Capitulo 13. Código azul.
Axel quiere conocerme, no lo podía creer, por fin conoceré a Axe. Toda la noche soñé cómo seria nuestro encuentro, estaba ansiosa porque llegara el momento.
Tomé mi teléfono y marqué a Samantha.
— ¡Samantha! —dije mientras gritaba al teléfono.
— ¿Qué pasa Sarah?
—Samantha, ¡código azul, código azul! —digo mientras sigo gritando.
—No me digas.
— ¡Código azul, código azul! —vuelvo a gritar.
— ¿Enserio? No lo creo.
Cuando Samantha y yo estábamos pequeñas realizamos una serie de códigos para comunicarnos, código azul significa que un chico nos ha invitado a salir.
—Un chico me invitó a salir.
—¿Quién es ese chico? —preguntó Samantha con entusiasmo.
—Bueno, algo así, ¿recuerdas a Axel?
—Cómo no recordarlo te llevas hablando de él todo el día.
—No es cierto, no lo hago.
—Sí, lo haces siempre. Espera, no me digas que él... —gritó Samantha atreves del teléfono.
—Sí —contesté riendo.
— ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Porqué?
—Son muchas preguntas por responder.
—Ve abriendo tu armario, amiga, llegó lo más rápido posible a tu casa—dijo mientras colgaba.
—Te espero—dije sabiendo que era inútil.
Diez minutos más tarde.
Samantha:
Sarah, ya llegué.
—Mamá, deja pasar a Samantha y dile que suba a mi cuarto — grito desde mi cuarto.
—¿Ya abriste tu armario? —pregunta Samantha en cuanto llega a la puerta de mi cuarto.
— ¿Para qué quieres que lo abra?
—Sarah, te tengo que vestir sexy para el código azul.
—No le tomemos mucha importancia.
—Vamos, Sarah, es una cita con un chico.
—Bueno no en sí.
—¿Sabes?, no sé porqué pregunto, yo te vestiré.
—Pero, espera.
—Yo te elegiré la ropa—habló Samantha mientras habría el armario.
—¡Samantha, te digo que esperes!
— ¿Que me espere a qué?
—No es una cita en sí.
—No importa, tienes que ir presentable.
—Déjame explicarte.
—Explícame.
—Bueno, no es una cita
—Un chico te invitó a salir y dices que no es una cita.
—Bueno, no es para eso.
—Eres una terca.
—No soy terca.
—Como tú digas, vine a perder mi tiempo.
—Tú quisiste venir.
—Sí, vine para vestirte, no para hablar—dijo Samantha enojada.
—Pero quiero hablar y no me has puesto atención.
—Perdón, perdón.
— ¿Entonces qué sigue?
— ¿Vestirte, tal vez?
—Pero...
—Sin peros.
—Te odio Samantha.
Diez vestidos después.
—¿Sabes?, odio este vestido—dije mientras me miraba al espejo.
—Sarah, a ti no te gusta nada, este está perfecto.
—¿Sabes?, el azul no combina con mi personalidad.
—Sarah, por favor.
—Pero...
—Es el vestido perfecto, Sarah.
—¿Pero, no se te hace mucho para ir a una cita?
—¿Lo ves? Sí es una cita.
—Lo digo para que te calles, pero no es una cita
—Sólo déjate el vestido.
—Pero es mucho para ir a tomar un café.
—Hazme caso.
—Pero es mucho; además no sé si llevarlo para conocer a una persona.
—Sarah, deja de contradecirme.
—¿Quieres escucharme por primera vez?}
—Si te escucho, sé que me vas a convencer con tus pucheros.
— ¿Ahora sí puedo hablar?
—No, me convencerás y yo quiero que lleves ese vestido.
—Pero no quiero hablar del vestido, quiero hablar de la cita.
—Empieza.
—En primera no es una cita
—Sí lo es.
—No es cita, es reunión.
—Sigue creyendo eso, ilusa.
—Axel también me dice así—dije mientras una sonrisa se me escapó.
—Y dices que no es una cita.
—Pero no para hablar sobre nosotros.
— ¿Entonces de qué?
—Para hablar de otra persona.
— ¿Hablar de qué?
—Del mejor amigo de Axel
— ¡¿Enserio?! Y, ¿está bueno? —preguntó Samantha riendo.
—Sí, bueno, si te refieres a guapo, está muy bueno.
— ¿Me lo prestas?
—Claro que no, es mío.
— ¿Qué clase de cita es esa? Vas a una cita con un chico a hablar de otro.
—¿Lo ves, ya me entiendes?, no es una cita.
—Está bien, no es una cita.
—Ahora es una cita, ya me tengo que ir.
— ¿Me estás echando de tu casa? —habló Samantha poniendo sus brazos cruzados y cara enojada.
—Sí, ¿o irás conmigo?
—Claro que no, es tu cita.
—Bueno, ya me tengo que ir.
—Mi niña ya está creciendo—dijo mientras me daba un abrazo.
—Ya, Samantha, no seas ridícula y deséame suerte.
—Eres una amargada, buena suerte.
—Sí lo que tú digas, adiós.
Samantha se marchó y comienzo mi camino hacia Starbucks, estaba nerviosa, no quería que Axel tuviera una mala impresión de mí.
Cuando llego me siento en una mesa del establecimiento a esperar a Axel.
—Sarah, ¿eres tú? —hablóDaniel mientras se acercaba a mí con un ramo de flores.
Daniel estaba enfrente de mí, con sus ojos azules como el mar, donde ahoga a todas las chicas, esas perforaciones que me volvían loca y sobre todo sus músculos llenos de tatuajes que llegan hasta su cuello, el hombre perfecto sí existe y es él. Lo que hace Dios cuando está de buenas. Sarah, por favor no arruines el momento actúa normal.
—Daniel, es un gusto volver a verte—dije sonriendo como tonta.
— ¿Qué haces aquí?
—Axel me citó aquí.
—¿Sabes?, él también me citó aquí.
— ¿Enserio?
—Sí, es raro, ¿cuánto tiempo llevas aquí?
—Como una hora, ya pensaba irme, ¿y tú? —contesté sonriendo.
No tenía más de cinco minutos que había llegado.
—Acabo de llegar.
— ¿Por qué traes esas flores si sólo vienes a ver a Axel?
—Sólo se las traje a él—dijo algo nervioso.
— ¿Le traes flores a Axel?
—Bueno, no.
—Está bien, no me digas.
— ¿Puedo? —dijo mientras señalaba una silla.
—Claro—respondí.
—Pero como Axel no vino puedes tomarlas—dijo mientras me daba las flores.
—Gracias, aunque no creo que fueran para Axel —contesté mientras las tomaba.
—Dime qué pedirás.
—Sólo un café.
—Yo igual, sólo un café..
— ¿Cómo llegaste aquí?
—Bueno, ya te lo dije, Axel me dijo que viniera, tenía algo muy importante qué decirme, pero veo que me mintió.
—Bueno, creo que nos mintió a los dos.
—Sí, pero no hay que desperdiciar la tarde.
— ¿Qué tienes en mente?
—Pasar la tarde contigo, ¿o quieres que me vaya?
—No, claro que no, me refería a qué quieres hacer.
— ¿Qué vienes a hacer a Starbucks?
— Pero,¿qué haremos todo el día en Starbucks? ¿Sólo hablar?
—Eso creo.
—Sería aburrido.¿Y si mejor después de Starbucks, vamos al parque?
—Sería divertido hablar sobre nuestras vidas, pero vamos si gustas, entonces que comience nuestra aventura.
—Entonces que comience, creo que nos llevaremos muy bien.
—Me debes una, por cierto.
— ¿Te debo una?
—Mi ojo duró días morado.
—Oh sí, enserio perdón por meterte en ese lío, no debías de haberlo estado.
—Aunque no me arrepiento de haberlo hecho.
—De verdad muchas gracias.
— Desde ese día no dejo de pensar en ti.
—Yo igual—dije mientras me puse roja.
—Te ves linda roja—dijo Daniel mientras una sonrisa se le notaba en su rostro.
La mejor sonrisa que había mirado en el mundo.
—Cuéntame acerca de tu vida.
— ¿Qué quieres saber de mi vida? —respondió algo pensativo.
—No lo sé, sólo cuéntame sobre ella.
—Tienes algo en especial que quieres saber.
—En realidad no.
—Sí quieres saber algo, yo te conozco Sarah.
— ¿De dónde se conocen Axel y tú?
—Te lo dije. Bueno, él y yo no somos amigos.
— ¿No son amigos?
—Somos hermanos, desde que tengo razón de memoria lo conozco.
—¿Me podrías ayudar en algo ya que dices que lo conoces desde hace mucho?
—Sí, claro.
—Por favor, ayúdame a conocer a Axel.
—Por más que lo intentes nunca lo lograrás
— ¿Por qué lo dices?
—Solamente lo podrás conocer cuando él quiera.
—Está bien.
—Pero, es muy raro.
— ¿Por qué?
—Creo que ni el mismo Axel se entiende
—Por fin alguien que me entiende, no lo entiendo.
—No lo olvides, él es mi amigo.
—No lo olvido, no hablemos de él ahora.
—Entonces sigamos sobre mí.
—Ya sé demasiado sobre ti.
—Sí.
— ¿Ahora? —dije mientras comencé a reírme como tonta.
—Ahora cuéntame sobre tu vida
— ¿Algo en especifico?
—No, cuéntame lo que creas que es necesario.
—Soy una chica un poco tímida que no sale mucho.
— ¿Tienes a alguien especial?
—Sí, bueno, eso creo yo.
—Cuéntame acerca de él, o puede que sea ella.
—Perdón, pero no te puedo contar sobre él—dije mientras sonreía. Si le decía sabría que era él.
—Sigue contándome.
—Está bien, él va en el mismo instituto que yo, se parece un poco a ti.
— ¿Cómo a mí?
— Espera, ¿cómo terminé hablando contigo? —dije mientras observaba a Daniel con los ojos abiertos.
—El otro día te salvé la vida, ¿no lo recuerdas?
—Sí, pero ahora...
—Nos encontramos aquí, estás un poco rara—dijo mientras otra hermosa risa salía de su rostro.
—Qué tonta soy, cómo no pude darme cuenta de quién eres—dije mientras suspiraba mientras observo a Daniel.
— ¿Soy Daniel?
—Lo sé, y eres el capitán del equipo de futbol americano—dije mientras seguía suspirando.
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