Capítulo 21
En un beso, sabrás todo lo que he callado.
Pablo Neruda
Ethan cerró los ojos durante unos instantes, en los que tomó una gran inspiración, antes de volver a abrirlos y fijarlos sobre el lienzo que reposaba con tranquilidad en el caballete. A su lado descansaba una paleta repleta de colores fríos y es que últimamente esos eran los colores más recurrentes en sus cuadros. No estaba utilizando ningún pincel, o al menos desde que se había cansado de él y lo había sustituido por sus dedos. Estos se deslizaban con suavidad por la tela.
Repartió varias pinceladas con la yema de su dedo por las frondosas hojas de los árboles que estaba representando. Y estuvo a punto de rascarse el rostro con aquella mano completamente manchada, pero el sonido del timbre consiguió evitarlo.
Frustrado con quién fuera que estuviera detrás de la puerta, bajó de la buhardilla hacia la puerta principal. Ni siquiera se molestó en observar por la mirilla para saber quién era, simplemente abrió.
"¿Qué?", pensó.
Ante él un enorme cuadro dónde se mostraba un dibujo detallado, hecho con carboncillo por una mano talentosa. La dueña o dueño – aunque sabía que esa última opción no era – estaba oculta detrás de él y solo se podían percibir ambas manos a los lados, sosteniéndolo.
Tardó unos segundos, pero finalmente el cuadro descendió poco a poco hasta que dejó a la vista, solo, sus ojos. Unos ojos azulados con unas cejas contraídas, como si tuvieran miedo de la reacción que podían encontrar. No mostró más de su rostro, precavida.
– Alyn – murmuró, el chico, conteniendo el tono sorprendido para mantenerlo lo más serio posible.
– Hola – su voz sonó débil tras el cuadro.
Ambos se mantuvieron en silencio. Él intercalando su mirada entre el objeto y la chica. Y ella esperando que esa puerta se cerrara en sus narices, como le había dicho a su compañera de habitación en la conversación de hacía días. Respiró hondo y recordó la frase de su abuela.
– El otro día me dijiste que mis palabras no te servían. Por eso, he pensado que esto... – la frase murió en sus labios cuando sintió un pequeño nudo formándose en su garganta. Estaba nerviosa; si eso no funcionaba, no sabía qué otra cosa lo haría –. Que este dibujo sería una buena manera de disculparme –. No recibió respuesta, así que tragó saliva antes de añadir –: Perdón.
Ethan se había quedado completamente congelado, observándola, a ella y al cuadro, y escuchando su voz pidiéndole disculpas. Una parte de él tenía ganas de echarla, pero como si el dibujo reclamara su atención, le susurró que la dejara pasar. Que dejara que se explicara.
O a lo mejor fue su corazón quien se lo murmuró.
Pero lo hizo. Se apartó de la puerta y se hizo a un lado para que la chica, que lo miraba sorprendida, como si no hubiera contemplado la posibilidad de que él la dejara entrar, pasara. La analizó mientras esta caminaba con cautela por su espacio y se dirigía a la sala. Era tan pequeña y a la vez desprendía tanta fuerza. Le daba pena que ella misma no lo viera.
Alyn dejó el dibujo apoyado en el respaldo del sofá y se mantuvo de pie mientras sus ojos cayeron de nuevo sobre el castaño, que se mantenía a un par de metros de ella. Entre ambos, el dibujo.
– Explícamelo – le ordenó, en un tono más dulce de lo que él pretendía.
– ¿Qué? – cuestionó, confusa.
– El dibujo – aclaró, señalándolo con el mentón –. Explícamelo.
A Alyn le temblaron las manos, no esperaba tener que hablar, al menos no más que para decir perdón. Pero allí estaba, delante del chico por el que se había estado comiendo la cabeza durante más de una semana y que ahora mismo esperaba que analizara su propio dibujo para él.
– Em... pues... – tartamudeó. El rostro neutral de Ethan no ayudaba –. La persona eres tú. Se puede identificar fácilmente –. Era cierto, ya que era su rostro y cuerpo –. Y... y... debajo del suelo, como si brotaran de tus suelas, salen raíces que se enredan entre diversas cosas –. La chica apartó la mirada del cuadro y la centró en sus ojos verdes, que algo oculto en ellos empezaba a relucir –. Cosas que me recuerdan a ti o... o memorias. Como... –, volvió la atención al dibujo y tragó saliva de nuevo –, por ejemplo, las pinturas junto a los pinceles y la paleta, son porque eres artista. O, también, las esposas junto al balón de fútbol por... –, lo miró de soslayo y descubrió que Ethan miraba un segundo el dibujo antes de volver a clavar su vista en ella con intensidad –, bueno, por cuando me secuestraste para ir a ver el partido –. Una pequeña risa brotó de la chica y juró ver como la comisura de los labios del chico temblaba, queriendo formar una sonrisa. Eso la animó –. Y... y en el centro de las raíces está... –, suspiró –, el mapa de Alaska –. Un pequeño músculo de la mandíbula del castaño se apretó –. No sabía exactamente dónde naciste y podría habérselo preguntado a Kai, pero se me olvidó – se excusó con pena –. Así que... bueno, ahí está toda Alaska. Entre varias cosas más – concluyó su explicación.
Ethan esquivó sus ojos y los puso sobre el dibujo. Ese dibujo detallado que habría tardado horas y horas de varios días en hacer. Y solo para él.
– Cuando dije eso... todas esas mentiras... –, comenzó su disculpa verbal, esa que llevaba esperando hacer desde hacía tiempo –, no las creía. Ninguna de ellas. Siento mucho lo que hice, de veras. No te estaba rechazando; ni a ti, ni a tus raíces y, mucho menos, a tu madre.
La cabeza de Ethan se giró hacia ella como un latigazo y sus orbes, sorprendidos, se nublaron por la comprensión. Sabía lo que su madre había pasado los primeros años de estancia en esta ciudad y solo había una persona que tuviera ese conocimiento como para contárselo.
– Kai – murmuró, molesto. No le concernía a ella contarlo.
– No, no te enfades con ella – le pidió, suplicante, mientras se acercaba a él, lo suficiente para que sus cuerpos se rozaran –. Me lo contó para que te comprendiera y lo he hecho –. Su tono se volvió más cuidadoso y dulce, esperando que eso hiciera ver que sus palabras eran completamente sinceras –. No quería que pensaras que no me gusta de dónde eres, al contrario, me encanta que tengas otra cultura aparte –. El ojiverde tuvo que reprimir otra sonrisa, esperando a que ella terminara –. Lo que pasó ese día es que mi relación con mis padres es... bueno, ya sabes cómo es –. Y sí, se podía hacer una gran idea, sobre todo después de esa comida –. Y se me fue de las manos. Pero no va a volver a pasar, lo prometo.
Alyn ansiaba que el castaño delante suyo dijera algo, lo que fuera. Incluso que la echara le serviría, para al menos saber que había causado una reacción en él. Aunque, realmente, esto último no quería que ocurriera. Pero el chico se limitó a volver la mirada al dibujo, de nuevo. Y ella lo volvió a intentar, añadiendo:
– Este dibujo es lo que veo al mirarte, todo lo que me gusta de ti.
"Hazle ver lo que él es para ti".
Los preciosos ojos de Ethan divagaron por todos y cada unos de los rincones de la pintura, absorbiendo todo lo que había en él. Todo lo que él era para la chica que tenía al lado. Y juró que la respiración le falló durante una milésima de segundo. Ese dibujo era sobre él y para él.
– Lo siento mucho, Newen – susurró.
Pum.
Algo intenso y cálido se expandió por el pecho de Ethan, como si la mención de su nombre en esos labios tiernos y con esa voz dulce le afectara, le hiciera perder el juicio. Sus ojos se cerraron y respiró hondo antes de murmurar:
– Vuelve a decirlo.
– ¿El qué? – preguntó, sin comprender. "¿Quería que me disculpara de nuevo?", pensó.
– Mi nombre –. Ese comentario tomó por sorpresa a la chica.
– Eh... Newen.
– Nadie, aparte de mi familia, me llama así – confesó, abriendo los ojos y fijándolos en ella. Ambos se dieron cuenta de la cercanía que les unía, una cercanía peligrosa.
– Oh, lo siento.
– No – negó, acortando el último espacio que quedaba entre ellos. Ese acto aumentó los nervios en la chica y sintió como sus pulsaciones se aceleraban. Tuvo que levantar el rostro para observar el de él, cuando este añadió –: Repítelo.
Alyn se lamió los labios resecos, provocando que el castaño fijara la mirada en ellos y no la apartara mientras ella decía:
– Newen – susurró, y como si no hubiera sido suficiente toda la verborrea anterior, repitió –: Lo siento, Newen.
A Alyn no le dio tiempo a reaccionar cuando los labios del castaño estaban sobre los suyos. Sus ojos se habían agrandado, mientras los de él se habían cerrado. Tardó un segundo en ser consciente de lo que estaba ocurriendo antes de dejarse llevar. La castaña correspondió al beso y posó ambas manos en la nuca del chico. A Ethan algo en el interior se le había despertado y no se pudo contener, necesitaba sentirla. Este tenía sus manos en la cintura de ella y la acercaba a él lo máximo posible.
Sus labios se movían con delicadeza y ternura, curiosos por el tacto del otro, por el sabor y, sobre todo, por las sensaciones que afloraban en ellos. Algo intenso que logró que Alyn abriera sus labios y dejara entrar a Ethan. Se conocieron, se sintieron. Ambos adorando ese contacto como nunca hubieran imaginado.
– ¿Me tomo esto como que aceptas mis disculpas? – preguntó entre jadeos, la ojiazul, tras separar los labios lo suficiente para hablar. La ligera risa del chico chocó contra su boca.
– Sí.
Y volvió a atacar sus labios, esta vez con más pasión que la anterior, como si antes hubiera sido un simple reconocimiento y ahora la saboreara de verdad. Aun así, no fue brusco, sino firme y dulce. Ethan se dio cuenta de que los labios de la chica eran como se los había imaginado: suaves y tiernos.
– Vamos – murmuró este, separándose de ella tras darle un beso casto. Tomó el dibujo entre sus manos mientras Alyn lo observaba aturdida, por lo que acababa de ocurrir, y confusa.
– ¿A dónde?
– A colgar este cuadro – sentenció, tomándola de la mano y haciendo que caminara tras él.
– Solo es un dibujo – le restó importancia, con desdén hacia lo que ella misma había creado.
Ethan se detuvo en seco y se giró al tiempo que soltaba su mano y tomaba su mentón para que lo mirara directamente a los ojos, unos ojos serios como las palabras que dejó ir:
– Es arte, Alyn. Arte –. Ella solo pudo asentir, dándole la razón. Y, por primera vez, se lo creyó.
El castaño abrió una puerta y entró, dejando a la chica en el umbral. Ella se había detenido para observar la estancia. Era su habitación. Su espacio personal e íntimo. Con esa cama matrimonial con sábanas azules oscuras y cojines blancos, un escritorio blanco y una cómoda del mismo color; junto a un armario y un espejo, en una esquina. En este había un par de fotos, en las esquinas, pero no se atrevió a acercarse y ver quién salía, aunque en una pareció distinguir a Kai.
– ¿En serio? – murmuró la pregunta al tiempo que miraba como el chico se ponía sobre la cama.
– Este lo pinté hace años –, comentó quitando un cuadro de colores ocres que colgaba sobre su cabecero –, no es una gran pérdida –. Puso el de Alyn en su lugar –. Así mejor –. Lo centró –. Perfecto.
Retrocedió un par de pasos, aún sobre el colchón, y lo observó. Asintió satisfecho. Era el mejor regalo que alguien le había hecho nunca y despertaba en él algo intenso.
Bajó y se acercó a la chica, que miraba el cuadro como si aún no se lo creyera. Él había escogido un lugar recurrente e íntimo para colgar su obra. Le había gustado.
– Veo que te ha gustado – comentó con una sonrisa.
– Me encanta, Alyn – afirmó con seguridad mientras volvía a tomarla de la cintura y la acercaba a él.
La besó. Y la besó. Y la besó. Como si el primer contacto entre sus labios hubiera provocado que ahora no pudiera dejar de hacerlo. Sintió la sonrisa de la chica en sus labios y él también sonrió.
La arrastró de nuevo a la sala y se sentó en el sofá, antes de tirar de ella y sentarla a su lado, aunque muy cerca de él.
– ¿Te he pillado pintando? – cuestionó la castaña, al darse cuenta de que tenía todos los dedos llenos de pintura, por suerte, seca.
– ¿Qué me ha delatado? – bromeó, alzando sus manos. Alyn rio y él sonrió al oírla –. ¿Y tú lo has terminado antes de venir?
– En verdad, terminar lo terminé ayer, pero he querido hacer unos retoques antes de encuadrarlo y traerlo.
– Se te nota –. La ojiazul lo miró, confundida –. Tienes carboncillo en la frente – le explicó mientras pasaba sus dedos con delicadeza por esa zona, cerca de la raíz del pelo. Esa caricia le erizó la piel a la chica.
– Me he pasado cinco días trabajando en ello y quería que estuviera perfecto – confesó.
– ¿Así que ahora pasas el exceso control al dibujo en vez de a los horarios? – se burló, ganándose una mirada entrecerrada. Su sonrisa aumentó.
– Paso el control a lo que me importa... –, hizo una leve pausa, su tono seguro –, y a lo que me gusta.
Ambos se sonrieron.
– Hablando de gustar – desvió el tema, Ethan –. Acepto tus disculpas a cambio de algo –. Sonrió, divertido.
– ¿No es suficiente el dibujo? – bromeó.
– Y tanto que lo es – aseguró. Tomó un mechón del cabello de la chica y se lo colocó tras la oreja –. Pero no te va a costar hacer lo que quiero pedirte –. Ella lo miró, expectante, y él dijo con seguridad y una leve sonrisa –: A partir de ahora llámame Newen –. A Alyn se le cortó la respiración –. Me encanta como suena con tu voz.
– Eso puedo hacerlo encantada – afirmó, sonriendo.
Esta vez fue ella quien se inclinó hacia el contacto de sus labios. Un contacto cálido e íntimo que los embriagó. Ambos estaban seguros de que ahora que habían probado los labios del otro, iba a costar dejar de buscarlos.
—————
Buenaaaaass!!
Hoy os traigo un... 🥁🥁🥁
¡¡MINI MARATÓN!!
Tenéis dos capítulos☺️
Este que acabáis de leer me gusta mucho, me parece una manera muy bonita de pedir perdón. Muy ellos✨
Os veo en unos minutitos en el siguiente capítulo😉
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top