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—Oh, por cierto, me llamo Alexa —mencionó la chica mientras los tres entraban a su aula de clases—.

—Yo soy Sebastián y él es mi mejor amigo, Enzo —dijo el pelirrojo—.

—Oye Enzo, tienes una cara muy fina —dijo la rubia riendo un poco—. Eres muy tierno.

—Oh... emm... —trataba de inventar algo creíble—. Luego conversamos de ello... —miró hacia otro lado—.

—Te queda bien el papel de Tsundere —sonrió—. A Sebastián no —ambos rieron, mientras el mencionado fruncía el ceño confundido—.

—Oye, chico lindo —habló un chico detrás de los tres—. A ti, albino.

—¿Qué sucede? —avanzó un poco hacia quien le llamaba, tal vez era el típico cliché en el que encontraba a su futuro bravucón—.

—A partir de hoy, tú y yo seremos compañeros de mesa en química —sonrió mientras se cruzaba de brazos—. ¿De acuerdo?

—Espera, ¿qué? —Enzo frunció el ceño confundido—.

—Dijeron que vayamos buscando a nuestro compañero o compañera para los experimentos y así —puso su mano sobre el hombro del albino—. Y ya te he elegido a ti antes que todos.

—Oye, él es mi compañero y mejor amigo —exclamó Sebastián molesto—. No puedes llegar y quitármelo.

—Lo siento, amigo, ya lo gané.

—Podemos ser compañeros —dijo Alexa con una tímida sonrisa—. No te molestes, Sebastián.

—Pero Enzo y yo somos inseparables —protestó—.

Sebastián sabía que no debía dejar a su amiga con otras personas ya que podrían saber la verdad. Por eso insistía en que dejarán que fueran compañeros de mesa.

—Déjalo así, Sebastián —sonrió su amigo con algo de confianza—. Solo es una clase.

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