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SISMO
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Regresar a casa nunca me había parecido algo tan malo después de todo, normalmente siempre que regresaba sentía esa pequeña satisfacción de poder dormir y tumbarme a la cama por varias horas. Con Zack aquí conmigo sentía la misma sensación, estar en casa era igual a mirarlo a los ojos y sentir un aire de tranquilidad.
Al igual que escuchar a Diego cantando en la parte de atrás junto a Rylie y Alexa cualquier canción que sonaba en la radio.
Miré de reojo a Zack y su cara era la viva imagen de la irritabilidad.
—Menudo coro navideño —Zanjó.
Solté una risa burlona, a la verdad es que ninguno de ellos cantaba lo suficientemente bien.
Navidad estaba cerca, al igual que esas canciones de fin de año que pasaban por la radio.
—Joanna, dile a tu novio que deje de ser tan amargado—Diego se acercó a los asientos de nosotros con una sonrisita, Zack se limitó a soltar un gruñido de fastidio.
—Zack deja de ser tan amargado.
Su semblante cambia a uno desconcertado, mi risa y la de Diego se unen de repente.
—Tenías que defenderme ¿Sabes?
Me encogo de hombros mostrando poca importancia.
—La verdad es que te compadezco Joanna, yo he tenido que lidiar con este idiota más de diez años y a veces me inspira a pegarme un tiro. No se como harás para soportarlo cada mañana de cada día, de cada año, de cada...
—Ya entendió, Diego. Ahora cállate antes de que me dejes sin novia.
—¿Ves lo que digo?
Me inclino para susurrar algo.
—¿Al llegar a casa me darías el arma con que te ibas a disparar?—le echo una mirada rápida a mi novio y cuando me encuentro con su cara de horror trato de aguantar la risa—, por si algo, ya sabes.
Una mano empuja la cara de Diego cuando empieza a reírse.
—Tan chistosos.
Cuando vuelvo a mi asiento apoyo un codo en la ventana del vehículo, ya estábamos más cerca de casa, en unos minutos la residencia era lo que veríamos.
Saliendo del espíritu navideño, aquí una canción para los que pasarán navidad solos con su caja de galletas, Tenemos a Olivia Roberts quien nos ayudará a interpretar esta canción, lloren lo que tengan que llorar
Miré extrañada a la radio, quien fuese el presentador había tenido un mal día...
Me debatía quien la había pasado peor, si el locutor de la radio o mi mejor amiga, que en el momento en que esa chica empezó a cantar esa canción de Jesse y Joy se escucharon sollozos al final de la camioneta.
—TE ESPEREEEEÉ LLEGUÉ A SENTIR QUE ME MORÍA.
Cubrí mis oídos de manera instantánea. Me giré para verla y justo comí había descrito el locutor de la radio, estaba con un paquete de galletas en la mano mientras cantaba.
—¿Puedes cantar menos fuerte?
—¡Es que dueleee!—sorbía su nariz.
—¡Pero si haz sido tú quien quiso dejarle de hablar!
—Ya se, pero él me caía bien...
Y así tuvimos que aguantar hasta que llegamos a la residencia y la radio se apagó con la despedida del locutor y la chica que había cantado, que realmente lo había hecho realmente bien. Alexa había tomado un taxi, nos despedimos de ella y le prometí que iría a verla para que la pobre pudiera desahogarse, esto tampoco era algo nuevo.
Empezamos a bajar de la camioneta con las cosas y maletas a la mano, cuando ingresamos la sonrisa de los guardias nos acogieron y les correspondidos. Cuando estuvimos en el ascensor no tardamos tanto en llegar al piso y cada quien entrar a su departamento.
Supongo que estos días de viaje nos habían sido suficientes como para despedirnos.
La llave de la puerta giró tres veces y cuando por fin se abrió, el olor a hogar llegó a mí nariz, pero el caos que había en todo el lugar había tapado todo lo bueno que era estar en casa.
El lugar estaba hecho un caos total, como si un sismo hubiera pasado por todo el departamento
—¿Que caraj...
Sin palabrotas chica
Ya, pero esto lo ameritaba.
—¿Que pasó?—entré apresurada revisando que todo siguiera dentro del departamento, y lo estaba, mi único problema con todo esto era que habían millones de pedacitos de vidrio por el suelo, habían roto el jarrón de vidrio donde antes estaban las flores que Zack me había obsequiado.
Los muebles estaban de cabeza y me quedo realmente corta con lo que veían mis ojos.
—¡Oh no, mi laptop! –corrí hacia la esquina donde yacían los trozos.
—Joanna ten cuidado, los vidrios.
La verdad es que ahora lo menos importante eran los estúpidos vidrios en el suelo.
Tomé los restos de la laptop, era una horrible escena del crimen.
Mi libro también estaba allí y no solo uno, todos los que había escrito en estos años... todo se había arruinado de repente.
Me giro con lagrimas en los ojos para ver a Zack, él también estaba agachado en el suelo con el ceño fruncido y la mirada fija en los vidrios.
—¿Zack?
Dos esferas pequeñas y azuladas me miran con suavidad y cierta culpabilidad. No tardará mucho en levantarse y caminar hasta mí para abrazarme.
—Lo siento mucho...
—Se ha arruinado todo.
Sollozo ¿Que le diría al señor Adams? ¿Que pasaría con el programa? ¿Por qué demonios no podía tener una vida tranquila por lo menos en unos días?
—Lo siento—repite.
—No tienes la culpa Zack...
—No, la tengo —su mano deja ver un vidrio pequeño con un dibujo muy malo de un carro, allí entendí que parte de esos pedazos de vidrio pertenecían a las luces de un carro.
—¿De que hablas?
—Ahora no es necesario que hablemos de esto...
—Te equivocas Zack, de verdad que creo que es el momento to perfecto.
Me ignora levantándose y dirigiéndose a la puerta.
—¡Zack! —se detiene al instante, me pongo de pie para acercarme de igual forma.
—Joanna no es el...
—¿Y cuando lo será? Estoy cansada de que nos ocultemos tantas cosas —tomó sus hombros para que pueda darse la vuelta y mirarme, cuando lo logro su semblante está serio, su respiración parece descontrolada.
Tomo una respiración profunda, pues es probable que esté a punto de tener un episodio de ira.
Necesitaba que ambos estuviéramos calmados.
—Zack, anoche hablamos ¿recuerdas? Te conté todo de mi, sabes lo que hice y se como eres —mi mano acaricia su mejilla—, Cariño, puedes contarme lo que sea, no voy a salir huyendo.
Duda, eso había en sus ojos, en su rostro, en como respiraba y se movía momentáneamente rápido. Al final suelta una bocanada de aire, pasa ambas manos por su rostro, con cierta intención de hablar.
—Cuando tenía dieciséis empecé a jugar carreras ilegales con mi coche, empezó siendo una distracción de las responsabilidades que mi padre me imponía siempre, de alguna forma debía distraerme de tanto, toda mi vida me había preocupado por enorgullecer a mi padre y cuando me di cuenta que eso jamas pasaría utilicé todo lo reprimido para estallar. Episodios de ira se generaban a diario así que tomaba mucho alcohol, demasiado, me liaba con cualquier chica que se me atravesara y... bueno, así pasaron unos años y sin excluir las carreras.
Entendí más a profundidad cuando la madre de Zack me había dicho que su hijo había estallado por tantas responsabilidades, ahora que todo encajaba en Zack las dudas no volverían a aparecer.
—Terminó por convertirse en un tipo de desahogo por mis episodios de ira, allí Diego y yo conocimos a Caleb, era el dueño de una de las bandos del lugar.
Recordé las palabras de Caleb en la cafetería y lo que había dicho Diego esa misma noche, ya todo cobraba algo de sentido.
—Yo... manejaba como si estuviera realmente drogado o algo parecido, era el mejor, le ganaba en cada una de las carreras a Caleb y eso lo cabreaba muchísimo. Así pasaron varios años, escapaba luego de una discusión con mi padre, una discusión con algún desconocido. Incluso con cualquiera que intentara hacerme algo raro, mis episodios de ira eran tan fuertes que mandé al hospital a muchos. Llegué a pasar noches largas en una jaula por eso.
Su tono de voz podía decir que no estaba nada orgulloso de ello.
Me costaba imaginar al carismático, respetuoso y comprensivo Zack que conocía detrás de unas rejas por estas cosas.
—Como sabes mis padres tienen mucho dinero, así que no pasaba a mayores, mi madre hacía lo posible por sacarme de eso sin que mi padre se enterase, así como lo que pasó con el imbécil de Regan—resopló mientras ponía ambos dedos en el punte de la nariz–, las carreras subieron de tono, apostaban mucho dinero, a mi no me importaba realmente perder, no necitaba el dinero. Mi orgullo era lo que no le dejaba perder por Caleb, y mis episodios tampoco me lo permitían.
—¿Cuando jugaste por última vez?—pregunté.
—La noche que te conocí —sonrío—, había una gran carrera, habíamos apostado demasiado, yo no quise correr, realmente tenía mejores planes para la noche, así que Diego corrió en mi lugar. Antes de conocerte era un verdadero desastre... incluso algunas veces luego de que te conociera.
Trago saliva sacando de mis pensamientos que posiblemente se había liado a una chica en ese proceso.
—¿Luego?—repito.
—Con las carreras —recalca.
—¿Y quien ganó?
—Diego. Eso es lo que tiene molesto a Caleb, dice que a mi si hubiera logrado vencerme, antes éramos buenos amigos, él sabe sobre mis episodios, y desde que se unió a otro bando ha hecho lo posible por provocarme.
—¿Lo que pasó en el departamento de Rylie fue una de esas cosas?
Él negó con la cabeza.
—No lo creo, no sabe que relación tenemos realmente.
Asentí, Rylie me había dado las verdaderas razones, supongo que fue el único motivo que el rubio tuvo para hacer este escándalo.
—Zack tú... lo siento, jamás tuvimos el espacio de hablar de esto—sus manos se apoyan en mis hombros.
—No quise contarlo, esa es la verdad, no es muy atractivo que el chico que te conquiste haya tenido un pasado algo oscuro —Trata de hacerme reír... pero no funciona.
—Dijiste que varias personas se habían alejado de ti por tus episodios.
—Es cierto, Diego no era mi único amigo, pero cuando perdía el control fue el único que se quedó y me ayudó a superarlo por muchos años. A penas el año pasado los episodios bajaron de tono, aprendí a manejarlos, fui con una terapeuta y Psicóloga por algún tiempo —Se encoge de hombros.
—Tuvo que ser difícil... lo siento.
Me duele pensar que no estuve para él en todo ese proceso. Se que suena absurdo, siquiera nos conocíamos, pero me hubiese encantado ayudarle en ese proceso.
—No tienes que disculparte, no tienes la culpa de nada, puercoespín, al contrario, tú has sido mi más grande inspiración para mejorar —alzo la mirada—, quiero darte lo mejor de mí.
—Y yo también a ti Zack, te lo aseguro. Me hubiese gustado acompañarte por ese tiempo.
—No estuviéramos juntos ahora, pasó justo en el momento preciso, tus heridas y las mías están cicatrizando, la única diferencia es que las tuyas a penas lo están haciendo, las mías ya están por curarse por completo.
Tenía razón, Zack siempre tenía razón aunque esa pequeña bola de angustia e impotencia seguía creciendo dentro de mí, no me sentía suficiente para él.
Decidí ignorar mis pensamientos y volver al tema principal.
—¿Y que piensas hacer?–le pregunto nuevamente, en vista de que no parece quedarse de brazos cruzados.
—Sí ha venido a hacer esto en tu departamento es porque ya no está tras las rejas, debió salir, así que iré a buscarlo, si quiere una carrera la tendrá.
Aprieto los labios, dudosa.
—¿Será la última que juegues?—realmente esperaba a que dijese que sí.
—No volvería a correr, Joanna, no me hace falta ahora que estas tú, todo está bien—me asegura—, será la última vez.
Una sonrisa ladina se refleja en mi rostro.
—Pues vale, si lo harás necesitas un apoyo extra.
Eso lo deja descolocado.
—No irás a esos lugares, no quiero que te conozcan, no es seguro.
—Zack, han venido a mi departamento, han destruido mi laptop y todavía sigo con las marcas que Caleb dejó en mi cuello–noto que él tensa la mandíbula en cuanto las ve—, ¿Creés que voy a quedarme aquí parada mientras tu corres por los dos?
Su sonrisa me asegura que no.
Sonrío abiertamente en cuanto levanto el chip de memoria de mi laptop del suelo, suspiré cuando vi que no todo estaba perdido.
—Iré a avisarle a Diego, prepárate, esta noche iremos —me limito a asentir muy segura de la decisión.
Antes de cruzar la puerta Zack deja un beso plantado en mi frente, cierro los ojos gozando de esa sensación.
Espero saber en lo que realmente me estoy involucrando.
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