Capítulo 16. Elías Boss y su verdad

Cuando regresé solo estaba Elías, los demás se habían ido, por suerte.

—¿Ya te calmaste? —inquirió quitándose sus anteojos y dejando la hoja en la que estaba escribiendo.

Yo intenté reunir toda la quietud de la que fui capaz para soportar estar ahí metida con él. No quería pero tenía que hacerlo.

—No, pero quiero saberlo todo —contesté y me senté en una silla de cuero enfrente suyo, en ningún segundo aparté los ojos de él.

—Bueno, en ese caso ¿gustas algo de tomar? —ofreció y negué. No quería nada de él—. De acuerdo, pregúntame lo que quieras.

Ese pedido era algo complicado, porque ¿por dónde empezar? Y entonces se me ocurrió: —¿Dónde está mi madre?

Elías suspiró hondo y tendido antes de responderme: —Muerta. Fue asesinada cuando tenías dos años —contestó con seriedad y sentí un aguijonazo en mi pecho. Bueno, la verdad es que lo prefería de esa manera, no podría soportar vivir sabiendo que mis dos progenitores me habían desechado.

—¿Por qué me abandonaste en ese orfanato? —quise saber después.

—No te abandoné Skyler, fue para tu protección. Los mismos que mataron a Margaret, tu madre, querían matarte a ti también porque no les gustó que yo fuera elegido como nuevo líder del consejo. Decidí que lo mejor sería hacerles pensar que habías fallecido por una enfermedad y mandarte lejos a un lugar seguro. Te juro que nunca te perdí el rastro, ni de vista...

—¿Lugar seguro? —repetí enojada e indignada—. Ese lugar era un infierno Elías, a todos los niños los trataban horrible y sus castigos eran espantosos. No me parece creíble que tú, siendo el dueño, no estuvieras enterado; más bien nunca te importó —renegé.

—Sí sabía que sus métodos de enseñanza eran poco ortodoxos, pero pensé que eso sería bueno en tu vida para crecer humilde y ser mejor persona...

—Eres el peor padre que haya existido jamás —lo interrumpí con los ojos rojos. Quería llorar, pero no me permitiría hacerlo enfrente de él—, ¿por qué me buscaste de vuelta entonces? ¿Por qué hiciste que entrara en la academia?

—Para que te fueras metiendo en este mundo de poco a poco  ¿y qué mejor que una escuela especializada? —habló manteniendo un tono condescendiente—. Aunque nunca preví los problemas con la 'Ndragheta —añadió pensativo.

—Me quieren muerta —anuncié como si fuera un secreto—, ¿qué piensas que harán? Se supone que todo lo sabes ¿no?

—A estas alturas ya no es nuevo que tengo una hija perdida y que esa hija eres tú, todos están enterados —comentó. Mierda...—. Italia se ha deslindado de la organización, ahora funcionará como un país independiente a nosotros y por lo tanto ya no les podemos ordenar nada. Además todo empeoró con la muerte de la última hija de los Provenzano —confesó y sentí mi mundo caer.

—Ahora me quieres decir que el que tenga tu sangre ya no me va a ayudar, que ya no me sirve ser tu hija —espeté.

—Te prometo que te protegeré, haré todo lo que esté en mis manos para evitar que mueras —aseguró pero me reí con amargura.

—Tus promesas me valen un comino Elías. Me rehuso a usar tu apellido, me rehuso a ser tu hija y me rehuso llamarte "papá". —Hice comillas con mis dedos—. Ese título no te lo has ganado.

Elías asintió con calma, —Es entendible, yo lo acepto por ahora. Pero en un futuro verás que cambiarás de parecer.

—Lo dudo.

Se puso de pie y fue hacia la puerta, yo lo observé atenta a sus movimientos; la abrió y me sorprendió ver al hermano mayor de Ryuu allí.

—Mientras tanto, voy a hacer algo por ti y dejaré que veas a tu amiga —anunció y me paré de un salto. Ahora recordaba que Alessandra debía estar aquí.

—¿La vas a matar?

—No —contestó pero ni eso hizo que sintiera empatía por él—. Solo que quedará expulsada para siempre de Deathwood —añadió y me relajé por dentro. Si vivía no importaba lo demás.

—Bien, ¿en dónde está?

—Raiden te mostrará el camino. Ve con él —pidió y por primera vez le hice caso.

El asiático no habló mientras lo seguía por atrás, hasta que doblamos un pasillo y comenzamos a bajar las escaleras.

—La pelea entre mi hermano y tú estuvo fuerte ¿no? —dijo esbozando una sonrisa, lo miré con desconfianza entornando los ojos.

—Él me mintió y me usó, eso no se hacen los amigos —protesté de mal humor, alzó una ceja burlona se rió en voz baja.

—No sé, pero me pareció que entre ustedes el concepto de amistad no encajaba del todo —acusó y recordé el beso por centésima vez. Me maldije por ello.

—No es tu asunto Raiden y más te vale que no le digas nada —advertí y bufó en asombro mientras frenaba.

—Así que no lo sabes ¿eh?

—¿Qué es lo que no sé? —Me crucé de brazos.

—Ryuu se marchó a Japón hace una hora y dijo que no pensaba regresar ni aquí ni a Deathwood jamás —dijo y sentí un pinchazo en mi pecho, en mi corazón para ser más exactos.
Mi semblante decayó pero me obligué a ponerme inexpresiva en segundos, no necesitaba que su hermano me viera con lástima o compasión. Aunque al contrario, me veía con burla.

—Pues hizo bien, no lo quiero volver a ver.

Mentirosa...

—Se veía desdichado...

—No te pregunté —le corté secamente. Díganme loca, pero parecía que Raiden disfrutaba ver nuestra miseria, al menos eso pensé—. Sé de utilidad y termina de llevarme con Alex —ordené. Nunca dejó de sonreír y emprendió el camino de nuevo, ahora en silencio.

Nos dirigimos ahora varios pisos más abajo, como si fueran algún tipo de sótanos, habían muchas puertas que parecían cuartos pero vacíos, solamente uno estaba custodiado por un hombre afuera, y supe que allí es donde estaba.

Llegamos y Raiden le asintió: —Vinimos a ver a la chica.

—¿Con qué autoridad? —Su voz era grave y severa.

—Con la del jefe del consejo —justificó.

Él hombre se alejó unos pasos para hablar por su comunicador de la oreja, después de unos minutos sacó sus llaves y abrió la cerradura. Él miró a Raiden, y Raiden a mí. Tragué saliva y sin pensarlo dos veces entré.

Alex estaba de espaldas mientras escribía en lo que parecía ser un cuaderno, llevaba unos pantalonesy blusa blancos, su cabello ya estaba decolorido y las raíces de su cabello castaño ya se asomaba unos centímetros.

—Espero que ya hayan traído mi comida... —dijo girándose al fin, enmudeció cuando me vio, tardó unos minutos en reaccionar y correr hacia mí para envolver sus brazos al rededor.
Yo la estreché también, contenta de poder verla una vez más—. Sky, ¿qué haces aquí? ¿cómo entraste?

Se apartó de mí para examinarme mejor, le sonreí, —Es una larga historia.

—Bueno, por sino lo has visto, tengo todo el tiempo del mundo —dijo y asentí mirando la habitación. Tenía una cama de doble pieza, un escritorio y hasta una televisión. En la esquina había una puerta angosta que supuse sería el baño.

—¿Cómo te tratan? ¿No te han golpeado o algo así? —quise saber pero negó.

—Sorprendentemente no, creí que a estas alturas estaría muerta. No sé porque no me han matado ni lo que esperan, no me dicen nada —se quejó, luego como si recordara algo me observó—. María, ¿está bien?

—La última vez que la vi lo estaba. Quise preguntarle y hablar con ella, se rehusó y me echó. ¿Qué pasó? Porque a mí punto de vista ella te traicionó como Jack. —Arrugué las cejas cuando vino todo a mi memoria, Alex solo suspiró, fue a la cama y se sentó.

—Yo abogué para salvarla, me eché toda la culpa de la muerte de Luis y despues los más altos rangos de los Latin Kings abogaron también. Salazar llamó aquí, al consejo, la dejaron ir y a mí me culparon de todo —contó—. Por favor, no la odies ni le tengas rencor, yo le pedí que me olvidara, que hiciera de todo para sobrevivir.

—Pero...

—La amo Sky —confesó, le alcé las cejas. Bueno, la verdad era algo que me esperaba—, Yo soy de pensamientos frágiles y ella es muy moldeable, aunque la quiera y ella a mí, solo nos llevaremos a la destrucción; aún así si la puedo ayudar lo haré —afirmó.

Me quedé en silencio y asentí con lentitud, —Al final, tú sabes lo que haces.

—Pero ahora cuéntame a mí lo que haces aquí —demandó cruzándose de brazos, yo la imité y me senté junto a ella.

Le conté todo, sin guardarme ningún detalle porque, ¿qué caso tenía ocultarle algo? Además me urgía desahogarme.
Alex me escuchó atentamente sin interrumpirme pero cuando llegué al punto de la traición de Ryuu y que me había ocultado mi origen hizo un sonido de sorpresa.

—¡Wow! Fue un idiota —dijo y estuve de acuerdo—. Pero siempre te salvó y ayudó ¿no? Dale algo de crédito. Además por tus ojos y actitud a ti te gusta, y mucho.

Solté un sonido de indignación y sacudí la cabeza antes de hablar: —No... Bueno, sí me gusta un poco y es por eso que me duele lo que hizo, no le daré algo de "crédito". —Hice comillas—. Aparte se ha ido y no volverá —añadí fingiendo alivio. Aunque por dentro me dolía y me odiaba por eso.

—Bien, bien. Pero entonces, ¿qué harás con tu padre?

—No es mi padre —gruñí.

—Sí lo es, llevas su sangre.

—Yo... no tengo idea —admití con pesar—. Me dijo que te perdonaría la vida, pero quedas expulsada de la academia por siempre —anuncié y me observó atónita.

—¿De verdad? —preguntó y afirmé con la cabeza, ella puso una mano en mi hombro y me sonrió a medias —, supongo que deberé darte las gracias. Pues es por ti que lo a hecho.

—Pienso que está haciendo méritos, no lo sé, pero al menos ya no estás en peligro —murmuré.

De repente la puerta se abrió y Raiden apareció mirándonos a ambas.

—Alessandra, ven conmigo, es hora de que te vayas —anunció y le fruncí el ceño.

—Estamos hablando y no hemos terminado —espeté.

—Elías me mandó, un jet despegará en unos minutos y quiere que aproveches el transporte. —Se dirigió a ella, ignorándome. Alex asintió en silencio.

—Te buscaré Sky —prometió y me dió un abrazo corto y salió del dormitorio.

Raiden dirigió sus ojos a mí al fin y me sonrió. —Elías dijo que te espera en el comedor en este momento.

Y los ví marcharse.

Con un bufido me encaminé para buscar el comedor, tuve que pedir indicaciones a personas que iban pasando y después de unos minutos que se me hicieron eternos, lo logré.
Ahí, en la cabeza, estaba Elías, a su derecha e izquierda habían seis hombres —en los que identifiqué a Satoru—, estaban comiendo lo que distinguí algún corte de res y vino tinto.

Todos se callaron cuándo notaron mi presencia y Elías se puso de pie haciendo que los demás lo imitaran.

—Sky, toma asiento en dónde gustes —ofreció y me senté en la cabeza contraria de la mesa, alejada de todos, pero frente a él. Elías lejos de enojarse me sonrió—. Les presento a mi hija. Sky ellos son los demás miembros del consejo —comentó para después volver a sus asientos.

Yo no dije nada y esperé a que una mujer con uniforme de mesera me sirviera un plato y una copa.
—Gracias. —Le sonreí pero solo inclinó su cabeza en silencio.

Observé como todos hablaban y como Elías daba su opinión de vez en cuando.
Y ahí, mientras los veía a todos, me pregunté qué podría esperarme en ese lugar.
Vamos, que no tenía a nadie allí —ni en ninguna otra parte—, quizá Elías, pero no me sentía bienvenida ni cómoda; menos con un mentiroso que decía ser mi padre y su séquito de trabajadores.
Y si me iba, corría el riesgo de morir porque ya estaba fichada por toda la mafia italiana.
Entonces, ¿a dónde podría irme?
¿Dónde sería el lugar que no fuese tan mierda?

No supe cuánto tiempo estuve así, pensando y meditando, cuando me di cuenta que todos empezaron a levantarse e irse. Elías se quedó hasta el final y después caminó en mi dirección. Yo no me moví ni un centímetro, le alcé una ceja, expresión que me devolvió cuando miró mi plato de comida intacto.

—¿No te gusta la carne? Podría pedir que hagan tus platillos favoritos —ofreció abotonándose su saco negro.

—No tengo platillos favoritos dado que fui criada prácticamente en la calle —espeté irónica e hizo una mueca y me puse de pie—. Pero sí tengo una petición —añadí después y suspiró.

—A ver.

—Quiero regresar a Deathwood —exigí. Después de haberlo meditado, había llegado a la conclusión de que la escuela era el único lugar en el que podía soportar vivir por el momento. Eso no pareció sorprenderlo, sino que me sonrió un poco.

—Supuse que me pedirías algo así y por mí no hay problema Sky. Solo que yo tengo una condición.

—No puedes ponerme condiciones —protesté molesta.

—Puedo si tu vida corre peligro. Yo te mandaré de vuelta, está bien. Pero deberás llevar alguien que te cuide que sea de mi entera confianza —dijo y apreté los dientes. No podía decirle que no, porque a mí también me preocupaba morir, pero las personas de su confianza, eran de los que más desconfiaba yo.

—Bien —terminé accediendo, sabiendo que de otra manera yo no saldría de ese lugar.

—Está dicho. Volverás a la academia y pondrás empeño para graduarte, en cambio yo te pondré protección. Y si algún día quieres reunirte otra vez conmigo, yo iré a buscarte esta vez. Porque, quieras o no, soy tu padre y algún día tendrás que aceptarlo Sky.

No le contesté, porque sabía que si lo hacía empezaría a reclamarle o a echarle las cosas en la cara y la verdad era que ya me quería ir de allí.
Elías sacó su teléfono y pareció teclear algo en él.

—Ya estoy aquí. —Raiden apareció por las puertas dobles principales. No pude evitar ver su pequeña maleta colgada al hombro y el arma en su cintura.

Elías me miró, —Él irá contigo para protegerte.

Me molesté aún más. —No, no quiero a otro Nomura espiándome —gruñí.

—No te pregunté Sky, si quieres irte, será con él.

Mi pecho subía y bajaba con rapidez. Me sentía impotente y furiosa, no lo quería a él y no porque dudaba de que hiciera un buen trabajo manteniéndome con vida, sino porque cada que lo veía, me recordaba a su hermano.

—Eres detestable Elías —me quejé, pero aún así me tragué el orgullo y tomé mis cosas caminando hacia el japonés que me sonreía burlón.
Me prometí que olvidaría a Ryuu y que sería de las mejores en las clases para aprender a defenderme yo sola sin necesitar de otros.

Sin necesitar de los Nomura.

Pero más importante, sin necesitar de mi "padre".

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