Capitulo 34. Sarah, ¿estas bien?
— ¿A dónde me llevas, Axel?
—Tú sólo cierra los ojos y confía en mí.
— ¿Confiar en ti?, ni loca.
—Sarah.
—Me engañaste, te hiciste pasar por dos personas distintas, ¿cómo quieres confíe en ti?
—Sólo hazlo.
—Lo hago—respondí.
No podía observar hacia dónde me llevaba Axel, sus manos cubrían mis ojos y eso impedía que pudiera ver el camino.
— ¿Ya llegamos?
—No, ¿ya te convertiste en Samantha?
—No, sólo que tus manos están comenzando a sudar.
—Sarah, son sólo unos segundos más.
— ¿Ya?
—No, Sarah. Subiremos unos escalones, te diré cuándo subas tus pies.
—Claro.
—Ahora—susurró a mi oído.
Con tan sólo su voz podía imaginarme al sexy Axel que estaba detrás de mí, ¿cómo llegamos a conocernos?
—Y este es el último.
— ¿Ya puedo ver?
—Mmm... sí —dijo mientras quitaba sus manos de mis ojos.
— ¿Enserio una casa del árbol?
—Sí, bueno, técnicamente no es una casa del árbol, ya que está abajo de un árbol—contestó riendo.
— ¿Esta casa se encuentra en la casa de tus tíos?
—Sí.
—Cuando estaba pequeña siempre quise construir una, pero nunca pude tenerla, ya que mi madre y yo nos mudamos constantemente.
— ¿Cuántos años llevas aquí, Sarah?
—Tenemos cinco años, es el lugar en el que hemos durado más tiempo.
—Y así será, esta casa trae muchos recuerdos.
— ¿Cuáles?
—Cuando éramos pequeños, los fines de semana, Samantha, Sofía, Liam y yo veníamos a jugar a este lugar, era nuestra guarida, de hecho tenía nombre. Era la guarida S. L. S. A. West—dijo Axel riendo.
—Sofia, Liam, Samantha y Axel West.
—Sí, nuestras iníciales, cuando visitábamos a Sofía mi visita era aquí, y no con mis tíos, todos hicimos un pacto.
— ¿Cuál?
—Nunca dejaríamos entrar a nadie.
—Pero, lo acabas de romper.
—No entraría nadie, al menos que esa persona fuera especial. Todos aceptamos, pasó el tiempo y todos dejamos de jugar, no sé si los demás lo recuerden, pero yo aún tengo todo presente, así que esa es la historia de por qué estás aquí.
—Otro lugar especial a donde Axel me lleva, creo que sí soy importante en tu vida—dije dejando a Axel nervioso.
—Creo que es demasiado—respondió riendo.
—Axel West, ¿qué haría sin ti?
—Nada, ¿sabes Sarah?, creo que debemos salir de aquí.
—Sí, estamos grandes para estar en este lugar.
— ¿El lugar se encogió o nosotros crecimos?
—Creo que creciste.
—Salgamos de aquí.
—Sí —dije mientras me ponía de pie.
—Sarah, espera...
Y me di un golpe.
—Está demasiado grande.
—Axel, ya bajemos.
Axel saltó, no bajó por los tres pequeños escalones que había.
—Sarah, salta, yo te atrapo—dijo Axel desde el suelo.
— ¿Estás loco?
—Un poco.
Seguía adentro de la casa.
—Salta de ahí, estás a treinta centímetros de la tierra.
—Está bien.
Salté, pero era demasiado tonta que el pie derecho no lo aplané bien, y caí.
—Sarah, ¿estás bien? —preguntó Axel preocupado.
—Sí, ayúdame a poder ponerme de pie.
—Claro—dijo mientras me ayudaba a levantarme.
— ¿Segura que estás bien?
—Sí, bueno, creo que sólo se fracturó el tobillo.
— ¿Te llevo con el doctor?
— ¡No!
—Claro que lo haré.
—No, Axel West, no lo harás.
—Sí lo haré —contestó mientras me tomaba en sus brazos.
— ¿Es necesario cargarme así?
—Sí.
—Axel West, te odio.
Nuestra noche romántica se había convertido en una visita al hospital.
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