CAPÍTULO 4
Al llegar a la casa, después de pasar los dos guardias de seguridad de la puerta y que estos me revisaran concienzudamente, encontré a Liz y Miriam discutiendo por la parte izquierda de los jardines. Teniendo en cuenta lo tarde que era y que se lanzaban miradas de odio, supe que otra vez debatían en qué lugar situarían la nueva mata de flores.
—Te lo he dicho miles de veces, no me importa si quieres ponerlas a lado de la ventana del dormitorio o no —decía Liz en ese momento, mientras su cabello cobrizo refulgía brillante bajo el sol—. Ese es un pésimo lugar para que les dé directamente la luz. ¡Allí no tardarán en secarse!
—Lo dices porque quieres acaparar la vista, ¿no es así? —le refutó Miriam—. ¡Podrás verlas perfectamente desde tu alcoba! Mi habitación está desde el otro lado del edificio y no es justo que solo una de nosotras las pueda disfrutar.
—Ya te lo dije, todo tiene que estar perfecto para el evento, si quieres verlas, entonces dile al señor Luc que te cambie de habitación.
—¡Sabes que a Emily no le gusta estar sola!
—Ella es lo suficiente mayor para acatar las decisiones de los demás.
Entré a la casa. Sabía que alguna de las dos debía de ceder antes que la otra, aunque votaba que fuera Miriam la que diera el primer paso. Liz siempre había sido firme en sus convicciones.
Subí las escaleras para llegar directamente a mi alcoba, pues por increíble que pareciera estaba demasiado cansada y necesitaba hacer el informe para Lucian, además de que me urgía un baño. Al abrir la puerta no me sorprendí por no ver ningún rastro de Anne, pues ella siempre se desaparecía la mayor parte del tiempo, eso si es que no se la pasaba durmiendo.
Cuando terminé de asearme, tomé una libreta y bolígrafo. Me senté en mi parte de la cama y me puse a pensar en cómo redactar mi primer reporte para entregárselo a Wen, aquella mujer que se había autoproclamado la asistente personal de Lucian, como si el título tuviera algún mérito especial. Al escribir, decidí que simplemente relataría los hechos a como surgieran en mi cabeza, sin expresar ninguna opinión al respecto. Dudé en incluir el incidente con el tal Derek, pero al final concluí que era mejor no guardarme nada, así demostraría que se podía confiar en mí y mi compromiso por cumplir el acuerdo establecido.
Además, era muy poco pago comparado con lo que ya había hecho.
Le eché una segunda revisión al escrito. Sabía que mi letra era demasiado rara, pero confiaba en que Wen pudiera descifrarla. Si iba a leerlo para Lucian, entonces suponía que no tendría ningún problema al hallar una que otra falla ortográfica.
Me encogí de hombros. Arranqué la hoja y la doblé en cuatro. Ahora sólo hacía falta encontrar a Wen.
Primero me dirigí a su alcoba, y esperé un rato hasta que me di cuenta de que no estaba ahí. Detestaba la idea de tener que buscarla por todas partes, en especial porque no quería toparme con Lucian, pero viendo que no quedaba de otra, tenía que hacerlo. Sin embargo, al descender por las escaleras me llegó el aroma del pan recién hecho y mis tripas hicieron sonidos extraños.
Tal vez tenía tiempo para ver a Tiana un rato.
En la elegante cocina de acero inoxidable se oía una melodiosa voz alegre. Algo que siempre admiraba de Tiana era lo feliz que parecía estar a todas horas. Nunca la había visto deprimida o lamentándose por las circunstancias que le habían tocado, y en parte su compañía me hacía sentir mucho mejor, como si ese sitio dejara de asfixiarme. Era mi soplo de aire fresco pasar unos minutos con ella.
En ese momento, Tiana sacaba un refractario del horno con un esponjoso pan crujiente con glaseado.
—Se ve delicioso —se sobresaltó, pero al verme mostró sus perlados dientes.
—Hecho con mis poderes divinos, ¡pues claro que está delicioso! —Lo colocó en la mesa. Hice ademán de tomar un poco, pero me pegó un manotazo—. Ni lo pienses. Esto es para el señor Luc. Me ordenó preparar un par de pruebas para cuando llegue la fecha de la fiesta; además, sabes que tenemos restringido los alimentos como este —la miré con súplica—. Hablo en serio, la última vez Wen me hizo un drama por haberte dado la otra noche, si ella se entera que he vuelto a romper la regla contigo, me usará a mí como puré.
Me desinflé. Tiana se percató que sus palabras me habían desanimado. En serio quería probarlo. Saltó la vista entre mí y su postre y suspiró. Sacó un cuchillo, partió un pedazo y me lo ofreció.
—Será nuestro secreto. Pero solo por esta ocasión. ¿Vale?
Sonreí.
Me di mi pequeño festín con esa explosión de azúcar. Mientras tanto, Tiana continuó cantando, y al hacerlo no pude evitar pensar en lo que habría hecho ella con Lucian para que él le permitiera ejercer en la cocina incluso en las horas activas. De hecho, Tiana era la única quien no participaba desde que descubrí todo lo que se hacía en esa casa.
No lo había reflexionado antes, pero considerando mi propia situación, pensé en lo que tuvo que haber pagado a cambio de ello, ¿le habría dolido tanto como a mí? ¿Habría hecho algo parecido? Ella seguía igual de feliz desde que la conocía, pero ¿también sería una farsa?
—Tiana.
—Dime, pequeña Samy.
—En tu trato con Lucian, ¿cómo le convenciste para no trabajar en las horas activas?
Ella dejó de canturrear. No me respondió al instante y creí que había cometido un error, pero después de un rato la escuché decir:
—La verdad es que no necesité convencerlo —su respuesta me dejó sorprendida, y vi que se había quedado absorta observando su reflejo en el gran cucharón manchado de glaseado—. Él necesitaba de alguien que se encargara de las comidas a tiempo completo, y yo no quería participar en... eso. Así que el trato se llevó muy fácil.
Se percató de su repentina seriedad, así que espabiló y recuperó su sonrisa.
—Pero no hablemos de mí —siguió—. Mejor dime, ¿cómo te fue? ¿Sigues sintiéndote segura de lo que hiciste?
Desvié la vista hacia mi glaseado. Ya me lo había acabado.
—Es demasiado tarde para retractarse —me llevé un poco de lo que quedaba a la boca—. Y por los amantes, ¿cómo haces para que quede tan delicioso?
—Secreto de familia —recogió mi plato, impidiéndome que lo lamiera. Iba a pasar una larga temporada sin probar algo parecido, lo sabía, así que quería aprovechar hasta la última pizca—. Pero en serio, Sam. ¿De verdad no te sientes arrepentida? Todas nos sorprendimos cuando nos contaste tu plan para trabajar, y más aún cuando Lucian te permitió hacerlo. ¿Qué tipo de favor le hiciste para que te permitiera salir?
Agaché la cabeza. Desde lo que había hecho había permanecido apartada de ellas. Apartada de su curiosidad.
Y de sus preguntas.
—¿Quieres que te ayude a limpiar después de comer?
Tiana no respondió de inmediato.
—Que va, llamaré a Helga para que mande a alguien. Aunque preferiría no hacerlo, ¡esa gente ignora cómo tocar mis instrumentos! Como si fueran cualquier cosa, hazme el favor.
No señaló el hecho de que no me atreví a responder su pregunta.
Me despedí de Tiana y fui a buscar a Wen, pues ya había pospuesto nuestro encuentro. Recorrí por los largos pasillos de la casa. Muchas veces me divertía el hecho de considerarla casi un laberinto, pues cada pasadizo me llevaba a una habitación distinta y así sucesivamente. Me recordaba a un cubo de Rubik, aunque solo podía pasar por ciertas zonas, pues aquellos sitios donde teníamos prohibido entrar estaban asegurados con escáner, o había guardias apostados en los pasillos que nos impedían el acceso. Por no olvidar de aquellas cámaras que nos seguían el paso.
Finalmente, después de buscarla en su oficina y no recibir ninguna respuesta de su parte, decidí redirigirme al pateo de atrás, pues desde hace un buen rato escuchaba una música rítmica a gran volumen, tanto que sentía las vibraciones dentro de aquellas paredes.
En el exterior, reconocí a tres de las chicas que se encontraban de servicio nadando en el borde de la piscina: Lia, Emily y Miriam. Vestían solamente con la parte baja de un bikini de dos piezas y se encontraban abrazadas a tres hombres que no paraban de darles besos en el cuello y sobarles los pezones. Ellas reían, se retorcían y se dejaban acariciar. En ese instante Miriam sostenía una copa de champaña y besaba a su cliente como si le devorara los labios. Me pregunté si al final habría ganado su discusión con Liz, aunque lo dudaba.
Ver invitados a esa hora de la tarde era muy inusual, pues el sol apenas había bajado un poco, aun así, seguía habiendo muchísima luz. En una esquina por fin localicé a Wen. Estaba recostada en una mecedora a la sombra de un árbol y se columpiaba de derecha a izquierda con un pie colgando por fuera. Tenía puesto sus gafas de sol y, en efecto, eso era todo.
Al acercarme ella bajó sus lentes y me miró de arriba a abajo, inspeccionado lo que traía puesto.
—¿Estás segura de que es así como quiere verte el señor Luc? Suficiente hiciste como para rechazar tu participación en el evento
—Sé que a él le encantaría verme usando lo que tú traes puesto, que es igual a nada —le tendí el papel—. Ten, esto es para ti.
—¿Es algún admirador secreto? —lo abrió y comenzó a leerlo—. Qué raro, creo recordar que ese "Ahy" se escribe de manera distinta.
—No molestes con la ortografía, vas a ser tú quien se lo lea, ¿no? —Mantuve la mirada en la pequeña fiesta de la piscina—. ¿Por qué hay clientes a esta hora?
—Aprovechan la mercancía, por supuesto —se colocó de nuevo los lentes y se reacomodó—. El señor Luc recibió un generoso pago a cambio de que pasaran una hora privada con las chicas. ¿Ves a ese que tiene entradas profundas en el cabello? —Señaló al que era el cliente de Miriam—. Lleva días disfrutando la compañía de esa mocosa —tomó un libro de cuentas que tenía a su lado—. Ni siquiera sé qué es lo que le ve.
Los observé por un momento, viendo a Miriam contonearse cuando el hombre le susurró algo al oído mientras ella reía. Tuve un mal presentimiento.
—¿Quieres decir que en cualquier momento querrá llevársela?
Wen se encogió de hombros.
—Yo qué sé, es su dinero, no el mío. No tengo por qué juzgar a nadie por cómo desperdicia un buen capital.
—Estará sola, Wen.
—¿Y qué? Cuando recién llegué a aquí solo estábamos Karla, Anne y yo. En realidad, no tiene nada de malo, te acostumbras a acaparar toda la atención para ti.
—Me refiero... —madre mía, debería estar acostumbrada a tratarla a esas alturas, pero me lo ponía difícil—. Como sea, debo irme.
—No, el señor Luc viene para acá y quiere hablar contigo —anunció sin despegar su vista del libro.
Experimenté un escalofrío.
—Pero si no...
—Vendrás conmigo a posar para una revista de gran prestigio.
Sí algo debía admitir muy a mi pesar, era el hecho de que Lucian siempre sabía presentarse. Era alto, bien proporcionado y músculos que a cualquier mujer le darían ganas de morder como manzanas. En su momento yo también lo había deseado, y recordaba perfectamente la sensación de su cabello rubio y sus ojos azules quitándome el aliento como una estúpida adolescente. Parecía una súper estrella al estilo de Hollywood. Cuando sonreía casi llegaba a imaginarme que sus dientes soltaban un refulgente brillo. Su voz había sido lo más interesante, podía recordarla como algo seductora para convencer a la gente de que hiciera lo que él quería, o que vieran las cosas como él las veía. Sobraba decir que yo había quedado prendada cuando lo conocí por primera vez, pero de eso hacía mucho tiempo.
Ahora, cada vez que lo veía, solo recordaba un edificio con una enorme mancha de sangre seca.
—Señor Luc....
—Entrégame el papel, Gwendolyn.
Al verlo sostener mi triste hoja experimenté una extraña inquietud.
—¿Y bien? —dijo mientras la desdoblaba—. ¿Me contarás cómo te fue en tu primer gran día de trabajo o tendré que saberlo por medio de un... "Ahy" mal escrito?
—Te lo dije —murmuró Wen entre dientes.
La ignoré.
—No sé qué quiere que le cuente, señor Luc. Fue bastante normal, está todo escrito en el informe.
—Dame el pequeño placer de oírlo de tus labios, ¿quieres?
"Mis peticiones no son opcionales. Se hacen." Una frase que siempre se quedaría grabada en mi mente.
Así que se lo conté todo. Desde que tomé la parada del autobús hasta el momento en el que regresaba. Incluí más detalles con el incidente del tal Derek, y Lucian no me preguntó nada al respecto. Cuando terminé de hablar, él asintió, conforme.
—¿Ha sido todo lo que esperabas? —Le tendió el papel de vuelta a Wen—. Archiva esto en una nueva carpeta, quiero tener el registro de cada uno de ellos.
—¿Disculpe?
—Que si fue todo lo que esperabas. Me relataste lo que sucedió, pero no has dicho cuál es tu opinión. Quiero saberla.
—¡Señor Luc! —Gritó uno de los clientes, el mismo hombre que tenía a Miriam aferrada a su espalda—. Señor Luc, venga a divertirse un rato.
Lucian levantó una mano.
—Por el momento tendré que declinar, señor Hans. Debo respetar un horario.
—Se lo imploro —Miriam le hizo cosquillas y el sujeto se rio—. Su chica es una maravilla, ¿se lo han dicho?
—Todas ellas, señor Hans —clavó la vista en mí—. Todas ellas.
El tal Hans perdió el interés, pues abrazó de nuevo a Miriam y la besó tan fuerte que vi cómo le lamía la boca con la lengua.
—No has respondido mis preguntas —exigió Lucian llevando una de sus blancas manos a mi barbilla para que lo mirara a los ojos—. Detesto tener que repetirlas.
Comencé a ponerme nerviosa. ¿Y si le daba una respuesta que no quería escuchar? ¿Me prohibiría volver a salir? ¿Qué quería él que dijera en realidad?
—Fue muy cansado —me oí responder—. Terminé con dolor de espalda y los pies me estaban matando. Pero sentía que había hecho un buen trabajo.
Lucian siguió escudriñando mi rostro, analizando mis palabras y mi expresión, buscando alguna verdad oculta.
Al final decidió soltarme.
—Muy provechoso —fue lo único que dijo.
Intenté mantener una postura sumisa, como si hace un segundo no me hubiera hecho ninguna sutil amenaza. Después de un rato, en el que solo se escuchaba el sonido de las risas en la piscina y la música alta, ordenó:
—Arréglate. Te llevaré a una sesión de fotos importante —examinó el pequeño conjunto que traía puesto—. O mejor pídele a Gwendolyn que te arregle. No, que sea Karla, ella tiene mejor ojo para el estilo.
—Sí, señor Luc.
Hui lo más rápido que pude de ahí.
Poco después llegué a la habitación de Karla, y tuve que tocar varias veces, hasta que ella decidió abrirme
—¡¿Y ahora qué?! Oh, eres tú. Pasa.
Al igual que Liz y Wen, Karla tenía su propia habitación. Poseía tantas cosas que ninguna de nosotras se podía permitir a menos de que Lucian decidiera proporcionarlo, o si recopilábamos un montón de favores demasiado buenos como para decorar un cuarto entero de tela y ropaje.
Las ventanas eran de un hermoso conjunto rojizo de tejido hecho a mano. En una esquina Karla tenía su máquina de bordar, un mueble especial para hilos y telas además de herramientas indispensables para el corte de diseño de ropa.
Ella no se cansaba de repetirme que una mujer hecha y derecha tenía que saber hacer su propio vestuario, aunque su armario lleno de marcas caras y zapatos de diseñador demostraban lo contrario. Por donde sea que posara la vista, había prendas tiradas, sucias o limpias, algunas con etiquetas e incluso empacadas todavía en bolsas de compra.
Y apestaba muchísimo a tabaco.
—Muy bien, soy toda oídos —hizo espacio en su cama para que me sentara—. ¿Qué fue lo que pasó?
—Lucian quiere llevarme a una sesión de fotos. Ha dicho que seas tú quien escoja lo que lleve puesto.
—Me refiero a tu empleo, Sam.
Tensé la espalda.
—Estuvo bien.
—Estuvo bien mi culo, quiero una respuesta más elaborada que esa.
—¿Por qué a todos les ha dado por cuestionarme todo el día? Es solo un trabajo de medio tiempo sin gran salario ni beneficio.
—Y aun así no me has contado el costo del favor que has tenido que pagar para conseguirlo —agaché la cabeza—. No puedes ocultarme eso, Lucian te puso un precio alto y no nos has querido decir cuánto. Estoy cansada de esperar
—No quiero hablar de eso —murmuré.
Guardamos silencio y me llevé una uña a la boca.
—Deja de ponerte llorona —se levantó y se dirigió a su guardarropa—. Tarde o temprano te lo sacaré a la fuerza, y por todos los amantes, ¿de qué servirá un vestuario si al final terminarás por quitártelo? No es como si los hombres se fijen en la combinación de la blusa con tus ojos. Lo único que quieren es ir directo al apartado de pechos desnudos —abrió un cajón y sacó un cigarrillo.
—Karla...
—Lo sé, lo sé... es el tercero que me fumo en este día, tranquila —lo encendió y se lo llevó a los labios—. Él nunca te ha llevado a una sesión, ¿verdad? —Negué—. Es una mierda, con eso te digo todo.
Hice una mueca.
—¿Podemos empezar con esto? Quisiera acabar cuanto antes.
—No esquives el tema, eso no cambiará nada —abrió su clóset y empezó a sacar una prenda tras otra—. ¿No te mencionó la temática?
—Dijo que era para una importante revista.
—Ya, y con eso creerá que sabré cuál es.
Así inició mi trabajo de la noche.
—Listo. Puedes mirarte al espejo —no me moví de mi asiento, negándome a hacerlo—. Que te mires en el espejo —exigió.
Volteé de mala gana y me quedé de piedra.
El maquillaje me hacía ser irreconocible. Al ver mi reflejo dudaba que en el local alguien pudiera compararme con la chica extravagante y sensual que me devolvía la mirada. El atuendo de rojo oscuro con joyería me parecía que era más carne que tela, pero Karla aclaró que era exactamente eso lo que los editores buscaban. Dada su experiencia en el mundo del modelaje de ese estilo, argumentó que no importaba mucho la prenda, sino la actitud y el modo en que posara. Me dio una serie de consejos de cómo debía moverme.
"Juega con las manos, no las pegues a tu cara. No queremos deformaciones, ¿cierto?"
"Realza tu cuello, te verás más estilizada."
"La cadera, sácala un poco. El pecho que quede de esta manera... exacto, así. Las curvas se notarán mejor, ¿lo ves?"
"Sonríe"
"Mejor no sonrías".
"Concéntrate en la forma en que miras, se expresiva con los ojos". Hice una mueca bizca. Ella se rio. "¡Tampoco tan expresiva!"
Poco a poco, mientras el reloj acercaba la hora en la que tuviera que irme, la sensación de miedo y ansiedad se fue evaporando. Aunque no se lo había dicho, Karla había notado muy bien mis ganas de vomitar por los nervios, pues se la pasó haciéndome reír en más de una ocasión.
—Tienes que creerte que eres una súper modelo, es una fantasía ridícula, pero de lo contrario, terminarás sacando rabia como los perros y no queremos eso —me rodeó con un brazo—. Tus ojos castaños resaltan más, si yo fuera el fotógrafo me enfocaría en ellos, aunque tendría que hacer algo con esa nariz de botón, te hace parecer que tienes resfriado.
Miré a mi amiga, y por primera vez me pregunté a cuántas sesiones habría participado y si la primera vez le había sido tan difícil como lo era para mí en esa ocasión.
Decidí reservarme mis inquietudes, pues sabía que si ella deseaba contarme algo tan personal me lo diría sin sonsacarle nada. Mientras tanto la felicité por el resultado, pues a pesar de lo vulgar que me sentía todavía era bastante impresionante.
—¿Qué pasa si vomito en medio de una toma?
—Evítalo, y si te piden que te acaricies, solo imagínate al chico más sexy y caliente del planeta. Pero no a Heath Ledger, ese es mío —me dedicó un beso en el reflejo—. Ahora ve a comer, pero solo un poco. Una sesión no dura una hora exactamente, aunque te prometan lo contrario. Si no te da hambre sufrirás menos, ya te lo digo yo. Ah, y no bebas tanta agua por muy tentador que parezca, si necesitan ver algún fluido tuyo, que no sea el de la orina, a menos, claro, de que te lo pidan.
Lucian sonrió en grande en cuanto me vio, enseñando su perfecta dentadura blanquecina.
—Esa es mi chica —admiró al darme una vuelta completa—. Karla sí que sabe cómo trabajar. ¿Cómo te sientes?
—Con ganas de arrasar una buena sesión de fotos —eso también hacia sido consejo de Karla.
Lucian pronunció más su sonrisa, complacido.
—Así se habla.
Me llevó del brazo como un caballero, aunque por dentro me daban ganas de darle una buena mordida y no era precisamente por sus músculos en forma de manzana. Sin embargo, puse mi cara más perfecta, sonriendo con labios cerrados y bajando los ojos cada vez que me lanzaba un cumplido. Reía tontamente, jugaba con un mechón de pelo y parpadeé mis largas pestañas. Por dentro, mi estómago se revolvía, y estaba tan tentada de comerme todas mis uñas.
En el auto dejó que sus guardias nos escoltaran por todo el camino, y cuando llegamos, permitió que uno de ellos me hiciera bajar con elegancia, aunque me dio la impresión de que servía más como un recordatorio de que no podía escapar a como un gesto de caballerosidad por su parte.
La sesión transcurriría en un estudio dentro de un edificio demasiado elegante. Fotografías de todos los tamaños y posters jumbo en el que se ilustraban a mujeres en posturas inimaginables en cada metro de las estancias por las que pasábamos. El nudo en mi estómago se hizo más tenso a medida que daba un paso tras otro.
Lucian me llevó a una sala gigantesca en compañía de otras jóvenes que, en comparación con mi atuendo, el cual consideraba excesivamente revelador, vestían más atrevidas. Una mesa de bocadillos y dulces a la que nadie reparaba, con asientos de espera para cada persona encontrada en ese lugar.
Hubo un lapso de tiempo en el que Lucian me dejó sola con uno de sus guardias y aproveché para mordisquearme la uña del pulgar. Reparé en que una de las mujeres no me quitaba la vista de encima, y en cuanto tuvo oportunidad, se me acercó balanceando sus caderas.
—Tu guardia parece que quiere comerme —comentó a modo de saludo. No la culpaba, en cuanto ella llegó a mi lado este se acercó a centímetros de mí—. Nueva experiencia, ¿cierto?
—Completamente —alcancé a murmurar.
Se sentó frente a mí. Era muy hermosa, cabello rubio corto y un maquillaje tan exagerado como el mío. El pecho parecía salírsele del pequeño sostén de seda que traía medio puesto.
—De mujer a mujer, te daré un consejo: diviértete. Piensa que eres una famosa actriz, yo lo hago siempre y esta es la sexta vez que me llaman personalmente para esto.
Omití decir que ya me consideraba una actriz, y que en ese momento interpretaba un papel. Pero de todas maneras se lo agradecí.
—No hay de qué, en mi caso gran parte del trabajo ha sido de mi agencia —se reacomodó el pelo, y me miró de arriba a abajo—. Por cierto, ¿cuál es la tuya? Nunca había escuchado de una que tuviera guardias personales. Casi siempre nos mandan a que hagamos el trabajo sucio por nuestra cuenta. Me vendría bien contactarme con la tuya.
No supe qué responderle, pero afortunadamente no me vi obligada a ello, pues en ese momento Lucian me mandó a llamar, y solo alcancé a despedirme de ella con una mano.
Luego me obligué a exhibir una calma que no sentía.
Más adelante, reconsideré lo que Lucian siempre me repetía: que era como una de sus muñecas; pero no fue hasta esa noche, cuando los fotógrafos y las luces me pedían que posara de cierta manera, que mirara a la cámara de forma intensa y seductora, eliminando prenda tras prenda hasta sentir frío, que no me había sentido como una.
La muñeca bonita, estética y sin vida de un coleccionista.
—Terminamos —dijo la voz del fotógrafo. En cuanto lo hizo, dejé soltar un suspiro. De inmediato Lucian se acercó a un grupo de hombres que se habían mantenido observándome todo el tiempo. Nunca supe de qué habían hablado, pero por la forma en que me miraban, me apresuré a cubrir cada espacio de piel con una manta mientras los guardias me escoltaban a los probadores para vestirme otra vez.
Cuando todo hubo concluido, mi corazón latía demasiado rápido que se notaba mi pulso, y agradecí otra vez a Karla por el consejo de haber tenido que comer algo antes, pues, aunque me sentía cansada, tenía fuerzas para mantener el personaje que se me estaba pidiendo representar.
Tuve que esperar otra media hora, con el guardia a un lado como mi segunda sombra. Tenía un sentimiento en el pecho que no sabía cómo eliminar. Algunos de los encargados me lanzaban más miradas extrañas, como si les molestara verme con la poca ropa que traía puesta; sin embargo, hice el esfuerzo por mostrarme tranquila y serena.
De regreso a la salida, alcancé a ver en otra de las salas de aquel edificio a la misma mujer de antes, solo que en ese momento no había rastro de su sostén de seda. Me dio la impresión de que de verdad ella disfrutaba de su trabajo, pero por alguna razón, lo que me llegó a la cabeza era la imagen de un títere moviéndose a los caprichos de su titiritero. ¿Era así como todos me habrían visto?
En el auto, Lucian no dejó de alabarme.
—Mi querida Rapunzel, estuviste fenomenal. ¡Brillaste! Es una pena que decidieras posponer tu participación en mi próximo evento, sin embargo, me parece que te has ganado un premio bien merecido.
Abrí grande los ojos, sorprendida porque aquello de verdad no me lo había esperado.
—¿Lo dice en serio?
—Princesa, tal vez sea demasiado carismático, pero siempre hablo en serio. Por esta noche tienes mi permiso para hacer cualquier cosa que te apetezca —posó una mano en mi rodilla, donde la tela del vestido no lograba cubrir mi piel—. Incluso pasarla en una habitación distinta. Haré que Anne consiga un cliente para no sentirse tan sola por tu ausencia y tú, podrás ser libre de hacer lo que quieras.
Sabía exactamente a lo que se refería. Su mano en mí y aquella expresión en su rostro, demasiada parecida al de los hombres en la sesión de fotos, eran señales suficientes para decirme que lo que Lucian pensaba no tenía nada que ver con lo que yo quería en realidad. Pero tal y cómo dijo, siempre hablaba muy en serio. Lo sabía porque ese mismo día pudo haberme restringido la salida a mi nuevo empleo, uno en el que no tenía que ser una muñeca, en el que había gente que no me alababa ni me miraba como una mercancía. En donde simplemente era una persona.
—Querido señor Luc —tomé su mano y la sostuve con cierta sensualidad—. Creo que por esta noche tendrá que disculparme, sinceramente me siento muy cansada.
Lucian se llevó mis dedos hacia sus labios.
—Tus deseos son órdenes —soltó mi mano y miró su teléfono, perdiendo el interés en mí.
Estando en la casa, me llegaron los sonidos de gemidos, nalgadas y gritos de éxtasis resonando por el pasillo hacia la zona exclusiva de las horas activas. Lucian ni siquiera se despidió ni dio ninguna señal de lo que haría, simplemente desapareció por uno de los corredores.
Directo a mi recámara, me detuve para contemplar uno de los cuadros, preguntándome por vez primera si la modelo que se mostraba ante mí en aquella pintura en óleo se hubiera sentido igual que yo.
Una vez en mi alcoba comprobé la ausencia de Anne y me tomé mi tercera ducha del día. Pensé en devolverle la ropa a Karla, pero sospechaba que se hallaba ocupada, por lo que lo más correcto sería regresárselo en la mañana.
Miré mi uniforme, el cual Helga se encargó de lavar sin que yo se lo hubiese pedido, tal vez por órdenes de Lucian. Estaba de nuevo en la silla, oliendo a limpio y perfectamente planchado.
Me arrodillé en mi lado de la cama, tomé mi mochila vieja de Scooby Doo que tenía anclada en una de las maderas y saqué mi pequeña caja.
Al abrirla vi varios tipos de dulces, todos ellos demasiado sencillos comparados con los ingredientes que usaba Tiana para hacer sus postres, pero que para mí eran lo más sabroso que pudiera existir. Tomé uno y cerré la caja para meterla de nuevo en su lugar.
Fue en la cama, mientras masticaba una vieja goma de mascar rancia, entre el cansancio y el sueño, que empecé a llorar, porque comprendí que me había transformado en algo que no quería, en algo por el cual luché por mucho tiempo y con ahínco.
Lo peor, era que estaba dispuesta a repetirlo, con tal de regresar a esa parte de mi vida en la que no necesitaba ser una muñeca, con Wilma y su mal humor, con mis compañeros de trabajo y las tazas de café. Recordé a Karla, a esa mujer con sostén de seda, a Liz, al resto de las chicas, y me pregunté por qué todas parecían disfrutarlo, menos yo.
AngieGutierrez096 a ti te dedico este cap ❤️
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