07

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"Se estaba saliendo de control."

Dolor.

El dolor se deslizaba por mis huesos, por las ranuras de mi cuerpo. Era asfixiante, comprimía mi cuerpo y me llevaba a otro plano que desconocía. No. No sabía que estaba pasando, no entendía porque sentía tanto dolor.

Súbitamente, mis párpados se abrieron y pude respirar con normalidad. No había notado que había dejado de respirar.

Cuando miré a mi alrededor no pude reconocer nada. Ya no estaba en mi cama de plumas, ni siquiera estaba segura de estar cerca del castillo de Winterfell. Era un claro enorme, lleno de nieve y escarcha, sumido en la soledad. Sentí como la bilis me subía a la garganta.

¿Dónde estaba?

¿Cómo había llegado allí?

Con temor, intenté ponerme de pié. Estaba descalza, así que hacerlo me hizo querer desfallecer. Miré hacia abajo, mis píes se estaban poniendo morados del frío. Ni siquiera los sentía. Tragué en seco, mi garganta se sentía muy seca.

Miedo. Miedo. Miedo.

Tenía mucho miedo.

Un sollozo salió de mi garganta y me di cuenta que no estaba en ningun lugar que reconociera. Di vueltas en mi sitio tratando de buscar algún lugar en el que pudiera resguardarme de la noche, del frío abrasador que amenazaba con consumirme.

"No. No. No." Pensé.

Un ruido detrás de unos arbustos me alertó. Mi corazón saltó y apreté mis brazos contra mi cuerpo, temblaba de frío.

Un viento me azotó con rudeza y tuve que contener la respiración para que no me taladrara tan profundamente. Solo estaba en mi ropa de dormir, y ni siquiera tenía mi bata.

Una lágrima silenciosa se deslizó por mi mejilla cuando ví que un gran lobo salía de los arbustos. Era enorme y su pelaje era de un negro profundo. Detrás de él le siguieron más lobos. Era una manada completa, todos gruñían y enseñaban sus horribles colmillos.

Casi me caí de la impresión cuando uno de ellos, pequeño y de un pelaje rojizo se hizo aún lado mientras se lamía la pata. Otro, aún más pequeño y de color café oscuro me gruñó, pero se retiró y se alejó hacia el otro extremo del claro. Parecía ser el más salvaje de todos, el pelaje lo tenía encrespado y miraba a su alrededor con desconfianza.

Otros dos, muchos más pequeños que los anteriores se hicieron aún lado, tan lejos, que apenas y podía verlos. Estaban jugueteando entre ellos y los demás siguieron parados, sin hacer un solo movimiento.

Gruñían y en un momento dado, me rodiaron. Casi salté cuando noté que me pasaron de largo y siguieron con su camino. Uno de ellos, el más pequeño, pero no por ello menos feroz, me gruñó y no dejó de mirarme hasta que se alejó. Fue allí cuando pude reconocer esa mirada. Ya la había visto antes, lo conocía a la perfección.

No me di la vuelta para verlos partir, pero no tuve más opción cuando escuché un rugido. Era feroz, majestuoso y sorprendete, incluso los bellos de mi nuca se erizaron.

Intenté detener lo que estaba apunto de suceder, pero para cuando me di la vuelta ya era demasiado tarde, los leones ya habían saltado sobre el trío de lobos. Grité cuando los ví desgarrarlos, la sangre salpicó la impoluta nieve y supe que algo malo estaba por pasar.

***

Por la mañana, Lynette escuchó la terrible noticia de que Brandon Stark había caído de una torre. Y no pudo evitar pensar en el sueño que tuvo en el que los lobos eran devorados por leones.

"No es un simple sueño."

Con los años, Lynette había aprendido que cuando algo sucedía a su alrededor, no era una mera casualidad. Todo lo que tenía que ver con ella tenía un por qué, un cuándo y un cómo.

Como si poder mover los objetos con la mente no fuera suficiente.

Ese día, a pesar de la insistencia de su madre de colocarse un vestido rojo sangre, Lynette tuvo que declinar la oferta. El rojo le sentaba fatal. Era como disfrazar a un ciervo de un león, algo sumamente ridículo y que no estaba dispuesta a pasar, no en un lugar tan frío e inhóspito como el Norte.

"Ni en los siete infiernos."

Por eso mismo decidió dejar de lado el rojo y el dorado, el gris y cualquier color que hiciera ver alguna alianza con alguna casa que no fuera la suya. No soportaba ser tan mezquina como para decidir usar los colores de los Stark cuando hace tan poco se había declarado la guerra con el heredero de Invernalia, así que se decidió por un color neutral y que nadie podría pensar que era por una razón en específico.

Sus doncellas la vistieron con un hermoso vestido blanco inmaculado, suave y cálido para el frío viento del norte. Era de mangas largas, con el pecho callendo en pliegues y un cinturón de plata con la forma de un ciervo en el centro. Para completar el atuendo, se coloco un dije de oro que era el cello de su casa y el cabello suelto al estilo norteño.

Al principio había dudado con esto último, horrorizada con la idea de no llevar el cabello atado o trenzado, pero mediante la septa de las Stark le explicaba lo que esto podía significar, no pudo evitar estar algo de acuerdo con la mujer de mayor edad.

—Además de ser una buena forma de que vuestro cabello esté libre y no atado con fuerza como suele estar, dejará ver que usted está dispuesta a fraternisar con los norteños y mostrará humildad de su parte. En la princesa se verá como un acto de buena fe. —dijo mientras cepillaba su cabello y Lynette la escuchaba con atención— No pasará nada si por un día no lo tiene trenzado.

Lynette frunció el ceño.

—¿Una princesa no siempre debe estar impecable?

—Así es, pero será necesario para darle sus respetos a los Stark.

Y así fue como terminó en los aposentos del pequeño Stark, con la espalda rígida y las manos en su espalda.

"¿No interrumpiré nada si toco?"

Se mordió el labio inferior.

"¿O solo entro?"

Lynette no sabía que aquella buena acción sería tan difícil. Sinceramente, no estaba del todo segura de como hacer eso, nunca había tenido que darle sus respetos a alguien por algún acontecimiento trágico y poco probable. O al menos no en persona.

Tragó en seco y se armó de valor, pero antes de que pudiera tocar la puerta o pudiera hacer cualquier otra cosa, una voz la sobresaltó.

—¿Qué hacéis aquí?

***

Tal vez sonó demasiado duro, pero Robb no se sentía especialmente culpable.

La princesa estaba de espaldas a él, así que cuando se dio la vuelta no pudo evitar contener la respiración. Su piel estaba tan pálida como siempre, las ojeras habituales adornaban su rostro y su cabello castaño estaba suelto. Jamás en todo el tiempo que llevaba la familia real en Winterfell, había visto su cabello suelto, así que fue una completa novedad y no pudo evitar quedarse un tanto fascinado.

¿Cómo se sentiría enredar sus dedos entre su cabello?

Pero casi inmediatamente se obligó a disipar esa idea. No era correcto pensar así de una doncella, mucho menos de una princesa. Y no pudo evitar sentir cierto asco de sí mismo cuando tuvo el leve impulso de aspirar su aroma a vainilla que llegaba hasta su posición. Era suave, como una caricia para su rostro.

Ella mostró un rostro sorprendido, levemente aliviado de algo que parecía estar carcomiendo su mente.

"Hermosa."

Su vestido le quedaba excepcional. Tan blanco...

—Perdonadme, mi señor. Me habéis asustado.

Incluso su voz podía hacerlo entrar en un trance.

—No hay nada que perdonar, ha sido mi culpa. Perdonadme a mí por asustarle de tal manera, su alteza. —dije con expresión suave.

"No la asustes más de lo que lo has hecho."

La princesa frunció el ceño e incluso así, Robb pensó que era la vista más maravillosa.

—Supongo que viene a dar sus respetos. —intenté iniciar una conversación, aunque sin mucho éxito.

—Así es, pero creo que lo mejor será hacerlo más tarde. Si me disculpa. —dijo con expresión compungida y se retiró a paso rápido.

No estaba dispuesto a dejarla ir sin haberse disculpado adecuadamente, así que marchó tras ella a paso rápido.

Rápidamente, Robb se dio cuenta que aunque fuera pequeña y delgada, era demasiado ágil para una dama de su tamaño. Se deslizaba por los pasillos como si conociera el castillo de toda la vida e intentaba perderlo de vista, pero aquello no era posible por el simple hecho de que Robb se había criado en ese castillo, había corrido y crecido en esos pasillos, así que era imposible despistarlo.

—Su Alteza.

Pero no se detuvo. Su vestido se movía al compás de sus caderas, y su paso era rápido y constante. Era obvio que no quería hablar con él.

Robb apretó los dientes.

"NO SEAS UN IDIOTA."

Pero fue demasiado tarde cuando su mano sujetó su muñeca y la hizo entrar en un pasillo solitario en el que difícilmente entraba la servidumbre. Robb no se dio cuenta de lo terriblemente cerca que estaba de la princesa hasta que ambas respiraciones se mezclaron.

"Por los dioses."

***

No lo lances. No lo lances.

Sus pensamientos fueron ignorados en el momento en que Robb Stark salió volando al otro extremo de la habitación, chocó contra la pared y se quedó quieto. Unos cuantos quejidos salieron de su boca.

Lynette contuvo la respiración.

"No otra vez." Pensó con angustia.

—¡Por los dioses, Robb! —exclamé con horror mientras me precipitaba a su encuentro— ¿Estás bien? Tenemos que ir con el maestre, estás sangrando.

Robb se levantó lentamente. Parecía estar sorprendido, pero la mueca de dolor parecía ser mayor que su extrañeza. Se tocó la frente en donde tenía un chichón y sus dedos se llenaron de sangre. Estaba herido.

—Yo... estoy bien. ¿Cómo fue qué...? Eso fue imposible. —murmuró lo último con incredulidad, pero Lynette pudo escucharlo a la perfección. La joven adquirió un color muchísimo más pálido— ¿Lynette? ¿Tú estás bien?

—Estoy perfectamente. Pero sigo creyendo que deberías ir con el maestre. ¡El tropiezo fue muy fuerte!

—¿Tropiezo? —preguntó con duda. Sus ojos estaban brillantes, como quien sospechaba algo.

Lynette lo miró con extrañeza.

—¿No lo recuerdas? El golpe fue más fuerte de lo que pensaba. —tomé su mentón y acaricié su rostro con delicadeza, distrayendolo de sus pensamientos.

Lynette se sentía mal por manipularlo, pero no tenía otra opción.

—Yo... estoy confundido. —dijo Robb mirándola con ojos extraños, parecía un cachorrito— ¿Qué fue todo eso?

Lynette sonrió con dulzura.

Ella nunca sonreía así.

—No lo sé. El golpe a sido muy fuerte, debemos ir con el maestre, ¿lo recuerdas? —dije con lentitud, apenas y sentí como mis ojos picaban y tomaban ese característico tono escarlata— Has tropezado y aún sangráis. ¿Vamos?

—Vamos. —susurró con la mirada ida para después recuperar su habitual expresión.

Sus ojos estaban igual de brillantes que antes. No recordaba nada.

Lynette le sonrió, pero cuando se dio la vuelta para abrir la puerta, la sonrisa desapareció y una expresión fría surcó sus finas facciones.

Se estaba saliendo de control.

***

—¿Está bien, maestre Luwin? —preguntó la princesa con expresión preocupada.

El maestre no pudo evitar notar la mirada de esperanza en el rostro del joven Stark, parecía sumamente encantado por las atenciones de la princesa. Pero decidió guardarselo para sí mismo.

—No hay de que preocuparse, princesa. Solo fue la caída. Ya le he puesto un hunguento para parar el sangrado.

Extrañamente, tiempo atrás la princesa y el joven Robb habían llegado a la torre para pedir ayuda. Al parecer, el Stark había tropezado con una silla y se había golpeado la cabeza demasiado fuerte.

No hizo muchas preguntas sobre el tema, pero le pareció sumamente curioso como es que el heredero de Winterfell parecía merodear a la princesa como si fuera la última gota de agua en el desierto. No le gustaba indagar, pero fue inevitable notarlo en cuanto la princesa le tomó la mano y el chico Stark pareció tomarla con gusto aún cuando no necesitaba apoyo para resistir el escozor de la herida.

No creía que fuera algo de lo que preocuparse.

—¿Ya fue todo, maestre Luwin? —preguntó el joven señor.

—Es todo. Ya estás en buen estado para seguir con vuestro recorrido. —dijo el maestre Luwin, recordando como le había dicho que había estado dándole un recorrido a la princesa.

Ambos asintieron y le dieron las gracias, pero cuando ya no se veía ni rastro de ellos, pensó en como es que la mirada de la princesa parecía estar demasiado distraída, aún cuando le sonreía y le daba atenciones especiales al joven Stark.

Tal vez solo estaba delirando, la princesa Lynette era una de los pocos visitantes que no parecían tener dobles intenciones.

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¡Perdón por la tardanza, no me maten! Pero es que he estado demasiado ocupada —sin tomar el hecho de que tengo otras historias que actualizar— y no he podido seguir con la historia, ¡pero no crean que cancelaré alguna historia! Me encanta escribir, y pienso que estos fanfics solo son el inicio de una serie de miles de fanfics que tengo pensados ;)

¿Qué les pareció el capítulo? De aquí en adelante se le tomarán más importancia a los poderes de Lynette, así que esperen lo que se viene, que es algo fuerte.

¿Qué opinan del sueño? ¿Les recuerda a algo?

Si se preguntan porque puse el punto de vista del maestre Luwin, es porque quiero que vean como es que los demás la ven. Que vean todo de diferentes perspectivas, pero con narrativas no tan pesadas xD

Sin nada más que decir, nos leemos pronto. ¡Voten y comenten! El próximo capítulo se lo dedicaré al primero en comentar :)

¡50 votos y actualizo!

Atte.

Nix Snow.

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