Capítulo 3. El poder no tiene dueño

Me miraba en el espejo con una mueca.
El uniforme me quedaba perfecto, ¿de dónde habían sacado mis medidas? Otra pregunta que seguramente no tendría repuesta.

Mi cabello estaba atado en una coleta alta y mi cara se veía fatal. Grandes ojeras debajo de mis ojos oscuros, labios resecos y una expresión de derrota.

Tomé mi horario y salí de allí con temor.
Varias chicas ya se dirigían hacia el comedor y me integré a la masa estudiantil.
Por suerte nadie me habló, sí hubo unas cuantas que otras miradas recelosas pero hasta ahí.

Cuando me acerqué a la gran barra de buffet mi estómago gruñó, tomé todo lo que pude, desde tostadas, huevos y tocino.
Me senté en una mesa vacía y comencé a engullir todo. Casi casi un sentimiento instantáneo de paz llegó a mí y fue el primer momento dónde no me sentí tan mal estando allí.

De pronto una chica se sentó a mi lado y me sonrió.
Tosí con el pedazo de una tostada en mi garganta y me golpeó la espalda con firmeza.

Cuando el aire logró colarse por mis pulmones la miré con extrañeza.

—Que bueno que no te ahogaste, por un momento pensé que ibas a morir —comentó sonriente antes de darle un sorbo a su jugo de naranja.

Yo no dije nada y seguí masticando con lentitud pero sin quitarle los ojos de encima. Era delgada, en extremo, su cabello era color azul aunque las puntas ya se veían un poco quemadas por el tinte. Un piercing negro adornaba su nariz, sus ojos azules y boca no dejaban de sonreírme.
¿Qué quería?

—Que grosería de mi parte, me llamo Alessandra pero dime Alex —se presentó y miré sus muñecas adornadas por cicatrices verticales. Ella se dió cuenta y sonrió levantando sus brazos—. ¿Te gustan? Son bellísimas ¿cierto?

Yo me quedé muda. ¿Qué debía decirle? ¿Que sí?

Ella notó mi incomodidad y bajó sus brazos para comenzar a comer.

—No hablas mucho ¿no? —dijo después de masticar un pedazo de melocotón—. No creí que fueras tímida, con lo que dicen de ti...

—¿A qué te refieres? —hablé por primera vez y se acercó para crear un aire de confidencialidad.

—De todas las muertes que cargas —respondió y se alejó.
Yo me quedé de piedra, ahora era un rumor, un rumor espantoso y no sabía si eso era bueno o malo porque ella no parecía incomoda conmigo.

Decidí que el decirle e intentar explicarle que había sido un accidente ocasionaría una reacción contraria.

—¿Dónde oíste eso? —quise saber.

—Por ahí, en ningún lugar en específico.

Suspiré y decidí volver a comer, ella era rara pero al menos no parecía querer arrancarme la cabeza.

De pronto el ambiente se volvió silencioso y tenso y la razón tenía cabello negro, tatuajes y caminaba como si fuese el rey del lugar.

Los ojos de Ryuu se posaron sobre nosotras por un segundo antes de ir a una mesa y sentarse.
Reconocí solamente a Nikolai de los que estaban alli.

—¿Te gusta el príncipe de los Yakuza? —interrogó Alex siguiendo mi mirada y negué mirando mi plato—. Bien, porque eso sería aspirar a mucho.

—¿Con Yakuza te refieres a la mafia japonesa? —inquirí adivinando y asintió.

—Ryuu Nomura es temido por eso y no solo él... —apuntó a Nikolai—. Él es Nikolai Moguilévich, hijo de Semión, líder de la mafia roja o mejor conocida como mafia rusa.

—¿Qué hay de ella? —señalé a la chica asiática que había visto discutir un día anterior, estaba con otra dos chicas asiáticas también.

—Akame Chin, hija de Heung Chin y fundador de Sun Yee On —contó y la miré alzando una ceja—. Es una organización líder de Hon Kong que es parte de Las triadas, o sea la mafia China.

—Pareces saber mucho —comenté y se encogió de hombros.

—Todos lo saben, pregúntale a quien sea y te dirá lo mismo.

Suspiré mirando todo el comedor, a simple vista parecían adolescentes normales, ¿cómo iba a identificar a potenciales enemigos peligrosos para evitarlos a toda costa?

—¿Y quién más es... influyente aquí? —pregunté y sonrió.

Apuntó con discreción a una mesa en dónde estaba sentada la peliroja que me había recibido el día de ayer, a su lado estaba un chico que se parecía a ella físicamente, salvo que sin anteojos y que además estaba besando a una rubia esbelta y atractiva.

—Los hermanos Provenzano, provenientes de La 'Ndragueta, es una de las cinco mafias italianas y luego esa chica rubia —indicó a la misma que se lo estaba comiendo—, Es Paula Messina Denaro viene de la Cosa Nostra, otra de las cinco mafias.

—¿Dirías tú qué matarían sin razón? —inquirí fingiendo desinterés, Alex pareció meditarlo.

—Solo no te metas en su camino —contestó y me miró seria—. Ahora, si lo que quieres es vivir en algo de paz, no te recomiendo definitivamente que te metas con esa mesa del fondo.

Miré en la dirección que me indicó, en esa mesa todos eran rubios o de piel blanca, reconocí a la rubia que había peleado con la chica de China.

—Son neonazis y son extremadamente racistas —explicó, tragué saliva y mi mirada cayó en otra mesa del otro extremo del comedor en dónde solo habían chicos de color—. Obviamente no se llevan con los de raza negra —añadió.

Alex siguió comiendo sin prestarme atención y me encontré con la chica morena de ayer. Su mesa estaba repleta de adolescentes que en su mayoría portaban joyería algo exagerada y tatuajes y hacían bromas ruidosas, era la mesa más escandalosa.

—¿Y qué me dices de ellos?

—Ah, los Latin Kings, ahí hay de todo un poco, desde mexicanos, puertorriqueños, colombianos, chicanos... —explicó—. No son mafia pero si es una gran pandilla y se protegen mucho entre ellos.

Sonreí sin querer cuando uno estrelló su pedazo de tarta en la cara de otro y los demás se rieron, uno de ellos se encontró conmigo y desvié la mirada.

—¿Y qué hay de ti a qué grupo perteneces? —pregunté luego de un rato en el que estaba asimilando todo, se encogió de hombros.

—Al menos importante, al de los solitarios que buscan abrirse camino en este lugar y no morir en el intento —habló sin dejar de sonreír.

—Creo que ese será el mío también —concordé y asintió.

—Lo sé.

De repente un timbre sonó e imité a todos los que se habían levantado y caminaban a lo que suponía era las clases.

Alex no se despegó ni un instante de mí y cuando llegué al que parecía ser mi clase la miré.

—¿Por qué te sentaste conmigo? —inquirí rogando que no me dijera que me quería matar o algo así.

—Porque sé lo frustrante que puede llegar a ser la nueva —respondió y de alguna manera le creí—. Si quieres amigos o aliados en este lugar, búscame en la azotea a las 11 pm —agregó antes de perderse en el mar de alumnos.

Eso sonaba tentador, lo de tener "aliados" porque amigos lo dudaba mucho. Pero ¿sería confiable?

No lo sé, lo que sí sabía es que si quería sobrevivir, no podría yo sola.

Un hombre con una barba espesa y algo regordete se paseaba por los pupitres, en su mano tenía una especie de vara de madera con la que golpeaba a cualquiera que platicara o no le prestara atención.

Llevaba un pequeño control con el que cambiaba la diapositiva que nos estaba exponiendo con un reflector.

—¿Alguno de ustedes me puede nombrar a un arma de uso restringido? —preguntó de repente y un chico que estaba sentado hasta el frente alzó la mano—. A ver.

—Cualquier pistola de calibre 9.652 —contestó y el hombre que tenía como nombre Jhon Kavinski asintió.

—¿Y porqué se le dice de uso restringido?

—Porque son para la guerra y no para los civiles —habló con seguridad y yo me sorprendí.

¿Cómo es que sabía eso? ¿Y cómo esperaban que yo me lo aprendiera?

Una chica a mi lado se secreteó con un chico que estaba detrás de ella y ambos se rieron por lo bajo. Los identifiqué de la mesa de los neonazis.

Ella me miró alzando una ceja y centré mi atención en el libro que me habían dado.

De repente una bolita de papel cayó en mi pupitre y con lentitud lo abrí.

¿Disfrutas de la vista? Xx

Yo fruncí el ceño y la volví a mirar.
Ella sonrió haciendo una seña de amor y paz con la mano antes de mover su lengua por en medio en una señal obsena.

Antes de que pudiera reaccionar ante eso el profesor le dió un fuerte golpe en la nariz con la vara que llevaba y miré aterrada que había quedado torcida hacia un lado, se la había roto.

Ella gimió adolorida y después de unos segundos se limpió el hilo de sangre que se había deslizado hasta sus labios mientras me sonreía.

La observé con los ojos bien abiertos y planté mi concentración hacia la diapositiva.

El señor Kavinski siguió hablando como si eso no hubiera pasado y ningún alumno acudió en su ayuda, ni si quiera el chico de atrás que se reía de ella.

Cuando la clase acabó traté de salir lo más pronto posible y me dirigí a la siguiente.
Y cuándo estuve allí me fui a la fila de hasta atrás, quería pasar desapercibida, quería ser una sombra que nadie notara.

Se empezó a llenar con rapidez y para mí sorpresa Nikolai entró al aula, sus ojos escanearon los lugares libres y cayeron sobre el que estaba a mi lado, sonrió y se dirigió a él, llamando la atención de todos.

Puse mi cabeza sobre la palma de mi mano y con cuidado de no verme muy obvia le di la espalda.

—¿Cómo estás Sky? —su pregunta me hizo maldecir internamente y lo miré de reojo.

—Sigo viva —respondí tajante.

—¿Aún te quieres ir?

Me reí sin gracia, ¿que sí me quería ir? ¿hablaba en serio?

—Pues fui traída contra mí voluntad, no lo sé dime tú —repliqué y me sonrió con amabilidad.

—Te acostumbrarás —animó y resoplé con extrañeza.

—Mi única misión en la vida es sobrevivir no acostumbrarme —corregí.

—Mi filosofía de vida también es deprimente.

Me ofendí.

—Yo no soy deprimente —me defendí y se rió con calma.

—Si a tu oscura aura se le pudiese añadir algo más, eso sería una nube negra que todo el día ande encima de ti, siguiéndote a todas partes, como tu mascota.

—Y a ti te seguiría la muerte —solté y su sonrisa se borró.

En eso una mujer adulta que portaba un vestido rojo y ceñido al cuerpo entró y enseguida empezó la clase.

Le lanzaba miradas de reojo a Nikolai y me di cuenta que constantemente pasaba su mano derecha por su cabello con ademán inquieto y que su rodilla izquierda no dejaba de moverse.

Cuando no usaba sus manos para despeinarse, sus dedos tamborileaban la mesa con sonidos rítmicos y me fijé bien en un detalle, en cada nudillo tenía tatuada una calavera, eran cuatro en total.

Y cuándo se terminó la clase salió disparado hacia afuera casi corriendo.

Y no sé porqué pero lo seguí.

Se dirigió hacia afuera y miré sobre mi espalda para confirmar que nadie nos prestaba atención.

Corrió hasta la parte trasera del edificio en dónde algunos de los llamados reyes latinos escuchaban hip hop y fumaban.

Todos nos miraron con curiosidad y me sentí cohibida.

¿Qué hacía ahí afuera? ¿Por qué lo seguí?

Regresé mi atención a Nikolai que se había detenido y había sacado un paquete pequeño que parecía contenía polvo blanco.

No supe lo que era hasta que puso una línea sobre una superficie de la base de una estatua de un hombre que no identifiqué. Inhaló profundo y conforme lo hacía sus temblores se iban calmando un poco.

Cocaína.

Retrocedí dispuesta a volver pero uno de los chicos de la pandilla se acercó.

—¿Qué haces aquí afuera linda? ¿No deberías estar en clases?

—¿No deberíamos decir lo mismo? —habló Nikolai limpiando su nariz con el dorso de su mano y caminó hacia a mí para después tomarme de la mano. Yo lo dejé hacerlo porque bueno, estaba asustada.

—El adicto ruso hablando como si tuviera alguna autoridad aquí —se burló y los demás se rieron—. No eres más que un pendejo.

Nikolai me jaló para irnos, pero entre dos de ellos lo tomaron a la fuerza y se lo llevaron al que parecer era su líder.

—¿Qué vas a hacer Luis? ¿Quieres golpearme? Hazlo —Nikolai escupió antes de reírse y Luis le propinó un fuerte golpe con el puño en su estómago.

Ahogué un grito e iba a correr de vuelta pero uno me agarró del brazo para impedir que escapara.

—Tu novia casi te abandona, no es muy leal de su parte —Luis espetó antes de golpearlo ahora en el rostro.

—¿Qué creen que están haciendo?

Ryuu apareció con expresión amenazante y Luis le sonrió.

—Lo que ves.

—Suéltalo y no te romperé el brazo —advirtió y todos se rieron.

—Todos te temen por ser hijo del famoso Satoru Nomura, pero yo no. No le temo a nadie.

Luis se acercó dispuesto a pelear, pero Ryuu con un rápido movimiento lo sometió sobre el suelo y se escuchó el crujido de unos huesos haciendo que Luis gritara.

Cuando soltaron a Nikolai trastabilló y se apoyó en mí.

Miré a Ryuu suplicando su ayuda y tomó el brazo de Nikolai para pasarlo sobre sus hombros y así sostenerlo de la espalda. Ambos nos llevamos a Nikolai de vuelta y nos detuvimos hasta llegar a la enfermería.

Irónico, aquí se querían golpear hasta morir y tenían una enfermería.

Cuándo lo depositamos sobre una camilla, el japonés me acusó con la mirada.

—Deberías evitar los conflictos que no te conciernen —habló inexpresivo.

—No la molestes, fue culpa mía —susurró Nikolai antes de desmayarse y una señora con uniforme blanco nos echó de ahí.

En silencio caminé de regreso a mi dormitorio rogando porque Ryuu no me siguiera, había perdido la clase de todos modos.

Logré llegar ilesa y entré.

El pastel seguía allí, por lo que lo tomé y salí para tirarlo a la basura.

—Se ve delicioso —habló la chica morena del primer día.

Se acercó con lentitud con una sonrisa y pasó el dedo por la cobertura antes de metérselo a la boca.

Yo quise decirle que no sabía de quién era y que podía tener veneno o algo malo, pero las palabras no salieron de mi boca.

—¿Quién te lo dió? —inquirió con curiosidad.

—Un... amigo —mentí.

—Pero ibas a tirarlo ¿no? ¿por qué?

—Odio el chocolate —mentí de nuevo y asintió.

—Pues tenías razón para no comerlo, sabe mucho a magnesio. Probablemente hubieses tenido un vómito y diarrea horrible —contó y la miré son sorpresa.

—¿Cómo...?

—Conozco el sabor, antes lo usaba seguido para no engordar —explicó poniéndose seria—. Escuché que estuviste en la pelea de Luis y Nikolai —. Cambió de tema.

Mierda.

—Salí a tomar aire fresco y me encontré allí por accidente —expliqué.

—No estoy molesta si es lo que piensas. Es solo que me pareces algo... rara. Siento que algo no cuadra contigo.

—¿Y los demás que estudian aquí no son raros? —ataqué y me dedicó una media sonrisa.

—Touché —susurró y me rodeó para irse pero se detuvo en el último momento—. Me llamo María y es... un placer.

Y se fue.

Solté el aire retenido y miré el pastel, con que Magnesio ¿eh?

Mi "admirador" quería hacerme daño.

Deseché el pastel y cuando regresé había una nota sobre mi almohada.
Miré a ambos lados del pasillo y cerré con seguro antes de tomarla.

Al parecer mi obsequio no te gustó y eso me decepciona bastante :(

Pero no te preocupes princesa, hay más de dónde vino ese ;)

Atte.
Tú admirador secreto.

Okey, quizás era hora de empezar a preocuparme.

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