Capítulo 1

En nuestros locos intentos, renunciamos a lo
que somos por lo que esperamos ser.
William Shakespeare

Su habitación parecía exactamente la misma de siempre, con sus paredes de un rosa pastel y la cama de matrimonio con sábanas blancas y miles de cojines en ella. Una manía de su madre que ella detestaba, pero de la que nunca se quejaba. Lo único que se veía diferente a los otros días era la ausencia de alguna de sus cosas en lugares como el escritorio o la cómoda. Todos los objetos que se encontraban allí ahora descansaban en el interior de cajas y estas en el maletero del coche que la esperaba abajo.

Hizo un repaso a la lista que tenía en su mano y también a la mental para asegurarse de que no se dejaba nada de importancia. Sino sus padres o hermana tendrían que enviárselo por correo o ella venir aquí. Lo que menos quería era tener que volver a las pocas horas de haberse marchado. Menos si sabía que recibiría una frase como: "Si no hubieras decidido vivir en la residencia, no te tendrías que preocupar de dejarte las cosas". Ya suficiente había tenido el año pasado y ese último verano que en unos días llegaba a su fin. Una vez confirmó que tenía todo, salió de su habitación cerrando la puerta. Esperaba que nadie, excepto el personal de limpieza, entrara.

Al llegar a la sala de estar se encontró con una escena a la que ya estaba acostumbrada, pero que aun así le desagradaba. Su hermana pequeña, Lena, estaba invadiendo el espacio personal de su mejor amigo. Lo abrazaba por el brazo mientras no dejaba de parlotear y el rubio le sonreía y escuchaba con atención, como si realmente fuera muy profundo lo que la chica le estaba comentando.

Carraspeó para llamar la atención de ambos.

– Estoy lista. ¿Nos vamos? – le preguntó al chico al tiempo que le lanzaba una mirada a su hermana. Esta la entendió a la primera y con los ojos en blanco soltó al rubio.

– Una charla muy interesante, Len. Nos vemos pronto – se despidió el chico antes de darle un beso en el cabello tras ponerse en pie –. Yo me encargo de bajar esto – comentó, esta vez en dirección a su amiga. Le quitó la mochila del hombro y se dispuso a salir de la casa, dejando solas a las hermanas.

– Diles a papá y mamá que llamaré una vez me instale.

– ¿Por qué no te has esperado a que llegaran?

– Prefería que me llevara Steve – se limitó a decir –. Te voy a echar de menos, enana –. Se acercó a ella para imitar la acción de su amigo y dejar un casto beso en el pelo castaño de Lena. Esta bufó, harta de ese tipo de actos.

– Dejad de tratarme como si tuviera doce años, por favor – pidió –. Y no me echarías de menos si no te fueras – repitió por quinta vez en lo que llevaban de día.

A eso se refería con los comentarios que quería evitar. Tanto sus padres como su hermana no comprendían el empeño de estar ocupando una habitación en el campus cuando podía disponer de la suya en su propia casa. Pero Alyn quería salir de esas cuatro paredes, por ella y por su hermana. Sabía que en algún momento la pequeña lo comprendería, pero de momento era demasiado pronto.

– Adiós – fue lo único que dijo antes de abrazarla.

Tras conseguir que Lena la despidiera en condiciones, salió de la casa con una sensación extraña en el pecho. Por una parte, sentía el mismo alivio que cuando lo hizo un año atrás, en su primer año en la universidad. Puede que más, ya que aquella vez sí que le acompañaron sus padres y hermana. Pero, por otro lado, tenía una pequeña opresión en el pecho. Alyn lo asoció al cambio de habitación.

– ¿Cuándo te devuelven el coche? – preguntó Steve una vez su amiga se había posicionado a su lado –. Lo pregunto más que nada para saber por cuanto tiempo voy a ser tu chófer personal.

– Dentro de unos días, idiota – le respondió, bajando un poco su ventanilla –. Solo ha sido un pequeño fallo en el contacto de la llave.

– ¿Quieres que te lleve a buscarlo?

– No hace falta, gracias. El taller no queda muy lejos de la universidad, así que iré andando – le explicó. Steve apartó la mirada de la carretera, momentáneamente, para mirarla con el ceño fruncido –. ¿Qué?

– ¿Por qué has llevado tu coche a un taller de Manhattan cuando vives en Queens? – cuestionó ya con sus ojos claros puestos de nuevo en la carretera.

– Porque paso de tener que ir hasta Queens solo para eso. Pedí que lo llevaran al taller de ahí, pero de la misma empresa. La verdad es que lo echo de menos – confesó y lo miró apenada –. Y siento utilizarte como transportista.

– No te preocupes – le restó importancia –. Con que habitación nueva, ¿eh? Eso significa compañera nueva. Espero que no sea tan horrible como la anterior. En serio que me daba miedo.

– Por eso pedí el cambio, no aguantaba ni un día más bajo el mismo techo que esa tipa. En cualquier momento era capaz de raparme el pelo mientras dormía. Y solo porque no opinaba como ella –. Steve se rio al imaginarse a su amiga sin ningún mechón.

– Eso hubiese sido gracioso de ver – confesó recibiendo un golpe por parte de Alyn –. Auch.

– Te lo mereces – se excusó mirándolo con los ojos entrecerrados –. Pero de verdad que me alegro de haber salido de esa habitación. Espero que mi nueva compañera esté más estable mentalmente.

– Y si es ordenada, ya se gana un premio.

– Pues sí, sería algo que agradecería.

Durante los siguientes veinte minutos mantuvieron una conversación amena hasta que al final Steve frenó ante el edificio de la residencia. Era el mismo que el año anterior. Alyn le pidió a su amigo que bajara un par de cajas mientras ella se disponía a ir a por su nueva llave. Como ya conocía a Matthew, el recepcionista, este le proporcionó la llave con rapidez mientras la chica le aseguraba que una vez instalada se encargaría de bajar de nuevo a firmar el cambio de habitación. Cuando volvió con Steve ya había sacado la maleta de Alyn y dos cajas. Él tomó estas mientras que la castaña se encargaba de coger la maleta. Juntos subieron hasta la planta correspondiente y recorrieron el pasillo hasta llegar al frente de la penúltima puerta. Al abrirla lo primero que vio fue la entrada a una pequeña cocina, aquella que tendría que compartir con su compañera; al igual que el baño. A su derecha había una puerta y a su izquierda otra. Como bien le habían dicho, se dirigió a esta última, la que le correspondía. 

Fueron dos viajes más los que realizaron al coche, ya que Alyn había traído diez cajas llenas de lo que ella consideraba imprescindible. La habitación era espaciosa. Contenía una cama individual pegada a una de las esquinas de la pared principal, aquella que se veía nada más entrar. Y a los pies de esta un armario. En la pared de la derecha había una mesita de noche junto a un escritorio y, en la que se encontraba la puerta, una cómoda. Era parecida a la que había tenido el año anterior, pero con algunas leves diferencias que no le desagradaban.

Abrió la ventana que se encontraba al lado del escritorio antes de darse cuenta de que le faltaba la mochila.

– Ya bajo – habló Steve cuando ella lo comentó en voz alta, pero antes de que se pudiera mover, Alyn lo empujó hacia la cama, provocando que cayera sentado en esta.

– Voy yo, así ya firmo los papeles del cambio de habitación y después no tengo que bajar de nuevo.

El rubio se encogió de hombros antes de lanzar sus llaves hacia ella. Esta aseguró que volvería en unos minutos y desapareció de nuevo por los pasillos del edificio. Coincidió con algunas chicas, las cuales serían sus compañeras de residencia. A algunas las reconocía, pero a la mayoría no. Se centró en su tarea una vez salió al exterior y se acercó al coche. Una vez tuvo la mochila en su posesión de nuevo, volvió a entrar y se dirigió a Matthew para, al fin, firmar su traspaso.

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Buenasss!!

Ya hemos conocido a dos protagonistas, Steve y Alyn. ¿Qué primeras sensaciones os han dado?

Primer capítulo, cortito pero introductorio. Poco a poco irán pasando cositas.

Os veo en el siguiente capítulo😉

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