Capítulo 17

Aparentar tiene más letras que ser.
Karl Kraus

Ethan se entretuvo observando a la gente caminar por la calle, yendo a saber dónde, para hacer a saber qué. Su espalda se encontraba apoyada en la pared, al lado del portal de su edificio. Esperaba a Alyn, quien le había asegurado que lo pasaría a buscar, pero habían transcurrido diez minutos de la hora acordada y no había ni rastro de la chica. Si no fuera porque el plan tenía que ver con la familia de la castaña, habría jurado que le había dado plantón.

Alyn se secó las palmas de las manos en sus pantalones campana, por tercera vez desde que se había subido al coche, aprovechando un semáforo en rojo. Era consciente de que llegaba tarde a recoger a Ethan y que, por lo tanto, también se retrasaría en llegar a su casa. Sin embargo, se sorprendió a sí misma dándole igual.

Estaba nerviosa, eso no podía negarlo, pero era más por el hecho de que Ethan, alguien tan liberal, se fuera a juntar con sus padres, todo lo contrario. Era obvio, ya que el chico no intentó ocultarlo, que no le agradaban en absoluto. Y una parte de ella, sabía que él distaba mucho de lo que ante los ojos de sus padres sería un amigo bien influyente. Se encontraba más preocupada por eso que no por las dagas en forma de indirectas que le lanzarían sus progenitores por su tardanza.

– Llegas tarde – le recordó Ethan, cinco minutos después, mientras se adentraba en el asiento contiguo. Alyn le hizo un repaso antes de responder. Iba con unos tejanos, un poco anchos, azul oscuro y una camisa blanca, acompañada de una americana. No pudo evitar sonreír y agradeció, mentalmente, que se hubiera tomado en serio esa simple comida, pero que aun así mantuviera su estilo y no se hubiese puesto completamente de traje.

– Lo sé – contestó, finalmente, retomando la vista a la carretera. Ese comentario escueto sorprendió a Ethan, quien esperaba una excusa para su retraso. Pero lo único que ella se limitó a añadir fue –: Tenía que echar gasolina.

– ¿Y no lo organizaste para hacerlo e igualmente llegar a tiempo? –. Ella asintió sin apartar la mirada de la carretera. El ojiverde la observó, travieso –. ¿Quién coño eres y qué has hecho con la Alyn controladora?

Bufó. Simplemente, bufó, aunque intentaba esconder una sonrisa.

Era cierto que había planeado ir antes a echar gasolina, pero terminó alargando la ducha, porque quería, y diciéndose a sí misma que no pasaba nada por llegar tarde. Al fin de cuentas, no era como si fuera de vida o muerte. Aunque para sus padres...

✩  ✩  ✩

Ethan miraba por la ventanilla con el ceño fruncido, analizando lo que veía. Ante sus ojos pasaban casas y casas, algunas adosadas y otras no. No obstante, todas seguían la misma línea estética, además de compartir otra cosa: estaban situadas en un buen barrio. Mucho mejor de lo que sus padres se hubieran podido permitir, incluso si hubiesen trabajado tres vidas.

La chica aparcó justo enfrente de una de las casas que no estaban adosadas. Era igual que el resto: ladrillos blancos, tres plantas, escaleras que dan a la puerta principal, balcón largo, tejados a dos aguas... Simple, pero con un precio, posiblemente, demasiado elevado.

Alyn no pudo reprimir una pequeña sonrisa mientras bajaba del coche. Quisiera o no, allí se había criado y crecido. Levantó la mirada a una de las ventanas, concretamente a la de su habitación. Hizo una mueca al recordar el color rosa.

– ¿Estás bien? – preguntó el castaño, que se había mantenido a su lado, esperando que se moviera. Ella salió de su ensoñación y volvió a la realidad. Asintió –. Entonces, ¿vamos?

– Necesito un segundo – pidió. Habían vuelto los nervios. Cerró los ojos e inspiró con suavidad, hasta que sintió una mano uniéndose a la suya y entonces el aire se le atascó en los pulmones. Abrió los ojos de golpes y bajó la mirada.

La mano de Ethan tomaba la suya.

Al levantar el rostro, de nuevo, vio que el chico le estaba dedicando una leve sonrisa ladeada. Ethan sabía que esto era importante para ella, además de que le causaba algo de miedo que no encajaran. Él sabía de sobras que no encajaría con sus padres, pero con ese acto quería hacerle creer a ella que no sería así. Y dentro de todo lo posible, Ethan se prometió intentar sobrellevar la situación.

– Tú puedes, pequeña loca – susurró. Alyn no pudo evitar quedarse observando sus labios unos segundos más de lo normal.

Esas palabras fueron el empujón necesario para hacerle apretar la mano del chico con decisión y caminar hasta la puerta principal. Una vez ahí, la soltó, no quería provocar un malentendido con sus padres, que se montarían películas a la primera de cambio.

Sin dudar mucho más, picó al timbre, aunque siguiera teniendo las llaves. Supuso que su madre querría recibirles, personalmente, en la entrada. Así fue.

– ¡Alyn! – exclamó Elizabeth, con más alegría de la normal, mientras traspasaba el umbral para abrazar a su hija. Ese acto aturdió ligeramente a la joven, pero le correspondió –. Hola – saludó al separarse –. Llegas tarde – puntualizó con una sonrisa, que ella captó que era un tanto fingida.

Entonces lo comprendió. Vio las miradas de reojo que le estaba echando a Ethan. Estaba disimulando su gran efusión y su nula molestia por las horas, simplemente por la presencia del chico.

– Hola, mamá – saludó de vuelta –. Y siento el retraso –. Primera de muchas disculpas que tendría que pronunciar esa tarde.

– Y tú debes de ser... – dejó la frase a medias, ya que Alyn no llegó a pronunciar su nombre. Por ello su madre la observó con reproche –. No me dijiste ni cómo se llamaba. Me has hecho parecer maleducada.

Ethan notó como la joven se encogía en su sitio y como la valentía que había poseído un minuto atrás, se había esfumado. Escuchó como la chica se disculpaba, de nuevo, y lo presentaba ante su madre.

– Un placer, señora Stewart – saludó, inclinando un poco la cabeza al tiempo que pronunciaba las palabras, que no eran del todo ciertas.

– Lo mismo digo – respondió –. Pasad, pasad.

Elizabeth se hizo a un lado para dejarles pasar y Ethan le cedió el paso a Alyn, quien le sonrió con agradecimiento. Y esa sonrisa causó otra en él, la primera real desde que les habían abierto la puerta.

Mientras depositaban las chaquetas en el perchero de la entrada, Alyn se dio cuenta del repaso de arriba abajo que le estaba realizando su madre a Ethan, sin ni siquiera molestarse en disimular una mueca al finalizar. La mujer no se dio cuenta de que ella se había percatado, al igual que el chico que estaba de espaldas. Un pequeño dolor se implantó en el pecho de la chica y terminó asentado en su cabeza.

– Tu padre está arriba, cambiándose –, le informó, su madre, mientras entraban en la sala –, y tu hermana está...

A Ethan no le dio tiempo a analizar mucho la estancia, más allá del largo sofá, ya que antes de que la mujer pudiera terminar la oración, un pequeño torbellino castaño entró con fuerza y se estrelló contra el cuerpo de Alyn, mientras pronunciaba su nombre en un grito. La mencionada correspondió al instante y con la misma intensidad. Había pasado más de un mes desde que se había marchado y la había echado de menos.

– Lena – murmuró a modo de saludo, mientras su madre le pedía a la pequeña que se comportara. Ethan hizo una mueca, en desacuerdo. Lena la ignoró, se limitó a abrir los ojos, aún entre los brazos de su hermana mayor. En su radar apareció el castaño.

Este las observaba con una sonrisa tierna. Tenía una hermana y sabía lo que era quererla con locura. Aunque tuvo que admitir que el vínculo parecía más unido en el caso de Alyn y Lena. Y eso lo dedujo solo con ver ese pequeño reencuentro.

– ¿Tienes novio y no me lo habías dicho? – reprochó, la pequeña, mientras se apartaba ligeramente de su hermana.

Alyn abrió los ojos, perpleja, y juró escuchar un pequeño gruñido en desacuerdo por parte de su madre. Sin embargo, no le tomó importancia, ni siquiera la miró, y se centró en su hermana. Observó de soslayo a Ethan, que la miraba con una sonrisa pícara (cosa que no ayudaba).

– No, no – negó con seguridad –. No es mi novio.

La emoción de su hermana se desinfló. Alyn hizo un gesto en dirección al chico, para que se acercara y él obedeció. La chica se limitó a hacer las presentaciones al tiempo que veía como su hermana miraba al chico de manera bobalicona.

– Encantado – dijo, Ethan, mientras ofrecía su mano. Lena la tomó, encantada.

– Encanta...

– Hija – una palabra, una voz profunda y autoritaria. Alyn se quedó congelada y con los hombros tensos, acto que a Ethan no le pasó desapercibido. La miró con las cejas fruncidas antes de girarse, al mismo tiempo que ella, hacia la persona que había hablado.

El ojiverde lo observó, detenidamente. Un hombre alto, de pelo castaño, al igual que Alyn, estaba de pie en el centro de la sala y vestía completamente de traje. Mantenía los brazos cruzados en la espalda e imponía. O al menos pareció ver eso reflejado en ambas chicas, ya que se irguieron todo lo posible.

– Papá – fue lo único que salió de los labios tensos de Alyn. Hacía mucho que no veía a su padre y, aunque lo quería, siempre había esa aura demasiado autoritaria por parte de él, que la transformaba en una niña pequeña y sumisa.

– Es de buena educación saludar.

Musitando su tercera disculpa, Alyn se acercó a su padre para saludarlo. Y, en el interior de Ethan, algo ardió. Odiaba ver como le hablaba, con desdén, pero con firmeza. Odió ver como ella se empequeñecía, perdía fuerza.

– ¿No crees conveniente presentarnos? – le cuestionó, en el mismo tono, pero esta vez su mirada la tenía fija en el chico.

El ojiverde contó cuatro disculpas, antes de escuchar la voz de Alyn tomando su tono natural, menos tenso, para presentarle a su padre. Edward Harrison Stewart.

Ambos hombres se dieron un breve, pero firme apretón de manos mientras se saludaban. Después se observaron. Edward con ojos analíticos y Ethan con un fuerte intento de mantener su desagrado a raya. No quería complicarle más las cosas a la chica.

Ethan y Alyn agradecieron, internamente, que Lena preguntara si podían sentarse a comer, aunque por diferentes motivos. Ella porque tenía hambre y él por dejar de ver a su padre. Edward ocupó la cabeza de la mesa y junto a él, a su derecha, su mujer. Al otro lado se sentó Alyn, quien hizo sentar a su hermana al lado de su madre, para que Ethan se sentará junto a ella.

– Voy a por la comida – informó su madre, poniéndose en pie.

– Te ayudo – se ofreció, Alyn, levantándose también. O al menos lo intentó, pero su padre le puso una mano en el hombro y evitó que lo hiciera. Esta lo miró con las cejas fruncidas.

– Hoy no, cariño. Eres una invitada.

Fue el único acto que Ethan le halagó en su mente.

– Pero...

– Alyn – le interrumpió, con tono de advertencia.

– Ya me ocupo yo, tranquila – comentó su madre y entonces su padre se volvió hacia su hija pequeña. Alyn giró la cabeza hacia Ethan, evitando que sus padres vieran su expresión. Sabía perfectamente lo que iba a ocurrir.

El castaño notó como miraba al suelo y como sus labios se mantenían apretados en una firme línea. Angustia, eso es lo que vio en ella.

– Lena Harlow, podrías aprender un poco de tu hermana mayor y ayudar a tu madre.

– Perdón – se disculpó la chica al tiempo que se levantaba de su asiento. Ethan siguió sus movimientos con la mirada –. Yo te ayudo.

– No por ofrecimiento propio – murmuró su madre por lo bajo, pero todos alcanzaron a escucharla.

Entonces el chico lo vio. Vio como Lena le dirigía una mirada dolida a Alyn, como si el hecho de que la pagaran con ella tuviera algo que ver con su hermana. La ojiazul bajó la mirada a su regazo, apenada. Y él la observó con los dientes apretados. Pequeñas piezas, sobre Alyn, comenzaban a encajar en su mente.

✩  ✩  ✩

Después de un primer plato acompañado de pequeñas conversaciones triviales en referente a Alyn y sus primeros meses en el segundo curso de universidad, además de algún que otro reproché por no visitarlos, la conversación se silenció. O al menos por un par de minutos.

Alyn tragó un sorbo del vino que sus padres habían servido, uno de los tantos que su padre trabajaba en la empresa, y alzó la vista a su progenitor para lanzar un cumplido a este. Sabía que así ganaría puntos, pero no llegó a pronunciar ni una palabra cuando vio dónde tenía puesta la mirada el mayor.

Estaba observando analíticamente a Ethan, quien estaba tan centrado en separar los guisantes a una esquina, que no se daba cuenta. La expresión en Edward dejaba evidente su opinión. No le agradaba. Alyn podría hasta jurar que parecía que incluso el desagradado por el chico fuera mayor que el que había tenido su madre en la entrada.

De nuevo, un dolor se implantó en su pecho y subió hasta su cabeza. Algo se removió en el interior de esta. Y cuando notó que su padre iba a iniciar una conversación con el castaño, supo que debía intervenir en ella. Una sensación dentro de sí misma le gritaba que lo salvara, que salvara la imagen de Ethan y... y la visión de sus padres sobre ella.

– Señor Brown – la voz de Edward causó que el nombrado apartara la mirada de su plato y que su hija mayor dejara la copa sobre la mesa.

– ¿Si? – respondió, el nombrado, con tranquilidad.

– ¿Estudia usted?

Alyn tragó con dificultad, ya que tenía implantado un nudo en la cabeza. Sus manos arrugaban la servilleta que, por costumbre, se había colocado sobre el regazo, y sus dientes apresaron su labio inferior con nerviosismo.

El chico asintió.

– ¿Y qué estudia?

– Medicina.

Esa palabra salió de los labios de la joven tan rápido que apenas le había dado tiempo a procesarla. No movió la mirada de su padre, a sabiendas de que Ethan la estaría observando. Y así era. El castaño giró su rostro con velocidad hacia la chica que tenía al lado. Su ceño estaba fruncido y algo en su interior le apretaba el pecho.

– Estudia medicina – repitió en un tono más bajo, como si intentara convencerse de que había dado el paso correcto al intervenir y encima con una mentira.

– Oh – musitó Elizabeth –. Una carrera muy respetable.

– Y asquerosa – susurró por lo bajo, Lena.

– ¿Y en qué universidad? – cuestionó, Edward.

"Mierda", pensó Alyn. En esos momentos, por más que rebuscara en el interior de su cabeza, no encontraba ninguna en la que estuviera segura de que se estudiaba medicina.

– En la universidad de Nueva York – respondió, Ethan, sorprendiendo a la chica. Se giró a verlo, pero se topó con su perfil, ya que este se negaba a centrar la vista en ella.

– Supongo que tus padres deben estar muy orgullosos – añadió, la madre. Alyn era consciente de lo que sus padres tramaban. Intentaban hacerle un tercer grado, camuflado como una simple conversación.

Ethan se limitó a asentir con la cabeza mientras masticaba.

– ¿Alguno de ellos se dedica a lo mismo? – interrogó, su padre, con la copa en la mano. Observándola como si estuviera distraído y no atento a cada una de las respuestas.

– No – contestó el chico.

– Su padre es profesor –. Ethan sonrió ligeramente, pensando que al menos en eso no había mentido. O al menos hasta que añadió –: Da clases en una universidad. Y su madre es tasadora de antigüedades.

Tick... Tack...

El chico dejó los cubiertos sobre el plato, mientras sus ojos miraban con fijeza el mantel. Sus dientes estaban apretados, ya que había pasado por alto, considerándolo una estupidez, que mintiera sobre sus estudios – aunque tampoco le hizo gracia –, pero el hecho de que mintiera sobre sus padres le cabreó profundamente.

La conversación se pausó a causa de que madre e hija pequeña se dispusieron a recoger los platos para traer el postre. Un pastel de limón, que se posó sobre el centro de la mesa con elegancia y delicadeza.

No obstante, Edward no estaba conforme con toda la información – falsa, sin ser consciente – que había obtenido de Ethan quien, aunque seguía sin convencerle, ya lo veía con mejores ojos ante su prometedora carrera. Por ello, ni siquiera esperó a que su hija mayor, quien se ofreció, cortara el pastel, para lanzar su siguiente pregunta.

– ¿Y dónde trabajan tus padres? ¿En Manhattan, Queens...?

– Brooklyn – logró responder, sin ser interrumpido por la castaña.

– ¿Sois de Brooklyn? – cuestionó, por primera vez, Lena. Esta observaba al castaño aún más encandilada que al principio de la velada. El hecho de la mención de Brooklyn también tenía que ver, ya que la pequeña adoraba esa zona.

– Pues...

– Sí, son de ahí – le interrumpió, Alyn.

Comenzó a servir un trozo a cada uno, para así evitar levantar la mirada y ver la de Ethan.

– Su padre es de Brooklyn, al igual que él y su hermana – continuó.

Tick... Tack...

– ¿Y tu madre? – cuestionó la mujer, en dirección al chico, aunque la que hablara fuera su hija.

Y entonces, sucedió. La estocada final.

– Su madre es de Manhattan.

Boom.

Algo en el interior de Ethan se derrumbó sin contemplación. Un dolor profundo se instaló en su pecho y le cortó la respiración. Había mentido. Lo había hecho durante toda la velada, pero lo que realmente terminó con él fue que mintiera sobre sus raíces. Pocos días atrás se había sincerado con ella, le había explicado algo que pocas personas sabían. Y ahí estaba ella, Alyn, la chica que pensaba que merecía la pena, despreciando esa parte de él como si no fuera importante, como si fuera una estupidez.

– Discúlpenme – la palabra se deslizó con suavidad, aunque con contención, al tiempo que se ponía en pie –. No había visto la hora y debo marcharme.

– ¿Marcharse? – cuestionó, Elizabeth. Tanto ella como su marido, no veían de buen ver el acto que el joven estaba haciendo.

– Entro a trabajar dentro de poco –. Esa respuesta era cierta, a excepción de que aún le quedaban dos horas hasta tener que presentarse en el museo. Sin embargo, pareció servirle de excusa al matrimonio Stewart.

– ¿Trabajas? – murmuró, Alyn, con la cabeza levantada hacia él. No tenía ni idea de que Ethan trabajara. Para su mala suerte, su padre alcanzó a escucharla.

– ¿Es que acaso no sabías que tu amigo trabajaba?

"Mierda", pensó de nuevo.

– No, no es eso – se apresuró a decir con nerviosismo –. Es que no sabía que trabajaba hoy – volvió a mentir, cosa que a Ethan ya no le sorprendió.

– Ha sido una velada encantadora – se dirigió a Edward –. Y la comida estaba exquisita –. Esta vez miró a Elizabeth –. Muchas gracias por la invitación – concluyó mirando a Lena, quien lo observaba con una amplia sonrisa y se despidió de él con leve movimiento de mano. Ethan sonrió levemente, ya que aquella chica era la única, en esos momentos, que le agradaba, y se despidió de ella con un guiño.

– Te acompaño a la puerta – se apresuró a decir, Alyn, al ver como salía de la sala –. Ahora vuelvo – dijo a sus padres.

Caminó con rapidez, siguiendo los veloces pasos del castaño, quien ya se encontraba en la entrada, poniéndose de nuevo la americana. Ella era consciente del estado en el que se encontraba Ethan y, por ello, le daba miedo hablar. No logró encontrar palabras hasta que vio como abría la puerta sin ni siquiera fijarse en ella.

– Ethan – lo llamó causando que este se parara tras el umbral. Miró a la puerta que conectaba con la sala, esperanzada con que ningún miembro de su familia estuviera escuchando –. Ethan – repitió y este se giró.

El enfado que encontró en sus ojos verdes la dejó paralizada unos segundos. Fue en esos momentos cuando se dio cuenta de que la había cagado más de lo que creía y que le iba a salir muy caro.

– Yo... em...

– Déjalo – musitó, grave –. No merece la pena.

"¿El problema o yo?", se cuestionó en la mente mientras veía como Ethan se volvía a girar y se perdía entre las calles de su infancia. Y le angustiaba la respuesta. Sin embargo, lo que le causó una opresión en el pecho fue darse cuenta de que el enfado del chico le dolía mucho más de lo que ella se podría haber imaginado.

—————
Buenaaaass!!!

Aaaaaaaggggghhhh!!! Como odio a los padres de Alyn. ¿Alguien comparte el sentimiento?😡😡😡

Todo se ha jodido. ¿Qué pensáis de lo que ha hecho Alyn? ¿Estáis de acuerdo en cómo ha reaccionado Ethan?

Hasta la próxima!!!😉

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