CAPÍTULO 19

Las fiestas nunca habían sido lo mío, aunque, a decir verdad, jamás me imaginé asistir a una como la que Lucian tenía previsto.

Ignoraba la hora de llegada de los invitados, pero de acuerdo con las instrucciones de Wen, debía encontrarme con el señor Luc fuera de su oficina una hora antes de que todo comenzara.

Y eso hacía, en compañía de unos nervios intensos que me provocaban comerme las uñas.

Wen me hizo usar un traje bastante modesto pero elegante para la ocasión. Falda negra y blusa del mismo color. El peinado en coleta y un maquillaje de bajos tonos. Si sería la sombra del señor Luc, debía pasar lo más inadvertida posible.

Sentía un nudo en el estómago como si estuvieran a punto de darme náuseas, cosa que me dio mucho pavor. ¿Qué sucedería si vomitaba justo a lado de Lucian mientras este le daba la mano a uno de sus invitados? Muerte instantáne, eso significaba. Le rogué a mi cuerpo que se controlara, y lo mejor que pude hacer fue pensar en otra cosa.

Pero el otro asunto que invadía mis pensamientos, era esa estúpida nota.

"Una de ellas miente". ¿Cómo demonios pude haberla encontrado allí? Después de aquel extraño suceso en ese pequeño cuarto, tales palabras se negaban a abandonar mis pensamientos. La última vez que las había visto, había sido en esa ocasión cuando una extraña mujer me había dejado igual de confusa en el autobús. Había transcurrido tanto tiempo que casi lo tenía por olvidado. Incluso me convencí de que se trataba de una broma. Y ahí, bajo mis narices, en un lugar donde nunca habría creído que la encontraría, estaba de nuevo.

Dudé muchísimo si mostrárselo a Anne o a cualquiera de las chicas, pues no sabía lo que las haría pensar. ¿Y si en realidad estaba volviéndome loca? Pensé que debía preguntárselo a Karla, pero ella, al igual que las demás, se encontraba de tan mal humor y tan atareada que ni siquiera me atreví a planteárselo, debido al poco tiempo que nos quedaba. Todas se mostraron tan ocupadas con los últimos retoques del evento que ni siquiera nos preocupamos del hambre o la sed.

Y me estaba torturando, sobre todo porque esa nota, tenía la sospecha que no había sido para mí.

Intenté calmarme, pues me di cuenta que comenzaba a ponerme más nerviosa de lo que ya estaba, y faltaba tan poco para que Lucian saliera y el evento diera lugar. Debía volver a concentrarme.

Ocultando mis verdaderos sentimientos, formé una máscara en mi rostro debajo de la que ya tenía, y actué como si no sucediera nada extraordinario; pasar todas esas horas con Lucian no me asustaba, y no existían desconocidas gastándome bromas con notas fantasmales. Permanecí con esa misma cara cuando la puerta de la oficina se abrió, y un muy elegante y perfecto Lucian Jones salió ajustándose la corbata de su impecable traje. No me dirigió ni una mirada, pues cuando uno tiene una sombra, no le dedica más que un vago pensamiento, asumiendo que se encontraba a sus pies.

Él checó su reloj, luego extendió la mano y rápidamente le entregué su propio antifaz. Yo ya tenía puesto el mío: uno negro sin adornos ni nada llamativo. El suyo, por el contrario, era gris con grabados plateados. Se lo colocó de forma robótica, haciendo resaltar sus ojos azules que mantenían una expresión helada. Lucian ni siquiera se mostraba animado a pesar de que por fin se presentaba su atesorada fiesta, incluso entonces, se mostró duro y frío. Me pregunté si él también adoptaba una máscara por debajo de la que ya tenía, pero eso no podía decirlo con certeza. Me mantuve callada, y sólo avancé cuando él comenzó a caminar.

En mi interior respiré profundo. Con suerte, aquella fiesta sólo sería un trabajo más. Sin sorpresas ni misterios.

O eso era lo que esperaba.


La primera parte del evento se trataba de la recepción. Lucian no recibió directamente a los invitados, de eso se encargaban sus guardias. Helga y sus ayudantes no estaban, lo cual no entendía por qué. Si todos lo que asistían a la fiesta eran tan importantes como creía, Lucian debería haber hecho provisión de ella y su equipo. ¿Quiénes eran esas personas como para evitar la presencia de nuestra ama de llaves?

No tardaría en darme cuenta de que aquella fiesta no se trataba de nada a lo que tenía en mente.

Lucian nos mantuvo aguardando en el jardín. La noche comenzaba a ocultar las luces del atardecer, aunque aún había bastante iluminación. Desconocía cuánto tiempo estarían los invitados con nosotros, así que sólo podía rogar que no fuera demasiado.

Él parecía inspeccionar que todo a su alrededor estuviera perfectamente acomodado. No examinó con lupa las flores que decoraban el jardín ni tampoco se agachó para recoger un montoncito de tierra, pero eso no significaba que su vista no se detuviera en los detalles.

Estaba tan concentrado en estos que ni siquiera parecía fijarse en mí. Por un momento, cuando supe en qué consistiría mi papel, había creído que Lucian me había asignado esa tarea para controlarme, pero no se sentía así. Claro que aún me intimidaba estar cerca de él, tal vez esperaba la oportunidad perfecta y aprovecharía para lanzarme una advertencia o castigarme de alguna retorcida manera, pero tampoco sucedió así.

Estos pensamientos tomaron mayor fuerza cuando el primero de los invitados se presentó.

Había música instrumental de fondo, y buscando de dónde provenía, descubrí que Anne era quien controlaba una pequeña estación de audio a lado del escenario. Ella parecía ignorar todo a su alrededor, concentrada en emitir aquella música en cada segundo. Lucian no nos acercó en su dirección, y Anne estaba tan sumida en lo que hacía que no pude cruzar ni una mirada con ella.

Cuando el primer invitado apareció, la música era tranquila y relajante. El hombre vino acompañado por uno de los guardias, y cuando llegó ante Lucian ambos hicieron una ligera reverencia.

—Señor Jones —dijo el hombre.

—Director Thompson —se dieron un apretón de manos.

El hombre no me miró, o si lo hizo ni siquiera me tomó importancia.

—¿Es esto lo que tenía en mente cuando nos convenció de mostrarnos su propuesta? —dijo mientras miraba a su alrededor.

Lucian elevó la esquina de su boca.

—Parece decepcionado, Director.

El hombre se encogió de hombros. Miró hacia la mesa de bocadillos donde habían dispuestos varios platillos exquisitamente preparados y altas copas. Al ver los aperitivos tragué saliva. Todo se veía delicioso, como sólo Tiana podía hacer. De pronto cayó en mí la falta de alimento y carbohidratos de los últimos días, y tuve que emplear toda mi fuerza de voluntad para ignorar que había todo un bufet tan cerca de mí.

—Mil disculpas —dijo Lucian. Hizo llamar a uno de sus guardias que velaba a un lado de la mesa, y este tomó un par de copas para llevárselas a ambos hombres—. Es muy descortés de mi parte no ofrecerle una copa como anfitrión. ¿Gusta?

El sujeto tomó la copa como respuesta. Los dos se enfrascaron en una conversación extraña, de la cual desconocí la mayoría de los términos que utilizaban. Permanecí cerca de Lucian como una buena sombra por si él me necesitaba. La conversación para mí era de lo más aburrida. Empecé a pensar que lo más peligroso de aquella fiesta era que me cayera a causa del sueño, pero cuando uno de los guardias anunció la presencia de otros invitados, todo se volvió... extraño.

En pocos minutos, la parte del jardín se llenó de todos esos invitados, ataviados con elegantes trajes y atuendos caros, y para mi mayor sorpresa no sólo había hombres. Dos mujeres aparecieron veinte minutos después, con suntuosos vestidos que les llegaban hasta el suelo como el manto de grandes reinas. Todos portaban antifaces de diferentes estilos, y tenían el aire que sólo la gente que estaba acostumbrada al dinero y al poder poseía.

Nadie reparó en mí, el único que acaparaba todas las miradas de atención era Lucian. Me sentí como una mancha en medio de tanta gente refinada, pero no era eso lo que consideraba extraño.

A diferencia del primer invitado, el resto de los presentes vinieron acompañados de mujeres. Supe que no se trataban de simples acompañantes o parejas de baile, ya que ellas no traían consigo ningún antifaz y sus ropas carecían del lujo del resto de los presentes, y sobre todo, en sus rostros no había señal alguna de expresión. Permanecían con la mirada baja y no hablaban, excepto cuando alguien les hacía preguntas. Lucian no reparó en ellas, ni siquiera cuando algunos invitados las presentaron ante él, si es que se molestaban en hacerlo. Eran como sombras, igual que yo.

Debido a la llegada de los invitados, Lucian ignoró por completo mi presencia. Saludó a cada persona que llegaba. A las dos damas invitadas les besó la mano con elegancia, pero ellas, a diferencia de lo que me esperaría de una mujer normal, no se mostraron cautivadas por él.

La tarde fue rápidamente devorada por la noche, con el cielo cubierto de un manto negro. No había tantos invitados como había creído que serían, pero sí era un número considerable.

—Mira nada más, Sally, ¿acaso son mis viejos ojos los que me engañan, o es el famoso señor Luc?

Ambos nos giramos en dirección a la voz.

Se trataba de una mujer nueva; ella, a diferencia de las otras dos invitadas, había optado por un vestido más revelador, además de que no permitió que Lucian le ofreciera un beso en la mano, sino que se limitó a recibir una ligera reverencia. No podía sobrepasar más de los sesenta años, por lo que me pareció ser la persona más mayor de toda la reunión.

No esperó a que se le ofreciera una copa, se apoderó de una y le dio un pequeño trago mientras lo examinaba a él de pies a cabeza.

—Cuando mi asistente me dijo que había recibido una invitación tuya, creí que estaba loca. Pero aquí estás. Vivo, apuesto y con un futuro prometedor. Siempre supe que estarías lleno de sorpresas.

El hecho de que lo tuiteara me dejó estupefacta. Miré la reacción de Lucian, pero a diferencia de lo que me hubiera esperado, no pareció molestarse.

—Le agradezco, Madam. Y me alegro de que haya decidido honrarme con su presencia.

—Sólo porque no tenía nada mejor que hacer —la mujer miró en dirección al resto del público y frunció la boca—. Pero si hubiera sabido que ibas a invitar al resto de los miembros de la lata de sardinas, habría tirado la invitación por el desagüe. ¿Has estado haciendo tratos sucios a mis espaldas, eh muchacho?

—Es un asunto de negocios, como bien comprenderá. Necesitaba tenerlos a todos reunidos.

La mujer bebió de su copa y asintió con una mueca. Mi primer pensamiento fue que ella estaba al tanto de los tratos que Lucian nos imponía, sin embargo, por el peso de la conversación, intuía que no tenía nada que ver con eso. La mujer no dijo nada más, y Lucian la invitó a que tomara asiento.

Una de mis tareas era recordarle a él la cronología y los horarios, y por un instante me invadió el pánico. Lucian se encontraba platicando con un hombre que no dejaba de hablar acerca del "negocio".

Chequé mi reloj de muñeca, comprobando que ya era hora de que la siguiente parte de la fiesta comenzara. Temí que tuviera que interrumpirlo, pero afortunadamente esto no fue necesario. Lucian cortó la conversación para avisar que ya era tiempo de que la fiesta comenzara.

Todo el mundo se acercó a las sillas en dirección al escenario. La música continuaba siendo relajante. Vi que Anne seguía manipulando algunos aparatos eléctricos a los que yo desconocía el nombre, y esperé a lo que sea que tenía que suceder pasara.

Noté que el resto de los invitados se limitaron a mirarse, y me di cuenta que hasta el momento ninguno había intentado conversar con otro más que para dar saludos de rigor. En cuanto a Lucian, él observaba todo con gesto impertérrito.

El escenario pasó a la oscuridad. Unas luces comenzaron a parpadear alumbrando un sendero que iba desde la entrada del jardín trasero al escenario.

Y una voz angelical comenzó a cantar.

Nos giramos al sonido de la voz. Se trataba de Tiana, vestida con un largo vestido blanco de gran escote y que se amoldaba a su cuerpo. No sabía cuál debía ser la expresión de los demás, pero yo me sentí muy emocionada.

La canción no duró mucho, pero sí lo suficiente para que ella llegara al escenario y mirara al público con una emoción que me embargó. Cuando acabó, cerró los ojos y las luces se apagaron sumiéndola en la negrura.

No hubo estallidos de aplausos ni ovaciones, aunque unas pocas manos aplaudieron a lo que, a mi parecer, había sido el canto más hermoso que había escuchado. No conseguía entender qué había de malo en la actuación de Tiana como para no aclamarla. Era como si un ángel hubiera bajado a cantar y nadie lo hubiera reconocido excepto yo.

Las luces se encendieron de golpe.

Y esta vez, Tiana no portaba un vestido encantador, sino unas ligeras medias y ropa interior.

Me quedé sorprendida por el completo cambio, y no podía ser la única, a mi alrededor surgieron cuchicheos y susurros de sorpresa. Hasta las mujeres que servían como acompañantes sombra parecieron contemplar con genuino interés la nueva imagen de Tiana, que justo en ese momento, le dedicó al público una expresión intensa de lo que debía ser deseo.

Luego comenzó a bailar.

Fue imposible para mí describir lo que contemplé después. Tiana se movió de tal manera que, no dudé que sumergió a toda la multitud en cada uno de sus movimientos. Todos la miramos sin poder apartar los ojos a ningún lado que no fuera ella. ¿Cuánto tiempo le habría llevado ensayar esos pasos? ¿Qué tipo de entrenamiento tuvo para embelesar a toda una multitud de hombres poderosos y mantener sus ojos clavados en ella?

Fue un momento hipnotizante. Tiana se movía y contorsionaba, no mostraba ni un centímetro de pudor por lo que hacía. Abría las piernas, se agachaba, y parecía mirar a cada invitado como si deseara que la tocase.

Esta vez los aplausos no se hicieron de esperar en cuanto terminó de bailar. Algunos hombres miraron en dirección a Lucian como si quisieran hablarle de algo, pero al darse cuenta que otros compartían las mismas intenciones, se pusieron rápidamente de pie para ir a su encuentro como tiburones a la caza.

Por su parte, Lucian permaneció en su sitio, fingiendo que no se percataba de nada, pero por la media sonrisa que tenía en el rostro, supe que era consciente de la reacción que había despertado.

Cuando los aplausos hacia Tiana cesaron, él se puso de pie.

—Amigos míos, éste pequeño espectáculo no ha terminado —extendió su mano hacia la mesa de bocadillos, y unas luces se reflejaron a los costados de la mesa como invitación a probar el manjar—. Ésta es sólo una pequeña parte de lo que les ofrezco. Por favor, pasen a disfrutar.

Todos se pusieron de pie. Tiana había bajado del escenario y varios de los invitados se acercaron a rodearla como los predadores que eran. La halagaron y ella respondió con una sonrisa enigmática. Parecía que de verdad recibía las ovaciones con entusiasmo, pero no sabía si era aquello lo que la verdadera Tiana pensaba o si, al igual que con los clientes en las horas activas, se trataba de una actuación.

Varios de los invitados que se pusieron de pie no perdieron tiempo en acercarse a Lucian, elogiándolo por la primera muestra del espectáculo que se avecinaba. Él respondió con cortesía, y dejó que ellos siguieran hablando acerca de lo que parecieron ser diferentes propuestas. Yo estaba concentrada en estar al pendiente del reloj. La multitud se estaba aglomerando entre Lucian y la mesa de bocadillos, por lo que no tardé en sentirme asfixiada por la masa de cuerpos.

La noche se me haría eterna.

Lo siguiente que pasó, fue para mí lo más incómodo que había visto.

Todo el mundo miró a Tiana no como una artista, sino como un trofeo, o eso era lo que me parecía.

—Señor Luc —dijo un hombre—. Muy encantadora presentación. Es así como se anima una fiesta.

Lucian lo miró con una sonrisa torcida.

—Me alegra que le haya gustado, señor Harrison.

—Ni que lo diga.

Ambos parecían tener la misma constitución, a excepción de que Lucian tenía un poco más de altura. El hombre era de cabello oscuro, y vestía de igual forma muy elegante, aunque tenía un aire desgarbado, como si fuera una persona descuidada. Cuando llegó con Lucian, posó una mano sobre su hombro y se acercó a su oído, pero el ruido del ambiente era tan fuerte que se hizo escuchar de todas formas.

—Dígame, de forma directa. ¿Cuánto es lo que ofrece por la chica?

Lucian sonrió, y muy amablemente pero firme, alejó la mano del hombre sobre su hombro.

—No está en venta.

El sujeto rio, aunque no me había parecido ningún chiste.

—Muy conservado, señor Luc. Pero no me convence. Todo en este mundo está en venta, y su chica... —señaló a Tiana— tiene muy alto valor. He hablado con mi socio, el señor F —señaló algo de la multitud, pero no alcancé a distinguir de quién se trataba—. A él no parece convencerle, pero a mí sí. Dígame cuál es y no dude que mi asistente le hará la transferencia.

Lucian sonrió, pero no respondió a la sugerencia, porque de inmediato otro hombre se aproximó a él para hacerle la misma propuesta. Me fijé en Tiana, ella seguía rodeada por un grupo de admiradores, aunque no parecían interesados en hablar con ella, sino de ella. La hacían darse una vuelta completa, le levantaban los brazos y le movían la cabeza en diferentes ángulos, como si se tratara de una mercancía a la que sopesar su costo en el mercado.

Con el corazón en un puño, comprendí de qué se trataba todo aquel disparate: Lucian nos estaba exponiendo como mercancía, en lo que sólo podía tratarse de una morbosa feria.


Las conversaciones parecieron no tener fin, pues en cuanto él daba una por finalizada otra persona lo abordaba. Él estaba disfrutando de la atención que provocaba en la gente, la arrogancia se adueñó de su cuerpo mientras cada persona se le iba acercando con el propósito de entablar conversación.

—Apreciados invitados —dijo de pronto—. Me halaga que hayan disfrutado del primer número de la noche. En breve tendrán el tiempo de compartirme sus intereses, pero me temo que el horario nos obliga a continuar.

Los invitados aceptaron sus palabras, aunque las expresiones bajo sus máscaras mostraron un poco de disgusto. No estaban acostumbrados a que les dijeran que no, mucho menos a que les ordenaran qué hacer, pero eran demasiado orgullosos como para no protestar.

En cuanto la multitud regresó a los asientos, me di cuenta que Tiana por fin se había aproximado a nosotros. Seguía vestida con el mismo traje interior que revelaba más piel de la que le había visto nunca. Cuando nos alcanzó, se colocó justo por detrás de Lucian. Compartió una mirada conmigo durante un segundo, pero ambas nos mantuvimos en silencio, pues ese momento teníamos prohibido cruzar palabra. Además, cualquier rastro de sonrisa que ella había tenido antes ya no estaba.

Uno a uno sucedieron más participaciones. Después de Tiana, Anne pasó al escenario dando un pequeño concierto acompañada de su guitarra. Hubiera sido increíble para mí, pues era la primera vez que la escuchaba tocar y cantar, de no ser porque había pasado completamente desnuda. Al igual que Tiana, todo el mundo le aplaudió, aunque en su caso hubo una diferencia: ella no sonreía.

—¿Cuál es su precio en oro? —le estaba preguntando alguien cuando muchos rodearon a Anne como lo habían hecho con Tiana.

—La chica no está en venta —respondió él.

Y el círculo anterior se repetía.

Yo permanecía al tanto del reloj, aunque comenzaba a hacerme la idea de que Lucian estaba tan al tanto de su propio programa que incluso en eso tampoco me necesitaba. Nadie reparaba en mí, todos los ojos estaban enfocados en él, en Tiana o en Anne, incluso en el resto de los presentes. Noté que comenzaba a relajarme un poco.

Hasta que la misma mujer mayor de momentos antes se detuvo justo frente a mí.

—Eres la asistente del señor Luc, ¿no es así?

Que me dirigiera la palabra me tomó por sorpresa. Tardé un poco en darme cuenta que la miraba fijamente a los ojos, cosa que me asustó porque debía mantener la mirada siempre agachada, así que rápidamente la desvié al suelo.

—Sólo por esta noche, mi señora.

—¿Por esta noche? Interesante. Señor Luc —lo llamó en voz alta, y Lucian interrumpió su conversación con otro hombre. Ambos se volvieron a mirarla, pero ella no apartó la vista de mí mientras decía—: ¿Sería tan gentil de cederme a su pequeña sombra para que me indique dónde están los servicios?

Lucian pareció titubear.

—Uno de mis guardias con gusto la escoltará, Madam.

—Quiero a esta —dijo la mujer. No estaba dispuesta a aceptar un no por respuesta.

Lucian dejó ir una tensa pausa.

—Por supuesto.

Él me miró, y aunque la máscara cubría la mayor parte de su rostro, sus ojos emitieron un mensaje claro de advertencia.

Ignorándolo, me incliné hacia la mujer.

—Sígame, mi señora.

Pasamos de largo a muchos invitados. Me di cuenta, que la mayoría de ellos miraban a aquella mujer con desdén, pero ella permaneció con la frente en alto como si fuera de la realeza, y la realeza no se rebajaba a sus insignificantes súbditos.

No hablamos en todo el camino, y cuando llegamos al lugar destinado a los sanitarios, dudé mucho en qué hacer a continuación.

—Espéranos aquí —ordenó ella. Y junto con su acompañante se adentraron al servicio.

Miré a mi alrededor. El pasillo se encontraba desierto, a excepción de una cámara que me enfocaba. Me pregunté en dónde estarían las chicas, e inconscientemente abrí la mano para observar aquel despreciable papel que aún me quemaba la palma.

Lo desdoblé.

"Una de ellas miente". ¿Es que acaso no iba a poder librarme de eso?

Sopesé en las implicaciones de aquella nota. Si esta no había sido para mí como temía, ¿a quién estaba dirigida? ¿Y con qué propósito? No podía haberlo hecho ni una de las chicas, sobre todo porque tomaba en cuenta a la extraña mujer del autobús. Tenía que ser alguien que tuviera acceso a la casa y a la calle al mismo tiempo.

Y entonces lo supe de inmediato. Era clarísimo.

Se trataba de Helga.


La mujer y su asistente no tardaron tanto como había creído.

—Debe ser muy desesperante escuchar a hombres hablando de negocios, ¿no es así? —me preguntó al verme.

Yo vacilé. ¿Qué respuesta esperaría Lucian que le diera?

—No lo sé, mi señora. Sólo hago mi trabajo.

—¿Tu trabajo? ¿Y te gusta? —levantó una ceja.

Dudé. Sabía la respuesta que se esperaba de mí, pero la realidad era completamente distinta. Lo detestaba.

—Claro mi señora. El señor Luc ha sido muy bueno en permitirme trabajar con él.

Hubo algo en la mirada de la mujer que no supe describir. ¿Era acaso que no me creía?

—Tengo entendido que, de todas las chicas que el señor Luc tiene a su disposición, eres la de más bajo costo. ¿Por qué?

Yo desconocía por completo el precio que Lucian nos asignaba. Era obvio que Tiana era la más cara, pero aparte de eso, ignoraba nuestros precios y la manera en la que nos promocionaba, por lo que no supe responder, además, aquella pregunta no la tenía previsto. No estaba en la lista de instrucciones que Wen me había dado.

La mujer esperó por un largo rato para que respondiera, y me entró un poco de incomodidad, así que terminé por bajar por completo la vista a los pies, esperando que aquello le hiciera entender que no podía darle la respuesta que quería.

—Una sombra que sólo hace su trabajo, pero que si se lo preguntas, responde automáticamente que le gusta —de pronto, ella tomó mi barbilla y me obligó a mirarla—. Educada, callada y con una voz de robot. Es exactamente como una sombra debe comportarse, ¿no es cierto, Sally?

—En efecto, mi señora.

Me percaté de algo muy curioso. A diferencia de las otras acompañantes que habían traído el resto de los invitados, la acompañante de esa mujer sí mantenía el rostro en alto, y vestía de la misma forma elegante y sofisticado. A decir verdad, sentí que la mujer apreciaba más la compañía de su sombra que la de cualquier otra persona en esa fiesta, ya que no dejaba de referirse a ella cada que tenía oportunidad.

—Desconozco qué cualidades te tienen amarrada a este lugar, querida —siguió la mujer, luego me soltó—. Pero si de mí dependiera, haría que esa mirada reflejara a una persona que pensara por sí misma.

Aquella conversación se volvió sorpresivamente más rara.

—Lo que atrae a un verdadero hombre es la sagacidad —continuó diciendo—, una conversación interesante y un poco de coqueteo. Pero ninguno de esos empresarios puede verlo, ni siquiera tu queridísimo señor Luc.

—No es mi querido.

En cuanto aquellas palabras salieron de mi boca, me di cuenta del error en el que me había metido.

Abrí los ojos de par en par, tan horrorizados de que mi lengua hubiera actuado más rápido que mi propia cabeza.

—Quiero decir... —dije en un intento de arreglarlo.

La mujer acercó su rostro al mío, estaba tan cerca que pude contarle las pequeñas arrugas que se agolpaban en sus ojos, las cuales se profundizaron más cuando los entrecerró.

Mi corazón se llenó de pánico.

—Sabía que había un alma pensante muy en el interior de esa máquina.

No sabía lo que sus palabras podían significar. Todas las respuestas que pude haber dicho o las frases que pude haber pronunciado no se me vinieron a la mente. Pensé en suplicarle que no me delatara, pero estaba tan asustada que me vi petrificada.

—En fin, es una pena —la mujer se irguió. Todo rastro de interés que pude haberle despertado se esfumó, y volvió a actuar como si yo no mereciera más que un saludo indiferente.

Mi cuerpo se movió por voluntad propia cuando ella emprendió la marcha de regreso, seguida de su propia acompañante y por mí. Me sentí caminar en un limbo, consciente de que cualquier otro paso en falso me haría caer hasta que mis huesos se resquebrajaran. Tenía tanto miedo que mi garganta se cerró y ya no me vi capaz de pronunciar más palabras.

Cuando llegamos a la puerta que daba al jardín, la mujer se detuvo de golpe para mirarme. Casi sentí que mis rodillas se doblaban para rogarle silencio.

—No estés tan preocupada, querida. Te prometo que tus verdaderos sentimientos quedarán olvidados en mi memoria. Es lo que se espera de una vieja y fea anciana como yo.

El alivio me invadió de pies a cabeza. Sin embargo, el temor permaneció estar a la espera.

—Gracias —murmuré.

—Pero mi silencio no es de a gratis —me tendió un papel, en donde se podía leer el título de una canción junto con su autor—. Dale esto a la chica que está encargada de la música. Toda esa gente ya ni siquiera sabe qué es sólo ruido y qué es arte. Sino pone algo bueno, terminarán por sangrarme los oídos.

—Claro mi señora. Se lo haré entregar a uno de los guardias y que él se encargue de decírselo.

—Te lo estoy pidiendo a ti. No confío en esos animales que el señor Luc llama guardias —sacudió la mano para que me marchara—. Ahora sé una buena sombra y haz lo que te ordeno.

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