12

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Todos corrían por la marcha al Sur.

La madre de Lynette no había dejado de sonreír en toda la mañana, triunfante de salirse con la suya y que volvía con su hermoso trofeo Baratheon, quién era su joven hija de cabello cuál petróleo.

Nadie la separaría de su cachorra de ciervo.

—¡Lynette!

Cuando volteó ante el llamado, Lynette miró como su hermano Tommen se precipitada a su encuentro.

Alzó una ceja.

—¡El tío Jaime te busca! —Y salió corriendo hacia otra dirección desconocida.

Lynette se preguntó para que la querría su tío, el tan conocido matarreyes. Ella jamás lo llamaría así en voz alta, sabía cuanto afectaba al hombre que lo llamaran de tal forma a sus espaldas. Después de todo, lo único que hizo fue salvar cientos de miles de vidas el trágico día en que los Targaryen lo perdieron todo.

Siguió la dirección que Tommen le dijo que siguiera, y pronto se ayó en la herrería. Sus pasos se volvieron más cautelosos y su vista de enfocó en Jon Snow, el bastardo con el que había hablado el primer día en que llegó al castillo.

Lo había visto desde lo lejos, observándola en silencio y lanzándole miradas llenas de curiosidad.

—Jon Snow —Lo llamó, el chico la miró con sorpresa cuando captó su mirada. Hizo una reverencia, pero a Lynette no le hizo mucho gracia—. Creí que habíamos superado las falsas cortesías. No le quedan, en lo absoluto.

Las mejillas de Jon enrojecieron.

—Disculpe, su Alteza.

—Lo ha hecho de nuevo —Se quejó con niñería, Jon se sorprendió, pero no dijo nada—. Me temo que su comportamiento es molesto. No querrá que os mande a azotar, ¿o sí?

Snow se dió cuenta que bromeaba, así que sonrió con cierta diversión.

—Unos cuantos azotes deberían hacer que entre en razón, Alteza —sonrió y volteó a mirar la empuñadura que cargaba en sus manos. Parecía ser de una espada muy delgada—. Pero debo discrepar por ésta ocasión.

Lynette fingió tristeza. Sabía lo que debía hacer, pero él no sabía que ella lo sabía.

Cosas de la vida.

—Pues si se encuentra ocupado, supongo que debo dejaros ir —dijo asintiendo para sí misma—. Le deseo suerte en el muro, Jon Snow.

Jon abrió la boca sorprendido.

—¿Cómo lo sabe?

—Querido mío —sonrió la menor, algo sumamente antinatural para su rostro sombrío—, no hay nada que no sepa. Que pase buen día, buen señor.

Y se retiró, dejando un hoyo de intriga en el alma de un joven desdichado.

(…)

Al final, fue Jaime quien la encontró y la obligó a permanecer a su lado, al parecer, su padre había dado la orden de que tuviera guardia personal hasta que llegaran a Kings Landing.

Se preguntó que había pasado con Robb, quién no se había atrevido a despedirse de Lynette y permaneció apartado, lejos de su alcance. Le hubiera gustado decir que no le dolió, pero mentiría si lo dijera.

Sintió un vacío en su pecho. Uno que se dió cuenta que jamás podría volver a llenar hasta que volviera verlo.

Del otro lado del patio, Robb la observó con dureza, una frialdad que era fingida. Por fuera podía ser todo lo fuerte que quisiera... Pero por dentro, sentía su alma desnuda.

No podía reconocerse. ¿Desde cuándo había caído por una chiquilla de once primaveras? ¿Desde cuándo deseaba pasar su vida entera con una persona que no fuera de su familia? ¿En qué momento empezó a sentir esa desgarradora sensación de dependencia?

Lo detestaba. Odiaba que tuviera tanto dominio sobre él sin siquiera intentarlo, pero detestaba aún más que ella solo dejara todo su cariño de lado y decidiera irse.

—Déjalo ya, Robb —le dijo Theon por la mañana cuando lo vió distraído y distante. Ya no era el chico alegre que alguna vez fue—. Es solo una niña. Puedes tener a cualquier mujer que desees.

—Pero no a ella —apretó los dientes—. No a ella.

Theon guardó silencio por lo que restó del desayuno.

—Hijo —lo llamó Ned, su padre. Sus ojos estaban cargados de dureza, pero al mismo tiempo de orgullo—. Te harás cargo del norte mientras no estoy, ¿podrás hacerlo?

Infló el pecho dejando todo el dolor de lado. No dejaría que impidiera despedirse de su señor padre. No sabía cuándo volvería a verlo y necesitaba tener ese momento para despejar su mente de cierta niña con temple de adulto.

—Lo haré —dijo con voz firme—. Cuidaré de Winterfell durante su ausencia, padre.

Los ojos de Ned se llenaron de orgullo mientras lo miraba. Ese era el muchacho que había criado para ser bueno y honorable, un buen líder del Norte. Un guardián justo.

Pero mientras lo abrazaba por última vez, notó la tristeza en su mirada cuando vió a la princesa pasar por su lado. Ni siquiera los miró mientras su séquito de doncellas cargaban los baúles llenos de sus pertenencias con ayuda de los capas blancas.

Sintió tristeza por su hijo.

—Ella se lo pierde, Robb —apretó su hombro con calidez, infundiendole seguridad.

Robb miró como su padre observaba los mozos de cuadra cargar con los baúles. Todos corrían y pronto Winterfell se sentiría más solo que nunca. Sansa y Arya se irían al Sur, Jon marcharía a vestir el negro, Bran seguía inconciente y su madre... Seguía tan rota que ni siquiera salió a despedirse de su esposo e hijas.

Estaría solo. Solo con el cargo de poder que tanto había anhelado por un tiempo, pero que ahora era más pesada que nunca. El poder era una cadena que te mantenía atado, y Robb apenas se estaba dando cuenta de éste hecho.

Apretó los dientes apartando la mirada de la princesa Lynette. Le había agarrado demasiado cariño como para fingir que no le importaba.

—No importa —mintió Robb, fingiendo que no le importaba cuando se estaba quemando por dentro—. Se casará con un señor del sur, como el rey quiere.

Ned notó la amargura en cada palabra que soltaba.

—No dejes que el dolor te domine —le aconsejó con un suspiro cansado, no había podido dormir bien de la preocupación desde que se enteró de la muerte de Jon Arryn—. El amor puede ser una espada de doble filo, si lo dejas crecer cuando sabes que no hay futuro, te cortará.

Robb notó que había cierta melancolía en la forma de hablar de su padre, y se preguntó si alguna vez se enamoró de una mujer que no pudo tener. Pero imaginarlo enamorado de alguien más que no fuera su madre, se le hacía inverosímil. Imposible de suceder.

Su mirada perdida en el horizonte le hizo ver que no era así.

—¿A usted le cortó, padre?

Ned clavó su mirada en él. Pero Robb no flaqueó ante la dureza que inspiraba.

—Por un tiempo fue así —dijo él—. Pero no dejé que me consumiera.

Y Robb tomó la decisión de que si no podría tener a Lynette, entonces la dejaría ir.

¿Pero cómo se deja ir a alguien que nunca fue suyo?

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Pregunta del día:

¿Creen que Robb podrá dejarla ir?

Atte.

Nix Snow.

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