CAPÍTULO 36
—Absolutamente no.
Anne y yo habíamos logrado reunirlas dentro de la habitación de Karla (a excepción de Layla por obvias razones). En toda nuestra explicación, cada una de ellas mantuvo una expresión distinta y mientras continuaba relatando lo sucedido, estas fueron variando hasta la perplejidad.
Pero el gesto alarmado de Karla no cambió en ningún momento.
—Ni siquiera la reconociste, posiblemente sea una trampa y Lucian esté detrás de esto para comprobar tu lealtad, ¿lo has pensado?
Eso me hizo dudar, y la poca seguridad que pudimos haber infundido en ellas pareció evaporarse.
—Pero, la nota...
—Puede ser que lo hubiera sabido todo el tiempo y él mismo haya colocado los susodichos papeles. Miren, entiendo que se entusiasmen, yo también quiero pensar que Helga está viva, pero no podemos arriesgarnos si en verdad no sabes si fue ella.
—Sí lo sé.
—No, piensas que lo sabes, pero en realidad podría ser una ilusión. ¿Lo has considerado?
—Eso no es posible —intervino Anne.
—¿Acaso tú estuviste ahí?
—Olvidas que en caso de que Lucian ya lo haya descubierto, yo no estaría aquí.
Eso era un buen y siniestro punto.
—Sigue siendo peligroso.
—Pero menos arriesgado que antes. La semana anterior podía aceptar que dijeras que se trataba de un fantasma, ¡y mira ahora! Samy la ha visto.
—¡Pero ni siquiera ella la reconoció! Anne, Sam, lo siento, pero me niego que se arriesguen por esto.
Entendía que Karla se preocupara tanto, lo entendía perfectamente. Pero también debía hacerla entender que aquel no era el camino correcto, no cuando estábamos tan cerca.
—No te corresponde sólo a ti tomar esa decisión —solté.
—Samy...
—Hace tiempo me obligaron a entender que mi destino ya no podía cambiarse. No tenía otra elección que aceptar ser el juguete de Lucian y disfrutar de las pocas comodidades que nos proporcionaba. ¿Y saben qué? Hoy por fin puedo esperar lo contrario. Lo mejor de todo, es que ahora no soy la única que tiene la oportunidad para salir, sino también ustedes. Podemos huir juntas.
—O morir juntas —murmuró Liz. Aquel aspecto enfermizo se había esfumado poco a poco de su semblante, pero todavía la notábamos muy débil y cansada.
—Como Emily —susurró Lia.
—Emily no está muerta —le arrebató Karla—, deja de decir eso.
—Se supone que sólo demoraría unas noches.
—Y te puedo asegurar que muy pronto sabremos de ella. Sólo ha pasado poco más de una semana, seguro que está bien.
Lia quiso seguir replicando, pero decidió no objetar más.
—Podemos quedarnos aquí y conformarnos —repasé mi vista sobre cada una de ellas, deseando que me creyeran, esperando recibir su apoyo—. O podemos luchar. Sin ayuda era imposible, con ella se ha convertido en una posibilidad.
—Una posibilidad, pero no una certeza —Karla negó con la cabeza—. Por los amantes, Sam. Creí que esto ya lo habías superado. ¡No puedo creer que sigas con lo mismo!
—Me resigné, más no lo superé. Karla, no puedo quedarme de brazos cruzados sin intentarlo.
—Y no arriesgué mi pellejo como para retroceder por culpa de tu cobardía —alegó Anne—. Sam y yo seguiremos con esto, incluso si ustedes no están de acuerdo.
Karla rio en seco.
—Anne, no digas tonterías.
—¿Recuerdas cuando tú me trajiste aquí? —Karla cerró los ojos con fuerza—. Me dejé llevar por ti, pero esta vez no. No nos convencerás de no hacerlo.
—¿Te recuerdo de quién estamos hablando exactamente? No de mí, sino de Lucian.
—Estoy harta de me metas su estúpido nombre en mi cabeza, —Anne se envaró—. Si nos permites, Sam y yo tenemos que hablar de cosas muy importantes.
—Samy —intervino Lia—. Sólo tengo una pregunta, para las dos. ¿De verdad creen que vale la pena?
Anne y yo nos miramos.
—Sí —contesté—. Lo vale. Todas tenemos la oportunidad de escapar, de hacer nuestra vida sin que alguien decida qué debemos hacer, cómo actuar y sobre todo, cuándo y con quién debemos acostarnos. Podremos tener nuestras propias elecciones sin sentirnos presionadas. Podremos ir a donde queramos.
Guardaron silencio, sopesando mis palabras.
—Entonces sí las apoyo —dijo finalmente Lia.
—Esto es una locura... —farfulló Wen, aunque parecía decírselo a sí misma
Miré a las demás, Tiana estaba inquieta y parecía muy preocupada, Karla se masajeaba la cabeza y Liz... me escudriñaba con dureza.
Fue ella la siguiente en hablar:
—Si me lo hubieras propuesto antes, habría creído que se trataba de tu orgullo —también miró a Anne—. O tal vez de una broma. Así que yo también te lo pregunto: ¿Se trata de un deseo egoísta, o de verdad piensan en nosotras?
—Si hacemos esto, no es para salvar únicamente a dos —respondió Anne antes de que pudiera decir algo.
Liz no pareció convencida en cuanto a mí.
—Yo siempre deseé irme de aquí, tú sabes eso. Si me ofrecieran la opción de huir justo ahora, lo aceptaría sin dudar. Abandonaría este lugar —algunas de ellas se mostraron decepcionadas—. Pero haría lo que sea para que ustedes vinieran conmigo. Concuerdo con Anne, quiero que todas, sin excepciones, podamos huir.
Liz siguió examinándome, hasta que al fin elevó una sonrisa.
—En ese caso también ayudaré.
—Y yo —añadió Tiana—. Bueno, es arriesgado, y si lo pensamos bien, cualquier descuido de parte de Helga o de nosotras podría arruinarlo todo. Pero supongo que si es la única manera de salir de aquí, podríamos intentarlo, aunque tenga mucho miedo, y por una parte no quiero... es decir... No lo sé.
—Tiana, está bien si te rehúsas. No te obligaremos.
Se lo pensó varios segundos. Saltó la vista entre mí y las chicas, y aunque parecía más presionada que segura, contestó:
—No, estoy con ustedes. En las buenas y en las malas, pequeña Samy.
Finalmente esperamos a que Karla o Wen dieran su respuesta. La primera mantenía un gesto preocupado, todavía con los ojos cerrados. Si había alguien a quien yo deseaba con todas mis fuerzas que aceptara, esa era Karla. Quería, sobre todas las demás, que ella acogiera esa posibilidad. De Wen, en cambio, no podía decir lo mismo, pero al menos esperaba que nos dijera algo.
—¿Karla? ¿Wen? —Liz las miró, esperando—. ¿Qué piensan?
Esta última no respondió. Con la mirada baja, muy concentrada en lo que sea que estuviera en su cabeza, se dirigió a la puerta, sin darnos ninguna señal de su postura.
—Es una locura —dijo por fin Karla—. Una completa locura. Pero está bien si es lo que ustedes quieren.
—¿Wen no dirá nada? —inquirió Lia—. Por lo que sabemos, ella está muy ligada a las ideas del señor Luc, después de lo de la otra noche...
Karla sacudió la cabeza.
—Sólo dejen que se lo piense.
—¿Creen que tengamos que decírselo a Layla? —externó Liz, Olvidábamos que nadie le había contado sobre el incidente entre ella, Wen y Tiana en la cocina—. También es una de nosotras, o al menos de nombre.
—Casi nos acusa a cambio de no recibir un castigo —replicó Anne—. Antes muerta que incluirla en uno de mis planes.
—Nuestros planes —le corrigió Karla—. Esto se ha convertido en nuestros planes.
Tiana soltó un suspiro, pero de pronto dibujó una sonrisa soñadora.
—Salir. Suena de verdad increíble una vez que me lo imagino. Comprendo tu desesperación en todo este tiempo. Suena tentador, podría volver a... —se dio cuenta que estaba hablando en voz alta, y se detuvo—. En fin, suena bonito.
—Suena irreal —Lia también externó una sonrisa—. ¿Se lo imaginan? ¿No acostarnos por obligación, sino con quien queramos? Cuando queramos, como queramos...
—O simplemente no acostarnos con nadie en absoluto —añadió Liz—. Viajar, ir a la universidad...
—Y no ser la muñeca de turno de nadie —dije yo, y también sonreí—. Sí, es genial.
Cada quien permaneció sumida en sus propias ensoñaciones, hasta que Karla se puso de pie.
—Creo que necesito un poco de espacio.
Salió sin decirnos nada más.
Faltaba poco para que comenzaran las horas activas, y conforme avanzó el tiempo, me di cuenta que nuestra actitud desde lo de la noticia de Helga había cambiado: Anne ya no se mostró tan huraña; Liz todavía no podía presentarse, pero se veía más reanimada; Tiana avanzó muy rápido con los platillos para la noche, cantando tan alegremente y canturreando que daban ganas de quedarse con ella; Lia, por su parte, se mantuvo afuera con una caja de sus materiales de pintura, pero si nos acercábamos nos pedía muy amablemente que nos apartáramos. Nunca nos dejaba verla trabajar.
Wen y Karla, sin embargo, permanecieron distantes. La primera no apareció en toda la tarde, más que para avisarnos las instrucciones para la noche. En cuanto a Karla, ella no nos volvió a dirigir la palabra.
O al menos, no a todas.
—Samy —asomó a la cabeza de mi habitación—. ¿Tienes un minuto?
Anne apretó la boca, pero yo acepté. En vez de quedarnos en el pasillo, Karla me instó a que la siguiera de vuelta a su habitación. Allí, cerró con todos sus seguros puestos, me tomó de las manos y me señaló que me sentara en su cama. Ella hizo lo mismo a mi lado.
—¿Sabes?, siempre me he preocupado mucho por ustedes. En serio quiero que las cosas vayan bien mientras estén aquí, entiendes eso ¿verdad? —Yo sabía que sí, por lo que asentí—. En ese caso, también sabes que he hecho grandes sacrificios. No me perdonaría que algo malo les ocurriera.
—¿A dónde quieres llegar?
Ella inhaló con fuerza.
—La próxima vez que creas ver a Helga, te voy a pedir que la convenzas que estamos bien, —alejé mis manos de ella.
—¿Estás pidiéndome que les mienta? ¿Qué rechace a Helga?
—Sam, sé que no les es posible entenderlo, pero sino lo haces...
—¿Sino qué?
—Por favor, no reacciones así.
—¿Se lo dirás a Lucian?
—Él no tiene por qué saberlo.
Contemplé a Karla con el pecho agrietado. Su aspecto era de una persona muy cansada, agotada de tomar decisiones complicadas.
Y de algo más, algo que se afanaba en ocultar.
—Si te digo esto —siguió—, si te lo estoy suplicando, es porque no quiero que nada nos aleje. Sam, he estado luchando con uñas y dientes para que a Lucian no se le ocurra separarnos. Todos estos años, sólo he tenido presente algo y son ustedes. Si él llegara a enterarse, no por mí, sino por alguien más...
—No.
Karla apretó los dientes.
—Sam...
—No pienso hacerlo.
—¿Acaso escuchaste una sola palabra de lo que te acabo de decir?
—No puedes pedirme eso.
Sus manos se formaron en puños.
—Samy, te lo estoy suplicando. Piensa un momento si él se enterara de lo que están planeando, ¿qué crees que nos haría? ¿Qué te imaginas que haría con tu trato? Sólo por decir su nombre estuvo a punto de romperlo. Si haces esto y Lucian lo descubre, todo por lo que pagaste habrá sido en vano, ¿lo has pensado?
Claro que lo había pensado, muchísimo, incluso desde antes de que lograra firmar ese acuerdo con él. Miré a Karla unos segundos. Ella me devolvió una mirada esperanzada.
Cerré mis ojos, llenándome de valor.
—Yo no le hice ningún favor, al menos no directamente —los recuerdos llegaron, la culpa resurgió—. Fuiste tú. Te utilicé para conseguir mi trato con él.
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