PRÓLOGO

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Lynette jamás fue una niña normal.

Los hijos de grandes señores solían decir que era extraña, y para cuando cumplió los ocho días del nombre, su madre la hizo entender algo; dijo que los niños no la comprendían ni pensaban igual que ella porque era especial, no por ser diferente físicamente, sino porque sus pensamientos eran poderosos.

La primera vez que pasó algo extraño por su culpa, fue cuando tenía por lo menos cuatro años, esa vez, la niña había hecho un gran berrinche porque su padre no quería comprarle unos preciosos vestidos que ella quería con todo su pequeño corazón.

Lynette aún recordaba que aquella vez estaba muy molesta porque no entendía el porque no quería comprarle lo que quería. Desde pequeña siempre le había comprado lo mejor y todo lo que deseaba, después de todo, siempre fue la más parecida a él, y por consiguiente, su favorita.

Esa misma noche, mientras sus padres dormitaban en los aposentos que en ese entonces compartían, algo catastrófico sucedió.

De alguna forma extraña, las velas que iluminaban los aposentos, causaron un incendio que por poco les cuesta las vidas.

Aquella noche todos estaban alterados. Se había levantado de la cama asustada por los gritos y el olor tan intenso a humo, pero cuando la princesa llegó a la horrible escena, parecía ser que ya estaba todo controlado y la situación solo había sido un terrible susto.

«Grave error», se dijo, pensando que nada más sucedería por esa noche.

Los criados salían y entraban de la habitación con valdes llenos de agua, y afuera, aún en ropas de dormir, estaban sus padres.

Robert gritaba y vociferaba improperios a los cuatro vientos, pero Cersei, quien parecía estar bien; estaba en los brazos de su tío, Jamie Lannister.

Fue la primera vez que la vio verdaderamente aterrada.

Cuando su padre reparó en su presencia, se acercó rápidamente hacia ella. Ni siquiera le dio tiempo de retroceder.

—¡Tú fuiste! ¡Niña del demonio! ¡Eres un monstruo!

Recuerda muy bien que aquel grito le asustó tanto que sus ojos se llenaron de lágrimas. Cuando pensó que su padre la golpearía, escuchó a su madre chillar algo y por instinto cerró los ojos.

El golpe que había imaginado nunca llegó, y cuando abrió los ojos inyectados en lágrimas, vio que su tío había atrapado la mano del Rey.

Las palabras que dijo a continuación se quedaron grabadas en su mente por mucho tiempo, aún después de que el asunto había sido olvidado, ella siempre lo recordó, y desde ese día, Jamie Lannister se convirtió en su héroe.

—Su Majestad, me temo que es imposible que la princesa haya hecho tal cosa: Es demasiado pequeña incluso para abrir la puerta de su habitación, pero si esa es su preocupación —dijo con tono irritado—, aunque la hubiera abierto ella sola, ¿cómo logró burlar a la Guardia Real a tan altas horas de la noche?

Su padre se limitó a mirarlo con los ojos fríos y vacíos inyectados en sangre. Lynette a veces miraba como su vista se perdía en la lejanía y pensaba... siempre pensaba. Y siempre se ponía triste.

—¡Como sea, Lannister! ¡Llévatela de aquí!

Lloró cuando su madre se le acercó muy rápidamente.

—Ya pasó, cariño —susurró con dulzura—. No dejaré que el monstruo te haga daño. No te hará nada mientras yo esté aquí.

La abrazó y acarició su cabello mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas rosadas de tanto llorar. La cargó entre sus brazos y esa noche ella durmió con su madre.

Y así fue por algún tiempo.

«Es imposible que alguien tan pequeña hubiera hecho algo así...»

«Es imposible...»

«¿Cómo hubiera podido?»

La siguiente vez que sucedió había acabado de cumplir siete días del nombre. Estaba muy feliz porque su padre le había regalado su arma de guerra, la cual ni siquiera podía levantar, pero no le importaba.

Corría por los jardines con una espada de madera, combatiendo con figuras invisibles y tratando de no tropezar con sus propios pies. Admiraba las hermosas rosas mientras fingía enfrentarse con Ser Arthur Dane, la espada del Amanecer y gritaba a los cuatro vientos que era Ser Barristan y nadie podría vencerla.

Corría y corría sin parar con la respiración agitada, hasta que logró ver algo deslizándose por la llerva espesa y antes de que incluso pudiera reaccionar, había ante ella una serpiente que se elevaba a más de dos metros de altura.

Se quedó quieta, analizando semejante animal.

Ella sabía que si hacía algún movimiento brusco, atacaría, por lo que solo esperó muy quieta y con la curiosidad brillando en sus ojos. No quería provocarla.

Un grito logró alterar al reptil y éste mismo se lanzó hacia ella con ahínco.

—¡Lynette!

Pensó que el desgarrador grito de su madre sería lo último que escucharía, así que cerró los ojos creyendo que moriría. Pero al pasar los minutos, solo pudo escuchar murmullos.

«Tal vez ya estoy muerta», pensó.

«Tal vez no se siente nada al morir y los murmullos vienen de los otros muertos».

No fue así, porque cunado abrió los ojos, pudo darse cuenta de que no estaba muerta, y a sus pies la serpiente se encontraba enrollada en su pierna. Era como si estar con ella la relajara y la volviera inofensiva.

Parecía un cachorro reclamando la atención de su dueño.

La serpiente la miraba a los ojos, pero curiosamente no apretaba su pierna, simplemente se contemplaban mutuamente, y ante el asombro de la princesa, sintió que su mirada de reptil encajaba con la suya.

Fue como si un click rezonara en su cabeza.

Los murmullos no habían parado de sonar en sus oídos y cada vez se hacían más fuertes. Sin poder resistirse más, la princesa deslizó sus dedos por la complexión escamosa de la serpiente.


—¡Que hermosa! —exclamó impresionada.

Se sentía bien al tacto, un tanto extraño, pero la serpiente parecía ser amigable.

La niña sonrió y la acarició con más confianza.

—¡Lynette! ¡No te acerques a esa bestia! ¡¿Que esperan, traigan a mi hermano?! —gritó la Reina y en su voz se podía distinguir el terror.

Temía por su hija.

Pero temía más por como es que podía convivir con una serpiente sin que ésta misma le hiciera absolutamente nada sin siquiera haberla entrenado.

«Es especial», pensó Cersei en su angustia «siempre lo ha sido».

Unas cuantas doncellas salieron corriendo en dirección al castillo y la princesa miró con ojos curiosos a su madre, ignoró la petición de la Reina y siguió jugueteando con la serpiente que se había colocado en su cuello.

Más gritos de terror resonaron en el jardín de la Reina.

Cersei parecía estar aterrada, sorprendida y asombrada ante lo que sus ojos veían. Para no preocupar más a su madre, con cuidado, tomó a la serpiente y la colocó en su cuello.

Unas cuantas doncellas dejaron escapar un grito de terror acompañado con exclamaciones de asombro y algunas salieron corriendo, pidiendo por ayuda. Incluso pudo ver a algunas desvanecerse en el piso, siendo ayudadas por algunos guardias que habían llegado, pero igual no se atrevían a acercarse.


—¡La princesa está en grave peligro!

Para cuando Jaime Lannister llegó al jardín acompañado de otro centenar de guardias, la princesa estaba recostada en el pasto, susurrándole a la serpiente que nadie le haría daño.

Lynette jamás olvidaría la cara de sorpresa de su tío y madre.

Con el tiempo, el poder de la princesa aumentó mientras seguía creciendo, y con él creció su enorme belleza y el misterio que parecía rodearla. Su cabello era negro, como el petróleo, y su piel era pálida como si la luna la hiciera brillar como un diamante. Pero lo que más parecía resaltar en ella eran sus ojos; dos grandes faros azules, eléctricos como los relámpagos de una tormenta.

Muchos cuentan que el día de su nacimiento, un rayo partió el cielo por la mitad, iluminando Desembarco del Rey y presagiando una vida próspera para la princesa.

Quien diría que era mucho más especial de lo que todos pensaban.

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¡Aquí tienen el prólogo! ¡Espero que les haya gustado tanto como a mí!

Esta historia será diferente a las que han leído. Habrá sangre, poderes extraños, desamor, obsesiones y mucho salseo 7w7.

Bueno, sin nada más que decir. Nos leemos, hasta pronto xD

Atte.

Nix Snow.

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