7. Confesiones de Media Noche

perdonen!!! la semana pasada se me olvidó subir el capi QxQ y mañana estaré trabajando y no podré, así que les subo el capítulo de la semana pasada y el de esta semana de una vez...

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7. Confesiones de media noche

Lo único que podía hacer era dar vueltas sobre la cama, buscando una mejor posición para dormir. Mas sabía a la perfección que la posición no era su problema de insomnio, sino el chico perliverde que se encontraba durmiendo recargado en la puerta de la habitación, con sus tres katanas a un lado. Claro que aún no le agradaba la idea de compartir una habitación con otro hombre, sin embargo, esa noche ése no era el inconveniente; esta vez era culpa de cierta fotografía que se había encontrado por casualidad.

Sanji hizo otro movimiento de manera que quedó enroscado sobre la cama, observando al espadachín entre las sábanas; y mientras lo veía tenía más urgencia por saber de él y de esas bellas gemelas de la imagen, ¿debería preguntarle? Por supuesto que no, seguramente no le diría nada; además no era que le importara mucho, ¿cierto? suspiró profundo sin apartar su mirada de su acompañante; a pesar de ser de noche, la luz de luna iluminaba lo suficiente como para ver a Zoro; lucía tranquilo, pero de vez en cuando torcía sus gestos en señal de dolor, probablemente por la herida de su hombro.

- [[es un necio]]- pensaba el rubio- [[le dije que fuéramos al hospital, pero no quiso... seguramente su ego de macho no se lo permite...]]- dio otra vuelta, revolviendo las sábanas y apartando su mirada del otro.

Cerró sus párpados, pensando que así el sueño no tardaría en vencerle. Aunque sus pensamientos le mantuvieron despierto un largo rato, finalmente pudo dormir esa noche.

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Al otro día, por la mañana...

- ¡¡¡no te atrevas a quedarte dormido, maldito estúpido!!!- le gritaba y lo zarandeaba un enfurecido Sanji, pues mientras Zoro conducía no hacía otra cosa que bostezar, e incluso hubo un par de segundos que cerró los ojos.

Así, a base de gritos y varios golpes, por fin lograron llegar a Arlong Park. Era una ciudad bulliciosa situada en la costa; sus calles eran perfectas líneas rectas, tenía enormes tiendas, lujosos hoteles y una hermosa playa, pero lo que más destacaba del sitio abría por la noche, pues Arlong Park era famoso por sus innumerables bares y licores traídos de todas las esquinas del planeta, platillos de la más alta cocina y mujeres hermosas; sin duda alguna, el paraíso para cualquier hombre.

Llegaron a uno de los tantos hoteles de la ciudad y pidieron una habitación. Lo que el rubio no sabía era que no era una cualquiera, y al llegar, el asombro no cabía en su persona; después de pasar sus noches en hoteles de paso, esta vez era una habitación de lujo, ¡una suite! El lugar era bastante amplio y contaba con todos los lujos que una persona se pudiera imaginar...

- vaya, no pensé que nos fuéramos a quedar en una habitación así- comentó Sanji explorando el lugar con la mirada

- necesitamos un lugar decente donde ocultarnos un tiempo y no quería quedarme en la casa de esa mujer- el espadachín dio un largo bostezo- seguramente nos cobraría hasta por respirar; haciendo una comparación, una suite es mucho más barata...

- oh- el rubio aparentó saber de lo que hablaba y empezó a recorrer el sitio; se alegró mucho al ver que esta vez sí había habitaciones separadas.

Dejó su maleta y fue a darse una muy larga ducha, asegurándose que cada milímetro de su piel quedara reluciente e impregnada de esas deliciosas esencias que solía usar cuando se bañaba. En cuanto terminó, se puso una bata de baño encima y salió; todo el cuarto se vio inundado de su inconfundible aroma, llegando hasta los pulmones de Zoro, quien no pudo hacer otra cosa más que comenzar a ejercitarse, intentando ignorar tan apetitoso olor.

Se acomodó en el piso, estiró sus piernas y apoyó sus brazos en el suelo, empezando a subir y bajar pausadamente. Tiempo después, el rubio salió de su alcoba vistiendo una camisa azul con un pantalón y zapatos negros. Encendió un cigarrillo e inhaló su humo, expulsándolo poco después.

- oi, cocinero- le habló el peliverde mirándolo de reojo- necesito que me ayudes

- ¿ayudarte en qué?- Preguntó confundido

- siéntate en mi espalda- ordenó señalando aquella parte de su cuerpo

- ¿qué?

- necesito un peso extra para mis ejercicios- explicó recostándose en el piso. Sanji se alzó de hombros, no tenía nada que hacer, así que se acomodó sobre la espalda del peliverde.

Se tambaleó un poco en cuanto Zoro se levantó, por lo que elevó sus piernas y las recargó en la parte baja de la espalda del espadachín, buscando un poco de estabilidad. En cuanto el peliverde sintió que el otro estaba mejor acomodado, siguió haciendo sus flexiones, mientras el rubio fumaba sobre él.

- no deberías forzar tu brazo, marimo- comentó de pronto el rubio, dejando escapar el humo del tabaco por entre sus labios- estás herido...

- sólo es un rasguño, no importa

- pensé que lo más importante para un espadachín eran sus brazos y manos. Sin ellos, no podrás usar más la espada... ¿quieres perder el brazo? Sin él, no podrás ser un buen espadachín- Sanji no se percató que acababa de darle justo en su talón de Aquiles. Zoro flexionó su brazo herido de tal forma que su puño quedó sobre el pie del cocinero; luego prosiguió a hacer sus flexiones con sólo su brazo bueno- es lo mismo para mí- comentó- sin mis manos, no podría volver a cocinar...

- como si importara. Tu comida es común y corriente, no te las quieras dar de especial cuando no tienes talento alguno...

- ¿Que no...?- una venita saltó en su frente. Se bajó de la espalda de Zoro y se acabó su cigarrillo de una última larga calada, caminando hacia la entrada principal de la suite

- ¿a dónde vas?

- a cerrarte la puta boca...

- ey, no puedes salir de aquí- se levantó del piso e intentó detenerlo- no sabemos si hay alguien allá afuera buscándote; además, entre menos gente te vea, mejor

- tranquilo. Sólo voy al supermercado de la siguiente calle. No tardaré- y una vez dicho eso, salió. Zoro no tuvo más remedio que confiar en él y vigilarlo desde el ventanal de la habitación con ayuda de sus binoculares

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Sanji regresó cargando dos enormes bolsas. Fue sacando todo lo que había comprado y encendió la estufa para ponerse a cocinar. Al principio, el peliverde se había sentado frente a la mesa, mirando al cocinero ir y venir, rebabar, picar, sazonar, cocer... pero después de un largo tiempo de estar observando, prefirió ir a tomar una ducha en lo que el rubio terminaba. Después del baño llamó a su comandante para reportarse y contarle cómo iban las cosas y todos los inconvenientes que habían surgido. Zoro recibió la gran reprimenda de su vida, Smoker dijo hasta de lo que se iba a morir, pero afortunadamente para el espadachín, Sanji lo llamó a comer, por lo que colgó el teléfono y fue a sentarse de nuevo frente a la mesa con los cubiertos en mano.

Aquello parecía un verdadero banquete, sin duda había mucha comida pero Zoro no encontró ningún platillo fuera de lo común. Dio las debidas gracias y se dispuso a comer; levantó un trozo de carne del plato y lo llevó hasta su boca, dándose la sorpresa de su vida; esa comida era totalmente distinta otras que había probado, su sabor era fino pero lo suficientemente intenso para que al probar el bocado todas las especias y sabores del platillo se liberaran en el paladar.

- la última vez comí en el Baratie, la comida no sabía así- comentó mirando todos los platillos sobre la mesa

- claro que no sabía así, yo no cociné aquella vez- se sentó a la mesa junto con el peliverde y prosiguió a comer- no suelo cocinarle a nadie a menos sea una chica, pero esta vez hice una excepción. Un cocinero que se respete no puede dejar a alguien hambriento- bebió un poco de agua y prosiguió- ¿y qué tal? ¿A caso no soy bueno?- dijo con cierto aire de alarde

- no está mal- respondió en tono bajito, como queriendo que el otro no escuchara- en fin, nos quedaremos aquí hoy- profirió para distraer al rubio de su antigua conversación- estoy algo cansado, mañana iremos a ver a esa mujer

- ¿ma... mañana?- Sanji tragó saliva, nervioso- ¿no te gustaría quedarte más en la ciudad? ¡Escuché que por la noche se convierte en un verdadero festejo!

- entre más rápido terminemos con esto, mejor. Y no saldremos por ningún motivo

- pe... pero... ¡no puedes dejarme aquí encerrado! ¡Me estás privando de mis señoritas!

- dije que no abandonas la alcoba- habló firme- por cierto, hay algo que he querido preguntarte- dejó los cubiertos a un lado para prestarle toda su atención al rubio- ¿por qué te pones nervioso cada vez que menciono a esa mujer?

- no... eso... no tiene nada que ver...

- ¿entonces por qué?

- ... nada en especial... simplemente quiero visitar la ciudad...

- puedo mirar a través de ti, estas mintiendo

- no... es la verdad...- al notar la intensa mirada del otro tuvo que desviar la suya. Sin embargo, aún podía sentir aquellos profundos ojos sobre él; cerró sus párpados y apretó sus puños- la... la verdad es...- no podía seguir ocultándolo, tenía que decirlo- yo no...- justo antes de hacer su confesión, escuchó un fuerte golpe, por lo que alzó la vista para descubrir qué había sido ese sonido- ¿qué demo...?- no podía creer lo que veía, el espadachín tenía la cara metida en su plato- ¡¡¿se durmió?!!- la suerte estaba de su lado ese día. Una sonrisa pícara se dibujó en su rostro; terminó su comida lo más rápido que pudo, fue a su habitación y regresó poco después con una nota, la pegó en la espalda del peliverde y abandonó la suite...

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Muchas horas más tarde, por la noche...

La conciencia de Zoro empezaba a regresar. Levantó la cabeza del plato y, aún con los párpados medios cerrados, observó el lugar... al ver a través del ventanal, encontró una enorme y brillante luna adornando el firmamento nocturno, acompañada de las brillantes estrellas. Gracias a aquella luz podía ver el interior del cuarto; todo estaba mortalmente silencioso y solo... ¿solo?... sus reflejos parecieron reaccionar; se quitó la comida de la cara y comenzó a recorrer el lugar centímetro por centímetro... Sanji no estaba... otra vez...

- ¡¡ese idiota!! ¡¿En dónde se metió ahora?!- gritaba eufórico dando vueltas por el lugar cual león enjaulado. Fueron sus impetuosos movimientos los que terminaron por despegar el pedazo de papel que traía en la espalda- ¿y esto...?- levantó la nota y en ésta leyó lo siguiente...

"Fui de cacería. Nos vemos mañana"

- ¡¡maldito cocinero pervertido...!!- destrozó el inocente papel con sus manos, tomó sus katanas y fue en busca del rubio.

Entró en cada bar, burdel, restaurante o comercio que encontró en su camino (a varios de ellos más de una vez); echaba un vistazo buscando a su protegido, y al no encontrarlo, salía y seguía en el local siguiente. La situación se tornaba desesperante, pasaba de la una de la mañana y no lograba dar con el rubio; al estar en una zona de mala muerte, lo más probable es que hubiera gente de la más baja calaña por las calles, de las cuales, más de una tendría algo que ver con el Rey del Bajo Mundo.

Terminó por tomar una decisión; si no encontraba al cocinero en alguno de los cuatro últimos comercios de la calle en donde estaba, se daría por vencido y llamaría a Smoker para pedir apoyo; aunque al hacerlo sabía que ponía en riesgo su salario, su trabajo y su vida, no le quedaba otra opción. Entró al primer local, una casa de citas... no encontró nada más que mujeres escasamente vestidas y viejos pervertidos siguiendo a cada una de ellas como perritos falderos. Abandonó el sitio antes de que advirtieran su presencia y fue al segundo local, un bar que, además de ofrecer alcohol, también tenía el servicio de "señoritas".

Las chicas iban de mesa en mesa, sirviendo bebidas y botanas a sus comensales; sin olvidar coquetearles de vez en cuando para recibir mejor propina. Sus demás compañeras, encargadas de brindar el entretenimiento, acompañaban a los hombres cada vez más ebrios; se reían, charlaban y toqueteaban todo cuanto podían hasta que el encargado les ordenaba continuar en alguna de las habitaciones del sitio para sacar su ganancia de la noche.

- hey, guapo- una melosa voz femenina llamó su atención- ¿vas a quedarte ahí parado toda la noche? ¿Por qué no entras?- dijo colgándose del fornido brazo del espadachín

- espera, yo no...- Zoro era arrastrado hacia dentro del bar, y justo cuando estaba dispuesto a quitarse de encima a tan molesta mujer, una cantarina voz llegó a sus oídos

- ¡una botella más, mademoiselle*!- pidió una muy conocida voz para el espadachín desde el fondo del local.

- ese idiota...- la sangre parecía hervirle; después de todo lo que había pasado para encontrar a Sanji, éste se encontraba de lo más tranquilo, bebiendo y riendo con las cuatro voluptuosas chicas que tenía a su alrededor, dos de cada lado. Se soltó del agarre de la chica de un brusco movimiento y, dando grandes zancadas, fue hasta donde se encontraba el rubio.

- oh, marimo- habló Sanji despreocupadamente al verlo, tenía unas cuantas copas encima, pero aún estaba consciente- ¿qué hay?- saludó con una mano al aire

- ¡"¿qué hay?" mis cojones!- gritó enfurecido- ¿en dónde te metiste?

- aquí, ¿qué no es obvio?- dijo con sorna

- ¡eso ya lo sé!

- entonces no hagas preguntas estúpidas y déjame en paz- agitó su mano en el aire, indicándole que se fuera- estoy ocupado, ¿no ves?- profirió señalando a las chicas con su mirada, las cuales se rieron levemente

- ¡no es momento para que te las des de Casanova, cocinerucho! ¡Nos vamos!

- vamos, marimo-san- habló burlona una de las chicas- ¿no quieren quedarse a jugar con nosotras un rato?- le guiñó sensualmente el ojo, tratando de convencerlo

- no tienes a tu suerte, mujer- advirtió enfurecido el peliverde

- ¡no puedes hablarle así a mis señoritas!- reclamó el rubio poniéndose de pie

- ¿señoritas?- soltó una sonora carcajada- ellas son todo menos señoritas, y lo sabes bien- las chicas parecieron ofenderse por el comentario, aún sabiendo que lo que decía era verdad. Sanji pidió disculpas a las presentes y encaró al espadachín; mientras él viviera, no permitiría que ofendieran a una mujer delante de él...

En un lugar ajeno a su discusión, específicamente la barra, el cantinero veía divertido la escena mientras limpiaba algunos vasos. Por primera vez pensó que cubrir el turno de la noche no sería nada aburrido.

- un verdadero espectáculo, ¿cierto?- dijo una voz a sus espaldas, sorprendiéndolo un poco

- ¡jefe!- el hombre se extrañó de ver al dueño en persona, pues éste no se mostraba a menos que hubiera algún problema o fuera alguna ocasión especial, y por su sonrisa, supuso que la segunda opción era la correcta- ¿qué ocurre?

- ese hombre- señaló al rubio- lo está buscando todo el mundo- le pasó un papel a su empleado por debajo de la barra para que nadie lo notara

- ¡77 millones!- alzó un poco la voz al ver semejante recompensa, pero inmediatamente cubrió su boca con sus manos

- quiero a ese hombre- dictaminó resuelto el dueño de bar- ¿sabes qué hacer, cierto?

- claro, señor- el jefe se alejó de la barra y regresó a aquel lugar donde nadie lo veía. El barman buscó entre sus ropas y sacó un pequeño frasco con pastillas blancas. Sirvió ron en dos vasos junto con una pastilla en cada uno. Revolvió la bebida con un palito de vidrio hasta que la tableta se disolvió y colocó los dos vasos en una charola junto con una botella casi llena de ron. Sujetó hábilmente la charola, y tras esquivar unos cuantos borrachos, fue hasta donde la pelea se libraba, pues el peliverde había desenfundado una de sus katanas mientras que el rubio fumaba con una actitud desafiante, dispuesto a responder cualquier ataque; las chicas habían tomado sus distancia, por seguridad- caballeros, caballeros- trató de calmarlos- ese tipo de combates no son permitidos aquí- Zoro chasqueó la lengua y guardó su arma- ¿qué les parece otro tipo de competencia?- ambos hombres le miraron interesados. El barman dejó los dos vasos y la botella sobre la mesa- el último en caer, gana

- me parece bien- sonrió confiado el espadachín- así podré llevarte a rastras de regreso

- eso solamente si logras tumbarme, estúpido marimo- arrojó su cigarro al piso y lo apagó de un pisotón. Satisfecho de haberlos hecho caer en su trampa, el cantinero se retiró a la barra. Las chicas, al sentirse más seguras, se acercaron a ellos para presenciar la batalla de resistencia que estaba por comenzar.

Ambos hombres se sentaron en la mesa, uno frente al otro; el primero en hacer su movimiento fue Sanji, quien cogió un vaso y bebió su contenido de un sólo trago, azotando el vaso ahora vacío contra la mesa. El peliverde iba a tomar el otro vaso, mas el cocinero se le adelantó, le quitó el vaso y bebió su contenido también. Zoro, dejándose llevar por su enojo, tomó la botella de ron, pero en vez de llenar los vasos como todos pensaron, acercó la botella a sus labios y bebió todo su contenido sin siquiera detenerse a respirar.

- ¿estás loco?- reclamó Sanji

- tú hiciste lo mismo

- ¡claro que no! ¡Solamente...!- tuvo que interrumpir sus palabras al sentirse mareado repentinamente; ¿había sido el alcohol? No, no había bebido tanto...

- ¿Sanji?- le llamó Zoro; el rubio se veía mal, parecía confundido. Sus ojos se cerraron poco a poco hasta que, finalmente, quedó inconsciente sobre la mesa- ¿eso significa que gané, cejas de caracol?- intentó provocarle, mas no obtuvo respuesta- [[¿pero cuánto bebió antes de que llegara?]]- pensó levantándose de su lugar. Se inclinó para levantar al cocinero, cargándolo sobre su hombro

- oiga, ¿no prefiere quedarse?- dijo el cantinero tratando de detener al peliverde- usted también debe sentirse mareado

- no, estoy bien- dejó algo de dinero sobre la mesa y salió del bar con el rubio a cuestas.

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Zoro entró a paso lento a la suite que compartía con el cocinero. El hombro herido comenzaba a punzarle ya que había tenido que cargar todo el peso de Sanji sobre éste para traerlo de regreso. Gracias a la luna llena de esa noche, no le hizo falta encender la luz; fue a la sala y depositó al rubio sobre el sofá. Se llevó una mano a su hombro, comprobando que su herida había vuelto a abrirse debido al esfuerzo y empezaba a sangrar.

- maldición...- dijo en voz baja. Se sentó en el sillón, justo al lado del rubio, y le miró dormir. No supo si fue el alcohol que había ingerido o era efecto de la intensa luz de luna, pero a sus ojos, Sanji se volvió el ser más maravilloso del universo- ¿maravilloso?- se cuestionó; un mujeriego pervertido, presumido, vanidoso, estúpido, fastidioso... no, de maravilloso no tenía nada... y sin embargo, ahí estaba siempre para él, protegiéndolo porque... ¿se lo habían ordenado? Claro que era una orden, pero pudo haberse negado, pudo haberse zafado de ese problema, y no lo hizo... ¿por qué?...

Porque estaba enamorado de él, simplemente eso; ¿desde cuándo?... ¿desde aquella vez que lamió su piel? No, fue antes... ¿Cuando lo conoció? No, fue mucho más antes... ¿desde que vio aquella fotografía suya? Quizá, no estaba seguro de cuándo, pero estaba seguro de qué sentía...

Se acomodó a gatas sobre el rubio, pegando su frente con la de él, aspirando profundamente su aroma; tabaco, alcohol y ese inconfundible aroma suave y dulce... bajó un poco más, pasando ligeramente sus labios por todo su rostro hasta que llegó a los labios del cocinero... se detuvo ahí unos momentos antes de unir finalmente sus labios con los del otro; fue una caricia ligera y gentil, pero aún así, despertó mil y una sensaciones en el peliverde. Su instinto le exigía llevar aquel contacto a otro nivel, y siguiendo ese mismo instinto, tomó el mentón de Sanji y separó un poco más sus labios, queriendo profundizar el beso, mas, sin querer, se dio cuenta de otra cosa,... la respiración del rubio no era normal...

- Sanji- asustado, le dio unas cuantas palmadas leves en su rostro, tratando de hacerlo reaccionar- no me ignores- lo zarandeó un poco, sin obtener resultados. Presa del pánico, se bajó del rubio y tomó sus signos vitales; presión sanguínea peligrosamente baja, depresión respiratoria, fiebre, sin mencionar que estaba inconsciente- una droga...- pensó. Volvió a cargar a Sanji y lo llevó de emergencia al hospital...

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Algunas horas después...

- ¡¡¡¡IDIOTA CABEZA DE ALGA!!!- gritaba un enfurecido Smoker al otro lado del teléfono- ¡¡¿QUÉ SE SUPONE QUE ESTABAS HACIENDO?!!

- ¡¡ya te lo expliqué!!- reclamó el espadachín, gruñendo de igual forma que su superior- ¡¡fue su culpa!!

- ¡¡culpa suya o no, es tu responsabilidad, así que también es tu culpa!!

- lo sé...- bajó considerablemente su tono de voz- eso ya lo sé, por eso... quiero renunciar al caso...

- ¡¡¡DÉJATE DE IDIOTECES!!!- alzó tanto la voz que casi deja sordo a Zoro. Hubo un breve silencio antes de que prosiguiera- lo sabes bien, no hay nadie que pueda reemplazarte...

- el único que dice idioteces aquí eres tú. Ya no puedo hacerme cargo de esto, no después de tantos errores, soy inútil

- claro que lo eres- suspiró- pero aún así eres el único que puede proteger a Sanji. Si todo esto pasó estando tú a cargo, ¿qué sería de él si fuera cualquier otro agente?

- si tú intención es animarme, créeme que no lo estás logrando

- como sea, ¿qué han dicho los médicos?

- como pensé, pusieron droga en su bebida... rohypnol**...

- seguramente no es la primera vez que usan ese tipo de drogas. Me pondré en contacto con el departamento de policía de Arlong Park para que haga un cateo en todos los bares de la ciudad. Tú sigue con tu trabajo, yo me encargo del resto...- al decir esto último, colgó.

- Roronoa-san- dijo uno de los doctores, apareciendo frente al mencionado- su amigo está fuera de peligro, ahora sólo queda esperar a que despierte...

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Zoro pasó el resto de la noche y gran parte de la mañana velando por el cocinero. Fue hasta pasado del medio día cuando Sanji despertó, mareado y confundido; se llevó la mano a la frente, no soportaba el terrible dolor de cabeza que lo atacaba; cerró sus ojos intentando soportar el dolor mientras trataba de recordar qué había ocurrido... nada, su mente estaba en blanco. Quitó su mano de su frente y abrió los ojos, topándose con la cara del peliverde muy cerca de la suya

- ¡¡¡¡¡KKKKYYYAAAAAAAA!!!!- su alarido se escuchó por todo el hospital, molestando no sólo a los pacientes, sino también al personal del lugar.

- baja la voz, estúpido- le regañó el espadachín sentándose a la orilla de su cama- vas a hacer que te echen

- no hubiera gritado si no me hubieras puesto tu espantosa cara enfrente- habló un poco más calmado. Se revolvió sobre la cama y se acostó de lado, intentando que los rayos del sol no empeoraran su jaqueca- me siento fatal...- susurró cubriéndose la cabeza- no me acuerdo de nada

- supongo que es algo normal, era una droga muy potente

- ¿droga?

- pusieron droga en tu bebida anoche. Y tú no te tomaste una dosis, sino dos; estuviste a punto de morir, ¿sabías?

- no... no recuerdo nada de eso...

- no esperaba que lo recordaras- le dio unas palmadas en la espalda- da igual, lo importante es que estás bien. Los doctores dijeron que te darían de alta en cuanto despertaras, así que mejor vayámonos de aquí

- sólo si aceptas mis condiciones- respondió aún resguardado por las sábanas

- bien, bien- la verdad es que no estaba de ánimos para peleas, así que optó por aceptar- ¿qué quieres?

- deja que un médico te revise la herida de tu hombro

- ¿aún estás con eso?

- si no lo haces, no iré a ningún lado... ¿te duele, verdad?... si la herida empeora...- hizo una pausa- ... no podrás... cuidar de mí...

- ...- Zoro se sorprendió, ¿había escuchado bien? Sanji no sólo le había dado a entender que le preocupaba, sino que lo quería a su lado- qué remedio- se rindió al fin- aceptaré tus términos. Iré con el médico, ahora vuelvo...

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Después de una revisión en a la herida de Zoro y un último chequeo a Sanji, los dos finalmente regresaron a su temporal hogar. Los médicos habían ordenado absoluto reposo para el rubio hasta que la droga saliera de su organismo, seguramente otras 24 horas, lo que terminó por retrasar su reunión con La Gata Ladrona nuevamente.

- eres un problema tras otro- le dijo Zoro al cocinero mientras le entregaba un vaso con agua

- mira quién lo dice- bebió todo el líquido y volvió a recostarse- el médico me dijo que no has dormido...- comentó al ver las enormes ojeras bajo sus ojos- deberías descansar un poco

- ¿estás preocupado por mí?- preguntó el otro

- idiota

- voy a preparar algo de comer- comentó yendo a la salida- ¿qué te gustaría?

- ¿sabes cocinar?- le miró desconfiadamente, si su cocina era igual a su sentido de orientación, esta vez sí que acabaría muerto

- sólo fideos

- ¡¿y por qué diablos preguntas qué quiero si no sabes hacer otra cosa?!- gritó colérico, más su dolor de cabeza apagó su ira

- el doctor dijo que no te exaltaras

- eso es claramente imposible teniéndote cerca

-...- el peliverde se rió un poco y siguió su camino. Justo estaba por abrir la puerta de la habitación cuando alguien la abrió desde el lado contrario, dejando a Zoro estampado entre la pared y la puerta.

- ¡oi, Zoro!- dijo animado el recién llegado; un hombre de pantalones cortos y botas negras, su camisa desabrochada dejaba al descubierto su bronceado y bien marcado torso; cabello negro enmarcando su infantil rostro, una ancha sonrisa, algunas pecas, y sobre su cabeza, un sombrero naranja...

Continued...

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* "Mademoiselle" es "Señorita" en francés

** El Rohypnol es un sedante muy poderoso que se usa normalmente para tratar problemas de sueño como el insomnio severo. Lamentablemente, también es utilizada con otros fines, como una droga o, como lo vimos en este fic, para dormir a las personas. Al ser incolora, inodora e insabora al disolverse en alcohol, en algunos bares y centros nocturnos lo usan para dormir principalmente a mujeres y abusar de ellas. Por sus propiedades psicotrópicas, tiene efectos secundarios como desmayos, fiebre, náuseas, vómito, mareos, desaceleración cardíaca y respiratoria, dolores de cabeza y musculares, confusión, cambios repentinos de humor, pérdida de memoria, disturbios visuales, coma o hasta la muerte si no se atiende inmediatamente.


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