CAPÍTULO 59
Nos giramos hacia Liz.
Anne rio sin gracia, pero dejó de hacerlo al percatarse de que lo había dicho en serio.
—Ni muerta.
—Lucian sabe que ejerce todavía mucha atracción en ella. Él no se negará a pasar una, dos o tres noches, tal vez más en su compañía. Además, sé que descubrió todo sobre nosotras a través de nuestros archivos. Aunque haya sido un error de Wen, Layla supo cómo dar con ellos. Es posible que logre repetir lo mismo con él y no solo en su aposento, sino también en su oficina.
—No.
—Hay que darle una oportunidad.
—Una oportunidad para arruinarlo. Layla está loca. ¡No podemos fiarnos de ella! ¿Y qué le explicaremos? "Disculpa querida, sabemos que amas este sitio por alguna extraña razón y que te derrites por un tipo que casi te rompe la espalda. ¿Quieres ayudarnos a salir? ¿Qué tal una tacita de té?" ¡Casi puedo escuchar sus respuestas con su fanfarrona voz!
—Te diré algo que te sorprenderá, porque estoy segura de que ni siquiera te has dado el tiempo de hablar con ella. Layla quiere encajar, démosle la oportunidad de que lo haga.
Esta vez, Anne no reprimió una carcajada.
—No hablarás en serio. Ella no es una niña necesitada de afecto, un poco de tiempo cortando flores y permitiéndole que te haga preguntas irritantes no es suficiente como para ablandar su anómalo corazón.
—Al menos me he dado el tiempo de conocerla, ustedes se limitan a criticarla.
—Esto es ridículo. Sam —solté un respingo—. Lo siento pero no queda más opción. O te acuestas con Lucian o dejamos todo hasta aquí.
Comencé a balbucear.
—Hablaré con Layla —persistió Liz—. Si no consigo convencerla, entonces dejaré que Sam lo haga.
Lo consideramos. Al contrario de lo que ella afirmaba, yo sí había intercambiado conversación con Layla, y debía estar de acuerdo con Anne; ella no era de fiar sabiendo que su intención al estar con nosotras era para sacar provecho a costa nuestra. Lo había demostrado varias veces. No obstante, cualquier vía que no conllevara estar a solas con Lucian me parecía mejor opción. Sí, había estado dispuesta a que él me castigara, incluso a que Barb se divirtiera conmigo, pero acostarme de nuevo con él no solo lo había pasado por alto, sino que también me asustaba.
—Tal vez funcione —aceptó de pronto Tiana, aunque se le escuchó muy insegura.
—Recuerdo el día que llegó —le siguió Lia—. No creo que funcione, pero si Liz piensa que sí, por mí bien.
Anne buscó apoyo en Karla y en mí. La primera tenía la vista perdida y agotada, por mi parte me limité a no mostrar lo aliviada que me sentía de que no tuviera que hacerlo.
—Como quieran. Olvidemos que ella estuvo a punto de delatarnos con Lucian. Si el plan se arruina, no me echen a mí la culpa.
—Le diré a Layla lo que tanto le gusta oír, te sorprendería lo flexible que puede ser estando contenta —Liz nos dedicó una intensa mirada hostil a Anne y a mí—. Esto lo haré a mi modo, así que no tienes de qué preocuparte, no sucederá lo que pasó con Wen.
Nos estaba restregando nuestro error en la cara, y aunque Anne lo tomó con indiferencia, yo sí me sentí humillada.
—Entonces queda claro, sin embargo... —Anne se cruzó de brazos, una postura que denotaba que no estaba dispuesta a debatir el tema—. En caso de que Layla quiera delatarnos, exijo que tengamos algo que podamos usar en contra suya.
—Sus libros —dije esta vez—. Si hay algo que le importa mucho, esos son sus libros.
—Perfecto, porque se me ocurren muchas cosas quepodemos hacer con eso. Es más, ¿por qué no obligarla a ayudarnos amenazándolacon quemar...? —Liz la fulminó irritada—. Está bien, seguimos con tu soso plande tenerla contenta —cuando Liz dejó de prestarle atención para responder unaspreguntas a Lia, Anne masculló para sí—. Pero mi idea suena mejor.
Al irnos evitaron mirarme directamente, incluyendo Liz. Me acerqué para hablar con ella.
—Sam —la voz apagada de Karla me detuvo—. Quiero hablar contigo.
Le eché un último vistazo de impotencia a Liz mientras se alejaba. Vi a Anne tomar la toalla que cubría la espalda de Karla, lo que hizo que obtuviera una amplia visión de sus nuevas marcas, las cuales eran más de las que Anne había recibido. No me había detenido a pensarlo, pero al notar las diferencias en ambas, fue más claro por qué Karla hizo lo que hizo la otra noche en que las castigaron: Para desviar la descarga de fuerza de Lucian en contra de Anne, recibiendo el mayor impacto sobre sí misma.
Recordé la noche en que provoqué que perdiéramos un cliente, y lo reticente que se mostró con tal de que ella recibiera la sanción en mi lugar.
El cómo colocó su cuerpo entre nosotras y los gritos coléricos de Lucian cuando este rompió en ira contra Wen, además de negarse a señalarla como la traidora.
Aun después de todo, Karla seguía esforzándose en protegernos de alguna u otra manera.
No pude soportarlo y preferí enfocarme en las paredes, mientras escuchaba a Anne cambiar la toalla por una nueva y aplicarle algún ungüento. Al finalizar, dudó entre irse con las demás o quedarse, pero finalmente la vi salir dejándonos a Karla y a mí a solas.
—Haz dado mucho de qué hablar estos últimos tiempos. Si no fuera por la situación, te habría felicitado con un par de copas —expulsó un intento de risita.
No dije nada, a pesar de que agradecía que buscara hacerme sentir cómoda, no obstante, estaba muy lejos de verme así a su lado.
—Sam, te pido que me perdones.
Alcé la cabeza con brusquedad.
Sus ojos estaban cargados de esas profundas ojeras, cansados y tristes. Nunca la había visto llorar, pero había una amargura excesiva en la manera en que me contemplaba. Su belleza anterior parecía haberse diluido, sustituida por un rostro demacrado. Tal vez la descripción más acertada a la Karla que tenía ante a mí era comparándola como lo que éramos: muñecas. Yo me había considerado como una, sin vida y deprimida; y ahí entendí que Karla también se veía así, solo que desde hacía mucho más tiempo.
—Yo... —no supe qué decirle, aunque no fue necesario porque ella no tardó en explayarse.
—Nunca te dije lo de tu padre por muchas razones, pero la mayor de ellas fue por miedo. También fui una egoísta, porque en ningún momento pensé en el daño que te hacía y no solo al ocultártelo, sino también al traerte a este lugar. Te mentí, te manipulé, y encima te forcé a ver este sitio de color rosa cuando recién llegaste, aun después de conocer al verdadero Lucian. Debí haberte dicho lo de tu padre, y debí haberte advertido de todo lo malo que te encontrarías —su voz terminó por quebrarse, pero aun así, persistió—. Sé que mi miedo y mi vergüenza no son excusa. Por eso te lo pido. Por favor perdóname.
Tenía algo doloroso atorado en la garganta, y por esa razón continué sin habla. Su sinceridad era palpable en cada una de sus palabras, no solo por el tono que empleaba sino porque conforme las fue pronunciando, ese rostro antiguamente hermoso fue marchitándose más.
Karla esperó paciente, pero la única respuestaque recibió fue un pequeño asentimiento antes de que saliera de su presencia.
Encontré a Liz ordenando un pequeño arreglo floral rodeada de sus frondosas plantas. La veía desde la puerta que daba al patio, sin atreverme a acercarme porque sabía que su indiferencia era suficiente para lastimarme. Aun así, tenía que hacerlo. Di un paso al jardín.
—Sam —a mi lado, Anne me sujetó del hombro—. ¿Hablaste con Karla?
Así que estaba al tanto de eso. Debí sentirme molesta, pero aquello tampoco me sorprendía.
—Sí.
—¿Te habló de...? Ya sabes.
—Anne, ¿qué quieres?
Titubeó.
—Yo... quería ofrecerte mi propia disculpa —abrí la boca, pero ella me detuvo—. No sobre el código negro, sigo pensando que fuiste una estúpida al dejarte llevar estando en la situación en la que estamos.
—Te salen fatal las disculpas.
—Lo sé, soy pésima. En fin, lamento haber dicho lo de tu trato. No fue la manera correcta en que debían saberlo, mucho menos viniendo de mí y por un tonto arrebato de humor. Estuvo mal.
La miré unos segundos, luego volví a enfocarme en Liz.
—De cualquier modo no lo iban a tomar bien. No es necesario que te atormentes por eso.
Creí que con lo último se marcharía, pero en vez de eso se retorció las manos.
—¿Fue cierto lo que te dijo esa mujer? —murmuró.
—¿Qué cosa?
—¿La única manera es que te vayas?
No quise contestarle. Supuse que para Anne no era fácil digerir que por mucho que se hubiera esforzado en conseguir ayuda y en estar detrás de todo el plan, ella tendría que conformarse con esperar a que Helena y su gente vinieran a rescatarlas, eso si Lucian no cometía una locura en caso de que decidiera marcharme.
Hecho que no sucedería.
—No hay que descartar todas las posibilidades.
—¿Pero y si lo es?
Me encogí de hombros.
—Supongo que crearemos una.
Eso le dio en qué pensar, porque ladeó la cabeza y asintió inconsciente. Podía ver los engranajes de su cerebro maquinando, tal vez aproximándose a una siguiente idea.
La dejé reflexionar mientras por fin tomaba valor de enfrentarme a Liz, quien ya finalizaba con su arreglo haciéndole un retoque.
—Está muy bonito.
Ni me miró.
Contuve un suspiro. Me fijé en sus herramientas tiradas en el suelo. Contemplé el jardín, viendo que habían avanzado bastante desde que Tiana decidió alejarnos para distraerme en su cocina. Me acerqué al saco para recogerlo todo.
—Dame eso —me lo arrebató, levantando el resto de las cosas por su cuenta—. Puedo hacerlo sola.
Cargó el saco sobre el hombro con dificultad. Estuve tentada en ofrecerme para ayudarla, pero ya me suponía la respuesta. La detuve justo cuando se volvía para sostener el dichoso arreglo floral.
—Gracias —se tensó—. Por intervenir y ayudarme a no hacer lo de Lucian.
—No lo hice por ti —expresó furiosa—. Dije las cosas tal y como las creo. Si no consigo que Layla acepte, entonces tendrás que llevar tú esa responsabilidad. No se te hará difícil, ya lo hiciste antes ¿cierto?
Fue como si la espina de una de sus flores me lacerara.
—Eso fue diferente.
—Pero lo hiciste. Y pensar que estaba tan... —cerró los ojos con fuerza—. Sé que nunca te gustó estar aquí. Pero tuve la esperanza de que nosotras... tú, conmigo y... las tardes que pasamos cuidando las flores, tus informes... —cuando los abrió, lo hizo sin seguir mirándome—. Ahora lo entiendo. Todo eso era una farsa, una forma de compensar lo que hiciste.
—No es así, yo... Puede que lo hiciera al principio, pero cuando vi cuánto se preocupaban por mí, cuando me apoyaron para seguir con mi plan, fue inevitable que me encariñara mucho con ustedes, y luego empecé a quererlas más. Las vi como mi familia.
—Familia. Qué retorcida forma de verlo —comenzó a alejarse.
—¿Por qué Karla se negó a que fueras tú quien se acostara con Lucian? —Se detuvo—. No pretendo convencerte para que te ofrezcas, al contrario, pero me preocupas Liz.
Aguardé a que me lo aclarara, pero cuando dejó correr los segundos supe que no lo haría.
—Me temo que ahora mismo no confío demasiado en ti para decírtelo.
—Lia, ¿puedo pedirte un favor? —permitió que entrara a su habitación con aire confundido. El aroma de pintura fresca en su lado de la cama me inundó las fosas nasales provocándome cosquillas.
—¿Qué pasa?
—¿Me regalas pintura roja en agua? Solo un poco.
Por su expresión creí que se negaría, lo normal hubiera sido que preguntara para qué, pero sin hacer ninguna de las dos cosas, se dirigió a uno de sus cajones para sacar un pequeño frasco que luego me ofreció.
Le di vueltas en la mano, y no sabiendo qué más decir, decidí dar por terminada la visita.
—Gracias, te lo devuelvo en un minuto.
—Sam, ¿es cierto? ¿No estás enamorada?
Aquello me tomó por sorpresa.
—Sí, es cierto.
—¿Incluso después de habernos dicho su nombre?
—Lia, cual sea que haya sido la impresión que tuvieron de mí, estoy segura de lo que siento. Yo no lo amo.
—¿Y si tuvieras la oportunidad de irte sin que nos viéramos afectadas? ¿Dirías lo mismo?
Estaba extrañada. Ella jamás había mostrado un interés por mí, ni siquiera por lo que pensaba, pero últimamente hacía lo contrario. Aunque si era sincera conmigo misma, yo tampoco había tenido la iniciativa para que nos hiciéramos más cercanas, incluso después de lo de Emily. Sin embargo, seguía pareciéndome raro. Claro, también era raro que Liz decidiera no hablarme, o que Anne estuviera en la misma habitación que Karla sin que le naciera descuartizarla.
—No lo sé —terminé por decir, mirando el frascopequeño en mi mano—. Quisiera decirte que no, pero no lo sé.
Ninguna volvió a dirigirme la palabra, y no tardé en sentirme muy sola.
Cuando fui a llevarle mi informe a la oficina de Wen, ella no respondió. Así que arranqué la hoja de mi reporte y la deslicé por debajo de su puerta bajo la atenta mirada del nuevo guardia en cada uno de mis movimientos
El resto de la tarde la pasé en mi habitación. Tomé mi mochila, pero al no encontrar lo que quería husmeé debajo de la cama hasta sacar mi caja de su escondite. Acuné a ambos entre mis brazos mientras me hacía un ovillo entre las sábanas. Temía que en cualquier momento Liz abriera y me comunicara la terrible noticia de que Layla se había negado, dejándome a mí con la carga de seducir a nuestro amo. Me esforcé en imaginarme cómo lo abordaría, con lo cual conseguí que la bilis y las náuseas invadieran la boca de mi estómago. Mastiqué una goma rancia y dura, pero al igual que la vez que vi a mi padre, de esta tampoco recibí el efecto esperado.
Agobiada, dejé que mis ojos se perdieran entre mis pocas pertenecías que había acumulado durante ese tiempo, las cuales me habían sumado números a esa maldita deuda. De haberlo visto así, hubiera preferido estar con la misma ropa desde el día en que llegué.
Reparé entonces en algo que descansaba en una mesilla.
Era el libro de Derek.
Me moví, impulsada por una energía extraña, y lo siguiente que supe fue que tragué los dulces estando casi intactos, para luego tomar el libro con ansiedad. Husmeé entre las páginas hasta dar en la parte que me había quedado. Y sin importarme que la mochila cayera al suelo, me limité a releer aquel último verso en el que me había detenido antes de que Layla me interrumpiera.
Sí. Allí estaba. Esa sensación. Esa... paz. Cálida. Acogedora. Una que me hacía falta en ese momento.
Lo releí varias veces. Vi las anotaciones de Derek en un costado, y sonreí por las ocurrencias y sus comentarios.
Me quedé viéndolo tanto, que no me di cuenta cuando estiré la mano, buscando algo a tientas sin querer apartar mi atención de aquellas letras.
Entonces, escribí.
"Esto" puse, "me hace sentir menos sola. Y muy reconfortada".
No había sido la gran cosa, pero al contemplarla, supe que de alguna manera me había ayudado. No sabía cómo, pero me había ayudado.
Solo así conseguí quedarme dormida.
Desperté después cuando escuché a las demás comenzar a vestirse. La habitación estaba a oscuras, el libro de Derek se permanecía justo en mis brazos y no tardé en experimentar un tenue dolor por la posición en la que me había quedado.
Lamentablemente el sueño no iba a librarme de las horas activas.
Ya lista y esperando con las demás a lo largo del pasillo, Wen lanzó las últimas órdenes. Escaneé el rostro de Layla, en busca de alguna señal en la que reflejara si había aceptado la petición de Liz o no, pero me fue imposible adivinarlo. En cambio, sí noté que Wen me lanzaba más de una mirada. Seguramente sospechaba que no me encontraba tan indispuesta como se lo había dicho.
Afortunadamente no me dijo nada, pero no me quitó la vista de encima.
En la cocina hice lo que se suponía que debía hacer: servicio de alimentos a la habitación. Dejé que los pocos clientes que habían pagado por nuestra compañía sin llegar al sexo me acariciaran. Mantuve mi sonrisa coqueta, me toqueteé el pelo y me reía por cualquier insignificancia, dejando que sus manos recorrieran mi piel, sintiéndome más muñeca y más sin vida que nunca.
Estaba tonteando con un cliente. Un hombre mayor que me pegaba a él con su mano en mi cadera, acariciando el inicio de mi trasero con uno de sus dedos. Lo tomé de su corbatín mientras él me hablaba al oído y levantaba la poca tela que me cubría pasar sus dedos sobre mi pezón derecho.
—¿Señor Brown? —nos interrumpió la voz de Wen—. Lamento mucho molestarlo, pero el señor Luc me ha pedido que lleve a la señorita conmigo.
El tal señor Brown parpadeó. Quiso replicar, hasta que le besé la barbilla para luego susurrarle al oído.
—No se moleste señor Brown, volveré muy pronto —me restregué contra él a manera de promesa. Ya tenía la experiencia de que un Lucian molesto por un cliente insatisfecho no traería más que problemas.
—No me queda opción, —depositó un beso en la comisura de mis labios—, te espero —y de mala, alejó su mano de mí para luego permitirme marcharme.
Caminé detrás de Wen, preguntándome qué quería Lucian de mí y si tenía la energía que fingía tener para enfrentarlo como debía.
Sin embargo, ella me sorprendió al no caminar rumbo a la oficina. En vez de eso, cuando desaparecimos detrás de un pasillo me tomó del brazo y me arrastró por otro corredor.
—Wen, por ahí no...
—Silencio.
Llegamos a una interjección donde encontramos dos puertas. Revisó nuestro alrededor y luego se apresuró a abrir una de ellas y empujarme adentro.
—¿Qué sucede? —pregunté preocupada.
Cerró a nuestras espaldas y encendió la luz. Nos hallamos frente a dos camas con una pila de colchones que todavía mantenían el plástico protector, apilados hasta llegar al techo.
—¿Por qué me has traído aquí?
Su mirada era el de una persona desesperada que estaba en busca de respuestas, algo poco frecuente en ella, y se acercó tanto hasta acorralarme contra una pared.
—Estás enamorada.
—¿Qué? No puede ser, ¡¿tú también?! —la empujé, pero ella se mantuvo en su sitio—. Aléjate de mí.
—¿Cómo lo sabes? —interrogó en cambio. Se encontraba demasiado ansiosa, exageradamente impaciente—. ¿Cómo sabes que no lo estás?
—Esto es ridículo, ¡¿quién te dijo esto?!
—Contesta.
—¡No!
—¿No lo sabes o no quieres decírmelo?
La empujé con todas mis fuerzas, obligándola a retroceder, pero su expresión permaneció igual.
—Simplemente no lo estoy y tampoco pienso decirte nada más.
—¡¿Pero cómo lo sabes?!
—¡No lo sé! Estás... se supone... —gruñí—. ¡Se suponía que tú no tenías que saber nada de esto! ¡Tú sobre todas las demás!
—¿Pero es cierto?
—¿Qué cosa?
—Es él. El hombre que te llamó el otro día, de quien hablas en tus reportes. No es un cliente, sino alguien de afuera. Tú caso es diferente al de Sofía —titubeó—. Y diferente al mío.
—Wen...
—¿Cómo es él?
—Un simple hombre que no tiene por qué importarnos en absoluto. Hago lo que Lucian me ordena que haga y es todo —estaba saliéndome de mis casillas, lo cual no era bueno si quería mantener mi papel de bonita y educada con esos malditos clientes. Quise marcharme, pero la habitación donde estábamos era de escáner—. Wen, abre esta puerta ahora.
—Solo respóndeme, ¿qué tiene ese sujeto de especial?
—¡No tiene nada de especial! ¿Y por qué te interesa saberlo? ¿Acaso fue Lucian quién te pidió averiguarlo? —me acerqué a ella y puse mis manos a modo de bocina—. ¡Él no me interesa nada, señor Luc! ¡¿Me oyó?! —arrugó la nariz—. ¿Puedes ya sacarme de aquí?
—¿Crees que vale la pena estar con él?
Quería arrancarme los ojos.
—Se acabó, ¿en serio quieres saber lo que pienso? Te lo diré: Sí, él me gusta. No, no lo amo. Y no, ¡no me iré con él! A diferencia de ti, yo no me ciego por un hombre y mucho menos por uno que no dudaría en desecharme en cuanto deje de serle útil. Porque eso es en lo único que te has convertido, Wen: en una herramienta descartable. Ni siquiera tu belleza te servirá de garantía. ¿O acaso pensaste que le servirías por toda la vida? Dime, ¿qué pasará cuando te lleguen los primeros signos de la edad? ¡Te botará como al desecho! Así que, ya ves, solo nos tienes a nosotras, o nos tenías a nosotras —noté que hiperventilaba, y si me hubiera observado en un espejo, sabría que me vería igual o más lunática que ella, pero ya me daba lo mismo—. Hiciste que Anne recibiera un castigo, cometí un terrible error contigo. Y lo peor, es que aún me duele lo que pasó esa noche y las consecuencias de haberme dejado llevar por mi estúpido deseo de confiar en ti. Pero ve, dile todo a Lucian, ¿no es por eso que estás aquí?
Wen siguió observándome. Su ansiedad se había disipado, en ese momento ya no expresaba nada, y cuando volvió a hablar, fue como si yo hubiera estado discutiendo con una estatua de hielo desde el inicio.
—Tal vez deba decírselo.
—Pues bien. Hazlo —miré la puerta—. Y abre esto de una vez. O no seré la única que se llevará un castigo esta noche por no complacer a nuestros queridos invitados.
Tardó en hacerme caso. Se acercó en silencio,tan sumida en sus pensamientos. Cuando abrió, casi salí de allí echando humopor las narices.
La soledad continuó acompañándome en mi habitación.
Liz siguió sin avisarnos sobre qué decisión había tomado Layla. En serio que evité volverme loca por pensar en lo que haría en caso de que se negara, en parte había explotado contra Wen por esa razón. Estaba tan frustrada que había perdido la compostura.
No obstante, una vez evaporado mi arranque de ira llegaron mis inseguridades, invadiéndome con infinitas imágenes de Lucian abriendo mi alcoba, ordenando a Barb para que me tomara de los pies y llenándome de preguntas sobre lo de Derek, o peor, sobre lo de Helena y nuestro plan para salir.
Busqué conciliar el sueño, pero este me evadía. Rodeé sobre la cama y me reacomodé. Mi mente era un torbellino y no sabía cómo apaciguarla.
Abracé las almohadas y las golpeé porque no fui capaz de perderme en la inconciencia.
Y entonces escuché un ruido en la puerta.
Asustada, me erguí de golpe. Mientras la manija giraba y luego cedía, mis pensamientos no tardaron en atemorizarme. Lucian y Barb sí se encontraban allí, deseosos de llevarme al sótano y obligarme a hablar. Wen le había contado todo, ¡estaba en problemas!
—Señor Luc, ¡yo no quería...!
Tiana se apareció.
Me recorrió un alivio instantáneo, y me derrumbé.
—Tiana. Me diste un susto de muerte.
No me respondió. Cuando la miré, se cohibió y dudó en entrar.
—Lamento si te desperté pequeña Samy, es... mejor te dejo descansar.
—No, por favor no te vayas —le ofrecí un espacio en la cama—. Esta noche quédate. No le diré a nadie que estuviste aquí, te doy mi palabra.
Vaciló, pero asintió.
Se acostó a mi lado. La noté tensa, y comencé a hablar solo para escuchar su voz. Su melodiosa voz.
—Creí que estarías molesta conmigo.
Ella no dijo nada en un minuto entero.
—No, pequeña. No lo estoy.
La abracé, y ella me rodeó con sus brazos.
—Sé que tú también tienes mucho qué recelar de mí. Pero en serio, digo la verdad cuando les aseguro que no pienso dejarlas aquí. No quiero irme sin ustedes. No podría.
Tiana me acarició el cabello mientras reflexionaba en sus siguientes palabras.
—Samy, ¿y si lo haces?
La miré como si hubiera dicho el peor de los insultos.
—No lo hare, Tiana.
Se sentó. Miró sus muslos un largo rato y habló con la vista enfocada en ellos.
—¿Sabes? No nos gusta decir esto pero, eres la única que posee razones de sobra para huir de aquí.
—Tiana...
—La primera que lo sabe es Liz, porque ella le suplicó a Lucian que la aceptara.
La revelación me dejó sin habla.
Tiana se removió, hasta abrazar sus rodillas contra su pecho.
—Cuando vine me sentí muy asustada. No sabía qué hacer para realizar el trabajo en las horas activas. A diferencia de ti, Karla no trató demasiado conmigo. Fue Liz quien me apoyó esos días, infundiéndome ánimos y contándome todo lo que sabía del lugar, que no era mucho. Estaba tan aterrada y lloraba por cada insignificancia, hasta que ella decidió contarme cómo había llegado y por qué, creyendo que eso me daría una idea de que el sitio no era tan malo.
—Yo... no lo sabía.
—No es como si le gustara hablar de ello —guardó una pausa—. A nadie le gusta hablar de cómo llegamos aquí.
La parte de Liz seguía sin parecerme real. ¿Ella había pedido venir? Muchas preguntas me llegaron de repente, cada una ocupando el lugar de la otra.
—De alguna manera, Karla y Liz se conocieron —siguió Tiana—, fue así que Karla convenció a Lucian para que ayudara a Liz a cubrir las deudas de sus padres, deudas que esta se atribuye al utilizar todo su dinero a sus espaldas en un intento de pagar sus estudios, dejándolos en bancarrota. El día que salió creyó que ellos se opondrían a que cometiera aquella locura, pero se llevó la decepción de su vida cuando fue su mismo padre quien le pidió irse y no volver hasta que cada dígito fuera liquidado.
Ay mi Liz.
—En cuanto a Wen, sé que ella pertenece una importante familia, aunque solo la reconocen como la hija bastarda de su madre. La mantenían fuera del ojo público, muy aislada del contacto social y tengo entendido que ni siquiera le permitían acercarse a su verdadero padre, así que a pesar de los lujos que tenía, estos no le hicieron sentir tan bien como cuando obtuvo la atención de Lucian. Supongo que, cuando él les sugirió tenerla, lo vieron como una forma perfecta para deshacerse de ella sin preguntas.
"Anne, por otro lado, decidió huir de casa. Ella pensaba que Karla necesitaba algún tipo de ayuda y creyó que estando con ella podía dársela, pero... bueno, cuando chocó contra la realidad ya estaba endeudada con Lucian hasta el cuello. Que haya decidido pedir ayuda no creo que fuera para que pudiéramos huir, sino para destruirlo a él en el proceso.
Las revelaciones me pusieron la mente en blanco. Quise procesar el pasado de cada una, pero Tiana siguió hablando, sin darse cuenta que me dejaba cada vez más boquiabierta.
—Lia es un misterio. Cuando ella llegó se adaptó demasiado rápido. Al principio se comportó muy ajena a nuestra presencia, pero poco después se unió bastante bien a nosotras. Sabes que ella habla muy poco, y cada vez que he intentado acercarme a ella y hablar sobre su vida me esquiva el tema. Si tiene familia o no, o si este lugar le agrada, aún no lo sé.
No tuve noción del tiempo cuando terminó de contármelo todo. Procesaba cada dato como si mi mente no tuviera el espacio suficiente para retenerlo. Era tanto lo que me estaba diciendo.
—¿Qué hay de ti? —me atreví a preguntar.
—Yo tengo a mi propia familia, eso siempre se los he dicho. Ustedes son una parte importante para mí, pero ellos lo son más —por fin me miró a los ojos, vidriosos y entristecidos—. Por eso, si decides irte, ten por seguro que no te juzgaré.
—Tiana, no iré a ningún lado.
—¿Ni aunque ese hombre fuera lo más valioso que tuvieras? —esbozó una sonrisa—. Sé de sobra, pequeña Samy, que tú no te fijarías en cualquier persona. Él debe valer muchísimo la pena.
—Yo no lo amo —la tomé de las manos—. Y no es mi familia. No arriesgaré esta oportunidad de salir solo por un hombre.
—Nosotras tampoco somos tu familia —me dio un pequeño apretón—. No tienes por qué aferrártenos, si tú tienes la oportunidad de irte y hacer tu vida, no la desaproveches.
Entendía por qué me lo decía, pero aunque ella me estaba dando su aprobación, yo sabía que no podría.
—Tiana, te prometo, te juro, que haré lo que tenga en mis manos para que salgamos de aquí, incluso si debo acostarme con Lucian. Y te doy mi palabra de que volverás a reunirte con tu familia, sea el precio que yo tenga que pagar. ¿Lo entiendes?
So rostro se ensombreció. No pude contenerme, le rodeé el cuello con los brazos, fundiéndonos en un enorme abrazo hasta quedarnos dormidas.
Fue un sueño largo y profundo.
Cuando desperté al siguiente día, dispuesta a luchar con lo que sea que este me deparara, no pensé en lo que me encontraría.
Tiana continuaba durmiendo, así que no vio cuando en el suelo, cerca de la puerta, encontré una cámara, la cual reconocí como la de Miriam. Al levantarla una pequeña hoja de papel cayó al suelo, revelando un diminuto mensaje escrito en letras negras.
"Espero que contigo sí valga la pena".
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