CAPÍTULO 28
De la densa lluvia le siguió la llovizna, pequeñas gotitas de las que, si te detenías un poco, te empapaban hasta los calcetines de repuesto. Salí ese día bajo la protección de una bolsa de plástico, pero nada podía hacer por mis zapatos.
Decir que estaba nerviosa era poco, ¿cómo lograría lo que Lucian me había encomendado? Es decir, hablar con la chica sonaba sencillo, pero ¿con Derek? Eso era más difícil, sobre todo si pretendía seducirlo para llegar a ella. No podía evitar pensar en sus ojos sinceros y su sonrisa desvergonzada, ¿cómo conseguir acercarme más a él sin sentirme tan... tan...?
—¡Samanta!
Me congelé en mi sitio. Esa voz no podía ser lo que yo estaba pensando.
—¿Layla?
—¡Espérame! —atónita, vi cómo se aproximaba corriendo hasta alcanzarme. Miré en dirección a los guardias que escoltaban la puerta, pero estos parecían hacer de la vista gorda. Layla llevaba consigo una mochila al hombro y su esponjoso pelo en una coleta. Volví mi vista a los guardias, ¿cómo es que la habían dejado salir?
—¿Qué estás haciendo aquí?
Ella resopló.
—¡Salir! ¿Qué otra cosa sino? —se aproximó hasta casi susurrar—. Sólo será por un día, ni siquiera el señor Luc notará mi ausencia, lo tengo todo calculado —me guiñó el ojo. Avanzó, pero yo no la seguí. Al ver mi indecisión puso las manos en jarras—. A menos de que planees delatarme, en ese caso creo que tengo cosas más jugosas que contarle.
—Layla, tú no puedes salir. No sé cómo has convencido a los guardias, pero si él descubre que has roto una de sus reglas, ¡no tienes idea de lo que te puede hacer!
—¿Cómo qué? ¿Encerrarme en mi habitación y castigarme? —mostró una sonrisa pícara—. Pensándolo bien, no estaría nada mal que lo hiciera, sí sabes a lo que me refiero.
Detestaba a Layla, pero eso no significaba que le deseara la misma suerte por la que varias de nosotras habíamos pasado, ¡tenía que hacerla entrar en razón!
—Layla, sino regresas, pasará algo malo, algo muy terrible. Él no es como los otros hombres, ¡tiene ojos en todas partes! Sabrá que le desobedeciste.
Ignorando mis advertencias, se encaminó hacia la parada del autobús.
—¿Vienes o qué?
Miré de nuevo en dirección a la casa. Los guardias se mantenían en su sitio. ¿Cómo es que no hacían nada? Layla, por su parte, parecía muy reacia a escucharme y regresar. No iba a poder convencerla, además, se estaba haciendo tarde. Resignada y con una sensación pesada en el estómago, la seguí hacia la carretera.
En el autobús, Layla no dejó de hablar:
—¿Este es tu rutina? ¿Por qué no pides al señor Luc que te lleve? Te ahorrarías todo el viaje en transporte público.
—Esto está mal, Lucian va a matarte, no puedo creer que hayas venido, ¡no puedo creer que lo hayas logrado! ¿No te das cuenta del peligro en el que te has expuesto?
Le quitó importancia con una mano.
—Da igual, ni siquiera es para tanto. Desde que llegué aquí no he tenido la oportunidad de conocer el lugar. El señor Luc debería haberme dado un pequeño paseo como mínimo —escudriñó en su mochila, y sacó una libreta con un bolígrafo—. Es hora de trabajar.
—¿Qué haces?
—Entrevistándote, ¿lo recuerdas?
—¿Qué diablos? Layla...
—Descuida, no te interrumpiré mientras trabajas —echó un vistazo por la ventana—. Pero dudo que tengas clientela, hay un diluvio allá afuera.
—¿Y no podías esperar a que llegara a casa? ¿Qué es lo que te sucede en la cabeza?
—Yo le llamo: trabajo de campo. Despreocúpate, será divertido, ya lo verás.
—¿Llamas diversión a un posible intento de asesinato?
—No si me descubren —abrió su libreta y escribió algo—. Muy bien, primera pregunta. ¿Cómo describirías tu primera experiencia sexual con tu primer cliente?
Fue como si Layla hubiera lanzado la pregunta por medio de un megáfono. Pude percibir la mirada de algunos pasajeros sobre nosotras. Me llevé las manos a la cara. Por los amantes, ¿qué estaba ocurriendo con ella?
Layla soltó una risita.
—¿En serio te avergüenza hablar de eso? No es gran cosa.
A ese paso, no sería Lucian quien le pusiera las manos al cuello.
Intenté hacer de oídos sordos el resto del camino, pero Layla fue insistente, incluso cuando pedimos la parada siguió preguntando de forma molesta e irritante.
—No estás cooperando —se quejó.
—No en mi horario de trabajo.
—Esto no fue lo que acordamos.
—Pues lo mismo digo.
Antes de entrar al café la detuve de un brazo, y le dediqué mi expresión más molesta para hacerle entender que hablaba en serio.
—Escúchame con atención, no intentes preguntarme nada referente a nuestra vida en casa. No menciones nada, no hables, y sobre todo, evita por sobre todas las cosas exponernos. Este fue mi trato, he hecho un enorme sacrificio para estar aquí —entrecerré los ojos—. No lo vayas a arruinar.
Arrogante, levantó la esquina de su boca.
—Con una condición.
—Veo que empatía no va contigo.
—Una hora, es tiempo suficiente para sacarte la verdad de la boca, ¿trato?
—Eres una bruja.
—¿Es un acuerdo sí o no?
Apreté la boca en una fina línea.
—Trato.
—Después de ti.
Sería una mañana demasiado larga para las dos.
Hice todo lo posible por ignorar a Layla, pero Wilma tampoco me lo puso fácil.
—¿Quién es ella?
—Nadie.
—¿Y por qué llegaron juntas?
—Fue toda una coincidencia —pasé lista de unos ingredientes, Debíamos registrar el almacén antes de que vinieran los clientes, aunque como Layla había dicho, la lluvia se había convertido en una cortina espesa, lo cual, muy probablemente, impediría la llegada de la gente.
Como sea, necesitaba distraerme.
—Sam, no soy tonta —Wilma revisó una sección, anotando en su propia lista—. ¿Es acaso un pariente tuyo?
—Doy gracias de que ese no sea el caso.
—Entonces, ¿quién es?
Suspiré.
—Mira, Wilma, no lo sé, no me importa y no quiero saberlo. Te agradecería que dejaras de preguntar al respecto.
Alzó las manos en señal de paz.
—Como quieras.
Continuamos con nuestra tarea, estaba revisando un par de latas de mermelada antes de que Wilma volviera a emitir una palabra, pero en esta ocasión, no fue una pregunta:
—Te eché menos. —la miré, ella se apresuró a añadir—: Pero sólo un poco. Que no se te suba a la cabeza.
Algo se derritió dentro de mí. Con todo lo que había pasado, había olvidado lo mucho que también la extrañaba a ella y al resto del lugar.
—También yo.
Aunque lo intentara con todas mis fuerzas, sabía que no podía extender mi ausencia en el área de las mesas por tanto tiempo. Procuré concentrarme en cualquier lugar que no fuera la mesa donde Layla se había decidido sentar. Me empeciné en ignorarla, pero su presencia era como una mancha naranja en una hoja en blanco: imposible de no llamar la atención.
—¿En qué momento quieres empezar? —indagó cuando pasé por su lado.
—No intentes presionarme.
—Y mi paciencia tiene un límite.
No le hice ni el menor caso.
Estaba limpiando el suelo con una escoba cuando llegaron los primeros visitantes. Sentí cómo mi cuerpo se relajaba por haber encontrado una nueva excusa para ignorar a Layla, pero al darme la vuelta y comprobar quiénes eran, una nueva tensión de apoderó de mi cuerpo.
Derek y la chica con la que lo había visto la última vez. La orden de Lucian atronó contra mis oídos, y cuando Derek y yo cruzamos la mirada, no pude evitar retroceder un paso.
—¡Sam! —transparente como era, Derek se mostró muy feliz de verme.
A su lado, Katy puso los ojos en blanco.
—Te desapareces una semana y regresas cuando se avecina un apocalipsis —dijo él mientras caminaba hacia mí. Mostró su sonrisa más resplandeciente—. ¿Dónde estabas? Will nunca me lo dijo.
—Por cierto, ¿ella dónde está? —preguntó la chica—. La otra vez me sirvió un café que no pedí, Jesper va a tener que despedirla.
Mis ojos se clavaron en ella. Podía notar que era muy bonita. Ojos verdes, cabello morado y rebelde, con un lunar en la mejilla. Cuerpo atractivo. Podía entender por qué a Lucian le había llamado la atención. Por todos los amantes, ¿tendría el estómago para hacerlo? ¿Cómo podría acercarme a ella sin despertar sospechas?
—¿Sam? —Derek se mostró preocupado—. ¿Estás bien?
Iba a responder, aunque no sabía con qué, pero antes de que alcanzara a hacerlo, una figura anaranjada se interpuso entre los dos.
—Hola —saludó Layla. Su voz había adquirido un tono suave—. Soy Layla, amiga de Sam.
Derek parpadeó, y haciendo honor a su personalidad, le sonrió.
—Derek Hard, mucho gusto.
—El gusto es mío, ¿estás ocupado? ¿Te molestaría si te hiciera unas preguntas?
Mis hombros se pusieron tensos. Aquello a Derek le tomó de sorpresa.
—¿Unas preguntas?
—No creo que sea buena idea —solté.
Ambos se giraron hacia mí. Layla con una ceja levantada, y Derek completamente extrañado.
Afortunadamente, Wilma apareció justo en ese momento.
—Hola, bienvenidos... oh demonios, tú otra vez.
Fue Katy quien le respondió:
—Dos cafés. Uno americano sin azúcar y otro frío con crema extra.
—¿Frío? ¿Cómo tu corazón?
—¿Quieres moverte? Traemos prisa.
Wilma resopló, pero fue a hacer lo que le pedían. Layla aprovechó para llevar a Derek hacia la mesa donde ella había estado esperándome. De su mochila sacó una computadora. La miré más sorprendida aún. ¿De dónde había sacado una computadora?
A mi lado, Katy esperaba con los brazos cruzados. La orden de Lucian resonó con mucha más fuerza contra mi cabeza. Sabía que tenía que hacer algo, saludarla y entablar una conversación, pero entre la mala sensación de ver a Derek con Layla, y mi renuencia a obedecer la orden, no pude pensar en algo qué decir.
—Yo... creo que los acompañaré —dije al acercarme a ellos.
Tomé una silla y me senté a un lado.
Layla, al verme, mostró una sonrisa astuta.
—¿En serio gustas acompañarnos, Samy?
Apreté la boca.
—No me hables así —dije con voz dura.
—Pero si lo hago con todo cariño —agitó sus largas pestañas, luego miró a Derek—. Perdona a mi amiga, le pone tensa que le hagan cualquier pregunta.
—Eso... he notado —Derek parecía muy divertido con la situación, aunque también curioso, en especial cuando me miraba. Parecía sospechar que algo nos traíamos entre manos.
Miré de nuevo hacia Katy, ella era ajena a la conversación. Observaba su teléfono con gran indiferencia. No sabía si lo que yo estaba haciendo estaba bien, si molestaría a Lucian el no aprovechar para hablar con ella, pero mi impulso de interponerme entre Layla y Derek había sido mucho mayor. Podía decir que deseaba ganarme más su confianza, pero en realidad, lo que pretendía era impedir que se diera esa entrevista, evitar que Layla nos expusiera.
Quería, ante todo, protegerme a mí.
—¿A tu novia no le gustaría participar? —preguntó ella mientras tecleaba algo.
Derek soltó una risita.
—Oh, ella no es mi novia.
—¡Oh vaya, un hombre soltero! Mucho mejor.
—Derek —al oír la voz de Katy me tensé mucho más. Ni siquiera podía mirarla—. Debo hacer una llamada, ¿te espero afuera?
Él asintió, y los tres nos quedamos solos en el café. Esperamos a que Layla terminara de teclear algo, después, se reacomodó y sonrió.
—Primero que todo, soy escritora.
Tanto Derek como yo nos sorprendimos, pero a diferencia de mí, los ojos de Derek brillaron de entusiasmo.
—¿En serio? ¡Yo también!
Layla se llevó una mano a la altura del corazón.
—Samanta, querida, no me dijiste que tenías un amigo talentoso.
—Omito decirte muchas cosas —murmuré seria.
Ella rio cantarina
—Tienes un tétrico sentido del humor.
Derek, sin embargo, me miró con extrañeza. Vi que deseaba preguntar al respecto, pero fue interrumpido por las rápidas palabras de aquella excéntrica y atrevida mujer de pecas en la cara.
—Bueno, como les decía. Soy escritora, me encanta escribir, y vine a esta ciudad por una buena razón —clavó la vista en mí por un microsegundo—. Experiencia.
—¿Experiencia? —preguntó él.
—En el ámbito sexual.
Hice una mueca. Derek, por su parte, frunció el ceño.
—Está bien, sé cuál es la primera reacción de la gente cuando se hablan de estas cosas tan abiertamente —explicó ella, y posó su mano muy cerca de la de él—. Pero no hay nada de qué preocuparse, todo depende de cómo se vea.
Derek no pasó desapercibido el gesto. Retiró su mano.
Podía sentir la incomodidad de Derek ante el tema. Layla también pareció notarlo, porque dijo:
—Descuida, pronto te sentirás cómodo con esto —examinó algo en su pantalla—. ¿Alguna vez has tenido fantasías con tener algún encuentro rápido con un extraño?
—No —respondió él.
—Es una pena —con más atrevimiento, Layla acarició la mano de Derek con un dedo. Él clavo su vista en el contacto—. Podría explicarte todas sus ventajas.
—Samanta —me llamó Wilma, quien me hacía ademanes para acercarme. Con todo el temor de mi corazón, tuve que levantarme y dejarlos solos.
Rogué, a quien sea que escuchara mis pensamientos, que Layla pudiera guardar nuestro secreto.
Lancé miradas nerviosas en más de una ocasión, pero ninguno se percató de ellas. Un rato después, llegaron los primeros pocos clientes, y no tuve más remedio que atenderlos. Layla continuaba parloteando, y aunque me esforcé en disimular mi ansiedad por escuchar lo que decía, no logré comprenderla. Sus expresiones no variaban de la coquetería a la insinuación; Derek, no apartó su atención de ella en ningún instante.
Viéndolo así, me recordó a Wen, contemplando a Lucian como si este fuera magnetismo puro.
Intenté convencerme que lo que sentía al ver a Derek así no era decepción. Porque, bueno, no podía culparlo. Layla era una mujer muy hermosa y segura de sí misma, y Derek un hombre normal. Era obvio que al hacer uso de sus encantos, él pudiera caer como pez en el agua. Sin embargo, había pensado en él como alguien diferente. Alguien que no se dejaba llevar por un rostro bonito y una sonrisa coqueta. Que podía ver a la gente como realmente era por dentro, como si todos fueran un libro abierto, tal como había hecho conmigo tiempo atrás.
—Sam —Wilma me interrumpió en una orden. Me entregó una bolsa y dos vasos de café para llevar—. ¿Has visto a Katy?
—¿La amiga de Derek? —asintió—. Salió hace como una hora.
—Ella me dijo que regresaría a recoger la orden —observó las tazas y chasqueó la lengua—. En fin, supongo que él tendrá que pagarlas con su cuenta, ¿se lo entregarías por mí? Debo revisar papeleo en la oficina.
No esperó a que se lo confirmara, sino que me dejó con el encargo. Bueno, eso me daría la oportunidad que quería para acercarme a Layla y Derek y descubrir de qué tanto estaban hablando.
Me aproximé a la mesa.
Y de pronto, Derek se puso de pie. No alcancé a ver su expresión, pero por la manera en que apretaba las manos y ponía los hombros rígidos, supe que no se encontraba bien. Sin despedirse y sin mirar a nadie, partió en largas y rápidas zancadas hacia la salida.
Miré a Layla, y ella tampoco parecía contenta.
—Me regreso a casa —tomó sus cosas y se largó de ahí.
Me quedé en mi sitio, preguntándome que habría sucedido. Oh amantes, ¿acaso le había dicho a él lo que tanto temía que le dijera?
A una hora de que mi turno terminara, todavía estaba confundida por la escena anterior, y también un poco atemorizada. Me sentía inquieta por el hecho de que Layla hubiera incumplido nuestro acuerdo, y que la razón por la que Derek había partido tan precipitadamente, fue por descubrir quiénes éramos y qué hacíamos. Amantes, ¿eué tendría hacer en ese caso?
Hubo poca gente el resto de la mañana, a pesar de que la lluvia había disminuido bastante. Estaba sin hacer nada, sentada con una mano en la mejilla cuando la campanilla hizo su característico repiqueteó.
—Bienvenido al café... ¿Derek?
—Katy dejó abandonada nuestra orden —explicó con toda seriedad—. ¿Habrá una posibilidad de que lo hubieran guardado?
Su expresión y su postura, jamás lo había visto así de serio.
—Estaba a punto de entregártelo —me levanté—. Pero saliste antes de que tuviera oportunidad de hacerlo.
—Necesitaba alejarme de aquí.
Cuando volví con la bolsa (ya demasiado arrugada y los cafés fríos), lo contemplé con más detenimiento. Él hizo una mueca.
—¿Puedes calentarlo? Sólo el mío, aborrezco el café helado.
—Claro.
Hice todo el proceso en silencio. Me carcomía averiguar qué es lo que había pasado, por qué había reaccionado de ese modo, pero temía preguntarlo.
—Gracias.
—No hay de qué. Wilma dijo que la cuenta va por ti.
—Avisa a Jesper que lo agregue a mi registro.
Se dio la vuelta, pero no dio ningún paso.
—Tu amiga —dijo—. Es una persona muy explícita.
—Ella no es mi amiga.
—Ahora sé por qué —pensé que con eso se iría, pero entonces, dejó su café un lado, entre nosotros—. Tú y ella son demasiado diferentes, ¿cómo la conociste? ¿Se encontraron hoy por casualidad y decidió venir a visitarte?
—Algo por el estilo.
—¿Y cómo fue que se conocieron?
En vez de responderle, me atreví a preguntar:
—¿Qué fue lo que te dijo?
Se le endureció el rostro, con los ojos furiosos y la mandíbula apretada.
—Algo que no quiero escuchar otra vez en boca de ninguna mujer, y de ser posible de ninguna persona más.
Curiosa, busqué en sus facciones alguna señal de que me estuviera mintiendo, pero nuevamente, comprobé que en Derek Hard no existían las mentiras. Desconocía cómo, pero aquello me hizo sentir un poco bien. Al menos, aún tenía algo que lo diferenciaba de los demás.
—Creí que se estaban llevando de maravilla —indagué—. No apartabas la mirada de ella.
Rio con sequedad.
—Dudo que alguien pudiera hacerlo, y no me refiero a su belleza. Simplemente ella tiene un don con las palabras, eso es todo —bebió de su taza—. Eso le confiero, pero nada más.
Guardamos silencio, en parte, porque yo había estado segura de que todo el espectáculo anterior, iba a una dirección en donde Layla hacía de las suyas, como tanto se jactaba, seduciendo a Derek para llevarlo entre sus piernas. Pero al igual que las otras veces, Derek terminaba... sorprendiéndome. Y lo decía de buena manera.
—¿Entonces, me dirás que no te atrajo ni un poco?
—No más de lo que me puede atraer una cucaracha.
Me solté a reír.
—No puedo creerlo.
—¿Qué cosa?
—Tú, todo lo que piensas, ¿de verdad no te imaginaste a Layla como una oportunidad para aprovechar un revolcón?
Fue como si hubiera apretado un botón de autodestrucción.
Derek azotó el café contra la mesa, me taladró con la mirada, y se encaminó hacia la puerta, más enojado de como lo había visto antes. Corrí para interceptarlo.
—Derek, detente.
—¿Por qué? ¿Para que puedas seguir riéndote de mí?
—No me estaba burlando de ti, es sólo...
—¿Es sólo qué?
—Que me confundes. Nunca haces... nunca haces lo que creo que vas a hacer.
—¿Y qué creíste que iba a hacer? ¿Enrollarme con cualquier mujer hermosa que se me cruzara en el camino? ¿Satisfacer un estúpido impulso animal? —al ver que no le respondía, replicó—. ¿En serio es así como me ves?
—Así era —confesé—. Al menos al principio, a veces.
Mi respuesta pareció tomarlo por sorpresa, y algo se reflejó dentro de él: dolor. Comprendí entonces que lo había herido.
—Ya veo. Pues lamento decepcionarte, no soy la bestia de ansiedad intensa que se calma con sexo. Si me disculpas, tengo que irme.
—Derek...
Abrió la puerta, pero se detuvo.
—¿Sabes? Si existiera una mujer, a la cual me habría encantado invitar a salir en el momento de conocerla, sin necesidad de un revolcón, esa serías tú.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top