02┃viaje



acto uno, capítulo dos

viaje





El apartamento de Marisse fue lo esperado, sus paredes eran de un tono básico, nada llamativo a excepción del cuadro que decoraba su sala principal.

── Bienvenida a mi hogar ── Marisse sonrió.

Entró sin titubear, después de todo, forzó a que lo hiciera.

── Es acogedor ── comentó.

── Vivo sola así que no necesito mucho ── dijo.

Se quitó los zapatos, dejándolos en la entrada al igual que su chaqueta.

── ¿Por qué? ── Charlotte preguntó, sintiendo el cambio de humor.

── Mis padres me corrieron de casa cuando decidí estudiar para ser veterinaria.

Arrugó la frente, confundida ── ¿Y terminaste?

Marisse bufó con diversión ── ¡No! En segundo año de la universidad supe que no era para mí así que la abandoné.

── Tomaste otro camino, ¿no? El que te gusta.

Se encogió de hombres ── Algo así.

Charlotte asintió, sentándose en el sillón oscuro, su espalda agradeció por los suaves cojines, sus dedos expandiéndose con el toque. Hace mucho tiempo no había experimentado el confort de unos asientos.

── Supongo que fue la decisión correcta ── ella murmuró.

── La mejor de mi vida ── Marisse confirmó, entrando a la pequeña cocina ── ¿Imaginas estar en una carrera que no deseas? Sería detestable y cruel. Nadie merece pasar por esa experiencia. ¿Te gusta la carne? ── interrogó.

── Sí ── asintió, oyendo su estómago rugir del hambre ── Me muero de hambre.

La cabeza rizada de Marisse sobresalió de la puerta, felicidad resplandeciendo en su expresión.

── Estoy tan feliz de tener visita. Pensé en tener una mascota, un perro pero es demasiado trabajo ── arrugó su nariz en disgusto ── Bañarlos, darle comida igual que un bebé. Te prefiero por encima de eso.

── Qué halagador ── murmuró, arqueando las cejas ── ¿Tienes amistades o familiares cercanos?

Ella bufó, entrando de nuevo a la cocina.

── Me odian, creen que soy un caso perdido ── confesó, apretando los labios ── Una de esas chicas que no deciden sobre lo que quiere hacer con su lastimosa vida.

── ¿Y qué es lo que quieres, Marisse? ── cuestionó suavemente.

El golpeteo de los platos se detuvo ante la pregunta. Marisse quedándose congelada por unos segundos, nadie le había preguntado qué es lo que deseaba.

── Quiero...── comenzó a decir, intentando buscar las palabras adecuadas ── No sé lo que quiero. ¿Alguna vez has tenido esa sensación que ninguna carrera es para tí? ¿Quieres ser médica? No, odio la sangre y mis manos tiemblan. ¿Qué tal diseñadora? No, mi imaginación es poca. Entonces, ¿qué dices de computación? Demasiados códigos, además que los hombres se creen dueño de ese lado tecnológico.

── Puedo entenderlo ── asintió Charlotte ── Tus sentimientos me abruman.

── Solo quiero ── siguió hablando, ignorándola ── Quiero algo que me haga sentir bien y no como un fallo en la vida. Ni siquiera sé si soy una emprendedora o cocinera, no, definitivamente ignora lo último. Soy una basura.

Charlotte bajó sus piernas entrando a la cocina. Marisse estaba parada con los brazos cruzados, se acercó con cautela.

── No lo eres ── dijo, tratando de calmarla ── Solo estás en el camino incorrecto. Créeme, todo mejorará. Dímelo a mí, salí de un calvario que ocupó mucho de mi tiempo.

Marisse levantó el rostro tratando de crear una sonrisa, un poco de sus comisuras se levantó, aceptando que tenía razón.

Solo es cuestión de encontrar ese camino correcto, aquel que lleve su nombre y logros que obtendrá por sí misma.

── Gracias, nos hemos puesto un poco profundas, ¿verdad? ── rio ── Vamos a comer, me enseñaron a servirla caliente.

Charlotte asintió, sentándose en el comedor. Los platillos de Marisse cayeron como manjares, saboreando e incluso comiendo más de la porción que KORB solía darle. En ocasiones, era difícil obtener una simple botella de agua, tenía que ganárselo, un premio por su buen comportamiento.




El cielo empezó a oscurecerse, demostrando que era el turno de la luna. Charlotte se paró en la ventana, uno de sus dedos siguiendo la trayectoria del sol hasta esconderse por detrás de las nubes.

Un anochecer que ella nunca pudo disfrutar.

── Tendremos que dormir en la misma cama ── Marisse avisó, llevando diversas cobijas en sus brazos ── Nunca se me ocurrió comprar literas o un colchón inflable.

── No te molestes. Compartir no se oye mal ── replicó.

Deslizó la cortina, cubriendo la ventana. Charlotte se dirigió a la cama que estaba preparada y en espera de ella.

Se acostó, tomando una cobija que ofreció Marisse y en espera que la mujer tomara su posición. Esa noche aprendió que su compañera tiene un sueño profundo, no duró mucho hablando cuando se rindió ante el sueño.

Charlotte quedó despierta por varias horas, decidiendo echar un vistazo a la mente de Marisse. Presionó uno de sus dedos en la frente, averiguando todo sobre las agencias en que estuvo involucrada.

La decepción fue enorme al no tener nada de información. De hecho, Marisse prefiere tener un cero conocimiento sobre la política, le gusta ser neutra y alejada, además de tener un miedo a descubrir las verdades que se ocultan.

Y Charlotte lo sabe.

El mundo necesita estar listo para saber lo que hay afuera, demasiadas verdades que incluso pueden estar enfrente, a simple vista pero no saben abrir sus ojos, prefieren cerrarlo a lo desconocido.

¿Por qué? Esa es la gran incógnita.




Charlotte fue la primera en despertar, entrando en un estado de alerta por su alrededor. Generalmente eran los golpes en los vidrios o los médicos entrando que interrumpían su descanso pero esa calma que obtuvo en la mañana era nueva, tanto que le dio escalofríos por si era producto de su imaginación.

── ¡Buenos días! ── Marisse sonrió, estirando sus brazos ── Pero que dolor de cabeza, ojalá no me esté enfermando.

── Creo que es mi culpa ── confesó ── Disculpa.

── ¿Por qué? ¿Me golpeaste en la noche? ── interrogó divertida. Sacó una bata del ropero, colocándosela ── Ve a bañarte, preparare el desayuno.

Charlotte alzó su mirada, hambrienta.

── ¿Puedes hacer huevos con tocino? ── preguntó en voz baja.

Marisse sonrió ── ¡Claro que puedo hacerlo! A la orden.

Charlotte replicó la sonrisa, entrando al baño. Se quedó unos segundos, mirando el pequeño y cómodo espacio mientras pensaba en su nuevo destino.

Sabe que no puede quedarse por mucho tiempo, necesita un nuevo destino. Por más que Marisse le agrade, no puede ponerla en peligro o llegaran a utilizarla en su contra, para atraerla o convertirla en su experimento.

Sacó el tubo amarillento, colocándolo en el lavado para tenerlo a salvo. Empezó a deshacerse del uniforme, la suciedad cubriéndolo tanto que el color empezaba a ser desconocido.

Después de tomar un baño, se quedó parada frente al espejo. Era la primera vez que pudo verse, completa y sin ninguna modificación por los sueros. Su cabello era diferente al resto, teniéndolo atado en trenzas africanas que su madre amaba hacerle, desprendiendo el olor a limón por el shampoo de Marisse.

Siguió inspeccionando, la delgadez hizo que perdiera esas curvas que mantenía, incluso las costillas se marcaban con facilidad. Sus piernas tan delgadas no podían competir al igual que su pecho plano y más al notar ciertas irregularidades.

KORB destruyó demasiado de ella, casi sin poder reconocerse ante su reflejo.

── ¡Charlotte, el desayuno está listo! ── Marisse avisó desde la puerta.

── Ya salgo ── murmuró.

Abrió la ropa interior encima de la gaveta, quitando la etiqueta. Se lo puso con rapidez, oyendo las pisadas de Marisse en la habitación, decidió colocarse el mismo uniforme sin querer ser atrevida en tomar cualquier prenda del ropero.

Antes de salir, escondió nuevamente el tubo en el bolsillo delantera.

── ¿Por qué te pusiste lo mismo? ── se quejó Marisse ── Tengo bastante ropa.

── Me queda demasiado grande ── negó.

Ella frunció el ceño sin creer sus palabras ── Puedo confeccionar, por aquí hay una máquina de coser y...

Charlotte tomó su mano, callándola rápidamente. Pidió que se sentaran, comenzando a comer el desayuno exquisito que Marisse preparó. No quiere comenzar a hablar cosas de mujeres como ropa y todas las tonterías de moda que no tiene idea.

── Quiero salir ── Charlotte habló, mordiendo el pan ── Ir a algún lugar donde la pasen bien.

── Oh, tengo el lugar perfecto ── respondió con emoción, su rostro adquiriendo un brillo ── Vamos al mar, apenas voy porque me da pena sentarme sola en la arena pero... ¡ahora tengo compañía!

── Bien ── asintió, sonriendo ── Vámonos.

── ¡Espera! ── la detuvo, frunciendo el ceño ── No puedes ir así al mar ── señaló el uniforme, negando ── No, cariño, te cambiaras.

── No saldré de está, ¿verdad? ── se quejó, apretando los labios.

── Como me conoces ── sonrió.

Marisse la guio al ropero, tomándose su tiempo para encontrar el conjunto adecuado, algo que se acercará a la talla de Charlotte.

── Ponte estos ── pidió, extendiendo un short de mezclilla junto a una blusa blanca ── ¡Y estás te quedarán! ── asintió, tirando un par de sandalias cafés.

── ¿No tienes algo más cerrado? ── preguntó, viendo las piezas de ropa como si fueran a explotar.

── Vamos, Charlotte, tienes que mostrar tu cuerpo. Cámbiate ahora mismo ── Marisse dijo, agitando su dedo en dirección al baño ── Buscaré un listón para tu cabello.

── Aceptaré todo con una condición, no me hagas ver como una niña.

Marisse rodó los ojos divertida ── Bien, dejaré de lado los listones.




Una hora más tarde, las dos mujeres salieron del apartamento. Charlotte se aferró al brazo de Marisse, fijando su mirada en cada punto por si había un agente buscándola además de sentir que se caería por las incómodas sandalias.

Apenas puso atención a las palabras de su acompañante, mezclada con los pensamientos de los peatones. El cansancio de oír quejas o tormentos de la vida ajena empezó a darle dolor de cabeza.

El sol que alumbraba el mar era muy diferente para Charlotte. Sintió el picor en su piel, la brisa que desprendía el agua, los dos unidos formaron una sensación de tranquilidad que ella necesitaba.

Charlotte dio una media sonrisa cuando sus dedos se enterraron en la arena, pensando en cuánto tiempo pasó para que olvidara esa sensación tan común y por qué dejó que los olvidara.

También hizo que recordara a Alemania, en Müller, su ciudad natal se encuentra rodeada de playas que disfrutaba visitar en cada ocasión, más en momentos donde sentía que se ahogaba.

Golden tiene demasiada evolución para su gusto, modernizado en cada espacio y por ese motivo van perdiendo la libertad de andar en las calles o la tranquilidad en las noches con solo oír los animales andar.

── Es muy tranquila ── Marisse habló, fijando su vista en el mar agitado.

── Lo es ── confirmó ── Deberías de ver las playas en Müller, te encantaran.

El sonido característico de las astas de un helicóptero llamó la atención de Charlotte. Miró arriba, en el cielo abierto, el aparato volando muy cerca para ser pasajero.

── ¿Qué buscas? ── interrogó la mujer

Ella hizo que hiciera silencio, buscando entre los cientos de mentes hasta entrar en uno de los hombres que estaban dentro.

"Buscamos a una mujer de tez morena, aproximadamente 1.60 cm de estatura, tiene puesto un uniforme oscuro. Recuerden, precaución ante su captura, identificada como peligrosa e inestable"

Soltó un quejido audible, haciendo que Marisse frunciera sus cejas con preocupación.

── Gracias por ayudarme ── Charlotte le dijo.

La mujer parpadeó confundida ── ¿De qué hablas?

Charlotte tocó su hombro buscando los recuerdos sobre ella, los eliminó dejando un espacio blanco que Marisse llenará conforme pase el tiempo.

Antes de irse, decidió entrar en esa zona donde permanecían los mayores temores de ella, aquellos que la mantienen lejos de su verdadero destino. Los quitó, abriendo los correctos además de que Marisse llegue a aceptarse como es.

Como la gran mujer que le demostró ser en esos días.

── Cumple tus sueños, Marisse. No te des por vencida ante el miedo que infringió tu familia. Tienes potencial y aprovecha el pequeño regalo que te doy.

Ella asintió ante sus palabras, su mirada desenfocada y pérdida. Unos segundos después giró su rostro al mar mientras su mente terminó con los últimos recuerdos.

Marisse ya no recordaba quién era Charlotte Hoffman.

Aunque ella no quiera aceptarlo, nunca pensó que sería tan difícil alejarse. Si pudiera, la llevaría en su camino pero eso sería demasiado egoísta y muy cobarde al exponerla.

Charlotte se levantó, tomando el camino más transitado, filtrarse entre tantas personas sería un tormento para su cabeza pero era la opción más conveniente para que esos hombres no la detecten.

Solo será una chica que fue a disfrutar por un tiempo el mar, nada malo u erróneo.

Recorrió las diferentes calles buscando a la persona indicada que la llevara lejos de ese lugar. Se detuvo en el estacionamiento a metros de una pareja que captó su atención. Ambos tenían una discusión amorosa o solo jugaban entre sí, no entiende mucho lo que sucedía.

── Vamos o llegaremos tarde a Richster, amor, te dije que era una mala idea ── sonrió la mujer, empujando a su novio quién correspondió el gesto con un beso.

── Aceptaré la derrota, solo por esta vez ── murmuró.

── ¡Sabes que es así! ── chilló divertida ── Viajar a Golden solo para ver los caracoles, desperdicio de tiempo, el agua se los tragó.

── ¡Oye! Las fotos decían que se iban a mantener durante una semana ── se defendió.

Richster se oyó como el lugar correcto para huir. Era la ciudad vecina, esas personas no pensaran que Charlotte pudiera irse tan rápido, desaparecer con solo chasquear los dedos. La buscarían en lugares cercanos.

Probablemente por temor a lo desconocido, sabe cómo manejan a su categoría.

Ella se abrió paso entre los autos estacionados llegando a lo que serían sus nuevos guías y prueba, ya que no podrá tener un contacto directo.

── Hola ── ella sonrió. Empezó a utilizar su telepatía para ser reconocido ── Soy Charlotte, de la secundaria, ¿lo recuerdan?

La mujer fue la primera en caer entre las redes de engaño. Le dio a su rostro una familiaridad en medio de las clases, sentada a su lado mientras los profesores enseñaban, incluso en el baño compartiendo los chismes.

── ¡Claro! ── chilló con emoción. Extendió su brazo para compartir un pequeño abrazo ── Dios, ni siquiera te reconocí. Has cambiado tanto.

── ¿De la secundaria? ── interrogó el hombre, frunciendo sus cejas. Charlotte dirigió su mirada a él, presionando su mente hasta empezar a nublarse ── Sí, creo reconocerte. Soy Josh, por cierto y mi novia, Kate.

── No seas tonto ── lo empujó su novia divertida ── Ya sabe quiénes somos o no nos saludaría, amor.

── Sí, tiene toda la razón ── Charlotte asintió, dando otro paso adelante ── ¿Y dónde viven?

── Oh, en Richster, a casi cinco horas de aquí ── Kate señaló por encima de su hombro.

── Exactamente donde tengo que ir.

── Ven con nosotros ── ella ofreció ── Hay bastante espacio.

Complacida de llegar al objetivo, les dio una sonrisa mostrándole su contento. Fue sencillo engañar a Kate, en cambio, seguía  luchando contra Josh y su rencorosa mente que quería poner obstáculos. Aunque sabe que lo aceptara, no hay persona que no complazca sus pedidos y tampoco existirá.

── Vámonos.

Josh abrió la puerta del auto dejando que Charlotte entrará en la parte trasera. En los primeros minutos del viaje, Kate empezó a hablar cosas irrelevantes para ella sobre todo de la secundaria a la que no acudió. La chica respondió con los pensamientos de la pareja, utilizándolos para informarse y así no descubrir su mentira.

Al ver el evidente aburrimiento en el rostro de Charlotte decidió callarse, algo que agradeció en silencio.

Los autos a su alrededor pasaron a velocidad rápida. De reojo, ella miró como Josh entrelazó sus dedos con Kate, acariciándola con suavidad. Un gesto tan pequeño que desprendió demasiado amor junto a la sonrisa que enmarcaba sus rostros.

Ella no recuerda cómo es tener a alguien a su lado, sea hombre o mujer. Ni siquiera puede sentir esa calidez que solo el contacto humano transmite, uno que es involuntario pero que mueve el mundo.

¿Cómo pudo perder esos sentimientos?

Es una de las sensaciones más fascinantes que la vida puede dar, tan indescriptible que las palabras quedan cortas para conceptualizar. Sobre todo, esa protección que te recorre por dentro, Charlotte no está segura de que si alguna vez la tendrá de vuelta.

KORB le quitó demasiado, lo que la hace ser Charlotte Hoffman se perdió cuando la secuestraron.

Los recuerdos empezaron a abrirse, mostrando las casas de Müller que recorría cada día, sintiendo la frescura que solo los jardines podían ofrecer.

Ese día caminaba con cansancio después de acabar su último trabajo, ofrecía sus servicios para comprar el nuevo bolso que llegó a Alemania antes de entrar a la universidad. Su casa era una de las más llamativas por el gran jardín que su madre mantenía. Cuando llegó, abrió la puerta golpeándola contra la pared y alertando a sus hermanas menores.

Las sonrisas adornando el rostro de Mara y Jenell eran de tranquilidad. Con su hermana mayor en casa no se preocupaban por estar pendiente en los cerrojos, culpa de su madre que las ponía en alerta por los intrusos y también era momento de ignorar los llamados de sus vecinos queriendo hablar con sus padres por una picazón en su cuello.

Por más que los Hoffman recalcaban que eran cientificos, ellos llegaban con sus problemas de salud en busca de recetas o atención que su familia no otorgaba.

── ¿Han comido algo? ── Charlotte preguntó, dejando las llaves en el mostrador.

── De hecho, prepare mi famoso plato al cereal con un sutil lavado en leche ── bromeó Mara, sus dientes delanteros marcándose por la sonrisa.

── Mejor dicho, cereal a la intoxicación ── Jenell intervino. Al ser la menor siempre le costó involucrarse en las conversaciones por lo que opto quejarse en cada oportunidad ── Fui a vomitar tres veces en lo que va la mañana.

── ¿Seguro que fue eso? ── Charlotte interrogó con preocupación mientras colocaba el dorso de su mano contra la frente de Jenell ── Mamá dijo que amaneciste con temperatura

── Tal vez por ser fastidiosa ── Mara susurró para sí misma haciendo enojar a Jenell, sus mejillas sonrojándose por el comentario.

La réplica quedó en sus labios por el timbre de la casa, empezó a sonar intensivamente. Charlotte soltó un audible quejido, sabiendo quienes eran y las palabras de su padre llegó a su mente.

── Sé dulce con los vecinos ── Le dijo, mirándola fijamente ── Nunca sabes cuándo necesitarás de ellos.

Esa vez, ella se negó a escuchar sus palabras ya que Dian Hoffman se equivocaba demasiadas veces. Aún así, abrió la puerta revelando a cinco hombres con trajes oscuros. Uno de ellos sacó la identificación, enseñándola por unos segundos. El alemán se filtro en sus labios con facilidad con el peculiar acento extranjero.

── ¿Charlotte Hoffman?

── Sí, ¿quiénes son?

── Trabajamos para la farmacéutica KORB, hubo un accidente con sus padres ── informó con voz neutra, sin emoción ── Necesitamos que vengan con nosotros.

Por instinto, Charlotte apretó los dedos en la puerta, manteniendo la abertura solo enfocada en ella. Sus ojos se entrecerraron con duda, viendo cómo se dispersaban en todo el patio. La extrañeza fue bastante, más al contar a los hombres y desconocidos, conocía a sus compañeros e incluso a seguridad de KORB.

── ¿Y mi madre? Ella siempre...

── Nos pidió que viniéramos por ustedes ── la detuvo, dando un paso adelante ── Lamentablemente está afectada por lo sucedido.

Disimuladamente, Charlotte miró por encima de su hombro a Mara quien negó enseñando la pantalla de su celular con el aviso de su madre sobre escapar. Ella se escondió detrás de la pared junto a Jenell manteniéndose estática.

── Gracias por avisarnos ── dijo con voz calmada ── Iremos cuando estemos preparadas.

La negativa no les agrado, sus expresiones lo dijeron todo. Con la palma de su mano, el hombre puso toda su fuerza, abriéndola y golpeando a Charlotte en su hombro. Antes de poder correr, el hombre tomó su brazo, tirándola directo al suelo donde apretó su rostro contra las baldosas claras.

── Quédate quieta.

Después solo pudo oír los gritos de Mara, siendo capturada con fuerza. En cambio, Jenell corrió directo al patio, la única que reaccionó.

── ¡Detente!

Ignorando las peticiones, la niña siguió corriendo hasta que el silencio se propagó después de dos disparos. Los rizos oscuros de Jenell rebotaron al aire antes de caer, un charco de sangre rodeando su humanidad.

── Suéltenme ── Charlotte gritó con urgencia ── Por favor, ayúdenla.

── Jenell ── llamó Mara en voz baja, observando como los ojos de su hermana fueron cerrándose.

El hombre levantó a Charlotte, reteniéndola entre sus brazos.

── Cierra la boca o serás la próxima.

── ¿Por qué tanto relajo para capturar a tres adolescentes? ── cuestionó un hombre a su espalda.

Lo primero que vio cuando el sujeto entró fue su cabellera blanca apenas visualizándose a través de la oscura gorra. Enfocó sus acuosos ojos en Jenell, agitando la cabeza.

── Al menos tenemos a dos Hoffman ── dijo, acercándose a Mara ── Servirán por el momento.

Después de ese altercado, todos los recuerdos eran confusos, sin poder conectarse entre ellos. Solo eran pedazos de sucesos de los cuales Charlotte no tiene seguridad de lo que pasó, convirtiéndose en espacios tan blancos y profundos que le da incertidumbre de lo que hizo.

Hubo un tiempo donde Mara estuvo junto a ella, los sueros empezaron a afectar su apariencia, mayormente su cabello tornándose rosado. Estuvo cuidándola en ese tiempo, tratando de alentarla para que no se diera por vencida.

Aún puede sentir lo desagradable que era escuchar los gritos de Mara, destrozando su alma junto a la electricidad que recorría las barreras de protección, esa era lo peor de las pruebas. Por otra parte, un rostro familiar seguía manteniéndose intacto, su madre, Mallory Hoffman estuvo ahí, administrando los sueros.

── Mi amor, recuerda que se necesita caos para llegar a la paz ── decía en cada ocasión, rozando su mejilla como solía hacerlo cada día.

De vuelta a la realidad, Charlotte apoyó su cabeza en el respaldo, sintiendo los ojos pesados. Ahora se encontraba sola en el mundo, ¿quién diría que en un solo día arruinaron su vida? Tenía planes, grandes y asombrosos que la llevarían ser alguien. Ahora no puede ni recordar cómo es sentir sin hacer uso de su telepatía.

Los cientificos lo dedujeron, por eso no se atrevían a tocarla. Sus protecciones mentales eran tan débiles que Charlotte podía entrometerse sin hacer uso del contacto. Otros lo necesitaban para presionarlos o sucedía lo mismo que Josh, una confusión sobre aceptar o negarse la petición.

Ella entiende que es una tontería que le teman, no quiere dañar y mucho menos vengarse. Solo quiere ser libre, recuperarse después de lo sucedido sin que la amenacen con colocar el exiliador.

── Charlotte ── Kate la llamó ── Llegamos al departamento.




Si la historia va siendo de su agrado, sigan leyendo y les prometo que no se arrepentirán. 

Por cierto, hago intercambios de votos o lecturas por si están interesados en ayuda mutua.

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