08
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Capítulo dedicado a VanessaPotter_ quién fue la primera en comentar en mi tablero cuando les pregunté que libro querían que actualizara ;)
Robb se pasó casi toda la mañana mostrándole el castillo, lo cuál no era necesario, ya que había explorado el lugar y estaba segura que conocía muchos escondrijos. Pero no dijo nada. Tampoco mencionó nada sobre el accidente que había tenido lugar no hace mucho tiempo, su frente tenía un raspón y una pequeño hematoma. Nada que no sanaría, pero que igualmente sabía que era su culpa.
Se quedó a su lado, con una opresión de remordimiento en su pecho por haberlo manipulado con su poder. Él no recordaba nada del incidente y pensaba que solo se había tropezado con una escalinata.
Le mostró los salones de piedra y caliza tallada con dureza. La llevó al gran salón en dónde las personas desayunaban sin ponerles atención, y se aseguraron de que nadie los detuviera para seguir con su recorrido. También visitaron la torre rota -una construcción que había sido abandonada y estaba destrozada- y finalmente decidió mostrarle la biblioteca.
Era bastante impresionante, debía admitirlo. No tenía nada que ver con la Fortaleza Roja, dónde todo estaba hecho de un impoluto blanco y marfil que se hallaba en óptimas condiciones, sin embargo, Winterfell le gustaba más. Era más cálido.
Con cada lugar que visitaban, Lynette se ayó así misma queriendo saber más sobre el castillo. Empezó a gustarle la presencia del joven heredero y decidió que no le desagradaba tanto como al principio -cuando se comportó como un completo cretino-. Podía darle otra oportunidad, o eso pensó cuando el joven le prestó su capa cuando vió que titiritaba del frío a pesar de que el interior del castillo era cálido.
Le mostró los establos, en dónde estaba su querido caballo. Furia. Estaba comiendo un montón de Eno y relinchó excitado cuando ella se acercó a él. Le dió una manzana que estaba por allí y le acarició la crin.
Adoraba los animales.
Fueron al campo de entrenamiento, dónde él la tomó del brazo mientras pasaban cerca de los soldados que combatían entre ellos, tratando de pasar el rato. Saludó a su tío, quién le sonrió e hizo una reverencia. Miró a Robb con cautela y terminó por asentir en su dirección, aunque un tanto serio.
«No es tan malo», pensó cuando el se ofreció a ayudarla a subir las escalinatas de la torre rota. Eran inestables, así que aceptó su brazo.
Le gustaba, aunque aún tenía sus dudas.
Mientras todo ésto pasaba, Lynette se aseguró de que ningún sirviente de su madre los observara. No quería tener que hablar con ella solo por un paseo sin importancia.
-No venimos mucho por aquí -dijo refiriéndose a la biblioteca, habían llegado hace unos segundos-. Solo usamos los libros para los estudios, pero normalmente solo vienen el maestre y su aprendiz.
-Es una lástima -dijo Lynette cuando vió los pomos encuadernados y los papiros llenos de polvo. Parecía que llevaban mucho tiempo en desuso-. Parece un lugar interesante.
Robb la miró con curiosidad.
-¿Le gusta leer?
Sonrió. Fue algo fugas, como si se esforzara en ser agradable. Robb no lo notó, y si lo hizo, no dijo nada.
-Un poco -Evitó decir que siempre precionaba a su padre para que le mandara traer más libros. No era necesario que lo supiera, apenas y sabía quién era, pero fue extraño, Robb le traía cierto sentimiento que desconocía y no podía ponerle nombre-. Suelo leer en mi tiempo libre. No hay mucho para hacer si eres princesa de los siete reinos.
Robb la miró fijamente, como si pudiera ver a través de su alma. No le gustó que pareciera leerla con tanta facilidad.
-Así parece -dijo él-. Vamos, sígamos con el recorrido. Ya casi llega el tiempo del desayuno.
Ambos marcharon por el castillo, mientras los sirvientes y caballeros se apartaban a su paso. Sin saberlo, ambos daban una vista impresionante. No sabían que muy probablemente, en algún tiempo, ambos marcharían por esos mismos pasillos, no como niños, ni como un Lord y una Princesa.
Sinó como Reyes.
***
Lynette se preguntaba si alguna vez tendría un desayuno tranquilo, pero entonces recordaba que si así fuera, su familia sería normal, y ella jamás cambiaría a la familia manipuladora y de pocos sentimientos que tanto quería.
Así era mejor, no hacían muchas preguntas en cuanto a sus extraños comportamientos.
El desayuno que servían en la sala matutina de la Casa de Invitados era frío y triste, y Lynette no pudo evitar recordar con tristeza los desayunos energéticos que solía tener ella y su padre. Siempre la hacía reír con sus chistes de guerra y sus incontables historias por contar. Robert Baratheon tenía muchas historias, cada una más asombrosa que la anterior, pero solo algunas las atesoraba con gran ímpetu.
El tío Jaime estaba sentado a la mesa con su madre y sus hermanos, y Lynette solo se encargaba de comer y escuchar en su sitio correspondiente, aún lado de Joffrey y enfrente de sus hermanos pequeños. Todos hablaban en voz baja.
Tyrion se precipitó por las puertas y su sobrina supo que algo interesante estaba por ocurrir.
-¿Todavía no se ha levantado Robert? -preguntó Tyrion mientras tomaba asiento sin esperar a que lo invitaran.
Lynette le regaló una sonrisa que él regresó. No era de oídos sordos que ella era su sobrina favorita, jamás lo había juzgado en cuanto a sus acciones, ni una sola vez, y aquello fue suficiente para ganarse su respeto.
-El rey no se ha acostado -dijo su madre. Miraba a Tyrion con la misma expresión de disgusto que le dedicaba desde que Lynette tenía memoria. Nunca lo miraba de otra forma-. Está con Lord Eddard. Se ha tomado muy a pecho su dolor.
-Nuestro Robert tiene un gran corazón -comentó Jaime con una sonrisa desganada.
Con los años, la joven princesa había notado que su tío Jaime no se tomaba muchas cosas en serio. Era un hombre encantador, con preciosos ojos esmeraldas y una brillante sonrisa blanca. Sabía cuando sonreír y cuando decir las palabras correctas para evitar situaciones difíciles, pero cuando se trataba de dejar de tentar su suerte con su lengua bípeda, se quedaba bastante corto. Era más parecido a Tyrion de lo que cualquiera creería.
Un criado se aproximó a la mesa.
-Pan, -pidió Tyrion- y un par de pescaditos de esos, y una jarra de cerveza negra para pasarlo todo. Ah, y un poco de panceta, tostada hasta que cruja.
-Traedme más pastelitos de limón, por favor -pidió Lynette al mismo criado.
El hombre hizo una reverencia y se alejó. Tyrion se volvió de nuevo hacia sus hermanos.
-No entiendo tu necesidad de pedir las cosas por por favor, eres una princesa, actúa como una -la regañó su madre con expresión compungida.
La niña ni siquiera se sobresaltó un poco y eso pareció divertir a Tyrion.
-No es justificación para olvidar pedir las cosas con educación, madre mía. A veces, una simple palabra hace la diferencia en momentos de crisis -dijo ella mientras cortaba un pedazo de tocino-. Siguen siendo seres humanos, por si no lo recordabáis.
Cersei arrugó el ceño.
-Comparto la opinión de mi querida sobrina -dijo Tyrion solo por llevarle la contraria a su madre.
Pareció funcionar porque su expresión se volvió aún más infeliz.
Esa mañana todos iban especialmente guapos -en cierta parte-, horas atrás Lynette había vuelto a sus aposentos para cambiar su vestido, pues accidentalmente cuando había estado deambulándo con Robb por el castillo, su anterior vestido se había manchado con sangre y barro del campo de entrenamiento.
Había tenido especial cuidado para colocarse un vestido apto para la ocasión. Era de mangas largas que llegaban hasta el piso, anchas y de lana suave y cómoda. Era de un suave tono azul que no muchos tenían el placer de usar, y una cadena de plata con diamantes caía de su cintura con delicadeza. Se colocó su cadena de plata que iba a juego con la de su cintura, la cual simulaba ser una corona que caía en su frente.
Recientemente había descubierto que le gustaba llevar el cabello suelto, así que ordenó a las doncellas que lo dejaran tal y como estaba, suave y con ondas que se formaban en las puntas de su cabello color petróleo.
-No quiero que Brandon se muera -dijo Tommen con timidez.
-No morirá -afirmó Lynette e inmediatamente Tommen pareció estar un poco más alegre. Él sabía que todo lo que le decía su hermana, se volvía realidad-. Sé que no morirá, corazón.
Lynette siempre había sabido que su hermano menor era una terrón de azúcar, dulce y lleno de ilusiones. Manipulable. No se parecía en nada a Joffrey, quién en esos instantes gastaba el tiempo en apuñalar unos cuantos guisantes sin poner completa atención a la plática de los adultos.
-Lord Eddard tenía un hermano que también se llamaba Brandon -caviló el tío Jaime, y a la niña no le gustó el recorrido que estaba tomando la conversación. La hacía sentirse un tanto apenada por el joven Stark-. Fue uno de los rehenes asesinados por Targaryen. Por lo visto ese nombre trae mala suerte.
Pudo apreciar un pequeño atisbo de la mentira, Jaime Lannister no era un excepcional mentiroso y todo fue mucho más obvio cuando compartió una pequeña mirada con su madre.
«Otra vez no», pensó con amargura.
Su madre y tío estaban demasiado unidos, mucho más de lo que se esperaría de ambos... y Lynette lo sabía. Lo había sabido desde que era una niña y ambos se encargaban de ocultar su desagradable secreto.
Era una carga que había tenido que ocultar de todo el mundo, incluso su padre. Siempre fue difícil mentirle al hombre que se encargaba de no beber en su presencia y le relataba cuentos cuando era pequeña. Aunque sabía, muy en su interior, que había algo que no encajaba del todo.
***
-¡Ven aquí!
Cuando Lynette miró a dónde hacían tanto escándalo, vislumbró una cabellera castaña y otra rojiza. Eran dos niños que estaban peleándose, la niña huía de la mayor.
Sansa tenía el rostro rojo y trataba de alcanzar a su hermana con un vestido pesado de lana y unos zapatos altos. Jamás la alcanzaría. En cambio, Arya se encargaba de esquivarla con el rostro lleno de lodo y el cabello hecho un desastre. Parecían estar muy concentradas con su pelea, así que no repararon en su presencia hasta que ella estuvo a unos metros.
No imaginaba que en su paseo por la tarde, se encontraría a las hermanas Stark en semejantes condiciones, aunque debía admitir que el asunto no le importaba. Era muy su problema, pero debía admitir que le daba cierta gracia.
Le fascinaba como las personas podían llegar a pelear con tanta facilidad.
-¿Peleando? -preguntó y ambas pararon su persecución- Nunca he entendido porque los hermanos pelean. Es algo absurdo, si me preguntan.
Sus doncellas se hallaban a una distancia prudente, calladas y leales. Su sumisión impresionaron a ambas hermanas.
-Su Alteza -dijo Sansa con el rostro pálido, había perdido todo color y parecía que en cualquier momento se echaría a llorar. Hizo una pronunciada reverencia-. Lamento éste espectáculo, debe creer que somos unas salvajes.
-En absoluto. Habéis de perdonarme, pero solo os tomo por lo que son; niñas. No se disculpéis por algo tan banal.
-Usted también sois una niña.
-¡Arya!
Lynette sonrió. Era una sonrisa que cortaba como el papel.
Bajo la luz que se habría paso entre las nubes, Arya admitió que se parecía mucho a su tío, el Matarreyes. Esa sonrisa era escalofriante, justo como muchos caballeros contaban. O eso había escuchado en el establo.
-Lo soy -dijo sin mucho interés, como si la conversación le aburriera-. Pero no soy yo la que pelea con su hermana, ni la que está llena de fango. Hay categorías, querida.
Arya frunció el ceño.
-He oído que vuestra hermana os odia.
-¡Cállate, Arya! -exclamó Sansa con horror, casi queriendo tapar la boca de su hermana- ¡Lo siento mucho su Alteza! Mi hermana no sabe lo que dice, discúlpadnos.
Sin embargo, Lynette no parecía molesta. Su sonrisa no vaciló, solo se ensanchó aún más mostrando sus dientes blancos, sus incisivos superiores se veían demasiado puntiagudos y Arya casi se quedó ciega con la vista. Su sonrisa le recordaba a la de un gato sonriente -lo cuál era extraño-, y aunque los incisivos estaban más puntiagudos que los demás dientes, admitía que era hermosa.
Hermosa como solo una princesa podía serlo.
Pero aunque tenía una sonrisa hechizante, no la impresionó. Sabía porqué razón su hermano Robb se había fijado en ella, ¿quién no se fijaría en esa mirada profunda y su rostro delicado? Lo que no entendía, era porqué ella parecía ser tan indiferente a los demás, cómo si estuvieran en planos distintos y ella viviera en un mundo completamente extraño ante sus ojos.
Ella era el tipo de persona que atraía la atención por su misterio. Con sus pasos silenciosos y su mirada distante.
Arya la había analizado y había llegado a una sola conclusión. Tal vez ella no era de éste mundo, pero cuando se lo mencionó a su septa, la mujer la regañó y le castigó por haber pensado algo así de la princesa.
Detestaba a esa mujer.
Sansa, en su lugar, solo pensaba en cuán hermosa podía llegar a ser la Princesa. Tenía una clase de máscara perfecta. Vió, con asombro, que ésta era real e incinuante, como si ella lo supiera todo.
Le tenía respeto, claro que sí. Incluso, debía admitir que le tenía cierto pánico. Había notado que ella miraba a las personas con curiosidad morbosa, como si tratara de leerlos hasta los huesos y supiera cada secreto y detalle íntimo de su vida. Aquello la hizo sentir insegura desde el minuto uno, desde que desmontó de su caballo y clavó sus ojos en su familia. Tal vez ella podía ver a través de su fachada, tal vez ella hallaría un defecto en ella y buscaría el momento para recalcárcelo.
«¡No puedo permitirlo!», pensó Sansa, pero sabía que no podía hacer mucho.
Si sus pensamientos eran reales, ella lo descubriría tarde o temprano.
-No la calléis, mi Lady -Le dijo con tranquilidad-. Vuestra hermana solo habla con la verdad.
Sansa boqueó sorprendida.
-¿Así qué es verdad? -preguntó Arya.
Su hermana apretó los dedos, como si quisiera estrangular a Arya para que dejara de hablar.
-En efecto. Myrcella es dulce como un terrón de azúcar. Sus capacidades se limitan a ser generosa y amable; unas cualidades excepcionales, si me preguntan. Pero lamentablemente nació con un solo defecto... Uno que no muchos pueden ver y solo se manifiesta cuando cree que alguien va en su contra -dijo, y Arya apreció por primera vez algo más que no fuera tranquilidad en su expresión. Era como si el tema la agotara y marcara más sus ojeras. Había pesar en su mirada, y no supo el porqué-. La envidia.
Arya no se asustaba con cualquier cosa, pero la manera en que lo dijo la hizo pensar que muy probablemente, ésa sería la cúspide que vencería a su hermana; que estaba destinada a caer por su mayor defecto.
La envidia hacia su hermana.
Temió, por alguna razón, que aquel fuera su mismo destino.
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Wey, recen por mí que me voy. Los pinches cólicos me están matando y no sé que hacer 😭
Ya valí verga :'v
Pregunta del día:
¿Piensan que Lynette acepte casarse con Robb antes de marcharse del Norte?
¿Estuvo feo el capítulo? ¿Esperaban algo más? Perdón por la mierda de capítulo, pero sí me siento ree mal, y luego está la mamada que no me puedo pasar las pastillas :/ R.I.P para Gardenia -para los que no sabían cómo me llamaba o esas cosas xD-.
Recordaba que iba preguntarles algo, pero ya se me olvidó :'v
Vestido de Lynette en multimedia.
¡Estén al tanto de mi tablero, qué estaré haciendo varias preguntas para saber que libro quieren que actualice! Éste libro ya no contará porque acabo de actualizar, pero pueden votar por otro de mis libros :)
Perdón por no actualizar tan pronto como respondieron en mi tablero, pero me dió cólicos -horribles- y me anoté a unas clases en línea de inglés intensivo. Así que estoy en un lío.
Sin nada más que decir, nos leemos pronto, desconocidos ;)
Arte.
Nix Snow.
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