Capítulo 9

El problema es que buscamos a alguien con
quien envejecer, y realmente hay que encontrar
a alguien, con quién seguir siendo niños.
Charles Bukowski

El ruido se alzó sobre el silencio de toda la estancia y llegó hasta sus oídos que fueron torturados. Ethan apretó los ojos, molesto, antes de abrir solo uno de ellos. La luz tenue se colaba por la ventana y creaba leves sombras con cualquier objeto, aunque apenas se percibían por la poca fuerza del sol, estaba atardeciendo. La que él vio, al incorporarse un poco, fue la del caballete.

Localizó el teléfono, que había subido del piso inferior horas atrás, y lo atrapó para volverse a tumbar en ese frío y manchado suelo. No se molestó en mantener los ojos abiertos cuando contestó.

– ¿Diga? – su voz salió más ronca de lo normal, por lo que carraspeó.

– Hola, cariño –. Sonrió al reconocer la voz de su madre al otro lado. Soltó un sonido perezoso al tiempo que se estiraba para destensar los músculos –. ¿Estabas durmiendo?

– Digamos que hace un rato que cerré los ojos en busca de inspiración –, observó el lienzo en blanco sobre el caballete –, y...

– Te has quedado dormido en el suelo de tu estudio –. Adoraba que su madre llamara así a esa pequeña buhardilla.

– Efectivamente.

– ¿Desde cuándo llevas buscando la inspiración, como tú lo llamas?

– No lo sé – respondió frotándose los ojos –. ¿Qué hora es?

– La siete y veinte.

El cuerpo de Ethan se elevó de golpe, quedando sentado sobre la madera del suelo que crujió por su movimiento repentino. El chico maldijo entre murmullos que alcanzaron el oído de su madre.

– ¿Qué ocurre, cariño?

– Nada – se lamentó, levantándose –. Es solo que he quedado para ir a ver el partido de fútbol y ahora me tengo que dar prisa –. Empezó a recoger, superficialmente, su lugar de trabajo –. Por cierto, mamá, ¿por qué llamabas?

– Solo quería saber cómo te había ido la primera semana de clases.

– ¿Me vas a preguntar si he hecho amiguitos nuevos? – se burló en broma, causándole un bufido a la mujer. Este rio –. Bien, mamá, todo como siempre.

– Me alegro. ¿Y el trabajo?

– Ya os comenté que no empiezo hasta dentro de dos semanas, están remodelando un par de salas.

Terminó de recoger y dejó la ventana abierta para que se ventilara un poco. Bajó las escaleras aún con el teléfono en el oído.

– ¿Ya has llamado a Emily? – cuestionó el castaño adentrándose al baño.

Se observó en el espejo. Tenía la mayoría de la cara manchada, al igual que sus manos y brazos. "¿Cómo narices me he manchado si el lienzo estaba en blanco? No debería haberme quedado dormido al lado de la pintura fresca.", pensó.

– Sí – respondió su madre con algo oculto en la voz –. Me ha dicho que le ha ido bien, pero que no podía hablar mucho porque se iba con su novio.

– Mamá, confía en ella – le comentó con suavidad –. Sé que es joven, pero sabe lo que hace. Además, no creas que no quiere hablar contigo por ir a follar...

– ¡Ethan! – le riñó. El nombrado soltó una carcajada.

– Steve juega hoy – continuó, ignorando el regaño –. Es el mismo partido al que voy yo.

– No me molesta eso, es solo que... –, suspiró –, no es como tú a su edad.

– Y eso no es malo, ninguno somos iguales –. Ethan encendió el agua de la ducha para que se calentara –. Recuerda las palabras de los abuelos, mamá.

– Cierto.

– A veces pienso que vivir aquí te ha vuelto demasiado cosmopolita – bromeó, provocando una risa en la mujer –. Siento decirte esto, mamá, pero debo dejarte. Me tengo que duchar ya o no llegaré a tiempo.

– Está bien, cariño – aceptó –. Saluda a Peter y a Ryan de mi parte –. El chico hizo una mueca.

– No es con ellos con los que he quedado.

– Pues a Kai, dale un beso mío.

– Tampoco es Kai.

– ¿Entonces? – cuestionó, confusa.

– He conocido a una chica – confesó empezando a deshacerse de la camiseta.

– ¿Una... chica?

– Sí, y me encantaría seguir hablándote de ella, pero si no cuelgo y me ducho llegaré tarde a recogerla.

Su madre asintió antes de despedirse y dejar a su hijo con sus quehaceres. Tenía los minutos justos para prepararse. El tiempo corría a contrarreloj.

Cuando se adentró en su Jeep le quedaban veinticinco minutos. Supuso que Alyn no se lo pondría tan fácil como para estar esperándolo en la puerta, por lo que tampoco le preocupó el hecho de llegar unos minutos tarde.

✩  ✩  ✩

La chica, ajena a lo que ocurría a su alrededor, volvía del cajero pensando en la charla que había tenido con los mellizos el día anterior, mientras tomaban unas cervezas. Iba tan metida en sus pensamientos que no se percató del vehículo aparcado delante de la puerta y mucho menos del chico que estaba apoyado en este.

– Llegas tarde – habló, Ethan, elevando un poco la voz para captar su atención.

Alyn se dio la vuelta con rapidez al escuchar esa voz. No podía creer lo que sus ojos estaban viendo. Se había olvidado completamente de las palabras que el ojiverde le había dicho días atrás. Y ahora lo tenía delante, a unos metros, cumpliendo con ellas.

– Mira que yo no soy de respetar la puntualidad –, continuó, despegando la espalda de la superficie y adelantándose un par de pasos –, se lo puedes preguntar a Kai. Pero tú me ganas –. Observó su reloj –. Veinte minutos tarde.

– No puedo llegar tarde a un lugar al que no pretendo asistir – se atrevió a decir.

– ¿Me vas a dejar plantado? – cuestionó, fingiendo un puchero –. No creía que fueras tan cruel.

– Ethan, ya te dije que no iría. Estabas advertido.

Como si esa conversación le cansara, dio media vuelta y retomó su camino hacia el edificio. Estaba segura de que había logrado su objetivo.

– Muy bien, tú lo has querido – susurró, viéndola marchar. No iba a dejar que se saliera con la suya tan fácilmente.

Todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos. Ethan caminó a grandes zancadas hasta que alcanzó a la joven y detuvo su caminata al ponerse enfrente. Alyn lo miró sorprendida, pero no le dio tiempo a reaccionar de cualquier otra forma cuando ya se encontraba boca abajo, sobre el hombro del castaño. Un grito se le escapó de la garganta mientras el mayor se daba la vuelta y retrocedía sobre sus pasos.

– ¡¿Qué haces?! – gritó histérica –. ¡Suéltame! –. La ignoró –. ¡Ethan, suéltame!

Ella no dejaba de patalear, intentando soltarse del agarre, pero era en vano, pues no tenía la fuerza suficiente. Sin embargo, Ethan alcanzó la puerta de copiloto y desbloqueó el coche antes de adentrar a la chica. Sintió que se le había hecho más fácil esta vez que no cuando iba borracha.

Alyn vio su oportunidad de escapar en el momento en el que el chico cerró la puerta de su lado. No obstante, él no era tonto y puso los seguros antes de que ella alcanzara la manija. Se situó detrás del volante y la miró con una sonrisa.

– ¡Tú estás loco! – le gritó Alyn. Eso le divirtió –. Déjame salir –. Intentó, sin éxito, abrir la puerta.

Ethan puso la llave en el contacto, pero no la giró. Esperó a que se tranquilizara, antes de arrancar debía pedirle que se pusiera el cinturón. Esta respiró hondo y lo miró con una calma fingida.

– Ethan, yo aprecio mucho tu intento de entretenerme –, mintió y el castaño frunció el ceño –, pero no pue...

– Ponte el cinturón – le pidió, sosegadamente. No quería parecer agresivo, mucho menos después de haberla cargado como un saco de patatas.

– No.

– Si no te lo pones y tenemos un accidente, la peor parada serás tú.

– Me da igual, no puedes arrancar si no me lo pongo – comentó con superioridad, como si eso fuera a detenerlo.

El castaño se encogió de hombros y arrancó el coche. Alyn lo observó con los ojos muy abiertos. No se detuvo y sacó el Jeep de aparcamiento. La castaña al ver que no se iba a echar atrás, se apresuró a ponerse el cinturón. Lo que le faltaba era morir por su cabezonería.

– Esto es un secuestro, para que lo sepas – murmuró entre dientes –. Te puedo denunciar.

– Adelante.

"Aggh", gruñó mentalmente. Le exasperaba ese comportamiento indiferente, como si no le importaran lo más mínimo las consecuencias de nada. "¿Cómo podía vivir así?", añadió. Reprimió un chillido y se giró hacia su ventanilla, no quería tenerlo en su campo visual.

Durante todo el trayecto, que no fue muy duradero, ambos se manutuvieron en silencio. Ella enfadada, él satisfecho. Pero la falta de comunicación se rompió en cuanto apareció, ante los ojos de ambos, el edificio de la universidad.

– Esto es... – comenzó a decir, Alyn, pero el ojiverde la interrumpió.

– Dartmouth – afirmó, como si supiera lo que estaba pensando. La castaña lo miró con una expresión interrogativa –. Venimos a ver el partido – le explicó justo cuando encontró un lugar donde estacionar –. Juegan contra tu universidad, supongo que lo habrás escuchado en los pasillos esta semana.

Alyn hizo una mueca y miró al resto de la gente entrando al mismo lugar al que irían ellos. No había escuchado nada en la universidad, pero recordó que hace unos días, hablando con Steve, este le había comentado algo del primer partido de la temporada y algo de la universidad de ella. En esos momentos supuso que hablaba de esto.

– Vamos.

– Ethan, llévame a casa – le pidió. El chico, que ya había abierto su puerta, se detuvo y llevó toda su atención a ella –. Tengo cosas que hacer y ya he perdido mucho tiempo, por favor –. Le dedicó una sonrisa, que a él le pareció tierna.

– Tienes dos opciones –, comentó, sin embargo, ignorando lo dulce que le había parecido en esos momentos –, vienes conmigo y nos divertimos, o te quedas aquí. No pienso mover el coche – sentenció y seguido salió del vehículo.

Alyn lo observó, asombrada, sin creerse que fuera a hacerle eso. Pero analizó los últimos acontecimientos, el cómo le había cogido para meterla en el coche, y se dio cuenta de que sí era capaz de dejarla ahí. Sin embargo, Ethan solo estaba tensando la cuerda. En el momento en el que viera que ella se iba o que estaba dispuesta a quedarse ahí, sola, rectificaría y la llevaría de vuelta.

La ojiazul pensó en sus opciones. Si se quedaba allí iba a estar horas sola. A malas podía buscar un taxi, pero justo había ido a ingresar dinero y no tenía nada en efectivo. Si pagaba con tarjeta, sus padres notarían el movimiento y en cuanto le preguntaran tendría que dar explicaciones. Era lo que menos quería. Así que solo le quedaba una opción. Seguirlo.

– Ni un comentario – ordenó la chica al salir del coche y ver como su compañero comenzaba a formar una sonrisa ladeada. Este alzó sus manos, en son de paz, y juntos caminaron hacia dentro del recinto.

La gente iba de un lado a otro con ropa de diversos colores, pero siempre entre dos de ellos, azul o verde. Los aficionados del Columbia Lions iban de azul y los del Dartmouth Big Green de verde. Además de que acompañaban sus atuendos con bufandas, banderas o dedos de goma espuma de su equipo.

Ethan se hacía paso entre la gente, en busca de sus asientos, mientras Alyn, agobiada por tantas personas, se pegaba al cuerpo del chico para no perderse. Este la miró por encima de su hombro y sonrió. Parecía un animalillo fuera de su habitad. Eso le pareció gracioso y tierno.

Cuando alcanzaron sus dos asientos, los jugadores ya habían salido al terreno de juego, se encontraban calentado. La castaña los observó más de la cuenta, esperando reconocer al que era su mejor amigo. Pero no lo encontró.

– ¿Sabes cómo va el juego? – le preguntó, Ethan, pero ella no apartó la mirada del campo a la hora de contestar a la defensiva.

– No soy tonta.

– No he dicho eso, Alyn – puntualizó con suavidad. La nombrada lo miró y vio como él le dedicaba una pequeña sonrisa, decaída. Se sintió mal ante el tono que utilizó, era cierto que no le había dicho eso, ni siquiera insinuado. El tono con el que había hecho la pregunta era de mera curiosidad.

– Lo siento – se disculpó, apenada –. Mi mejor amigo es quaterback, lo he ido a ver a algún partido. Sé un poco, no soy experta –. Ethan asintió con una sonrisa, que ella le devolvió más diminuta.

Era cierto que había visto a Steve jugar en más de una ocasión, aunque eran muy remotas. Sin embargo, no es que prestara mucha atención a las normas del juego, era más de observar y celebrar cuando el resto lo hacía. Aunque al final se le terminó quedando algunos conceptos.

– Voy a por una cerveza, ¿quieres algo?

– Un refresco estaría bien.

– Marchando un refresco para la rehén – bromeó con una sonrisa ladina. La chica soltó una leve risa que intentó esquivar ante los ojos de Ethan girando la cabeza en dirección contraria.

El ojiverde se marchó de ahí en busca de las bebidas y ella aprovechó para darle otro repaso al campo, esta vez sin intención de buscar a nadie. Aun así, le pareció ver a Kai junto a otra chica, pero estaban lo suficientemente lejos como para no poder asegurarlo al cien por cien.

Steve, el mariscal de los Dartmouth Big Green, caminaba por el lateral del campo mientras saludaba a algunos conocidos de las gradas. Iba observando al público hasta que pasó la vista por una chica castaña que se parecía a Alyn. Al principio no le tomó importancia y siguió caminando, pero se detuvo abruptamente al analizar bien lo que acababa de ver. Retrocedió unos pasos, de espaldas, y fijó su mirada en aquella chica.

Era ella, sin duda era Alyn.

– ¿Alyn? – la llamó, en una pregunta, tras acercarse a las gradas. Esta bajó la mirada hacia la persona que la había llamado y al reconocerla sonrió.

– ¡Steve! – lo saludó animada. Al menos, si algo bueno tenía haber sido secuestrada por un chico casi desconocido, era que podía ver a su mejor amigo.

– ¿Qué haces aquí? –. No era muy común verla por ahí, no sin que él la hubiese convencido o, al menos, estar informado.

– Pues...

– Aquí tienes –. Ethan interrumpió la conversación al tiempo que le tendía el vaso con su refresco. Esta le agradeció mientras lo tomaba entre sus manos.

– ¿Ethan? – cuestionó, Steve, llamando la atención del nombrado.

– Hola, Stewy – saludó, molestándolo. No surtió efecto, ya que simplemente volvió a mirar a su amiga.

– ¿Os conocéis? – preguntó, esta vez, Alyn. Intercalaba la mirada entre ambos chicos, confusa.

– Como para no – contestó su amigo –. Es mi cuñado.

La reacción de la chica fue inmediata. Sus ojos se abrieron, asombrada, y giró la cabeza con rapidez hacia su acompañante. Ethan era el cuñado de Steve, lo que significaba que...

– ¿Eres el hermano de Emily?

– Ahá – respondió el ojiverde, extrañado –. ¿Por qué esa reacción?

– No, no, por nada – se limitó a decir, apartando la mirada.

Ethan era el hermano de Emily. Ahora podía entender ciertas cosas, aunque otras (la mayoría) no. Era consciente de que ambos tenían un carácter fuerte y decidido. Sin embargo, Emily siempre lo utilizaba para discutir y después fingir ante su novio; en cambio, aunque no lo conocía de mucho, Ethan no parecía hacer lo mismo, sino que lo utilizaba sin herir.

– ¿Entonces? – volvió a preguntar, Steve, esperando una respuesta clara.

– Es una larga historia, te la contaré otro día. Ahora te están llamando.

A su espalda el entrenador lo llamaba a gritos para que se acercara. Bufó y miró por última vez a su amiga antes de caminar de espaldas. Antes de girarse dijo:

– ¡Te llamo mañana!

– ¡Suerte! – gritó tras asentir con una sonrisa.

– También te he traído esto – comentó el castaño, ignorando completamente la conversación que acababa de ocurrir. A fin de cuentas, no le veía lo malo a ser el hermano de la novia de su amigo.

Ethan le ofreció una pequeña bandera triangular azul de los Columbia Lions, pues ella pertenecía a esa universidad. Por ello le sorprendió que Alyn torciera el rostro e hiciera una mueca antes de apartar, con delicadeza, la mano del chico que le ofrecía el objeto.

– Voy a favor de los Dartmouth Big Green – confesó.

– Pero si tu universidad es la de Columbia.

– Ya, pero mi mejor amigo juega con Dartmouth.

– ¿En serio vas a apoyar a ese equipo, que a mi parecer no alcanza a los de Columbia, solo por Steve? – cuestionó, extrañado. Ethan no es que tuviera un equipo favorito, pero si debía escoger entre estos dos tenía claro que se pondría del lado azul.

– Me da igual cómo jueguen, tampoco es que entienda mucho de eso, solo lo justo – se excusó –. Así que sí, me guio por el que pertenece a Steve. Pero, aunque supiera de ello, lo apoyaría igual.

– Menuda traición a tu universidad – bromeó, fingiendo sentir un gran dolor ante tal ofensa. Alyn no pudo reprimir la risa que se le escapó.

El partido dio comienzo unos minutos después y la mirada de ambos se mantuvo pegada al campo durante todo el tiempo. Aunque no dejaban de comentar cosas. Alyn preguntándole sus dudas sobre el juego y él respondiendo encantado. E incluso daban sus opiniones.

Para la mitad, Alyn ya se hallaba empapada del espíritu y gritaba extasiada cuando su equipo, sobre todo su amigo, marcaba. Como aquella vez, cuando Steve marcó uno de los touchdowns, el cual le fue dedicado. La castaña saltó en su lugar antes de girarse a ver a Ethan y restregarle que les iban ganando. Este rio ante la efusividad de la chica.

– ¿Quién no alcanza a quién? – se burló, Alyn, tras el final del partido. Habían quedado 36 a 28, con la victoria para Dartmouth.

Las personas a su alrededor se encontraban desalojando las gradas, algunas para volver a sus casas y otras para irse a la fiesta típica tras cada partido. En cambio, ellos se quedaron en sus asientos. Alyn burlándose y Ethan aceptando cada uno de sus comentarios con una sonrisa. Estaba volviendo a ver a la chica de aquella noche.

– Han hecho un buen partido – aceptó, pero la mirada que le lanzó Alyn le hizo añadir –: Y son buenos. Nunca he dicho lo contrario, solo que para mí eran mejor los de Columbia –. Se encogió de hombros, pero la chica estaba contenta con su comentario. Era feliz por el triunfo de su mejor amigo.

Estuvo buscando a este con la mirada durante varios minutos, con la esperanza de que, tras salir de los vestuarios, se encontraran y lo pudiera felicitar. No pasó, ya que Ethan la incitó a salir de las gradas antes de poder ver como salían todos los jugadores.

La castaña tenía la mirada fija en la espalda de Ethan, aquella que nada más bajar de la tarima de las gradas se comió de lleno. El chico había parado abruptamente y a ella no le había dado tiempo a frenar. Con un quejido se puso a su lado y entonces vio el foco de tal acción. Kai.

– ¿Alyn? – preguntó la antes mencionada con una expresión confusa. Desvió la mirada a su acompañante –. ¿También me vas a quitar a mi compañera de habitación, Ethan? –. La castaña los observó con el ceño fruncido. La pelo azabache se percató de su acto y se dio cuenta de que no sabía la relación, exacta, que tenía con él –. Ethan es mi mejor amigo, el mismo con el que iba a cenar el día que nos conocimos.

Alyn procesó toda la información y la añadió a la que había recibido hacía unas horas. Kai, su nueva compañera de habitación, era mejor amiga de Ethan, el chico que se estaba adentrando en su vida, y este a su vez era el hermano de Emily, la novia de su mejor amigo, Steve. Realmente, la vida era un pañuelo. Todos estaban retorcidamente conectados.

Iba a contestar cuando Ethan se le adelantó y se enzarzó en una conversación con su compañera de piso, dónde esta le aseguró que iría con Harriet a la fiesta. Alyn supuso que se trataba de la chica que estaba a un metro de ella, observándola. Tras un par de minutos de conversación, ambos se despidieron antes de que Kai hiciera lo mismo con Alyn.

– Creo que me deberías llevar a la residencia – comentó la castaña mientras observaba su reloj de muñeca –. Puede que aún pueda hacer alguna de las cosas que tenía pendientes.

– Déjalas para mañana, esto no se acaba aquí.

La ojiazul levantó la mirada para fruncirle el ceño, pero no dio tiempo a que el chico lo viera cuando ya tenía su muñeca rodeada por la mano de Ethan, quien tiraba de ella entre el gentío que aún se encontraba abandonando el lugar. No se detuvo, ni hizo caso a las preguntas de la chica hasta que se encontró en el lugar exacto.

– ¿Por qué narices estamos detrás de las gradas? – cuestionó, Alyn, con sus ojos clavados en la mano de Ethan, que aún retenía su muñeca. Sentía un leve cosquilleo en esa zona y eso le extrañó.

– Esperar – contestó mientras miraba entre los huecos.

– ¿Esperar a qué?

No contestó. Se sumergieron en un silencio, pues Alyn vio absurdo insistir en sonsacarle información. Era consciente de que no la conseguiría, así que decidió hacer lo que él le dijo: esperar. Esperó hasta que el chico la soltó y se alejó unos pasos para observar desde el lateral de las gradas. Se giró hacia ella y con un simple movimiento de mano la incitó a acercarse. Sin comprenderlo mucho, le hizo caso.

Cuando llegó a su lado fue hablar, pero Ethan posó su índice en los labios de la menor, dejándola muda. Tras eso le indicó que se mantuviera en silencio, por si acaso, y que lo siguiera. Todo el recinto se encontraba vacío, sin un alma.

– ¿Qué se supone que estamos haciendo? – preguntó recorriendo el mismo camino que estaba haciendo su compañero, por en medio del campo de juego. Miraba hacia los lados, esperando ver a alguien que los reprendiera.

– Divertirnos – sentenció agarrando uno de los tantos balones que se encontraban por la zona –. ¿Unos field goal? –. Alyn lo miró sin comprender y con su mueca causó una risa en el mayor –. Chutar e intentar que pase entre los palos – simplificó.

Ethan se posicionó en la zona correcta y esperó a que ella se acercara.

– ¿A caso tenemos permiso para estar aquí? ¿Estudias aquí o algo? Más que nada por si acaso – preguntó, nerviosa. Este negó con una sonrisa divertida.

– Estudio cerca de Flatiron Building – confesó. Alyn lo miró, asustada. Si los pillaban estarían muertos –. Deja de preocuparte por una vez y ven aquí – le pidió con suavidad. Con pasos dudosos se acercó a él, quien le señaló dónde colocarse.

– Espera, ¿yo? – cuestionó, sorprendida.

– Sí, empiezas tú. Va.

– No, no, no.

– ¿Por qué? – preguntó mientras se entretenía tirando el balón por los aires.

– Nunca he jugado, no tengo ni la más remota idea – se excusó.

Alyn comenzó a imaginarse a sí misma chutando ese balón y todos los resultados eran nefastos. Era una locura, una que muchos a su alrededor desaprobarían. Debería estar en su habitación repasando u organizando, no en esa cancha vacía junto a ese chico. O al menos eso pensaba.

– Piensas demasiado – el susurro en el oído la devolvió a la realidad, pero le cortó la respiración. Ethan se había acercado mientras ella no dejaba de torturarse mentalmente –. Silencia la mente.

– No es tan fácil – murmuró sin poder evitarlo.

– Piensa en el balón –, lo hizo –, en los tres palos –, lo hizo –, en la distancia –, lo hizo –, y chuta, con toda tu fuerza.

Lo hizo. Ignoró todo lo que corría en su mente y se centró en el balón que Ethan ya había colocado delante, y el cual aguantaba con una mano. Aunque había un factor más que ella había añadido a la lista del chico. Se centró en todo lo que le dijo, pero también en él, en Ethan. Solo pensaba en el balón y en esos brillantes ojos.

Cuando chutó, la pelota solamente llegó a la mitad y bastante desviada. Pero en vez de lamentarse se giró con una sonrisa torcida y se encogió de hombros ante el chico. Este le dejó un pequeño toque en la nariz antes de ir en busca del balón. Ese acto le pareció tierno y sintió como se ruborizaba.

– Siguiente intento – sentenció el ojiverde tras volver a colocar el balón.

Alyn se posicionó a unos metros de este mientras Ethan se mantenía al lado del objeto observándola. La castaña respiró hondo al tiempo que miraba la pelota ovalada. Le dirigió un último vistazo a Ethan, que le sonrió, antes de correr y chutar con todas sus fuerzas. Esta vez recorrió más metros y un poco más recto, pero no lo suficiente como para que llegara a los palos.

– Otra vez – le pidió con las ganas comenzando a recorrerle las venas.

Lo intentó otras seis veces, siguiendo los pequeños consejos de Ethan; sin embargo, nunca lo lograba, ni tan siquiera los rozaba.

– Tranquila – la calmó, abrazándola por los hombros –. Déjame intentarlo a mí.

– Eso, así verás que es más difícil de lo que parece – se quejó encaminándose a sujetar el balón –. Se dice muy fácil cuando se está en un lateral, pero cuando es uno el que chuta... –. Tuvo que quedarse callada en cuanto Ethan le dio a la pelota ovalada y esta salió disparada hacia los palos, con tanta fuerza que no dudó en traspasarlos –. Pero... ¿Cómo...? – tartamudeó, sorprendida. El chico rio.

– Ha sido cuestión de suerte – contestó con un encogimiento de hombros –. Venga, ven. Inténtalo de nuevo.

– Yo no me voy de aquí hasta que al menos roce uno de ellos – comentó con determinación mientras se acercaba al chico.

– Pues entonces nos vamos a hacer viejos.

Ethan se ganó un golpe en el pecho que le hizo reír. Observó embobado como la pequeña chica colocaba el balón y se disponía a chutar siguiendo todo lo que él le había indicado. Pero este se dio cuenta de que se estaba agobiando ante tantas cosas que tenía que controlar, algo que le pareció irónico.

– Olvida todo lo que te he dicho – le volvió a susurrar cerca del oído. No entendía por qué lo hacía, simplemente le nacía –. Solo mira los palos, el balón y dale con todas tus fuerzas y coraje. Confío en ti.

Tras esas tres últimas palabras, y después de que él sujetara el balón, Alyn reunió todas sus fuerzas y lo golpeó con ellas. Ambos retuvieron el aire en sus pulmones al ver como este salía volando por encima del campo hasta llegar a uno de los palos y tocarlo antes de caer al suelo, sin entrar.

Alyn miró asombrada lo que acababa de ocurrir antes de girarse hacia Ethan.

– ¿Lo ha...? –. El castaño asintió en respuesta.

Un grito de emoción brotó de la garganta de Alyn justo antes de salir corriendo hacia Ethan. Esta saltó sobre él, que la atrapó a tiempo. La chica no dejaba de repetir que lo había logrado mientras que el chico daba vueltas con ella en brazos. Estaba tan emocionada que la adrenalina se había apoderado de ella. Nada más ser soltada por Ethan se puso a saltar y a soltar gritos emocionados. Él no dejaba de reír.

– ¡Lo logré! ¡Ha tocado el palo! ¡Lo has visto, lo has visto!

Era un simple acto, uno prácticamente insignificante, pero que para ella significó mucho. Y sin importarle nada, ya que había desterrado todos sus pensamientos al fondo de su mente, dejando solo al balón y a aquel chico que ahora la miraba maravillado, se lanzó a sus espaldas. Ethan tuvo un déjà vu, por el cual sonrió. Volvía a ser la misma chica de esa noche.

– Bien hecho, pequeña loca – la felicitó aún cargándola –. Sabía que lo lograrías.

A Alyn se le infló el pecho, porque muchas veces había escuchado esas palabras, pero era la primera vez que sentía que alguien se las decía de corazón (sin contar a Steve). Por ello se abrazó con fuerza al cuerpo de Ethan y le dejó un suave beso en la mejilla.

– Gracias – susurró, esta vez ella, en su oído.

El chico giró el rostro quedando a pocos centímetros del de ella. Sus ojos se encontraron, verdes y azules conectados. Y de ambos brotó una sonrisa.

—————
Buenaaaaaassss!!!

¡¿QUÉ STEVE Y ETHAN SON CUÑADOS?! ¡ETHAN ES EL HERMANO DE EMILY!!😱
Vaya, la vida es un pañuelo.

Quiero un secuestrador tan guapo y encantador como Ethan. ¿Quién quiere otro?

Son monísimos jugando juntos☺️

Veremos que nos depara el siguiente capítulo😉

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