Capítulo 30
Quien no encaja en el mundo, está siempre
cerca de encontrarse a sí mismo.
Hermann Hesse
Después de un largo viaje, la rutina volvió, porque así es la vida. Da igual cuantos caigan en el camino, tú debes seguir adelante para poder formar el tuyo, o por lo menos así lo creía Steve, aunque le doliera asumirlo.
– Has estado ausente estos días – comentó el amigo de este cuando se sentó.
Estaban en el césped de la universidad, lugar donde solían pasar el tiempo libre la mayoría de los alumnos, aunque empezaba a hacer bastante frío y resultaba más incómodo que agradable.
– He estado en Nueva Jersey. La abuela de Alyn ha muerto.
– Vaya, lo siento.
Steve negó con la cabeza para quitarle importancia y dio un sorbo a su café. La abuela de su amiga era una de las personas a las que más aprecio tenía, era la abuela que siempre quiso tener. No juzgaba, aconsejaba. Siempre procuraba sacar comprensión a todos los puntos de vista y aunque algo le pareciera mal, respondía con toda la amabilidad y dulzura del mundo. No merecía irse tan pronto, todavía no.
Visto el frío silencio provocado, el amigo empezó a pensar rápido algún otro tema de conversación, no soportaba la tristeza y Steve tampoco, por eso debía sacarlo de allí.
– Te recuerdo que todavía tengo dos entradas para el acuario. Quizás te anima.
– ¿Puedo hacerte una pregunta?
– Claro.
– ¿Por qué estás tan obsesionado con el acuario? –. Loire soltó una carcajada.
– Pues porque me gusta el mar y quiero ver pingüinos.
– Tienes una obsesión insana con ese animal, en serio. Me preocupas – aclaró Steve rozando el límite entre la broma y la sinceridad –. Y me preocupa tener que declarar un día ante un juez porque se te ha ocurrido la gran idea de secuestrar a un pingüino.
– Me quieres tanto que serías incapaz de no ayudarme si llegara a esa situación – afirmó dándole unos leves empujones que ayudaron a dibujar una sonrisa en el rostro del rubio –. Ves, no puedes resistirte a mis encantos.
– Sí que puedo, pero prefiero hacerte feliz –. Ambos compartieron una risa cómplice que rompió un poco el hielo que Steve llevaba encima.
– ¿Irás a casa mañana? – cambió de tema.
Quedaba un día para Acción de Gracias y estaba decidido a no ir a Queens ni a ningún lugar donde hubiera alguien con el apellido Jones cerca. Tuvo suerte de poder contar con Kai, ya que aquel año no podía pasarlo en casa de los Brown, por razones obvias, y justamente Alyn pasaría la velada con ellos. Luego estaba Lorie que solía celebrar las fiestas con él, así que su casa quedaba completamente descartada.
– Estaré por Brooklyn con Kai y su familia. Lo siento, pero este año las cosas no están bien en casa.
– Tranquilo, me lo supuse cuando vi que no decías nada. Era eso o que me habías cambiado por tu novia.
– No es mi novia – aclaró.
– Bueno, lo que sea que es.
– Es mi amiga.
– Yo no pasó Acción de Gracias con mis amigas.
– Porque no las tienes. Cada vez que conoces a una chica intentas ligártela.
– Eso no es verdad, no solo veo a las chicas para eso –. Pero Steve lo miró con una expresión que dejaba claro el siguiente pensamiento: "dame un ejemplo" –. Mira, con Alyn y Kai no he intentado nada.
– Porque sabes que iría a por ti si lo hicieras. Y déjame dudar lo de Alyn – comentó, dejando recordar algunos comentarios que le había dirigido a esta durante el instituto.
– Ni con Emily. Ahora está soltera y dirás lo que quieras, pero está buenísima.
– Eso no vale, Emily te cae mal, Alyn es mi mejor amiga y Kai mi... mi algo –. El amigo se rio y dejó de darle importancia al tema porque para él no la tenía –. Lorie, puedes hacer lo que quieras, al fin y al cabo, es tu vida, pero como amigo te diré que quizás te iría bien asentar la cabeza en este tema. Mírame a mí, antes de estar con Emily era como tú y ahora valoro muchas más cosas.
– Me aburro... – canturreó dejándose caer en el césped.
– Está bien, como veas, pero deberías pensarlo.
Steve también se tumbó en la hierba, ambos se quedaron mirando el cielo un largo rato. El rubio pensando en fórmulas químicas, por muy loco que parezca, y el moreno en lo último que acababan de hablar. ¿Realmente le aburría ese tema o tan solo quería esquivarlo? Pero era Steve, su amigo de toda la vida, y sabía que podía confiar en él, por muy complicada que pudiera parecer la situación. No tenía intención de asentar la cabeza en cuanto a relaciones se refiere, apreciaba su libertad por encima de todo, se veía demasiado joven para atarse. Aun así, era humano y no podía evitar flaquear en su pensamiento, porque sí que había alguien, pero era complicado. Demasiado.
– Hay alguien – murmuró. Steve emitió un ruido como pregunta –. Digo que sí que hay alguien que me gusta.
– ¡¿De verdad?! – exclamó. Por fin, su amigo parecía tener un sentimiento más profundo que el del humor.
– Sí, pero tampoco te emociones. He abortado misión.
– ¿Qué? ¿Mi amigo se ha rendido? No me lo creo –. Pero no respondió –. Joder, pero si ligas hasta con los floreros.
– Lo sé, pero creo que he llegado a una conclusión. Diría que me considero lo suficientemente bueno como para poder ligar con todas, pero tengo la autoestima demasiado baja como para creer que alguien puede enamorarse de mí.
– Y yo creo que eres idiota, Lorie. Vales más que la mayoría de tíos que conozco, solo que no lo dejas ver. Cualquier chica se enamoraría de ti, de hecho tienes a media universidad detrás.
– Joder, Stevie, acabarás por hacer que me replanteé mi sexualidad – bromeó –. Pero no, lo siento, me gustan demasiado las animadoras. No puedo dejar a mis chicas por el simple hecho de estar enamorado.
Y de nuevo estaba el Lorie bromista con apariencia seria, el que protegía sus sentimientos con cuatro chistes y luego se encerraba en su habitación para llorar. Era algo que a Steve le dolía muchas veces, era como si no confiara lo suficiente en él como para poder contarle cómo se sentía. Se preguntaba si era un buen amigo. Aunque él siempre había sido así, no era nada nuevo.
– ¿Y tú qué harás mañana? – preguntó ahora el rubio –. Me sabe mal que no puedas venir este año, contigo se me hace menos...
– ¿Pesado?
– Iba a decir formal, pero sí.
– Pues supongo que iré a casa de mi abuelo, con mi padre. Hace mucho que no lo veo y ya va siendo hora.
– ¿Y tu madre?
– Clair –, el nombre de pila de su madre –, estará con Marcus, o Zac, o Carl, o vete a saber con quién.
– Me sabe mal – murmuró al oír los siguientes nombres. Clair no era una mala mujer, también lo trataba como a un hijo, pero siempre había descuidado muchas de sus responsabilidades como madre y esposa. Algo que Lorie no le perdonaba.
– Que va, me he acostumbrado. Aunque, aun sabiendo esto y después de tu maravillosa relación con Emily, me hace gracia que intentes convencerme de lo mucho que te ayuda tener pareja.
Se rio, pero no fue en serio, fue una autodefensa a las lágrimas y Steve lo supo enseguida, pero no podía quejarse porque él hacía lo mismo la mayoría de las veces. Excepto con Kai y Alyn, eran las dos únicas personas que le habían visto llorar y expresar todos sus miedos y preocupaciones. Alguna vez Lorie había entrado en aquel mundo, pero no había profundizado en él. Ambos se apoyaban, pero también respetaban su espacio porque sabían lo duro que era contar sus problemas.
Steve creyó terminada la conversación, cerró los ojos para descansar un poco y poder disfrutar mejor del poco sol que quedaba, hasta que Lorie dijo algo muy bajito.
– Cuídala, vale la pena.
Dejó pasar un largo minuto para buscar la respuesta adecuada, pero era tan sencillo como aceptarlo.
– Lo sé.
Lo sabía, Kai había sido un regalo del cielo y no entraba en su mente dejarla ir.
✩ ✩ ✩
Era tradición para los Scott pasar el día de Acción de Gracias y el siguiente. ¿Por qué? Muy sencillo, aquella festividad caía justamente en el cumpleaños de Alana. En varias ocasiones, Kai se planteaba si eran demasiado familiares o si realmente habían llegado a superar bien aquella pérdida, pero luego caía en la conclusión de que intentar superarlo era inútil. Aun así, solía darle miedo que alguien externo a la familia se viera involucrado en algo así, la única persona que hasta el momento había pasado aquella festividad en su casa había sido Ethan, hacía dos años. Era el único en quien realmente confiaba lo suficiente como para dejarle entrar en aquel ámbito más privado, por mucho que Harriet también hubiera estado cerca de ello. Es por eso que Kai tuvo que hacer un esfuerzo bastante grande para depositar toda su confianza en que Steve pasara en Brooklyn aquel puente. Era eso, el reciente altercado de los Jones y las constantes insistencias de sus padres para que invitara al chico.
Habían quedado en que él iría a buscarla al trabajo y luego se irían con su coche, como hicieron la noche de Halloween, por la que aún sentía mariposas en el estómago cada vez que la recordaba.
Le quedaba todavía una hora para empezar su turno y aún tenía que preparar lo que se llevaría, porque tenían planeado quedarse hasta el domingo, y por mucho que en su casa tuviera ropa, también debía llevarse algunas pertenencias importantes. Sobre todo la caja naranja que guardaba bajo la cama, aquella que perteneció a su hermana y de la cual no se separaba. La había abierto cientos de veces, se la sabía de memoria, pero nunca terminaba de aburrirse de ella. Desplegó la lista de nuevo, vio las marcadas, siendo la número siete la más reciente, sintió como el rojo le subía por las mejillas al recordar aquella noche en casa de Steve. Aquella lista le estaba dictaminando la vida en cierto modo, pero no le importaba, quería tenerla cerca y más esos días.
Fue una de las primeras cosas que metió en la maleta, seguido de algo de ropa y algunos libros.
✩ ✩ ✩
El camino a Cookie's no era muy largo, a pie solía tardar unos diez minutos, quince si se entretenía, algo que solía pasar con frecuencia debido al seguido de árboles que decoraba el camino. Solía ser un trayecto tranquilo, a esa hora pocas veces se encontraba con conocidos, muchos estudiaban aún. Por eso no esperó ver a Emily de frente cargada de bolsas de compra, ni tampoco cayó en la cuenta de que todavía no habían compartido palabras desde antes de Halloween. Alguna vez sentía que la miraba con recelo, pero eso era normal en ella y que supiera, ni por su parte, ni por la de Steve, le habían comentado nada sobre su "relación".
La analizó, como era de esperar, la resiguió con la mirada antes de pararse enfrente de esta con su típica sonrisa llena de falsedad.
– Scott, que sorpresa.
– Sí, la verdad – asintió incómoda, quería irse y no porque llegara tarde al trabajo.
– ¿Cómo te va todo?
– Bien, bien. ¿Y a ti? – preguntó por ser educada.
– De maravilla – mentía, pero a ella no le incumbía saber la verdad –. Justo ahora venía de zanjar unos temas para Acción de Gracias. ¿Irás a casa o Ethan te ha invitado? – preguntó.
– Estaré con mis padres.
– Una lástima, me hubiera encantado verte, este año no iré a casa de Steve. Lo hemos dejado. No sé si lo sabías –. Iba a recochinearse de nuevo y Kai no le seguiría la corriente.
– Algo he oído.
– Sí, seguro que sí. Solíais hablar con frecuencia, creo recordar. ¿Sabes algo de él?
– No, la verdad es que no mucho. Oye, llego tarde al trabajo, si qui...
– Qué extraño – interrumpió acercándose un poco a la morena, esta sintió como se le aceleraba el corazón –. Juraría que os vi el otro día paseando –. Sus profundos ojos marrones se clavaron en ella –. ¿Querías robarme al novio? – preguntó entre risas.
Kai sabía que Emily estaba jugando sucio, si su intención era dejar mal a Steve delante de ella lo llevaba mal, conocía de buena mano las intenciones y la fama de esta, no iba a convencerla de lo contrario.
– Perdiste a Steve por méritos propios.
– A los que tú contribuiste sin duda – reprochó sin tener pruebas, pero Kai sabía que en cierto modo era verdad. Si no se hubiera fijado el punto número trece no hubiera movido ficha, solo que no era su intención terminar con su exnovio, solo quería pagarle con la misma moneda de Derek.
– No tienes pruebas – afirmó –. Solo celos.
– Muchos, pero tú también los tuviste, así que no me des lecciones de moral. Has jugado bien, Kai, y tranquila que no tengo intención de volver con Steve. Solo dime, ¿él sabe lo de la lista? –. A la morena se le paró el corazón entonces. Solo podía haber dos opciones que hubieran tramitado aquella información y solo esperaba que no fuera Ethan, no pasaría por alto el tema de la lista, fuera quien fuera.
– Me das mucho asco – dijo entre dientes con toda la impotencia del mundo. La otra sonrió –. Dime que no ha sido Ethan.
– No, tranquila. Ojalá pudiera decir que sí, pero me temo que vuestra amistad puede continuar. Me lo contó Derek –. No solo la amenazaba de forma indirecta, también tenía la cara de hablarle con chulería. Tenía suerte de que Kai fuera pacífica y supiera controlar bien sus impulsos, porque no estaba siendo nada fácil contenerse –. Y debo decirte que esa lista va a llevarte a tu perdición, y a la de tu relación con Steve. Pero eso te lo dejo para ti sola.
Se separó de golpe con satisfacción, un sentimiento que le sabía a gloria, pero que a su vez no tenía necesidad de sentir. Si alguien le hubiera preguntado el porqué de aquellas palabras, seguramente no hubiera sabido responder, pero le apetecía ser mala con Kai. No la tragaba, nunca lo había hecho y no iba a permitir que las cosas le fueran bien. Su orgullo no le dejaba. La otra, en cambio, no reprimió las lágrimas silenciosas y llenas de rabia que bajaban lentamente por su mejilla. La dejó marchar porque no tenía fuerzas para continuar hablando con ella, no quería siquiera seguir oyendo su voz.
Una parte de ella le decía que no se preocupara, que el tema de la lista no era tan preocupante como le había hecho creer ella o Derek, ambos eran igual de repulsivos. Y, en cambio, otra parte le advertía que no siguiera, que algo malo acechaba y no habría retorno.
✩ ✩ ✩
La última vez que ambos hicieron aquel camino en coche no eran conscientes de lo que sucedería después y ahora estaban de vuelta en una situación completamente distinta a la que era. Con otra diferencia, esta vez era Kai la que conducía, aunque el coche fuera de Steve.
– Sigo sin creerme que no me hayas dicho que tienes el carnet.
– No te lo he dicho porque nunca me lo has preguntado, pero me lo saqué hace dos años. Solo que dejo el coche en casa, prefiero ir a pie a los sitios.
– Pero es un dato que no sé, debería ser importante saber.
– Depende de para quien. De hecho, hay muchas cosas que no sé de ti, o que tú no sabes de mí. Por ejemplo, ¿cuándo es tu cumpleaños? Sigo sin saberlo y creo que es importante.
– Eso es cierto, aunque te advierto que no es algo que me guste celebrar, pero es el cuatro de diciembre.
– ¡¿Qué?! – exclamó ella dejando por unos segundos la vista de la carretera para mirar a su copiloto que se sobresaltó –. ¿Me estás diciendo que tu cumpleaños es la semana que viene y me acabo de enterar? –. Él asintió, como si la situación fuera algo normal para él, cosa que no era para la chica –. Dios, Steve, tengo muy poco tiempo para buscar un regalo.
– Tampoco me hace falta, con pasarlo contigo me conformo.
Ella volvió a derretirse al oír aquellas palabras y al ver la sonrisa que le dedicaba, era tan tierno y tan sencillo muchas veces. Poca gente daba más importancia a un acto que a un objeto físico.
– Aun así, recibirás algún detalle de mi parte.
– Está bien, como quieras. Pero hazlo porque quieres, no por obligación.
Luego él le preguntó por el suyo, pero al ser en febrero aseguró que todavía quedaba mucho y ya pensaría algo si le hacía tanta ilusión celebrarlo. Aunque él no le diera mucha importancia a ese día, le alegraba ver como la niña interior de Kai se despertaba. Quería hacerla vivir todas las veces que pudiera.
– Hablando de cumpleaños, el sábado es el de Alana –. Se produjo un silencio, el tema de la muerte estaba bastante reciente en sus vidas –. Quiero decir que, solemos ir al cementerio a poner flores. Si no te apetece venir puedes quedarte en casa, sé que no es algo que te afecte y tal –. Pero el rubio no se lo pensó dos veces, puso su mano en la pierna de ella como símbolo de apoyo.
– Iré. Tú viniste a Nueva Jersey por Alyn y por mí, necesitas mi apoyo igual que yo necesité el tuyo. ¿Qué clase de persona sería si no fuera? Además, me apetece mucho, sé que es algo importante para ti.
Si no hubiera estado conduciendo se le hubieran caído las lágrimas, pero debía seguir recto, así que se contuvo, esbozando una sonrisa que dejaba ver la emoción que sentía. En aquel momento se le pasaron por la cabeza dos palabras, pero que todavía le daba demasiado miedo pronunciar. Quizás era demasiado pronto para decir "Te quiero", por mucho que en su mirada leyera un "Y yo a ti".
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