Capítulo 29
Formas parte de mí, aunque
no vuelva a verte nunca.
Franz Kafka
Sus pies resonaban sobre el asfalto ante cada zancada que daba. Corría y corría sin control. Esquivaba a todo aquel que se cruzaba en su camino, recibiendo miradas de toda clase. Sentía como si algo la persiguiera, algo que quería colarse en su pecho hasta asfixiara y perforarle los pulmones. Pero por más que huía la sensación parecía pisarle los talones.
Los pasos cesaron de golpe y los jadeos se entremezclaron con los sollozos. Levantó la mirada del suelo y, con su vista nublada por las lágrimas, identificó a dónde había llegado, dónde la habían llevado sus pies y su subconsciente sin darse cuenta. Ese acto la desconcertó, pero tampoco sabía cómo había logrado conducir su coche hasta unas calles atrás.
Del portal salía una señora y sin dudarlo aprovechó el momento para colarse por la puerta. Esta le dedicó una mirada preocupada, pero no comentó nada. Alyn subió el tramo de escaleras de dos en dos, pero sentía que la pesadez se empezaba a apoderar de ella. Buscaba alejarse de las últimas palabras dichas en casa de sus padres.
El timbre resonó por el pasillo desértico mientras apretaba los párpados y agitaba levemente la cabeza, alejando el recuerdo de esa voz. Cualquiera que la viera hubiese creído que se había vuelto loca, hasta ella misma pensó que ocurriría.
Escuchó unos pasos amortiguados desde detrás de la puerta unos instantes antes de que se abriera.
– Muy bue... –, la chica se lanzó a sus brazos –, ...nas –. Alyn sorbió su nariz antes de enterrar el rostro en su cuello y aferrarse a él como si fuera un pilar. Él frunció el ceño mientras la rodeaba con suavidad –. ¿Estás llorando? –. Un sollozo salido de la garganta de la castaña le dio la respuesta.
Dentro de Steve se activaron todas las alarmas. Respiró hondo y controló la preocupación, que desbordaba, al tiempo que la apretaba entre sus brazos y le acariciaba el pelo con delicadeza. Le dejó un tierno beso en su hombro. Necesitaba calmarla antes de abordar el tema de su estado. Sabía que sino Alyn no lograría articular palabra.
– Tranquila – susurraba, cauteloso –. Shh... –. La castaña no dejaba de llorar, pero sintió que alguien por fin la sostenía y que él se encargaría de ayudarla –. Aquí estoy, pequeña.
Sus pies la habían llevado hacia la casa del rubio que era su mejor amigo, aquel chico que siempre había sido su soporte. Desde que se conocieron había contado con su apoyo incondicional, al igual que él con el de ella, y ahora que lo necesitaba más que nunca sabía que era el lugar correcto al que ir.
La preocupación ganaba territorio dentro de Steve ante cada segundo de silencio de la chica. Además de que el dolor que ella estaba sintiendo, también le afectaba a él. Llevaban cinco minutos en la entrada y no parecía que Alyn fuera a hablar. Menos sí seguían con la puerta abierta. Por ello, tomó una decisión.
Alzó a la chica en sus brazos, acomodándola como un pequeño koala, y esta se acurrucó sin dejar de llorar. El rubio cerró la puerta con el pie antes de ir a la sala, donde se sentó con ella aún en su regazo. Se mantuvo en silencio durante todo lo que su control le permitió, pero llegó un momento en el que el estado de su mejor amiga lo desesperaba.
– Alyn, mi amor, ¿qué ha pasado? – le preguntó con tacto; nunca la había visto de tal forma, no tan mal. Solo recibió un pequeño gemido –. Sea lo que sea que haya ocurrido lo solucionaremos, te lo prometo –. Entonces, ante esas tres últimas palabras, Alyn soltó un sollozo desgarrador y él la abrazó con más fuerza –. ¿Ha sido Ethan? –. Steve se enfureció con el nombrado, planeando mentalmente una matanza; le daba igual si Kai no lo aceptaba con tal de vengar el daño a su amiga –. Porque si es así te juro que le corto la... –. La chica negó con la cabeza, aún en su cuello. Él frunció el ceño –. ¿Entonces? ¿Qué ha pasado, cariño? – repitió con dulzura.
Tras minutos de agonía e incertidumbre, al fin Alyn sacó el rostro de su escondite, lentamente. Steve la miró con cautela y le destrozó la imagen que se puso ante sus ojos. La castaña tenía una expresión demacrada, su rostro bañado en lágrimas.
– Lo... Lo siento – murmuró entrecortadamente, porque ella sabía que a él también le afectaría.
– ¿Por qué? – preguntó e intentó prepararse para lo que podría decir.
Pero no lo suficiente para lo que fue.
– Mi... –, su voz se rompió –, mi abuela ha muerto.
Algo dentro del pecho de Steve se destrozó en pedazos. Los sollozos de Alyn aumentaron, pero para él sus ruidos enmudecieron y solo pudo sentir como todo se derrumbaba en su interior. El dolor lo invadió, tanto por su amiga, como por la noticia en sí. Evie era alguien importante para él, una segunda abuela. Y ahora...
✩ ✩ ✩
Steve tomó el control de la situación y se hizo cargo de todo, por más que en su interior se encontrara destrozado. Se lo debía a Alyn, debía estar para ella. La calmó hasta que esta se durmió, entonces la traspasó a su cama, dónde la acurrucó con las sábanas. Tras eso llamó a los padres de esta, aunque la idea le desagradara, más que nada para saber cuándo y dónde sería el entierro.
Después de ello, y de revisar que la chica seguía dormida (aunque entre algunas lágrimas), habló por teléfono con Kai, con quién se desahogó unos minutos antes de pedirle que informara a Ethan. Este quiso ir de inmediato a casa de Steve, para estar con Alyn, pero se abstuvo cuando su amiga le aseguró que aquella noche era mejor que la pasaran el rubio y ella solos.
Fueron unas horas nocturnas duras, entre lágrimas silenciosas por parte de Steve y algún sollozo de Alyn entre sueños. Pero ahí se encontraban, al día siguiente, en la habitación de la residencia. El chico la había llevado para que se cambiara antes de que Ethan, quién se había ofrecido a llevarlos, llegara con el coche para conducir hasta Nueva Jersey. Junto a ellos también iría Kai, quién le daba apoyo a Steve y a su compañera, que a estas alturas ya era más una amiga.
Cuando el castaño llegó delante del edificio no dudó en aparcar de mala manera, sin importarle el riesgo a una multa, y subió para avisarles. O ese debería haber sido el motivo principal. Sin embargo, lo que realmente lo empujó a subir con rapidez fue Alyn. Había pasado gran parte de la noche preocupado por ella y en cuanto Kai le abrió la puerta solo murmuró un hola antes de acercarse a la castaña.
Esta estaba sentada al borde de su cama, ya vestida completamente de negro, con la mirada perdida en un punto indefinido del suelo. Llevaba horas sin hablar – desde el momento en que le dio la noticia a Steve – y parecía que se había quedado seca, ya que tampoco había vuelto a llorar desde que se había despertado. Alzó la mirada cuando la figura de Ethan se coló entre sus piernas. Este la tomó entre sus brazos y la abrazó con fuerza, pero con delicadeza. Alyn se sintió en un lugar seguro y, por ello, se acurrucó en él, dejando que la sostuviera.
Pocos minutos después todos bajaron; Ethan abrazando a Alyn y Kai con su mano unida a la de Steve, quién no apartaba la mirada de la castaña. Sentía que debía estar al pendiente por si lo necesitaba. La morena se dio cuenta de ello y no pudo evitar una sonrisa al ver el amor que el chico le tenía a su mejor amiga. Sin embargo, esa expresión desapareció en cuanto el teléfono del rubio sonó. Este lo sacó y, simplemente, le lanzó una escueta mirada antes de volver a guardarlo. La chica frunció el ceño.
– ¿Quién era? – preguntó esta.
– Mi padre – respondió sin mirarla.
– ¿Y no lo coges? – cuestionó con cautela, siendo consciente de que el tema era delicado para él. Aún recordaba el encuentro del otro día.
– No, no tiene importancia – contestó, indiferente. La pelo azabache lo observó unos segundos, analizándolo, pero no comentó nada más.
Los ojos de Ethan y Steve se cruzaron a unos metros del coche y, por primera vez, dejaron completamente de lado el enfrentamiento o el disgusto por el otro. Al fin y al cabo, una persona importante para ambos estaba sufriendo y los necesitaba a los dos. Se comunicaron con la mirada antes de asentir.
– Voy a ir con Alyn detrás – le informó a Kai, en un susurro. Ella asintió y dejó un corto beso en sus labios para después dirigirse al asiento de copiloto.
Steve abrió la puerta de los asientos traseros y pasó un brazo por el hombro de Alyn, que Ethan dejó libre, para guiarla hasta esta. El castaño le agradeció con un leve asentimiento, que él le devolvió. Cuando el rubio se sentó al lado de la chica, esta se acurrucó entre sus brazos. Se ocupó de que ella notara su apoyo.
✩ ✩ ✩
El trayecto hasta Nueva Jersey duró una hora y media, aquella que pasaron con música a un volumen bajo y silencios por parte de cada uno de ellos. Ethan aparcó dónde Steve le indicó, en el parquin del tanatorio. Se quedaron unos instantes en el coche hasta que Alyn se separó del rubio.
Al bajar del vehículo, el ojiverde no tardó en volver a rodear con sus brazos a la castaña, y Kai abrazó el brazo del rubio mientras apretaba su mano en muestra de apoyo. A ella le dolía mucho ver a su amiga y a su... eh... amigo especial pasar por algo así. Por eso, estaría para ayudarlos y darles soporte.
Steve y Kai iban por detrás de los otros dos. A Alyn se le revolvió el estómago al ver la cantidad de gente que se encontraba ahí, en el exterior del tanatorio, la mayoría para ver a su abuela. Estos eran vecinos y antiguos amigos de sus abuelos y habían venido a despedirse de la última persona de esa pareja. También había familiares, aquellos que apenas conocía porque eran lejanos.
Sin embargo, la expresión de Alyn cambió radicalmente al tiempo que Kai y Steve los alcanzaban. Ethan y su mejor amiga, en cuanto notaron el cambio de la chica, se sorprendieron y compartieron una mirada. La cara de la castaña había dejado de mostrar una profunda tristeza para volverse completamente neutral. Dio un paso largo, alejándose de su compañero, y abrió sus brazos. En menos de dos segundos otro cuerpo se pegó al suyo.
Lena había visto a través de las puertas de cristal como Alyn bajaba del coche y no dudó en salir corriendo a refugiarse en ella. Nadie, desde el día anterior, cuando le habían dicho directamente a ella que su abuela había muerto, la había consolado y necesitaba la protección de alguien. Esa era su hermana mayor, quién se comportó como tal.
– Vamos – murmuró Steve, incitando a Ethan y Kai a moverse, guiándolos hacia la puerta principal, donde se instalaron para dejarles unos instantes de privacidad a las Stewart. Ante la leve mueca confusa de ambos, añadió –: Es la mayor y tiene que proteger a su hermana pequeña, aunque eso signifiqué tener que fingir que esto no la está matando.
A sus espaldas, la puerta acristalada se abrió provocando que los tres se giraran y, ante ellos, aparecieron los señores Stewart, quienes los observaron de arriba abajo. Steve se tensó por completo y avanzó un paso, sabiendo perfectamente a quienes realmente estaban a punto de enfrentarse. A su lado, Ethan, no pudo (ni lo intentó) disimular su desagrado.
Antes de que el rubio pudiera abrir los labios y hablar, en un intento de llevar todo de la forma más cordial y educada, Alyn llegó a su lado, colándose entre Kai y él. Siguiéndola, pero quedándose resguardada a un metro, se encontraba Lena, observando la escena.
– Papá, mamá – saludó con voz neutra, dejando de fingir. Realmente sentía que sus padres no se merecían otro tono.
– Veo que has venido acompañada – comentó Edward, ignorando su saludo, con seriedad y frialdad.
– A Steve ya lo conocéis...
– Demasiado – interrumpió. Alyn le miró con mala cara.
– Señores Stewart – saludó el nombrado, haciendo gala de toda su buena educación –. Siento mucho su pérdida – añadió con sinceridad.
– Gracias – agradeció, indiferentemente, Elizabeth.
– Y a Ethan también – concluyó, la castaña, la frase anteriormente interrumpida. Ambos adultos le dedicaron a este una simple mirada de soslayo, como si no se mereciera más, y eso enfureció a la chica, pero no dejó que ellos lo vieran –. Y ella es Kai, mi compañera de habitación en la residencia y mi amiga.
Ethan, quien se encontraba un paso por detrás de todo aquel encuentro, observó como Alyn apretaba un puño a un lado cuando sus padres lo miraron a él, pero lo que más le llamó la atención fue la acción del rubio ante la presentación de Kai. Steve estaba dudando mientras miraba de reojo a su mejor amiga. Pereció que iba a añadir algo, pero cerró los labios de nuevo y enmudeció.
– Deberías ir a ver a tu abuela – le ordenó, indirectamente, Elizabeth a su hija.
– Aunque solo pueden acceder la gente que ella conocía – añadió su padre afiladamente. Eso era un ataque directo y Alyn sintió que esas palabras le perforaban el pecho, pero no se empequeñeció. Nunca más lo haría ante ellos, se lo debía a su abuela.
– Y eso haremos – le enfrentó la chica –. Steve y yo entraremos, a ambos nos conocía. Y con nosotros entrarán Ethan y Kai, nuestros acompañantes y personas que la abuela conocía, aunque no fuera en persona. Les hablé mucho de ellos – añadió lo último acompañado de un encogimiento y una sonrisa de suficiencia al ver los rostros furiosos de sus padres –. Si nos permitís –. Sin más que añadir los rodeó y se adentró al tanatorio seguido del resto.
El castaño se apresuró a acercarse a ella y atraerla a su cuerpo para dejar un beso en sus labios antes de murmurar sobre ellos lo cuan orgulloso estaba de lo que acababa de hacer. Ella esbozó una débil sonrisa, la primera desde hacía veinticuatro horas. Eso hinchó el pecho del chico, la había hecho sonreír.
– Len – susurró Steve, captando la mirada de la castaña mayor, antes de que la nombrara se girara también a mirarlo. El rubio le tendió una mano y la chica no dudó en tomarla. Este tiró de ella y la abrazó con fuerza, protegiéndola entre sus brazos, como si fuera un escudo. Para él siempre había sido otra hermana pequeña –. ¿Cómo estás?
– Mal – respondió sin dudar. A Alyn se le rompió un poco más el corazón y ocultó su rostro en el pecho de Ethan, dándole la espalda a su hermana para que no la viera. El chico le acarició la espalda.
– Lo siento mucho –. Le dejó un corto beso en el pelo. Kai observó la escena enternecida y acarició con suavidad la nuca de Steve, quién giró el rostro para encontrarse con la sonrisa de la chica.
– ¿Podrías guiarnos a la sala? – preguntó, la morena, siendo la única que se atrevía decirlo.
La chica despegó el cuerpo del rubio, a quién se había aferrado un poco más de la cuenta, como siempre hacía, y asintió con un movimiento antes de ponerse a caminar entre algunos cortos pasillos. Se frenó ante una puerta abierta que daba a una pequeña sala con sillones y dónde había otra puerta, también abierta, pero que por la perspectiva no se podía ver el interior. Aunque era obvio qué se encontraba dentro.
Alyn se posó en el umbral de la primera puerta y respiró hondo antes de adentrarse, seguida de cerca por Steve. Pero ambos no pudieron continuar más allá de la segunda puerta, sus pasos pararon en seco ante el interior. El chico sintió como si una daga se le clavase en el pecho y lo dejara sin respiración. En cambio, lo que sintió la chica fue más visceral. Todo su mundo se derrumbó, sus tripas se contrajeron, su respiración se cortó y sintió que su corazón había dejado de latir. Una parte de ella acaba de morir, murió junto a su abuela.
La castaña miró por encima del hombro a su hermana. No quería derrumbarse delante de ella y Kai se dio cuenta, por ello le pidió a Lena si podía dejarlos un par de minutos a ellos dos. Esta comprendió lo que estaba ocurriendo, porque conocía demasiado bien a su hermana, así que asintió sin dudar. Una vez fuera, cerrando la primera puerta para que nadie los molestase, Alyn agradeció con una mirada a su amiga.
Cuando volvió la vista al interior de la sala se obligó a dar un paso al frente, y después otro, y otro, y otro... Hasta que finalmente se situó a un lado del ataúd. En este descansaba Evie, una dulce y pálida Evie que ya no hablaba, ni respiraba, ni latía... ni la miraba y abrazaba. Reposaba su abuela fallecida.
Alyn gimió desgarradoramente.
– No, no, no... – negó frenéticamente y, al fin, las lágrimas brotaron de nuevo –. ¡Noooo!
Steve la sujetó justo antes de que sus piernas, temblorosas, fallaran. El rostro del rubio también estaba inundado en lágrimas, ya no podía contenerlas más, no ante la vista de aquella señora que tan bien lo había tratado, que lo había querido como si hubiese sido su propio nieto.
Alyn se aferró a Steve y él a ella, ambos sosteniéndose y llorando juntos. Ella seguía negando, amortiguando la palabra en la ropa del chico, y él internamente maldecía por lo que estaba ocurriendo. Ambos giraron el rostro hacia Evie y sollozaron de forma sincronizada.
En el umbral de la puerta se encontraban Kai y Ethan, a quienes les estaba destrozando la escena que estaban presenciando. La chica se había dejado llevar y las lágrimas también se habían apoderado de ella. Ethan, quién también tenía ganas de llorar, se resistió, siendo consciente de que alguien debía mantenerse a flote. Este atrajo a su amiga a su pecho y esta lloró en silencio contra él.
– Lo siento mucho – murmuró Alyn, separándose de Steve para acercarse más a el ataúd –. Siento mucho no haber podido evitar esto. Ojalá no te hubieras ido – la voz se le rompió en la última frase –. Se acabó, se acabó, abu – dijo con firmeza y añadió –: No pienso dejarme llevar como un títere. Voy a hacerte caso. Siento no haberlo hecho antes, pero voy a hacer que estés orgullosa. Lo prometo –. Un nudo se le formó en la garganta, al igual que a todos los presentes –. Te amo, abu, te amo con todo mi ser.
✩ ✩ ✩
Durante la misa, Alyn se mantuvo pegada a Ethan, quién la rodeaba por la cintura mientras le acariciaba esta con suavidad. La castaña también mantenía unida su mano a la de su hermana, sentada a su otro lado. Junto a ella, Kai consolaba a Steve, quién le dejó un suave beso en la sien antes de ponerse en pie. La Stewart mayor debía dar un discurso y sabía que ella no iba a poder sola, por eso la ayudó.
Tras esa larga ceremonia, que a Alyn y Steve se les hizo eterna, llegó el momento más doloroso. El cuerpo debía ser enterrado. Iba a descansar junto al lecho de su marido. La castaña observó la lápida de su abuelo y otra pieza más se rompió en su interior. No comprendía cómo podía haber algo más que se pudiera romper, cuando todo dentro de ella ya estaba hecho trizas.
El ataúd, tras un leve discurso del cura, fue descendiendo poco a poco. Alyn sintió como si una parte de ella se estuviera desprendiendo de su cuerpo ante cada centímetro que bajaba. Una vez en el fondo, un dolor profundo y agudo se implantó en su pecho. Sin embargo, se obligó a dar un paso al frente, después de que sus padres se alejaran y lanzó la rosa blanca al interior del hoyo, encima de la madera que escondía a su abuela. Se quedó observando esta y estuvo a punto de caer, pero Ethan la tomó entre sus brazos y la hizo retroceder. Fue el turno de Lena y después el de Steve, quién fue acompañado por Kai.
Algunos se empezaron a marchar, otros se acercaron a sus padres y a ambas hermanas para darles el pésame. No obstante, la mirada de la ojiazul se mantenía fija en la arena que tiraban encima de féretro. No escuchaba nada de lo que ocurría a su alrededor, ni siquiera como Ethan se hacía cargo de la gente que se acercaba a ella, ni como Kai hacía lo mismo con los que se aproximaban a Lena. Solo vio como con rapidez su abuela quedó completamente sepultada.
Fin. Ya está. Se acabó.
Ataúd bajo tierra, lápida colocada y rosas decorándola.
Ceremonia terminada.
La gente empezó a irse, sus padres siendo de los primeros. Menudo hijo había tenido Evie. Sin embargo, con quién había tenido suerte había sido con sus nietas, las cuales se quedaron hasta que solo estaban los amigos de Alyn y un par de amigas de Lena que habían aparecido para darle su apoyó. Estas tres se encaminaron hacia la entrada después de que la pequeña Stewart se despidiera de su hermana, quien fingió encontrarse mejor de lo que realmente estaba.
Tras su marcha, la mayor dio un paso al frente, quedando completamente delante de la arena fresca y la lápida recién pulida. Su rostro completamente neutro e impasible, sin una gota de agua, ni una lágrima a la vista. Ethan la observó desde su espalda antes de que Kai le susurrara que se llevaba a Steve unos minutos. El rubio sabía y admitió por primera vez que dejaba a su mejor amiga en buenas manos, antes de seguir a Kai.
Ambos terminaron sentado en un pequeño banco de piedra a varios metros de distancia, ni siquiera lograban ver la lápida, cosa que Steve agradeció. La chica lo abrazó, dejando que él reposara la cabeza en su regazo. Comenzó a acariciarle las hebras del cabello y esperó pacientemente a que hablara cuando se sintiera preparado.
– La primera vez que vi a Evie tenía quince años – susurró tan bajo que casi se perdía su voz –. Fue durante uno de los veranos en los que Alyn se iba a visitar a sus abuelos. Dio la casualidad que ese año mis padres decidieron no irse de viaje, así que nos quedamos en Queens todo el verano –. Soltó un suspiro –. Habían pasado dos semanas y me aburría demasiado. Tenía más amigos, algunos de los cuales tampoco se fueron de viaje. Sin embargo, –, hizo una pausa, recordando aquel momento, años atrás –, no sé por qué, pero solo quería la compañía de Alyn. Ella era dos años menor que yo y para la mayoría de mis amigos solo era una simple cría de trece años. Estaban entrando en la adolescencia y eran unos putos estúpidos – gruñó, causando una leve risa en Kai –. La cuestión es que insistí durante otra semana entera a mis padres con que me llevaran a verla, aunque solo fuera durante un día. No pedía más.
– ¿Lo lograste?
– No – respondió en un bufido –. Yo no – añadió mientras se le formaba una sonrisa –. Tenía el número de sus padres, lo había añadido a la agenda de contactos que dejábamos al lado del teléfono. Así que mi madre los llamó y les pidió el número de casa de su abuela –. Respiró hondo, intentando calmar su corazón –. Mi madre me dijo que me conformara con una llamada.
– Adivino, no te conformaste.
– Obviamente, no –. Ambos rieron –. Por eso cuando llamé y me contestó... – se le apagó la voz y Kai apretó su mano, aquella que no le acariciaba y que mantenía entrelazada con la de él –. Me contestó Evie. No le di tiempo a decir mucho más que un saludo cuando le expliqué y supliqué que me ayudara a ir a visitarla. Por un momento pensé que me colgaría; sin embargo, solo me dijo que le pasara a mi madre –. Soltó una ligera risa, mezclada con tristeza –. No sé cómo lo hizo, pero logró que dos días después mi madre me estuviera dejando en la puerta de su casa, para pasar dos noches ahí –. Hizo una mueca, nostálgico –. Me trató desde el minuto uno como si fuera su nieto. Y durante el resto de los años, en los que solo hablábamos por teléfono o me veía durante un par de horas cuando al fin tuve el carnet y a veces iba a recoger a Alyn porque se quería volver antes, siguió tratándome igual –. Jadeó reprimiendo un sollozo –. Tiempo después descubrí que Alyn no dejaba de hablar de mí y que Evie hizo eso por ella, pero que al conocerme vio el motivo de la verborrea de esta y me dijo que me quería desde el minuto uno en el que vio como abrazaba a su nieta.
– Eres un chico fascinante, Steve – murmuró la chica –. Evie vio eso en ti, estoy segura. Te quiso como su propio nieto.
– Y yo como si fuera mi abuela – se le rompió la voz.
– Y os seguiréis queriendo.
A varios metros de distancia, Alyn seguía completamente estática en su puesto, delante de la tumba, con la mirada congelada en la lápida. Mientras Newen, preocupado, se acercó por detrás y descansó una mano en su espalda, que unos segundos después empezó a mover con suaves caricias. Esperaba una reacción de la chica, una que nunca llegó.
– Alyn, cariño – la llamó, en un susurro –. Todo el mundo ya se ha ido, creo que deberíamos marcharnos – añadió con cautela, esperando que no se tomara su oferta como un ataque. Sin embargo, no recibió respuesta. Solo logró ver una lágrima rodar por su mejilla –. Pequeña...
– ¿Por qué? – lo interrumpió, hablando por primera vez desde el momento del discurso durante la misa.
– ¿Por qué, qué?
– ¿Por qué siempre se van los buenos? – preguntó, a sabiendas de que era una pregunta cliché y sin respuesta, aunque en su interior ansiaba que Newen la tuviera –. ¿Por qué se llevan a aquellos que siempre han estado para ti y dejan impunes a los que te dañan?
– La vida, por desgracia, nunca es justa – murmuró el chico mientras se acercaba a ella, buscando contacto. En su mente apareció otro pensamiento relacionado, pero lo desechó sabiendo que no era el momento para esa intromisión, mucho menos para el efecto que causaba en él.
– Siempre lo pierdo todo – se le rompió la voz al pronunciar las palabras. Su mirada aún se mantenía fija en la tumba, como si no la pudiera apartar de ella –. Primero perdí mi infancia cuando mi hermana nació y mis padres me obligaron a ser una pequeña adulta –. Newen la escuchaba con atención, sin dejar las caricias –. Después me arrebataron la pintura y el dibujo. Tras ello mi propia voluntad para la toma de decisiones. Y ahora... –, un gemido abandonó su garganta, cargado de dolor –, ahora mi abuela, la única persona que siempre ha visto quién soy realmente. ¿Qué será lo siguiente? –. Alyn rumió su pregunta final.
– Alyn...
– Steve – sentenció y el pánico se apoderó de ella. La idea de perder a su mejor amigo le ahogó por unos instantes.
– No vas a perder a Steve – aseguró, frunciendo el ceño, desconforme con el rumbo de la conversación y con las ideas que esa preciosa chica estaba formulando ante él.
– O a ti – añadió en un susurro mientras, al fin, giraba el rostro en su dirección. Los ojos azulados conectaron por primera vez en mucho rato con los verdes de Newen. Este vio el dolor profundo que se estaba apoderando de los de la chica.
– No nos vas a perder a ninguno de los dos – afirmó con toda convicción, seguro de cada una de sus palabras.
– ¿Me lo prometes? – preguntó con vulnerabilidad.
– Te lo prometo.
– Pero y si...
– Escúchame... –. Posó sus manos en los hombros de la chica y la hizo girar para enfrentarla completamente –. Escúchame bien –. Lo hizo –. Todos perdemos cosas, es ley de vida. De ti depende qué hacer con las consecuencias. Perdiste tu infancia, pero no te atormentes por algo que no fue culpa tuya. La pintura y el dibujo los has recuperado y estoy seguro de que no lo dejarás de nuevo. ¿O me equivoco? – cuestionó, recibiendo un movimiento de cabeza negativo como respuesta –. Ves, y eso es una decisión propia, una de muchas que has tomado desde que te conozco. Todas por propia voluntad –. Respiró hondo e hizo una mueca antes de abordar el último tema –. Siento que no puedas recuperar a tu abuela físicamente –, comentó con suavidad y delicadeza –, pero siempre va a estar en ti. Porque cada palabra que te dijo se ha grabado aquí –. Tocó su sien con el indice –. Y eso es un recuerdo vivo.
Alyn asintió, de acuerdo con cada una de las palabras del chico, y eso lo alivió. Lo que no se esperó fueron las siguientes de la chica.
– Hablé con ella veinticuatro horas antes – confesó, al tiempo que Newen apoyó su frente en la de ella y entrelazó ambas manos –. Estaba bien – su voz comenzó a quebrarse –. Me hablaba igual que siempre, no había nada extraño. Parecía la misma –. Las lágrimas rodaron sin control por su rostro y eso, junto a las palabras, le rompió el corazón al castaño –. Y esa misma noche... – no logró terminar.
– Es lo que tienen los paros cardíacos, nunca sabes cuándo ocurren; no te los ves venir la mayoría de las veces – susurró, dolido.
– No quería que se fuera.
– Lo sé.
Newen la abrazó contra su pecho con fuerza, como si de esa manera pudiera volver a unir los pedazos rotos de la chica. Esta volvió a fijar la vista en la lápida y recordó a su abuela: su rostro, sus manos, su voz, su mirada, sus palabras, su forma de ser... Todos y cada uno de los detalles que la habían conformado.
– No sé si podré vivir sin ella – confesó aterrada. El chico la abrazó con más intensidad.
– Vivirás sin, con y por ella –. Alyn dejó salir un sonido confuso, por lo que aclaró –: Sin ella a tu lado, pero con ella en tu interior. Y, sobre todo, por ella, para que vea cómo puedes controlar y hacer lo que quieras con tu vida, porque es solo tuya.
– Te hubiese amado – murmuró de golpe, sin saber de dónde habían salido esas palabras, pero sabiendo que eran totalmente ciertas. A Newen se le clavaron profundamente en el pecho.
– Y si te parecías, aunque fuera un cuarto, a ella estoy seguro de que yo a ella también.
Alyn se derritió ante ese comentario y no pudo evitar apretarlo más entre sus brazos. Entonces supo que estaba con la persona correcta, que él era el indicado.
—————
Buenaaass!!
Creo que no es la mejor manera de saludar tras este capítulo...
Este momento tan triste, despidiendo a nuestra abuela Evie, siempre me rompe el corazón💔
Y con él llegamos al ecuador del libro. Ya llevamos la mitad, falta la otra; veintinueve capítulitos más.
Os leo, y os espero este viernes😉
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