Capítulo 28

Waterloo.
I was defeated, you won the war.
Waterloo.
Promise to love you forever more.
Waterloo. ABBA

Llevaban besándose desde el aparcamiento, teniendo que separarse para realizar acciones tales como abrir la puerta del apartamento. Steve sabía muy bien qué estaba pasando, sentía aquella necesidad insana de hacerla suya fuera dónde fuera. En cambio, para Kai era distinto, le excitaba sentir aquel pellizco de descontrol, pero a la vez no sabía muy bien lo que estaba haciendo, no lo relacionaba con el sexo. Una vez estuvieron dentro, fueron pasando como dos peonzas de una pared a otra del recibidor hasta llegar al comedor, dejando por el camino sus bolsas, chaquetas y bufandas. El rubio sujetaba su cara entre sus manos para poder llenarla a besos mejor, mientras que ella no sabía exactamente dónde colocar las manos, por lo que iban de la cintura al pecho y del pecho al cuello. Por un momento, ambos se coordinaron para separarse y contemplar sus expresiones de placer, a lo que Kai respondió mordiéndose el lateral del labio inferior, algo que enloqueció a Steve, volviendo a cerrar la distancia entre ellos. Pero él sabía que debía estar seguro de que la noche terminaría como parecía ser, no quería presionarla, ni arriesgarse a abrir la puerta de un extremo en el que luego no iba a entrar.

Volvió a dejar sus labios a un centímetro apoyando su frente con la de ella.

– Si seguimos ahora, no sé si podré parar –. Se rieron los dos –. Quiero que estés segura de esto. Si no te ves preparada será mejor que lo dejemos aquí.

Kai no respondió al instante, tenía que reflexionar bien la propuesta y de forma rápida. Si por ella fuera diría que "SÍ" al momento, pero tenía que analizar que todo estaba correcto, que era como debía ser. Aunque, realmente, tan solo hacía falta una cosa y ella estaba convencida de que Steve era la persona correcta, quizás no la definitiva, pero sí la correcta.

– Quiero, pero con una condición. Necesito que suene ABBA de fondo.

El chico primero levantó la ceja, para luego entender a qué se debía, al parecer su hermana también iba a tener algo que ver con su primera vez. No es que le importase, aunque sabía que algún día debería hablar con ella sobre eso, pero aquella era su noche, por lo que respondió con una sonrisa de afecto.

– No sé si tengo algún cassette de ABBA.

– Yo sí – respondió bajando la mirada y escondiendo el rojo de sus mejillas por la vergüenza.

– Vaya, vaya, sí que vas preparada – carcajeó. Entonces se apartó y fue en busca de su bolso que se había quedado en el suelo de la entrada.

Era un poco loco llevar un cassette de ABBA siempre encima, pero desde que lo suyo con Steve empezó debía ser previsora, nunca se sabía cuándo podía ocurrir y más teniendo en cuenta la pasión que corría entre ellos.

– Toma.

– Estás loca – musitó depositándole un fugaz beso en los labios.

Una vez la música estuvo puesta y, empezando por Waterloo, Steve volvió hacia ella para asegurarse de que aquel era el día. Con solo una mirada suya llena de brillo supo que sí. Sonrió. Acto seguido hizo fuerza para poder subirla, consiguiendo que se quedara abrazada a él como si fuera un koala, así podía tenerla a su altura y admirarla mejor, porque aquello era lo que a Steve más le atraía de ella. Su admiración. Pudo haberse quedado horas observando todos sus movimientos, pero también podía besarla y tenerla para él, algo que deseaba desde hacía tiempo, pero no lo sabía por aquel entonces.

Se sentó en el sofá, quedando ella encima de él. La música no estaba mal, nunca se planteó tener a ABBA de fondo, pero no le desagradaba, eran canciones bastante íntimas. Pocos detalles más hubo antes de que Kai empezara a juguetear con el borde de la camiseta de él como símbolo inconsciente de que se la quitara. Steve lo entendió, en menos de un segundo su torso estaba descubierto y ella tuvo que ahogar un grito de exaltación, porque le encantaba. Estaba musculado, pero no de forma exagerada, lo suficiente como para sentirse protegida si le abrazaba. Por mucho que quisiera no podía apartar las manos de allí y a su vez sentía que era el momento de que ella se mostrara también. Poco a poco fue desabrochando la camisa que llevaba, lo hizo lentamente, pues vio que el rubio estaba embriagado mirando la escena.

Se la había imaginado muchas veces sin ropa, de hecho había soñado hasta con eso, pero ninguna de aquellas veces igualaba a lo que estaba viendo en persona. Le encantaba, era preciosa. Quizás para otro no, pero para él lo era. Tenía la piel tan blanca y suave que parecía estar tocando harina, su vientre plano y delicado, y los pechos bien firmes. Nada que envidiarle a ninguna de las chicas que habían ido antes que ella, de hecho, la prefería ante todas. Poco a poco deslizó la lengua por su cuello, siguiendo un camino de besos hasta llegar a la clavícula, yendo directamente al principio de su pecho.

– ¿Puedo? – murmuró. Ella asintió decidida y no vaciló en desabrocharle el sujetador, dejando a la vista algo que sería su perdición.

Tuvo que hacer miles de esfuerzos para no dejarse ir y saltarse el protocolo, pues ya no solo era sentirse hambriento de más, también era el oír la respiración agitada de Kai que parecía estar abandonando su cuerpo. Después de investigar bien ambos pechos, no pudo esperar más y cambió la posición haciéndola girar noventa grados. Se quedó él estirado encima, bajando por todo el cuerpo con fuertes besos, pero antes de seguir explorando volvió a juntar sus bocas e hizo un poco de presión entre sus zonas íntimas para asegurarse de que le correspondía. Kai notó como algo duro se ponía en su entrepierna, algo que no había visto ni tocado nunca, pero que le provocaba una especie de éxtasis y miedo a la vez. Porque, como siempre le habían dicho, le dolería.

Aun así, lo quería, si era de Steve lo aceptaría por muy doloroso que fuera. Al fin y al cabo, es algo que tenía que pasar.

– Cariño... – murmuró él. Era la primera vez que decía eso, pero le salió sin pensar, algo que a la morena le provocó un vuelco en toda su alma. Quería inmortalizar aquel momento para toda su vida –. Voy a bajar. Así que si en algún momento te duele o te sientes incómoda, dímelo, por favor. No haré nada que tú no quieras que haga.

Volvió de nuevo a reseguir su cuerpo con los labios, hasta pararse frente al botón del tejano que no dudó en desabrochar. Aunque su mente le dijera lo contrario, prefirió desvestirla lentamente para no ponerla más nerviosa. Notó un poco de temblor en sus piernas y sintió el deber de tranquilizarla con caricias y besos.

– No pasa nada. Procuraré no hacerte daño – le susurraba en los labios mientras empezaba a acariciar la zona suavemente –. Ves, no duele.

Era su primera vez y sabía que sería difícil de franquear, pero con paciencia y delicadeza podría conseguirlo. Tampoco le importaba pasarse toda la noche intentándolo, al contrario, lo deseaba.

Siguió haciendo círculos por la parte inferior de su sexo, pero estaba muy seca, por lo que se vio con necesidad de bajar y humedecer la zona. Al principio fue muy raro para ella, pero apenas un minuto después empezó a sentir una inmensa calor apoderándose de su cuerpo, provocando que a cada movimiento de lengua le viniera un espasmo seguido de un pequeño gruñido de placer que, para Steve, fue más que suficiente para seguir más decidido. Así hasta sentir que estaba lo suficiente húmedo como para que él volviera de nuevo a centrarse en sus labios y su mano siguiera con el resto. Ahora sí que sentía cómo empezaba a retorcerse de placer. Quería besarla cada vez que se mordía el labio o que lo miraba con expresión de súplica para que fuera a más, pero él no podía apartar la mirada. Era como cuando oía un recital de piano, podía morirse en aquel mismo instante porque ya se sentía completamente lleno.

– Eres espectacular – soltó sin pensar en aquel momento.

Volvió a sentir ese vuelco de nuevo, que era como si fuera a derretirse como un helado en verano. Pero aquella sensación de necesitar más la desconcertaba, era extraña. No quería que parara, pero a la vez deseaba que lo hiciera para que le enseñara otra cosa. Steve bajó la intensidad poco a poco, dejándola solo con la respiración agitada y depositándole un largo beso en los labios antes de cogerla de nuevo en brazos para llevarla a su cama. Después de eso desapareció un momento para ir a buscar el reproductor de música que todavía sonaba. Cuando regresó con él, Kai no pudo evitar reírse.

– Si la princesa quiere música, tendrá música.

Lo conectó de nuevo y volvió a sonar, pero ahora fue la melodía de Our Last Summer la que invadió la habitación. Después se bajó los pantalones y seguidamente el bóxer, dejando ahora libre toda su parte que asustó un poco a la chica, pues para ser la primera vez que veía algo así creía que era bastante grande.

De nuevo se puso encima de suyo y mientras con la derecha le acariciaba el pelo y la mejilla, con la izquierda abría el cajón de la mesita de noche para sacar la protección.

– Es posible que te duela, es tu primera vez.

– Lo sé –. Tragó saliva.

– Aún estás a tiempo de echarte atrás.

Ni loca se negaría ahora. Le tenía miedo, sí, mucho, pero era su momento y llevaba deseándolo mucho tiempo.

– Hazlo.

Solo le hizo falta aquella respuesta para convencerse de que estaba a punto de ocurrir. Se puso el condón rápidamente y se colocó preparado para entrar. Nunca había desvirgado a nadie, era así de cierto, tampoco sabía muy bien qué hacer, pero intentó recordar cómo se sintió él en su primera vez, aunque para nada tenía que ver. Le agarró la mano y presionó sus labios contra los suyos, mientras que con la otra se colocaba bien el miembro y apretaba sus caderas. Estaba bastante estrecho, lo cual era de esperar, pero aquella sensación le provocaba más placer que no de la otra forma, era como si pudiera sentirlo mejor y eso le excitaba. Kai hizo una mueca de dolor, pero no emitió ningún ruido, nada. Porque debía concienciarse de ello y además le gustaba. Steve lo estaba haciendo perfecto. Empujó un poco más y notó como ya empezaba a abrirse, pero a su vez empezaba la sequedad y con la mano de ayuda volvió a estimular su clítoris al mismo tiempo que penetraba un poco más. Volvió de nuevo la expresión de placer a su rostro y le animó para seguir, quedando poco para que entrara entera.

– Ya casi está – susurró.

– ¿Aún no estaba? – preguntó con una mezcla de confusión, placer y miedo. Él volvió a reírse, era tan inocente a veces.

– No, cariño –. La besó de nuevo y se vio preparado para dar la última embestida. Así que cogió aire e hizo un rápido movimiento de cadera hasta que sintió como había llegado a lo más profundo de ella, quedándose sin aire por unos segundos –. Ahora sí – emitió un gruñido ahogado.

De allí en adelante ya no pudo parar. Kai había abandonado el dolor por el placer absoluto y apenas quedaba un ápice de miedo o temblor en su cuerpo. Era el descontrol en estado puro, porque quería que fuera más rápido, pero a la vez que no terminara nunca, y a él le pasaba igual.

Inhalaban.

Exhalaban.

Resoplaban.

Se besaban.

Así estuvieron un buen rato hasta que Steve notó como la humedad de ella empezaba a invadir la cama. Había leído que era algo que no solía pasar si era la primera vez, por lo que se sintió orgulloso de haberlo conseguido. Sonrió y la besó de la forma más pasional, pero a la vez romántica, que su excitación le permitía hacer. Fue cuando ella gimió en su boca que se vio perdido y sin otra salida que dejarlo ir, porque no podía retenerse más, había aguantado demasiado. Aceleró el ritmo hasta que llegó a su éxtasis, manteniéndose unos instantes más dentro de ella hasta que lo hubo expulsado todo. Luego se retiró, dejándose caer a su lado.

Se quedaron ambos recuperando el aire y la compostura, mientras dibujaban una sonrisa en sus rostros y se agarraban de nuevo de la mano.

Aquella noche no repitieron de nuevo, por mucho que Steve se muriera de ganas. Ella estaba muy cansada y se quedó dormida enseguida, lo cual era de esperar teniendo en cuenta que fue su primera vez. Él, en cambio, tardó un poco más, se quedó pensativo un largo rato, mirándola mientras le apartaba los mechones de la cara, pensando en ella, en cómo cambiaron las cosas en cuestión de semanas. Recordó la falta de elocuencia de ambos al principio, creyendo una faceta del otro muy distinta a la que era. Luego se preguntó en qué momento cambió todo. ¿Fue la noche del beso? Es probable, pero él estaba convencido de que no fue por eso, no. Empezó todo en su coche, allí fue cuando se dio cuenta de que el mundo interior de aquella chica era más interesante de lo que se imaginaba, y por alguna extraña razón empezó a sentir la necesidad de volver a entrar allí dentro, de sentir aquella paz que tanto anhelaba, sin prejuicios ni comparaciones, ni discusiones, ni presión. Solo siendo él, Steve.

Siguió fijo en ella y entonces se preguntó algo de lo que tenía miedo saber la respuesta: ¿La quería? Sin duda, era obvio que algo sentía por ella, pero, ¿se estaba enamorando? Eso ya era más difícil de saber, porque a veces dudaba de si alguna vez había experimentado ese sentimiento, de sí durante sus tres años con Emily se había sentido así. Seguramente sí, pero era muy distinto porque en aquel entonces aún era un crío y no le daba tanta importancia a cosas que ahora sí. Pero no se arrepentía, sabía que si no hubiera sido por esos tres años, él no estaría con Kai. Ya que aquella relación, a la que estaba convencido de que no volvería, le había enseñado el valor que tiene sentir el calor de alguien y a no pensar solo en él, además de comprender que aquel prototipo de chica que perseguía no era el suyo.

✩  ✩  ✩

Se despertaron prácticamente a la vez, con las sábanas pegadas como si acabaran de dormir todas las horas de sueño acumuladas que tenían. Aquella mañana no tenían clase a causa de una vaga de estudiantes universitarios, por lo que no se preocuparon por haberse despertado cerca de las doce. Además, Kai entraba a trabajar a las cinco.

Procuraron prepararse un buen desayuno compuesto de huevos y bacon que tomaron en la cama.

– ¿No se supone que los deportistas tenéis que comer sano? – preguntó ella mientras le daba un mordisco a un trozo de bacon.

– También se supone que debería salir con una animadora, pero no me van los clichés.

– Teniendo en cuenta tu última relación, me cuesta de creer – murmuró, pero él la oyó y respondió dándole un empujón que terminó en un forcejeo lleno de carcajadas, dejando a un lado sus platos y terminando por volver de nuevo a ocupar la cama entera.

Esta vez fue él quien se quedó abajo y ella, con el cuerpo inclinado, lo besó como si aquel fuera el último beso que le daría nunca. Dejó en sus labios todo lo que empezaba a sentir, pero que no se atrevía a decir y luego optó por ser algo más pícara.

– Siempre puedo vestirme de animadora si quieres.

Por un momento, se la imaginó y sintió la gran necesidad de proporcionarle un uniforme de inmediato, pero conocía muy bien sus gustos y sabía que si la vestía de animadora él se perdería completamente.

– Hazlo, pero es probable que partamos la cama.

– ¡Serás cerdo! – exclamó apartándose de él para volver de nuevo a su desayuno.

Steve hubiera respondido con alguna otra broma como era costumbre, pero el timbre empezó a sonar varias veces y no pudo obviar la visita. Aunque de haberlo sabido lo hubiera hecho.

A regañadientes se dirigió hacia la puerta, miró por la mirilla y supo que no tenía más remedio que abrir.

– ¿Papá? ¿Qué haces aquí? – preguntó el rubio al ver que era su padre quien estaba tras el umbral. Se le veía tan pulcro, con su traje oscuro, el cabello canoso bien engominado y aquel olor a Calvin Klein, que a su vez mostraba una expresión de tristeza. Algo que pocas veces había visto en él.

– ¿Puedo pasar?

Dejó entrar al hombre, más bien este lo tomó como un "Sí" y se adentró como si aquella fuera su casa, aunque literalmente le pertenecía, ya que la pagaba él. Vio el pasillo esparcido de ropa y el sofá que todavía estaba decorado con las camisetas y otras prendas de la noche anterior. Por suerte, ambos habían tenido ocasión de ponerse la ropa interior mucho antes. Steve no dijo nada y el padre tampoco, se limitó a mirarlo como solo un padre sabe hacer en estas ocasiones, después se sentó.

– ¿Estás solo? – preguntó para asegurar.

– No – musitó.

– Me gustaría hablar contigo, es importante.

– Claro, solo dame un segundo.

Entró en la habitación para sacar dos sudaderas de su armario, una para él y otra para ella, la cual le quedaba como un vestido. Luego le comentó que su padre estaba en el comedor, pero que al parecer quería hablar de algo y le recomendó que se quedara allí hasta que él la avisara.

– Lo siento, no quiero dejarte sola.

– No te preocupes, ve. A mí no me importa.

Dicho eso, le dio un fugaz beso y volvió de nuevo con su padre, el cual ya estaba acomodado y listo para hablar. Se produjo un largo silencio que preocupó al rubio más de lo que esperaba. La última vez que se presentó en su piso le confesó algo bastante perjudicial para su familia, solo esperaba que esta vez no fuera peor.

– Tu madre y yo nos divorciamos.

Definitivamente, era peor.

– ¿Qué?

– Lo dicho. Creemos que lo mejor es dejarlo, este último mes ha sido imposible. No hay forma de solucionarlo, yo no sé qué más hacer y ella no cede, solo hago que perder la paciencia y luego va a peor. Casi no hablamos, no nos miramos, no compartimos nada. Para vivir así es mejor que cada uno haga su camino.

El rubio enterró la cabeza entre las manos, necesitaba masticar lo que acababa de oír y encontrarle el sentido, porque para él no lo tenía.

"Respira. Inspira. Cálmate. Respira. Inspira. Cálmate. Respira. Inspira. Cálmate".

Era lo que se repetía cada vez que entraba en el campo. Le funcionaba, aunque esta vez no servía de mucho, pero intentó hablar tranquilo.

– Vamos a ver. ¿Entonces os divorciáis porque ninguno de los dos es capaz de ceder en su parte?

– Es tu madre la que no cede, yo me disculpé de la mejor forma que supe.

– ¿Llevándola a cenar al Ritz? – preguntó con sarna.

– Efectivamente, es su lugar favorito –. Steve resopló y volvió a llevarse las manos a la cabeza.

– Qué pena me dais.

Se levantó para ir a buscar un vaso de agua a la cocina o para intentar obviar la conversación, seguramente la primera era la excusa de la segunda, pero el padre no lo iba a dejar estar y lo siguió.

– Me imagino que debe ser duro para ti, ha sido repentino y bueno, sé que ninguno esperaba terminar así –. No recibió ninguna respuesta por parte del joven –. Piensa que tomamos la decisión hace una semana, por lo que todavía no habrá ningún cambio en lo que viene a ser a domicilio, pero es probable que me mude al apartamento de Nueva York y tu madre se quede en Queens. Aun así, habíamos pensado pasar el día de Acción de Gracias los tres juntos en casa. De ese modo podremos hablar tranquilamente, a tu madre le irá bien que estés.

– Espera, espera, espera. No solo resulta que parecéis dos universitarios peleados, sino que hace una semana que lo sabéis y ninguno ha tenido la decencia de decírmelo antes. Pero claro, es buena idea quedar para Acción de Gracias fingiendo tener el espíritu familiar y sacar el tema mientras nos comemos el pavo. Sí, claro, y luego podemos cantar como si fuera un musical, seguro que se soluciona todo.

Se abrió paso ante él para volver de nuevo al salón, pero no fue buena idea porque no pudo dejar de andar de un lado a otro, nervioso.

– Hijo, sé que parece fuerte y es difícil lo que te pido, pero...

– Hablé con mamá la semana pasada –. El padre entornó los ojos –. Tranquilo, no me comentó nada. Si no fuera por ti me llevaría la sorpresa con el pavo en la boca, así que en eso debo darte las gracias.

– Le está costando mucho todo esto, entiende que...

– Me da igual. Sinceramente, me da completamente igual vuestra relación. Lo siento –. No lo decía en serio, claro que no. Pero estaba agobiado y seguía sin entender ninguna de las dos partes –. Divorciaros si queréis, si es lo que os hace feliz, lo apoyo y ya me moveré entre Nueva York y Queens.

El padre entendió la reacción, seguir con el tema no era lo más adecuado y su hijo no iba a cambiar de actitud, por lo menos en unos días. Se sentía defraudado, un mal padre y marido, él que siempre había sido perfecto y un ejemplo a seguir, ahora estaba pendiente de una cuerda en lo que a familiarmente se debe. Tuvo que tener la mente fría para dejar el tema y fingir que todo iba a ir bien, así que de nuevo volvió a sentarse.

– Y la chica con la que estás, ¿es tu novia o...?

– Es una amiga –. Luego lo pensó mejor –. Una amiga especial.

– Oh –. Asintió –. ¿Pero vais en serio como con Emily? –. Su hijo no se dignaba ni a mirarlo porque todavía estaba intentando calmarse.

– No. Bueno, sí. La verdad es que no hemos hablado de eso.

– ¿Y es de la universidad?

Quizás no era la mejor manera, pero él decidió que así fuera. Fue directo a la habitación en busca de la chica que estaba embobada mirando por la ventana. La cogió del brazo y la llevó hasta el comedor, algo que desconcertó a Kai, pero, haciendo memoria de lo poco que sabía sobre la relación de Steve con su padre, intuyó que algo no iba bien.

– Ella es Kai, estudia en Columbia – la presentó con desgana. No porque le avergonzara, sino porque creía que su padre no merecía conocerla.

– Encantada – saludó de forma educada y dulce, obviando el hilo de tensión que corría.

– Un placer – dijo el padre levantándose para darle dos besos –. Soy James, el padre de... Steve – recordando que aquel era el nombre que usaba.

El hijo dejó ir una risa irónica provocada por su mismo enfado. El hombre se limitó a mirarlo, pero no dijo nada sobre aquello.

– La compañía es muy grata, pero debo irme, tengo una reunión. Un gusto conocerte, espero verte de nuevo si mi hijo te trae a casa.

– Claro – respondió ella, sonriente.

– Tranquila, ahora tienes dos para elegir – dijo casi para sí mismo, aunque le oyeron, pero fingió no haber dicho nada –. Gracias por venir –. El padre asintió porque tampoco encontró palabras.

Lo acompañó hasta la puerta de mala gana y antes de irse él lo miró.

– Nos importas mucho, Jamie –. Odiaba ese diminutivo y en ese mismo instante más que nunca –. Tu madre y yo estamos preocupados por ti y esta decisión nos está costando en parte por ti, por tu bien.

– Tengo veintiún años. Podré soportarlo.

– Sí, no tengo duda de eso. Espero verte la semana que viene.

"¿Por Acción de Gracias? Antes lo pasaría en casa de los Brown", pensó, pero respondió con un simple gesto de cabeza. Luego cerró la puerta tras él.

Se sentía desorientado, enfadado, desilusionado, defraudado, un mal hijo... todo. Lo sentía todo y nada era bueno. Con lo tranquilo que estaba antes de que él llegara. Sin pensarlo, se sentó donde hacía unos segundos había estado su padre y se escondió en sí mismo para recapacitar. Pronto notó una presencia a su lado. Casi se había olvidado de que no estaba solo y, sin pensarlo mucho, se abrazó a ella y se quedó como un niño pequeño encima de su pecho mientras le acariciaba el cabello y lo calmaba.

– Kai, eres de las pocas personas en las que confío al cien por cien – confesó con un hilo de voz.

Ella le abrazó más fuerte para asegurarse de que se sentía del todo arropado, para que estuviera convencido de que no iba a soltarlo en un momento tan delicado como aquel, aunque no estuviera siendo sincera del todo.

—————
Buenaaaasss!!!

ABBA de fondo en su primera vez y Steve asegurándose de que sea perfecto...🥰 AIIIIIXXX ME LO COMOOOOO😍

Y el padre rompiendo el momento😑

Espero que os haya gustado, en el siguiente se viene un poquitito de drama, pero os prometo que no es nada grave (al menos para vosotras, para Alyn...).

Os veo el martes😉

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