CAPÍTULO 45

—¿Emily muerta? —musitó Anne, incrédula—. ¿Estás segura?

—Me enseñó una fotografía. Si lo analizamos, encajaría con la visita del general John en los siguientes días, y el hecho de que ella...

—Nunca hubo llegado. Lo sé, es sólo que es la primera vez... —Anne se abrazó a sí misma—. Es decir, sabíamos que podía ocurrir. Karla nunca ha dejado de advertírnoslo, pero una cosa son palabras y otra muy distinta es ser consciente de que por fin ha pasado. Lo que más me entristece es que haya sido precisamente ella. Emily no se lo merecía.

Le permití que lo asimilara, así como yo tuve la necesidad de hacerlo en su momento. Las chicas aún no me habían ido a buscar, pero no tardarían en hacerlo. Mientras tanto me urgía aclarar algunos puntos con ella, con tal de unir los cabos sueltos y hallar respuesta a la incógnita más inquietante de todas.

—Anne, Helga también me volvió a advertir sobre la posibilidad de una traidora —su expresión siguió siendo de estupor, así que la miré directo a los ojos para volver a captar su atención—. Creí que admitir que tú eras la mentirosa era lo único que indicaban esas notas, pero ella misma me dio a entender lo contrario. Sabes que puedes ser honesta conmigo, ¿en quién no confías en realidad?

Bajó la mirada.

—Si te lo digo puede que no te guste la respuesta.

—O puede que esto nos ayude a descartar nombres. Vamos Anne, ya viste que estoy más metida en esto como tú, corriste un gran riesgo al confesar que estabas actuando a nuestras espaldas, a sabiendas de que una de nosotras podría delatarte. Ahora podemos hacer esto juntas. Dime, ¿de quién sospechas? ¿Quién es la verdadera mentirosa? ¿Es Wen?, —sin reacción—. ¿Liz?, —nada—. ¿Será Karla? —volvió a alzar la vista—. Entonces sí sientes que se trata de ella.

—¿Y qué si lo hago? ¿Me persuadirás para que piense como tú? ¿Que crea que en verdad le importamos tanto como dice? Tiempo atrás ni siquiera podíamos hablar de ella sin que nos fulminaras con la mirada, además de que sólo pasabas el tiempo con ella.

—Aun , podías habérmelo dicho.

Resopló.

—Antes de que descubrieras el lado macabro de Lucian, Karla nos advirtió que teníamos órdenes estrictas de no intercambiar ninguna conversación contigo, a menos de que uno de ellos o un guardia estuviera presente, por no decir que eran los únicos con quienes parecías querer cruzar palabra —su expresión se volvió cada vez más enojada—. Aún recuerdo esos días, ¿sabes? Tú mirándonos de forma tan indiferente, hechizada por un tipo que sólo te hablaba bonito para ser su próximo producto. E incluso después de que descubriste lo que era este lugar, a pesar de ofrecerme a compartir habitación entre las dos, me ignoraste por completo. ¡No podía sacarte ni dos palabras! A penas si pude obligarte a decir "hola".

Lo había expresado todo en tono duro y lleno de resentimiento. En el pasado, si alguien me hubiera dicho que ella podía albergar emociones parecidas, me habría reído en su cara.

—Pero lo entendía —continuó—. Sucedieron otras cosas de las que tú nunca te enteraste y no sólo lo de Helga. Pero cuando nos compartiste tu plan para escapar pensé que por fin podía confiar en ti. Intenté hacerlo varias veces. Estuve tan cerca de decir una palabra. Pero entonces volviste a encerrarte en tu propio mundo, nos ignoraste a todas de golpe, encerrada en tus pensamientos y te negaste a separarte de Karla toda una semana antes de que consiguieras tu estúpido trabajo, tan aferrada a... lo que sea que haya pasado.

—Creí que a ustedes no les importaba conocerme —me atreví a confesar—, tú, las demás, y Wen con sus comentarios hirientes. Con respecto a ti, pensaba que te irritaba, o que sólo era una mosca molesta de la cual deseabas deshacerte.

Mostró una mueca.

—Ese es sólo mi rostro de siempre, por dentro nunca he dejado de pensar en varias cosas —guardó una pausa—. Supongo que fueron situaciones que ninguna de nosotras supo cómo controlar. A veces siento que soy una mierda total y por eso cometo estupideces, me consuelo creyendo que eso le pasa a todo el mundo.

Sonreí con tristeza.

—Pero en fin —suspiró—. Me siento mejor sabiendo que ahora tengo a alguien que cuida mis espaldas. Aunque esa persona seas tú.

Puse los ojos en blanco.

—Gracias por el voto de confianza.

—No hay de qué.

Sentí que habíamos superando una barrera, una que nunca me hubiera dado cuenta que teníamos, sino fuera por las circunstancias que nos rodeaban a las dos. Era triste, pero al mismo tiempo muy reconfortante saber que habíamos progresado.

—¿Entonces? —sondeó—. ¿Tú de quién sospechas?

Lo pensé detenidamente.

—Si te soy franca, entiendo que sospeches de Karla pero... —bufó—. Aguarda a que termine, ¿quieres? Recuerda que entre ambas podemos descartar nombres. Mira, es cierto que hay mucho de lo que sospechar de ella, de hecho, ya no creo ser capaz de confiar nunca en lo que dice.

Anne se mostró muy sorprendida.

—¿De qué hablas?

Le conté sobre mi padre. Anne no dio muestras de poder creer lo que me había pasado, pero a pesar de su expresión atónita, me permitió describirle todo cuanto había acontecido las noches anteriores. Cuando llegué a la parte de la confesión de Karla y que ella había estado al tanto de mi supuesto "escape", su gesto fue difícil de descifrar. Parecía triste, pero al mismo tiempo muy furiosa, y tal vez alcancé a captar un poco de decepción.

—¿Ella te lo dijo así sin más? —asentí—. ¿Por lo menos se veía arrepentida?

—Se veía como una persona muy agotada.

—Te diría que ella suele actuar así cuando algo le deprime, pero sabiendo lo que tú sabes, no es ninguna excusa.

—Eso lo tengo muy presente —afirmé—. Pero igual me duele ¿sabes? Pensar que llegué a este lugar porque alguien lo había planeado, que ella lo supiera y participara de ello.

—Te entiendo. Yo siento lo mismo cada vez que la veo, recuerdo la primera vez que la conocí y lo relajada que me hizo sentir. Me dejé llevar por su actitud y puede que... —apretó la boca—. No importa, aun así no puedo odiarla, aunque lo he intentado y lo parezca. Me esfuerzo en ser borde, pero cuando está en su modo más sensible sólo pienso en cómo ayudarla. Ha vivido cosas muy horribles, y sin importar lo que haga, recuerdo las veces en los que en verdad he metido la pata y ella salió sin vacilar en mi defensa. Eso me frena.

Su pensamiento me recordó a mí, con Derek. Al parecer no era la única que poseía una extraña debilidad por las personas sensibles, y tampoco era capaz de odiar a Karla.

—Entonces, si te dijera que ella no es la que miente, ¿me creerías?

—Que me cueste aborrecerla no significa que me haya vuelto tonta —replicó—. Más bien, lo que me has dicho refuerza mis peores sospechas.

—Sí, pero... —suspiré—. Ella no es la mentirosa.

—Sam, estás viendo y no ves.

Dudé.

—Te tomaría la palabra, sino fuera porque ella misma me suplicó que me concentrara sólo en encontrar a Helga.

—Y aprovechar para apuñalarte por la espalda. Sé lo que te digo, yo pensaba igual que tú, creí en verdad que era digna de fiar, ¿y a dónde me llevó esa decisión?

—Está bien si no quieres contarme lo qué ocurrió exactamente entre tú y Karla, pero sé lo que te estoy diciendo, ella no puede ser la mentirosa.

—¿Por qué estás tan segura?

Lo medité largos segundos. Entonces decidí confesárselo. Todo lo que pasé con Karla, mi favor a Lucian, aquella noche de pesadilla, no hubo nada que me guardara.

Mientras lo hacía, rememoré en cómo me había sentido al relatárselo a Karla, como si una mano me impidiera respirar, pero con Anne fue semejante a una bocanada de aire fresco. Mi culpa seguía allí, oculta bajo mi propia piel, sin embargo me daba cuenta que lo que había necesitado era confiar en alguien otra vez.

Con Anne funcionó, y para cuando acabé de hablar abrió y cerró la boca, dilucidada.

—¿Me lo estás diciendo en serio?

Esta vez fui yo quien bajó la mirada.

—Hice mal, lo sé. Sigo culpándome por ello desde entonces, pero cuando se lo conté, ella me...

¡Tas!

Fue una muy fuerte bofetada la que obligó a mi cabeza desviarse hacia la derecha. Miré de nuevo a Anne, llevándome una mano hacia la zona de impacto. La suya seguía suspendida en el aire, luego la retrajo hacia su pecho en una mueca entre la furia y la incredulidad.

—¡¿Cómo, mierda, se te pudo ocurrir una barbaridad así?! —chilló.

—Anne...

—¡No! "Anne" mis ovarios, con esa pequeña vocecita tuya como si no hubieras hecho nada malo. ¿Qué carajo pensabas al hacer ese favor? ¿Que Lucian la quería para una simple película porno? ¡¿Es que acaso pensabas en algo en ese momento?!

—Yo sólo quería huir.

—Me importa una mierda lo que querías o no. Sam, ¡actuaste mal! ¡Actuaste como si ella no fuera más que un juguete! ¿Cómo pudiste?

—¡Ya lo sé! —chillé esta vez—. Anne, sé que lo que hice fue horrible, y no merezco ningún tipo de perdón por lo que pasó; me culpo y aborrezco todos los días, despreciando hasta mis propios huesos por no poder arrancármelos del cuerpo y ponerme en su lugar. Me odio tanto cada mañana al despertar y cada noche al dormir por no ser capaz de viajar a través del tiempo y actuar de manera distinta, pensando en lo que pude haber hecho sin tener que usarla como lo hice. Pero no puedo hacerlo, yo no tengo ese poder.

—Es que... Sam. Sigo... Ella... O sea, no es ninguna santa, y nos ha mentido en muchas cosas, pero por todos los cielos, lo que hiciste fue... —gruñó con fuerza, llevándose los dedos a los cabellos—. Y conseguiste tu puto trato, él consiguió su puto acuerdo. Por los amantes, ¡cuando yo salga de aquí iré a rebanarle los testículos a ese hombre! —cerró los ojos con fuerza. Viéndola tan descontrolada, esperé a que su respiración se tranquilizara. Poco a poco lo hizo—. Maldita sea, todas aquí son una sarta de idiotas sin remedio.

—¿Quieres dejarme terminar? Te confesé esto para convencerte de que ella no puede ser la mentirosa. A pesar de todo, a pesar de que la usé como lo hice, Karla todavía me animó a seguir con el plan de Helga, con nuestro plan. ¿Lo entiendes ahora?

Ella se cubrió el rostro.

—Mierda, ¿entonces quién...?

—No lo sé. Pero tengo mis sospechas, y sólo te las diré si prometes no volver a abofetearme —añadí reticente.

—Te lo tenías merecido —y tenía razón, pero no era momento indicado para recibir otra reprimenda—. Pero está bien. ¿A quién sugieres?

Volví a pasar mi palma por la zona golpeada. Anne sí que tenía buena mano.

—Wen es la siguiente sospechosa. Helga no lo cree, y sé que Karla nos ha dicho que ella no haría nada para perjudicarnos, pero es que es la única en quien puedo imaginar, considerando su debilidad por Lucian. En ella y en Layla, pero esta última es imposible.

Anne seguía cubriéndose la cara, luego se dejó caer contra los almohadones.

—¿Y Liz? ¿Tiana? ¿Qué tal Lia? A ninguna las has mencionado.

—Hasta ahora no he notado alguna señal de que cualquiera de ellas esté en nuestra contra. ¿Y tú?

—Cero.

Y eso nos retornaba al mismo camino, con Wen abriendo la marcha como la principal candidata. Al menos Karla ya había sido descartada. Era difícil para mí encontrar una pista en todo ese entresijo, ¿por qué las cosas no podían volverse más sencillas por una vez? Además, era la que menos tiempo llevaba en ese lugar, si alguna de ellas hubiera hecho algo sospechoso, yo al menos nunca lo había visto.

—Anne.

—Mmmm.

—¿Qué te hizo ser tan recelosa?

Eso la dejó meditabunda unos segundos, luego volvió a levantarse sobre la cama.

—Sabes lo que dicen ellas de mí, he hecho cosas muy alocadas anteriormente, y recibido gran cantidad de castigos por ello. Al principio creí que Lucian descubría mis planes porque tenía cámaras escondidas en todas partes, pero en una ocasión me di cuenta que no necesitaba espiarnos cada segundo del día para descubrir nuestros secretos, bastaba con que una de nosotras se lo contara todo.

—Pero ¿cómo llegaste a esa conclusión?

Se mordió los labios.

—Porque aquella vez, estando todas en una misma habitación, les compartí que iba a colarme en los aposentos de Lucian.

Ahora era yo quien la miraba estupefacta.

—¿Colarte, en la habitación de Lucian?

—Era para buscar algo que pudiera usar contra él, cualquier información que lograra sacar de ahí. Más adelante reflexioné que había sido una idea estúpida, pues desconocía si incluso él tenía cámaras de seguridad en su propio dormitorio, no importa. El caso es que se los dije, y ya sabes que cada una reacciona a su manera: Liz intentó convencerme con miles de argumentos, Lia me observó tan preocupada y confundida, Tiana parecía querer decirme algo, pero lo que sea que haya sido se lo guardó, Wen me dijo idiota y Karla me dio todo un sermón, Miriam se quedó muda y Emily me contempló con ojos como platos. Aun así seguí con mi plan horas después, y sin embargo no llegué muy lejos, ni siquiera alcancé a doblar el pasillo y él ya me estaba esperando con su horroroso perro Barb a su lado.

Anne se había llevado las rodillas contra el pecho, de pronto sumida en sus recuerdos.

— "Hace tiempo que no te pasabas por aquí, te echaba de menos", dijo muy orgulloso de sí mismo, y ya te imaginarás lo que ocurrió después. Pues bien, aquel plan sólo se lo confesé a ellas en la seguridad de mi habitación. Todas estaban aquí —su gesto se convirtió en la misma imagen del rencor—. Y una me dio la espalda sin que le importara qué podía sucederme. Cuando me recuperé del castigo, nunca jamás tuve deseos de cenar con ellas. Supe que no podía confiar en nadie, sólo estaba yo.

Bueno, ahora lo entendía todo.

—¿Y aun así, te arriesgaste a ocupar el papel de la mentirosa?

—No fue algo que tuviera planeado. Supe a qué se refería esa nota justo en el momento en que la leí, pero si señalaba que había una verdadera traidora en el grupo, podía haberla puesto sobre aviso, no me quedó de otra que contar parte de la verdad. Sé que pude haber muerto, pero... —clavó su mirada en mí—. Tú habías logrado salir, fuiste la oportunidad perfecta. Nos tenías muy sorprendidas, casi emocionadas, incluso lograste convencer a Emily de hacer lo mismo, tenía que aprovechar eso.

Era todo muy confuso. La que mentía decía la verdad, y la que parecía decir la verdad ya no era digna de confianza.

—Me has revuelto la cabeza —expresé, sobándome la frente con los dedos—. Sigue sin ser claro cuál de ellas podría estar mintiendo.

—Bienvenida a mi mundo.

Reuní su confesión junto con todo lo demás que tenía en la mente. ¿Cómo íbamos a poder resolver ese acertijo?

—Lo que sí puedo decirte es que no podemos confiar en Wen —argumenté—. Es demasiado peligroso —Anne mostró un gesto acomplejado—. ¿O tienes otra sugerencia?

—No, tienes razón. Es la respuesta más obvia —se mordió el interior de la mejilla—. Demasiado obvia, diría yo.

—Más opciones no tenemos.

¿Qué podíamos hacer?

Entonces alguien llamó a nuestra puerta. Anne y yo nos miramos.

—¿Qué crees que sea necesario mencionar? —musité, con los nervios de punta.

—Por ahora sólo lo básico, que has visto a Helga y tienes información que compartir. Nada más.

Estaba de acuerdo Me acerqué a la entrada y giré el picaporte.

Al otro lado estaba Karla.

—Hola Sam. ¿Podemos hablar?

Y fue como si se me prendiera una bombilla. Karla siguió hablando.

—Sé que dejamos una conversación pendiente anoche, me preguntaba si tú... ¡hala! —la tomé del brazo, y la metí con brusquedad dentro de la habitación. Coloqué el seguro inmediatamente—. Esperaba cualquier recibimiento menos este.

Me volví hacia ella.

—Una de ellas miente.

Karla tensó el rostro.

—¿Perdón? ¿A qué viene esa frase ahora?

—Porque lo que dice es verdad —interfirió Anne. Cualquier rastro de haber hecho conexión conmigo se había esfumado. En su lugar parecía un gato con el pelaje erizado, los hombros tensos y las facciones endurecidas—. Hay una traidora entre ellas.

Karla posó la vista entre mí y Anne.

—Están bromeando.

—Acabo de ver a Helga —aclaré rápidamente—. Y Anne me lo ha confirmado. Karla, hay una de nosotras en quien no podemos confiar.

Se sentó despacio.

—Había venido a hablar sobre el asunto de tu padre, ¿y prefieres discutir sobre esto?

—Esto es más importante. Escucha, si no descubrimos cuál de ellas es la mentirosa, podríamos...

—Lo sé, no tienes que explicármelo —exhaló con lentitud—. Pero no puedo.

—¿No puedo? —espetó Anne—. ¿Cómo que no puedo? ¿Qué quieres decir con ese "no puedo"?

—Buscar culpables, ¿tienen idea de lo que me están pidiendo hacer?

—¿Tienes idea de lo que te haré si alguien estropea nuestro plan?

—Eso, sigue aventándome veneno cuanto quieras, pero lo siento, no me pondré a condenar a una de ellas y mucho menos a levantar sospechas.

—Karla —intenté razonar—. Sino le hacemos frente, podría ir justo en este momento y meternos a todas en problemas.

—Lo dudo mucho.

—¿Por qué eres tan desesperadamente obstinada? —criticó Anne, apretando las manos en puños.

—¿Han pensado en por qué Lucian no lo ha sabido a estas alturas? Si una de ellas miente, ¿por qué no ha ido con él y soltado todo esto desde el principio? —eso nos hizo enmudecer—. Porque le importamos, y ella sabe que nos importa. Quien sea la que esté mintiendo tiene fe en lo de Helga.

—¿Opinas que es mejor que no tengamos cuidado con lo que digamos? —volvió a increpar Anne.

—Lo que estoy diciendo es que no las ayudaré a enfrentarnos a una de nuestras hermanas. No así.

—¿Qué sugieres? ¿Llenarla de abrazos y tacitas de chocolate? Porque conmigo no lo dudarías dos veces antes de sujetarme del cuello.

—Piensa lo que quieras, ya te dije que esa vez no toleré la idea de que nos pusieras la una contra la otra —se levantó—. Y mi respuesta sigue siendo no, a lo que sea que vayan hacer. No les ayudaré a buscar culpables.

—Karla, por favor —supliqué—. Sólo necesitamos descartar nombres, estar seguras de que...

—Venir aquí ha sido un error —abrió de nuevo la puerta—. Cuando quieras hablar de lo que pasó ayer puedes venir conmigo. Pero si es para acusar a una de ellas ni siquiera lo pienses.

—Tú presientes de quién se trata, ¿no es así? —Anne había dado unos pasos en su dirección, señalándola con un dedo acusador—. Intuyes quién es, ¿por qué la proteges?

Karla no le respondió, ni siquiera la miró. Sólo se fue.

Anne externó un gruñido.

—Y ahí lo tienes, una razón más de por qué a veces siento que la odio tanto.


—¿Wen no vendrá? —tanteó Liz.

Miré interrogativa a Anne, ella negó con la cabeza.

—Creo que por ahora será mejor que nos adelantemos a ella.

Nos juntamos en la habitación de Liz. Anne había sugerido que lo hiciéramos en la de Emily, pero me había negado. Si les iba a decir lo que habíamos acordado comunicarles sería en un sitio donde no me sintiera tan mal por su pérdida, y donde las demás pudieran digerir mejor la noticia.

Al igual que el día anterior, varias de ellas fueron a verme en busca de respuestas sin necesidad de que las llamáramos. La mayoría reaccionó al principio como Anne cuando les confirmé mi encuentro con Helga, pero al rehusarme a contarles lo que me había dicho hasta que pudiéramos estar todas bajo un mismo cuarto, no dudaron en dedicarme muecas exasperantes. Karla fue la última en unirse, y nada de lo que pudimos haber dicho en mi alcoba se reflejaba en su rostro.

Lia y Tiana estaban sentadas en el suelo con las piernas cruzadas, ambas muy atentas a cada uno de mis gestos. Liz, por su parte, estaba envuelta entre sus enredones con Karla sentada a su izquierda. En el caso de Anne, ella estaba a mi lado.

—¿Y bien? —presionó Lia—. ¿Qué te dijo?

Las recorrí a todas con la mirada.

—Helga va a ayudarnos.

—¿Cómo?

—No lo sé. Ella no me lo explicó.

Todas, sin excepción, arrugaron el ceño.

—¿Cómo que no te lo explicó? —inquirió Liz—. ¿Qué es lo que planea entonces?

—Me confesó que sí tenía un plan, pero que era muy arriesgado.

—Evidentemente —interrumpió Karla. Escuchar su voz me provocó un inesperado estremecimiento—. Todo esto es arriesgado. ¿Algo que no sepamos?

—Emily... —Anne sostuvo mi mano, infundiéndome valor para terminar de decirlo—. Emily está muerta.

Silencio total. Ninguna osó hablar por eternos minutos. Contemplé sus expresiones, del escepticismo hasta el horror. Los ojos de Lia se volvieron vidriosos. Karla agachó la cabeza. Las demás fue como si por un segundo miraran a la nada.

—Muerta —murmuró Lia, tragó saliva—. ¿Cómo..., cómo lo sabe?

Les resumí lo mejor que pude la conversación. No hubo preguntas al final, se mantuvieron atentas a mis palabras hasta la última frase. Lia resultó ser la más afectada, apretando las manos y con pequeñas lágrimas brillantes corriendo por sus mejillas, las cuales la tomaron por sorpresa. Se limpió la nariz y cubrió sus ojos con un brazo.

—¿Por qué no me sorprende?

Todos nos giramos hacia Tiana. Ella igual lloraba, pero su expresión no era de pena.

Era la manifestación pura del odio.

—Nunca creí que sucedería y aun así tampoco me sorprende.

Se puso de pie para luego encaminarse con paso duro hacia la salida.

—Tiana, espera, Sam no ha terminado de... —ignoró a Anne y azotó la puerta—. Hablar.

—Déjala —interpeló Karla—. Yo hubiera hecho lo mismo de haber estado en su lugar —la contemplamos sin entender a qué se refería—. Piénsenlo. Ahora la visita del general cobra sentido. Ella fue parte del precio que Lucian pagó para mantener a ese hombre de su lado en cuanto decidió asesinar a Emily, recuerden que es la muñeca de más valor. Tan sólo imaginen cómo se sentirían de estar en sus zapatos.

Se me estrujo el corazón.

Lia seguía llorando sin emitir sonido. Su cuerpo se sacudía en pequeños temblores. Anne se sentó a su lado y le rodeó los hombros con un brazo, en un intento de consolarla.

—Continúa, Sam —pidió Liz, igual de decaída que las demás—. ¿Qué otra cosa te dijo Helga?

—Necesita que le entreguemos evidencias.

—¿Evidencias? —soltó furiosa Lia—. ¿Estás de broma?

—Cuando trabajaba aquí —respondió Anne—. Me pidió que le ayudara a conseguir pruebas suficientes para incriminar a Lucian, de otra manera no le sería posible conseguir que la policía lo apresara. Sin eso sólo lograríamos alertarlo y posiblemente...

—Se las ingeniaría para huir —terminó Karla—. Y nos separaría en el proceso.

—Exacto.

—Pero Emily ya está muerta —Lia se levantó, ahora igual o más furiosa que Tiana, con el rostro arrugado por el llanto y la ira—. ¿No es eso prueba suficiente?

—Ella lo está —continuó Anne—. Pero no hay nada que evidencie que se haya relacionado con él. Sólo nuestra palabra, y esta tengo entendido que no es suficiente.

—La fotografía que me enseñó tampoco muestra ninguna señal de que Lucian fuera el causante —agregué.

—Entonces estamos sin nada —dijo Lia—. Si Anne y ella no lograron encontrar ninguna prueba, ¿por qué cree que nosotras sí?

—Porque ahora estamos todas metidas en esto —concluyó Karla.

Anne y yo nos miramos un segundo. Lia se restregó la nariz, carraspeó y nos recorrió a todas con furia, tristeza.

Pero también con determinación.

—Bueno, ¿por dónde comenzamos entonces?

—Antes quiero preguntar algo —dijo Liz—. Anne, ¿segura que eras la única que estaba al pendiente de quién era Helga?

—Fui yo la que la contacté y sólo conmigo se comunicaba por medio de notas. Así que la respuesta es sí —Anne ladeó la cabeza en su dirección al ver que Liz fruncía el ceño—. ¿Por qué?

—Si eso es cierto, ¿qué pasa con lo de Miriam?

—Helga confesó que intentó ayudarla la vez que se la llevaron —expliqué—. Pero no lo consiguió.

—No me refiero a eso. Sino su álbum. Su cámara.

—Su nota de advertencia —dijimos Lia y yo al mismo tiempo.

—¿Nota? —Karla nos miró a ambas, sin comprender—. ¿Qué nota?

—¿Qué clase de nota? —cuestionó Anne igual de perdida.

Rayos, se nos había olvidado que ellas no estaban al pendiente de ello.

—Miriam dejó un álbum de fotos con una nota y su pequeña cámara —explicó Liz—. Supusimos que lo habría escrito por la misma razón que Anne, que Helga también se había comunicado con ella para... Oh, por tu cara creo que no.

Anne masculló, indignada de repente:

—¿Había una nota de Miriam y nunca pensaron en contárnoslo?

En vez de responderle, Lia husmeó entre un par de cajones. De ahí sacó el cofre con el signo de la flor con los cinco pétalos caídos. Karla se irguió y abrió los ojos como platos.

—¿Dónde lo encontraste?

—Estaba en su habitación, Sam la halló en uno de sus muebles.

—Es imposible —musitó mientras se lo arrebataba—. Esta cosa no debió aparecer en primer lugar, yo fui a su habitación y jamás me encontré con esto. ¿Cómo rayos...?

—Tú deja eso, ¡quiero ver ese papel! —Anne también se puso de pie, abrió el cofre y sacó el álbum. En cuanto lo hojeó el papelito cayó a sus pies. Lo levantó y leyó en voz alta—. "Cuando estés segura de en quién confiar, entrégale esto" —chasqueó la lengua—. No tiene sentido, ¿cómo sabría ella todo el asunto de Helga?

—Dámelo —Karla se lo arrebató. Sacó también la cámara y siguió barriendo el interior con la expresión más completa de espanto—. No puede ser. ¿Cómo...? Se supone que...

—Entonces —sondeó de nuevo Liz—. ¿Miriam sabía o no lo de Helga?

No aparté mis ojos de la expresión de Karla. Parecía ser una reacción demasiado extraña, ¿qué podía significar?

Alguien tocó la puerta, interrumpiéndonos antes de abrir.

—Sam, lo que sea que estés haciendo debes... —Wen se detuvo al vernos a todas reunidas y arrugó la nariz—. ¿Qué sucede?

—Ve con ella, Samy —me dijo Anne.

—Espera —Wen hizo el intento de entrar—. ¿Ese no es el álbum?

La tomé del brazo y nos saqué rápidamente de allí.

—¿Decías? —me coloqué entre ella y la puerta de la habitación.

Wen se cruzó de brazos, vi que quería replicar, pero al final giró los ojos.

—¿Sabes qué? No me importa lo que estén haciendo las demás. Ahora mismo tienes que venir conmigo.

—¿Para qué?

—Tienes una llamada.

¿Ya tienen a una sospechosa? 👀

Mientras tanto, les comparto un collage con los personajes y decirme quién es quien:

Y uno de Miriam que no cupo en el collage 😅

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