CAPÍTULO 64
—¿Que quieres qué?
Wilma se detuvo. Debió haber continuado su camino directo a la mesa cinco, pues a pesar de que la cantidad de gente dentro del café había disminuido, seguía habiendo trabajo por hacer. Sin embargo, toda la mañana había estado al pendiente de nuevas noticias de Sam, pero desde que esta y Derek se habían marchado no recibió ni siquiera una llamada, ni mucho menos la respuesta a sus mensajes.
De eso habían pasado varias horas y conforme estas transcurrieron, la pequeña tarjeta de memoria que tenía guardada en su bolsillo le quemaba más la tela de los pantalones. Por otra parte, no dejaba de vigilar a su alrededor, buscando interceptar a la mujer con la que Sam le suplicó que hablara. No entendía de qué iba todo ese asunto, ni siquiera había sido consciente de que entre esa mujer y Sam hubiera algo más allá de lo normal, solo había aceptado unos billetes a cambio de otorgarles un rato a solas; aunque... bueno, sí, en esas contadas ocasiones le pareció que Sam actuaba demasiado raro después de tales encuentros. Pero Sam siempre actuaba raro.
Sin embargo, esa mañana se había comportado más espeluznante de lo normal. Jamás la había visto tan asustada desde lo del accidente con la computadora de Derek. ¿De qué iba todo aquello? ¿Qué es lo que no estaba viendo?
Así que, momentos más tarde cuando vio regresar a Derek y este traspasó la puerta de entrada, el corazón le dio un vuelco y estuvo a punto de asaltarlo con preguntas.
Entonces se fijó en su expresión.
—Derek, ¿qué...?
Él pasó de largo, ignorándola, y ella solo alcanzó a seguirle con la mirada aturdida mientras él se adentraba a la pequeña oficina de Jesper. Quiso detenerlo y exigir que le aclarara qué era lo que realmente estaba pasando, que había hecho lo que él le había pedido de solicitar la ausencia de Sam por tiempo indefinido al señor Jesper, que tenía derecho de enterarse de todo lo que había averiguado, pero el trabajo y la llamada de unos clientes se lo impidieron.
Furiosa y con una histeria que le picaba el cuerpo, atendió lo más rápido que pudo. Cuando le faltaba una última orden, antes de entregárselo al cliente pasó cerca de la puerta de la oficina de su jefe, y fue allí que captó la acalorada discusión entre Derek y el señor Jesper.
—Jes, no tengo tiempo para explicaciones, —ella reconoció ese tono controlado en la voz de su amigo, ese que utilizaba cada vez que algo lo desesperaba tanto que debía obligarse a mantener la calma.
—Pues más te vale dármelas porque no pienso darte las llaves de mi auto.
"¿Qué?"
Wilma frunció el ceño. Pero, ¿no se suponía que...?
—¡Wilma!
La voz de uno de sus compañeros la sacó del trance. Se dio cuenta que seguía sosteniendo la charola con otra orden de la mesa cinco, y el cliente en cuestión le dedicaba gestos de reproche con la boca torcida en desagrado.
Reprimiendo las ganas que tenía de abandonar su trabajo en ese momento, fue y terminó con el pendiente, ofreciéndole disculpas al cliente por la tardanza y ganando a cambio un gruñido (consiguió controlar el impulso de girar los ojos). Volvió sobre sus pasos y esperando que nada más la interrumpiera, fingió que revisaba su teléfono mientras esperaba que la conversación al otro lado de la puerta concluyera.
—No, muchacho —decía el señor Jesper—. Te he dejado pasar varias, ¿pero ahora quieres mi auto? ¿Qué sigue? ¿El negocio? Lo siento, pero tendré que decirte que no.
Estuvo tentada a abrir la puerta de una vez, pues la espera por saber qué es lo que había pasado con Sam la carcomía; sin embargo, en ese lapso de tiempo, cuando su mano estuvo a punto de tocar el pestillo, escuchó la voz de Derek en tono de súplica.
—Jesper, te lo pido. Solo una última vez.
Hubo un breve silencio.
—¿En serio crees que alguien manipuló tu auto?
—No lo creo. Lo sé. Por favor, necesito comprobar que lo que pienso no es real.
Pasó un segundo. Wilma percibió una indecisión por parte de su jefe antes de que la puerta se abriera de golpe, encontrándose nuevamente con la expresión determinada de Derek, quien parpadeó sorprendido al verla.
Ella no lo dudó dos veces.
—¿Y Sam?
Al oírla, el rostro de él se endureció, y una corriente fría le recorrió el cuerpo en señal de alarma.
Derek avanzó sin responderle. Wilma parpadeó rápidamente, miró en su jefe, quien tenía una arruga entre las cejas y miraba al vacío de su escritorio negando con la cabeza. Observó también el resto del café: los clientes comían a gusto, sus compañeros descansaban en un rincón después de haber trabajado tanto. Nadie reparaba en ella.
Siguiendo un impulso, Wilma recorrió el área de las mesas hasta la puerta casi como si pudiera ir volando, y alcanzó a Derek cuando este estaba a punto de cruzar la calle en dirección al auto de Jesper.
—¡Derek, espera!
Él se giró. Wilma notó que su semblante había adoptado una nueva y seria determinación, aunque también se miraba desesperado. Derek esperó a que ella recuperara un poco de aire cuando llegó a su altura. Ansioso como se veía, Wilma consideró que estaba haciendo un mega esfuerzo por no darse la vuelta y dejarla en la soledad de la calle.
—Will, sé que quieres que te lo cuente todo, pero ahora mismo...
—Samanta me entregó algo.
La expresión de él vaciló. Antes de que le preguntara a qué se refería, sacó de su bolsillo la pequeña tarjeta de memoria, entregándosela. Dejó que él la examinara mientras empezaba a fruncir el ceño.
—No he podido saber qué es —se apresuró a explicar—. Sam me la entregó junto con una cámara pequeña, pero esta no está recargada y en cuanto se enciende a penas dura un segundo antes de apagarse de nuevo.
Derek siguió examinado la tarjeta.
—¿Por qué te lo entregó? ¿No le preguntaste de qué se trataba?
—Quise hacerlo, pero ella se comportaba tan neurótica que no me lo permitió, —repasó la conversación lo mejor que pudo, pues todo había ocurrido tan rápido como extraño—. Me pidió que no se lo entregara a nadie, excepto a una mujer con la que se ha puesto en contacto algunas veces, pero esta no siempre viene y no tengo idea de cómo contactarla.
Omitió decirle que también le había prometido a Sam no contarle nada a nadie, ni siquiera a él.
Derek no despegó sus ojos del chip. No sabía si había hecho lo correcto al decírselo, pero al haber visto su expresión cuando preguntó por Sam, supo que tenía que hacer algo más que solo esperar a que una desconocida se presentara.
—Will, ¿qué fue lo que vio Sam? ¿Qué fue lo que te dijo?
Intentó recordar por milésima vez los acontecimientos, pero nada de lo que había pasado esa mañana le había sonado realmente sospechoso, excepto...
—La verdad no estoy segura, fue como si de pronto se hubiera manifestado un monstruo y ella fuera la única que pudiera verlo. Pero...
—¿Pero?
Se removió insegura.
—Ocurrió algo. No sé si tiene relación o si fue la verdadera causa pero puede que...
—Will, dime, ¿qué fue lo que ocurrió?
Suspiró. Había intentado mantener aquel incidente bajo mucha discreción posible. Cuidar la relación de amistad entre él y Katy la tenía sin cuidado, pero odiaba el humor que Derek adoptaba cuando se hablaba de... algunos temas delicados.
Pero lo hizo. No tuvo más remedio que decírselo.
Le contó lo que había pasado, cómo Katy había llegado y acusado a Sam de ser partícipe de una revista de mala reputación como si esta tuviera que sufrir serias consecuencias, sin considerar que todo el mundo en el café la estaba escuchando, cosa que era evidente que hacía adrede. Cuando terminó de contarle todo cuanto se acordaba, sintió una ligera satisfacción al ver que él se hallaba más enojado por las acusaciones de Katy que por la revista en sí. No obstante, se removió incómoda por el repentino sentimiento de culpa al verlo cerrar la boca en una fina línea, incluso notó que apretaba los puños y endurecía la quijada.
—Ya veo —se limitó a decir Derek.
Wilma agachó la mirada.
—No quería decírtelo porque sé lo mucho que te afecta que hablemos de esos temas. Sé que lo que pasó con Amy fue debido a...
Él negó con la cabeza.
—Descuida, no es culpa tuya.
—Pero...
—¿Qué pasó con Katy?
Deseó insistir con ese asunto, pero Derek, al darse cuenta de ello le dedicó un gesto apremiándola a que le respondiera. Finalmente, emitiendo un suspiro, continuó.
—La saqué de allí —murmuró.
—¿Y después?
—Ya nos conoces, decir que nos gritamos es poco.
Dejaron pasar unos minutos. Ella esperó a que él añadiera algo más, ya sea que le confesara lo que planeaba hacer, alguna pista de lo que había ocurrido o algún otro detalle parecido, sin embargo, Derek permaneció extrañamente cayado, acariciando con el pulgar aquel pequeño chip y la mirada ausente.
—Gracias —terminó por decir—, por contármelo —la miró un segundo. Pareció sopesar mejor sus palabras y agregó—: ¿Aún tienes la cámara?
Wilma asintió.
—La dejé en un cajón del escritorio de Jesper —vio que una nueva emoción se remolinaba en su rostro, como si estuviera planeando hacer algo y eso la animó—. ¿Quieres darle un vistazo?
Él asintió. Wilma abrió la boca para decirle que lo que sea que planeaba, ella estaría cien por ciento implicada en ello, pero Derek habló antes de que pudiera hacerlo.
—Veré si es posible cambiarle la batería. No sé si lo que me dices y lo que dijo Sam sea tan... —suspiró—. Solo... quiero asegurarme de algo. ¿Está bien? —ella asintió—. Anda, ve. Te esperaré aquí.
Sin dudarlo dos veces se dio la vuelta de regreso al café.
Ni el señor Jesper ni otro de sus compañeros le recriminaron por su ausencia, tampoco es que se hubiera ido por mucho tiempo. Cuando dio con la cámara y tomó algunos papales de información de Sam (pues pensó que tal vez podrían serviles) todavía seguían sin reparar en ella.
Aunque, en cuanto se fuera con Derek no tardarían en darse cuenta.
"Ya se las arreglarán sin mí" pensó. Como bien solía decir, más valía pedir perdón que pedir permiso.
En el camino de regreso se le cruzaron varias ideas para ayudar a Sam. Se sentía impotente por no poder hacer más, y cuando convenciera a Derek para que ambos fueran a visitarla con ayuda de la información de los papeles, haría lo que sea por aclararlo todo. Mientras tanto aún tenía información de su contacto, un número de teléfono y tal vez otro detalle que se le pasara por alto. Ya revisaría todo con más detenimiento.
Pero...
Cuando llegó a donde había dejado a Derek, noencontró ningún rastro de él ni del auto de Jesper.
"...deja tu mensaje e intentaré devolverte la llamada".
Y luego, el maldito bip.
"Veinte llamadas" se irritó ella. "Veinte llamadas y todas terminaron igual".
Estuvo a punto de lanzar el teléfono contra la pared.
Desde su conversación con Derek no había recibido noticias de nada más. Después de maldecir el día de su nacimiento y despotricar sobre su desesperante forma de ser, Will se limitó a continuar con su trabajo, a pesar de las inmensas ganas que tenía de abandonar todo e ir tras él.
Lamentablemente tuvo que conformarse con mantener la calma hasta que llegara la hora de cerrar.
—Recuérdame que debo llamar a nuestros proveedores para la próxima semana, —decía el señor Jesper mientras se colgaba su chaleco por los hombros—. Será mejor que no posponga por más tiempo ese asunto.
Will asintió inconscientemente, con la vista todavía clavada en la pantalla de su teléfono. ¡¿Cómo era posible que ni siquiera pudiera hacerle una llamada de aviso?!
—¿...te dijo sobre los cambios de precios? He estado pensando que para año nuevo podamos...
Marcó de nuevo. A pesar de que intuía cuál sería el resultado.
"Hola, lamento no poder responderte. Por favor, deja tu mensaje e intentaré devolverte la llamada."
Volvió a maldecirlo mentalmente.
Sintió la mirada interrogativa de su jefe, así que se limitó a apretar la boca y guardó con resignación el aparato.
—Lo siento señor Jes, no alcancé a escuchar lo último que dijo.
El señor Jesper le quitó importancia encogiéndose de hombros, pero tampoco aclaró ni repitió la conversación.
Habiendo apagado todas las luces y a punto de salir a la calle sus dudas resurgieron. En un lapso de tiempo libre había intentado ella misma contactarse con el único número que tenía de Sam, pero este le había redireccionado con una voz automática de "fuera de servicio". Aquello había alimentado sus sospechas. ¿Le habría pasado lo mismo a Derek?
Sacudió la cabeza. Seguir pensando en eso solo le causaría más estrés. Había tenido tantas emociones a lo largo del día que se obligó a si misma a no mortificarse si podía evitarlo. Concluyó que aunque las cosas no habían sucedido como habría querido, darle tantas vueltas no cambiaría nada. Ya mañana, cuando Derek apareciera, lo hablaría con él con más calma.
Si es que se dignaba a aparecer y no le arrancaba la cabeza primero.
Una vez afuera, el frío y la oscuridad de la noche la recibió de inmediato. Titiritó un poco, sintiendo cómo el aire comenzaba a enfriarle las mejillas. El señor Jesper, a su lado, metió las manos dentro de los bolsillos de su chaleco. Sus respiraciones reflejaron el vaho en el aire y Wilma sabía que sus labios no tardarían en agrietarse a causa del clima.
En cuanto cerraron, se quedaron unos segundos sin saber muy bien a dónde ir o qué hacer.
El señor Jes fue el primero en romper el silencio.
—Entonces, ¿te acompaño a tu casa?
"Maldita seas, Derek".
—No se preocupe, tomaré un taxi, —reparó en que él observaba la calle con aire desconfiado—. Pero podemos hacernos compañía hasta la parada del autobús.
—Nunca me di cuenta de lo oscuro y solitario que era este sitio. ¿Siempre se ha visto así?
Wilma iba a responderle cuando siguió la dirección de su vista y se dio cuenta de que, en efecto, todo se veía demasiado desértico, oscuro y... sombrío, casi aterrador. Era como en esas películas que estaba acostumbrada a ver sola los sábados por la noche.
Las cosas nunca terminaban bien en escenarios como ese.
—Tampoco me había fijado —confesó, abrazándose a sí misma por el frío aunque también podían ser los nervios—. Derek suele preferir llevarme a casa o esperar con él dentro de su auto hasta que aparezca el autobús. Sabe que mis padres no salen del trabajo hasta después de las once.
El señor Jesper formó una mueca de disgusto
—¿Él no te ha respondido ni una llamada?
Bufó.
—El muy zoquete decidió desvanecerse. Ni siquiera Katy sabe dónde está, —hablarle a esa chica después de lo sucedido había sido una herida directa a su orgullo, pero al menos había hecho el intento—. ¿Sabe qué? Creo que a unas cuantas calles de aquí hay otra parada con más iluminación. Allí es más seguro que tomemos un taxi.
—Me parece bien.
Wilma siempre supo que la ubicación del café era de un sitio poco concurrido, pero nunca se había detenido a pensar de cuánto era exactamente ese "poco". Los edificios a oscuras, sin ruido de transeúntes o de personas que los habitaran aportaban al escenario una esencia de estar todo abandonado. Durante el día no se notaba la diferencia pero en la noche... bueno, la situación cambiaba de forma drástica. Era extraño puesto que durante el día recibían a tanta gente que necesitaban mucha mano para atenderlos a todos.
—¿Será este argumento suficiente para que reconsidere trasladar su negocio a otro sitio?
—Siempre y cuando me cobren lo mismo.
"Qué hombre tan más tacaño". En esa ocasión no se detuvo a poner los ojos en blanco.
Siguieron caminando, con el sonido de sus zapatos como tercera compañía, y de manera inconsciente comenzaron a caminar a mitad de la calle. Ninguno de los dos lo mencionó, pero ambos sabían que estaban buscando mantener la distancia de los edificios a oscuras.
—¿Cómo están tus padres? —preguntó de repente el señor Jesper, aunque Will identificó un ligero timbre de nerviosismo en su voz. O bien el hombre se sentía muy intimidado, o bien detestaba estar tanto tiempo callado.
"No me extraña que él y Derek se llevaran tan bien".
—Deseosos porque me largue a la universidad.
—¿Todavía no tienes idea de lo que quieres?
"Oh no, cualquier cosa menos esta conversación".
Escucharon un forcejeo.
Tanto Wilma como el señor Jesper se detuvieron en seco.
Por breves segundos fue como si un rayo alienígeno los congelara, antes de que se atrevieran a girar la cabeza en sincronía, con los rostros alterados por el pánico y el miedo.
"Oh no, primer error de las películas de terror: congelarse y no correr".
Su mente le gritó que hiciera lo contrario, pero su cuerpo se había quedado tan rígido que creyó que tampoco respiraba.
A varios metros atrás, exactamente a la entrada de los empleados del café, dos figuras se debatían en el suelo, rodeadas de gruñidos, exclamaciones de dolor y furia.
Wilma no supo ni balbucear una maldición. Los pies ni siquiera le obedecían, como si de pronto se hubieran convertido en jalea. Tenía los ojos muy abiertos, pero aun así no alcanzaba a distinguir las dos figuras.
Una mano la aferró del brazo, sobresaltándola y a punto de arrancarle un grito.
—Vámonos —le susurró el señor Jesper, que comenzaba a jalarla hacia atrás.
Wilma quiso hacer exactamente eso.
Pero se quedó quieta.
Y sin saber por qué, dio un paso en dirección a esas dos figuras.
"Segundo error: correr hacia el peligro".
—¡Will, he dicho que nos vayamos! —gritó a voz de espanto el señor Jesper.
Hubo un gruñido que de alguna manera, ella alcanzó distinguir entre todo el jaleo. La oscuridad de la calle continuaba intacta, pero aun así pudo distinguir, aunque con gran dificultad, los movimientos de las dos siluetas en el suelo. Escuchó que algo parecido a un pedazo de metal rebotaba a lo lejos. Vio cómo una de las dos figuras tomaba a la otra por atrás, para luego acorralarla contra la pared de uno de los edificios y propinarle un puñetazo.
Y supo por qué no quería retroceder.
En cambio, corrió hacia el peligro.
—¡Will!
Sintió el roce de la mano de su jefe, antes de que consiguiera zafarse de su agarre y correr con todas sus fuerzas.
—¡Will!
Recorrió la mayoría de los metros que la separaban de esas dos figuras, una sin dejar de dominar a la otra, aunque ella notó que aquella que había dado el primero golpe soltaba una serie de murmuraciones furiosas y controladas. Notó que la primera figura comenzaba a perder la paciencia, porque no vaciló en sacudir a su adversario como si este fuera un saco de patatas, arrancándole quejidos de dolor con cada murmuración. Will vio que hacía ademán de levantar el brazo y...
—¡Derek! —gritó ella.
El brazo quedó suspendido en el aire, y la cabeza de esa persona viró en su dirección.
La otra aprovechó ese segundo de distracción para derribar a su contrincante, cayendo ambos de nuevo al suelo. Will se maldijo a sí misma. No veía nada, pero ya no le cabía duda de cuál de esas dos figuras era Derek.
—¡Will, vámonos de aquí! —No se dio cuenta del momento en el que el señor Jesper la había alcanzado, en un segundo intento de llevársela de allí, pero no permitió que la moviera.
—¡Señor Jes...!
—¡No me interesa! ¡Vámonos o te...!
—¡Es Derek!
Eso lo dejó atónito.
Will no esperó a que se lo creyera. Buscó a su alrededor alguna especie de objeto con el cuál poder ayudar, pero todo estaba tan oscuro, y a pesar de que se encontraba segura de lo que sabía, no lo estaba tanto cuando se trataba de escoger cuál de las dos figuras era su amigo en caso de asestar a una con un palo.
Pero aquello no fue necesario.
Por fin, uno de ellos tomó al otro por atrás, rodeándole el cuello con un brazo. Will tuvo un momento de pánico antes de que escuchara una exclamación:
—¡¿Qué estabas haciendo aquí?!
Era la voz de Derek.
La otra persona se debatió en el suelo, pero Derek la había sujetado con tanta fuerza que solo pudo retorcerse y lanzar escupitajos.
Gruñendo a su vez, Derek reforzó su agarre haciendo que el otro hombre moviera los brazos en un intento desesperado por quitárselo de encima.
—¡Respóndeme! —volvió a exigir él, tanto que Wilma casi temió que se descontrolara sino fuera porque lo conocía muy bien—. ¡¿Qué planeabas hacer exactamente?! ¡¿Por qué estabas siguiéndome?!
Pero al otro no le salía la voz.
—Derek, estás...
Apareció un fogonazo de luz.
Y de pronto...
¡Buuum!
Todos se giraron. Will no pudo evitar saltar hacia atrás y abrir excesivamente los ojos, presenciando lo que parecía ser un reciente y feo accidente de auto.
Se trataba de dos vehículos, uno con las luces totalmente encendidas que alumbraban una parte de la temible oscuridad de la calle. De alguna manera, este había chocado contra otro auto que, al parecer, había quedado estacionado adrede al final de la calle.
—Ese... —balbuceó con hilo de voz el señor Jes—. Ese era mi coche, ¿cierto?
Wilma no supo contradecirlo.
Inesperadamente, el hombre que se suponía que Derek todavía sujetaba aprovechó el momento de confusión para librarse de él, propinándole un codazo contra la cara.
Derek se llevó una mano a la zona de impacto, solo así el otro consiguió desembarazarse de él y huir como alma que lleva el diablo.
—¡Ey! —Derek salió corriendo en su dirección, pero para su mala suerte, el hombre alcanzó alejarse lo suficiente como para desaparecer detrás de una esquina.
Wilma estaba en medio de ambos escenarios petrificada como una estatua. El fuerte ruido de alarma que provenía del coche del señor Jesper, quien tenía las manos aferradas al cabello y miraba la escena con máscara de desgracia, tenía una enorme abolladura en el costado, causada por el impacto del otro auto, mientras que del otro lado, Derek observaba el espacio donde había desaparecido el hombre con la respiración jadeante y las manos en el cabello.
—Mi auto... —balbuceaba el señor Jes—. Mi pobre auto.
Una mujer bajó del vehículo de luces encendidas con el rostro angustiado. Se aproximó a ellos a paso rápido y, aunque ya había suficiente luz que alumbrara la escena, para Will fue imposible identificarla. En cuanto llegó a ellos, se dirigió directamente al señor Jesper en tono afligido.
—Señor, cuánto lo siento. No sé qué fue lo que me pasó, estaba por cruzar y doblar cuando de pronto choqué con...
A Wilma no se le ocurría nada qué hacer, le parecía que todo sucedía demasiado rápido, casi como si estuvieran todos en una de esas películas que de repente pasaban del terror al misterio. Todos parecían saber cuáles eran sus papeles, a excepción de ella.
Derek, por su parte, se giró por completo al accidente como si no hubiera reparado en él. Parpadeó varias veces, y Will reconoció su expresión vacilante antes de tomar una decisión. Así que no la tomó por sorpresa cuando él comenzó a correr directo hacia ambos autos.
—...Déjeme avisarle a mí,,, ¡Oiga! —la mujer siguió a Derek con la mirada cuando éste pasó por su lado—. ¡¿Qué cree que hace?!
Él se limitó a seguir corriendo.
Y Will, sin pensárselo mucho, fue tras él.
"Ah no, ¡esta vez no me dejará atrás! Voy a saber lo que está pasando y luego..."
La desconocida se le adelantó, alcanzando a Derek sin dejar de gritarle.
—Señor, por favor, hágame caso, si nos esperamos puedo llamar a...
Él siguió ignorándola.
Wilma no dejó de correr, pero cuando una de las luces reflejó el rostro de la mujer...
Will se detuvo.
—¡Señor, por favor, debe tranquilizarse!
Era como si Derek no pudiera escucharla, o más bien, no deseaba escuchar a nadie. No quería saber de nada más que llevar a cabo lo que tenía en mente. La mujer se había detenido, y cuando él estuvo a punto de llegar al auto, esta habló:
—Yo no haría eso si fuera usted, señor Hard.
Silencio.
Wilma no apartó los ojos de la mujer en ningún instante, por lo que fue la única que presenció el cambio en su expresión. Un rostro que de forma maestra, había cambiado su máscara de nervios por otra que era inalterable y tranquila.
Pero sobre todo se quedó conmocionada, porque reconoció la voz.
Fue como si a Derek le hubieran inyectado un sedante. Se detuvo por largos segundos, luego se volvió hacia la mujer con perplejidad.
—¿Qué?
Ella le sonrió, y hablando en tono neutro, continuó:
—Su cara, ¿se la ha visto? Está hecha un desastre. Por favor, permíteme llevarlo a un sitio de emergencias para que alguien lo atienda. Así mi conciencia estará más tranquila
—¿Cómo sabe mi nombre? —respondió él.
—Se lo explicaré después, por ahora déjeme llevarlo a usted y a sus amigos a un sitio agradable. El pobre hombre de allá está en shock, y a la chica parece que le han dado un tremendo susto.
Derek siguió con el ceño fruncido.
—Si me acompaña —insistió ella—. Le explicaré mejor lo que ha ocurrido.
—¿Qué cosa?
—Lo del choque, por su puesto.
Wilma sabía que no se refería a eso, y era obvio que Derek también lo sabía, pero este lo consideró. Pareció dudar una vez más, hasta que Wilma comenzó a decir:
—Usted... usted es...
La mujer le dedicó una mirada significativa, enmudeciéndola, sin desvanecer la sonrisa amigable.
—¿Entonces? —Continuó la desconocida, regresando su atención en Derek—. ¿Qué opina, señor Hard?
Él no abandonó su aire de desconfianza. Tardó tanto en hablar que Will casi le grita que dijera algo.
—Sí. Claro que sí.
—Excelente, deje llamo a un amigo mío.
La desconocida los hizo esperar unos minutos, tiempo que aprovechó para contactar a alguien que se encargara del desastre. Se negaba a contarles nada, a pesar de las insistencias por parte de Derek. Will se limitaba a obsérvala fijamente y tal vez poder sacar algo de ello, una mirada de reconocimiento, tal vez un gesto o una frase susurrada entre labios, pero tampoco lo recibió.
Cuando el supuesto amigo por fin llegó, Wilma notó que era un hombre de musculatura prominente, mandíbula cuadrada y rostro endurecido. No pudo evitar compararlo con la mujer cuando esta los invitó a subir a la camioneta. Aunque era evidente la diferencia entre ambos, a los dos los rodeaba un aura de misterio tan marcado que Will lo consideró dos veces antes de acompañarlos. Él tenía la vista clavada en un punto de la calle, y no sabiendo muy bien por qué, Will tuvo la certeza de que sus ojos repasaban cada esquina y cada edificio.
Dentro del vehículo había dos asientos de los que se miraban frente a frente. Derek fue el primero en subir, seguido de Wilma y después de Jesper. Por lo que a ella le tocó el peor lugar para sentarse y presenciar el silencio más incómodo, asfixiante y desesperante de todos: el asiento de en medio.
Frente a ellos solo se sentó la mujer, y una vez que ella cerró la puerta corrediza de la camioneta, se limitó a hacerle señas al copiloto para que diera la marcha.
—¿Y bien? —comenzó Derek—. ¿Qué...?
La mujer lo mandó a callar con un dedo.
Wilma apostó solo cinco minutos el tiempo que él durara en estarse callado.
Pasaron largos segundos, y a ella le pareció que avanzaban por las calles en forma de zigzag, hasta que por fin llegaron a una avenida iluminada y el chofer se adentró al tráfico.
La mujer habló.
—Señor Hard, ¿se encuentra usted bien?
—Quiero saber qué está pasando.
—Y obtendrá la respuesta que desea. Pero necesito saber si está usted bien.
Derek frunció el ceño.
—Sí, me encuentro bien.
—¿Seguro? —él asintió—. Entonces, ¿no le molestará que lo revise? Solo para asegurarme que no tenga ninguna herida abierta.
—¿Por qué no simplemente se limita a...?
—A pesar de que la causa del choque fue mi negligencia con las luces —el señor Jesper gimió al oír la palabra choque—. Pude darme cuenta que se encontraba en un asunto que compromete su salud física. No preguntaré el motivo, pero en vista de mi torpeza con el auto, le agradeceré que acepte mi oferta.
Contrariado por el rumbo de la conversación Derek vaciló largamente, hasta que hizo lo que se le pedía.
La desconocida dio unas palmaditas a su lado, dándole espacio para sentarse y proceder a revisarle con una lamparita todo el rostro.
Wilma contempló la escena con suma extrañeza, no se le quitaba la sensación de que todo eso no era más que actos fingidos, pero estaba tan nerviosa e intrigada que esperó a que ese extraño protocolo terminara. Sus impresiones se agrandaron cuando la mujer procedió a palparle la ropa a Derek, más como oficial que como asistente de primeros auxilios.
Cuando terminó, se dirigió a Wilma.
—¿Tú y tu jefe entraron en contacto con el otro hombre?
—Eh... no. Estábamos por irnos cuando descubrimos a Derek batallando con él.
—¿En algún momento este se les acercó?
Will negó.
La mujer habló con voz clara.
—Están limpios, Jayson. Puedes proseguir.
El tal Jayson no dijo nada, pero Will sintió cómo la camioneta aumentaba la velocidad.
Derek dudó entre quedarse o volver a su sitio, al final optó por esto último.
La mujer se reacomodó, se llevó un mechón de pelo suelto detrás de la oreja y les sonrió, aunque solo a Will.
—Me parece, jovencita, que tienes algo para mí.
—Yo... eh...
—Ella no dirá nada —respaldó Derek—. No sin antes nos des esa explicación que nos debes. ¿Qué está pasando? ¿Quiénes son ustedes? ¿Y por qué presiento que tiene algo que ver con ese sujeto que no dejó de seguirme en toda la tarde?
—Todo a su tiempo, señor Hard —la mujer no apartó los ojos de Will—. Antes necesito saber si la señorita Torres tiene lo que creo que necesitamos.
Él iba a despotricar de nuevo, pero Will lo cortó en seco.
—¿Tiene que ver con Sam? —La desconocida asintió—. Lo tiene él —señaló a Derek.
La mujer pasó sus ojos de ella a su amigo, que la miraba con tanta severidad. Al final esta suspiró.
—Claro, debí haberlo sabido.
Sacó una libreta y comenzó a escribir, cuando acabó, pasó toda su atención a él.
—Señor Hard, ¿puede hacerme el favor de entregármelo?
—Me parece que todo debe ir a su tiempo, ¿no lo cree?
—La vida de unas personas penden de un hilo justo ahora, señor Hard —la voz de la desconocida adquirió un tono más firme—. Por favor, le pido que me lo entregue.
De mala gana, Derek sacó de su bolsillo la pequeña tarjeta de memoria. Era tan diminuta, que Will confundió su forma con la oscuridad de la noche y del auto.
La mujer lo volteó entre sus dedos y alzó una ceja.
—Venía con una cámara —explicó Will—. La dejé en el café, pensé que no serviría de mucho sin...
—Ahora mismo, mientras una grúa se encarga de llevar ambos autos a mantenimiento, alguien está ingeniándoselas para acceder al café Mininos —el señor Jesper se envaró—. Lo está haciendo con extrema cautela para que, cuando ustedes abran al día siguiente, no haya evidencia de asalto en el lugar.
—¡¿Qué?! —parecía que al señor Jes le estaba a punto de darle un infarto—. ¿Alguien está entrando a mi negocio?
La desconocida no apartó sus ojos de la tarjeta cuando habló de forma tan tranquila como si se tratara del clima
—Descuide, no tocarán su dinero ni nada de valor. Irán solo por la cámara —volvió su atención a Will—. Tal vez no lo sepas, niña, pero hiciste bien. De alguna manera, hiciste muy bien. Jayson, el aparato, por favor.
El hombre le pasó lo que era otra especie de cámara, aunque se veía mucho más profesional que la que Sam le había entregado. La mujer depositó el micro chip en un compartimento y esperó a que algo se viera en la pantalla. Su rostro se iluminó por el brillo pero no denotó ninguna reacción por lo que sea que estaba viendo. Cuando pasaron los segundos, apagó el aparato y lo colocó a su lado.
Finalmente, suspiró, luego les dedicó a los tres una sonrisa de disculpa.
—Bien, ya puedo responder a sus preguntas.
¡Holaaa!
Aquí con otro edit que hice de los personajes uwu
A ver, intenten adivinar quién es quién 7u7
¡Que tengan buenas lecturas!
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