Capítulo 25

Coincidir con una persona, mental y emocionalmente
es una suerte. Es como tropezar con la felicidad.
Walter Riso

Newen se había quedado dormido en el suelo de madera de su buhardilla con un pincel entre los dedos y una obra a medio acabar sobre el caballete. Quedaban apenas seis días para Acción de Gracias y debía terminarlo para entonces, ya que era un regalo para sus padres. Sin embargo, el sueño pudo más con él. O al menos hasta que llamaron al timbre.

El sonido reverberó por toda la estancia hasta colarse por la puerta entornada de su estudio. Aún con los ojos cerrados frunció el ceño y se removió, refunfuñando por el insoportable ruido. Este no cesaba, al contrario, parecía insistente hasta el punto de que no le dio otra opción que despertarse. El castaño maldijo por lo bajo, al tiempo que entreabría los ojos, que se mantenían casi pegados por el sueño, y descendió por la escalera con lentitud. Por más que murmuraba un aviso de que ya iba, el timbre no dejaba de sonar.

Frustrado y con su mano frotando su ojo izquierdo se dignó a abrir la puerta.

– ¿Alyn? – su pregunta salió rasposa, aunque sorprendida.

– Hola – lo saludó la chica antes de ponerse de puntillas para dejar un casto beso en sus labios y pasar por debajo de su brazo para entrar.

– Claro, adelante, como si fuera tu casa – ironizó. La siguió hasta la sala, donde no dejaba de dar vueltas –. ¿Qué haces aquí tan tarde?

– ¿Tarde? Si solo es media noche.

"¿Solo?", pensó Newen. "¿A qué hora me he quedado dormido?", añadió.

– Da igual, aun así es tarde para aparecer de la nada en mi puerta y como si tuvieras un ataque de nervios –. Sus propias palabras le hicieron reaccionar y despejarse de golpe. Acortó la distancia con dos zancadas y tomó el resto de la chica con sus manos –. ¿Ha pasado algo? ¿Estás bien? ¿Kai? – lanzó el interrogatorio con preocupación.

– No ha pasado nada, estoy bien y Kai también – respondió, deteniendo su mirada en la herida de su ceja.

– ¿Entonces? – cuestionó tras dejar escapar un suspiro de alivio –. ¿Qué te ha traído hasta aquí –, bostezó –, a media noche?

Alyn sentía un nudo en el estómago y los nervios la trasformaron en un terremoto andante. No podía parar de moverse.

– ¿Re... recuerdas que hace casi un mes (o puede que ya haya pasado un mes, no me acuerdo) me hiciste acompañarte, a ti y a Kai, a hacer un graffiti porque ella quería reivindicar los derechos de su profesora? –. El castaño asintió con un leve sonido mientras la seguía con la mirada, aunque no se estaba quieta. Caminaba y caminaba por toda la sala, mirando a todas partes –. Pues desde ese día, desde que desenterré la... bueno, ya sabes, la libreta esa... no he dejado de mirar los dibujos y desde que me hiciste pintar en tu estudio –, hizo una pausa para tragar saliva –, los he admirado de otra forma. Ya sabes que no he parado de dibujar desde entonces. Se ha vuelto una obsesión –. Cada vez hablaba con más rapidez –. Dibujo en los libros, cosa que odio, pero que no puedo evitar; en los márgenes de las libretas, en las servilletas... En todos lados.

– Eso no está...

– Y también he vuelto a dibujar en esa libreta – lo interrumpió, como si ni siquiera lo hubiese llegado a escuchar –. Yo que pensaba que nunca volvería a tocarla... Pues ahí están, nuevos dibujos –. Agitó la cabeza y se reprendió a sí misma cuando se dio cuenta de que se estaba desviando del asunto –. La cuestión es que hace unos días vi un dibujo, uno de los últimos que hice antes de dejarlo y... Bueno, a mi mente se me vinieron todas tus palabras –. Newen la miraba desconcertado, ya que no estaba entendiendo a dónde quería llegar y mucho menos el porqué se encontraba en ese estado –. Todas esas veces en las que me decías que tenía que ser menos cuadriculada, que no fuera tan cerrada y que me atreviera más, que hiciera más locuras. Y no sé... Hace una hora intentaba dormir y se me ha ocurrido... Pero no sé, Newen. Porque todo se me está mezclando. Y, claro, dibujar es mi pasión, eso lo sé, pero... No sé si tanto como para...

– Alyn, para – le ordenó deteniendo su caminar y también su verborrea. La tomó de los hombros e hizo que lo mirara –. Relájate – le pidió con suavidad –. Sea lo que sea que se te haya ocurrido, no tiene que poder contigo. Respira hondo y dilo de una vez. Porque, joder, me estás preocupando.

La castaña rio con nerviosismo al ver la frustración y preocupación en los ojos verdes de Newen. Hizo lo que él le había pedido.

– Quiero hacerme un tatuaje.

El castaño la observó con una ceja alzada, como si eso le sorprendiera, aunque no tanto como lo habría hecho semanas atrás. Ahora entendía los nervios de la chica, no era común en ella interesarse por esos actos, al menos no en ella misma y tan impulsivamente.

– Eso es genial, pequeña loca. No tienes por qué alterarte – intentó calmarla, mientras posaba las manos en su cintura para acercarla a él –. Como persona que tiene tres...

– ¿Tres? – lo interrumpió, extrañada, al tiempo que pasaba sus brazos por los hombros del chico –. Pensaba que solo tenías dos.

– El tercero está en el omóplato. Nunca me has visto sin camiseta, así que no lo has podido ver.

– Mmm... Pues creo que eso lo podríamos solucionar – insinuó con tono inocente, pero acariciando el borde de la camiseta blanca del castaño. Newen la miró, asombrado.

– ¿Quién es esta Alyn atrevida y qué has hecho con la otra? – bromeó.

– La verdadera Alyn ha salido de la jaula – confesó y, aunque le estaba siguiendo la broma, su tono sonaba firme –. Por tu culpa.

– Pues adoro a tu yo verdadera.

Se inclinó hacia abajo dispuesto a fundir sus labios contra los de la chica, pero en cuanto se rozaron esta se apartó y lo rodeó, dirigiéndose de nuevo a la puerta.

– Pues vámonos.

– Espera... ¿Qué?

– Me has dicho que estás de acuerdo en que me haga el tatuaje, pues vamos – le recordó con una sonrisa.

– ¿Ahora? –. Asintió –. Es media noche y...

– Hace poco me explicaste que el de Picasso te lo hiciste en una noche de insomnio y por aburrimiento; además de porque te gustaba, claramente.

– ¿Y ese es tu argumento para hacer lo mismo?

– Ese es mi argumento para que me lleves al mismo local, ya que yo no tengo ni idea de dónde pueden hacer tatuajes a estas horas – confesó. Un segundo después, su fase atrevida se desinfló levemente y se acercó a él dejando una mano en su pecho –. Y podría esperarme hasta mañana, pero siento que entonces volveré a mi mente cuadriculada y me arrepentiré –. Silencio. Sus ojos conectaron –. Por favor, Newen, quiero hacer esto.

El castaño le sostuvo la mirada durante varios segundos, unos que a la chica se le antojaron minutos. Pero, tras ellos, Newen dejó escapar un suspiro y se dirigió a su habitación.

– Voy a cambiarme.

Alyn saltó de alegría en medio del salón.

✩  ✩  ✩

El ojiverde abrió la puerta de aquel local de Brooklyn, hasta dónde tuvo que conducir solo por el impulso de la chica, y la dejó pasar antes de adentrarse él. El lugar se encontraba tal y como estaba la última vez que lo visitó, hace un par de meses. No se hizo ningún tatuaje, fue solo para visitar a aquellos tatuadores que se convirtieron en amigos.

Como la chica que se encontraba en esos momentos detrás del mostrador. Llevaba el pelo castaño un tanto cardado y su maquillaje resaltaba por lo exótico que era. Además de que los pircings y tatuajes que adornaban su cuerpo hacían que toda ella impusiera. Por ello, Ethan notó como Alyn se tensaba levemente a su lado.

– Me alegra verte, Astar – la saludó el chico mientras se acercaba con la mano unida a la de su acompañante.

– Pero mira a quién tenemos por aquí – contestó la chica, mirándolo con una sonrisa burlona –. Has estado desaparecido.

– Lo siento, me pasaré más a menudo.

Los ojos verdosos, mucho más que los del chico que tenía al lado, se posaron en la castaña con interés. La analizó de arriba abajo antes de dirigir su mirada al reloj que descansaba en una de las paredes y que marcaba la una de la mañana.

– Ethan, la una de la mañana y una chica – enumeró –. ¿Quieres empezar la noche con un tatuaje para terminarla con un polvo?

Alyn la miró, asombrada, ante tanta crudeza y, tras analizar sus palabras, se sintió herida. El chico apretó su mano y bufó en desacuerdo sobre lo dicho por su amiga. A veces odiaba su lengua sin filtro.

– Astar, no estoy de juerga – empezó a explicarle –. Y, lo más importante, ella no es solo un polvo.

– Umh...

Esas palabras lograron causar aún más interés en la joven, que esa vez observó a Alyn con otros ojos. Esta la miraba desconfiada y algo ofendida por su insinuación anterior, pero lo que terminó por ganar fue el desconcierto, ya que Astar esbozó una sonrisa ladeada.

– Me caes bien.

– ¿Solo porque no soy un simple polvo? – preguntó con algo de rencor.

– Efectivamente – respondió la otra con sencillez –. Astartea, encantada –. Le tendió la mano.

– Alyn –. Y añadió –: ¿Qué significa tu nombre? –. Le pudo la curiosidad –. Nunca lo había escuchado –. Ethan sonrió ante la escena.

– Astartea es el ángel femenino del infierno.

La ojiazul la miró de arriba abajo antes de contraatacar con un comentario.

– Te pega.

Astar se quedó en silencio y seria unos segundos antes de soltar una carcajada, conforme con el carácter de la acompañante de Ethan, quién era consciente de que ya se la había ganado.

– ¿Qué te quieres tatuar esta vez, guapo? –. Volvió la atención al chico.

– En verdad es ella la que se quiere tatuar – respondió al tiempo que miraba a Alyn con una sonrisa.

– ¿Y qué te quieres tatuar, bonita?

– Tengo el diseño en el bolsillo, pero... –, se mantuvo en silencio y miró de soslayo al chico antes de añadir –, no quiero que Ethan lo vea hasta que esté hecho.

– ¿Perdona? – preguntó el nombrado, ofendido, y se giró completamente hacia ella –. O sea, que apareces en mi casa a media noche, me despiertas, te paseas por mi salón como una pequeña loca y me haces conducir hasta Brooklyn porque quieres hacerte un tatuaje, ¿y no me dejas verlo? –. Alyn lo pensó unos segundos.

– Efectivamente – respondió con simpleza, causando que el castaño la mirara con ganas de asesinarla.

– Definitivamente, me caes bien – intervino Astar, recibiendo otra mirada airada del chico –. Dame el diseño doblado y yo me encargo del resto sin que el niño guapo lo vea.

Eso hizo. La chica le dio dibujo antes de dirigirse a los sillones de espera junto con Ethan. Este se sentó y tiró de ella para que cayera en su regazo. Alyn miró las fotos de todos los tatuajes a su alrededor y los nervios se apoderaron de ella.

– ¿Al menos puedo saber en qué parte del cuerpo te lo vas a hacer? – le preguntó al tiempo que su mano acariciaba su rodilla con cariño.

– En el interior del bíceps izquierdo – respondió apartando la mirada de las paredes para fijarla en la suya. Ethan detectó el miedo.

– ¿Te estás arrepintiendo?

– ¿Es demasiado tarde para salir corriendo?

El chico rio antes de sellar sus labios con los de ella en un beso lento y tierno, en el que intentó calmarla. Lo logró durante un tiempo escaso, hasta que Darcel, el tatuador, hizo acto de presencia junto con un cliente. Se despidió de este antes de girarse hacia la pareja.

El castaño se puso en pie, causando que la chica también lo hiciera, y se acercó al rubio para saludarlo. Presentó a Alyn, y Astar, tras cobrar y despedir al cliente anterior, le explicó que ya estaba preparado el diseño en la estancia donde la tatuaría y que Ethan no podía verlo hasta finalizar.

– Tranquila – le murmuró con sus labios rozando su boca –. Si cambias de opinión y me necesitas contigo, solo di mi nombre y entraré – le aseguró con dulzura. A Alyn se le derritió el corazón antes de besarlo –. Suerte.

Se dieron un casto beso antes de que se adentrara en la estancia donde Darcel la esperaba y él se quedó en el pasillo, no muy lejos de la puerta, esperando.

Alyn no lo llamó, aguantó; y Ethan se impacientó, deseando saber qué dibujo propio había querido tatuarse aquella pequeña loca.

✩  ✩  ✩

El trayecto de regreso se hizo eterno para Newen, quien miraba el brazo de la chica de reojo mientras conducía. Alyn había salido de la habitación con su jersey y chaqueta ya puestos, por lo que no pudo ni intuir que era lo que ahora llevaba impreso en la piel.

– ¿Me lo vas a enseñar de una vez? – se impacientó una vez traspasaron la puerta de su apartamento.

La chica rio al tiempo que dejaba la chaqueta en el recibidor y se encaminó al salón, seguida por él.

– Un tatuaje por un tatuaje – negoció Alyn, mientras se sentaba en el sofá y Newen tomaba lugar a su lado.

– No me parece justo después de todo lo que me has hecho hacer esta noche, pero sé que no me vas a dar otra opción, así que... Me parece bien.

– Pues...

– No, no – negó, leyéndole la mente –. Tú primera, que te veo venir –. Alyn volvió a reír antes de aceptar.

Con cuidado, ya que estaba recién hecho, alzó la manga de su jersey hasta que quedó recogida en su hombro, dejando a la vista el papel film que lo protegía. Aun así se podía apreciar bien.

Newen contuvo la respiración al instante en que sus ojos captaron el dibujo. Levantó la vista hacia los ojos de la chica, que lo miraba con nerviosismo mientras se mordía el labio inferior.

En el interior del bíceps izquierdo de Alyn descansaba el cuadro de Van Gogh, La noche estrellada, pero lo hacía en forma de un corazón anatómico.

– Alyn... – susurró, un tanto anonadado, al tiempo que acariciaba el contorno con suavidad.

– Fue un dibujo que hice hace años – le explicó en un murmullo –. La noche estrellada siempre ha sido mi obra favorita, te lo dije aquella noche en el bar –. Newen recordó aquel momento y esbozó una sonrisa mientras volvía a mirarla.

– Con que sabías de arte por simple cultura general, ¿eh? – bromeó, causando que la chica se ruborizara.

– No me creí esas palabras, pero era lo que se esperaba de mí.

– Yo no lo esperaba, yo quería la verdad.

– Y la obtuviste – puntualizó –. Amo pintar y dibujar, es algo que me hace sentir bien, completa. Y cuando miro este cuadro... –, bajó la mirada a su tatuaje –, siento millones de cosas, pero, sobre todo, que junto al arte es dónde quiero estar.

Newen tomó el mentón de la chica para alzarle el rostro y esta se encontró con que el chico esbozaba una amplia sonrisa. El castaño se inclinó hasta que juntó sus labios con los de ella y la besó con ternura.

– Tu turno – comentó tras separarse.

Este sonrió al tiempo que se deshacía de su camiseta, dejando a la vista su cuerpo trabajado. No estaba al nivel de Steve, quien debido a los entrenamientos de fútbol americano tenía un abdomen bastante marcado, pero sí tenía abdominales que a Alyn no le pasaron desaparecidos. La chica no pudo evitar recorrer el torso del chico y sentir que sus pulsaciones se aceleraban. Era humana, al fin y al cabo. Sin embargo, se obligó a apartar la mirada antes de que el castaño la pillara. Aunque fue demasiado tarde, Newen sonrió consciente del embobamiento de la chica mientras se daba la vuelta para enseñarle el tatuaje.

La ojiazul centró su atención en el omóplato tatuado. Sobre él había una huella de oso, con zarpa. Sin embargo, lo que debía ser la palma de la huella en realidad era la figura de un oso. Era detallado y bestial, y a Alyn le fascinó.

– Representa mis raíces – le explicó sin girarse a mirarla –. Fue el primer tatuaje que me hice, tenía apenas diecisiete años –. Tragó saliva al sentir como las yemas de los dedos de la chica lo acariciaban –. Una noche tuve una pesadilla. Volvía a tener tres años y veía como el vecindario discriminaba a mi madre por de dónde venía. Yo no podía hacer nada para evitarlo –. Suspiró y Alyn lo sintió en su mano –. Cuando me desperté tuve claro que no dejaría que eso volviera a ocurrir y que... que amaba mis raíces más que nada en el mundo. Tuve la idea del tatuaje dos días después.

La chica procesó cada una de sus palabras sin apartar la mirada de aquel dibujo. Sin saber muy bien cómo reaccionaría el chico, se inclinó y dejó un suave beso sobre la huella. Newen la observó por encima del hombro.

– Me encanta – susurró ante la intensa mirada del chico.

El castaño se dio la vuelta con lentitud hasta quedar de nuevo cara a cara con Alyn. Posó una mano en su mejilla y la acarició con el pulgar. Sus ojos estaban conectados y la intensidad desbordaba de ambos.

– Y a mí me encantas tú – fue lo último que sentenció antes de inclinarse para besarla.

Fue un beso lento, pero profundo, donde sus lenguas no tardaron en encontrarse y fundirse la una junto a la otra. Las pulsaciones de ambos se aceleraron con rapidez y el cuerpo de Newen se dejaba caer sobre el de Alyn, que retrocedía.

La espalda de la chica chocó contra el sofá, quedando completamente tumbada sobre este. El chico dejó que se acomodara antes de estirarse encima de ella, sin dejar completamente su peso. Los besos se volvieron más necesitados y pasionales. Las manos del ojiverde se encontraron en la cintura de la castaña y las de ella revolvían el cabello de Newen.

A Alyn se le escapó un jadeo cuando le mordió el labio inferior. Sin saber de dónde salía el ardor interior que la impulsaba a querer más, enredó sus piernas en la cintura del castaño. Tiró de él para acercarlo y lo sintió, sintió su excitación contra su muslo.

– Alyn, cariño... –. Fue la primera vez que la nombraba de esa forma, pero ambos estaban muy ocupados como para darse cuenta de ese pequeño detalle. Newen se separó lo justo para mirarla a los ojos –. ¿Quieres seguir?

Para él era importante, tanto el hecho de lo que estaba a punto de ocurrir como que ella estuviera completamente segura de ello. No quería que se precipitaran y, mucho menos, que se arrepintiera al día siguiente. Pero ella asintió con un movimiento de cabeza.

– Pues vamos a la habitación.

Antes de que la chica completara el intento de salir de debajo de su cuerpo, él ya la tomaba entre sus brazos, como un koala. Volvió a besarla, esta vez teniendo que inclinar la cabeza hacia atrás, mientras se dirigía a su habitación.

Cerró la puerta con el pie antes de apresarla contra ella y apretar sus caderas en su pelvis. Alyn gimió al sentirlo de nuevo, causando que sus labios se despegaran y dejara acceso a su cuello. Newen la besó en esa zona mientras la escuchaba jadear.

– Joder... – murmuró la chica, provocándole una sonrisa al chico.

La separó de la puerta para dejarla con suavidad sobre la cama, siguiéndola hasta posarse sobre ella. Los besos aumentaron y con ellos la excitación.

– Creo que estoy en desventaja – murmuró el chico sobre sus labios al sentir los dedos de Alyn acariciándole todo el abdomen, volviéndolo loco.

– Eres libre de ponernos en igualdad de condiciones – le respondió, dejando de lado el control.

El castaño se tomó en serio sus palabras y en menos de dos segundos el jersey de Alyn se encontraba en el suelo, dejando a la vista el sujetador negro. Le pidió permiso con la mirada y esta asintió.

Las manos de este se colaron tras su espalda y deshicieron el enganche del sujetador. Con delicadeza y tratando de acariciar cada tramo de piel, la despojó de él. Ante sus ojos aparecieron los pechos de Alyn, ni grandes ni pequeños, firmes y, claramente, excitados.

Los besos del castaño descendieron por su cuello hasta llegar a uno de sus pechos, el cual besó y mordisqueó con suavidad. La reacción de Alyn fue gemir y arquearse. Eso causó que Newen se atreviera a masajear el otro con su mano, al tiempo que seguía atendiendo el primero con sus labios.

– ¿Te gusta? – le preguntó, jadeante.

Ella estaba tan nublada por la lujuria que no pudo responder. Hacía tanto tiempo que nadie la tocaba de esa manera que el simple roce le quitaba el habla. Pero el chico necesitaba una respuesta.

– Alyn – la llamó, volviendo a poner su rostro delante de ella –. Quiero saber qué te gusta y que no. Dime, ¿esto te gusta? —. Ella asintió con la cabeza antes de besarlo.

El calzado desapareció poco después y con ello los pantalones de la chica, dejándola únicamente en sus bragas. Aunque no por mucho tiempo. Tras volver a darle el consumimiento, Newen se deshizo de ellas. Alyn se sintió expuesta y sus mejillas se tiñeron de carmesí. El castaño lo notó y la besó.

Al tiempo que sus besos se intensificaban, la mano de Newen fue descendiendo hasta alcanzar aquella zona íntima. Su primer contacto fue una simple caricia, pero logró sacarle un jadeo sobre su boca. Esa reacción lo excitó de sobre manera y se atrevió a llevar sus dedos hacia su nudo de nervios.

– Newen... sigue... – murmuró entre jadeos, acotando la petición anterior de decirle lo que le agradaba y lo que no.

El movimiento de sus dedos disminuyó al tiempo que Newen bajaba el rostro hasta sus pechos. Atrapó el otro con sus labios justo en el momento en que uno de sus dedos se adentró en la entrada de Alyn. Un gemido abandonó la garganta de la chica, inundando la estancia. Y el castaño aprovechó para meter un segundo.

Dos dedos entraba y salían con fuerza, mientras que el pulgar se encargaba de acariciar el clítoris; y sus labios besaban sin cesar sus pechos. La excitación era tanta que la estaba llevando al límite. Él disfrutaba de escucharla y sentirla, hasta el punto de que estaba perdiendo el control. Nunca se había sentido así de excitado con nadie y ella, sin darse cuenta, pensaba lo mismo.

– Newen... Newen... – jadeó su nombre cuando sintió que el clímax estaba a punto de alcanzarla.

Sus dedos se perdieron entre las hebras del cabello del chico. Este aceleró el movimiento de sus dedos hasta hacerla alcanzar la cima. Alyn soltó un gemido alto, arqueándose hacia él durante unos segundos antes de caer rendida, pero saciada, sobre el colchón.

Su pecho subía y bajaba con rapidez, y sus ojos se mantuvieron cerrados hasta que sintió como Newen le dejaba un casto beso en los labios para después deshacerse él mismo de las últimas prendas que le quedaban. La chica lo agradeció, ya que necesitaba unos segundos para recuperarse.

Cuando esta bajó la mirada y lo observó, no pudo evitar tragar saliva. No era virgen, perdió la virginidad a los dieciséis, y aunque no había estado con muchos chicos a lo largo de su vida, sabía reconocer cuando uno era dotado o no. Y Newen lo era, y tanto que lo era.

Sin poder controlarse, su mano descendió por el pecho del chico y acarició cada uno de sus abdominales antes de bajar hasta la v y desde allí continuar descendiendo hasta su miembro. Este ya se encontraba erecto y listo, por lo que comenzó a acariciarlo de arriba abajo. Newen gimió al tiempo que posaba su frente sobre la de la chica. Sintió como esta apretaba y aceleraba los movimientos. La besó para ahogar un jadeo en sus labios antes de notar como el presemen aparecía. Fue el instante en el que su mano paró la de Alyn.

Ella entendió, con solo una mirada, que había llegado el momento, que no necesitaba más preliminares. Lo besó con ternura, algo que descuadraba con la situación en la que se encontraban, pero que a Newen le llenó el pecho.

– ¿Estás segura? – le preguntó tras agarrar un condón de la mesita de noche. Quería cerciorarse de que no se echaría atrás. La chica tomó su rostro con ambas manos.

– Estoy segura – aseguró con firmeza.

Esas palabras fueron lo único que necesitó antes de ponerse el preservativo y tomar su miembro con la mano para guiarlo hacia su entrada. La besó con intensidad mientras se adentraba poco a poco. Alyn gimió entre besos, sintiendo como la llenaba. No pudo evitar hacer una pequeña mueca, ya que llevaba tiempo sin hacer nada con nadie. Fue por ello que Newen se detuvo durante unos segundos, para que ella se acostumbrara.

Cuando Alyn enredó sus piernas en la cadera del chico, este comenzó a moverse, llegando más hondo. Sus caderas se ondearon hacia las de la chica, creando un choque delicioso para ambos.

– Alyn... – gimió antes de dejar un beso feroz en sus labios. Estaba a punto de alcanzar el orgasmo.

– Newen... – gimió, aunque fue más un pequeño grito, al sentir como uno de los dedos de este comenzaba a acariciarle, de nuevo, el clítoris.

Un par de minutos después, llenos de roces, besos e intensas embestidas, ambos alcanzaron el orgasmo, apretándose contra el otro. Sus gemidos lo llenaron todo antes de derrumbarse sobre el colchón.

✩  ✩  ✩

Newen inspiró hondo y retuvo el aire en sus pulmones por unos instantes antes de soltarlo todo en una profunda expiración. Apretó los ojos y giró la cabeza hacia el otro lado, aún boca abajo y abrazando la almohada. Al abrirlos esperaba hallarse con el precioso rostro de Alyn, pero solo se encontró un hueco vacío.

Sin embargo, sintió un peso en su espalda baja y frunció el ceño antes de intentar mirar por encima de su hombro, pero no lo logró, ya que una mano lo tumbó de nuevo.

– No te muevas – le ordenó la chica.

– ¿Qué haces? – le preguntó, confuso, antes de captar un olor extraño para ser su habitación, pero familiar –. ¿Eso que huelo es pintura?

– Ahá – respondió con simpleza antes de inclinarse y aparecer en el campo visual de Newen –. Buenos días.

– Buenos días – le devolvió el saludo, desconcertado. Alyn le dio un suave y tierno beso, con una sonrisa, antes de volver a su tarea.

– Me he despertado y te he visto tan a gusto – le explicó mientras tomaba un poco de pintura con el pincel –. Entonces me he puesto a acariciarte la espalda y me he dado cuenta de que sería precioso pintarte.

– Así que me has robado material del estudio y te has sentado sobre mí para pintarme la espalda.

– Efectivamente – afirmó, orgullosa. Newen intentó mirarla, incorporándose levemente, pero ella volvió a colocarlo en su lugar –. No te muevas – repitió con autoridad –. Vas a hacer que salga mal. Solo relájate y deja que termine.

Al escuchar la ilusión y emoción que teñía el tono de Alyn, este obedeció con una amplia sonrisa y volvió a acomodarse tranquilamente en la almohada, dejando que ella le acariciara con el pincel. Fueron unos diez minutos llenos de pinceladas delicadas y seguras, de murmullos por parte de la castaña y suspiros cómodos por parte de él.

Alyn estaba disfrutando. Estaba adorando su cuerpo, su piel y el arte que estaba plasmando sobre él. Por ello, al terminar dejó un tierno beso sobre el hombro del chico y sonrió ampliamente al ver su obra.

– Ya está – le informó.

Newen se levantó de la cama, con cuidado de no apoyar la espalda en el colchón al dar la vuelta, y, tal como vino al mundo, se acercó al espejo. Alyn no pudo evitar bajar la mirada a su miembro, ahora dormido, y recordar el encuentro de la noche anterior. Sin embargo, él no lo notó, ya que estaba observando la pintura que la chica había hecho sobre su piel. No pudo evitar sonreír antes de volverla a mirar.

– Es mi primera obra abstracta – le explicó ella. Y es que lo que había pintado no tenía una forma concreta, sino que era una mezcla de formas, trazos y colores. Y aun así, Newen la amó.

– Es mi turno – sentenció tras dejar un beso en sus labios y la giró para dejarla boca abajo en el mismo lugar que él había ocupado un minuto atrás. Ella iba a protestar, pero no la dejó –. No voy a perder la oportunidad de pintar sobre este precioso cuerpo.

Sus palabras la ruborizaron hasta el punto de dejarla muda, cosa que benefició al chico. Entonces se puso manos a la obra y empezó a escoger los colores de la maleta con pinturas que Alyn había bajado, y a mezclar las necesarias para hacer el cuadro que tenía en mente.

El roce del pincel sobre su espalda le hizo cosquillas tiernas que le robaron más de una sonrisa y suspiro. Pero a diferencia de Newen, que se mantuvo sereno, pero despierto, Alyn se quedó traspuesta ante el toque.

No fue hasta media hora después, cuando el castaño terminó la pintura, que decidió despertarla, tras sonreír al ver cómo se dormía. El chico apartó todas las pinturas, recogiéndolas, antes de sentarse a su lado y acariciarle el rostro con dulzura.

– Alyn, cariño... – susurró. Entonces, justo en ese momento, se dio cuenta de la palabra que había brotado inconscientemente de sus labios. Algo se le alteró en el estómago –. Alyn, despierta.

La chica se removió ligeramente y abrió los ojos, parpadeando, hasta que enfocó el rostro del chico. Sonrió.

– Ya he terminado – le anunció.

Abrió los ojos repentinamente despierta y emocionada. Se enrolló la sábana en el pecho y en la parte baja, dejando solo la espalda al descubierto. Teniendo más pudor que el chico anteriormente. Se acercó corriendo al espejo y se giró para ver la pintura que él había plasmado en su piel. Esta la dejó sin respiración e hipnotizada durante unos segundos. Después volvió sus ojos a Newen, que se encontraba sentado en el borde de la cama.

– Me has pintado La noche estrellada.

– Es tu cuadro favorito – dijo, como si fuera toda explicación necesaria.

A Alyn le inundaron los recuerdos, todos y cada uno que había vivido junto a ese chico hasta entonces. Esto causó que una opresión se instalara en su pecho y unas palabras intentaran escalar su garganta.

La castaña se acercó a él hasta sentarse en su regazo. Este la observó embelesado y la envolvió en sus brazos una vez se sentó encima. Ambos se miraron con intensidad y Alyn no lo pudo contener.

– Te quiero, Newen – las palabras escaparon en un susurro.

Este se quedó estático unos segundos, analizando las dos palabras que acababa de pronunciar la chica. Algo profundo se hundió en su pecho y una voz resonó en su cabeza, advirtiéndole. Y, aunque debería haberle hecho caso, no pudo evitar contestar.

– Te quiero, Alyn.

Las comisuras de sus labios se curvaron en una amplia sonrisa, que se le contagió al chico. Sin poder retenerse, se lanzó a besarlo de nuevo y, sin importarles que la pintura se emborronara y manchara las sábanas, se entregaron de nuevo.

—————
Buenaaaaas!!!

Pues ya está, aquí tenéis mi capítulo favorito. Me parece tan bonito desde el principio hasta el final. La comodidad de la conversación inicial, un trocito del mundo de Ethan en el local de tatuajes, Astar (que me encanta), el tatuaje de Alyn (😍), la escenita😏, y, sobre todo, las espaldas pintadas (mi escena fav por excelencia) EL PRIMER TE QUIEROOOO🥰

AMO AMO AMO❤️

Espero que os haya gustado tanto como a mí. Me encantaría leer vuestras opiniones.

Os veo este viernes con otro capítulito😉

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