CAPÍTULO 69

"Alguien llama a su puerta. Ella abre.

—¿Wen?

—Ven conmigo."

Lia espantó el recuerdo. Sacudió la cabeza y volvió a concentrar su vista en la hoja del tablero. Al parecer, sólo había podido responder un par de preguntas antes de quedarse sin respuestas. La mayoría de las casillas, se temía, permanecerían en blanco.

Suspiró. Al menos tenía puesto algo en el apartado del "nombre", aunque... ¿les bastaría a ellos con sólo "Lia"? Tendría que bastarles.

A su alrededor la atmósfera era de completa calma. Una enfermera revisó la cantidad de su catéter, poco después vio a un intendente limpiar el suelo pulido y un par de doctores pasearon por el pasillo ignorando su presencia. Fácilmente hasta ella podía pensar que era una paciente más al que se le daría su alta en pocas horas, lo que le hacía sentirse como en un sueño. Momentos antes se había encontrado al límite de sus fuerzas, pero ahora... bueno, era una escena de lo más irrealista. Casi como si se hubiera despertado en un mundo alterno.

En especial por la presencia del oficial de policía que se encontraba a su lado.

Sintió la mirada del hombre por encima del hombro.

"Los guardias las vigilan atentamente, intimidándola. Una Liz camina cabizbaja a su lado sin emitir palabra. Wen le ordena al guardia que custodia la habitación de Anne que abra la puerta.

—Traigo una orden escrita por el señor Luc.

El hombre las mira con desconfianza. Wen levanta la hoja. Al final, él gruñe en respuesta".

Lia parpadeó. Otra vez los recuerdos. Supuso, con resignación, que durante un tiempo no iba a poder librarse de ellos. Le dirigió una mirada al oficial, pero este desvió los ojos de inmediato. No parecía peligroso. "Posiblemente crea que soy una tonta" pensó. Aquello no le molestaba. Le daba lo mismo lo que la gente creyera de ella, pero odiaba la idea de despertar cualquier tipo de curiosidad.

Pasó de largo otras casillas que sospechaba que le pedirían rellenar, aunque rogaba que no fuera el caso.

—¿Señorita Lia?

Levantó la cabeza del tablón. Se encontró con dos oficiales que la miraban sin expresión alguna, aunque el que le había dirigido la palabra lo había hecho en tono amable. ¿Demasiado amable quizá?

—¿Sí?

—Hay algunas personas que desean hablar con usted.

Con alivio abandonó el tablero. No obstante, no tardó en ponerse nerviosa. Por un segundo le invadió un pequeño ataque de pánico, ¿acaso se trataría de Lucian?

"Wen levanta más en alto la hoja.

—Aquí está, ¿ves esto? Esta es su firma. Y exige expresamente que las dejes ir para explicarles las nuevas reglas —el guardia no responde, pero la duda le invade los ojos—. Si no estás de acuerdo con eso, puedo hacerle una queja al señor Luc. No por nada soy la que administra esta casa, pero no estará contento cuando lo interrumpa por no hacer tu trabajo.

El hombre masculla algo. Un momento después abre la puerta.

—Si me muerde, no respondo a lo que pueda hacerle.

—Estoy de acuerdo.

Cuando entran, los recibe una hosca Anne, que los mira con ojos asesinos.

—Anne —dice Wen—. Más vale que cooperes".

—¿Puedo saber quiénes son? —preguntó Lia.

—Dijeron que lo sabría en cuanto los viera —al notar que ella dudaba, el oficial se apresuró a añadir—. No permitiremos que le hagan daño. No tiene de qué preocuparse.

Eso no le decía mucho y tampoco la tranquilizaba del todo, aunque había sido un lindo gesto de parte del oficial el haberlo intentado. La curiosidad fue mucho más grande, por lo que terminó por asentir. De todas formas, pensó que de haberse tratado de Lucian, nada ni nadie le impediría a este entrar para recuperarla.

Los oficiales dieron paso a dos personas: una mujer y un hombre. Ella era menuda, tenía el cabello corto a la altura de la barbilla y le dedicó una mirada amable. Él, en cambio, era alto y de buenas proporciones. Tenía el cabello negro y vestía un uniforme de oficial, aunque no se parecía a los guardias que custodiaban su habitación. Y cuando Lia le miró los ojos...

De alguna forma, su mente lo reconoció.

"Es él" pensó. No, no se trataba de Lucian, tampoco ninguno de los clientes con los que había interactuado antes. No podía explicarlo, pero sabía perfectamente que ya lo había visto. Esos ojos no podía pasarlos por alto.

—Hola Lia —dijo la mujer—. Supongo que ya sabes quienes somos.

"Cuando por fin bajan por las escaleras, Anne se resigna a dejarse guiar por el ritmo del hombre que la tiene sujeta por la espalda. Sin embargo, cuando este llega a la altura de Wen, Lia puede escuchar un tenue pero entendible: "Maldita traidora" escupido entre dientes.

Wen ni se inmuta".

No fue hasta que la llamaron por segunda vez que se dio cuenta que se había sumido en un recuerdo. Se apresuró a hacer un asentimiento.

—Hola Helga.

La mujer sonrió.

—En realidad —dijo—, me llamo Helena. Helga es el nombre que utilicé para no despertar las sospechas del señor Luc. Entiendo que ha sido el mismo caso con ustedes, ¿me equivoco?

Lia miró la casilla con su único nombre garabateado. Como respuesta se encogió de hombros.

—Y me imagino que tienes muchas preguntas —evidentemente, así que asintió—. Intentaremos responder a todas ellas por su puesto —Helena señaló al oficial a su lado—. No sé si recuerdes a uno de mis ayudantes. Él es el detective Jayson. Se hizo pasar en una ocasión por uno de mis hombres para ayudarlas en los preparativos de la fiesta, además de algunas remodelaciones de las habitaciones.

El detective Jayson inclinó la cabeza. Lia apartó la mirada.

—Está bien sino lo recuerdas, en esa ocasión tanto él como yo nos...

—Lo recuerdo —dijo, tal vez demasiado apresurado—. Es decir, a ambos. Los recuerdo a los dos.

Notó que sus palabras los tomaba desprevenidos, y no quiso volver a mirarlo a él a los ojos por miedo a ponerse más nerviosa de lo que estaba.

"—Aquí puedes dejarla —dice Wen. Las habían conducido a una de las habitaciones aseguradas con escáner. Lia se lleva una enorme sorpresa al ver a Karla y a Layla también allí. Ambas las reciben con las caras inexpresivas. El guardia lleva a Anne a una esquina y la obliga a arrodillarse para esposarla a las patas de una cama. Anne le dirige una mordida al hombre, pero este consigue alejarse antes de que le alcance.

—Bien. Ahora puedes irte —él permanece unos tensos segundos más, pero al final se da la vuelta con los puños a los costados.

Cuando cierra la puerta, Wen posa una mano en esta...

...y exhala un suspiro.

—Perra traidora —ladra de inmediato Anne—. Hija de puta, ¡no tienes ni idea de lo que te haré si...!

Wen se vuelve en redondo. Saca unas pequeñas llaves de uno de sus bolsillos y se las lanza a Karla.

—Libérala. Sólo tenemos una hora".

—Señorita Lia —dijo el detective, y ella reconoció esa agitación en su pecho en cuanto lo escuchó mencionar su nombre—. Entenderá que estamos aquí debido a las complicaciones que han surgido estos últimos días. Su caso y el del resto de sus compañeras ha sido una de nuestras prioridades en cuanto se nos informó de lo que estaba pasando en esa casa, incluso cuando se nos ordenó explícitamente que no interviniéramos. Con la evidencia que se nos entregó hace un par de días sólo era cuestión de esperar la orden parar irrumpir y sacarlas de allí, pero hace unas horas, cuando me notificaron los disturbios en la casa del señor Jones, además de dos mujeres encontradas a mitad de la noche, una en el hospital y otra en estado crítico, tuvimos que apresurar las cosas.

El corazón de Lia dio un vuelco.

—¿Entraron a la casa? —preguntó—. ¿Pudieron sacar a las demás?

El detective Jayson vaciló.

—Me temo que no. En cuanto llegamos, la casa ya estaba deshabitada. No había nadie. Excepto los rastros de una pequeña explosión en la cocina, ropas en el suelo y rastros de semen en el jardín trasero. No encontramos nada más.

Sintió que el mundo entero se venía abajo.

"—En este momento la habitación tiene la cámara de seguridad pausada —explica Wen—. Nadie verá ni oirá nada de lo que vayamos a decir. Pero no será por mucho tiempo.

Karla deja caer las cadenas de las muñecas de Anne, le murmura algo en voz tan baja que es inaudible para todas.

—Bien —continua Wen—. Miren, sé que estamos...

Anne corre y le lanza un puñetazo, antes de que Karla pueda detenerla.

—¡Fuiste tú! —grita Anne—. ¡Tú fuiste la que la delató! ¡Fuiste tú a la que no le importó lo que le pasaría! ¡Todo esto es culpa tuya! ¡Tendrías que ser tú la que debiera estar encerrada en ese hoyo y no Sam! ¡Sam sólo hizo lo que tenía que hacer para sacarnos de aquí! ¡No tendría que estar...!

Anne deja de gritar. Se muerde los labios y parece que está a punto de llorar, pero no lo hace. El resto no dice nada. Parecen compartir sus pensamientos.

—Ayúdenme a sacar a Sam".

—Desconocemos cómo se las ingenió el señor Jones para dejar el sitio sin pista de su paradero —siguió el detective—. Por eso, antes de que nos diga sus preguntas, es de vital importancia que nos cuente qué fue lo que ocurrió.

Lia los contempló con un nudo en la garganta.

—¿Qué hay de Samanta?

—Ella aún no ha despertado —respondió Helena—. No podemos averiguar nada hasta que lo haga.

—Y nos urge saberlo todo ahora —agregó él.

Lia respiró hondo, pero asintió.

Procedió a contarles todo.

Pasaron veinticuatro horas antes de que la enfermera por fin le permitiera salir de su habitación, o por lo menos dejarla caminar un poco por los pasillos. Lia no sentía que algo estuviera mal en ella, presentía que los doctores, en vista de saber el sitio de donde provenía, querían asegurarse que nada estuviera fuera de lugar, o eso se esforzaba por creer.

Sin embargo, ¿a dónde más podía ir? No conocía el sitio en donde se encontraba, por no decir que no se sentía en un lugar más seguro que ese, con la vigilancia de los guardias y ahora con la presencia de Helena y el detective. Debía sentirse a salvo, ¿no es cierto?

Costaba creerlo, sobre todo cuando el estado de Sam gritaba todo lo contrario.

"—Sé que tienen mucho qué desconfiar de mí. No les he dado razones para fiarse de mi palabra en estos últimos días, y sé que el hecho de que esté tan preocupada de agradarle al señor Luc hace que esa desconfianza crezca. Pero ahora les voy a pedir que me crean, al menos una última vez —Wen levanta el rostro, y agrega con total firmeza en sus ojos—. Yo no acusé a Samanta. Jamás lo hice. Quiero pensar que nunca lo habría hecho, pero de eso no estoy segura. Sin embargo, estoy dispuesta a lo que sea para sacarla de aquí, y haré hasta lo imposible para lograrlo, con o sin ustedes. Es algo que estoy dispuesta a hacer, pero me vendría muy bien su ayuda. Así que, por favor, ayúdenme a sacar a Sam".

El sonido de la máquina a su lado sonaba en un continuo bip. Era lo único que se oía en esa habitación además de la respiración de la propia Samanta.

Lia no podía apartar sus ojos de ella. Sabía que Lucian le había hecho cosas que no se atrevía a imaginar, era lo obvio cuando lo vio tan encolerizado en medio de la sala central. La mirada asesina y la forma en que agarraba a Samanta sólo auguraba un castigo terrible. En el rostro de ella se notaba que tenía el labio roto y varios hematomas. La mejilla derecha estaba más hinchada que la de la izquierda, por no decir de las pesadas y oscuras ojeras que cargaban sus ojos. El pelo sucio y sin brillo además de los labios resecos.

La peor parte eran los brazos. Cuando Lia los examinó más de cerca, vio que en estos no sólo había más moretones y heridas de las que podía contar, sino quemaduras. Horribles quemaduras.

No. No podía ni imaginarse lo que Sam había pasado en esas horas aislada. Incluso se preguntaba si sobreviviría.

—Los doctores dicen que debió morir a causa del frío.

Se dio la vuelta. En la puerta de la habitación, una mujer de estatura pequeña contemplaba a Sam casi con admiración. Lia no respondió al comentario, pero sí que estaba de acuerdo.

"Karla se acerca a Wen y posa una mano en su hombro.

—Díselos.

Wen la mira con temor, pero Karla asiente.

—¿Decirnos qué? —pregunta Anne—. ¿Qué no nos ha dicho?

—Nosotros... quiero decir, el señor Luc... él...

—¿Qué no es obvio? —interrumpe Layla, irritada—. No sólo Sam está en problemas, también nosotras.

—Eso lo sabemos —replica Anne—. ¿Qué hay con eso?

—Debido a lo ocurrido con Sam —retoma Wen—. El señor Luc ha estado moviéndose continuamente en estas horas. He realizado con él algunas llamadas, buscado contactos y enviado algunos mensajes.

—¿Y?

Wen inhala aire profundamente.

—Él planea marcharse."

La mujer se adentró más a la habitación. Ambas continuaron contemplando a Sam como si esta fuera a abrir los ojos en cualquier momento, aunque Lia supuso que para eso pasarían horas. La idea no le desesperaba, podía tener paciencia.

—La verdad no creí que nadie pudiera convencerla —continuó la mujer. Lia la miró interrogativa—. Salir. La última y única vez que la vi, estaba muy determinada a no escapar sin ustedes. Fue un pensamiento que, sinceramente, creí que nadie en su sano juicio tendría. Pero ella no lo dudó en ningún momento.

Lia regresó su vista a Sam. Estaba de acuerdo con la mujer. Tampoco le había parecido que demostrara muchas ganas de irse a no ser que todas pudieran salir.

—¿Se encontraron? —dijo cuando cayó en cuenta—. Es decir, ¿Helena no era la única con la que se ponía en contacto con ella?

La mujer asintió.

—Fue algo que no teníamos previsto. Lucian había hecho unos cuantos movimientos extraños que no quisimos poner la misión en riesgo, aunque Helena sabía tener cuidado. Pero preferimos tomar la precaución por si acaso.

"Y aun así no les funcionó", pensó Lia, aunque prefirió guardar el comentario para sí misma.

"—Lucian planea abandonar la casa —dice esta vez Karla—. Lo abandonará todo. Únicamente permanecerá el edificio, una cáscara hueca de la que se encargará de no dejar huella. Porque nosotras...

—A nosotras nos llevará con él —termina Wen.

El terror le recorre el cuerpo entero.

—Pero... —dice Lia—. Eso significa...

—Que tenemos poco tiempo para liberar a Sam antes de que empiece el traslado, porque una vez que este se lleve a cabo, todo rastro de que estuvimos en este lugar habrá desaparecido. El señor Luc borrará sus huellas, y si eso ocurre, entonces...

—Entonces Helena jamás podrá encontrarnos —concluye Anne."

Lia y la mujer contemplaron a Sam unos segundos más, luego se animó a preguntar:

—¿Quiénes son ustedes?

La mujer la miró casi con sorpresa.

—El señor Jayson es detective —dijo Lia—, eso dijo Helena, pero ni tú ni ella tienen pinta de ser algo así. ¿Cómo es que dieron con nosotras o pudieron mantener todo esto sin que Lucian se enterara? Nunca nos quedó claro, y Anne jamás nos lo contó. ¿Quiénes son?

—Nadie con mucho poder, me temo —en ese momento, Helena apareció hablando con un par de enfermeros. Lia y la mujer contemplaron su diálogo en silencio, y por la manera en que Helena gesticulaba con las manos, Lia supuso que no tardaría en darles nuevas noticias, aunque presentía que no serían de las buenas.

—¿Son una especie de policía? —preguntó.

La mujer sonrió.

—No lo creo.

"—¿Qué hay que hacer?

Wen y Karla intercambian una mirada.

—Dijiste que tienes un plan —insiste Anne—. No nos llamarías hasta aquí de no tener uno.

—Y es así, pero... No sé si pueda funcionar, al menos no para todas.

Lia no tarda en atar los cabos.

—Tu plan tiene como objetivo sacar a Sam. Por eso dices que no sabes si va a funcionar para todas, porque sólo te enfocarás en que ayudemos a Sam.

—Es la única manera".

—Helena y yo hemos trabajado juntas anteriormente —continuó la mujer—. Aunque nunca en algo como esto. Su caso nos llamó la atención desde el primer instante en que ella se enteró de su existencia.

Lia vio que Helena se llevaba algo al oído. Captó su mirada antes de que esta se diera la vuelta y le diera la espalda.

—¿Son del FBI?

La mujer se mostró divertida.

—No —miró también a Helena—. Pero creo que ella casi podría serlo.

"—Intentaremos sacar a todas las que podamos —dice Karla—. Si es posible, que sean todas nosotras, pero nuestra meta es Samanta. Sé que lo que Wen está pidiendo es demasiado. Por eso queríamos saber si todas están seguras de hacerlo. Como saben, tendremos que planearlo cuanto antes, el tiempo no nos alcanzará para algo mejor que esto, así que necesitamos que nos den una respuesta ahora. ¿Están dispuestas a participar con nosotras? Por favor, no sólo tomen en cuenta los riesgos, porque aunque no las culparemos en caso de que decidan negarse, es nuestra última oportunidad de darle un golpe bajo a ese hijo de puta y demostrarle que no puede controlarnos para siempre. Podemos hacerlo. Por Sam. Por Emily. Por nosotras. Tenemos que hacer algo."

Lia frunció el ceño.

—¿Entonces qué son?

La mujer dudó, luego suspiró.

—Helena es periodista —leyó la expresión de Lia—. Lo sé, sorprendente, ¿no es cierto? Nunca te esperas algo así.

No respondió de inmediato.

—Vaya.

La mujer le sonrió comprensiva.

—Lo entiendo. Verás, Helena siempre ha tenido sed de las buenas historias, y le hacía falta contar una como la de ustedes —miró a Lia dubitativa—: Yo... yo soy terapeuta. Mi nombre es Dafne.

A Lia aquellas respuestas la tomaron desprevenida. Sí que se había esperado algo mucho más impactante que eso. En sus imaginaciones, Helena había sido una especie de policía encubierto que estaba dispuesta a llevar a Lucian a la justicia, pero con toda esa información, las cosas se le hicieron más difíciles de entender que antes.

—Wao —dijo. No sabía qué más decir.

"—Hagámoslo —dice una voz. Todas voltean en su dirección.

—Liz —dice Karla—. No es necesario que tú participes. Podemos buscar otra manera en la que no te encuentres implicada. En tu caso, solo queríamos informarte. No tienes que hacer esto.

—Quiero salvar a Sam —farfulla Liz—. No me importa lo que sea que haya hecho, yo... debí... yo debí... —le salen lágrimas, y no puede terminar la oración.

Y con eso, todas parecen unirse al plan".

Permanecieron otros largos segundos en silencio. Lia notó que algo en la expresión de Sam había sufrido un par de cambios. ¿Acaso estaba frunciendo el ceño? Vio cómo Dafne se movía hasta aproximarse a algo que estaba a lado de la cama. Era una mochila de Scooby Doo.

—Es de Sam —explicó Lia—. No se separa nunca de ella —o al menos eso era lo que había notado.

Dafne sopesó el peso de la mochila. Con inquietud, Lia creyó que se atrevería a abrirla para hurgar en su interior, sin embargo, Dafne la devolvió en su sitio con el ceño levemente fruncido.

—Ojalá pueda despertar pronto. He esperado hacerles a ambas unas preguntas para saber...

La máquina que estaba conectada Sam comenzó a pitar.

"Wen les entrega sus participaciones en el plan. Lia no puede evitar mostrar su incomodidad. Los detalles de lo que tiene que hacer le parecen familiares. Casi como...

—Esto es lo que hicimos en el evento —dice Anne al ver su propia hoja—. ¿Quieres que organicemos otra fiesta? ¿Para qué?

Wen está a punto de responder, pero una risa la interrumpe.

Todas se voltean a ver a Layla. Sus ojos brillan y una sonrisa ensoñadora se le extiende por toda la cara.

—Una orgía —chilla—. Pretendes que hagamos una orgía. ¡No tienes idea de lo feliz que me has hecho!

Liz, Anne y Lia forman una mueca. Los pensamientos que se le vienen encima no son nada alentadores, y antes de que alguna exprese su descontento, es Wen quien habla primero.

—No te emociones. Tú tienes un papel muy importante.

Layla le resta importancia con un bufido.

—¿Qué? ¿Eso? Será pan comido.

—¿Qué será pan comido? —pregunta Lia.

Antes de que Wen alcance a explicarlo, Anne le arrebata la hoja a Layla y lee con detenimiento.

—Vas a buscar la última pista —alza ambas cejas—. En la habitación de Lucian."

Tanto Dafne como Lia soltaron un brinco ante el repentino ruido. Era la máquina que estaba conectada a Sam, y no tardaron en ver que ella estaba formando una mueca de dolor.

A Lia todo le pareció ir demasiado rápido a partir de ese momento. Varias enfermeras entraron apresuradas a socorrer lo que sea que estaba sucediendo. Dafne retrocedió junto a ella y entre las dos observaron con los ojos muy abiertos aquella desesperante escena, hasta que una de las enfermeras cayó en cuenta de su presencia y las instó a que esperaran en el pasillo.

"—Buscar las pistas será lo fácil —continua Layla—. ¿Solo debo hallar algún objeto que tenga el símbolo de una flor? Dalo por hecho.

Las demás se miraron entre sí.

—Layla —dice Anne—. Esto no es fácil. Colarte en los aposentos de Lucian es como meterte a un pozo lleno de tiburones, ¡tiburones feroces y con hambre! Yo ni siquiera conseguí llegar a la puerta la primera vez que lo intenté.

—Ahí estuvo el error, querida —dice Layla con sorna—. Que esa vez lo intentaste tú.

Anne la dedica una expresión molesta.

—El señor Luc no ha estado disponible durante estas noches —menciona Wen—. Sus guardias custodian la puerta últimamente. Es lo que hace cuando no está. Con una orden falsificada, puede que eso te ayude.

Layla forma una sonrisa burlesca.

—¿Y eso cómo lo sabes?

Wen no responde, pero su cara se vuelve roja.

Anne hace una arcada.

—¡Puaj! Que asco."

El ambiente se había vuelto tenso, pero Lia no supo lo que tenía que hacer a continuación, así que optó por esperar en el pasillo a que llegaran las primeras noticias. Dafne le preguntó si necesitaba algo, pero le respondió que no. Todavía no tenía estómago para probar algún bocado. De hecho, ¿hace cuánto que no comía?

Minutos más tarde, todavía sin que ni una de las enfermeras la pusiera corriente de lo que pasaba, Lia repasó cada uno de los hechos que habían transcurrido en esas más de veinticuatro horas. Se sentía como la primera vez que había pisado aquella casa, días después de que Lucian diera con ella y el antiguo prostíbulo en el que había estado trabajando hasta entonces. Las cosas podían cambiar drásticamente en menos de un día. Era una sensación que no recordaba tan mal.

—¿Se encuentra bien?

Levantó la vista, y su corazón reaccionó latiendo más rápido.

Era el detective Jayson, y la miraba con preocupación.

—Tenga, le traigo esto —le tendió un vaso de lo que parecía café y un panecillo.

Lia no supo cómo corresponder al gesto. Por un lado, estaba el hecho de que no tenía hambre, y por el otro, la ponía muy nerviosa la presencia de ese hombre. Optó por aceptar el detalle.

—Gracias.

El detective tomó asiento a su lado. Él también tenía su propio café y un paquete de galletas. Ninguno de los dos pareció apresurado por comer. Permanecieron largos segundos en silencio, aunque tal vez se debiera a que ella no tenía idea de qué decirle. No podía hablar de nada que no le hubiera contado ya, excepto, tal vez, de la razón por la que lo recordaba.

Sintió que su cara se calentaba.

Debía ser por el café.

—Usted pinta, ¿cierto?

Lia abrió excesivamente los ojos, pero no lo miró, solo asintió.

—Recuerdo que lo hacía —continuó él—. La vi aquella vez que me infiltré con el equipo. Estábamos tan desesperados por hallar una pista que corrimos el riesgo. Helena buscó una excusa para pedir más mano de obra, creo que era para un evento con los clientes. Ella me había ordenado como mi supuesta jefa a llevar un par de paquetes a la cocina, pasé por el jardín y ahí la vi a usted, pintando.

Sus uñas se aferraron al vaso.

—Le gusta —dijo él, ella por fin lo miró incomprensiva—. Pintar. Se le notaba mucho por la forma en que lo hacía.

Tardó bastante en encontrar palabra.

—Supongo.

Eso había sido toda la conversación con el detective, hasta que, por fin, Helena se les acercó. Dafne apareció por detrás de ella para ubicarse a su lado. Helena los contempló con preocupación. Echó un vistazo rápido a la puerta donde mantenían a Sam, miró al detective y este hizo un asentimiento de cabeza. Después ella se enfocó en Lia.

"Desconoce cómo, pero de alguna forma Lucian no las ha ejecutado. Espera que se dé la hora, y cuando sucede, abre la puerta lentamente, temiendo encontrarse con el guardia.

No hay nadie. Parece estar todo despejado, pero sabe que no es así. Todos los hombres de Lucian se han dirigido a la sala central, o eso era lo que había estimado Wen.

Lia consigue deslizarse afuera de su alcoba sin llamar la atención. Se escabulle por el pasillo y se ubica por detrás de una pared para asomarse al inicio de las escaleras.

La sala central está llena de clientes y antiguos invitados.

Bien, Ese era momento de bajar."

—Lia, hay algo que nos urge saber de ti.

Una especie de escalofrío recorrió su espalda.

"Todo el mundo la ignora, excepto unos cuantos de ellos. Se tratan de clientes pasados, hombres con los que se había acostado y que la recuerdan perfectamente. Ella les lanza una sonrisa cómplice, y se escabulle en dirección al jardín. Allí también se encuentra con más clientes. Toda la casa, al parecer, está llena de ellos, incluido los invitados de la última fiesta pasada.

Todos ellos están allí reunidos al mismo tiempo".

—¿Sí? —pregunta de forma inocente.

—Entiendo que hayan decidido no revelar sus nombres, pero necesitamos saber cuál es el tuyo —Helena notó que vacilaba—. ¿No tienes familiares? ¿Alguien con quien quieras ponerte en contacto? Necesitamos saber tu nombre para averiguar todo lo antes posible para...

—No lo sé.

"Una de las chicas atiende a varios hombres al mismo tiempo. Es Liz, quien sonríe y permite que ellos se restrieguen contra su cuerpo. En cierto instante, nota la presencia de Lia, y comparte con ella una mirada que lo dice todo. Lia le dedica un ligero asentimiento, y ella le corresponde de forma muy disimulada.

Vaga por el resto de la casa. Saluda a otros clientes. Son tantos que no logra diferenciarlos de los invitados, aunque en ese momento todos piensan que lo son. Invitados a disfrutar de manera gratuita los servicios del señor Luc.

Siente diversas manos toqueteando su cuerpo. Una en específico, no sabe de quién, le aprieta el trasero e introduce un dedo. Lia tiene que reprimir el impulso de alejarse. En ese momento su papel es ser la distracción, y si se niega puede cometer algún error, despertar interés.

Se sorprende cuando ve a un par de mujeres desconocidas siendo llevadas por correas. Al parecer, los clientes han traído a más de sus propias mascotas. Habían estado esperando una fiesta como aquella. Una orgía perfecta.

Antiguos recuerdos le llegan de pronto, y los nervios la obligan a vomitar".

Helena parpadeó incrédula. Dafne la miró fijamente, incluso podía sentir los ojos fijos del detective Jayson igual de sorprendidos. Decir aquellas palabras se lo estaba poniendo difícil.

—Disculpa, creo que no te comprendemos —dice Helena—. ¿Qué no sabes? —un sentimiento de vergüenza con el que estaba muy familiarizada hizo reaccionar sus mejillas—. Lia, necesitamos saber cómo te llamas. Por favor, dinos, ¿cuál es tu nombre?

Lia saltó la vista entre ellos, finalmente, tragó en seco y farfulló:

—No lo sé. No tengo idea de cuál es mi nombre. Nunca he sabido cómo me llamo.

"Todo su cuerpo convulsiona. De alguna forma consigue dar con el baño antes de vomitar todo lo que llevaba adentro, incluso el agua de su propio cuerpo. La música del ambiente le hace vueltas la cabeza. La sensación de las diferentes manos que han estado acariciándola pasean fantasmales a lo largo de sus extremidades. No puede evitar preguntarse por qué ella. ¿Por qué no podía ser la que podía acompañar a Sam al exterior? ¿Qué no tenía Lia que las demás sí? ¿Era acaso porque no la consideraban parte del grupo? Al fin y al cabo, jamás se había quejado. Pero en ese momento, cuando la marea de clientes e invitados se le vienen encima, se cuestiona si no es momento de negarse a participar.

No puedo hacer esto, se dice. Ya no puedo. También quiero salir de aquí."

Todos en la sala permanecieron en un largo silencio, mirándola, intentando saber lo que esas palabras significaban, o si es que podían creerle.

—Detective —un enfermero salió por fin de la habitación—. Está despertando.

"Corre entre el gentío. Ignora la llamada de más clientes que la reconocen. Distingue entre la multitud al señor Luc, quien discute a gran voz con algunos de ellos. Sus guardias están a su alrededor, intentando calmar y poner en orden a la muchedumbre".

El primero en moverse fue el detective Jayson. Al cabo de un momento, después de un movimiento de cabeza al enfermero, este les concedió a las demás permiso para entrar. Se movieron rápido, y en cuanto entraron, Lia se dio cuenta que algo no estaba bien.

Las enfermeras parecían estar en total calma mientras la cara de Sam expresaba sufrimiento. Por un segundo, Lia creyó que le hacían una broma, pero no tardó en comprobar que, en efecto, Sam estaba despertando.

Lo notaba por los pequeños ruidos que hacía.

—Lia, eres la única que conoce, lo mejor será que a la que vea primero es a ti —dijo Dafne.

"Mientras avanza, no puede evitar checar su reloj. Ya deben de estar por activar la bomba, aunque llamarlo bomba era demasiado dramático. Dejar encendido el gas de la cocina por un tiempo y luego lanzar un cerillo era menos arriesgado, ¿verdad? Solo tenían que provocar una pequeña explosión.

Un estallido hace gritar a la multitud. Lia trastabilla y se cubre las orejas. Muchos otros hacen lo mismo. Esa era.

La señal. Ya debían de estar sacando a Sam.

Es ahora o nunca, piensa. No permitiré que me dejen aquí.

Intenta recuperar la orientación, y mientras el resto de la multitud exclama por lo que está pasando, ella vuelve a correr".

Desconocía si lo que decía Dafne podía ser verdad, pero hizo caso de la sugerencia. Se acercó a Sam y posó una mano en su mejilla.

El sonido del bip de la máquina se disparó.

Bipbipbipbipbipbipbip...

"Choca contra una marea de cuerpos que, de inmediato, se ven muy apresurados por marcharse. La idea de una orgía gratis parece ya no apetecerle a nadie. Lia no sigue la corriente de la multitud, sino que se dirige a un punto en concreto. Layla había dado con una pista importante, les había anunciado Wen antes de que la fiesta comenzara. Una que jamás se habían imaginado.

Lia está dispuesta a aprovecharla.

Por muy cobarde que se sienta de nuevo."

Todo volvió a alarmarse. En medio del alboroto, Lia se aferró a la mano de Sam y vio que esta comenzaba a gesticular en una mueca de inmenso dolor. Se quejaba, gemía, y comenzaba a retorcerse.

Se estaba asustando tanto que comenzó a hablarle.

—Sam, despierta, estás a salvo...

—No... no... —murmuraba.

—Será mejor que se vayan —dijo el mismo enfermero, instándola a regresar a la salida.

—No... no por favor... —murmuró Sam.

Y gritó.

"Pensamientos del pasado se agitan contra su mente. Se ve así misma en otro tiempo y en otro lugar, abandonando a sus antiguas compañeras de trabajo para ir a una vida supuestamente mejor. Dejándolas en un prostíbulo barato solo para ir a uno de más calidad.

Presiente que todo está volviendo a ocurrir".

Por largos minutos todos permanecieron de piedra, pero los enfermeros no tardaron en ponerse al tanto de la situación. Lia veía a Sam retorcerse. Gemir. Llorar.

Sam abrió los ojos.

Se levantó de golpe. Su rostro estaba perlado de sudor y una cara que denotaba un pánico extremo que a Lia se le puso la carne de gallina. Supo que, si no intervenía, Samanta terminaría por enloquecer.

—Sam, mírame, estoy aquí —Sam miró su alrededor, pero no pareció escucharla—. Sam, estás a salvo —tomó su rostro y la obligó a mirarla—. Estás a salvo, estamos bien. No tienes por qué asustarte, ya pasó todo. Ya pasó.

Sam la reconoció, de inmediato la abrazó con fuerza. Se aferró a Lia como quien quiere asegurarse de que fuera real. Tenía la respiración tan agitada que Lia casi parecía sentir su corazón. Sin darse cuenta procedió a acariciarle el cabello, sin dejar de hablarle.

—Tranquila, ya estás a salvo.

"El espacio que hay entre la casa y el muro que las separan del exterior es demasiado estrecha, pero consigue escabullirse entre ambos. Cuando llega al sitio de la supuesta pista, ve que un par de guardias desaparecen por una puerta, sosteniendo a Karla por el cuello y los brazos. Ella no muestra resistencia".

Toda la habitación aguardó en completo silencio. Lia notaba la mirada de los demás en ellas, y una especie de nerviosismo brotó en su pecho, sin embargo, nada de eso fue tan malo como escuchar el llanto de Samanta al borde de un colapso. Uno de los enfermeros incluso tenía preparado una enorme aguja, listo para administrárselo a la joven por si esta se salía más de control.

Al final no fue necesario, pero tardó demasiado para que la pudiera tranquilizar.

"Espera a que no haya más actividad en la zona, cuando se cerciora de que no aparezca nadie más, se apresura a llegar al lugar, y cuando por fin lo hace busca algo a su alrededor. ¿Habrán conseguido salir Samanta y Anne?"

Momentos más tarde, una vez que los enfermeros se hubieran cerciorado de que el estado de Samanta se encontraba estable, Lia continuaba acariciándole el cabello. Sentía las manos de Sam a su alrededor tan aferradas que creyó que no la dejaría marcharse ni siquiera para ir al baño. Permanecieron un buen rato a solas, sin más compañía que la bolsa del catéter de Sam y el sonido de la máquina haciendo bip. Finalmente, cerca de la medianoche, el detective Jayson entró a la habitación, seguido por Helena y Dafne.

—Samanta —esta soltó un respingo.

No se separó de Lia, pero miró al resto de los presentes con atención. También echó un vistazo al detective, pero este, al no mencionar palabra, consiguió que ella se concentrara en Helena por completo. Esta le dedicó una sonrisa.

—Soy yo, Helena. Ya estás a salvo. No permitiremos que nada malo te pase.

"Hay algo extraño en el suelo. Lia se agacha y palpa la hierba. Su ojo artístico no tarda en dar con la forma: es una flor".

Sam no respondió.

—No podemos imaginarnos por lo que acabas de pasar —siguió Dafne, con una voz tan calmada y dulce que Lia no notó que tenía hasta ese momento—. Necesitas un tiempo para descansar y poder recuperarte. Entenderemos...

—Samanta —Helena, en cambio, no tenía la misma cantidad de amabilidad. Miró a Sam con verdadera preocupación, pero también con resolución—. Ha sido horrible lo que has pasado. Como dijo Dafne, es algo que ninguna de nosotras se podrá imaginar. Pero ahora mismo necesitamos que respondas algunas preguntas. El detective Jayson es el encargado del caso. Si se lo permites, él tomará la información que tengas y todo esto habrá terminado.

Lia notó que el cuerpo de Sam se tensaba. Qué extraño.

"Su intuición le dice que la levante. Lo intenta con sumo esfuerzo. Tarda un poco antes de que consiga abrir una especie de cisterna.

No duda en adentrarse en ella. A la oscuridad".

—Señorita Grove —habló entonces el detective—. Necesitamos que nos explique qué fue lo que pasó. No es necesario que se explaye ahora en los detalles. Una palabra suya es lo que mis hombres necesitan para que empiece el protocolo de búsqueda. Así que, ¿puede decirnos lo que recuerda?

Sam contempló a las tres personas sin mostrar signos de haberles entendido, y Lia notaba que la tensión en su cuerpo se hacía cada vez más fuerte.

El detective miró a Helena y viceversa. Dafne, en cambio, observó a Sam con el ceño fruncido.

—Samanta —volvió a insistir Helena—. Lucian ha borrado sus huellas, ha desaparecido, y se ha llevado a las chicas junto con él.

—Helena —interrumpió Dafne—. Creo que ahora no es el momento para...

—Nos urge dar con él antes de que haga una locura —siguió diciendo la mujer—. Por favor, cuéntanos. ¿Tienes idea de a dónde se fue? ¿Qué fue lo que ocurrió? ¿Qué te dijo?

El cuerpo de Sam convulsionó.

"Lia no tiene tiempo de pensar en los remordimientos. Corre lo mejor que puede, aunque el frío se infiltre en las telas de su ropa. Oye a lo lejos gritos, aunque no distingue de quién proviene. Acelera el paso".

Lia observó su rostro. Sam había cerrado los ojos y apretaba los dientes con tanta fuerza que temió que se los rompiera. Todo en ella gritaba un titánico esfuerzo físico y mental.

—¿Samanta?

—Yo... yo...

—Helena, deja que se recupere.

—No tenemos tiempo. Lo siento, Samanta, pero necesitamos que nos lo cuentes. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Qué planeaba Lucian? ¿Qué te hizo?

"Cuando ve a Samanta en el suelo bajo Barb, duda mucho en continuar. ¿Dónde estaba Anne? ¿No se suponía que ella huiría con Samanta para ayudarla?

Lia no tiene tiempo de pensarlo mucho. Ahora que él está concentrado en ella puede irse sin preocuparse por atraer su atención. Dejó a las demás, ¿por qué con Sam sería diferente?

Porque fue por ella por el que se sacrificaron, piensa con pesar. Abandonarla sería caer más bajo.

Intenta aventarse contra Barb, y de alguna forma, poco después consigue librarse de él. Tiempo más tarde, no sabe cómo, ha sobrevivido, y está dispuesta a buscar ayuda".

Sam comenzó a perder el control. Y lo único que dijo dejó a todo el mundo estupefacto.

—No lo sé.

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