Capítulo 22

Ninguno de nosotros encuentra en este
mundo todo el cariño que deberíamos.
Memorias de una Geisha

– ¿Segura de que estás bien?

– Sí. Claro.

Fueron las últimas palabras que compartieron antes de que Kai entrara por la puerta de la residencia. De aquello hacía casi una semana y Steve sabía que no iba nada bien. No habían hablado más, ella apenas estaba en la habitación y cuando iba a Cookie's le despachaba rápido excusando que tenía mucho trabajo, y lo decía con una sonrisa, como si nada hubiera pasado. Al chico le dolía mucho que después de pasar un bonito fin de semana todo volviera a ser como antes, de hecho ni eso, porque por lo menos al principio hablaban, aunque fuera para menospreciarse. Era como si no quedase nada, solo un secreto desvelado que, como era de esperar, a ella no le sentó nada bien. 

Durante la semana llamó a su madre porque hacía mucho que no sabía de ella y aquellos dos días en Brooklyn le hicieron pasar nostalgia. No sabía qué esperaba exactamente. ¿Consuelo quizás? Como de costumbre la llamada no duró mucho, ella tenía trabajo por terminar, pero se alegró de saber de su hijo. No le comentó nada sobre la infidelidad de su marido y Steve empezaba a creer que más que no querer preocuparle, no creía que eso le incumbiera a él, pero no dijo nada. Le habló sobre su ruptura con Emily, la cual alegró a la mujer, ya que nunca le gustó mucho aquella chica, y luego quiso continuar por Kai, pero ciertamente no tenía suficiente confianza con su madre como para hablarle aún de aquello, además ella tenía mucho trabajo. 

También tuvo su tiempo de tocar el piano. Le consolaba, aunque cuando terminaba volvía a pensar de nuevo. Igual le pasaba en clase y en los entrenamientos, procuraba que no se notase por fuera, pero por dentro sentía un gran vacío, hacía mucho que no sentía aquella calor interior con nadie. Era como si a su lado pudiera expresar todo lo que sentía sin preocupación. Y ahora, en cambio, volvía a sentirse encerrado. Pocas personas podrían darse cuenta de que Steve no estaba en su mejor momento y una de ellas era, sin duda, Lorie.

– He comprado entradas para el acuario. ¿Quieres venir? – propuso el moreno mientras se ponía la camiseta limpia después del entrenamiento. 

– ¿Cuándo es? – respondió ausente.

– Tengo tiempo hasta diciembre, creo.

– Ya veré, todavía queda mucho.

Steve volvió a quedarse mudo y absorto, no era propio, ya que ellos dos siempre estaban de broma en los vestuarios. Lorie no dijo nada, asintió y esperó a quedarse solos en la sala.

– Te he visto crecer, a mí no me engañas.

– ¿Por qué debería engañarte? – mintió, despreocupado.

– Steve... –. Lo miró. Este le esquivó mientras se quitaba la camiseta –. Lo dejaste con Emily hace una semana y aún no me has hablado del tema.

– No hay mucho que decir, la dejé y punto. Tú lo haces continuamente.

– Sí, pero mis relaciones duran tres noches, no tres años.

– Tus relaciones no duran tanto – bromeó y el amigo le dio un codazo, pero rápidamente volvió a ponerse serio.

– Steve, ¿qué te pasa? –. No contestó –. Me preocupas, pocas veces te he visto así y eso de no abrirte es un problema –. Siguió sin decir nada, hablar con él era siempre como buscar una llave correcta entre cientos, para un solo candado –. ¿Problemas con Alyn? –. Negó con la cabeza –. ¿Tus padres? –. Volvió a negar –. ¿Es por Emily? –. De nuevo –. ¡Joder, Steve, eres peor que una enciclopedia cerrada!

– ¡Es que no lo sé, no sé qué me pasa! – petó –. Han sido muchas cosas en muy poco tiempo y sí, es un cúmulo de casi todo lo que has dicho. Es como si el agujero negro que sentía desde hace mucho, ahora fuera más grande. Quizás es una estupidez, pero para mí es como si empezara a descuadrarse todo y no sé qué sentir. Me siento solo, la verdad.

Lorie no sabía que responder, porque un comentario divertido no era la mejor opción en aquel momento. Claro que sabía que la situación anímica de Steve no era la mejor, por mucho que intentara representar lo contrario, pero no lo exteriorizaba nunca, pero él lo conocía demasiado. Sabía leer entre sus líneas. Se quedaron en silencio unos segundos mientras se vestían, hasta que el rubio necesito dejarlo ir.

– He perdido a alguien y me está doliendo más de lo que creía. Me he dado cuenta de que solo acudía a ella cuando me sentía mal, pensaba en mí sin importarme cómo se sentía y lo peor era que me escuchaba y se quedaba allí. Ella intentaba conocerme, que me abriera o tan solo que me sintiera mejor... y yo... –. Se quedó pensando unos segundos –. Una vez recurrió a mí cuando necesitaba ayuda. Al día siguiente, le mentí en la cara y me prometí no hacerlo más, pero volví de nuevo, así hasta que no tuve más remedio que decirle la verdad. Aun así, he sido un hipócrita, estúpido y cobarde.

– ¿Nunca has pensado que tu mentalidad autodestructiva es la culpable de que cometas idioteces como estas? –. Steve miró a su amigo y emitió una gran carcajada.

– Vale, esto de ser sabio no te pega –. Pero, al contrario que él, Lorie no reía.

– No estoy de broma. Yo no conocía esa faceta tuya tan deprimente, aunque me la olía, igual que tú no sabes muchas cosas de mí. Parece mentira que llevemos tantos años siendo amigos

En los últimos años su amistad empezó a basarse más en los partidos, estudiar, salir de fiesta y hacer bromas, pero no recordaba haber tenido una conversación así con Lorie, o por lo menos no desde que eran niños. 

– Hace mucho tiempo que veo que no estás bien, no hace falta que lo digas en voz alta. A mí no me la cuelas –. Steve asintió vencido, no esperaba menos del chico que le conocía desde los siete años.

Le envidió, porque él no tenía esa capacidad para detectar cómo se sentía una persona. Para el rubio era más sencillo, cuando detectaba que alguien de su entorno parecía estar de poco humor le dejaba en paz y ya, hasta que se le pasara. En parte, sabía que su apatía venía a raíz de su negación por expresar sus sentimientos en público.

– ¿Recuerdas aquella fiesta en la que te reté a que te fueras con una chica?

– Sí – respondió entre dientes, porque justamente era lo que menos quería recordar.

– ¿Por qué crees que fue?

– Lo hiciste para joderme, como la mayoría de retos que me haces hacer.

– No –. Sonrió –. En ese caso no fue así. Te vi hablando con ella unas horas antes, de hecho hablé con ella un poco después –. Steve agrandó los ojos porque no tenía ni idea de nada de eso –. No me mires así, no pasó nada, solo quería comprobar si te convenía. Me habló sobre bellotas, aunque dudo que se acuerde.

– Como no – murmuró, dibujando una sonrisa.

– Era rara, pero me pareció diferente al resto. Luego resultó que apareció delante de ti borracha como una cuba y supe que estaba dictado, debíais conoceros de verdad.

– No he dicho que Kai fuera la chica que...

– Ni yo tampoco, pero me alegra saber que te has delatado solo, aunque ya me lo imaginaba. Solo quería decirte que lo hice porque necesitabas un cambio en tu vida, hacer algo que quisieras hacer y pensé que aquella chica podría ayudarte.

– Me ayudó –. Suspiró –. Te lo agradezco.

– Pues entonces arréglalo, lo que sea que has hecho.

– No sé si puedo.

– Pudiste aguantar a Emily tres años, la hacías enfadar cada día y conseguías que te perdonase. Aquella relación estaba muerta desde el principio, la tuya con esta chica no.

Dichas esas últimas palabras, ambos saltaron para abrazarse como no lo habían hecho desde que eran pequeños y jugaban a piratas. Lo necesitaban por igual. 

– Si quieres puedo venderte las dos entradas para el acuario. Podrías llevarla.

– Gracias por la propuesta, pero creo que tengo otro plan.

A Steve solo le quedaba una opción en su mente en aquel momento. Conseguir el perdón de Kai y eso solo podía conseguirlo abriéndose un poco más.

✩ ✩ ✩

Tal y como llegó a su habitación, Kai sacó la caja naranja que albergaba la lista que una vez fue de su hermana, la desplegó para fijarse en los puntos ya marcados. Cinco. Solía poner una cruz con la fecha cada vez que cumplía uno. Sabía que aquella tarde tenía que marcar dos, aunque en uno puso la fecha de Halloween y en el otro se quedó paralizada unos segundos, no había acabado de reaccionar a lo que Steve acababa de confesarle. Así que, después de dudar un poco y de tomarse un tiempo para reflexionar, decidió anotar la misma en los dos puntos. Lo que fuera que pasara aquella noche en el aparcamiento, no contaba. 

Había evitado a Steve durante toda la semana. ¿Estaba enfadada? Bastante. ¿Era por el beso? En parte.

Kai no solía enfadarse a la ligera, tendía a entender la mayoría de puntos de vista y a juzgar lo menos posible, pero no soportaba las mentiras y ahí estaba el problema. Claro que le molestaba haber roto una regla de Alana sin saberlo, pero en parte aquello era culpa suya y creía a Steve cuando decía que fue ella quien se lo pidió, porque era obvio que deseaba un beso. Al fin y al cabo, tenía diecinueve años y todavía no se había besado con nadie, era uno de sus mayores anhelos, solo que no se atrevía a decirlo en voz alta. Lo que le enfadó fue el engaño, el haber tenido la posibilidad de ser sincero y no serlo. Le mentía en la cara todos los días. Se sentía utilizada. Por eso aquella tarde de fin de semana fue a ver a Ethan, porque con él podía hablar de cualquier cosa sin ser juzgada, ni ella, ni la otra persona. Por mucho que hubiera un pequeño inconveniente...

– Hola, tengo hora para una visita guiada – le dijo la chica al joven que estaba en recepción, el cual resultaba ser su amigo.

– No es cierto – respondió este con una sonrisa.

– Sí, sí lo es – siguió ella con el mismo tono.

El castaño comprobó la hoja de visitas programadas que tenía encima de la mesa y efectivamente, Kai había reservado hora. El muchacho la miró y dejó ir un bufido, porque no podía resistirse a la sonrisa infantil de su amiga.

– Podrías haberme avisado – murmuró entre dientes.

– Es que últimamente estás más con Alyn y no quería molestar.

– ¿Estás celosa, ardillita? – preguntó mientras salía de detrás del mostrador para empezar su tour.

– No, pero casi no hablamos ya.

Tenía razón, entre el trabajo, los estudios, la reciente ruptura de su hermana y lo sucedido con Alyn recientemente, no había tenido tiempo para sus otras amistades. La última vez que hablaron fue cuando le explicó como la castaña se apareció disfrazada y desde allí se había dejado perder la pista.

– Perdón, es cierto. La verdad es que no he estado mucho por ti. Te lo compensaré, si quieres podemos ir a cenar hoy.

– O podemos hablar ahora – sugirió divertida.

– Kai, ahora no puedo, estoy trabajando.

– Ethan, yo soy tu clienta, he pedido cita para poder hablar contigo y, además, todos venís durante mi turno de trabajo a hacer terapia mientras sirvo batidos y no me quejo.

Touché.

Subieron a la primera planta. La galería en la que Ethan trabajaba no era muy grande, pero solía estar llena de gente interesada en arte, sobre todo moderno. A Kai le gustaba más el antiguo, pero el Pop-Art le parecía del todo aceptable.

– Dime, ¿qué ha sido de ti estos días? – preguntó primero el chico.

– Trabajar, estudiar, trabajar... fui a Brooklyn.

– Oh, yo también debería ir. Hace mucho que no veo a mis padres. ¿Fuiste sola?

E aquí la gran pregunta: ¿debía ser sincera y decirle que fue con Steve, el exnovio de su hermana? Seguramente, Ethan, ya sabía lo de la ruptura y conociéndole no le debía hacer mucha gracia, porque hablar de Steve no era una idea factible, y mentirle tampoco.

– No, me acompañó un amigo –. El castaño la miró, sorprendido, porque que él recordara su amiga no tenía muchos más amigos chicos.

– ¿Un amigo, amigo o un amigo, "amigo"?

– Un amigo normal y corriente, como tú –. Aunque luego pensó bien y como Ethan no era precisamente, porque por Steve sentía cosas que por Ethan no tuvo tiempo a sentir.

– Vale, está bien. ¿Y quién es?

– No le conoces.

– ¿Puedo saber su nombre por lo menos?

– No –. Notó lo tajante que fue con su respuesta y la expresión de rareza de su amigo –. Bueno, sí que le conoces, pero prefiero que no sepas quién es –. El chico arqueó una ceja, pero Kai no cedió –. Lo siento, Ethan, pero no quiero que lo sepas.

– Está bien, solo dime que no son ni Peter ni Ryan.

– Puedes estar tranquilo.

– Menos mal. Ni el pijo aquel con el que estuviste a punto de tener algo.

– ¿Derek? –. Él asintió –. Antes pasaba el fin de semana con Ryan.

– Bien, entonces has estado con un chico que conozco, pero no debo de saber quién es. ¿Y ha estado bien?

– La verdad es que... –, dudó – sí, ha sido genial. Demasiado, creo yo –. Terminó con una sensación de nostalgia en el pecho que llevaba recorriéndole toda la semana.

– Vaya, ¿una ardilla enamorada? – se mofó el amigo.

– No he dicho eso, no precipites las cosas y menos tú. ¿Todo bien con tu Gala, Dalí?

Ethan se ruborizó frente a la comparación con Alyn y él, porque era obvio que iba para ellos, pero no dejó que se le notara.

– No sé de qué me hablas.

– Serás mentiroso, claro que lo sabes. ¿Crees que no hablo con Alyn?

– Sí, sí, lo sé. De hecho, gracias por contarle lo de mi madre. Fuiste de gran ayuda – dijo con sorna.

– Lo sé, si no hubiera sido por eso ahora seguiríais igual. Aunque te pido perdón por contarlo, sé que no debería haber sido yo, pero es que cuando te encierras en ti mismo es muy difícil sacarte.

– ¿Y tú no? Siempre tiendes a tragar lo que los otros dicen y apenas te expresas. Mira, si fueras una época pictórica serías una Pre-Rafaelita; te basas en alguien que ya existió y a partir de esa persona creas algo muy bello, pero aun así no acabas de expresarte por ti misma –. Dejó a su amiga con la boca abierta, la comparación le dolió un poco, era parecido a lo que había dicho Derek pero con mejores palabras –. Y yo creo que sería el romanticismo inglés, tiendo a romper los parámetros, a dejarme llevar por lo que viene y en ello expreso mucha de mi frustración sin darme cuenta.

Por esa razón quería Kai hablar con Ethan, porque siempre estaba listo para comparar la vida con el arte y no había nada más bonito que eso, porque era la forma más sana de entender el mundo. 

– ¿Crees entonces que debemos evolucionar a otra época, igual que lo hicieron estas? – preguntó ella inmersa en la conversación, cosa que al chico también le gustaba. Era una de las pocas personas con las que podía compartir ese tipo de conversación.

– El arte evoluciona por necesidad del artista. Quizás sí deberíamos.

– O si más no, abrirnos a otros frentes.

– Exactamente –. Ambos se miraron y esbozaron una sonrisa cálida.

– Crees que si el arte pudiera perdonar, ¿lo haría? – preguntó entonces Kai, volviendo de nuevo a su dilema con Steve.

Ethan se hizo la misma pregunta una semana atrás cuando no sabía qué hacer con Alyn, le dio muchas vueltas y no encontró ninguna respuesta clara. Pero si partía de la base en la que todos somos arte y él había perdonado, por lo tanto...

– Sí, sin duda lo haría. Creo que, como bien has dicho, se abriría a nuevos frentes.

La respuesta de su amigo había sido la mejor ayuda que podía haber recibido, porque tenía razón. No excusaba el comportamiento de Steve y esperaba sus disculpas, pero ella debía entender el miedo que sentía él al pensar en su reacción. ¿Hubiera actuado igual? ¿Le contaría ella una mentira que podría estropear la relación? Y entonces un pequeño detalle pasó por su mente, un desliz que a lo mejor estaba pasando por alto.

– Ethan, una pregunta. ¿Alyn lo sabe todo de ti? –. Aquel todo sonó  exactamente a TODO.

Él se paró a pensar por un momento y entendió a lo que se refería. Tuvo que ser valiente para responder de forma sincera.

– No, no lo sabe todo –. Su mirada se mantuvo fija en el cuadro que tenían delante.

– Debería.

– Lo sé.

La conversación terminó allí volviendo de nuevo al arte, a sus vidas cotidianas y a la exposición por la que paseaban sin dar interés a esta. Kai esperó a que su amigo terminara el turno y se fueron a cenar, como tenían costumbre de hacer, volviendo a ser los mismos de siempre.

✩ ✩ ✩

Eran cerca de las ocho cuando llegó a la residencia. Todavía debía terminar alguna tarea de la universidad, así que fue con la intención directa de encerrarse en la habitación. Como ya había cenado con su amigo, no se preocupó de hacerlo. Y supuso que Alyn estaría centrada en sus cosas o ya durmiendo.

– Kai – anunció la castaña frente al marco de la cocina.

– Oh, hola. Me imaginé que estarías en tu habitación.

– Ya –, rio –, pero he preparado chocolate caliente, ¿quieres? –. No es que Alyn no fuera simpática, pero su tono parecía más bien extraño, como si estuviera ocultando algo.

– La verdad es que estoy llena. He ido a cenar con Ethan –. La otra se ruborizó un poco.

– Ah, vaya. Bueno, me alegro. ¿Quieres una taza, entonces?

– ¿Alyn, todo bien?

– Sí, claro –. Kai arqueó una ceja, se olía que algo pasaba.

Justo en aquel momento sonó un estruendo que provenía de una de las dos habitaciones, como si algo se hubiera caído. Ambas se miraron, alertadas.

– ¿Qué ha sido eso?

– Viene de mi habitación – indicó la mayor, adelantándose a ella –. Voy a ir un momento a ver, tú deberías quedarte aquí en la cocina.

– ¿Estás sola? – preguntó con curiosidad, porque se olía que su compañera podría estar escondiendo a alguien.

– ¿Cómo dices? – respondió algo incómoda.

– ¿Que si tienes a alguien en la habitación? –. La castaña cogió aire –. No te creo, Alyn Stewart. ¿Has metido a un rollo en nuestro apartamento? – bromeó. Empezó a reír incrédula, en cambio, la otra solo hizo que ponerse más nerviosa.

– ¡No! – exclamó alterada –. Bueno, sí, hay alguien, pero no es lo que... ¡Agh! Da igual, el caso es que me harías un favor si te quedaras aquí mientras yo voy a mirar que ocurre. Por favor.

– Está bien, me quedaré aquí.

– No te muevas – repitió antes de desaparecer por el pequeño pasillo.

– No me muevo – afirmó dejándose caer exhausta en su silla de la cocina.

De nuevo volvió a sonar otro golpe que preocupó a Kai. Su compañera le había dicho que no se moviera de allí, pero ya iban dos estruendos en menos de cinco minutos y todo parecía muy extraño, incluida Alyn.

No tardó mucho en volver pareciendo algo más serena y menos confusa. Miró a su compañera con una sonrisa forzada y aseguró que todo estaba bien. No quiso dar más explicaciones sobre los dos ruidos que siguieron su ida.

– Creo que se ha hecho tarde, voy a volver a mi habitación.

– ¿Estás segura? Me preocupa tanto golpe – confesó Kai con una taza caliente entre las manos, al final pudo la tentación.

– Sí, sí. Era una rata –. La morena ahogó un grito, le daban mucho asco esos animalillos. Por mucho que la ardilla también lo fuera, pero la veía diferente. A color.

– ¡¿Hay una rata?! – preguntó alarmada. Estaba convencida de que no saldría de la cocina hasta que ese animal estuviera fuera.

– Había una rata. Pero ahora ya está fuera, tranquila. Deberías ir a descansar.

Alyn volvió a irse dejándola con la palabra en la boca. Kai la siguió para asegurarse de que no se encontraba con alguien o con algo turbulento. Desde que había entrado, todo le parecía de película cómica, no entendía ni la mitad de lo que la castaña decía. No era típico de ella comportarse así. Pero justo enfrente de la habitación de Alyn se encontraba la suya, con la puerta algo abierta y una leve luz que salía de ella. Que recordara, había dejado la puerta bien cerrada como siempre. Y, entonces, temió por la rata. 

Con cautela abrió la puerta, preparada para gritar el nombre de su compañera o para cualquier impacto inminente que fuera a recibir. Solo que el único sobresalto que tuvo fue el de ver una hilera de luces de colores navideñas que cruzaban el suelo de su habitación. Sorprendida, levantó la vista y vio como la que era su estancia ahora parecía una habitación temática de Peter Pan. Del techo caían estrellas que colgaban de un hilo como si de una lluvia se tratase; encima de su escritorio pudo ver recortes de citas que contenía el libro, así cómo un marco con la carátula de la película de Disney. Luego se dio la vuelta para seguir analizando todo lo que había: hadas colgadas por la pared, dibujos de los diferentes personajes, detalles florales, Steve al fondo de todo sujetando un peluche de Nana, la perrita de los Darling... Entonces, Kai se llevó la mano a la boca, conteniendo la sorpresa y la emoción.

– Steve...

– Lo siento – se adelantó a ella –. No he sido sincero contigo y me está merecida tu reacción. Quiero pedirte otra oportunidad, pero no sé si soy digno de ella, así que si me dices que no, me conformaré con que sigas poniéndole nata por encima a mi batido de menta o con verte fugazmente cada vez que venga a visitar a Alyn, o recordándote cada vez que abra mi libro favorito y lea: "Chico, ¿por qué lloras?" – esta última la usó como referencia a la primera intervención de Wendy a Peter.

Kai dejó ir una lágrima que fue seguida de unas cuantas más. Aparte de los dibujos que solía regalarle Ethan, nunca nadie le había preparado algo tan significativo para ella, porque no era algo que pudiera ser para todo el mundo o que incluso entrara dentro de la lista de deseos de otra persona, era solo suyo y únicamente podía hacerlo alguien que conociera la historia de la misma forma. Estaba tan embriagada y emocionada, por lo que acababa de oír y ver, que su única manera de reaccionar fue acercándose a él hasta quedarse a cinco centímetros. 

– ¿Sabes lo que es un beso? – preguntó ella haciendo referencia a la siguiente escena de Wendy y Peter. Steve sonrió.

– Lo sabré en cuanto me lo des – respondió siguiéndole la corriente.

Ella se sacó el pendiente izquierdo y lo envolvió en la mano que no aguantaba el peluche.

– Ahora, ¿tendría que darte yo un beso? – preguntó aún más cerca.

– Si así lo crees... –. No desvió la mirada de sus labios, lo deseaba. Cuanto lo deseaba.

Sacó del bolsillo trasero del pantalón el botón de recambio que siempre llevaba por si un caso. 

– Lo siento, no esperaba un beso – se disculpó él por el objeto.

– Yo tampoco – confesó embobada.

Ambos sonrieron y se dejaron llevar por un cálido y esperado beso de verdad.

—————
Buenaaaass!!!

Peter Pan y Wendy, sus besos!! Muero de amor con Steveeeeee🥹

Y este mini maratón ha terminado, os veo la semana que viene😉

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