13.2: El Basurero

(Actualización doble. Asegúrate de haber leído el anterior)


"Huyamos" 

Tan fácil decirlo, tan difícil hacerlo. Huir, ¿dónde? Centauria era un lugar muy prometedor, pero los permisos para dejar la ciudad eran difíciles de conseguir. Y eso, teniendo todos los papeles al día. Ni hablar, si llevabas en el equipaje un hombre prófugo que abandonó a su esposa. Necesitaban ayuda, pero, ¿quién podría arriesgarse a darles una mano?

Thea estaba echada en su cama, con la cabeza apoyada en las piernas de Stephen. Era la quinta vez que la visitaba en su cuarto. Sabían que estaban tentando a la suerte, pero se necesitaban. La urgencia de las primeras veces, había dado paso a una relación más calmada y placentera. Hablaban de todo. Thea disfrutaba con las anécdotas de la Escuela de Stephen, que la hacían reírse hasta ahogarse para no hacer ruido y despertar a Charlotte. Ella, a su vez, le contaba sus peripecias de su adolescencia y de los sueños que perseguía ahora.

—¿Has escuchado de Chiara Freeman? —le preguntó.

Había investigado un poco sobre ella en la red. Tenía artículos muy interesantes y más seguidoras de las que se esperaba. Su discurso de igualdad iba de acuerdo a los ideales de la chica. Le hubiera encantado conocerla en persona y hablar con ella. Quizás, hasta le pediría unirse a sus filas. 

Se había enterado que había sido partícipe de un par de protestas en lugares emblemáticos, como la Feria de Apolo y la Escuela. Aquello le había valido un par de meses en prisión por subversiva. Sin embargo, no se dejaba amedrentar. Thea no tenía dudas de que Chiara estaba cocinando algo grande desde lo oculto. Ojalá cumpliera con su cometido.

—La he conocido —respondió él, sonriendo—. Estaba allí contigo, ¿recuerdas?

—¡Es verdad! Qué fiesta horrible. Me sentí muy mal —recordó Thea.

—Imagínate cómo me sentí yo. Demasiada atención.

Thea se incorporó un poco, acercando su rostro al suyo. Enarcó una ceja.

—Deberías estar acostumbrado... ¿Qué me dices de la Feria?

—Prefiero que me admiren de lejos. O de a una, por vez. No soy un animal de circo.

Thea sonrió.

—Creo que fue peor someterte a Beatriz sin poder defenderte.

Stephen puso mala cara.

—No me la nombres. Me llamó "postre".

—Es una mujer escandalosa... Siempre lo ha sido —Thea torció el gesto.

— ¿Qué querías decirme de Chiara?

—Me cae muy bien esa mujer. No le importa decir lo que piensa. Está intentando impulsar un proyecto de ley para ustedes.

Stephen se rió. Sí, claro. Como si fueran a darle quórum.

—No te hagas ilusiones —le dijo.

—No te burles. Han bajado las ventas. La Escuela está en un aprieto...

—Es enorme ese lugar... Y hay muchas habitaciones individuales. Espacio desperdiciado. Yo creo que falta mucho para esa crisis de la que hablaste el otro día.

—No te creas... Hay un 70% de ocupación. Son muchos más los que entran, que los que salen.

—¿No será que se les fue un poco la mano con los precios? —preguntó Stephen, con un brillo de diversión en la mirada.

—Al contrario, ahora es más fácil. —Lo miró, enojada.

—¿Entonces, por qué no te compraste uno? —disparó, poniéndose serio.

"Porque ya no quiero otro", pensó. 

Thea le sostuvo la mirada. Habían hablado de muchos temas, pero ese en particular, lo habían esquivado como campeones. Sopesó cuánto contarle. De repente, la inundó la inseguridad. ¿Qué pensaría de todo?

—No puedo hacerlo. No tengo dinero suficiente. El día que quise comprarte, la encargada me dijo que no quedaba saldo en mi cuenta —Él asintió en silencio.— Llamé al banco y me dijeron que se había efectuado una compra recientemente.

—¿Te estafaron?

Thea se rió con amargura.

—Algo así... La cuenta era de mi madre. Yo había ganado un premio lo suficientemente bueno como para poder comprar un hombre, pero en mi cuenta bancaria no me daban los números para depositarlo. Así que le pedí a ella que me cediera la suya, como una tonta. Compró un auto para mí. Uno muy bonito, no te lo voy a negar. Pero yo quería un esposo. —Hizo una pausa, respirando hondo— Desde ese día que quiero deshacerme de ese auto. Aún no logro venderlo. No me ha quedado nada. Y no pediré un préstamo.

— Sé paciente —le dijo, aparentando serenidad, pero sintiendo que una parte suya moría con eso— Ya encontrarás una compradora. Y ya podrás tener lo que deseas.

—Aria se ofreció a regalarme uno —le contó.

—¿Entonces? —le preguntó, extrañado.

—Te quiero a ti —susurró, mirando el piso.

Stephen sabía muy bien cuánto ansiaba casarse ella. Él se habría ofrecido de buen grado. Sin embargo, no tenía poder de decisión en eso. Pero sí lo tenía con otra cuestión. Estaba siendo muy egoísta, jugando con fuego y arrastrándola con él.

—Creo que será mejor irme... —dijo, poniéndose de pie.

Thea le agarró la muñeca, antes de levantarse también. Él se quedó mirando su mano. Si la veía a la cara, se le iría la decisión por el desagüe.

—Steph...

Un ruido en la puerta la interrumpió. Se les heló la sangre. El picaporte giró y luego todo se le hizo a Thea como algo en cámara lenta. Stephen corrió a la ventana, pero no lo suficientemente rápido. Charlotte se los quedó mirando, lívida. La expresión de sorpresa dio paso a una de furia, que los clavó en el suelo a ambos.

—¡¿QUÉ ES ESTO, GALATHEA?!

Y así los dejo *corre a esconderse*.

¡Gracias por leer!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top