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La pelinegra esperó encontrar aquel despiadado brillo en sus ojos, pero lo que encontró la dejó helada: eran los mismos ojos negros de Gohan. Las largas pestañas de Gohan, y el corte de cara suyo también.
Y su belleza, ¡Dios santo!, se había olvidado de aquella belleza masculina. Era como mirar el futuro y descubrir a su adorado Gohan con treinta años, un hombre atractivo destinado a romper corazones del mismo modo que lo había hecho su padre. No sabía si eso lo enorgullecía o le preocupaba.
Sentía nervios y temor en su interior. Tenía ganas de llorar por un amor perdido. No quería sentirse así. Le dolía tanto como si hubiese sido ayer cuando él la había apartado de su vida.
Un movimiento detrás de ella llamó su atención. Estaba allí la secretaria aún, preguntándose seguramente, que ocurría. Ni ella ni Goku habían dicho una sola palabra ambos estaban articulando lo que sucedía. Así que tendría que ser ella, pensó la azabache.
Caminó hasta su escritorio hasta que quedó a medio metro de él.
Lo miró. Ella era de estatura medio, pero en comparación a Goku parecía pequeña. Y esos anchos hombros... Y ese torso musculoso...
Debía dejar de observar esos musculoso cuerpo, porque aquello la sacudia por dentro.
Lo miró y sus ojos negros parecieron tirar de ella como un imán para que se acercarse más a él.
Ella se resistió. Luego con toda sofisticación que había adquirido en aquellos ocho años, murmuró - Hola, Goku. Ha pasado mucho tiempo, ¿No? - Y extendió una mano sorprendente firme para saludarlo.
***
Fue como un puñetazo en el estómago. Milk estaba de pie, delante de él. No era un fantasma. Era el mismo cabello azabache igual sus ojos, piel blanca, rasgos perfectos... La misma boca pequeña, suave y tentadora de siempre. Y esa voz suave y sensual, que parecía atravesar sus sentidos como el recuerdo de las caricias de su amante.
Sin embargo en otros sentidos no era la misma Milk. La ropa no hacía juego con la antigua Milk, ni el peinado. La vieja Milk llevaba vaqueros gastados y zapatillas, no zapatos y ropa de gran diseñador. Solía llevar el cabello suelto, enmarcando su rostro, cayendo libremente sobre los hombros... Claro que en ese entonces ella tenía solo veinte años.
- ¿Qué estás haciendo aquí? - Preguntó Goku sin contemplaciones.
- Estás sorprendido - Ella sonrió con ironía - Tal vez debí avisarte con anticipación.
Aquella sonrisa lo golpeó dentro de su ser como si fuera veneno. No era justo que aún lo estremeciera.
- No tendrías que haber pasado por el piso de abajo - Respondió él con una sinceridad despiadada.
Eso borró la sonrisa de la cara de la fémina, y ayudó a que Goku aliviara su inoportuna excitación.
Ella se movió incómoda. Y lo mismo hizo otra persona. El pelinegro descubrió a su secretaria al lado de la puerta. Sintió rabia. Era la segunda vez que Mai lo veía comportarse de esa manera groseramente.
- Gracias, Mai - La despidió con frialdad.
Su secretaria se fue, algo confusa. La ojinegros se dió la vuelta para verla marchar. En una hora todo el edificio sabría que el señor Goku estaba sufriendo un drástico cambio de personalidad, pensó él, mientras Milk volvía la cabeza hacia él.
- Te tiene miedo - Se atrevió a comentar la azabache.
- Quieres decir respeto - La corrigió - Pero en realidad, tu opinión sobre el personal no me interesa. Prefiero saber cómo te has atrevido a entrar aquí haciéndote pasar por alguien que no eres.
Milk agrandó los ojos antes de contestarle - Lo siento, Goku. Pensé que sabías quien soy ¿No has recibido los papeles de la oficina de mi abogado?
El pelinegro achicó los ojos - ¿Quieres decir que realmente eres Milk Satan, la mujer que heredó la fortuna de los Satan? - Preguntó él sin poder creerlo.
- Pareces muy sorprendido... - Contestó la pelinegra secamente - Hasta las pobres chicas del campo pueden tener un golpe de suerte y recibir una fortuna...
- Te refieres a casarte con alguien que tiene una fortuna...
En cuanto lo dijo, Goku se hubiera mordido la lengua. Había dureza y amargura en sus palabras, y podría haberle hecho notar que aún le importaba que ella se hubiera dejado seducir por un hombre rico.
- Si tu lo dices... - Murmuró ella, y se dió la vuelta para mirar el alrededor.
En aquel momento él vio su perfil delicado, y sintió un dolor en su pecho. "Maldita sea. No me hagas estos". Pensó el pelinegro.
Este lugar es frío como un mausoleo - Comentó ella.
Tenía razón. Lazuli había dicho lo mismo. La oficina de su hermanastro había cambiado por completo desde que su esposa se había ocupado de arreglarla para hacerla mas cálida. Pero Goku no la dejaba que se acercase.
Tal vez Milk supiera lo que estaba pensado, porque de pronto sus ojos se encontraron, y los años parecen borrarse al sentir aquella luz dorada tocando sus ojos negros.
- ¿Qué quieres, Milk? - Preguntó él seriamente.
- Sería bueno poder sentarme... - Sugirió.
- No tendrás demasiado para hacerlo.
- Tú te lo perderás.
- La puerta está allí. Mi secretaria te acompañará a la salida - Dijo fríamente.
- Oh, no seas tan arrogante - Ella frunció el ceño - Podrías, al menos, tener la delicadeza de oír lo que he venido a decirte.
- No puedes tener nada que decir que me interese escuchar - Se giró y caminó alrededor del escritorio.
- Además de arrogante, eres egocéntrico.
Él se dió la vuelta tan enfadado que ella dió un paso atrás - Sueno como un hombre engañado.
Milk miro su cara y sintió que sus rodillas se debilitaban, sus ojos parecían dispuestos a petrificarla con su mirada, la boca se había transformado en dos líneas entreabiertas con dientes blancos a punto de comerla y la mesa de mármol era lo único que lo separaban para que el alargase la mano y la estrangulase.
Habían pasado semanas hasta que él había podido admitir que se sentía atraído por ella. Se había acercado a la granja de su familia con el pretexto de que estaba pensando invertir en ella. Solía aparecer en lugares extraños como en el cuarto de herramientas del establo, o el granero, y observarla recoger heno para los animales en un carro.
- No deberías de estar haciendo esto - Había dicho en tono de reproche sensual Goku.
- ¿Por qué? - Ella recordó como se había reído de aquello - ¿Por qué soy una mujer? - Había preguntado la pelinegra.
- No - Él no había sonreído - Porque odias hacerlo. Había sido una verdad que la había dejado confusa, porque no se había dado cuenta de que se notaba que no le gustaba. Llevaba viviendo en la granja desde los diez años, eso era lo que se había esperado de ella: que compartiera el trabajo diario de las tareas propias de la granja. Pero aquello no era de disfrutar la vida. Habría dado cualquier cosa para volver a su vida de antes, cuando vivía en FlyPan con unos padres que la adoraban en lugar de con un tío de mal carácter y su débil hijastro.
- Tu te engañaste a ti mismo - Contestó ella - Y no te imaginas lo mal que...
- Vete - Le advirtió él - Ahora que todavía puedes hacerlo.
Fue una amenaza directa.
- ¿Igual que lo hicistes entonces, cuando preferiste creer las mentiras en lugar de darme un minuto para explicarte lo que habías visto? - Contestó ella con la rabia aún guardada en el negro pozo de los recuerdos - ¿Crees que te sentirás mejor, si te convences que fuiste el único que salió herido hace ocho años?
- Vete - Dijo él.
Milk lo miró. En apenas diez minutos, habían llegado a lo mismo que hacia ocho años.
Se rió, temblorosamente, y se apartó. Porque aquellas palabras tenían el mismo efecto de antes.
Pero había una diferencia. La joven Milk había salido corriendo, pero la versión mas madura estaba hecha de un material mas fuerte se dió la vuelta y se enfrentó a él.
- Tengo que decirte algo importante.
- No tengo ganas de oirlo.
- Es posible que te arrepientas de decir eso.
- Vete, Milk - Insistió él.
- No, hasta que me escuches.
Goku la miró con mezcla de frustración y fascinación. ¿De dónde le venía aquella testarudez? La vieja Milk era difícil que discutiera ¿Y ahora no podía hacer que se callara?
El teléfono sonó, el azabache se alegró de la interrupción era Mai para informarle de que acababan de llamar para cancelar la cita que tenía en aquel momento.
- Gracias - Dijo. Luego miró a la pelinegra - Lo siento, pero ha llegado una persona con la que tenía una reunión. Así que no hay tiempo.
Milk lo miró. Él notó en sus ojos que la había herido.
- Nunca has querido darme una oportunidad, ¿Verdad?
- ¿Aun bajo el nombre de la señora Satan? - Alzó una ceja - No, me desagradan las mujeres manipuladoras, ya ves, el usar a Vegeta para meterte a mi oficina no te da derecho a más tiempo que si hubieras entrado con el nombre de Milk Ox.
Ella se dio cuenta que había fracasado en su misión aun desde antes de llegar allí. Era una broma, una triste broma de la vida la fémina se quedó unos minutos más mirando a aquel hombre de piel blanca, aquellos ojos fríos que podían transformar un desierto en hielo.
- ¿Sabes que pienso, Goku? - Preguntó serenamente - Creo que acabas de perder la única posibilidad en tu vida de transformarte en un ser humano.
Y dicho esto, se dio la vuelta para marcharse, sintió ganas de llorar, porque sabía que era la única oportunidad para Gohan, y para ella también la única oportunidad de hacer comprender a aquel hombre la verdad acerca de ella.
- "Fui una estúpida al creer que podría hacerlo" - Se dijo. Goku necesitaba un corazón para poder escuchar. Gohan no necesitaba un hombre sin corazón. Había conocido al mejor de los hombres. Y sería un insulto a la memoria de Roshi Satan ofrecerle a su hijo el peor de los mortales.
- Espera...
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