CAPÍTULO 43

Esa mañana al despertar descubrí que me habían regresado el libro.

No pensé mucho en qué hacer con él a continuación. Estaba claro para mí lo que tenía que suceder. No conseguía comprender qué me había pasado a pesar de las palabras de Karla, posiblemente Derek me había dejado tan confundida e impresionada que mi subconsciente diseñó una broma cruel en la que casi consigo tirarlo todo por la borda; tenía que ponerle un alto cuanto antes. En lo que respectaba a la orden de Lucian, esperaba que se me ocurriera algo más adelante.

Así que cubrí el libro con una bolsa, dispuesta a regresarlo aunque aquello me sentara fatal. Imaginarme el rostro de desilusión de Derek me causaba mucha pena, y rechazar aquel bonito detalle... En fin, sea como fuere, se estaba convirtiendo en una distracción.

En una linda, tierna y dulce distracción.

Así pues, al llegar al café y adentrarme por la puerta principal busqué a Derek inmediatamente; sin embargo, no lo encontré en su concurrida mesa, ni en ningún otro sitio. Dispuesta a esperarlo, me mentalicé para abordarlo en cuanto lo viera.

Sería fría, seca, y muy dura.

Mientras tanto, aún tenía tiempo para calcular las palabras que le diría, y reunir el valor suficiente para no reflejar ninguna emoción, aunque me entristeciera profundamente.


Avanzaron las horas, y el sin vergüenza no se presentaba.

Eso era inusual. Derek jamás había faltado ni un día, mucho menos cuando tenía su computador. El corazón me daba un vuelco por cada sonido de la campanilla, pero sólo eran clientes cualquiera. No había rastro ni de su maletín ni de su suéter beige. ¿Cómo es que ese preciso día, cuando estaba más predispuesta a terminar cualquier lazo con él, Derek no se dignaba a aparecer? Debía tratarse de un mal chiste. Aunque a decir verdad, me sentí aliviada por retrasar nuestra conversación.

Desconocía cuál de los dos sentimientos predominaba más.

Al comprobar por milésima vez su ausencia, no me quedó de otra que optar por la segunda opción: interrogar a Wilma. Había querido evitarla porque no quería darle una idea errónea sobre mi verdadero interés por ver a Derek, pero en vista de las circunstancias me vi obligada a hacerlo. Posiblemente debía haberle pedido a ella que se encargara del libro y así liberarme de la responsabilidad de enfrentarme a Derek, pero también pensé que así iba a ser más difícil conseguir que nuestra relación de amistad quedara en punto cerrado.

En cuanto me desocupé con una orden me apresuré a interrogarla.

—No veo a Derek —comenté, con el rostro más inexpresivo que tenía y neutralizando la voz.

Ella no se lo tragó.

—No lo digo por nada de lo que sea que estás pensando —me apresuré a aclarar antes de que dijera cualquier cosa—. Es sólo que necesito decirle algo.

—¿Cómo qué? —cuestionó maliciosa.

—Wilma...

—Es que es la primera vez que preguntas por él —esbozó una sonrisa—. Después de que casualmente ayer te entregara algo muy bonito.

—¿Vas a decirme o no?

Ella soltó una risita.

—Ojalá pudiera decirte, porque yo también me lo pregunto —la miré con advertencia—. En serio, muy rara vez falta un día desde que supe que frecuentaba por aquí.

—¿De verdad no sabes dónde está?

—¿Quieres que le llame?

Lo medité un poco.

—No, puede que pronto aparezca —sin embargo, ella sacó su teléfono—. Wilma, en serio no es necesario.

—No voy a llamarlo, pero me ha surgido un presentimiento. Tienes razón, él rara vez... —pareció encontrar algo, pues contempló por largos segundos la pantalla—. Oh. Ya veo.

—¿Qué?

Guardó el aparato, todo rastro de alegría o diversión había desaparecido. Wilma se había puesto tan seria que me inquietó.

—¿Qué sucede? —insistí.

—Él nunca te lo dijo, ¿cierto?

—¿Decirme qué?

Ella abrió la boca, pero un nuevo cliente nos interrumpió y tuve que ir a atenderlo muy a mi pesar. Lo hice apuradamente, y cuando obtuve un segundo libre la abordé de nuevo:

—¿Qué es eso que no me contó?

Ella se mostró indecisa.

—Derek no vendrá.

—¿Cómo lo sabes?

—No puedo decírtelo.

Eso sí era raro. ¿Desde cuándo aquel local guardaba sus propios secretos? Ella no tardó en explicarse:

—Es algo que sólo él debe decirte, si es que cree que debe hacerlo. Es todo lo que puedo contar.

Desconcertada, la dejé irse. ¿Qué era eso que no sabía de Derek, que ni hasta Wilma estaba dispuesta a compartir?

A pesar de que la conciencia me gritaba que dejara aquello por mi propia paz, una pizca de curiosidad se plantó en mi cerebro, y varias veces me vi contemplando la mesa vacía de Derek preguntándome qué es lo que estaría haciendo en ese momento que interfería su rutina. Por primera vez me pregunté por la relación tan estrecha entre Derek y Wilma. Había asumido que actuaban tan cercanos por el hecho de que él entraba rápidamente en confianza con cualquier ser vivo que se le cruzara, pero en vista de la reacción de Wilma, tal vez se tratara de algo más.

En otro momento libre, y convenciéndome que sólo quería librarme de la duda, volví a abordarla.

—Wilma, ¿cómo es que lo conoces mucho?

Mi pregunta la tomó desprevenida, pero respondió:

—Su madre y la mía son muy amigas, él y su hermana siempre nos tratamos de pequeños, así que verás la sorprendente coincidencia que nos llevamos al encontrarnos aquí en mi primer día.

Bueno, eso respondía a una pregunta. Wilma me contempló un segundo, luego suspiró.

—Escucha, ya sabes que él es muy abierto, estoy segura de que si se lo preguntas, te responderá. Pero hoy es un día delicado para él, así que sería muy inoportuno que de pronto te mostraras demasiado interesada por saber más de su pasado. Claro, si es que decide aparecerse, normalmente no lo hace por estas fechas.

La campanilla tintineó, ambas nos giramos.

—Sólo salí un momento —Derek tenía el teléfono en el oído. No llevaba su maletín—. Kat, te prometo... Estoy bien, ya deja de preguntar eso. ¿Me dejas hablar ahora?

Tanto Wilma como yo nos lo quedamos mirando sin mover ni un músculo.

Derek tenía un cabello rebelde, pero había una ligera diferencia entre un rebelde controlado y el que estaba llevando en ese instante. Mechones de pelo yendo a diferentes direcciones, como si se hubiera pasado la mano por el cabello tantas veces. Fuera de eso, parecía seguir siendo el mismo sujeto presentable con su suéter beige.

Pero era claro que no se veía bien. Sus ojos nos observaron apagados cuando nos saludó de soslayo, sólo por compromiso. Su postura era la de una persona que estaba pasando por un mal trago.

Y no hubo ninguna sonrisa.

—Sí. Sí, lo sé. Lo sé. ¿Ya me dejas colgar? Llego en un minuto —resopló frustrado y apretó el teléfono con fuerza—. Katy, te juro que si me haces esa pregunta de nuevo, te cuelgo y te dejo plantada... De acuerdo, bien —guardó su teléfono y cerró los ojos un segundo, cuando volvió a abrirlos sólo se dirigió a Wilma—. Por favor, tú tampoco me mires así.

Ella espabiló.

—Lo siento —Wilma apartó los ojos de él—. ¿Cómo está tu madre?

—Ella está bien —carraspeó—. Will, si no te importa, prefiero que sólo me traigas el café.

—Claro, ¿lo mismo de siempre?

—Por favor.

Ella se alejó. Eso nos dejó solos.

Derek nunca perdía la oportunidad para hablarme de lo que sea, pero en esa ocasión, fui sólo una figura decorativa. Supe que era el momento perfecto para hacer lo que había estado dispuesta hacer desde que desperté. Ir por el libro, devolvérselo y terminar con lo que sea que tuviéramos entre nosotros. Regresar a la misma Samanta que no le importaba ser borde y fría.

Pero no me atreví. No pude. No cuando lo miraba tan mal.

Tan decaído.

Tan no él.

Derek cayó en cuenta de que lo miraba.

—Hola Sam —hizo el esfuerzo de sonreír, sin éxito—. ¿Me veo tan horrible?

—Yo... creí que no vendrías.

Él soltó un intento de risa.

—No iba a hacerlo.

Seguimos esperando. Jugueteé con mis dedos mientras el silencio del local nos cubría poco a poco. Quise clavar la vista en cualquier punto que no fuera él, pero me fue difícil, en especial, porque descubrí que me sentía preocupada por él.

Pasó un minuto, Wilma llegó con su pedido y se lo entregó con un movimiento dudoso.

—Derek —él la miró por fin a los ojos—. ¿Seguro que estás bien?

Él tragó saliva.

—Sí.

—Escuché que Madeleine...

—Como dije, mi madre está bien —cortó irritado—. Kat me obligó a llamarla, no tienes de qué preocuparte.

Wilma siguió contemplándolo, todavía igual de preocupada.

—Sabes que, si necesitas hablar, puedes contar conmigo.

—Estoy bien, Will. Solo vine porque... —él sacudió la cabeza—. No lo sé, necesitaba distraerme. No pensar, ¿de acuerdo? Sólo eso.

Wilma pareció querer seguir insistiendo, pero asintió. No obstante, en vez de irse, Derek contempló su café un largo rato más, jugando con el líquido de su taza como si este contuviera un secreto universal.

—Bien, hasta pronto —se dio la vuelta, pero se detuvo—. Se me olvidaba, dile a Jesper...

—Se lo diré —terminó ella. Derek dejó ir una pausa. Parecía que buscaba cualquier excusa para no irse.

Pero por fin se marchó.

No regresó en lo que quedaba de la mañana.


Débil. Había sido una débil.

Contemplé el libro entre mis manos. Aunque deseaba recriminarme por no haber tenido el valor de enfrentarme a Derek, sólo me quedé ahí, admitiendo mi debilidad, y por qué no, una tremenda estupidez. Si cualquiera de las chicas me viera, si Anne, o Wen, Liz, o peor aún, Karla me observara, no dudarían en propinarme una tremenda bofetada.

Incluso podía llegar a escucharlas con toda claridad: "Tonta, tonta, ¡tonta!"

Tonta.

¿Y todo por qué? ¿Para qué? ¿Por un hombre? Por los amantes, ¿y por qué no me sentía arrepentida en lo absoluto?

Mierda.

Guardé el libro. Respiré profundo. Y procuré actuar como si no hubiera sucedido nada.

Faltando media hora para el final de mi turno, me dediqué a ordenar las cosas de la despensa.

Y pensé en Derek. Pensé en sus ojos tristes, en sus hombros caídos y en su cabello desastroso. Pensé en su voz derrotada, en el libro, en su mesa vacía, en su ridículo maletín y su tonto gato blanco.

Gruñí de frustración. Tomé unas latas, y seguí pensando en Derek.

Ordené unas cajas, registré algunos enseres, y seguí, pensando en Derek.

Derek. Derek.

Derek.

Maldita sea, ¿por qué?

—Sam —Wilma abrió la puerta, tomándome por sorpresa—. ¿Te falta mucho?

Contemplé el resto de la despensa, todavía sostenía una caja como si no supiera qué hacer con ella.

—En realidad no, ¿necesitas algo?

Ella titubeó. Miró hacia afuera. Pareció hablar con alguien, luego abrió más la puerta.

Y ahí, parada junto a ella, con un aspecto diferente, vi a Helga.

—Hola Samanta. Creo que tú y yo necesitamoshablar.

Por cierto, ¿tienen curiosidad de saber quién es Derek en la vida real?

Neta, yo sé que este hombre es más conocido como Luis Miguel, pero cuando lo vi en la siguiente foto:

Grité: ¡ES DEREK HARD!

Pero luego me di cuenta que tenía sus treinta y quedé: 🤡🤡🤡

Al pobre me lo imagino bien maduro 😅 Luego me puse a husmear más, usé unas cuantas apps y llegué a este nene:

¿Cómo lo ven?
Ya saben que ustedes pueden imaginárselo como gusten, pero siguiendo las referencias, podría ser él.

Aún así seguiré buscando al Derek perfecto y cuando lo encuentre, se los comparto.

PD: ¡Ya está Helga!

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