cuatro
"Never said that I do things well, I only tell you what you do wrong."
26 Horas de Atraco
El disparo retumbo por todo el baño. Pero al no escuchar el ruido en seco de un cuerpo ya sin vida caer al suelo, fue cuando me percaté de que Denver me había empujado ocasionando que el disparo fuese directo al suelo, a centímetros de Mónica.
— ¿Qué coño te pasa? —le pregunte viendo como se tomaba la cabeza entre sus manos.
— Gracias —susurró la de rizos rubios— Gracias
— Cállate —le dice Denver, dándose cuenta de que la ha cagado— Cállate.
— Escúchame bien —me acerco hacia el— No voy a permitir que Berlín eche su furia conmigo porque tu no tengas los cojones para siquiera asumir que la has matado.
— Tu tampoco haces las cosas guiándote por un protocolo —me desafía, sé que esta alterado por toda esta situación. Pero a mí nadie me jode.
— Nunca dije que yo hago las cosas bien, solo te digo las que tú haces mal —volví a cargar el arma— Y no voy a permitir que me maten por tu culpa, y mucho menos por la culpa de ella —dije para terminar apuntándola de nuevo.
— No quiero que la mates, Mérida —baja mi arma.
— ¿Y qué mierda pretendes, eh? —doy dos pasos hacia atrás— Se supone que debe estar muerta
— Díganle que me mataron y que se han deshecho del cuerpo —habla por fin Mónica. Ambos la miramos como si hubiese dicho lo más estúpido del mundo, que en estos momentos, lo era
— ¿Estás de coña? —pregunto indignada.
— Yo me escondo —rápidamente ella se acerca a nosotros.
— ¿Dónde cojones te escondes? —le pregunta Denver molesto.
— En la cámara dos —le contesta esta.
— Ni siquiera hay una puta gota de sangre como para suponer que te hemos matado, tía —le digo ya molesta.
— Dispárenme en la mano
— No digas tonterías —dice Denver comenzando a dar vueltas.
— Es increíble que esto empeore aún más —llevo las manos a mi cabeza tratando de pensar una solución— Dispárale en el muslo —digo rápidamente.
— Si, el muslo sangra mucho —dice esta y mira a Denver— Lo he visto, le clavaron un hierro a mi hermano y sangraba mucho —arrastra a Denver con ella y coloca sus manos en el lavado, dándole la espalda a este— Venga, ven.
— Cógele la mano si quieres —dice Denver apoyando la pistola en su muslo, justo debajo de su trasero y yo alzo una ceja, ¿se refería a mi mano?
— ¿Qué te piensas, que soy la amiga? —le digo y observo a Mónica— Muérdele la mano.
Ambos me miran y hacen lo que les dije. Denver coloca su mano izquierda en la boca de Mónica y esta la atrapa con sus dientes. Al disparar puedo notar como esta aprieta más su mandíbula tratando de soportar el dolor causado por el disparo. Denver la acuesta aún con su mano en su boca mientras que ella no paraba de gemir y retorcerse de dolor.
— Vale, vale —los separo— Si queremos que esto funcione debe parecer que de verdad está muerta —la miro— Acuéstate de costado viendo hacia la pared del fondo —ella me obedece y yo me coloco de cuclillas— Esto va a doler aún más —le digo y entierro mi dedo en su herida y lo muevo violentamente provocando que drenara más sangre y causando un charco rojo alrededor de su cuerpo. Ella jadea y sigue sollozando de dolor— Cógela por los pies
— ¿Qué? —me pregunta Denver
— Que la cojas por los pies, joder —le repito mientras lavo mis manos— Debe parecer que la estas moviendo.
Este me obedece, al levantarla la sangre de su pierna también cae más rápido. Yo me posiciono en la pared del lado de la puerta, como si hubiese observado todo y vigilado dicha puerta para que la rubia no se escapara.
Y como si lo hubiese cronometrado todo con un reloj, Berlín apareció por la puerta.
— Dos disparos —dice este, Denver suelta los pies de la rubia y se endereza— ¿Te falta puntería o te ponen nervioso las rubias? —avanza por el baño.
— Estaba enseñándole algunos trucos —contesto desde mi lugar.
— Si se te agarra de la rodilla y te suplica que no la mates, no es fácil —dice Denver acercándose hacia Berlín lo más natural posible, como si de verdad la hubiese matado. Este chaval debería ser actor, no atracador.
— ¿Por qué no la has matado tú? —le digo para luego empujarlo hacia Denver para que este lo ataje por las solapas del overol.
— Eres un cabron de mierda —le dice este y lo suelta— No te quieres manchar las manos de sangre, pero si manchas las nuestras.
— Si vuelves a ponerme las manos encima, eres hombre muerto —le dice Berlín mirándolo fijamente.
— ¿Y a quien vas a mandar a matarlo? —digo y este voltea a verme— Porque sinceramente no creo que lo hagas tú.
Berlín me ignora y se acerca al supuesto cuerpo sin vida de Mónica. Intercambio miradas con Denver. Ahora si quiero llenarle la cara a puñetazos, y esta vez lo digo en serio.
— No se pongan nerviosos —dice Berlín examinando el cuerpo de la rubia— Cuando se den cuenta de que falta un rehén ya no estaremos aquí. Estaremos muy lejos
— ¿Lo sabe eso el profesor? ¿Eh? —le digo presionándolo— ¿Sabe el profesor que te has saltado la primer puta regla del plan?
— ¿Me vas a hablar tú de reglas? —me mira y de reojo observa a Denver— Hay una cantera de carbón en el sótano —nos dice Berlín— Tirenla dentro
— ¿Ni siquiera puedes encargarte de eso tú? —sigo buscándole pelea pero este vuelve a ignorarme.
— Ya después le das una limpieza a todo esto —le dice a Denver y se retira del baño cerrando la puerta.
Esperamos unos segundos a que se alejara, no vaya a ser que vuelva a aparecer y nos jodamos más todavía.
— Tu cárgala mientras que yo iré vigilando que no venga nadie por delante nuestro —le digo abriendo la puerta y asomándome por ella.
Y como dije, se hizo. Denver la cargaba y yo iba con mi pistola en alto viendo que nadie nos siguiera o que alguna cámara nos apuntara. Ya estábamos por el pasillo llegando a la bóveda principal. Porque si, la cámara dos no era nada más ni nada menos que la bóveda en la que habíamos follado Denver y yo. Así que si queríamos volver a follar deberíamos volver a buscar otro lugar ¿Algo más que nos quiera cagar esta rubia? No lo sé, tal vez mañana se despierte con ganas de ser una infiltrada de la policía, solo para jodernos un poquito más.
Al llegar, abro la pesada puerta y Denver baja a la rubia. Esta se adentra a la bóveda tumbándose en el suelo y haciendo presión en la herida. Sinceramente ya me da igual que es lo que vaya a hacer así que comienzo a caminar rápidamente por el pasillo. Se escucha la pesada puerta cerrarse y los pasos de Denver siguiéndome.
— Mérida, espera —dice detrás de mí, pero yo no me detengo— Mérida tenemos que hablar de esto
— No me interesa —digo mientras observo mis manos rojas, ya que se han vuelto a manchar de sangre.
— Como siempre, tu lema personal —me detiene cogiéndome del brazo— ¿Estas enojada?
— Por supuesto que estoy enojada —corro violentamente mi brazo— Porque para colmo debo ir a limpiar la sangre derramada en el suelo del baño de alguien que, por si no te acuerdas, ni siquiera está muerto.
— No seas una perra conmigo —me mira suplicante
— Solo estoy siendo yo misma —suelto de repente— Por cierto —suspiro acordándome de lo de esta mañana— ¿Qué ha sido eso sobre la charla que le diste a Mónica diciendo que debería quedarse con él bebe?
— Solo la hacía entrar en razón —lo mire sin entender a lo que prosiguió— Un hijo no puede joderte la vida, un niño no.
— ¿Y tú qué sabes? —le pregunto incrédula por lo que acababa de escuchar— Tiene derecho a decidir si quiere o no tenerlo.
— Mi madre fue a abortarme —me dice— Y en un soportal de mierda la pillo la policía municipal —mira al suelo— Entre la cárcel, la droga y la policía nací yo. ¿Y tú qué sabes?
— Yo me realice un aborto —contesto rápidamente causando su sorpresa.
— ¿Por qué? —me mira sin poder creerlo.
— Por qué el embarazo no fue concebido en las maneras en las que me hubiese gustado —le digo mirando hacia otro lado.
— ¿Estás diciéndome que te obligaron a follar? —me pregunta incrédulo.
— Se le dice violación, y la respuesta es que si —le contesto— Y si también te interesa el causante de todo esto se encuentra muerto, y yo misma me encargue de ello —le digo recordándole el tema con Mónica.
Pasaron unos minutos que parecieron eternos en los que nos quedamos en un silencio incomodo, demasiado incomodo diría yo, por lo que decidí romperlo.
— Creo que ya están dichos los detalles que nos quedaban pendientes —bajo la mirada y observo su ropa. Toda su camiseta gris, sus brazos, parte de su rostro y overol están manchados en sangre— Vayamos de una puta vez al baño —le digo abriendo la puerta.
Terminamos en silencio el resto del camino. Al llegar él se quitó la ropa quedándose solamente en boxers para poder asearse mientras que yo me dedique a limpiar el suelo con papel sanitario. Me sentía una maldita criada.
— Hijo —ambos levantamos y dirigimos nuestras miradas a la puerta viendo como Moscú observaba la situación con sorpresa y desilusión— ¿Has matado a esa mujer? —Denver se queda petrificado. Y se da cuenta de que no puede mentir ya que literalmente se encuentra en la supuesta escena del crimen y con infinitas manchas de sangre en su cuerpo, además de que Berlín se encontraba detrás de Moscú.
Denver asiente silenciosamente y automáticamente Moscú camina hacia una de las puertas del váter para poder sostenerse de ellas cuando comienza a respirar agitadamente. Yo me levanto del suelo y me acerco un poco hacia él. Creo que le estaba dando un ataque de pánico o de ansiedad, yo que se no soy medica pero a este hombre le estaba dando un ataque.
— Papa —Denver lo llama pero Moscú no responde. Comienza a respirar más agitadamente mientras se va sentando en el suelo— Papa —repite—
— Túmbalo —se acerca Berlín— Túmbalo
Ya una vez recostado le bajo el cierre del overol y Denver comienza a brindarle aire formando un abanico con sus manos. Pero sin ningún resultado positivo, termina desmayándose.
Inmediatamente llegan Helsinki y Nairobi al baño para ayudarnos. Mientras ellos procuran que Moscú siga vivo, Denver termina de vestirse y yo termino de limpiar el suelo.
— Tengo frio —escucho a Moscú cuando estoy botando los papeles que utilice para limpiar. Nairobi sale de la habitación en busca de una manta y Helsinki en busca de azúcar o de algo por el estilo— No sé qué me ha pasado. Sera que me he llevado toda la mañana cavando el túnel —susurra
— Ahora a descansar, papa —le dice Denver cogiendo su mano— Descansa
— La mantita, venga —dice Nairobi volviendo a ingresar al baño y arropando a Moscú con dicha manta— Mira, cuatro esquinitas tiene mi cama y cuatro angelitos que me la guardan.
— Tu ahora relájate ¿Vale? —le digo y este asiente
Entre Helsinki y Oslo cogieron a Moscú y lo cargaron hasta al despacho, y Nairobi volvió a arroparlo pero esta vez incluyendo almohadas.
— Dejémoslo descansar —dice Berlín y me mira— A ti te toca vigilar a los rehenes.
Me encamine al salón principal, al llegar me encuentro a Tokio y Rio dándoles de comer a los rehenes. Cogí una bolsa y comencé a pasar entre ellos para que depositaran dentro de ella la basura.
— Mirándola mal no vas a lograr que se evapore —le sonrió en forma de broma a Tokio cuando noto como observa fijamente a Alison conversar con Rio.
— Tiene suerte de que solo la esté mirando mal —me dice de la misma forma.
— Rio debería ser un gran gilipollas para cambiarte por ella —la miro— Y créeme que ni loco lo hará —me sonríe y sigue su camino.
— ¡Moscú! —grita Helsinki cuando este baja las escaleras a toda velocidad y se dirige a la puerta principal— ¿Qué haces? ¡Oye! —comienza a seguirlo.
— ¿Qué pasa? —pregunta Denver apareciendo en la habitación.
— No lo sé —le contesta Tokio mirando hacia la dirección por la que se fue Moscú.
— ¡No abras las puertas! —se escucha el grito de Helsinki— ¡Moscú!
Se escucha el ruido de las pesadas puertas abrase y automáticamente Tokio y Denver se colocan las caretas y se dirigen donde provenía todo el alboroto.
— ¡Al suelo! —grito y comienzo a apuntar a los rehenes con mi fusil— ¡Todos al suelo!
Los rehenes me obedecen pero yo sigo sin saber que cojones sucedía allí adelante. Uno de los rehenes comenzó a tener arcadas y a apretarse el estómago, debo suponer que por la rapidez que se movió al tumbarse al suelo luego de comer.
— Te advierto que soy una vomitadora empática —me pongo de cuclillas frente a él— Si vomitas, te vomitare encima —me mira— Y será sumamente asqueroso
— No me hables de vomitar —me dice este cerrando los ojos— No me hables de eso, por favor.
— Tal vez te vomite encima para que quede claro —le digo solo para joderlo un poquito más.
Luego de unos minutos llegan todos a la habitación y se retiran con los rehenes, menos Tokio. Quien me dice que se dirigen a la azotea para que Moscú "respirar un poco de aire fresco", y para pasar desapercibidos se llevaban consigo a los rehenes. Camino junta a ella hacia el despacho, donde se encontraban Berlín sentado en el escritorio y Rio parado frente a él. Como sabíamos que Berlín no iba a permitir que salieran a la azotea nos encargamos de convencerlo amistosamente de que es una buena idea apuntándolo con nuestras armas. Desde que llegue aquí la solución para todos los problemas es apuntar a alguien con nuestras armas, no me quejo.
El teléfono suena y Berlín coge la llamada. Lógicamente la persona del otro lado de la línea era el profesor y Berlín se encargó de ponerlo al tanto de la situación.
— Si no comienzan a tener la puta cabeza fría, mejor olvídense de los millones —nos dice una vez que cuelga el teléfono— Solo tenían que hacer una cosa, ser profesionales
— ¿A ti esto no te parece profesional? —pregunta Nairobi, quien se encontraba sentada a mi izquierda, levantando un billete de cincuenta euros— ¿Eh?
— Precioso —suspira Berlín.
— No, precioso no —dice Nairobi poniéndose de pie— Un puto billete mejor que el que dan en los bancos. Ni siquiera se puede rastrear
— Una puta obra de arte —digo apoyándome en el respaldo del sofá.
— Exacto —me señala Nairobi— ¿Y sabes por qué?
— Ilumíname, Nairobi —alza la vos Berlín.
— Por qué está hecho con mimo. Yo si soy profesional —le dice esta— Lo que no sé, es que se hace cuando a tu padre le da un "yuyu" en mitad de todo esto ¿se es ladrón antes que hijo? —pregunta— ¿Eh, Berlín?
— ¿Antes que ser humano siquiera? —le pregunto esta vez yo.
— Para una mierda como él pues puede que si —me contesta Nairobi, refiriéndose a Berlín— Pero yo, no lo sé —termina la frase arrugando el billete que tenía en su mano para luego arrojárselo y retirarse de la habitación.
Es la puta ama, joder, la puta ama. Seguido de Nairobi se retiran Tokio y Rio mientras que yo me dispongo a acomodar mejor el sofá para poder dormir ya que volvía a ser mi hora de descanso. Me siento sacándome las botas y bajando la parte superior de mi overol quedando en sujetador. Cojo la manta para cubrirme pero puedo notar que Berlín seguía en el asiento del escritorio, mientras me observaba con su mentón recargado en su mano derecha que se encontraba apoyada en dicho escritorio.
— A menos que me cantes una canción para dormir o me cuentes un cuentito, vete —le digo mientras acomodo los almohadones.
— Solo te voy a decir, Mérida —dice parándose del asiento y acercándose a mí— Que si alguna vez te sientes insatisfecha, puedes contar conmigo.
Y así sin más se retiró también de la sala, dejándome a mí con la mirada perdida. ¿Era imaginación mía o Berlín acababa de insinuarse? Sacudí la cabeza y termine de recostarme. Llevo casi un día sin dormir, debo estar comenzando a interpretar mal las cosas. Cierro los ojos y me dejo llevar por mi cansancio, quedándome por fin dormida y descansando un poco de toda esta mierda.
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