Capítulo 2
Soy mitad agonía, mitad esperanza.
Jane Austen
Kai estaba segura de que su madre seguiría llamándola todos los días, igual que el curso anterior. Lo cual entendía, los padres tienden a preocuparse por sus hijos, es lo normal, pero tampoco era necesario acaparar la línea teniendo en cuenta que solo había un teléfono por habitación.
Esta era una de las razones por las que la chica decidió ir a una residencia de la universidad. Columbia no quedaba tan lejos de Brooklyn, de hecho podría coger el coche cada mañana, pero la dependencia que su madre había creado en los últimos años le agobiaba un poco. Sobre todo después de haber sido prácticamente invisible durante su infancia. Pero no, no podía tenerles rencor por ello, no estaba bien. Fue por una razón de peso y Kai lo sabía bien.
– Sí, sigue siendo la misma distribución que la del año pasado – le decía a su madre por teléfono mientras colocaba la ropa en el armario –. No, no voy a mover la cama de sitio... Sí, ya sé que papá me ayudaría a moverla, pero no hace falta... De verdaaaad – insistió. Ella agradecía que su madre se preocupara, pero tampoco hacía falta tanto y muchas veces se excedía.
Levaba casi una semana en la residencia y todavía no se había sentido libre de su casa, era como si su madre pudiera verla desde una mirilla, aunque tampoco iba del todo equivocada. No era una chica que pudiera elegir fácilmente lo qué quería hacer, siempre estaba pendiente de la aprobación de alguien.
– No, todavía no ha llegado... Ya te lo dije, Harriet se mudó con su novio, no puedo obligarla a que comparta habitación conmigo toda la eternidad.
Harriet había sido su compañera durante el primer año y también su amiga, hicieron muy buenas migas. Pero conoció a Max y decidieron mudarse a un pequeño piso cerca de la universidad. A Kai le supo muy mal, estaba muy cómoda con ella, pero entendía que quisiera tener intimidad con su pareja. Además, ellas seguían viéndose a menudo. Compartían algunas clases.
Justo en aquel momento le pareció oír lo que posiblemente sería su nueva compañera.
– Creo que ha llegado – murmuró, olvidándose de que seguía su madre al teléfono.
– ¿Cómo dices?
– Que creo que ya ha llegado – repitió dejando la ropa a un lado y dirigiéndose hacia la puerta para ir a conocerla.
– Ay, cariño, no sé. Quizás deberías haber pedido que te dejaran sola, o volver, ya sabes que pagar la gasolina no es nada para nosotros.
– Mamá, confía en mí, no va a pasar nada – renegó saliendo de su habitación para dirigirse a la de la izquierda.
– Ya lo sé, y no es por ti, es que no confío en ella, no la conozco. Porque es una chica, ¿verdad?
– Claro que es una chica, esta residencia no es mixta – agarró el pomo.
– Bueno, el otro día salió por el periódico una chica que hablaba sobre un problema administrativo en su residencia. Se ve que se equivocaron de papeles y le pusieron un compañero de habitación. Y era un "Punti" de esos.
– "Punki", mamá, se llaman "Punkis". Y tranquila que dudo mucho que me pase eso a... –, justo abrió la puerta de la habitación y vio a un chico rubio y alto abriendo una caja de mudanza –, mí.
Ambos se miraron unos segundos. El chico tenía el pelo corto, rubio y los ojos de un azul cielo increíble. Era mucho más alto que ella, lo cual no era muy difícil teniendo en cuenta su metro sesenta, y también estaba bastante en forma. Vestía una camiseta blanca con las mangas verdes que ayudaba a marcar su prominente cuerpo. Por muy vergonzosa que fuera en estos temas, no podía negar que era un chico muy guapo.
La voz de su madre la devolvió a la realidad, se había quedado embobada frente a él.
– Cariño, ¿todo bien?
MIERDA, ERA UN CHICO.
Justo las alarmas sonaron en su cabeza y no supo por qué, las advertencias de su madre que parecían una locura, de repente, no lo eran tanto.
– Nada, mamá, todo bien. Oye, voy a presentarme, luego te llamo. Adiós –. No le dio tiempo a responder, colgó. Sabía que aquello le provocaría preocupación a su madre, pero era un riesgo a correr más tarde.
El chico la miraba esperando un saludo o algún tipo de presentación. Y Kai, por su parte, esperaba lo mismo de él.
– ¿Quién eres? – preguntó con tono asustadizo.
– Steve Jones, ¿por? – respondió con naturalidad.
Ella se pegó a la puerta como si estuviera viendo a un fantasma. Desde fuera se la veía más pálida que de costumbre.
– Eres un chico.
– Creo que sí – confirmó.
– Pero tú deberías ser una chica.
– Siento decepcionarte –. Se encogió de hombros. Kai ahogó un grito.
"¡Oh, dios mío!", pensó. No podía ser cierto, no podía haberle pasado a ella.
Vale, compartir habitación con un chico no podía ser tan malo, no tenía por qué correr ningún riesgo. Como si no conociera a cientos de chicos, de hecho Ethan, su mejor amigo, era un chico y no era peligroso. Pero...
Justo entonces la puerta principal se abrió y entró una chica con una mochila y unos papeles. Las dos se miraron. Mientras que Kai tenía la mandíbula desencajada, la otra parecía bien serena.
– Hola, tú debes ser mi compañera. Encantada, me llamo Alyn Stewart –. Le ofreció la mano.
Kai terminó de descomponerse entonces. Miró hacia el chico, que estaba sentado en el borde de la cama con la caja abierta, para luego volver la mirada hacia ella.
– Kai Scott – balbuceó devolviéndole el saludo.
– ¿Todo bien? Estás muy pálida –. Alyn entró en su habitación dejando detrás a Kai –. Steve, ¿qué le has dicho a la pobre chica?
– ¿Por qué supones que le he dicho algo? – preguntó indignado.
– Porque te conozco demasiado – afirmó ella –. No sé qué te ha dicho, pero no le hagas caso.
Kai dejó ir un suspiro de alivio entonces. Y todos aquellos miedos que su madre le había querido meter en la cabeza, volvían a no tener sentido de nuevo.
– Oh, menos mal. Ya pensaba que tendría que compartir habitación con él –. Sonrió, aliviada –. No te ofendas – se dirigió a Steve.
– Para nada – murmuró irónico.
Su nueva compañera no daba mala impresión, de hecho vestía bastante sencilla, tenía el cabello castaño claro y largo, los ojos eran azules con motas verdes y era un centímetro o dos más alta que ella. Si su madre llegaba a verla algún día, no sufriría un infarto, por lo menos a primera vista.
Después del pequeño susto se presentó como era debido y ellos también. Al parecer Alyn estaba en el segundo año de arquitectura, era de la misma edad que Kai. Parece ser que había decidido cambiar de habitación, su antigua compañera era insoportable.
Por otro lado, estaba Steve, el cual no tenía nada que ver con la Universidad de Columbia. Él estudiaba Química en Dartmouth y vivía solo en un piso de alquiler, solo que aprovechó el viaje de su amiga para pasarse a ver a su novia, que al parecer también estudiaba allí.
Kai, prácticamente, había terminado con su mudanza, por lo que ofreció su ayuda a Alyn y a su amigo para desempaquetar.
– Gracias por ayudarme – le dijo Alyn a su compañera.
– No es nada, tampoco tenía nada que hacer.
– Oye, Steve y yo iremos a cenar fuera, seguramente. Si quieres puedes venir.
– Oh, te lo agradezco, pero he quedado con un amigo esta noche.
Alyn asintió y Kai también. Por alguna razón, notó que se había quedado un poco incómodo el ambiente.
"Serás tonta, acabas de rechazar una invitación de la que podría ser una futura amiga. Claro que es una situación incómoda. Sal del pozo", se dijo a sí misma mientras buscaba una respuesta.
– Aunque mañana hacen una fiesta. Si quieres... bueno, si queréis, claro... podéis venir. Vendrá gente de más universidades.
Alyn y Steve se miraron. A ella no le fascinaba mucho la idea de salir de fiesta, pero sabía que Steve terminaría por convencerla. Como siempre.
– Terminarás por obligarme así que... – le dijo al rubio. Este sonrió, así que volvió hacia Kai –. Está bien, ¿por qué no? Una fiesta al año no hace daño. Iremos.
—————
Buenasss!!
Pues bienvenida Kai!!! Otra de nuestras protagonistas.
¿Qué es eso que huelo? ¿Una pequeña rivalidad? Mmm... promete.
Hasta el próximo capítulo😉
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