Capítulo 6. Fingiendo

~Pasado~

—Ya tengo la información que me pediste. —Escuché a Raiden del otro lado de la línea y sonreí para mí, vaya que era rápido.

—¿Y bien?

—Los informes de tu nuevo grupo de amigos —dijo esto último con sarcasmo y puse los ojos en blanco—, te los envié con alguien, te los dejará en una carpeta negra pegado de la mesa del fondo, la de la derecha...

—¿Por qué no me los das tú? En la mano —le corté la explicación y resopló.

—Debo viajar a Tokio por un asunto privado. Estarás bien, después de todo la 'Ndragheta ya está allí, no creo que lleguen a matarte mientras duermes —contestó con seriedad y algo de irritación—. En cuanto a tu acosador, creo que ya lo conoces y lo conocerás mejor con el informe que te he mandado.

¿El informe? ¿No estará insinuando que...?

—¿Jack? —quise saber.

—Cerca, Tomas Miller —anunció y sentí una punzada de curiosidad e intriga, Tomas no me había dado esas vibras de loco... Vale que sí era raro y todo, pero aún así...—. Debo irme, ve cuánto antes por la carpeta.

Guardé el teléfono de nuevo y me dispuse a salir del dormitorio para darme una ducha. Así que tomé mi toalla y salí hacia los baños que se encontraban a mitad del pasillo.

Solo que cuando llegué no estaba solo como creí. Cuando iba entrando escuché gemidos bajos y casi imperceptibles, así que frené en seco, ya me imaginaba lo que estaba pasando allí.

—¿Quién está teniendo sexo ahí? —Una voz habló a mi espalda, me giré y  vi a la chica asiática, Akame Chin. A ella la había estudiado detenidamente, hija mayor y un hermano de seis años que vivía en China, Hon Kong, para ser precisos; sabía que había matado a más de diez hombres en sus cortos diecisiete años, todos traidores y su padre la mandaba a ejecutarlos... Algo así como Semión Moguilévich a su hijo Nikolai, solo que este era más duro y sádico, quizá por eso Nikolai se refugiaba en las drogas.

—No... no sé —murmuré después de unos segundos en los que no dije nada, y alzó una ceja.

—¿Qué? ¿Me vas a decir que te apena entrar? ¿Qué tan pudorosa eres? —se burló y pasó junto a mí chocando un poco su hombro contra el mío.

—Me parece un momento íntimo

—¿O acaso eres virgen y esto te excita? —cuestionó mordaz y por poco me reí de amargura por eso,  obviamente que virgen no era. Pero no venía al caso ahora.

—No hables tonterías —espeté y se cruzó de brazos alzando sus cejas.

Ella se rió muy bajito y caminó hacia las regaderas sin importarle quienes estaban allí.

Casi se me fue la boca al piso cuando formé una "o" de asombro al ver a Alessandra y a María Escobar haciendo guarradas debajo de la regadera. Vaya, estas cosas no te las decía un informe.
Al parecer yo no era la única que se había quedado sin palabras, Akame también se había quedado con la boca abierta antes de soltar una fuerte carcajada, una que yo hubiera imitado también, pero se vería raro en Skyler Boss.

Eso hizo que las otras dos se apartaran de golpe y nos miraran con algo de sorpresa y temor.

—Esto sí no me lo hubiese esperado nunca —habló mientras se seguía riendo—. ¿Sabes lo qué les hará Luis cuando se entere?

María la miró con terror pero Alex —que ya se había puesto una toalla al rededor— la fulminó.

—Este no es tu asunto Akame —dijo entre dientes.

—Tampoco el de ella y aquí está, las ha mirado también. —Me señaló. Cualquiera las pudo haber mirado, ellas son las que no tuvieron cuidado.

—Sky... Por favor no le digas nada a Luis ¿sí? —me rogó María acercándose a mí todavía desnuda y me dieron ganas de darle una bofetada para que se tranquilizara.
¿Y yo para qué querría decirle a ese estúpido?
Sin embargo sacudí la cabeza.

—Creo que de Sky no deberíamos preocuparnos realmente —comentó Alex sin despegar la vista de Akame.

Akame se desvistió frente a nosotras y caminó hacia una regadera como si no estuviesemos allí. Era delgada y admirar toda su piel perfectamente lisa y blanca me dieron un poco de celos, no tenía ninguna cicatriz, yo tenía algunas en la espalda y muslos.

—¿Yo? Ay vamos,  ¿qué ganaría yo diciéndole a ese idiota que su novia lo engaña con una chica?  —dijo ya sin rastros de risa ni burla.

Las tres la miramos en silencio por unos segundos hasta que Alex fue la que lo rompió.

—Está bien. Pero si me entero de que le dices algo y que por tu culpa le haga daño a María o a mí... —pausó y Akame se giró mirándola retadora—. Me las pagarás, yo misma te asesinaré —prometió con voz sombría. Entonces imaginé en mi mente quién ganaría si se enfrentaban... Obviamente no sería la peliazul depresiva.

Akame se encogió de hombros y siguió bañándose dándonos la espalda, como si su amenaza no le importase en lo más mínimo.

—No hablaré. Pero este será un favor que las dos me van a deber y yo elegiré cuando cobrarme.

Alex le pasó la toalla a María y las dos salieron de las duchas con algo de prisa. Yo me quedé ahí de pie y suspiré caminando hacia una para ducharme de una vez.

Alex se devolvió y tocó mi brazo.
—Hablemos después de clase, en la biblioteca, ¿bien? —pidió y asentí sin ganas de hablar. ¿Par qué? Que más daba.

Akame no me dirigió la palabra, ni siquiera cuando acabó. Solo se marchó en silencio.

Terminé pronto y volví para cambiarme y así ir a la biblioteca por la carpeta.
La encontré fácilmente, lo bueno es que el lugar estaba casi vacío y me dispuse a ir a la habitación para leerla con comodidad, ni siquiera me molestaría en ir a clases, no eran mi prioridad.

Ya sentada en mi cama, saqué los tres archivos. El primero era el de Jack. Pero en eso vibró mi teléfono y maldije, era un mensaje de Aaron.

Hoy se te dará la sentencia, no faltes a clases, actúa como estudiante normal.

Eso me bastó para adivinar que alguien le había dicho que me había encerrado en mi humilde morada.
Malditos soplones.

Así que odiando a todo lo que me rodeaba tuve que asistir a las clases de ese día.
Me tocó hacer un equipo con una neonazi racista, un ruso drogadicto y un chico negro que parecía detestar a todos tanto o más que yo, me agradó, para ser sincera.

Luego de eso y de contemplar el glorioso golpe que él le dió a Hanna, recordé el pedido de Alex con encontrarnos en la biblioteca, así me dispuse a ir y a buscarlas.
Me encontró ella primero pero me mandó a la oficina de Salazar y supe que había llegado el momento.
En ningún instante me puse nerviosa, ni siquiera cuando ese bastardo italiano puso el arma en mi cabeza porque sabía que Elías iba a intervenir, y lo hizo.
Nada más y nada menos que el chico Yakuza me había salvado, seguramente por órdenes de arriba.
Aún así le agradecí después, hasta mi atrevimiento y descaro me habían llevado a darle un abrazo, algo que a él no le agradó... aunque a mí puede que sí.

Ya sin interrupciones, al final del día y en mi dormitorio ahora sí inspeccioné las hojas.

Jack Ferguson.
Edad: 18 años
Familia: padres muertos, tío lejano que reside en Suecia.
Enfermedades mentales: ninguna
Habilidades: tráfico de drogas, tratos con distribuidores, robos y estafas.

Habían varias fotos de él, de pequeño hasta adulto, e inclusive venía una hoja de se expediente clínico más detallado pero Jack no me interesaba realmente así que lo deje de lado cuando pareció inofensivo.

Alessandra Rosh.
Edad: 17 años
Familia: madre muerta, padre vivo, reside en Washington con su madre que padece de Alzheimer.
Enfermedad mental: trastorno bipolar con tendencias suicidas.
Habilidades: ninguno.
Razones de ingreso: Su padre mató a su madre. La  violaba constantemente cuando era niña y Salazar Black decidió llevarla a la academia cuando tenía catorce.

¿Violada? ¿Desde los catorce está aquí? Mi corazón oscuro no impidió que sintiera compasión por ella y un profundo asco por su progenitor.
Dudé unos momentos, ¿María lo sabría? Era obvio que si a alguien le tendría confianza sería a ella, no a mí ni a Jack o Tomas.
Bueno sí de algo estaba segura es que Alex no era un peligro en realidad... más que para ella misma.

Tomas Miller.
Edad: 17 años
Familia: Todos muertos.
Enfermedad mental: trastorno de personalidad antisocial.
Habilidades: conocimiento avanzado en redes y tecnología.
Razones de ingreso: Tras la muerte de su padre a mano de los policías y de que matara a uno de los culpables cortándolo en pedazos con una sierra, Salazar lo encontró y lo reclutó.

Él sí era un peligro, para mí y para la misión. Era un psicópata asesino a sangre fría y encima me acosaba mandándome recados.
¿Para qué Salazar se molestaría en ayudar a un tipo como Tomas? Estaba loco. Si de Alex lo entendía pero ¿Tomas?

Vi varias fotografías del cuerpo desmembrado y guardé todo de nuevo con una mueca de asco. Escondí los papeles debajo del colchón y decidí que mantendría los ojos bien abiertos ante ese chico delgaducho de gafas que parecía no romper ni un plato.

~Presente~

Corrí hasta llegar a la azotea, estaba hiperventilando y me di una bofetada mental.

A ver cálmate, Ryuu ya despertó ¿y qué? Los planes deben de seguir y él no debe influir en nada.

Sí, era cierto, además no quería otra visita de Aaron a mi habitación.
Y se suponía que yo era una chica dura, fría y sin sentimientos, sin bondad ni piedad, así me habían criado.
Nada podía cambiarlo, ni siquiera él. Él...

—¡AH! —grité al cielo y después cerré los ojos. No podía ir verlo, no debía en realidad, ya era suficiente con saber que ya había despertado del coma, debía alejarme todo lo posible, de Ryuu y de Raiden.
Bueno de este último estaba algo complicado, pero debería mantener las distancias ahora y concentrarme solo en el plan.

—Ya lo sabes ¿no? Por eso estás aquí gritando como loca y jalándote el cabello. —Su voz fría me paralizó y después le fulminé con la mirada.

Raiden sacó un cigarrillo para prenderlo, se había atado el cabello en una coleta baja y llevaba una camiseta de mangas cortas blanca. Empezó a fumar y esa acción me recordó a su hermano.

—¿No deberías estar haciéndole una visita a tu hermano que acaba de despertar del coma? —espeté cruzándome de brazos.

No contestó en seguida, sino que me sonrió a medias sin ganas, —Y tú eres su novia ¿no?

—No —afirmé seca y rodando los ojos.

—Ya fui a verlo y estaba como loco, le tuvieron que poner un sedante porque empezó a preguntar por ti, exigía verte —contó y pude mantener mi expresión seria sin que decayera.

—Deben encerrarlo en lo que... ¿Para qué necesitas exactamente a Ryuu? ¿Por qué lo salvaste dejándolo conectado a sabiendas de que quizá jamás despertaría? —pregunté

—Porque es mi hermano. —Se encogió de hombros.

—¿Y qué hay de tu padre? ¿No está encerrado también bajo la amenaza de que si no te apoya es hombre muerto? ¿Piensas hacerle lo mismo a Ryuu acaso?

—Pues sino nos apoyan... Aaron se encargará de ambos.

—Eres una mierda Raiden —bufé y sus ojos se clavaron en mí de manera asesina.

—¿Solo yo? ¿Qué hay de ti traidora mentirosa? Y para colmo puta, porque solo quieres tener a los dos hermanos Nomura en tu poder —susurró y fingí que sus palabras no me afectaron.

—¿Estás enamorado de mí y por eso te dan tantos celos de llegar a pensar de que yo prefiera a tu hermano y a ti no? —Me burlé y lo apunté con mi dedo—. Que lástima me das...

—Yo no me enamoro —dijo con voz sombría.

—Entonces deja de fastidiarme con Ryuu que entre él y yo no hay nada y nunca lo hubo. Yo solo debo estar concentrada en el consejo y tú, solo quítame a tu hermano de encima porque no quiero que sea un estorbo —exigí apretando los labios con impotencia.

Raiden pareció relajarse un poco, —Lo encerrarán, ni te enterarás de que está aquí, no te preocupes.

—Bien —solté antes de dar media vuelta para volver.

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