Capítulo 14
A veces cuando las cosas parecen estarse derrumbando
puede que más bien se estén colocando en su lugar.
El Principito
Kai y Ethan se adelantaron, querían tenerlo todo listo para no entretenerse y correr el riesgo. Y por mucho que la morena tuviera fe plena en Alyn, su amigo no lo tenía tan claro. Lo que ella no esperaban era ver a Steve a lo lejos, enfrente de la puerta del departamento de Arqueología. Estaba apoyado en la pared, vestía una bomber negra con unos tejanos. Tenía aspecto de acabar de salir de la cama, podía delatarse por su cabello revuelto.
– ¡Steve! – gritó Kai.
– Eso es, tú sé discreta – ironizó Ethan.
– Perdón – susurró esta –. ¿Qué hace aquí?
– Lo he llamado yo – dijo, Alyn, que apareció justo detrás un poco sofocada por haber corrido –. No pienso apoyaros en esta arriesgada idea yo sola.
– Por fin, creía que se te había comido el armario – sugirió Ethan intentando ser humorístico. Ella entornó los ojos e hizo como si no le hubiera oído.
Los tres llegaron y Steve se adelantó hacia ellos.
– Espero que sea importante, he dejado a Emily en la habitación.
Muchos fines de semana los pasaba en la residencia de Emily, que estaba al lado de la de Alyn. Aprovechaba que iba a ver a su novia para después pasar por casa de su amiga.
Ethan lo miró con la ceja levantada como si prefiriera que se fuera con su hermana a estar allí, pues aunque no le odiaba, tampoco le provocaba alegría que estuviera con ellos. El castaño prefirió tener el mínimo contacto posible con él, se centró más en su mejor amiga. Ambos dejaron el material en el suelo y se prepararon para ponerse en marcha.
– Quieren hacer un grafitti – murmuró, Alyn, que se puso al lado de su amigo. Steve la miró extrañado.
– ¿Alyn Evolet Stewart envuelta en un plan escandaloso? ¿Qué pensarían tus padres de ti, jovencita? – dijo imitando la voz de un señor mayor para reírse de ella. Esta le dio un codazo para que dejara de reírse, pues sabía de cierta mano la ansiedad que le creaba ese tipo de situaciones –. ¿Y de quién de los dos iluminados ha sido la idea?
– Sorprendentemente, de Kai.
– No sé por qué no me sorprende – murmuró él.
– ¡Ey, vosotros! ¿Vais a ayudar o no? – preguntó la nombrada, que llevaba un espray en la mano igual que su amigo.
Alyn y Steve se miraron y suspiraron a la vez, antes de acercarse a los otros dos, necesitaban convencerse.
✩ ✩ ✩
No tardaron mucho en terminar el dibujo. La verdad es que con ocho manos, la experiencia de Ethan y, para sorpresa de ellos, la de Alyn, consiguieron sacar un resultado bastante favorecedor y...
– ¡Reivindicativo! Era eso lo que quería – soltó Kai una vez vio terminado el dibujo.
– Eres una pequeña ardilla con la rabia dentro – dijo, Ethan, mientras le revolvía el pelo. Le encantaba ver a su amiga feliz y, sobre todo, meterse con ella cuando lo estaba.
– La verdad es que ha quedado bastante bien – aclaró Steve, que no tenía ni idea de dibujar, pero si de procurar que el dibujo quedase simétrico.
– Espero que sirva de algo – siguió Alyn.
Los cuatro se quedaron ahí quietos, en silencio, observando su obra de arte y fijos en la belleza de la noche. Aquellos veinte segundos se volvieron eternos y Kai no pudo evitar reprimir una lágrima seguida de una sonrisa. Era la melancolía que le provocaba cumplir uno de los deseos de su hermana. Porque aquella estúpida locura, era otro de los actos más profundos de amor que ella podía regalarle al cielo y a la vida.
– Bien, pues ya podemos volver, ¿no? – dijo la castaña rompiendo el silencio.
– Podríamos poner una firma – sugirió Steve.
– Claro, y también la dirección para dejárselo en bandeja a la policía – ironizó Alyn mirando a su amigo con advertencia. La chica no quería seguir allí, no quería seguir jugándosela y a los otros no les hacía falta mucha insistencia para animarse.
– No es mala idea – murmuró, Ethan, a lo que esta dejó ir un suspiro que camuflaba un: "Por favor, no".
Sin esperar comentarlo con los demás, Kai se adelantó y cogió un espray de color naranja con el que hizo un punto en la parte baja del dibujo.
– Los puntos marcan el final de algo y también el inicio de algo nuevo – pensó en voz alta. Luego se giró hacia los otros, decidida –. Creo que esta noche los cuatro nos encontramos en esta situación. Dudo que seamos los mismos después de hoy.
Los tres sabían que estaba en lo cierto, por mucho que algunos aún no fueran conscientes de ello.
Ethan esbozó una sonrisa y fue el siguiente que imitó a su amiga, pero con un espray de color verde. Luego fue Steve con el azul y por último Alyn, a la que le costó un poco más avanzar, pero en su interior sentía la necesidad de dejar su rastro en alguna parte del mundo, y lo hizo con el espray rojo.
Ahora sí que el dibujo estaba terminado.
✩ ✩ ✩
Hasta el lunes no se hizo revuelo del grafitti, fue cuando llegaron los profesores y los directivos al departamento. Como en la parte exterior no había cámaras y en fin de semana nadie vigilaba la universidad, nadie pudo ver quién había sido y los profesores tenían mejor faena que ponerse a buscar a los culpables. Pero lo bueno fue que los alumnos aceptaron el acto de buen grado, tanto los que conocían la historia de la señorita Clinton como los que no, creando pequeñas manifestaciones feministas en los campus. Y la mejor parte fue cuando Fanny les anunció a sus alumnos que en menos de dos meses ya no asistiría a clases porque le habían concedido la baja.
Kai se sintió satisfecha, pero a la vez agradecida a su hermana.
Quien no sintió tanta alegría fue Steve. Por suerte, Emily no se enteró de su escapada y se ahorró lo que podría haber sido una gran discusión. El problema vino aquel mismo lunes, cuando llegó de clase y se encontró a su padre en el apartamento donde vivía durante el curso. Este nunca se había dignado a ir allí durante aquellos años. A veces lo llamaba o esperaba a que él viniera por vacaciones a Queens. Pero presentarse sin avisar era algo muy raro.
– ¿Papá? –. El hombre estaba sentado en el sofá observando el espacio –. ¿Qué haces tú aquí?
Se levantó para saludar a su hijo, que a diferencia de él iba con una sudadera y tejanos. James Jones no se quitaba el traje ni para ir a dormir, de hecho Steve lo había visto menos de cinco veces en toda su vida sin este. Sin contar las veces que se bañaba en la piscina climatizada que tenían en casa. Parecía que acabara de salir de una reunión, aunque el joven tampoco lo descartó.
– Jamie – le abrazó muy fuerte, acto que a Steve le pilló por sorpresa. Como siempre, usó un diminutivo de su primer nombre, él y su madre eran de los pocos que lo hacían, aun sabiendo que se hacía llamar Steve –. Que alegría verte, hijo.
Ambos se quedaron unos segundos en silencio, ya que pocas veces habían gozado de un momento así. Al apartarse miró a su padre esperando o bien una respuesta, o una explicación.
– ¿Todo bien?
El padre le miró y no pudo evitar agachar la cabeza y esbozar una sonrisa que dejaba entrever que algo no iba como debía ir.
– Tenemos que hablar, hijo, pero antes... ¿Has comido? Me ha parecido ver un restaurante cerca de aquí. ¿Te apetece probarlo? Salir a comer con tu padre, como en los viejos tiempos –. Y al decir aquello Steve pudo notar un ápice de melancolía en su expresión.
✩ ✩ ✩
Su padre siempre iba a lugares lujosos, ya que podía permitírselo sin problema y aquel día no iba a ser menos. Pidieron, les sirvieron y James aún no había soltado ni una palabra, a lo que Steve estaba en ascuas y desconcertado. No entendía nada de lo que ocurría.
– ¿Sabe mamá que estás aquí? – preguntó mientras le daba un bocado al trozo de sepia.
– No, y es mejor que no lo sepa –. Dejó una breve pausa en la que cogió aire y procedió –. Hijo, he venido aquí para hablar contigo sobre algo bastante serio. Primero de todo, quiero pedirte perdón, y en nombre de tu madre también, por no haberte dicho nada antes, pero no queríamos preocuparte –. Formó otra pausa para encontrar las palabras adecuadas, hasta que finalmente optó por no dar rodeos e ir directo al grano –. Nuestra relación prende de un hilo ahora mismo.
Steve dejó los cubiertos en el plato y se preparó para poder asimilar lo que su padre fuera a contarle, pues tenía la sensación de que no le iba a gustar.
– Verás, justo cuando tú volviste aquí, yo tuve que irme unos días a Texas. La empresa quiere ir más allá, ya sabes, y hemos encontrado unos inversores bastante buenos allí. De hecho, el señor Gómez, el padre de Regina, ¿le recuerdas? Tiene contactos en...
– Papá – intervino este, pues conocía tan bien a su padre que sabía que cuando se ponía nervioso se iba por las ramas para evadir el tema.
– Sí, perdón. Bueno, el caso es que fui un completo idiota. Salimos de copas una noche y me dejé llevar –. Al oír aquello Steve se llevó las manos a la cabeza –. Cuando llegué me sentía tan mal que se lo conté a tu madre directamente. Ella se enfadó, y no la culpo, yo también estoy enfadado conmigo mismo. ¿Cómo pude ser tan... tan inconsciente? –. Dio un leve golpe a la mesa con rabia –. El caso es que sé que no lo olvida y ni siquiera sé si lo hará. Pero puedo jurar que es a la única mujer a la que he amado nunca y... y no sé, Jamie. No sé qué voy a conseguir contándote esto. Supongo que mereces saberlo y ya.
El chico seguía con la cabeza escondida entre las manos, asimilando lo que acababa de oír. Porque no era la primera vez que oía una historia de infidelidades, de hecho la madre de su amigo Lorie le había sido infiel a su padre con su hermano, o algunos de sus amigos le habían sido infieles a sus parejas. Incluso él mismo en el instituto lo había sido, pero no eran relaciones serias a su parecer. Nunca pensó que eso podría ser posible en su caso. En su casa. Es como saber que el cáncer existe, pero no eres consciente de él hasta que llega a tu alrededor.
Intentó serenarse, porque de no haberlo hecho seguramente le habría estampado una silla en la cabeza a su padre. Así que inspiró hondo y apartó las manos de la cara para formular la única pregunta que le vino a la mente.
– ¿Os vais a divorciar?
– No lo sé. De momento no, pero la convivencia se ha vuelto fría y, aunque no hayamos hablado del tema, no me extrañaría que tu madre tomara la decisión.
– Ni a mí tampoco – murmuró entre dientes.
– Jamie, entiendo que me odies ahora mismo, de verdad. Llevo toda mi vida siendo un ejemplo a seguir y ahora no puedo darte lo mismo. Solo espero que nunca hagas lo mismo que yo, que también aprendas de mis fallos, aunque sea un tonto desliz.
Entonces le vino a la mente Kai y aquel maldito beso que no dejaba de perseguirle desde entonces. Y también pensó en Emily, por mucho que no lo contara como una infidelidad, lo era. ¡Santo dios, claro que lo era! Y lo peor era que no podía juzgar a su padre entonces, porque él había sido igual, incluso peor, ya que por lo menos este tuvo la decencia de contárselo a su madre, pero él a Emily no, a ninguna de las dos. Y como siempre, volvió a compararse con él.
– No sabes las ganas que tengo de gritarte ahora mismo. De irme de aquí y no verte más. Pero... pero no puedo juzgarte y me jode, que lo sepas. Me da mucha rabia.
– ¿Ha pasado algo con Emily?
– No quiero hablar de eso ahora, no desvíes la conversación –. Intentó aclararse para no salir corriendo de allí –. Mira, espero que hagas lo que esté en tus manos para arreglar las cosas con mamá. Si es lo que quieres, recibirás todo mi apoyo. Pero si ella decide dejarte, también la apoyaré.
El hombre asintió y se pasó la mano por el tupé canoso, gesto muy típico de los Jones, dejando ir un suspiro de alivio, como si acabase de sacarse un gran peso de encima.
– Eres un gran chico, ¿lo sabes? Pocos hubieran respondido con la misma serenidad y madurez. Me siento muy orgulloso de ti.
Steve no supo si debía sentirse halagado o triste frente aquellas palabras, porque eran tantos años siendo comparado con él, que apenas sabía quién era de verdad. Por eso prefirió responder con una falsa sonrisa.
Acabada la comida se despidió de su padre, haciéndole saber que le llamaría en los próximos días para informarle de cómo estaba todo. Luego fue a entrenar, pero no fue suficiente para sacar toda la ira que llevaba dentro, necesitaba algo más.
Beber quizás. Pero él apenas bebía.
El calor de Emily. Pero era lunes y los lunes siempre salía con sus amigas a cenar.
Hablar con alguien. Pero no quería molestar a Alyn ni a Lorie.
Tenía una amiga, Regina, la cual su padre había mencionado anteriormente. Solían desahogarse juntos sobre la ajetreada vida de los ricos, pero aquel tema era preferible que no se supiera por su entorno.
Todo aquello lo pensaba mientras conducía y, sin saber como, terminó enfrente de Cookie's. Lo que le hizo pensar en Kai y en lo a gusto que estuvo aquella noche en su coche.
Aquella noche...
No tenía pensado entrar porque eso le haría seguir recordando lo ocurrido y no quería, menos después de la charla con su padre. Pero algo le llamaba a entrar, a hablar con ella.
Y siguió lo que el corazón le dictaba.
✩ ✩ ✩
Le faltaba media hora para terminar su turno, había sido un buen día y tenía muchas ganas de llegar a la residencia para decorar algunas de las piñas que recogía del bosque a veces, así le vino a la mente la guirnalda que le debía a Steve, chico con el que empezaba a plantar frutos. En su mente planeó los colores que usaría para decorar el regalo. Azul seguro, cómo sus ojos, algo de blanco también y... creía que decoraciones doradas, le recordaba al color de su pelo. Le vino la imagen a la mente, entonces, las puntas revueltas por la frente. Pensó en lo divertido que debía ser deslizar los dedos entre su cabello, parecía ser sedoso. Luego apareció su mirada, aquellos ojos que parecían sacados del océano, le recordaba a Hawái y eso le daba nostalgia.
– Ponme lo más fuerte que tengas.
Salió de sus pensamientos cuando oyó el pedido. Al volver a la realidad se encontró con Steve sentado en un taburete de la barra, frente a ella. Se ruborizó un poco, hacía menos de un segundo que su imagen vivía en su mente con admiración y ahora lo tenía en carne y hueso.
Le costó reaccionar.
– ¿Un batido de menta quizás? –. Pues teniendo en cuenta que era una cafetería, poca cosa más podía encontrar. Steve asintió, ya no solo por inercia, sino porque era su sabor favorito.
– ¿Qué te trae por aquí? – preguntó mientras preparaba la bebida.
– Necesitaba hablar con alguien.
– Sabes que estoy trabajando, ¿verdad?
– Siempre que vengo estás hablando con tu amiga rara.
– Sí, y a ella le digo exactamente lo mismo. Toma –. Le puso el batido encima de la barra, en un vaso grande con dos pajitas. Este las miró –. ¿Qué? Es mi sabor favorito.
Ella sonrió y le dio un sorbo, dejando ir un sonido nasal de placer.
– Dios, sabe a cielo. A gloria. A Brad Pitt.
– ¿Qué?
– Si Brad Pitt tuviera sabor, sería este sin duda alguna –. Steve no pudo evitar soltar una carcajada.
– Estás loca.
– Puede, pero estás riendo. Ya no tienes cara de traumatizado.
– ¿Tanto se me nota? –. Ella hizo un gesto con los dedos queriendo decir "un poco" y Steve asintió rendido. Volvió a mirar a Kai y con la mirada le hizo saber que podía confiar en ella para desahogarse –. Ha venido mi padre. Nos llevamos bien –, aclaró –, aunque siempre sienta la presión de ser igual que él. Es todo un ejemplo a seguir, un icono. Siempre lo ha sido, es perfecto en todo, Kai, en absolutamente todo. Y ahora la ha cagado por primera vez en su vida, ha metido la pata hasta el fondo y lo peor de todo es que me alegro, porque durante muchos años he deseado verle equivocarse en algo. Y resulta que el único fallo que ha cometido en toda su jodida vida me incumbe, y a mi madre también.
Lo dejó ir todo, tal y como le pasaba por la mente, sin filtro y, la verdad, es que se sintió más aliviado después de eso.
– Vaya... pero él a...
– Le ha sido infiel – aclaró el chico. Kai asintió al comprender de que se trataba –. Y según él no tenía intención de hacerlo. ¿Tú lo crees posible? ¿Se puede ser infiel sin querer?
La chica se tomó unos segundos para meditar la respuesta adecuada, ya que era un tema al que le había dado muchas vueltas desde que se encontró en una situación similar y aquello le había hecho aprender a como gestionarse.
– Yo creo que ser infiel no es siempre malo, pero si lo haces es con alguna intención. No quiere decir que ya no quieras a tu pareja, quizás lo haces por otra razón, como querer experimentar, por ejemplo; por un impulso inexplicable, por impotencia, como vía de escape o porque realmente es la única forma que tienes de hacerle ver a la otra persona que las cosas no van bien. Pero cuando te excedes en ello no le veo la justificación, no me parece justo para la otra persona.
Dirigió sus ojos grises a los azules de Steve que la miraban con un brillo de... ¿Admiración?
Se ruborizó un poco y notó como le subía un escalofrío por todo el cuerpo que le obligó a apartar la mirada.
– Pero como nunca he tenido pareja, tampoco tengo ni idea sobre estos temas. Decirlo es muy fácil, es probable que si me encontrara en la situación hiciera algo completamente distinto.
El rubio, que seguía embobado, recapacitó un segundo sobre lo que acababa de oír.
– ¿Nunca? –. Ella negó con la cabeza –. Bueno, ¿pero habrás tenido algún rollo por ahí? –. Volvió a negar –. No te creo –. Dejó ir una risa nerviosa.
– Nada de nada. Ni un simple beso – declaró.
Y a Steve se le paró el corazón en seco.
– ¿Qué? No, eso no es verdad.
– ¿Qué te hace dudar?
Mierda. Ella no recordaba el beso, claro, y mejor que no lo hiciera. Más ahora que resultaba ser virgen incluso de eso. Pero... ¡Dios! Había sido su primer beso y ni siquiera lo sabía. Steve estaba más descolocado que antes de entrar.
– Na... nada, es solo qué, bueno... t... tú eres guapa. Y lista. Y parece ser que caes bien. Me extraña que nunca hayas...
– No hace falta que me hagas la pelota, Steve, al batido invito yo. Y no es que no haya tenido oportunidad, es solo que no he querido – aclaró. Al chico eso le cuadraba un poco más, aun así le parecía extraño –. Pero tranquilo, que si lo dejas con Emily te dejaré hacer los honores.
Al oírlo, se atragantó con el batido, provocándole una fuerte tos y un estado de nerviosismo que no había sentido en años.
– ¿Cómo dices? – dijo entre tosidos.
– Nada, hombre, que era una broma –. Le ofreció un poco de agua para que se recompusiera –. Por cierto, mi turno termina ya así que no es por echarte, pero si quieres quedarte aquí deberás buscar otra psicóloga.
– No, tranquila, ya me iba.
Kai asintió, se bebió lo que quedaba de batido y recogió el vaso para poder ir a cambiarse tranquila.
– Si quieres te llevo – ofreció el chico justo cuando ella salió de la barra para ir al vestuario.
– Oh, no hace falta, me gusta andar.
– Sí, en serio –. Sin pensarlo, Steve se levantó y se puso enfrente suyo –. Es lo mínimo que puedo hacer.
No eran conscientes de lo cerca que estaban, no tanto como para darse un beso, pero sí bastante fuera de lo normal, a lo que se produjo un silencio, para nada incómodo, en el que se limitaron a mirarse a los ojos y en el que, si hubiera durado unos segundos más, se hubieran cogido la mano.
Pero Kai despertó al notar una presencia cerca de su extremidad.
– Está bien, espera aquí. No tardaré mucho.
Sin apenas mirarlo se fue corriendo al vestuario. Allí cerró la puerta y se llevó la mano al pecho, porque aunque le costaba admitirlo sentía algo raro y no era la primera vez. Se sentía así desde el día posterior a la fiesta.
¿Era atracción quizás?
—————
Buenaaassss!!!
Esto se pone serio. El padre de Steve le ha sido infiel a su madre y ahora él revive el beso con Kai. ¿Qué opináis vosotras? ¿Creéis que se tiene que considerar cuernos lo que ha ocurrido entre ellos o no?
Me parecen tan monos y adorables con el batido de menta🥰
Os veo el martes!!😉
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