo.

— Estamos moviendo unas fichas que, a su vez, obligan a Inteligencia a mover sus fichas —termina de explicar el Profesor, apoyándose sobre el borde de una mesada.

— Y Prieto solo podrá hacer una cosa —comenta la inspectora, dejando la duda al aire.

— El que ataca primero, tiene tiempo —completa su frase el Profesor— Pero el que se defiende de ese ataque no tiene tanto tiempo para pensar, así que Prieto se verá obligado a pensar sobre la marcha su defensa más robusta; y ahí es donde estará nuestra trampa.

• • •

Algo de lo que personalmente siempre me lamenté de mi misma, era tener el sueño jodidamente liviano. No me costaba dormirme, pero si suspirabas lo suficientemente fuerte mis ojos se abrían cual resortera.

Y justamente ahora, el constante golpeteo de Daniel provocaba que su cama rebotara contra la mía, ya que como no había camas matrimoniales decidimos juntar dos individuales.

Suspiré pesadamente ya que era obvio que por más que trate de ignorarlo, no iba a poder, así que opté por sentarme en la cama.

Froté mis brazos por el frió que pegó en ellos al ser descubiertos y parpadee un poco para acostumbrar mi vista a la oscuridad mezclada con la tenue luz de la luna.

A mi derecha solo vi la espalda de Daniel; estaba sentado mirando hacia el otro lado y con la cabeza gacha, sin dejar de mover sucesiva y molestamente su pierna.

— ¿Qué sucede? —pregunto cómo puedo, ya que mi voz sonó tan ronca que si hablaba bajo seguro era un sonido inaudible.

— Que no estoy nada tranquilo —dice girando levemente su rostro, apenas viéndome— Mira, Irene, te lo voy a soltar a bocajarro; que no quiero que entres a ese banco.

Dejé ambos brazos a mis costados e inhalé fuertemente, supongo que el momento de esa conversación llego.

— Me cago en la puta, que vamos a tener un niño —murmura.

— De acuerdo, discutamos esto —digo tratando de mantener la calma— Pero antes, tranquilízate.

— No me voy a tranquilizar —dice parándose bruscamente y alejándose de las camas— No me voy a tranquilizar porque llevo tres putas semanas durmiendo poco y nada.

Cuando noto como las venas comienzan a marcarse en su cuello y brazos es cuando me coloco de pie, sintiendo como esto estaba por desembocar en una posible discusión.

— Que no somos Bonnie y Clyde, Irene —dice dándose de vuelta, extendiendo sus brazos— Tu misma lo dijiste.

— Primero, no era la misma situación —comento, acercándome, recordando cuando le dije aquella frase en la fábrica tres años atrás— Y segundo, tú tampoco eres Rambo.

— ¡Joder! —el ojiazul murmura ignorándome mientras que caminaba de un lado para otro.

— Daniel —digo firme, logrando que detenga su inútil andar— Estoy preparada para entrar, y voy a entrar y salir como la última vez.

— ¿Preparada por qué? ¿Por qué estamos aquí, de campamento con el Profesor? —se burla— ¡En las jornadas del crimen! Venga, no me jodas.

— ¡Escúchame! —trato de acércame pero me interrumpe.

— ¡No, escúchame tú a mí, Irene! —dice acercándose— Sé que los dos llevamos toda la puta vida preparándonos para esto, pero no quiero que el niño comience su vida así.

— Que van a ser solo tres días, joder —comienzo a levantar mi voz— Entiendo tu punto, y lo respeto, pero no voy a echarme hacia atrás.

— ¡No! ¡No respetas mi opinión! —me recrimina— No quiero que entres ahí embarazada.

— Estoy perfectamente bien de salud —repito cansada, ya perdí la cuenta de las veces que dije esto desde que llegue aquí— Y días antes de que comience todo voy a volver a hacerme exámenes de control —le recuerdo.

— Y una mierda —exclama irónico, caminando nuevamente.

— No llamemos a la desgracia —digo respirando profundamente— Pero si hay algo malo, está la segunda opción, me quedaré con el Profesor y con Lisboa.

— Eso tienes que hacerlo ede entrada y punto —contesta acercándose a mí.

— Tu también vas a ser padre y ni te planteas quedarte fuera —digo cogiendo sus mejillas.

— Que no es lo mismo, en cualquier momento comienza a crecerte la barriga —refuta— ¡Todas las opciones son sumamente peligrosas!

— ¿Pero es que acaso no conoces mi cuerpo? ¡Mírame! —me señalo— Peso cincuenta kilos mojada, cariño, va a ser un milagro cuando tenga barriga a los seis meses.

— No quiero que entres ahí —repite firme— Soy el hombre de la familia y tengo que cuidar de ella.

— Pues yo tampoco quiero que te suceda algo y que mi hijo crezca sin padre —digo, acercándome nuevamente— Así que no me vengas con que me quede aquí calentando biberones y tejiendo calcetines porque soy más atracadora que la madre que me pario.

Cuando me alejo ya tenía la respiración sumamente agitada y lagrimas acumulándose en mis ojos, pestañee varias veces tratando de eliminarlas para otro lado.

— ¿No quieres que este en situaciones estresantes? Pues esto es estresante para mí —digo mirándolo nuevamente— Y que saques a relucir tu papel de machista de mierda no me gusta para nada.

Sin esperar siquiera una respuesta, camino rápidamente hacia la puerta sin preocuparme en el sonido que provocó cuando la cierro.

Sacudo mi corto y despeinado cabello mientras camino por el oscuro pasillo. 

Ignoro el sonido de una puerta abriéndose, suponiendo que era Daniel, pero me giro al escuchar la voz de Nairobi.

— ¿Estás bien? —dice caminando rápidamente hacia mí, dándome una vista de pies a cabeza chequeando mi estado. Se podría decir que después de Daniel, la morena era quien más se preocupaba por el hecho de que este embarazada.

— No —niego— No estoy para nada bien.

— Es que no me extraña, lo he escuchado todo —comenta acomodando su bata— El mandril te ha sacado de tus casillas.

— Mérida —dice Daniel apareciendo por el pasillo— Por favor, no me has entendido bien.

— ¡Se te ha entendido todo, antiguo! —se mete Nairobi— Que es de la banda, todos la cuidaremos allí dentro.

— ¡No estoy hablando contigo! —responde Denver, enojándose nuevamente.

— ¡Vuelve a la cueva! —vuelve a contraatacar la morena.

No gasto energías en hablar, solo me dedico a removerme en mi lugar y cruzarme de brazos viendo desinteresada la escena.

— ¿Qué pasa chicas? —genial, lo que faltaba. Palermo apareciendo en pijamas por el pasillo— ¿Qué está pasando?

— Hasta el coño del patriarcado —contesta Nairobi.

— ¿El patriarcado? Viejo paradigma y sus múltiples machismos... —comienza Palermo, dándome a entender que no se viene nada bueno de su parte. Y como si ya el revoloteo no fuera poco, Helsinki y Tokio salen para ver el show— Vamos a hablar de ello ¿Sabes cuál es el verdadero patriarcado?

— Ilumínanos con tu sabiduría —respondo irónica hacia él.

— ¡El que tengo acá colgado! —responde desubicadamente con su tonada, manoseándose sus partes intimas— ¿Qué carajo les pasa? Son las tres de la mañana

— No puede ser —rió amargamente— No soporto más a este tío.

— ¡Tú no eres machista! —le grita la morena— ¡Tu eres gilipollas!

— ¡Anda a lavar los platos, Nairobi! —le responde de la misma forma el argentino.

Inmediatamente, comenzó un griterío continuo de parte de todos los presentes. Todos peleaban con todos. Todos gritaban con todos.

Los nuevos atracadores deben de estar haciéndose un festín escuchando todo esto.

El barullo es interrumpido por unos aplausos y presencia del mismísimo Profesor, ocasionando que todos guardáramos silencio. Luego de darnos un sermón y mandarnos a la cama, cada uno se vuelve a su respectiva habitación.

Me giro hacia Tokio indicándole si podría quedarme en su habitación, recibiendo una respuesta positiva de su parte.

Conecto una vez más mi mirada con Daniel.

Nos miramos en silencio.

Nos despedimos fríamente.

Y en verdad me dolió.









-NOTA-

Primero, quiero que vean lo hermoso que le queda a Irene (Phoebe Tonkin) el cabello corto:

Segundo, quiero informarles que ganó por más del doble Élite. Así que... comencé a guardar en mis borradores la futura pero cercana novela con Ander Muñoz (lo amo no puedo evitarlo)

PERO, hace ya unos bastantes años estoy enamorada de Jacob Black así que no descarto el hecho de subir también paralelamente una novela con el..

Fin del comunicado y gracias por su atención.










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