Misión 8

8. Escribe una escena navideña ambientada en un mundo postapocalíptico (+300 palabras) (7 Monedas).

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Hacia muchísimo tiempo que no se veía una luna llena tan brillante sobre las ruinas de la ciudad, que hace hasta hace algunos años fue considerada una metrópolis en crecimiento. Las torres y edificios a medio caer se alzaban como esqueletos de concreto, acero y vidrio roto. El viento atravesaba las estructuras en ruinas, haciendo crujir el metal oxidado y creando nubes de polvo en las abandonadas calles. Jonás, un joven de 16 años que vivió y sobrevivió el cataclismo, vio con tristeza el paisaje desde la azotea de un hotel que aún se mantenía en pie.

"Jonás". Llamó una voz antes de abrir la puerta de la azotea. El susodicho miró hacia atrás y vio a su mejor amigo, que a pesar de todo nunca perdió su personalidad extrovertida. "Qué sucede Nick?". Preguntó Jonás, preocupado de que algún animal mutado quisiera entrar en su zona segura. "La alcaldesa dice que estemos todos para la cena navideña". Informó Nick algo emocionado. Jonás no estaba tan emocionado, porqué celebrar una fiesta que valoraba el amor familiar cuando muchos habían perdido tanto los últimos 5 años. "Me sorprende que alguien llevara la cuenta del calendario". Comentó Jonás, sin dejar que su rostro reflejara sus verdaderos pensamientos. No iba a dañarle la fiesta a Nick, y menos cuando su novio estaba recuperándose por el ataque de los forajidos.

Los chicos bajaron las escaleras y caminaron por los pasillos repletos de escombros, saludando a algunos de los demás sobrevivientes que iban al mismo lugar. Llegaron hasta el gran salón de baile; sorprendentemente poco deteriorado siendo solo la cúpula de cristal del techo y algunas barandillas lo único roto del lugar. Todos habían improvisado una especie de árbol navideño en el centro del salón; un gran pino seco, con restos de telas de viejas de color envolviéndolo y tuberías oxidadas manteniéndolo en pie, y fragmentos de cristales rotos y figuras de madera tallada colgaban inocentemente. Y en los grandes ventanales rotos, trozos de tela pintada con carbón y tinta hecha por los científicos de química, ondeaban en el aire frío, simulando banderas festivas.

Se habían puesto mesas con telas rotas y sucias; la vajilla era formada por distintos platos y vasos. En el centro de la improvisada fiesta, niños de rostros sucios pero sonrientes cantaban villancicos que sus padres les habían enseñado. Las voces frágiles y nerviosas, pero esperanzadas, resonaban en el salón, mezclándose con el chisporroteo de las llamas. Jonás a pesar de todo, sonrió ante la vista. "Podía ser un nuevo comienzo". Pensó Jonás antes de notar que la alcaldesa entró al salón.

La mujer de mediana edad se le notaba el cansancio y el gran peso de ser líder durante el desastre, pero a pesar de todo no había perdido el temple y la elegancia que tuvo desde antes del apocalipsis. Detrás de ella, entró el hombre más longevo de la ciudad; un anciano bastante fornido con barba blanca, ataviado con una chaqueta de un rojo descolorido y remendada con parches, repartió pequeños trozos de pan dulce para abrir un poco el apetito y poder disfrutar mejor de la comida cuidadosamente racionada para esa noche. Todos los presentes no tardaron el apodarlo "Santa" en tono de broma, aunque la sonrisa en su rostro demostraba que aceptaba el título con orgullo.

Un grupo de ingenieros y electricistas lograron reparar algunas baterías para mantener encendida una cadena de luces LED; parpadeaban débilmente y la cajita de música sonaba con algo de estática, pero producía un sentimiento cálido. Quizás las lucecitas ya era un lujo innecesario en opinión de Jonás y otros sobrevivientes, pero esa noche... esa noche lo valía. "La luz es esperanza". Declaró la alcaldesa mientras les sonreía a todos.

"Hemos llegado hasta aquí; perdimos a muchos en el desastre y a muchos más en los daños colaterales del cataclismo..." Muchos tenían lágrimas en sus ojos; Nick abrazó a Jonás. "Pero... logramos vivir; eso es lo que importa, nuestra existencia es luz". A pesar de las hogueras, el frío calaba hasta los huesos, pero nadie se quejaba. Por primera vez en mucho tiempo podían respirar paz. "Somos parte del remanente de la humanidad; cada recuerdo y tradición de nuestras anteriores vidas nos fortalece. Y, de todo corazón, espero que el futuro sea mucho más brillante". Todos tenían lágrimas en sus ojos. "Ahora, disfrutemos de una merecida cena". Declaró la mujer mientras se secaba sus lágrimas. "Y más les vale disfrutarla, me llevó horas". Ordenó el anciano "Santa" en un gruñido, haciendo reír a todos.

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Cuando el reloj reparado del hotel marcó las doce, todos alzaron sus vasos llenos de vino aguado. "Feliz Navidad". Exclamaron todos, sintiendo una calidez que no sentían en mucho tiempo. Jonás, se sacó del cuello un relicario que tenía una foto de sus padres, su hermano y él. "Feliz navidad familia". Dijo él en un susurro antes darle un tierno beso a la foto...

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Saludos...

Editorial_Silver y EditorialSalem


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