Capítulo 15. Traición y dolor

Miraba a Ryuu por una explicación, pero solo recibí una expresión de frialdad de su parte.

Él que al parecer era su "padre" me tendió una mano y dijo: —Satoru Nomura, es un placer.

Yo solo atiné a corresponder a su saludo, ¿qué más podía hacer?
Aproveché para observarlo con más detalle. Su cabello negro está muy corto, al ras. Era de complexión robusta sin ser obeso y los tatuajes carácteristicos que empezaban desde el cuello.

En eso otro asiático más joven hizo presencia. No tenía aretes, pero sí una perforación en el labio inferior. Su cabello no era negro sino castaño oscuro y estaba largo hasta los hombros, por lo cual lo tenía atado en una media coleta haciendo que unos mechones rebeldes calleran a los costados de su rostro.
Pero lo que más llamó mi atención fue una cicatriz que comenzaba en su ojo derecho y terminaba al final de la mejilla.

—Te presento a Raiden Nomura, mi primer hijo —comentó pero Raiden no me ofreció la mano sino que hizo una reverencia corta.

¿Eso quería decir que Ryuu tenía un hermano mayor?
Busqué la mirada de él para pedir explicaciones pero se rehusó a verme.

—Creo que no estoy comprendiendo... —murmuré incómoda—. Ryuu me dijo que...

—Ryuu te trajo aquí por órdenes mías —me interrumpió y negué sin pensar. No entendía ni un carajo.

—Se supone que nos iba a ayudar por lo de Bianca Provenzano —solté y arrugó sus cejas negras.

—¿Qué tiene que ver aquí la chica italiana de La 'Ndragheta? ¿Acaso alguno de ustedes fue el causante de...?

Abrí los ojos de par en par, ¿O sea que no estaban enterados?

—Yo la maté padre —dijo Ryuu alzando la barbilla. Satoru lo miró verdaderamente mal.

—¿Y qué te llevó a quitarle la vida a esa Provenzano? —Habló entre dientes.

—Estaba a punto de asesinar a Sky —explicó—. Nadie vio —añadió.

—Eres un descuidado hermanito —opinó Raiden con seriedad y pude sentir que Ryuu se tensó a mi lado.

Satoru suspiró resignado y asintió. —Ya veremos qué dice Elías sobre esto. Por lo pronto debemos irnos, ya nos están esperando —ordenó y me escoltaron a la escalerilla que servía para abordar el avión.

Ryuu venía detrás de mí junto con Raiden, pude notar que Satoru se quedó abajo hablando con un hombre uniformado.
Busqué el asiento más alejado y hasta atrás que había y tomé lugar con incomodidad. No sabía lo que pasaba y me asustaba tener que preguntar.

Noté que mi supuesto acompañante se sentó lejos con su hermano.
Y me enfadé por dentro, así que reuniendo valor me puse de pie y fui hasta ellos.

—Ryuu, ¿puedo hablar contigo un momento? —pedí educadamente aunque por dentro estaba que me comía el enojo. Ambos me miraron, él con seriedad y su hermano con una pequeña sonrisa que no auguraba nada bueno. Por un momento pensé que me ignoraría pero dejó sus cosas a un lado y se levantó ante la mirada burlona de Raiden.

Cuando nos alejamos un poco, el me susurró: —¿Qué sucede?

—¿Que qué sucede? —repetí como si fuera un chiste—. Y una mierda, Ryuu. Vas a decirme qué carajo está ocurriendo o sino te juro que salto y me largo de aquí —amenacé. Y por primera vez lo ví vacilar, me sorprendió tanto que el enojo disminuyó bastante. Estaba preocupado, lo sabía por sus ojos.

—Sky yo... —comenzó pero la llegada de su padre nos interrumpió.

—Tomen asiento por favor —nos pidió una chica con uniforme, y un pulcro moño bien recogido.

—Ryuu necesitamos hablar de tu misión —le llamó Satoru y él se fue renuente. ¿Misión?

La chica me siguió mirando, esperando a que me sentara.
—Lo siento —dije mientras me abrochaba el cinturón—. ¿Sabes a dónde vamos?

—Edimburgo —contestó. Y por primera vez las clases agradecí a las clases de geografía que nos dieron en el orfanato. ¿Para qué querían que fuéramos a Escocia?

Quería seguir preguntándole pero vi como desaparecía detrás de una cortina que parecía ocultar una especie de cocina.

Ya no pude seguir observándola porque Raiden había tapado mi campo de visión sentándome frente a mí. Me ofreció una media sonrisa de boca cerrada y no me dió confianza, aunque algo que no podía negar era el gran atractivo de los hermanos Nomura.

—Pareces algo confundida —comentó cruzando las piernas y apoyando su mentón en la mano. Llevaba unos pantalones azul marino y una camisa blanca abotonada, con las mangas arremangadas hasta los codos.

—¿Por qué nos dirigimos a Escocia? —quise saber ya sin ninguna pizca de paciencia. Entornó sus ojos y entonces pude distinguir que eran de un raro color miel con gris.

—Vamos hacia el consejo —contó y apreté mis manos en duros puños.

—¿Me van a entregar para que me maten de una vez? —reclamé y sonrió más mostrando unos dientes blancos y perfectos.

—No en realidad. Vamos por un asunto de suma importancia, que te prometo que no tiene nada que ver con que vayas a morir —aseguró pero decidí no creerle. Ya no podía confiar en nadie al parecer.

—¿Entonces quieres que piense que me están ayudando?

Raiden se reacomodó en su lugar y asintió, —Sí, exactamente eso. Aunque sé que estás un poco incrédula —habló tomando un mechón de su cabello y se lo puso detrás de la oreja—. Pero verás después que tenía razón.

Ambos guardamos un silencio largo, hasta que yo decidí romperlo: —No pensé que Ryuu tuviera un hermano —confesé.

—Con el tiempo que conviviste con él, sabrás que es reservado. No le gusta hablar de la familia ni de su niñez.

Era cierto, pero si me ponía a pensarlo con delicadeza, yo tampoco le había preguntado. Había decidido que lo que él quisiera decirme algún día, lo haría. Aunque en serio creí que era hijo único.

—¿Y qué hay de su madre? —pregunté de repente. Raiden se encogió de hombros y suspiró.

—La mía se fue a Corea, la de Ryuu murió cuando él nació —contestó con tranquilidad. Ah, eran medios hermanos y la de él estaba muerta... auch.

Ya no le pude seguir preguntando porque Raiden se levantó y se fue a sentar con su padre y su hermano.

Saqué el teléfono que me había regalado y le mandé un mensaje: ¿Podemos hablar ya o vas a seguir ignorándome?

Sacó el celular de su bolsillo y leyó para después mirarme directo. Por un segundo creí que no vendría, pero sorpresivamente se puso de pie y caminó en mi dirección para sentarse dónde minutos antes había estado su hermano.

—Me mentiste. —Fue lo primero que salió de mis labios.

Se pasó una mano por su cabello negro para quitárselo de los ojos —al parecer le había crecido un poco— y entonces recordé cuando anoche yo pasé las mías, tocándolo.
Sacudí la cabeza para deshacerme de ese recuerdo, no valía la pena pensar en eso ahorita.

—Diría que lo siento pero seguiría mintiéndote —soltó inexpresivo.

—Eres un cínico —me quejé y sonrió mordaz.

—¿Te sorprende a estas alturas? —Yo negué y miré las nubes por la ventanilla.

—¿Por qué no me lo dijiste? Siempre he confiando en ti. Me lo hubieras dicho y no habría problema, ¿por qué ocultarlo? —dije sin despegar la mirada del paisaje.

De repente la chica de antes llegó y nos dió dos vasos de vidrio que parecía tener vodka o whisky, Ryuu se lo bebió de un sorbo y yo entonces decidí que necesitaría algo de alcohol en mi sistema porque sino me volvería loca, así que me lo tomé también.

—Porque no importa que lo dijera. Lo que va a pasar después quizá te haga odiarme para siempre —murmuró después de unos minutos.

Yo no entendí al instante hasta que la cabeza empezó a darme vueltas, como a girar sin parar. Habían puesto algo en mi bebida.

—¿Qué haces? ¿Ryuu? —susurré adormilada y su rostro inmutable fue lo último que mis ojos contemplaron antes de cerrarse.


Me sentía entumecida, mi cuerpo pesado al igual que mis ojos que se negaban a abrirse.

Despierta Sky.

Me obligué a hacerlo y observé que estaba en una gran habitación oscura.
La cama king con colchas como de seda oscuras y doradas, estilo victoriano y un gran espejo de cuerpo completo a un lado de un enorme armario color caoba. La decoración era elegante.

¿Dónde diablos estaba?

Entonces lo recordé, me drogaron, y Ryuu lo sabía, me había mentido. Menudo idiota.

Me puse de pie y caminé hacia la puerta con pasos cautelosos, pero ví mi mochila en una mesita y corrí para tomar mi teléfono.
Lo encontré y me quedé con el número del japonés en la pantalla, ¿debía marcarle? O sea, ya no confiaba en él.
Decidí que lo mejor sería evitar contacto, me puse los zapatos, tomé mis cosas y salí de allí a un gran pasillo interminable, lleno de puertas continuas... como en la academia.

Caminé a través del mismo, recorriendo y admirando a la vez las pinturas antiguas que lo adornaban.

Una mujer en uniforme de mucama me encontró, su cabello rubio estaba atado en una coleta impecable. Me sonrió amable y yo ya no supe a dónde huir.

—Ahí estás linda, te están esperando —anunció pero no me moví ni un centímetro.

—¿Quiénes? —me animé a preguntar con cautela.

—Elías —respondió. Le alcé una ceja dándole a entender que no entendía ni una mierda, pero con mucha confianza tomó mi mano y me llevó hacia lo que suponía el tal Elías. Yo la dejé porque bueno, dudaba mucho lograr escapar de aquí, no sabía en dónde rayos estaba y en el fondo sentía una pequeña curiosidad por ver lo que querían de mí.

Nos topamos con más personas trajeadas que ni nos miraron, como si fuese normal. La mansión era gigantesca, la seguí por escaleras como tres pisos más arriba y hacía un frío espantoso, que ni aún con la chaqueta que llevaba lograba calentarme.
Al parecer el último nivel era solo de oficinas y casualmente me guió hasta la última.

Ella se detuvo afuera y me hizo señas de que pasara. Tragué saliva apretando la correa de mi mochila sobre mi hombro, y reuniendo fuerzas, pasé sin molestarme en tocar.

Me dió un aire al despacho de Salazar, solo que esto era mucho más espacioso. No me dió tiempo de detallarlo todo porque las personas que se encontraban ahí me distrajeron totalmente.

Estaban los Nomura —solo Satoru y Raiden— y un hombre sentado detrás del gran escritorio de vidrio oscuro.
Como todos aquí, portaba un traje negro; su cabello castaño oscuro estaba peinado hacia atrás, ojos almendrados y arrugados en las esquinas porque estaba sonriendo, para ser más específicos me estaba sonriendo a mí.
Y no supe porqué, algo en su rostro me pareció familiar.

Debía estar loca.

—Es un gusto al fin tenerte aquí en persona y no detrás de una pantalla o fotografía —habló, su voz me pareció ser algo grave pero suave cuando me lo dijo. Él debía ser Elías.

—¿Qué estoy haciendo en este lugar? —quise saber. Miré a los tres pero solo él me seguía sonriendo.

—Yo pedí traerte, Ryuu me ayudó con eso.

—¿En dónde está? —repliqué.

—Oh ya vendrá, no te preocupes —me calmó pero yo estaba todo menos eso, nada me estaba dando buena espina—. Me presento Sky. Mi nombre es Elías Boss, soy el líder y la cabeza del consejo que, seguramente ya conoces a estas alturas.

—La verdad es que no me interesa ese dato que no pedí. —Ya estaba perdiendo la paciencia—. ¿Por qué estoy aquí? —repetí.

—Te lo diré, pero necesito que lo tomes con calma para que podamos dialogar educadamente, ¿está bien?

Esperó mi respuesta que no tardó en llegar, —Sí.

—Tu nombre es Skyler Boss, lo es porque eres mi hija biológica —anunció con suma tranquilidad pero yo solo me reí como si me hubiese contado un chiste cruel.

—No me mienta, no soy tan tonta —espeté entre dientes. Y de repente el frío que había sentido fue reemplazado por calor, calor cegador, calor y furia, calor y dolor.

—No estoy mintiendo. Yo... —hizo una pausa—, soy tu padre.

Caminé a la puerta pero Raiden tomó mi brazo con fuerza. Yo me sacudí mientras exclamaba desesperada: —¡Suéltame, no quiero estar aquí! ¡Déjame ir idiota! —Lo golpeé en el pecho y caminé hacia Elías con una mirada de muerte. Lo señalé—. ¡Miente! Yo soy una huérfana y Salazar me reclutó porque incendié el orfanato en el que me crié.

—Todo eso fue planeado Sky. Él orfanato era mío, yo lo mandé quemar cuando decidiste escaparte... todos lo saben, hasta Ryuu tu amigo —comentó sin inmutarse por mis gritos furiosos.

Y entonces mientras lágrimas gruesas rodaban por mis mejillas, todo me cayó como un balde de agua helada, yo no los había matado, yo no lo había incendiado, ¡y dejaron que pensara que sí, que me culpara todo este tiempo!

—No es mi amigo, los amigos no se mienten —dije con frialdad—, y tú no eres mi padre, yo no tengo padre —agregué con un odio inmenso.

Elías se puso de pie con mirada severa pero no me intimidó en lo más mínimo. —Sal a respirar y a calmarte. Cuando lo hagas platicaremos tranquilos —ordenó.

—Vete al infierno —escupí y los ví a los tres—. ¡Todos váyanse al diablo!

Salí dando un portazo, sorprendentemente no fueron tras de mí, supongo que pensaban que no era tan tonta para intentar escapar, pero quería hacerlo, no pensaba quedarme y permitir que me mintieran. Yo no tenía padres, era falso.

Pero entonces me quedé de piedra cuando me encontré a unos metros de Ryuu. Tenía el mismo atuendo, solo que en vez de su chaqueta portaba una abrigo negro y largo. Su expresión de ser seria pasó a una de culpabilidad que no duró mucho para regresar a su conocida cara inexpresiva.
Caminé hacia él y lo estrujé con brusquedad de la camisa antes de sacudirlo mientras lloraba.

—Eres una mierda de persona —murmuré antes de soltarlo empujándolo. Él apretó los labios en una línea—. Dime que no es cierto, dime que Elías no es mi padre y que tú siempre lo supiste, ¡dímelo Ryuu! —grité con los ojos enrojecidos.

—Es verdad —dijo con seriedad, no pude contenerme y le propiné una fuerte cachetada que resonó en todo el lugar.

—Creí que eras mi amigo, creí que... —Se me quebró la voz. Él no se tocó la mejilla, como si no le hubiera dolido ni un poco.

Creí que yo te gustaba, como tú a mí...

—Tenía el trabajo de cuidarte y lo cumplí Sky —se excusó y negué.

—Yo jamás te importé ¿no? Solo fui parte de tu trabajo. Solo jugaste conmigo.

—Me importas, por eso no quería decírtelo. Y menos cuando me di cuenta de que... —se calló y desvió la mirada al tiempo que suspiraba—. Está bien que me odies, yo entiendo, pero debes hablar con tu padre.

—No lo es, yo soy huérfana y moriré siéndolo —bramé enojada.

—Es entendible y no digo que lo aceptes como tal, pero al menos escucha la historia sino nunca sabrás quien fuiste en realidad —habló y no quise admitir que tenía algo de cierto en lo que decía.

—Bien, lo haré —acepté luego de varios minutos en los que me debatí internamente. Entonces lo miré con odio puro y rechazo—. Mientras tanto no quiero volver a verte nunca —amenacé  y me di media vuelta dispuesta a regresar antes de observar su expresión.

Sin embargo me detuve sin girarme, no quería verlo porque sabía que si lo hacía, temía perdonarlo y pedirle porque siguiera a mi lado dándome apoyo. Así que solo murmuré sobre mi hombro: —Has muerto para mí, Ryuu Nomura.

Y me marché, dejándolo solo y dejando mis sentimientos con él.

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¡Iuuuuu!, menudo conflicto se ha creado.

¿Qué les pareció el capítulo?

¿Qué les pareció lo que hizo Ryuu?

¿Qué tal su hermano? ¿Se fijan que sus nombres son con R? Al parecer su padre tiene algo con esa letra 👀🇯🇵

Me gustaría ver sus teorías u opiniones.

Gracias por leerme, me hace muy feliz n.n

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